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La Iglesia Católica entre los Aymaras<br />
Eran tantos los que se vieron obligados a partir en <strong>la</strong>s repetidas o<strong>la</strong>s de<br />
hostigamiento ocurridas entre 1900 y 1929, que los padres Franciscanos<br />
de lquique constataron una sensible baja en los cómputos de los<br />
sacramentos administrados en sus templos’.<br />
En 1912, el sacerdote santiaguino José María Caro se hizo cargo del<br />
vicariato apostólico de Tarapacá, función que ocupó hasta 1926. Bajo<br />
su dirección <strong>la</strong> acción pastoral de <strong>la</strong> Iglesia se reorientó a una pastoral<br />
popu<strong>la</strong>r obrera. Con gran inspiración se dedicó a <strong>la</strong>s masas obreras<br />
de los puertos y <strong>la</strong>s minas salitreras, con una dedicación testimonial<br />
ejemp<strong>la</strong>r y en un estilo asistencialista y paternalista adecuado a <strong>la</strong><br />
época. La acción caritativa (especialmente en años de crisis salitreras)<br />
y <strong>la</strong>s manifestaciones masivas de religiosidad popu<strong>la</strong>r (en especial en<br />
procesiones y misiones) fueron sus recursos preferidos para recuperar<br />
<strong>la</strong> cliente<strong>la</strong> obrera perdida a políticos, sindicatos, a empleados de <strong>la</strong><br />
empresa salitrera, burócratas liberales y libre-pensad ores. No se dedicó<br />
a renovar <strong>la</strong> pastorial andina. Significación simbólica, al menos para los<br />
aymaras, tuvo el hecho que Mons. Caro vendió chacras de <strong>la</strong>s <strong>iglesia</strong>s<br />
de Mamiña (1921), Parca (1921) y Tarapacá (1924). El producto de estas<br />
chacras, administradas por los comuneros, facilitaba tradicionalmente<br />
<strong>la</strong> celebración del culto a los Santos Patronos. En 1922 partió también<br />
el último sacerdote residente de <strong>la</strong>s parroquias de Sibaya y Tarapacá<br />
quedando Pica como única parroquia rural con cura residente. Desde ese<br />
año, los Franciscanos de Huara atendieron los pueblos de <strong>la</strong> precordillera<br />
en sus viajes misioneros, los que se extendieron sólo excepcionalmente<br />
hasta <strong>la</strong> cordillera.<br />
Bajo su sucesor, Mons. Carlos Labbé (1927-1942), continuo el<br />
desmoronamiento de <strong>la</strong>s estructuras -administrativa, económica y<br />
litúrgica- de <strong>la</strong>s parroquias andinas. Este proceso vino a reforzar<br />
un proceso más general de derrumbe de <strong>la</strong>s estructuras sociales y<br />
culturales de <strong>la</strong> comunidad andina. La antigua estructura parroquial<br />
fue reemp<strong>la</strong>zada, pau<strong>la</strong>tinamente, por una organización pastoral “más<br />
móvil” de misioneros, centrada en <strong>la</strong> ciudad y dirigida desde allí mismo’.<br />
Mons. Labbé continuó también con <strong>la</strong> liquidación de <strong>la</strong>s chacras de <strong>la</strong>s<br />
<strong>iglesia</strong>s andinas, para comprar con estos y otros importes tres haciendas<br />
(1000 - 1200 Has) en La Tirana, donde inicio una lechería moderna para<br />
abastecer <strong>la</strong> pampa salitrera.<br />
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