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HERCULES

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de las heridas producidas por El Patriarca<br />

pues, a pesar de haber terminado al fin<br />

con su reinado, su veneno no había muerto<br />

con él.<br />

Sería tarea de ellas y del resto de mortales<br />

limpiar aquel mundo infectado.<br />

La noche brillaba de forma distinta. En el<br />

cielo había surgido de pronto una nueva<br />

constelación de estrellas, cerca de Orión,<br />

con la forma de una mujer a punto de disparar<br />

su arco, siempre atenta, siempre vigilante.<br />

La caza no había hecho más que<br />

comenzar.<br />

MONTSE N RIOS<br />

Artemisa luchaba con todas su fuerzas, su<br />

mano sujetaba aun la flecha mas los dedos<br />

del dios apretaban con saña su brazo.<br />

Su depravada esencia ya había logrado<br />

penetrar en su interior como una infección<br />

para aplastar el alma de la diosa. No había<br />

conocido antes a un ser capaz de hacer<br />

algo así. Había subestimado a su presa y<br />

lo iba a pagar con su propia vida. Entonces<br />

las gemelas se abalanzaron hacia el<br />

dios. Este, sorprendido por aquel acto, soltó<br />

el brazo de Artemisa, quien aprovechó<br />

la oportunidad que le acababan de brindar<br />

aquellas valientes jóvenes. La diosa se<br />

apresuró en apuñalar al dios en el pecho.<br />

Empujó la flecha con ímpetu para atravesar<br />

aquella carne dura como una roca. El<br />

Patriarca gritó consternado y lleno de dolor.<br />

Artemisa no se detuvo a escuchar sus<br />

lamentos, ni tampoco se entretuvo en socorrer<br />

a las gemelas, cuyas vidas estaban<br />

siendo succionadas por el dios. Sacó la última<br />

flecha que le quedaba y, con ayuda<br />

de su arco esta vez, la clavó en el cráneo<br />

de su enemigo. El Patriarca se desplomó<br />

sobre el suelo, su cuerpo se convirtió en<br />

polvo y su aura se deshizo con el viento.<br />

Artemisa se inclinó sobre las gemelas.<br />

Apenas les quedaba un soplo de vida. Con<br />

lágrimas en los ojos besó a cada una en<br />

sus pequeños labios sonrosados. Se habían<br />

ganado la escasa divinidad que todavía<br />

le quedaba.<br />

Cuando Míriam y Ariadna abrieron los ojos<br />

contemplaron cómo la diosa se despedía<br />

de ellas. Murió ante ellas a consecuencia

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