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El Quijote entre nosotros - Sinabi

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ella todo y más aún de lo que en ella se busca.” Es decir, Cervantes<br />

ofrece una nueva dimensión del ser humano, la de la imaginación, y<br />

a partir de entonces la novela cobra otras resonancias y se torna<br />

ambigua, porque a partir de <strong>El</strong> <strong>Quijote</strong> la novela queda abierta. O,<br />

como prefieren llamar los académicos, polifónica.<br />

Siguiendo el argumento de Carpentier, el mexicano Octavio<br />

Paz propone que con el libro cervantino se inicia la crítica de los<br />

absolutos e inicia la libertad del ser humano. Dice Paz: “Con<br />

Cervantes comienza la crítica de los absolutos: comienza la libertad.<br />

Y comienza con una sonrisa, no de placer, sino de sabiduría. <strong>El</strong><br />

hombre es un ser precario, complejo, doble o triple, habitado por<br />

fantasmas, espoleado por los apetitos, roído por el deseo:<br />

espectáculo prodigioso y lamentable. Cada hombre es un ser singular<br />

y cada hombre se parece a todos los otros. Cada hombre es único<br />

y cada hombre es muchos hombres que él no conoce: el yo plural.<br />

Cervantes sonríe: aprender a ser libre es aprender a sonreír”.<br />

Por otra parte, en una pequeña crónica periodística cuenta<br />

Gabriel García Márquez que en una oportunidad le preguntó al<br />

presidente de turno de los Estados Unidos cuál libro estaba leyendo<br />

y este le respondió que un libro sobre las guerras económicas del<br />

futuro; el Nóbel colombiano le recomienda: “Mejor lea el <strong>Quijote</strong>,<br />

ahí está todo”. Lo que no queda claro es a lo que se refería el mismo<br />

García Márquez al decir todo, si todas las respuestas a las<br />

interrogantes del ser humano o si todas las estrategias militares para<br />

las guerras económicas del futuro…<br />

En el reciente libro de Carlos Fuentes En esto creo, se<br />

establece un abecedario de temas que resultan su credo; a la letra<br />

Q le corresponde <strong>Quijote</strong>. En esas páginas el escritor mexicano<br />

considera que el personaje cervantino y su novela son el espacio de<br />

la ambigüedad porque la novela está dotada de llanto y tristeza; en<br />

el texto la ilusión también es desilusión, la locura es a la vez lógica y<br />

racional y la imaginación funda la certeza y al mismo tiempo la<br />

incertidumbre.<br />

Mario Vargas Llosa propone en lúcido y esclarecedor el<br />

prólogo a la edición conmemorativa de este IV Centenario –la de<br />

la Real Academia Española y la de la Asociación de Academias de la<br />

Lengua Española editada por Alfaguara– que esta novela es un canto<br />

a la libertad, a la justicia, a la patria, al tiempo y al espacio, a la ficción<br />

y a la vida. Dice Vargas Llosa: “Don <strong>Quijote</strong> de la Mancha es un<br />

verdadero laberinto de espejos donde todo, los personajes, la forma<br />

artística, la anécdota, los estilos, se desdobla y multiplica en imágenes<br />

que expresan en toda su infinita sutileza y diversidad la vida humana”.<br />

<strong>El</strong> domingo 6 de febrero, día establecido internacionalmente<br />

para esta celebración de las letras hispánicas y universales –por ser<br />

la fecha cuando aquella edición de 1605 iniciaba su incierto<br />

peregrinaje por la lengua y la cultura hispánicas– el ensayista<br />

uruguayo Eduardo Galeano, quien hizo un paréntesis <strong>entre</strong> los temas<br />

políticos, económicos y otros que lo ocupan y preocupan, nos vuelve<br />

a recordar que la novela de Cervantes es la novela de la utopía,<br />

porque sin ideales los seres humanos no tenemos sueños y sin<br />

sueños no tendríamos razones para estar en este tránsito por la vida.<br />

Escribe Galeano:<br />

ayuda lo imposible a que lo posible se abra paso. Por<br />

decirlo en términos de la farmacia de don <strong>Quijote</strong>: es<br />

tan mágico el bálsamo de Fierabrás, que a veces nos<br />

salva de la maldición del fatalismo y la peste de la<br />

desesperanza. –Se pregunta Galeano– ¿no es ésta, al fin<br />

y al cabo, la gran paradoja del viaje humano en el<br />

mundo? Navega el navegante, aunque sepa que jamás<br />

tocará las estrellas que lo guían.<br />

Después de este recorrido por lo que los escritores de este<br />

lado de Occidente piensan sobre los diferentes sentidos del texto de<br />

Cervantes, que esclarecen que la novela trata de temas múltiples y<br />

de valores tan universales y profundos como la fe, la esperanza, la<br />

libertad y la justicia, se confirma la resonancia que ha ocasionado el<br />

libro, el personaje y su autor. Lo anterior tal vez no lo halla<br />

imaginado el propio Cervantes, pero el personaje sí atisbó la<br />

inmortalidad de su buen nombre y de ello dan cuenta las voces y<br />

letras de la geografía americana; como lo dijera el mismo don<br />

<strong>Quijote</strong> al saberse ya impreso en la segunda parte de la novela:<br />

—Una de las cosas –dijo a esta sazón don <strong>Quijote</strong>– que<br />

más debe de dar contento a un hombre virtuoso y<br />

eminente es verse, viviendo, andar con buen nombre<br />

por las lenguas de las gentes, impreso y en estampa. Dije<br />

con buen nombre, porque, siendo al contrario, ninguna<br />

muerte se le igualará. (II, 3).<br />

Leonardo Sancho<br />

(1968)<br />

186<br />

187

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