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Ecología cósmica<br />

y puebla con almas y dioses las demás. La visión medieval concebía nuestro ecosistema<br />

dentro de una esfera sublunar, donde existen la muerte y la imperfección, en contraste<br />

con el ámbito supralunar, sitio de los inmortales y de la perfección matemática.<br />

Panspermia<br />

La extensión del ecosistema terrestre al cielo no es sólo metafórica, pues en un<br />

sentido práctico supone, además, que nuestra supervivencia depende en buena<br />

medida de invocaciones y conjuros del poder extraterrestre, que suministra sus<br />

dones y castigos a través de horóscopos y revelaciones. Esta visión del ecosistema<br />

extendido es la vigente en nuestra época, al menos para una amplia fracción de la<br />

cultura asociada con la tradición judeo cristiana.<br />

¿Cuál es la actitud científica sobre el asunto? Según la propuesta darwiniana,<br />

la vida terrestre proviene de un ancestro común que vivió hace más de 1000 millones<br />

de años. Tal organismo habría sido el resultado de un largo proceso de evolución<br />

química. Por extraña coincidencia, el mismo año en que fue publicado El origen de<br />

las especies (1859), Pasteur mostró que no podían obtenerse entes vivos a partir<br />

de un “caldo de cultivo” esterilizado por medio de calor y concluyó, a partir de ello,<br />

que “la vida siempre proviene de la vida”, o sea, que un ser viviente no puede<br />

generarse por un proceso puramente químico. Esta posición de Pasteur lo llevó a<br />

reaccionar con escepticismo ante la propuesta darwiniana.<br />

A inicios del siglo pasado el físico y químico sueco Svante Arrhenius<br />

propuso que la vida es un fenómeno universal y que arribó a la tierra proveniente del<br />

espacio. Llamó panspermia a esta propuesta de propagación de la vida.<br />

Durante los años setenta del siglo pasado el astrofísico inglés Fred Hoyle y<br />

un ayudante suyo estudiaron la composición de las nubes de polvo interestelar, a<br />

través de su perfil de absorción de la radiación electromagnética que las atraviesa.<br />

Después de intentar infructuosamente durante varios años diversos ajustes a la curva<br />

experimental de absorción, suponiendo la presencia en las nubes de silicatos y otros<br />

polvos inertes, obtuvieron ajustes casi perfectos bajo la hipótesis de que dichas nubes<br />

estaban formadas por bacterias parcialmente disecadas (o sea, en forma de esporas).<br />

Propusieron entonces que las esporas son ubicuas en el universo y que las bacterias<br />

en las nubes interestelares originaron la vida terrestre por colonización.<br />

Más adelante sometieron esporas de bacterias terrestres a condiciones<br />

severas de radiación y bajas temperaturas y cuantificaron su grado de viabilidad tras<br />

diversos periodos de “tortura” de este tipo. Extrapolando sus resultados a los flujos<br />

de radiación en el espacio interestelar e intergaláctico (considerablemente más<br />

moderados), propusieron que la duración de sus experimentos en el laboratorio<br />

equivalía a tiempos de viabilidad de cientos de miles y aun de millones de años bajo<br />

las condiciones típicas en el espacio sideral.<br />

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