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Huellas 69 - 70.pmd - Universidad del Norte

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CONSEJO DE DIRECCIÓN<br />

JESÚS FERRO BAYONA - Director<br />

VILMA GUTIERREZ DE PIÑERES – Editora<br />

ALFREDO MARCOS MARÍA - Editor<br />

CONSEJO EDITORIAL<br />

RAMÓN ILLÁN BACCA<br />

PAMEIA FLORES PRIETO<br />

RUBÉN MALDONADO ORTEGA<br />

AMALIA BOYER<br />

ZOILA SOTOMAYOR OLIVEROS<br />

MARJORIE ELJACH<br />

MARÍA MERCEDES DE LA ESPRIELLA<br />

Asistente editorial<br />

GUSTAVO J. GARCÍA<br />

HUELLAS es miembro de la Asociación de Revistas<br />

Culturales Colombianas, ARCCA.<br />

HUELLAS<br />

REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DEL NORTE<br />

No. <strong>69</strong> y 70 (vol. doble)<br />

Ilustración de la portada Crepúsculo de MARÍA ELVIRA DIEPPA (óleo<br />

sobre lienzo. 80 cm. x 2 m. 2003, colección privada).<br />

María Elvira Dieppa nació en Barranquilla en 1961. Estudió en Parsons<br />

School of Design, Nueva York, 1987, donde obtuvo el Bachelor of Fine<br />

Arts en el área de Environmental Design and Architectural Studies. En el<br />

Bauder Fashion College de Miami, 1981. obtiene el “AA” Interior Design,<br />

En Nueva York, en 1986 y 1997, realizó cursos en el Manhattan Studio.<br />

En la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>, asistió al curso de Literatura latinoamericana<br />

a través <strong>del</strong> cuento. Realizó su exposición individual “Húmedo” en la<br />

Galería France en Barranquilla (2002). Ha participado en exposiciones<br />

colectivas en Nueva York, Johnson (Vermont, USA), La Habana,<br />

Hanover (Alemania), Bogotá, Cartagena y Barranquilla. Ha sido directora<br />

de arte de varios cortometrajes exhibidos en Nueva York y Barranquilla.<br />

Ha recibido diferentes distinciones y reconocimientos en los Estados<br />

Unidos y en Colombia.<br />

CONTENIDO<br />

2. MARVEL MORENO: LAS TRAMPAS DE LA RAZÓN.<br />

Pamela Flores<br />

10. CANTOS DE HOY EN EL CARIBE COLOMBIANO.<br />

REELABORACIÓN DE LOS VERSOS TRADICIONALES.<br />

Consuelo Posada<br />

18. FENÓMENOS ARTISTICOS DISCURSIVOS EN LA<br />

NOVELA LA TEJEDORA DE CORONAS. Adriana Lozano<br />

27. LA DESAPARICIÓN DE ISLA VERDE UN DESASTRE<br />

ECOLÓGICO DEL SIGLO XX EN EL CARIBE COLOMBIANO.<br />

Helkin Alberto Núñez Cabarcas<br />

34. EL CARMEN DE BOLÍVAR Y SU COMARCA EN LA<br />

HISTORIA. A PROPÓSITO DE SU FUNDACIÓN.<br />

Wilson Blanco Romero<br />

40. APROXIMACIÓN CRÍTICA AL CONCEPTO DE BACAN<br />

Rubén Maldonado Ortega<br />

44. CONTRIBUCIÓN DE HUELLAS EN LA DEFINICIÓN<br />

DE LA IDENTIDAD CARIBE EN COLOMBIA.<br />

Alfredo Marcos María y Vilma Gutiérrez de Piñeres Abello<br />

50. LA ACREDITACIÓN DE LA UNIVERSIDAD<br />

DEL NORTE. Cecilia María Vélez<br />

52. LA ACREDITACIÓN INSTITUCIONAL DE LA<br />

UNIVERSIDAD DEL NORTE. UN COMPROMISO<br />

CON EL FUTURO. Jesús Ferro Bayona<br />

58. 20 AÑOS DE UNINORTE F.M. ESTÉREO<br />

Vilma Gutiérrez de Piñeres Abello<br />

60. VOCES DE BARRANQUILLA. Ramón Illán Bacca<br />

<strong>69</strong>. VOCES: LA REVISTA DE RAMÓN VINYES.<br />

Graciela Gliemmo<br />

71. RAMÓN VINYES Y VOCES: UNA PERSPECTIVA<br />

CATALANA DE DIÁLOGO ENTRE EUROPA Y AMÉRICA.<br />

Jordi Lladó<br />

76. VOCES Y LA MITOMANÍA SOBRE “EL SABIO CATALÁN”.<br />

Eduardo Bermúdez Barrera<br />

80. SOBRE RAMÓN VINYES Y “LA MITOMANÍA”<br />

Rodolfo Insignares <strong>del</strong> Castillo<br />

85. ENTRE RÁFAGAS DE VIENTO. Claudine Bancelin<br />

90. POESÍAS. OIga Gómez<br />

95. TEXTOS Y POESÍAS. Silvia Reyes<br />

99. SUSPIRO. Carolina Duncan<br />

100. TEXTOS Y POEMAS. Martín Tesis<br />

105. HUEVOS REVUELTOS PARA EL DESAYUNO.<br />

Gerardo Ferro Rojas.<br />

112. NOTICIAS SOBRE UNO QUE VA POR AHÍ LUCIENDO<br />

UN IMPECABLE VESTIDO BLANCO. Henry Stein<br />

116. COLOMBIA, UNA TIERRA QUE NO RESISTE MÁS<br />

VIOLENCIA. Henry Díaz<br />

118. RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS<br />

Ramón Illán Bacca, Adolfo González Henríquez<br />

HUELLAS es una publicación de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong><br />

que pone al alcance de la comunidad nuevas perspectivas y<br />

potencialidades de la Costa Atlántica. Se autoriza la<br />

reproducción total o parcial de su contenido citando la fuente.<br />

La <strong>Universidad</strong> no se hace responsable por los conceptos<br />

emitidos por los colaboradores. Licencia <strong>del</strong> Ministerio de<br />

Gobierno No. 001464. ISSN 01202537. Apartado Aéreo 15<strong>69</strong>,<br />

Barranquilla. Colombia. E. Mail: huellas@uninorte.edu.co<br />

Impresión: Gráficas Lourdes Ltda., Barranquilla.<br />

Meses de aparición: Abril (04) - Agosto (08) - Diciembre (12).<br />

<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70 Uninorte. Barranquilla<br />

