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Volviendo a la cinta, en sus apartados técnicos,<br />
el compositor John Frizzell se hace<br />
cargo de una Banda Sonora enigmática y<br />
muy adecuada para el producto que se nos<br />
oferta, una partitura que no descuida los<br />
momentos de acción, pero que indudablemente<br />
disfruta, y se hace notablemente<br />
visible, en las escenas estéticamente más<br />
retorcidas.<br />
En los F/X, destaca la presencia de Pitof,<br />
el artista francés, colaborador habitual de<br />
Jeunet en su primera etapa, es el encargado<br />
de supervisar los nuevos diseños,<br />
donde destaca el híbrido entre Alien y humano,<br />
que tanta controversia ha generado<br />
entre los fans de la saga, y que personalmente,<br />
defiendo por su originalidad,<br />
pero ante todo, por su brutal presencia,<br />
provista de una ferocidad antológica.<br />
De su reparto, Winona Ryder luce sintética<br />
en el secundario más destacado, pero<br />
son dos actores habituales del realizador<br />
los más recordados, su compatriota Dominic<br />
Pinon, y la estrella de la película con<br />
permiso de la Weaver, el norteamericano<br />
Ron Perlman, que lo borda en su papel de<br />
mercenario simiesco.<br />
JOHNER: ¿Eres un robot? ¡Hija de puta!<br />
Nuestra pequeña Call está llena de sorpresas,<br />
debí haberlo notado, ningún humano<br />
tiene tanta humanidad.<br />
Resumiendo, el film de Jeunet no es ninguna<br />
maravilla, de hecho, son sus muestras<br />
de agotamiento las que echaron definitivamente<br />
el telón de la vía oficial para<br />
la franquicia, pero tampoco es un título<br />
indigno, solo busca una identidad propia<br />
en un terreno movedizo, ofrece algún que<br />
otro hallazgo, pero a duras penas es capaz<br />
de mantener el equilibrio con respecto a<br />
las anteriores entregas, lo que al final, y<br />
mal que nos pese, acaba pasándole factura.<br />
capítulo<br />
final<br />
Demasiado jugoso resulta el codiciado bichejo,<br />
como para que Hollywood obviara<br />
su innegable tirón comercial, a principios<br />
del nuevo milenio, y con la saga original<br />
enterrada para siempre, al menos en lo<br />
que a su protagonista se refiere, el mundo<br />
del videojuego vino al rescate. Apenas<br />
unos años atrás, a alguien se le había ocurrido<br />
fusionar en el mismo plano a dos de<br />
las criaturas más queridas de los 80, para<br />
deleite de los mejores aficionados al entretenimiento<br />
virtual.<br />
En plena vorágine por trasladar a cine todo<br />
éxito de software, y con la poca o ninguna<br />
vergüenza que caracteriza a los grandes<br />
estudios, nace “Alien vs. Predator” en<br />
2004, un film de consumo fácil, producido<br />
por Walter Hill y David Giler, empeñados<br />
en exprimir la gallina de los huevos de oro<br />
hasta las últimas consecuencias, y dirigido<br />
por Paul W.S Anderson, un experto en<br />
productos alimenticios de similares características,<br />
que bajo un falso formato de<br />
Serie B, nos devuelve a nuestra querida<br />
alimaña sideral, y cuyo mayor interés es<br />
ver desarrollada una idea del suizo H.R.<br />
Giger, que ya pensó en esa pirámide alienígena<br />
para la primera entrega, pero que<br />
por falta de presupuesto no vimos incluida<br />
en la historia original.