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88 Juan van Kessel<br />

y -obviamente- sin apreciarlos. El menosprecio de muchos pastores<br />

itinerantes, se justificaba: <strong>la</strong> religiosidad sincrética de los aymaras fue<br />

nuevamente tildada de paganismo irremediable Además, sus servicios<br />

religiosos costaban tan caros a los aymaras que los solicitaban, que<br />

hasta hoy día los mayores recuerdan casos abusivos, con nombres y<br />

apellidos. Este es el panorama de <strong>la</strong> escasa atención pastoral, cuando<br />

nos informamos bien entre los ancianos de <strong>la</strong> cordillera y precordillera.<br />

Si éstos son los recuerdos, también ha de ser negativa <strong>la</strong> imagen y<br />

<strong>la</strong> expectativa que de <strong>la</strong> lgles¡a tiene hoy día el aymara, retroalimentado<br />

por <strong>la</strong> leyenda negra que siembran los pentecostales. De este modo, en<br />

su desesperada necesidad religiosa -por <strong>la</strong> situación de crisis y anomia-<br />

y decepcionados en <strong>la</strong> Iglesia, muchos aymaras buscaron su consuelo<br />

y satisfacción “en el evangelio”, predicado por estos pentecostales,<br />

quienes cobraron un precio moral sumamente alto: el rechazo a su<br />

identidad histórica y cultural y el retiro de su lealtad a <strong>la</strong> comunidad, el<br />

ayllu y <strong>la</strong> familia.<br />

6.1.2 El subdesarrollo del presente. De primer orden para los<br />

aymaras es el problema del subdesarrollo, no un subdesarrollo propio y<br />

natural de losaymaras, sino causado por los sucesivos regímenespolíticos<br />

y formas de explotación ocurridas desde <strong>la</strong>Colonia. La conciencia de su<br />

situación de subdesarrollo material y cultural penetró con más fuerza y<br />

c<strong>la</strong>ridad entre los pastores aymaras a mediados de nuestrosiglo, con <strong>la</strong>s<br />

primeras escue<strong>la</strong>s y los caminos depenetración en el altip<strong>la</strong>no chileno. En<br />

estas décadas,el proceso del subdesarrollo aymara está culminandoen <strong>la</strong><br />

amenaza del etnocidio definitivo que se acercacon rapidez. Humildad y<br />

valentía, creatividad y solidaridad se exige de <strong>la</strong> Iglesia también en este<br />

problema, particu<strong>la</strong>rmente, porque en el pasado colonial <strong>la</strong>autoridad<br />

eclesiástica se ha colocado, codo a codocon el régimen colonial en <strong>la</strong><br />

organización y explotación de <strong>la</strong> colonia, el entonces Virreinato del Perú.<br />

En el pasado poscolonial, <strong>la</strong> actitud de <strong>la</strong> autoridadeclesiástica chilena<br />

--de acuerdo a <strong>la</strong> alianza explícita,hasta 1925, y <strong>la</strong> simbiosis posterior<br />

entre régimeneclesiástico y político- fue de silencio y pasividadante<br />

el proceso del continuo deterioro que sufrió <strong>la</strong>comunidad aymara<br />

por el impacto de <strong>la</strong> empresa salitrera. Bajo el régimen militar que<br />

con su doctrina de<strong>la</strong> seguridad nacional, su estrategia de acelerada<br />

incorporación económica, social y cultural, y su legis<strong>la</strong>ciónen materia

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