Retos y Dilemas de la Representación Política - Informe sobre ...

cambio y la modernización institucional con el impulso de la creación de ciudadanía,
generaría una visión más ponderada, quizás menos nostálgica de aquella Bolivia que vivía
normalmente movilizada, con movimientos sociales siempre en estado de apronte para
rebasar a un Estado, al cual querían desterrar.
Lo concreto de una democracia son también sus instituciones políticas y jurídicas, lo
son sus partidos, el sistema electoral, las costumbres de interrelacionamiento entre los
actores políticos e incluso, lo concreto de una democracia es también la situación de su
cultura política. Es sobre este conjunto de elementos que se debería posar la mirada para dar
una opinión sobre la democracia y no sólo sobre la participación o no de los actores sociales
en ella. Menos aún debería juzgársela por el apego que tengan a ella las organizaciones
sociales de carácter corporativo que marcaron la política del Estado del 52.
La desafección por los partidos políticos
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Un dato persistente en todas las encuestas es el que expresa que la población tiene
poco apego por los partidos políticos y que la sociedad duda de la representatividad del
parlamento. En general, en la mayoría de las sociedades de América Latina, incluso, en
varias de Europa, existe un descreímiento en los partidos políticos. Las organizaciones
partidarias son las que peor legitimidad tienen en la población. Sin embargo, y esta es otra
paradoja, ello no implica necesaria e ineluctablemente que las democracias de las cuales
forman parte estén en un grado terminal de crisis, tal como querrían comprenderlo quienes
acuden a colocar en mayúsculas las cifras de falta de credibilidad de los partidos políticos.
En Bolivia nadie puede negar los datos de las encuestas, pero se precisa ser muy
cauto ante de forzar las estadísticas para decir que el grado del déficit de representatividad
de los partidos en Bolivia llega al 90 o 95%. Si leyeramos estos datos, utilizados por Tapia,
con una frialdad aritmética y dando plena fe de ellos, por supuesto que tendríamos que
aceptar que reflejan el hundimiento de los partidos, su profunda crisis y un rechazo total de la
población. Por lo pronto, para relativizar esas cifras sería bueno poner en escena otros
hechos, por ejemplo, los partidos a quienes se critica, poseen hoy una importancia que nunca
tuvieron en el pasado. Hoy en día es normal aceptar que son los instrumentos para llegar al
poder y que el sufragio es el mecanismo para definir la titularidad del poder, lo que en el
pasado tampoco era aceptado por toda la población.
Así pues, es bueno plantear una paradoja en la sociedad boliviana de este decenio:
por un lado, comenzó a aceptar la importancia de los partidos como instrumentos de
desarrollo de la democracia, pero, por otro, esa misma sociedad es ácida cuando critica las
conductas habituales de los partidos. La sociedad está harta del patrimonialismo o el
prebendalismo de los partidos, la sociedad no comparte su falta de democracia interna ni
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