pp. 1 – 120. 08, 12 / MMIII / 04 / MMIV. ISSN 0120-2537<br />

1


MÁRVEL MORENO<br />

Las trampas de la razón*<br />

Pamela Flores**<br />

Hace ya 20 años, Plinio Apuleyo Mendoza me regaló<br />

un cuadernillo publicado en París con uno de<br />

los cuentos que después conformarían el libro Algo<br />

tan feo en la vida de una señora bien: “La sala <strong>del</strong><br />

niño Jesús”. Dichos cuentos, escritos entre 1968<br />

y 1978, irían apareciendo con excesiva discreción<br />

en suplementos literarios y revistas, y, con igual<br />

discreción, aparecería el libro en 1980, sin que<br />

ningún público en Colombia se lanzara a las librerías,<br />

acostumbrados como estamos<br />

a esperar los dictámenes<br />

de fuera o a admirar a los<br />

escritores más desde la publicidad<br />

que desde la literatura.<br />

Por el contrario, el público<br />

francés agotaría, dos años<br />

*Este ensayo fue leído en el VI<br />

Encuentro de Escritores <strong>del</strong> Caribe,<br />

Instituto Distrital de Cultura,<br />

Banco de la República, Barranquilla,<br />

sept., 1996, y en el IV Encuentro<br />

de Escritores Colombianos,<br />

Nueva York, oct., 1998. Cedido por<br />

su autora especialmente para <strong>Huellas</strong>,<br />

el texto había permanecido<br />

inédito.<br />

**Candidata a Doctora en Estudios<br />

Culturales: Literatura y Comunicación<br />

de la <strong>Universidad</strong> de<br />

Sevilla, España. Docente e investigadora<br />

de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong><br />

<strong>Norte</strong>.<br />

después, la traducción realizada por Jacques<br />

Gilard. Hoy, sobra decir que ninguno de los dos<br />

hechos afectó mucho a Márvel. Su pasión fue la<br />

literatura y nunca la atrajeron las actividades publicitarias<br />

que nuestro siglo ha construido alrededor<br />

<strong>del</strong> hecho de escribir. Como escritora, siempre<br />

me recordó a Emily Dickinson, ardiente y silenciosa<br />

a la vez, encontrando en la literatura un<br />

mundo donde refugiarse de las agresiones de éste,<br />

inventando una realidad no<br />

para que le sirviera de puente<br />

hacia ésta, sino para romper<br />

definitivamente con un<br />

mundo que siempre se le<br />

antojó demasiado estrecho.<br />

Iª Parte<br />

YO, EL LECTOR<br />

Todo novelista altera y reconstruye<br />

la realidad en función<br />

de sus deseos. Igualmente,<br />

todo lector elige habitar<br />

(transitoriamente, como<br />

nos es dado habitar el<br />

mundo de lo ficticio) aquel<br />

universo en donde sus deseos<br />

de alguna manera son<br />

resueltos. Uno ama las obras<br />

que ama porque se establece<br />

una secreta complicidad<br />

2<br />

<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />

pp. 2-9. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537


entre ese universo ficticio y ese mundo, no menos<br />

ficticio, que lleva dentro cada uno: el mundo<br />

de lo que no fue, o, por lo menos, no ha sido. Entonces,<br />

el primer interrogante que debí resolver en<br />

torno a mi relación con la obra de Márvel fue: ¿qué<br />

pulsaciones secretas, qué corriente oculta o qué<br />

dictamen, qué razones o qué preferencias hicieron<br />

que, desde aquella lectura de La sala <strong>del</strong> niño<br />

Jesús, hasta el último de los cuentos de El encuentro,<br />

pasando por infinitas relecturas de pasajes aislados,<br />

sintiera la imperiosa necesidad de desentrañar<br />

los móviles, la materialidad de los personajes,<br />

de penetrar la estructura <strong>del</strong> relato, de transitar<br />

por ese universo cerrado<br />

que es toda obra de arte,<br />

antes de que encontremos<br />

la manera de ingresar en<br />

ella?<br />

Una de las primeras contradicciones<br />

que percibí<br />

siendo niña entre el mundo<br />

de fuera y el de mi casa,<br />

tiene que ver con la situación<br />

de la mujer. Con sorpresa<br />

e incredulidad descubrí,<br />

hacia los ocho años, que<br />

solamente unos años atrás<br />

las mujeres no votaban, que<br />

las madres de los demás<br />

niños no trabajaban y que<br />

las mujeres se sometían a<br />

sus padres y hermanos esperando,<br />

en silencio, la buena<br />

suerte de encontrar un<br />

buen hombre. En casa, no<br />

sólo las mujeres éramos<br />

mayoría, sino que mi padre<br />

se esforzaba por develarnos<br />

los secretos <strong>del</strong> universo<br />

con la misma pasión que si hubiéramos sido hombres;<br />

y mi abuela y mi madre imponían sus reglas<br />

con una naturalidad y una decisión que nos hacía<br />

creer a mis hermanas y a mí que ser mujer era<br />

tan fácil como ser hombre.<br />

Sólo muchos años después, comprendería yo que<br />

habíamos sido herederas de una felicidad gestada<br />

en la desdicha de las mujeres que nos precedieron:<br />

de mi bisabuela judía, que hastiada de los vaivenes<br />

de fortuna de un marido que con igual pasión<br />

se perdía en los laberintos de las matemáticas<br />

que en los <strong>del</strong> alcohol, había creado un negocio<br />

tan próspero que sostendría a la familia por tres<br />

Márvel Moreno<br />

generaciones. De mis abuelas, de mis tías y de<br />

aquellas mujeres que, sin ninguna teoría que las<br />

sustentara, habían creado para mí, sin saberlo, un<br />

ámbito en donde la libertad no era producto de la<br />

rebeldía, sino una serena certeza.<br />

Otro recuerdo de aquellos años: una tarde mirando<br />

algún volumen de la Enciclopedia Estudiantil<br />

que mi padre me había regalado para Navidad,<br />

descubro un nombre que ya nunca olvidaré: sor<br />

Juana Inés de la Cruz. Leí una y mil veces el poema<br />

aquel que empieza: Hombres necios que acusáis<br />

a la mujer sin razón… y aunque algunas líneas se<br />

mantuvieron herméticas,<br />

el sentido <strong>del</strong> texto quedó<br />

in<strong>del</strong>eble en el tiempo, así<br />

como el horror que me produjo<br />

saber que a sor Juana<br />

la habían matado los hombres<br />

que la despojaron de<br />

sus libros. De ahí en a<strong>del</strong>ante,<br />

mi pasión por la literatura<br />

y la indignación que<br />

me producía la indefensión<br />

de estas mujeres confluyeron<br />

muchas veces.<br />

A los catorce años, amé<br />

a Antígona y odié a Creonte.<br />

Adoré la altivez y la soberbia<br />

de aquella adolescente<br />

que, desafiando las<br />

leyes humanas, encontraba<br />

en el cielo la fuerza para<br />

imponer su voluntad. Me<br />

interné en la selva con Doña<br />

Bárbara, absolutamente<br />

indignada con el final de la<br />

novela, y devoré las 600 páginas<br />

de Lo que el viento se<br />

llevó no tanto por la historia de amor, sino arrastrada<br />

por la férrea voluntad de Scarlett O’Hara de<br />

dirigir su destino.<br />

Años después, la mayor de estas felicidades me<br />

vendría de Emma Bovary, de la frívola y voluble campesina<br />

de Ruán, que prefirió que sus sueños y <strong>del</strong>irios<br />

la aniquilaran violentamente, antes que resignarse<br />

a la rutina de una cotidianidad inútil. En<br />

esta inmensa galería de mujeres hechas de palabras,<br />

de mujeres que se levantan como una vergüenza<br />

o como una esperanza ante sus congéneres<br />

de carne y hueso, están los personajes de<br />

Márvel. Sumisas, resignadas o soberbias, pero con<br />

3


una gran ventaja sobre las mujeres de este lado: sus<br />

vidas, por la magia <strong>del</strong> lenguaje, adquieren una belleza<br />

que, en la vida real, no habrían tenido nunca.<br />

IIª Parte<br />

LA CONSTRUCCIÓN DE UN UNIVERSO<br />

1. El narrador cómplice<br />

Hemos dicho que todo escritor moldea y reedifica<br />

la realidad en función de sus deseos. La tragedia<br />

de todo escritor, <strong>del</strong> gran escritor, aclararía Nabokov,<br />

es que el mundo se le presenta como una carencia,<br />

como un universo inconcluso e imperfecto<br />

en el cual, difícilmente, puede sentirse cómodo.<br />

La obra literaria es, entonces, el mundo que construye<br />

para instalarse a sus anchas, el universo<br />

autónomo en el cual se refugia e impone sus reglas.<br />

Para poblar ese espacio y darle vida, el escritor<br />

