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Con excesiva frecuencia se abusa del<br />
termino “genio” en el planeta cine, un<br />
calificativo que solo debería estar reservado<br />
para los auténticos innovadores<br />
en ese noble arte de crear fantasía en<br />
imágenes, y nunca usado a la ligera<br />
para ensalzar personalidades mediocres,<br />
siempre asidas a inmerecidas y<br />
pasajeras corrientes de éxito.<br />
HOMENAJE<br />
Un t<br />
El 29 de junio de 1920, nacía en Los<br />
Ángeles Ray Harryhausen, indiscutible<br />
maestro de los efectos especiales en<br />
el cine, y sumo sacerdote de un estilo<br />
artesanal de generar ilusión, barrido<br />
actualmente por la dichosa ola digital,<br />
que apenas deja un mínimo resquicio a<br />
la forma clásica de crear tales ensueños<br />
visuales.<br />
De cualquier modo, y en las antípodas<br />
de la negatividad, este artículo pretende<br />
hacer justicia a una de las figuras<br />
más emblemáticas e indiscutibles de la<br />
historia del celuloide, un creador cuyo<br />
alcance recorre el aparato arterial de<br />
toda una generación cinéfila, como catalizador<br />
de imágenes imborrables para<br />
nuestra retina.<br />
Mantenemos esa linea editorial que nos<br />
caracteriza, y renunciamos como siempre<br />
a presentar una aburrida biografía<br />
al uso, las propias palabras del maestro,<br />
que indudablemente es la persona<br />
más indicada para ilustrarnos, y los testimonios<br />
finales de otros grandes realizadores,<br />
deudores de su grandeza, nos<br />
servirán como guía con la que poder<br />
alcanzar, siempre de forma cronológica,<br />
los aspectos más destacados de su obra<br />
cinematográfica.<br />
ANTONIO ALCAIDE