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Extinción en perspectiva
En nuestro tiempo la población mundial es mayor (cercana a 7000 millones de
personas vs. menos de mil millones durante el episodio de la peste bubónica), por
lo que la mortalidad humana asociada con un aumento de temperatura de varios
grados centígrados podría involucrar miles de millones de muertes, con un alto nivel
de estrés para los supervivientes, aun tomando en consideración la capacidad tecnológica
y científica de nuestra especie.
Por supuesto siempre habrán algunas islas de bienestar para los privilegiados,
al menos cuando las condiciones ambientales no rebasen ciertos umbrales. Durante
la peste bubónica muchas comunidades se extinguieron porque sus habitantes se
sentaron a esperar la muerte, y perecieron, con su instinto de supervivencia
quebrantado por la magnitud de la mortandad circundante. En contraste, si juzgamos
con credulidad la trama del Decamerón de Bocaccio (1313-1375), algunos pudientes
de la época se refugiaron en castillos aislados a dialogar filosóficamente y a vivir
episodios eróticos.
Sin embargo, hay calamidades capaces de quebrantar cualquier espíritu.
Durante la dislocación social producida por la conquista española, ante el abandono
y la mortandad resultantes de la derrota, los autores del Popol Vuh condensaron su
estado de ánimo en una frase insuperable: fue una época en la que “los zopilotes
entraron en las casas”. Sin embargo, esta frase maestra resultaría insuficiente para
describir el impacto de una mortandad como la prevista ante un calentamiento global
extremo.
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