construye al narrador, el personaje desde el cual<br />

se despliega el universo en el cual ingresa el lector.<br />

¿Desde dónde, entonces, se narran estos relatos?<br />

¿Cómo está construido este narrador?<br />

Empecemos con los relatos de Algo tan feo en la<br />

vida de una señora bien. “A María la asombró la casa<br />

de Tía Oriane […]” es la frase inicial <strong>del</strong> primer<br />

texto. Aparentemente, se trata de un narrador omnisciente<br />

que nos irá describiendo la presencia<br />

de María en casa de su tía. Mas continúa: “pero<br />

sólo empezó a inquietarla cuando escuchó los primeros<br />

ruidos”. A medida que el relato avanza, el<br />

lector va descubriendo que es María quien impone<br />

reglas, que es siguiendo a la niña como ingresamos<br />

a ese mundo en donde al principio nada nos<br />

es revelado, y que penetramos lenta y culpablemente,<br />

contagiados por la ansiedad de María al<br />

hacer suya una historia que no le pertenece.<br />

Tanto en La sala <strong>del</strong> niño Jesús como en Algo<br />

tan feo en la vida de una señora bien, el narrador va<br />

incluso más lejos: paralelo al mundo de lo narrado<br />

que fue, construye el mundo de lo que no fue, desde<br />

el cual justifica las opciones de los personajes.<br />

Toda opción formal supone también una visión<br />

de lo narrado. El narrador omnisciente puro se hace<br />

invisible para no inmiscuirse en el relato; por el<br />

contrario, este narrador omnisciente, cuya omnisciencia,<br />

paradójicamente, se agota casi por completo<br />

en uno de los personajes, se hace invisible al<br />

fundirse con el protagonista, al hacer creer muchas<br />

veces al lector que es el propio personaje quien<br />

narra la historia. El propósito de este juego es claro:<br />

conferir a estos textos el carácter de secreto<br />

revelado, ya que el narrador está para descubrir lo<br />

que el personaje por miedo, cobardía o sumisión<br />

preferiría esconder. Puesto que los personajes son<br />

mujeres sometidas por unos padres, unos maridos,<br />

una educación, o, incluso, por una presencia<br />

inasible y destructiva como en El muñeco, sólo podrían<br />

ser develados por este narrador, único ser<br />

capaz de ingresar en su intimidad, de comprender<br />

sus silencios y de conjurar el miedo con la magia<br />

<strong>del</strong> lenguaje.<br />

De ahí, que la construcción de este narrador<br />

sea un acierto, ya que el carácter intimista de<br />

estos textos hubiera hecho superflua la ubicuidad<br />

y sapiencia <strong>del</strong> narrador omnisciente, así como su<br />

carácter sumiso les hubiera impedido revelarse<br />

sin la mediación <strong>del</strong> narrador.<br />

Una versión distinta <strong>del</strong> narrador omnisciente<br />

que se sitúa en la mente <strong>del</strong> personaje, se da<br />

en La noche feliz de Madame Ivonne. La prostitutapitonisa<br />

domina la escena porque conoce los secretos<br />

de todos, pero puede revelarlos sólo porque<br />

la transitoria ruptura que implica el carnaval en<br />

la moral cotidiana la ha colocado en un ámbito que<br />

no es el suyo, le ha hecho posible convertirse en<br />

la máscara que el carnaval desenmascara, en el<br />

llamado a la cordura presente en esa transgresión<br />

que es la fiesta, entendida como comunión, pero<br />

que el poder, representado en el relato por el Gobernador,<br />

silencia con el mismo silencio que comparten<br />

las otras mujeres de ese mundo, ricas o<br />

pobres, prostitutas o castas, todas condenadas al<br />

mutismo sólo interrumpido por ese narrador que<br />

las revela y las redime en ese ámbito distinto que<br />

es el mundo de la ficción.<br />

Una opción diferente se asume en Ciruelas para<br />

Tomasa en donde un colectivo de voces femeninas<br />

se yuxtapone en el tiempo para narrar desde todas,<br />

y desde cada una de sí mismas, la historia de un<br />

desacato, de una liberación que, como en Oriane...<br />

y en La muerte de la acacia, se consigue mediante<br />

el asesinato al padre, encarnación de la opresión.<br />

Ahora bien, si ese narrador es uno de los grandes<br />

aciertos de los relatos, el narrador es también,<br />

a mi juicio, una de las grandes fallas de En diciembre<br />

llegaban las brisas. Quien narra la novela es<br />

Lina, una mujer que, desde París recuerda las historias<br />

vividas cuando niña en una Barranquilla<br />

ya lejana, historias situadas todas alrededor de las<br />

4


Márvel a los seis meses y medio (abril 1940), el día de su<br />

primer cumpleaños (23 sept. 1940), y en su tercer y cuarto<br />

cumpleaños (1942, 1943), respectivamente. (Tomadas de<br />

La obra de Márvel Moreno, LOMM.)<br />

mujeres que amó: su abuela, sus tías, las madres<br />

de sus amigas. Una novela es, antes o después de<br />

cualquier teoría, una narración; y un narrador que<br />

relata desde la memoria, como es el caso de Lina,<br />

tendría que recurrir más a los sentidos, a las sensaciones,<br />

sentimientos y nostalgias que a vastas<br />

e inútiles disquisiciones para explicar las motivaciones<br />

de los personajes. Lo que debería ser, entonces,<br />

una recuperación <strong>del</strong> pasado, se convierte,<br />

por la torpeza <strong>del</strong> narrador, en una inmensa<br />

galería de personajes muertos, de figuras de cera<br />

paralizadas por el peso de unas teorías que sirven<br />

más para juzgar que para explicar, más para acusar<br />

que para comprender, creando personajes con<br />

destinos asumidos de antemano como equivocados<br />

y, por tanto, impidiendo que vivan.<br />

Por el contrario, en los relatos de El encuentro,<br />

el dominio de los recursos narrativos se concreta<br />

en una yuxtaposición de conciencias, en personajes<br />

que se despliegan en el relato y en un ámbito<br />

que ya no es físico (poco importa que los hechos<br />

ocurran en Augsburgo, París, Barranquilla o Barlovento),<br />

sino ese espacio confuso, ambiguo, a<br />

menudo intransitable, que es la mente femenina.<br />

Trátese de un narrador omnisciente (siete de<br />

los cuentos presentan este tipo de narrador) o <strong>del</strong><br />

narrador testigo de El hombre de las gardenias, El<br />

día <strong>del</strong> censo y El espejo, o de la sombra-protagonista<br />

que narra el relato La sombra, ya no hay en<br />

este narrador, impasible, compasivo y discreto la<br />

indignación frente a la sociedad presente en las<br />

obras anteriores de la escritora, sino una serenidad<br />

más total y patética surgida de la certeza de<br />

que la autocondena es la peor de las condenas.<br />

2. Los personajes:<br />

encuentros y desencuentros<br />

Es sabido que tres son los recursos para caracterizar<br />

un personaje. Las descripciones <strong>del</strong> narrador,<br />

lo que se dice mediante diálogos y monólogos, y<br />

las acciones que el personaje elige o evita.<br />

En el universo ficticio que estamos intentando<br />

aprehender, hay una marcada oposición entre<br />

hombres y mujeres. Una primera diferenciación<br />

se hace evidente. Los hombres son personajes<br />

arquetípicos, representan valores, formas de conducta,<br />

encarnaciones de poder; siempre, ideas<br />

generales. Las mujeres, por el contrario, son seres<br />

particulares, con sueños, frustraciones y dramas<br />

propios. Su lucha en este universo, es extremadamente<br />

desigual porque no están en conflicto<br />

con seres concretos sino con entidades que, por la<br />

fuerza de la costumbre y <strong>del</strong> poder físico, imponen<br />

su voluntad. Los personajes femeninos muestran<br />

una lograda caracterización basada más en insinuaciones<br />

que en afirmaciones, y se definen más<br />

por lo que no dicen y no hacen, por lo que ocultan e<br />

imaginan. Es decir: se definen en el ámbito de lo<br />

posible.<br />

Oriana es descubierta a través de los objetos que<br />

la rodean y de los silencios que la envuelven, y una<br />

descripción más precisa la hubiera despojado de la<br />

misteriosa belleza que la envuelve. A Tomasa, la<br />

reconstruimos, sobre todo, a partir de los monólo-<br />

5


Márvel Moreno en el<br />

Instituto de Altos<br />

Estudios de América<br />

