Retos y Dilemas de la Representación Política - Informe sobre ...

La importancia de los movimientos sociales
Por otro lado, Tapia indaga si no será posible la representación política directa de
organizaciones y movimientos sociales. Aquí también está presente su respuesta. Admite
esa representación directa, pero ¿será en instituciones de la democracia representativa
como el parlamento?, ¿no será esa una involución democrática? Al mismo tiempo comienza
a indagar si el descreímiento de los partidos puede avanzar al extremo de conducir a su
eliminación como instrumentos de representación.
En las preguntas de este tipo no están presentes los escenarios a lo que ello daría
lugar, ¿una exclusiva presencia de movimientos sociales o la presencia de movimientos antipartido,
negadores de la pluralidad partidaria, a la usanza peruana o venezolana, serían los
corolarios de sus preguntas? Esto no ha sido explicitado por el autor, pero sí debe ser parte
de un debate de quienes reflexionen sobre la democracia boliviana.
Más aún, la pregunta trascendental es aquella que indaga sobre qué es representable,
si es exclusivamente lo organizado o si es posible una representación de ese elemento
amorfo desarrollado con la democracia, el ciudadano y la ciudadanía. En las propias
preguntas, emerge una respuesta que no es del todo explícita, pero que se desparrama en
todo el texto. Para Tapia lo representable sería lo organizado, y eso representable estaría
más cerca de las representaciones corporativas o de clase, antes que del advenimiento de la
democracia representativa. Existe entonces un problema conceptual central que puede
devenir en la idea de la representación sólo como un hecho corporativo, que entraría en
problemas con la construcción de una democracia que desea afincarse en el desarrollo de la
ciudadanía.
Como consecuencia de su análisis sería posible establecer el siguiente tipo de
extrapolación, el desarrollo de la ciudadanía estaría vaciando de sentido el carácter de la
representación de los partidos, pues para ser verdaderos representantes de algo, éstos
debieran serlo de identidades concretas, específicas y particulares. Operar de este modo en
el presente, no les daría viabilidad, pues éstos tienen más bien el reto de intentar
representar a actores sociales crecientemente diversos y plurales. Hoy en día es cada vez
más difícil hablar de partidos de clase. Quizás la ASP de los cocaleros se acerque a esa
idea, pero en general, si los partidos desean ser viables en el mundo actual no pueden
acotar su esfuerzo de representación a una sola identidad o clase social. Al contrario, deben
abrirse e intentar representar al mismo tiempo a una sociedad diversa y abigarrada como la
boliviana, ecuatoriana o estadounidense.
A consecuencia de una ampliación analítica del tema, el problema no debería limitarse
a fortalecer los movimientos sociales, sino al reto simultáneo de lograr tal objetivo, pero
también reforzar los partidos y las demás instituciones de la democracia representativa. El
reto parece ser preciso: actores y movimientos sociales más fuertes, no siempre
corporativos, sino movimientos ciudadanos, pero, junto a partidos más fuertes y
democráticos. Nada de esto parecería posible, porque cada quien empuja sólo una parte del
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