El Vértigo de los Aires - Asociación de escritores de México

trata de un camino crítico que puede prever nociones sobre los cambios que vendrán
en la percepción. Por lo pronto, las tecnologías digitales han puesto sobre la mesa el
problema de la contingencia de la tradición en el arte, frente a propuestas que hacen
uso de una cierta cantidad de herramientas frente a las que no se tiene una estructuración
fija, una crítica cabal. Si es cierto que no se puede procurar una negación por
entero de los cánones de la tradición, pues no hay cosa más incauta que imaginar la
erradicación medular y de la noche a la mañana de lo que nos sustenta, es decididamente
ingenuo pretender que con los elementos antecedentes a la mano sea posible
comprender el fenómeno en su extensión y crecimiento exponencial. Nadie dice que
los libros –los poemarios– en su formato tradicional irán a desaparecer. Eso me parece
lo menos trascendente, pues el caso es que a la gran mayoría eso le importa muy
poco. Es decir, a la población que labora día a día en la prolongación del sistema,
mediante la justificación de su beneficio personal, le tiene sin cuidado si el poeta y
sus plaquettes siguen figurando o no en las esquinas de la cultura –razón que no me
haría oponerme a que se siguieran publicando, por supuesto–. Sin embargo, ¿sería
o no asunto del poeta si a estos partícipes de la convencionalidad contemporánea
les llegan a las manos sus palabras? Es decir, si el poeta asume su compromiso de
manera frontal, de manera honesta, no es la identificación de su nombre propio con
los castillos de divagación sublime que él mismo crea, lo que debería ser el centro de
su preocupación. Quizá, más bien, se trata de decirle al otro, de sugerirle que su voz
es la voz de todos los tiempos. Que esa voz coincide con la voz de los otros, susurro
de la muerte que sacrifica conscientemente su condición discursiva. Y que esta condición
habita aún en los linderos de un tiempo sagrado que no se perderá tampoco
en los territorios binarios de relación, pues si el código en efecto es distinto, no lo es
el territorio de la anomia y sus infinitos segmentos de posibilidad.
3.- Recuperar el vacío.
Cuando se dice que los pilares de la cultura descansan sobre el vacío 5 , se hace
desde una formulación retórica que pretende ganar adeptos; en todo caso dicho
vacío está lleno de otra cosa, no es tal sino desde la ausencia del sentido que se
5 Esta ha sido una de las tesis principales para algunos pensadores postmodernos. Por ejemplo, Gilles Lipovetsky refiere este
vacío a un narcisismo feroz en la que la expresión de la individualidad se contrapone a la revolución, y la información a la
producción.
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