Latina en la<br />

presentación de la<br />

edición francesa de Algo<br />

tan feo en la vida de una<br />

señora bien. París, 1983.<br />

(Tomada de LOMM.)<br />

gos confusos, yuxtapuestos;<br />

y la fortaleza de Doña<br />

Genoveva en La muerte de<br />

la acacia, la adivinamos<br />

por el silencio de los habitantes<br />

de la ciudad, por los<br />

comentarios en voz baja,<br />

por los rumores; y en La<br />

eterna virgen a Margoth,<br />

¡pobre Margoth!, la percibimos<br />

por aquellas historias que tejía en su mente<br />

mientras movía sus dedos ágiles, eficientes, puntuales,<br />

por las teclas de la máquina de escribir.<br />

En contraste, la endeble construcción <strong>del</strong> narrador<br />

en la novela En diciembre llegaban las brisas,<br />

hace que los personajes sean menos convincentes.<br />

Hay demasiadas aclaraciones y explicaciones<br />

y los personajes hablan, sienten y piensan,<br />

no por ellos mismos, sino en razón de las teorías,<br />

un tanto confusas, que Lina ha construido, años<br />

después, para explicar sus desconciertos y temores<br />

de adolescente:<br />

En vano Lina trataba de explicarle que el verdadero<br />

problema se reducía a la opinión que ella, Dora, se<br />

estaba formando de sí misma. No porque Lina advirtiera<br />

entonces el proceso que asocia el sentimiento de<br />

falta a la necesidad de castigo, ni por haber comprendido<br />

las reflexiones de su abuela cuando hablaba<br />

de la insensatez de convertir la mirada de los otros<br />

en espejo. Pero aquel le parecía el mejor argumento a<br />

su alcance, convencer a Dora que no merecía humillación,<br />

el vejamen, el desprecio, que no estaba perdida,<br />

como lo afirmaba llorando en un rincón <strong>del</strong> comedor,<br />

y bien podía devolverle a Andrés Larosca sus<br />

anillos de pacotilla y su empleo de secretaria dejando<br />

en aquella historia unas cuantas plumas, cierto,<br />

pero no necesariamente su dignidad.”<br />

En las narraciones anteriores a El encuentro,<br />

Márvel nos enfrentó a personajes que luchaban por<br />

romper el cerco: sumisión<br />

y desacato eran las coordenadas<br />

entre las cuales<br />

se debatían esos seres que<br />

gritaban para no callar, que<br />

morían para no rendirse,<br />

que se oponían, desesperados<br />

e inermes, a principios<br />

tan abstractos como<br />

implacables. En El encuentro,<br />

la sumisión se resuelve en perversidad; la rebeldía,<br />

en resignación; el encuentro (como sucede<br />

en el cuento <strong>del</strong> mismo título) en desencuentro.<br />

Desencuentro con los otros, consigo mismo, dispersión<br />

<strong>del</strong> yo ante una diversidad de visiones con las<br />

cuales los personajes no logran crearse una identidad<br />

coherente, sino una conciencia disgregada<br />

que, como en La sombra, sólo se resuelve en la<br />

muerte.<br />

De En diciembre llegaban las brisas a estos relatos,<br />

el universo de Márvel se enriqueció. Se volvió,<br />

también, más plácido, más lúcido, menos<br />

unívoco. El dualismo se transformó en multiplicidad<br />

—de voces, de ámbitos, de culturas— y los personajes<br />

se encuentran atrapados entre lo que los<br />

fascina, atemoriza, seduce, libera, condena o redime,<br />

pero sin fórmulas hechas, en una búsqueda<br />

propia que conduce no ya a la rebelión sino a la<br />

libertad. Libertad conseguida en la lucha con el<br />

propio yo; con esa diversidad de sueños, caprichos,<br />

deseos y hasta razones que es cada uno. O no conseguida,<br />

y, por eso, la autocondena; o la condena<br />

al otro yo, al opuesto que lo revela.<br />

Una taza de té en Augsburgo es un relato duro<br />

narrado con una imperturbable serenidad. Miranda<br />

Castro se autocondena al desamor, a la soledad,<br />

porque no pudo vencer ni la desolación <strong>del</strong><br />

orfelinato ni la angustia y el miedo que la acompañan<br />

desde su llegada a Caracas. Pero también<br />

condena a su madre, su yo opuesto (desvalido, in-<br />

6


significante, inocuo), porque contarle la verdad<br />

equivaldría a transformar el desdén en amor, a<br />

suspender el miedo: a la libertad.<br />

El encuentro es un cuento cortazariano de un<br />

realismo inquietante y con una construcción perfecta.<br />

¿Cómo no recordar los encuentros y<br />

desencuentros de Manuscrito hallado en un bolsillo<br />

al ver el tablero de damas en el que Lucía convierte<br />

su existencia? Lucía pierde porque decidió jugar<br />

sola; los otros jugadores ni participaron en el<br />

juego ni jamás conocieron las reglas.<br />

Tanto en El violín como en El hombre de las<br />

gardenias, los personajes están próximos a diluirse<br />

en la muerte. Para Alice, el último vínculo con su<br />

vida, su hija Nicole, se ha perdido cuando ésta decide<br />

casarse con un mediocre australiano y visitarla<br />

sólo cada tres años. Es el fin de su muerte,<br />

de esa condena que se había infligido a sí misma,<br />

desde el día en que decidió abandonar el violín.<br />

Martine, su amiga, menos dotada, pero más persistente<br />

en su vocación a la música y a sí misma<br />

le refleja la imagen de lo que hubiera podido ser y<br />

no fue, como el estanque <strong>del</strong> lago le devuelve a<br />

Nicole, premonitoriamente, una imagen de libertad<br />

que tampoco alcanzará porque, como su madre,<br />

no supo optar por sí misma.<br />

El hombre de las gardenias<br />

se inicia con una de las figuras<br />

más hermosas <strong>del</strong> libro:<br />

“Renata murió como mueren<br />

los pájaros, replegándose sobre<br />

su cuerpo frágil.” Renata, mujer-pájaro<br />

que no fue capaz de<br />

volar, Renata-mujer-pájaro-encautiverio<br />

a quien mató la renuncia,<br />

la estrechez de un<br />

mundo para ella asfixiante.<br />

En El espejo, la narradora/<br />

protagonista escribe una carta<br />

en la que informa al abogado<br />

de su sobrino, Mario, la “verdad”<br />

sobre los hechos que culminaron<br />

en la muerte de Cecilia,<br />

la esposa de éste. El incesto<br />

(ya insinuado en Oriane,<br />

tía Oriane) aparece aquí<br />

develado, sin ambigüedades y,<br />

después <strong>del</strong> asesinato, sin remordimientos.<br />

Marina se autocondena<br />

para liberarse; no es<br />

El día de su presentación en sociedad,<br />

31 de diciembre de 1956.<br />

la sociedad la que la condena, pues ésta ya lo había<br />

hecho al obligarla a un amor secreto; el asesinato<br />

tiene el signo de la libertad, de la paz que<br />

ninguna condena podría ya quitarle.<br />

Dos visiones irreconciliables <strong>del</strong> amor y de la<br />

vida, encarnadas por Matilde y Eliana, se dan cita<br />

en El día <strong>del</strong> censo. El choque se produce cuando<br />

Eliana, al pretender insertar a Matilde en su propia<br />

lógica, la despoja <strong>del</strong> sufrimiento y, por lo tanto,<br />

la destruye, sin percatarse jamás de ello.<br />

Literariamente, La sombra es uno de los cuentos<br />

más logrados <strong>del</strong> libro. Ese fantasma que se<br />

instala lentamente en la muerte, accede a ella<br />

sin temor ni desconfianza, porque la muerte ha<br />

estado siempre en su vida. Muerte que le arrebató<br />

a su hija; muerte-vida de una existencia sin otra<br />

justificación que reemplazar para su nieta la vida<br />

de una madre que ya no estaba; vida-tumba por<br />

resignarse a ser el fantasma de un muerto; muerte-identidad<br />

al convertirse, por fin, en su propio<br />

fantasma.<br />

El perrito, el único cuento con protagonista masculino,<br />

es el menos logrado. La historia de Esteban<br />

Henríquez, un hombre que ha ido eliminando<br />

<strong>del</strong>iberadamente de su vida la emoción y la lucidez,<br />

conmueve menos que la de<br />

Isabel, presencia borrosa que<br />

pasa por el relato dejando una<br />

estela de soledad y desamparo<br />

que alcanza al lector.<br />

Finalmente, los personajes<br />

felices de los relatos Sortilegios,<br />

La peregrina y Barlovento.<br />

A<strong>del</strong>aida, en Sortilegios, al asumir<br />

su atracción por Frank se<br />

libera de su miedo, como si<br />

Frank fuera más una proyección<br />

