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ALBERT EINSTEIN: NAVEGANTE SOLITARIO - Colsit

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por partículas; ahí se ven claramente dibujadas las trayectorias que siguieron los electrones y protones,<br />

etc., dentro de la cámara. No sólo sí hay trayectorias, sino hasta las podemos fotografiar, dirá. Pues sí,<br />

contestará un físico ortodoxo, pero otra vez está argumentando en forma clásica, no cuántica. Lo que pasa<br />

es lo siguiente: técnicamente hablando, en el momento en que se toma la fotografía se está haciendo una<br />

medición en el sistema. Pero todo sistema cuántico es perturbado por cualquier medición y cambia con<br />

ello su estado. En cada caso particular, la medición fuerza a que se defina una de entre todas las posibles<br />

velocidades, y ello da lugar a la trayectoria que se observa. Pero antes de hacer la medición —es decir,<br />

antes de tomar la fotografía— tal trayectoria no existía —a lo más existía potencialmente, como una entre<br />

millones—.<br />

Esto nos recuerda algo que ya discutimos: el observador puede libremente escoger que el electrón se<br />

comporte como onda o como corpúsculo, simplemente cambiando la pregunta que hace: el electrón<br />

responderá apropiadamente. Es más, de acuerdo a la interpretación usual de la teoría no existe una barrera<br />

bien definida entre observador y sistema observado, por lo que la separación entre estas dos partes de la<br />

realidad es arbitraria y en ocasiones indebida. La presencia del observador afecta al sistema y es<br />

inseparable de la descripción, por lo que no es posible, en principio, hablar de propiedades definidas de un<br />

sistema que no es observado. Si no observo al sistema, todas las posibilidades coexisten; si lo observo, una<br />

de ellas se realiza, con lo que cambia su estado.<br />

En los párrafos anteriores hemos descrito la interpretación usual de la mecánica cuántica, la que se conoce<br />

con el nombre de interpretación de Copenhague por estar basada en los puntos de vista desarrollados por<br />

Niels Bohr —quien trabajaba en esa ciudad, a la que convirtió con su presencia en centro de atracción de<br />

los físicos de la época—. También se le llama interpretación ortodoxa, basándose en el hecho de que es la<br />

interpretación (ampliamente) dominante, y dejando de lado el hecho de que es absolutamente heterodoxa<br />

desde el punto de vista del resto de la ciencia clásica. En todo lo que sigue, debe entenderse que es a esta<br />

interpretación, o variantes pequeñas de ella, a la que nos estamos refiriendo.<br />

LA POLÉMICA BOHR- <strong>EINSTEIN</strong><br />

Einstein y Bohr se encontraron por vez primera durante una visita de éste a Berlín en junio de 1920; se<br />

vieron por última vez en abril de 1954, en Princeton, EUA. La relación entre ellos fue estrecha y de gran<br />

afecto y aprecio mutuo. Sin proponérselo, entablaron una polémica sobre la mecánica cuántica, que se<br />

prolongó hasta la muerte de Einstein en 1955. No fue ésta la única polémica de Einstein sobre este tema;<br />

por ejemplo, hubo otra —no exenta de toques personales que la hicieron dolorosa para ambas partes— con<br />

Born. Sin embargo, la polémica con Bohr fue indudablemente la más profunda y duradera, además de ser<br />

la más conocida —y excelentemente documentada por el propio Bohr—, por lo que prestaremos a ella<br />

nuestra atención. Adelantándonos un poco, podemos ilustrar la importancia que este debate tuvo para<br />

Bohr, recordando que el último dibujo que trazó en su pizarrón —la víspera de su muerte, ocurrida siete<br />

años después de la de Einstein—, fue el que Einstein le dibujara a él durante sus discusiones en el 6o.<br />

Congreso Solvay.<br />

En octubre de 1927 se efectuó el 5° Congreso Solvay en Bruselas, al que asistieron todos los fundadores<br />

de la teoría cuántica: Planck, Einstein, Bohr, Heisenberg, Born, De Broglie, Schrödinger, Dirac, Pauli, así<br />

como muchas de las grandes figuras de la física de la época, como Madame Curie, Lorentz, Ehrenfest, W.<br />

L. Bragg, Debye, Compton, etc. Es ahí donde se inicia el debate, cuando Einstein señala públicamente<br />

alguna objeción a la teoría recién propuesta; más aún, fuera de las sesiones mantiene continuas<br />

discusiones, muy particularmente con Bohr, que muestran su insatisfacción con la teoría. En el 6o.<br />

Congreso Solvay, realizado en 1930, Einstein discute un experimento pensado con el que intenta<br />

demostrar que es posible en principio violar las relaciones de Heisenberg; pero al día siguiente Bohr hacer<br />

ver que si se toman en cuenta efectos característicos de la teoría general de la relatividad, desaparece la<br />

violación y se recupera la descripción cuántica. A partir de este momento, Einstein acepta expresamente la<br />

consistencia lógica de la mecánica cuántica, pero no su necesidad lógica: su fino instinto le impide aceptar<br />

esta teoría como final, por lo que repetidamente señala que indudablemente ella recoge un pedazo de la<br />

verdad, pero que no es una teoría ni completa ni definitiva.

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