El Vértigo de los Aires - Asociación de escritores de México

como un virus de visualidad impalpable, lo tolerará, tolerará a los incautos que en
la sustentación de su retórica autoreferencial, consigan en efecto ser reconocidos
y luego olvidados. Pero, sobre todo, ¿quiénes serían capaces de llevar a cabo este
acto indigno de desactivación de su discurso, pausterizándolo? ¡Superchería realizable
a los ojos activos de los tecnócratas! Para ellos, es deseable que las disciplinas
no se toquen, pues prefieren la diferenciación de territorios. Mientras unos
actúan el espectáculo de la cultura, ellos la planifican en voz baja. Por eso tampoco
pueden correr el riesgo; cada uno de nuestros motores –incluido el de la vida como
maquinaria– merecería desde su óptica, ser vigilado.
Es así que la preocupación de Bob Arctor no es muy distinta respecto a la negatividad
humana frente a la naturaleza de la que habla Hegel, donde todo acto de
entendimiento se sustrae del transcurrir inconsciente de la vida y es en esencia
una oposición que asume su muerte mediante abstracciones, que se diferencian
de los objetos concretos en el espacio y en el tiempo. Para tensar aún más estas
relaciones, puede atenderse en este mismo sentido a José Gorostiza:
(…) es una espesa fatiga,
un ansia de trasponer
estas lindes enemigas,
este morir incesante,
tenaz, esta muerte viva,
¡oh Dios! que te está matando
en tus hechuras estrictas,
en las rosas y en las piedras,
en las estrellas ariscas
y en la carne que se gasta
como una hoguera encendida,
por el canto, por el sueño,
por el color de la vista. 3
3 Gorostiza, José. Muerte sin fin.
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