de su propio temor que<br />

una presencia real. En La peregrina,<br />

Ana Victoria acosada<br />

por una moral que arremete<br />

contra ella, opta por su deseo,<br />

se elige a sí misma, mientras<br />

que en Barlovento, una hermosa<br />

narración que, por su atmósfera,<br />

recuerda a Carpentier,<br />

el lector se encuentra ante<br />

la explosión final <strong>del</strong> personaje,<br />

la tibia y discreta liberación<br />

de una condena antigua me-<br />

7


diante un pacto también antiguo, comunión de pasado<br />

y de futuro, transgresión silenciosa, inversión-conversión:<br />

la felicidad.<br />

3. El diálogo<br />

con los objetos<br />

Pero si las mujeres son cuidadosamente desplegadas<br />

y la presencia de los hombres tiene más de<br />

arquetipo que de hombres, los objetos también alcanzan<br />

en estos relatos un carácter específico: se<br />

constituyen en prolongación de sus dueñas que,<br />

impedidas para hablar con las personas, dialogan<br />

con las cosas y las humanizan, haciendo que esos<br />

objetos inmóviles y, en apariencia, inocuos, se conviertan<br />

en depositarios de la verdad que ellas no<br />

pueden revelar. Piénsese en los objetos que guardó<br />

celosamente Oriana; en la acacia que esconde<br />

el crimen de Doña Genoveva o en el violín <strong>del</strong> relato<br />

El violín.<br />

Igualmente, la casa como objeto y como ámbito<br />

adquiere una dimensión simbólica al constituirse<br />

en el espacio que estas mujeres conquistan y<br />

colonizan desterrando de allí a los hombres. Oriana<br />

y Genoveva se encierran en sus casas después de<br />

haber eliminado a su padre y marido, respectivamente,<br />

e imponen allí las reglas que no hubieran<br />

podido imponer en el mundo de fuera. Tomasa regresa<br />

a morir en su casa, y la tía Irene de En diciembre<br />

llegaban las brisas se instala en la torre<br />

<strong>del</strong> italiano como hecho culminante de una historia<br />

de desacatos.<br />

IIIª Parte<br />

LA FUNDACIÓN DE UN UNIVERSO<br />

Casi como por inercia, insisten los críticos en<br />

mencionar dos nombres al intentar enmarcar la<br />

obra de Márvel Moreno: Gabriel García Márquez y<br />

Álvaro Cepeda Samudio. Sin embargo, si ignoramos<br />

el hecho de que se trata de escritores procedentes<br />

de la misma región de Colombia, poco vincula<br />

a la escritora barranquillera con los narradores<br />

mencionados.<br />

Márvel Moreno nos invita a mundos poco transitados<br />

por los escritores costeños. Su ámbito es<br />

urbano. Sus personajes están insertos en una problemática<br />

que presupone, necesariamente, la ciudad.<br />

Una ciudad pequeña y parroquial, es cierto,<br />

pero en donde la magia de lo rural, el asombro primitivo<br />

sólo está representado por la servidumbre,<br />

seres marginales en un mundo en donde los fantasmas<br />

de los personajes protagónicos son otros<br />

seres como ellos, no fuerzas venidas de otra instancia<br />

o de otro orden.<br />

De ahí, que la narrativa de Márvel sea de carácter<br />

intimista. El intento un tanto fallido de En diciembre<br />

llegaban las brisas de escribir una novela<br />

no sobre sucesos sino sobre el transcurrir de la conciencia<br />

de los personajes, alcanzó su plenitud en<br />

los cuentos de El encuentro. Allí, lo que importa no<br />

es tanto lo que ocurre sino lo que se despliega en la<br />

mente de los personajes; y ello está más determinado<br />

por lo que no se da, por lo que no es, que por los<br />

hechos y acciones que ocurren a su alrededor.<br />

Márvel Moreno nos inscribe también dentro de<br />

la tradición de la literatura fantástica. Relatos<br />

como Oriane, tía Oriane, El muñeco y Sortilegios provienen<br />

de una tradición que arranca con Edgar<br />

Allan Poe, pasando por Henry James y Maupassant,<br />

y que, en América Latina, evoluciona magistralmente<br />

sobre todo en la narrativa argentina desde<br />

los casos célebres, Borges y Cortázar, hasta los más<br />

discretamente conocidos, Bioy Casares, H.A.<br />

Murena o Mujica Láinez.<br />

Más inusual es la conjunción entre lo fantástico<br />

y lo maravilloso presente en varios de sus textos.<br />

Lo maravilloso, representado por esos seres<br />

marginales en un mundo patriarcal que son los<br />

sirvientes (piénsese en Fi<strong>del</strong>ia en Oriane...) pero<br />

que son los depositarios discretos de las más profundas<br />

verdades de sus señores, y cuyo poder reside<br />

precisamente en la capacidad de comprender<br />

sus vidas y las de sus amos desde una racionalidad<br />

distinta.<br />

8


Por último, inaugura<br />

Márvel la perspectiva femenina<br />

ya que en estos<br />

relatos la realidad se duplica,<br />

interroga o modifica<br />

desde la perspectiva de la<br />

mujer, creando un ámbito<br />

ficticio en el cual los personajes<br />

enfrentan sus carencias<br />

y, tal vez, desde<br />

allí, nos miran agradecidos<br />

por pertenecer a un<br />

mundo en donde más que<br />

juzgados son comprendidos;<br />

y en donde, por la<br />

magia <strong>del</strong> lenguaje, sus<br />

vidas han adquirido una<br />

belleza que no tenían de<br />

este lado.<br />

Márvel Moreno, como<br />

todo gran escritor, fue<br />

consciente de que la labor<br />

<strong>del</strong> narrador implica una<br />

lucha con la materialidad<br />

de las palabras. Una lucha<br />

ardua y paciente que libraría<br />

en la soledad y en<br />

el silencio, único espacio<br />

en donde el escritor puede encontrarse consigo<br />

mismo y dar forma a su mundo. La gran habilidad<br />

que despliega como narradora en los cuentos de El<br />

encuentro fue el resultado de un trabajo persistente<br />

que no admitió concesiones; porque si es cierto<br />

que en la novela hay palabras que sobran, secuencias<br />

gratuitas y personajes desdibujados, El encuentro<br />

es un libro perfecto, una estructura magistralmente<br />

construida en donde el lector puede transitar<br />

sin resquicios, y en donde la poesía <strong>del</strong> lenguaje<br />

reivindica las carencias de este lado, de este<br />

ámbito hecho no de palabras<br />

sino de cosas en el<br />

que nos correspondió vivir.<br />

Sartre afirmaba que a<br />

un escritor sólo podía<br />

juzgársele por lo que había<br />

escrito, no por lo que hubiera<br />

podido escribir. Yo<br />

me arriesgo a afirmar, no<br />

sin tristeza, que si la vida<br />

le hubiera dado a Márvel<br />

más tiempo hubiéramos<br />

podido comprobar, aún<br />

más, la expansión de su<br />

mundo, la serenidad y el<br />

decantamiento de su lenguaje,<br />

la explosión de esa<br />

belleza llena de nostalgia<br />

que encontramos en los<br />

cuentos de El encuentro y<br />

que ya prefiguraban relatos<br />

tan impecables como<br />

Oriane, tía Oriana… y Algo<br />

tan feo en la vida de una señora<br />

bien.<br />

Márvel Moreno, entre 1979 y 1981,<br />

fotografiada por Fina Torres (LOMM).<br />

Márvel Moreno nos legó<br />

un universo que era suyo<br />

y que ahora es uno de los grandes mundos que<br />

conforman la literatura colombiana. Un mundo que<br />

nos inscribe en la contemporaneidad con algo distinto<br />

de nuestros sueños malogrados, de nuestra<br />

desbordada y desbordante mitología, y que nos invita<br />

a recorrer nuestra intimidad en busca de una<br />

felicidad que sabemos que no es de este mundo.<br />

Pero a la cual accedemos en el ámbito de lo ficticio,<br />

en ese mundo de palabras que a algunos de<br />

nosotros nos ha deparado los mejores momentos<br />

de nuestras vidas.<br />

9


Cantos de hoy<br />

en el Caribe colombiano<br />

Reelaboración de los versos tradicionales<br />

Consuelo Posada*<br />

1. COPLAS Y CANCIONES<br />

El estudio de las letras de las canciones populares<br />

puede comprobar los préstamos recibidos por la poesía<br />

oral tradicional. El conjunto de los versos que<br />

pasaron a las colonias españolas se conserva<br />

reelaborado en textos completos, en estrofas aisladas,<br />

en frases sueltas o en fórmulas y estructuras<br />

que hoy nutren la canción folklórica y popular<br />

en la América hispánica (Linares, 1980 y Posada,<br />

1986.)<br />

