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Solamente Por Gracia - Iglesia Reformada

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Ahora bien, pobre alma, ¿quieres entrar en este refugio tal cual eres? Aquí estarás con<br />

perfecta seguridad. Acepta esta salvación cierta y segura. Acaso dirás: «Nada hay en mi que<br />

me recomiende.» No se te pide tal cosa. Los que escapan por la vida, dejan la ropa detrás de<br />

sí. Refúgiate apresurado tal cual eres.<br />

Te diré algo de mi mismo par animarte. Mi única esperanza de entrar en la gloria<br />

descansa en la plena redención de Cristo realizada en la cruz del Calvario por los impíos.<br />

En esto descanso firmemente, ni sombra de esperanza tengo en alguna otra cosa. Tu te<br />

hallas en la misma condición que yo, pues ninguno de nosotros tiene mérito alguno digno<br />

de consideración cual base de confianza. Juntemos, pues, las manos, colocándonos juntos al<br />

pie de la cruz, y entreguemos nuestras almas de una vez para siempre al que derramó su<br />

sangre por los culpables. Nos salvaremos ambos por un mismo Salvador. Si tu pereces<br />

confiando en él, pereceré yo también. ¿Qué más puedo hacer para probarte mi propia<br />

confianza en el evangelio que te proclamo?<br />

4<br />

***<br />

SALVACIÓN DE PECAR<br />

Quisiera decir unas cuantas palabras sencillas a los que comprenden la idea de la<br />

justificación por la fe en Cristo Jesús, pero cuya dificultad consiste en no poder dejar de pecar.<br />

No es posible que nos sintamos felices, descansados y espiritualmente sanos hasta que llegamos<br />

a ser santificados. Es preciso que seamos librados del dominio del pecado. Pero, ¿cómo se realiza<br />

esto? Es este un asunto de vida o muerte para muchos. La naturaleza vieja es muy fuerte y la han<br />

procurado refrenar y domar; pero no quiere ceder, y aunque deseosos de mejorarse, se hallan<br />

peor que antes. El corazón es tan duro, la voluntad tan rebelde, la pasión tan ardiente, los<br />

pensamientos tan ligeros, la imaginación tan indomable, los deseos tan incultos que el hombre<br />

despierto siente que lleva en su interior una cueva de bestias salvajes que acabarán por devorarle<br />

antes que él logre ejercer dominio sobre ellas. Respecto a nuestra naturaleza caída podemos decir<br />

nosotros lo que dijo el Señor a Job, del monstruo marino: «¿Jugarás tu con él como con un<br />

pájaro, o lo atarás para tus niñas?» (Job.41:5). Más fácil seria para el hombre poder detener con<br />

la mano el viento que refrenar por su propia fuerza los poderes tempestuosos que moran en su<br />

naturaleza caída. Esta es una empresa mayor que cualquiera de las fabulosas de Hércules; aquí se<br />

necesita a Dios, el Todopoderoso.<br />

«Yo podría creer que Jesús me perdonara el pecado,» dice alguien, pero lo que me<br />

molesta es que vuelvo a pecar y que existen inclinaciones terribles al mal en mi ser. Tan cierto<br />

como la piedra arrojada al aire, pronto vuelve a caer, así yo; aunque por la predicación poderosa<br />

sea elevado al cielo, vuelvo a caer de nuevo en mi estado de insensibilidad. Fácilmente quedo<br />

encantado por los ojos de basilisco del pecado permaneciendo bajo el encanto, solo la<br />

providencia me hace escapar de mi propia locura.

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