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Ecología divina
otro altar también hallé a Gandhi, y entre las figuras más pequeñas que la suya
reconocí por su gorro de dos picos a Nehru. Supongo que de seguir así dentro de
algunos siglos ambos se habrán convertido en deidades “de media tabla” en los
altares correspondientes.
En el sistema hindú no solamente los humanos tienen asociada un alma,
sino que lo mismo se cumple para todos los demás habitantes de la biosfera y del
cosmos, incluyendo a los dioses.
Evolución
Según el esquema darwiniano las comunidades evolucionan por selección natural, a
través del filtro que representa el ambiente para todos sus habitantes, permitiendo la
supervivencia y reproducción tan sólo de los individuos mejor adaptados.
En el ecosistema griego los dioses son inmortales; los humanos y los
semidioses (hijos de humano y dios) son perecederos, al menos en su aspecto
material, pues sus almas persisten eternamente en Hades de acuerdo con la
versión predominante.
En el ámbito bíblico, el único estrato mortal es el nuestro. Existe además un
doble filtro de carácter darwiniano, uno para el cuerpo (según su interacción con el
ambiente, regida por las leyes naturales, quebrantadas de vez en cuando a través de
milagros) y otro para las almas, que deben confrontar eventualmente un “juicio
final”, de cuyo veredicto depende que se sumen para siempre, sea al estrato divino
en el cielo, sea a la hueste satánica en el infierno.
El ecosistema hindú es más complejo, pues las almas son inmortales y
transitan toda la escala de la comunidad, desde los microbios y los alacranes hasta
los dioses. Este proceso de transmigración comprende dos filtros darwinianos: el
primero de ellos afecta el cuerpo material y conduce a su muerte cuando la sintonía
del individuo involucrado con su ambiente resulta inadecuada. El segundo filtro se le
aplica al alma correspondiente, que reencarna en un cuerpo acorde con su karma,
una especie de currículo moral que incluye un balance de sus actos en todas las
vidas previas.
Moksa
Un buen currículo permite renacer como un brahmán o un dios, mientras que uno
despreciable obliga al alma respectiva a renacer como un alacrán o algún otro bicho
conmensurable con la mediocridad del karma involucrado. Este vaivén por la escala
del mérito no es necesariamente eterno, pues un karma excelso conduce a la liberación
(moksa) del alma correspondiente, la cual trasciende así al ciclo de
trasmigraciones e ingresa al nirvana, que es una condición de beatitud más que un
sitio geográfico o cósmico.
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