La copla tradicional, recogida en Cuba por<br />

Samuel Feijóo:<br />

Que te parece Cholito<br />

que me van a desterrar<br />

como si la ausencia fuera<br />

remedio para olvidar.<br />

(Feijóo, 1977: 119)<br />

Yo vide el tigre<br />

yo no lo vi<br />

ese tigre está encerrado<br />

y lo tienen que sacar<br />

(Versos de tradición oral,<br />

en una composición reciente<br />

de música popular)<br />

se encuentra en Antioquia, con pocas variaciones:<br />

*Profesora de la <strong>Universidad</strong> de Antioquia. Este artículo<br />

fue cedido por su autora especialmente para <strong>Huellas</strong>.<br />

Que te parece, mi vida,<br />

que nos quieren apartar,<br />

como si la ausencia fuera<br />

remedio para olvidar.<br />

(Restrepo, 1971: 236).<br />

Y con la misma estructura y los versos finales<br />

idénticos, se repiten en la canción El mejoral de<br />

Rafael Escalona:<br />

Yo me voy de por aquí,<br />

decepcionado de Valledupar,<br />

como si la ausencia fuera<br />

remedio para olvidar.<br />

Particularmente, en la Costa Atlántica, donde<br />

existe una estimulante producción de cantos populares,<br />

se muestra la abundancia de versos y<br />

estrofas completas, tomados de la tradición<br />

versificada. Las coplas <strong>del</strong> “amor, amor”, por ejemplo,<br />

considerado como un himno básico de la música<br />

vallenata, se pueden reencontrar como parte<br />

de los versos populares de la región y aparecen,<br />

con texto idéntico, en el cancionero antioqueño<br />

de Antonio José Restrepo.<br />

Este es el amor amor,<br />

el amor que me divierte;<br />

cuando estoy en la parranda<br />

no me acuerdo de la muerte.<br />

(Restrepo, 1971:119).<br />

Las investigaciones han mostrado que las coplas<br />

tradicionales, presentes en la memoria re-<br />

10<br />

<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />

pp. 10-17. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537


estos cantos que parecerían tener asegurada la<br />

garantía de su recepción.<br />

Los versos de algunas de las grabaciones popularizadas<br />

por Joe Arroyo, hacen parte de las coplas<br />

tradicionales de la Costa Atlántica:<br />

Tamarindo seco<br />

se le caen las hojas,<br />

agua derramada<br />

no hay quien la recoja.<br />

Joe Arroyo<br />

gional, se activan en el proceso de reelaboración<br />

de las canciones populares. Así, una copla de la<br />

oralidad tradicional en diferentes regiones de Colombia<br />

y que se encuentra, entre otros, en el cancionero<br />

antioqueño de Antonio José Restrepo, coincide,<br />

verso a verso, con la estrofa de una canción<br />

de la Costa Atlántica, popularizada por el compositor<br />

Diomedes Díaz:<br />

Por el ruedo de tus naguas<br />

Yo vide correr un piojo,<br />

Y si te las vuelvo a ver<br />

Te las alzo y te lo cojo.<br />

(Restrepo, 1971: 203).<br />

Este uso difundido de los versos de tradición,<br />

en los cantos populares, permite entender la controversia<br />

entre algunos cantautores que se disputan,<br />

como propios, versos que consideran “suyos”,<br />

porque han tenido de ellos un conocimiento “desde<br />

siempre”. En la base de esta polémica está la<br />

pertenencia de estos versos a un colectivo, que<br />

los ha usado y repetido, durante varias generaciones.<br />

Como parte <strong>del</strong> éxito de estas canciones, puede<br />

decirse que siempre que una copla tradicional es<br />

musicalizada, sus ecos resuenan en la memoria<br />

colectiva, y aquí puede estar la clave <strong>del</strong> éxito de<br />

Fuentes, 1985, archivo Bassi<br />

Estaba la tortuga<br />

abajo <strong>del</strong> agua<br />

abajo <strong>del</strong> agua<br />

abajo <strong>del</strong> agua<br />

haciendo su nido<br />

como cosa rara.<br />

Mi papa y mi mama,<br />

mi hermanito y yo<br />

comimos de un huevo<br />

y la yema sobró.<br />

Cuatro garigaris<br />

y un garrapatero<br />

bajaron de un palo<br />

a comer <strong>del</strong> huevo.<br />

Esta fue la garrapata<br />

la que a Félix le picó<br />

y una roncha le dejó,<br />

y este es un rasca que rasca<br />

y es la garrapata.<br />

2. ORALIDAD Y CANCIONES POPULARES<br />

En este balance de textos españoles conservados<br />

en América, los romances aparecen como una<br />

fuente importante de muchas de las formas musicales<br />

reelaboradas en las colonias y que nutrieron<br />

con su estructura, sus temas y sus notas,<br />

nuestra poesía popular. Los estudiosos han mostrado<br />

el parentesco de los romances encontrados<br />

en América con los viejos romances andaluces.<br />

Estos versos, oídos en plena ciudad de La Habana<br />

a unas niñas que bailaban una ronda, y consignados<br />

por Alejo Carpentier:<br />

En Galicia hay una niña / en Galicia hay una niña<br />

/ que Catalina se llama, sí, sí, / que Catalina se<br />

llama. Todos los días de fiesta/ su madre la castigaba,<br />

sí, sí, / su madre la castigaba. Porque no<br />

11


quería hacer / porque no quería hacer / lo que su<br />

padre mandaba.- (Carpentier, 1946: 33-34)<br />

hacen parte de un canto que supervive, en Cuba,<br />

desprendido de un viejo romance andaluz:<br />

Por la baranda <strong>del</strong> cielo, / se pasea una zagala, /<br />

vestida de azul y blanco / que Catalina se llama.<br />

Su padre era un perro moro, / su madre una renegada<br />

/ Todos los días <strong>del</strong> mundo / el padre la<br />

castigaba. (Carpentier, 1946: 34)<br />

En esta misma búsqueda de líneas de unión<br />

entre nuestras canciones populares y la tradición<br />

hispánica, Carpentier encuentra una conexión<br />

entre algunos ritmos musicales y el romance. Para<br />

él, todas las guarachas que hablan de gatos en<br />

Cuba, serían reminiscencias <strong>del</strong> difundido romance<br />

Don Gato, que se encuentra por toda América<br />

hispánica (Carpentier, 1946: 30).<br />

El romance español, transmitido oralmente, se<br />

acomodó a los lugares conocidos, a los nombres<br />

familiares de cada región, y se mantuvo vivo en<br />

coplas, villancicos, poesías y canciones populares.<br />

Aunque los ejemplos más abundantes de su permanencia<br />

se centran en el corrido<br />

mejicano, también en nuestro<br />

medio tenemos estudios de su presencia<br />

en el galerón llanero y en<br />

las rondas infantiles.<br />

En Colombia, los diferentes<br />

cancioneros, recogidos desde los<br />

años 40, <strong>del</strong> pasado siglo 20, presentan<br />

diferentes fragmentos que<br />

corresponden a romances originales<br />

españoles. Consigno un pequeño<br />

ejemplo, que reaparece en muchas<br />

regiones y que Antonio José<br />

Restrepo incluye en el cancionero<br />

antioqueño.<br />

Estando el señor don Gato<br />

en silla de oro sentado,<br />

le vinieron a decir<br />

que si quería ser casado,<br />

con una gata morisca,<br />

hija <strong>del</strong> gato romano.<br />

(Restrepo, 1971: 318-319).<br />

Para el caso de Colombia, Pedro Henríquez<br />

Ureña anota que los romances que aquí sobrevivieron<br />

coinciden con los cantos conservados en<br />

toda la América hispánica, y menciona entre los<br />

títulos a Gerineldo, Delgadina, Blanca Niña, La esposa<br />

infiel, Las señas <strong>del</strong> marido, Hilo de oro, La flor<br />

<strong>del</strong> olivar, la canción de la Pájara pinta y la de Señora<br />

Santa Ana (Henríquez Ureña, 1989: 423). Y Gisela<br />

Beutler, autora de la más completa recolección de<br />

romances en territorio colombiano, explica los distintos<br />

nombres que se usan para llamarlos: “historias”,<br />

“cuentos”, “canciones viejas”, “corridos”,<br />

“versos”, “ensaladillas”, “chistes”, “tragedias” o<br />

“tristes”. Agrega que, en el departamento de Bolívar<br />

(Malagana y Palenque), a los romances de pasión<br />

se les llama “oraciones” (Beutler, 1977: 227 y<br />

246).<br />

Los versos <strong>del</strong> romance, cultos y populares, completos<br />

o fragmentarios, literales o modificados,<br />

acompañan o sirven de mo<strong>del</strong>o a muchas de nuestras<br />

canciones populares. Como ejemplo, podemos<br />

citar el llamado “romance a eco”, en cuyo esquema<br />

se utiliza la palabra final de cada verso para<br />

iniciar el siguiente, y que no sólo se conservó en<br />

sus contenidos, sino que su estructura formal sirvió<br />

para adecuar nuevas composiciones. Un ejemplo<br />

de los Llanos colombianos, ofrece una versión<br />

que se conserva bastante cercana al original español:<br />

De la uva sale el buen vino /<br />

vino el que a mí me consuela / suela<br />

le da un buen zapato / el zapato<br />

es cosa buena / bueno la buena<br />

memoria / y aquel que de ella se<br />

acuerda / cuerda le da un San<br />

Francisco / Francisco el que no es<br />

Esteban / Esteban es mártir santo<br />

/ Santo aquel a quien se reza / rezan<br />

los frailes maitines / maitines<br />

no son completos / un completo tiene<br />

mañas (Fabo 1911:225).<br />

El siguiente es un fragmento<br />

<strong>del</strong> texto español, que permite<br />

comprobar las semejanzas: De la<br />

uva sale er bino, / y er vino a mi me<br />

consuela; / suela, la de mi sapato,<br />

/ er sapato es de baqueta; / la baqueta<br />

no es badana, / lo qu’es es<br />

suela y de la buena; / buena, la<br />

Ilustración de Lucho Vásquez buena memoria: / memoria, aquer<br />

(especial para <strong>Huellas</strong>, lapiz/computador, 2004)<br />

que s’acuerda; / cuerda, la de San<br />

Francisco; / San Francisco, no es<br />

Esteban; / Esteban, no es Martes Santo;/ a los santos<br />

ses les reza, / rezan los frailes maitines, / maitines,<br />

no son completas; / completas no son tus mañas;<br />

/ mañas, tienes de hechisera;/ hechisera, te la<br />

12


urdes; (sic) / urde er tejedor su tela, / tela, la de los<br />

sedasos; / er sedaso, harina cuela; / cuela, la mujer<br />

que laba / y la que no laba, es puerca; / las puercas,<br />

paren cochinos; / los cochinos, comen yerba, /<br />

la yerba nace’n er trigo, / y er trigo luego se siega, /<br />

siega, la que no ve nada; / nada, la qu’ner mar entra,<br />

/ entra en la ilesia er cristiano, / y er que no<br />

entra, reniega; / reniega er qu’está entre moros; /<br />

los moros’tan en la Meca; / la Meca es puerto de<br />

mar; / er mar es donde se pesca. (Mendoza, 1939:<br />

705)<br />

Para Díaz Roig (1986: 165), los recreadores<br />

retoman un texto tradicional, lo aceptan, lo hacen<br />

suyo y lo transmiten reelaborado. Y este sentimiento<br />

de pertenencia los lleva a variar aquello<br />

que no les gusta, no entienden bien, les es ajeno,<br />

o los lleva a introducir cambios que les dicta su<br />

propio entorno. Lo importante es reconocer aquí<br />

Pero más allá de la similitud en el texto de estas<br />

dos versiones <strong>del</strong> mismo romance, quiero señalar,<br />

con un ejemplo de la Costa Atlántica, la conservación<br />

de un mo<strong>del</strong>o estructural. Me refiero a<br />

la organización interna de este “romance a eco”<br />

que, recordemos, une la última palabra de un verso<br />

a la primera <strong>del</strong> siguiente, y que comprobamos<br />

en una canción popular en la que el compositor<br />

Juan Piña retomó un tema de la tradición oral:<br />

Ay Dios hizo al herrero / herrero que hizo al cuchillo<br />

/ cuchillo que mata buey / ay buey que bebe<br />

agua / agua que apaga can<strong>del</strong>a / can<strong>del</strong>a que<br />

quema garrote / garrote que mata perro / perro<br />

que corretea gato / gato que come ratón / ratón<br />

que ruñe pared / pared que ataja viento / ay viento<br />

que riega nube...<br />

Sobre la idea de la conservación, es importante<br />

aceptar el proceso de variación de los materiales<br />

orales, como una demostración de su condición<br />

de vida. El desarrollo de las tradiciones ha<br />

mostrado que los textos que cambian se enriquecen<br />

y garantizan su permanencia. Los estudiosos<br />

reconocen el enriquecimiento de las producciones<br />

folklóricas que se logra con los cambios, y concluyen<br />

que una forma que esté continuamente<br />

reapareciendo bajo otras formas, se puede considerar<br />

en plena vigencia y dotada de una incuestionable<br />

vitalidad.<br />

Arr.: La agrupación de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong><br />

Tambores <strong>del</strong> <strong>Norte</strong> en el Coliseo Cultural y Deportivo<br />

de la <strong>Universidad</strong>, 2004. I. a D.: Harry Barrios,<br />

Jassir Barceló, Rodney Gómez, Alvaro Cabrera, Irma Pabón,<br />

Erick Márquez, Dairo Meneses y Robin Quintero.<br />

C.: Tomás Teherán,<br />

director de Tambores <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>.<br />

Ab.: Los profesor Carlos Insignares, clarinete,<br />

y Eduardo Valencia, saxofón.<br />

Fotos de Julio Gil Zubiría<br />

13


no el empobrecimiento de una forma, sino el enriquecimiento<br />

total de las producciones folclóricas.<br />

En el proceso de adecuación regional de los cantos,<br />

se cambian los nombres propios y se alteran<br />

puntos <strong>del</strong> texto original para acomodarlo a la nueva<br />

geografía, con nombres que resultan más familiares<br />

para el usuario. Los alimentos europeos, como<br />

el vino y el pan, fueron reemplazados por el chocolate<br />

y los productos nuestros. En el romance El piojo<br />

y la pulga, un “romance de relación” muy popular<br />

en Hispanoamérica, en las versiones colombianas<br />

se introducen animales <strong>del</strong> Trópico que establecen<br />

variación sobre las especies originales:<br />

El piojo y la pulga<br />

se quieren casar<br />

pero no se casan<br />

por falta de pan<br />

En Aratoca, Santander:<br />

Contestó el sinsonte<br />

desde el matorral.<br />

En Cocorná, Antioquia:<br />

Contesta la chucha<br />

allá en el platanal.<br />

Cúcuta, N. Santander:<br />

Contesta el zamuero<br />

allá en su Zamural.<br />

En Ciénaga, Magdalena:<br />

Contesta el golero<br />

allá en las alturas.<br />

En el romance Hilito, hilito de oro, la versión recogida<br />

en la ciudad de Barranquilla incluye<br />

jocosamente la afición de fumar tabaco que tienen<br />

las mujeres.<br />

El texto de Santa Marta, Magdalena:<br />

De tanta hija que tengo<br />

—Escojo esta por bonita,<br />

que parece un capullito<br />

—Lo único que te pido<br />

lo único que le encargo,<br />

Sentada en silla de oro,<br />

escoja la que queréis<br />

por bella y por querer<br />

acabado de nacer.<br />

es que me la trate bien;<br />

que me la trate bien.<br />

tejiendo el pañal <strong>del</strong> rey.<br />

El informante de Barranquilla, la directora de<br />

escuela Sra. Carmen Rosa Altamar, de 45 años,<br />

dijo haber oído el romance de boca de su señora<br />

madre (Beutler, 1977: 237), de esta manera:<br />

Yo te encargo, escudero,<br />

que me la trates muy bien:<br />

un pastel por la mañana<br />

y un tabaco al encender.<br />

Otro ejemplo de estos cambios, en el Caribe<br />

colombiano, lo comprobamos en el romance La recién<br />

casada. Allí la viuda protagonista camina hacia<br />

la Zona Bananera, cerca de Santa Marta:<br />

—Mi marido es alto y rubio,<br />

En el puño de la espada,<br />

—Sí, señora, sí señora,<br />

lo mataron en la guerra,<br />

—Siete años lo he esperado,<br />

si no vuelve a los quatorce,<br />

y me voy para la Zona,<br />

a mirar en el espejo:<br />

tira tipo de francés.<br />

lleva el nombre de Isabel.<br />

hace años que murió;<br />

lo mató un Francisco Arón.<br />

siete más le esperaré,<br />

como viuda quedaré.<br />

a hacer compra de café,<br />

¡qué linda viuda quedé!<br />

(Versión recogida por Beutler, 1977: 389<br />

y confrontada por Posada. Trabajo de campo, 2001)<br />

Para los efectos de este trabajo, es necesario<br />

subrayar, entonces, que se descartó la búsqueda<br />

purista que pudiera pretender el encuentro de romances<br />

incontaminados.<br />

Para entender el papel de las transformaciones,<br />

como muestra de la vitalidad renovadora de los<br />

materiales, quienes trabajamos con textos orales<br />

debemos percibir la esencia en las aparentes variaciones.<br />

Descubrir, por ejemplo, que la historia,<br />

los diálogos y la estructura de la canción popular<br />

Martina, son tomados de las preguntas y respuestas<br />

<strong>del</strong> Romance de Blanca Niña, que data <strong>del</strong> siglo<br />

XVI. En los dos casos se cuenta la historia de una<br />

esposa adúltera: Blanca Niña o Martina, sorprendidas<br />

en adulterio, por el esposo. El romance dice:<br />

Ellos, en aquel estando,<br />

su marido que llegó:<br />

—¿Qué hacéis la Blanca niña,<br />

hija de padre traidor?<br />

—Señor, peino mis cabellos,<br />

péinolos con gran dolor,<br />

que me dejáis a mi sola,<br />

y a los montes os vais vos.<br />

Y la canción popular:<br />

Estaban en la contienda<br />

cuando el marido llegó:<br />

—¿Qué estás haciendo Martina<br />

que no estás en tu color?<br />

14


Todo el esquema posterior de preguntas y respuestas<br />

conserva el orden de las acciones y la forma<br />

dialogada:<br />

Dime, dime, doña María, dime, dime, mi blanca flor,<br />

¿cuyo, cuyo es ese caballo, que con el mío igualó?<br />

Tuyo, tuyo, don Alonso, tu padre te lo mandó.<br />

Dímele a mi padre,<br />

que caballo tengo yo.<br />

Que, cuando no lo tenía, ¿por qué no me lo mandó?<br />

Dime, dime, doña María, dime, dime, mi blanca flor,<br />

¿cuya, cuya es esa pistola, que con la mía igualó?<br />

Tuya, tuya, don Alonso, tu padre te la mandó.<br />

Dímele a mi padre,<br />

que pistola tengo yo.<br />

que, cuando no la tenía, ¿por qué no me la mandó?<br />

(Beutler, 1977: 363)<br />

(Aquí es Importante aclarar que estas versiones<br />

de los romances son tomadas de muestras recogidas<br />

en tierras negras <strong>del</strong> Caribe colombiano.<br />

Esto permitiría entender que el texto de la canción<br />

esté alimentado con una historia que se conservó<br />

viva en la América hispánica. Fue agregada<br />

la pistola que, por cuestión de época, no podría aparecer<br />

en el romance original).<br />

—¿De quién ese sombrero?<br />

¿De quién es ese reloj?<br />

¿De quién es ese caballo<br />

que en el corral relinchó?<br />

—Ese caballo es muy tuyo,<br />

tu papá te lo mandó<br />

pa’que fueras a la boda<br />

de tu hermana la menor.<br />

—Yo pa’qué quiero caballo<br />

si caballo tengo yo,<br />

lo que quiero es que me digas<br />

quién en mi cama durmió.<br />

—En tu cama nadie duerme<br />

cuando tú no estás aquí,<br />

si me tienes desconfianza<br />

no te separes de mí.<br />

3. ROMANCES EN LA<br />

COSTA CARIBE COLOMBIANA<br />

En la Costa Atlántica se registró la presencia repetida<br />

de los romances: Gerineldo, Gerineldo,<br />

Blancaflor-Filomena, El corderillo (Conde Lirio), El<br />

marinero y casi la totalidad de los romances religiosos.<br />

Además, La recién casada se encuentra<br />

profusamente divulgado, con variantes especiales<br />

(Beutler, 1977: 227).<br />

Codiscos, archivo Bassi<br />

Juan Piña<br />

Como punto importante para nuestro trabajo sobre<br />

la oralidad en el Caribe colombiano, la investigación<br />

de Beutler demostró que las poblaciones<br />

negras conservaron, de una mejor manera, los<br />

textos y melodías de los romances españoles. En<br />

su investigación, estas zonas corresponden a los<br />

departamentos de Nariño, Chocó y toda la Costa<br />

Atlántica (Beutler, 1977: 227- 258).<br />

Pero, más allá de estas razones históricas, los<br />

romances se siguieron usando en la Costa Atlántica,<br />

articulados a diversas tradiciones. Hasta muy<br />

entrado el siglo XX, hicieron parte de los actos rituales<br />

escolares, y sus textos “se representan en<br />

los pueblos, con ocasión de veladas o fiestas de<br />

colegio, generalmente con el objeto de recoger fondos,<br />

sirviéndose de sencillos requisitos o de primitivas<br />

decoraciones de escenarios” (Beutler,<br />

1977: 232). Para la Costa Atlántica Beutler cita una<br />

dramatización de “La recién casada”, en Barranquilla<br />

(no precisa el año), en la Escuela Anexa de<br />

la Normal de Señoritas, representada por dos niñas<br />

que se disfrazan y actúan con gestos determinados<br />

(Beutler, 1977: 232).<br />

Otra parte importante de esta huella de los romances<br />

entre las poblaciones negras, está dada<br />

por los romances religiosos, cuya influencia parecería<br />

sobrepasar la de los romances plebeyos o populares.<br />

Los romances religiosos que se cantan<br />

entre la población negra, con ocasión <strong>del</strong> “velorio”,<br />

todavía superviven entre los habitantes de Nariño,<br />

Chocó y algunas zonas de la Costa Atlántica. En<br />

las comunidades negras, los velorios intercalan<br />

15


oraciones y cánticos religiosos con entretenimientos<br />

profanos como las “historias de animales” y los<br />

cuentos <strong>del</strong> “Tigre y el Conejo” (Beutler, 1977: 239).<br />

En el Chocó, entre los temas profanos que sirven<br />

de entretenimiento durante el velorio, se cuenta<br />

el romance Gerineldo, Gerineldo, que es considerado<br />

como “cuento”. Allí un informante manifestó<br />

que: “El cuento de Gerineldo se dice en la novena”<br />

(Beutler, 1977: 239).<br />

Susana Friedmann se pregunta por qué sobreviven<br />

los romances religiosos, precisamente en<br />

comunidades negras y cuál es el vínculo musical<br />

entre estos cantos y los romances <strong>del</strong> siglo XVI.<br />

Los estudios de Carolina Poncet muestran que, en<br />

la América hispánica, las procesiones <strong>del</strong> viernes<br />

santo le impartieron una permanente actualidad<br />

a los romances mediante la representación<br />

alegórica de los personajes que figuran en ellos.<br />

También Beutler piensa que, aunque no haya textos<br />

ni documentos probatorios, en Colombia como<br />

en España, Cuba y otras antiguas colonias españolas<br />

en América, se cantaron romances de pasión<br />

en las procesiones religiosas de la semana<br />

santa.<br />

La fiesta <strong>del</strong> carnaval<br />

de Barranquilla,<br />

como las celebraciones<br />

de otros carnavales<br />

de los poblados<br />

ribereños, anteriores<br />

a ésta, incluyeron versos de la tradición popular en<br />

los diferentes rituales. José Félix Fuenmayor trae,<br />

para el caso de Barranquilla, algunos versos que se<br />

reencuentran como versos de tradición en diversos<br />

cancioneros y que se cantaban con guitarra en<br />

alguna ceremonia familiar dentro de las fiestas <strong>del</strong><br />

carnaval:<br />

Yo soy Catalino Llanos<br />

un hombre de mucha fe<br />

soy el que pinta la huella<br />

antes de poner el pie.<br />

(Fuenmayor, 1985: 18)<br />

Y menciona los versos <strong>del</strong> romance Los doce pares<br />

de Francia, utilizados como parte de una ceremonia<br />

de carnaval:<br />

Soy la puente de Mantible,<br />

y los brazos de Monroy,<br />

los siete infantes de Lara<br />

y lo que te digo soy.<br />

¡De un San Agustín la pluma,<br />

de un Carlos Quinto el poder,<br />

de un rey David la fortuna,<br />

de un Salomón el saber!<br />

(Restrepo, 1971: 26)<br />

En trabajos previos he analizado la presencia de<br />

versos en los diferentes festejos, que sirven para<br />

realzar su colorido y se nutren de la tradición hispánica,<br />

de uso colectivo en la región (Posada, 1999:<br />

187-200). Igualmente, se ha mostrado el apoyo cruzado<br />

de fiestas y versos porque los rituales festivos<br />

ayudan a la preservación<br />

de los textos de la<br />

oralidad y, a su vez, los<br />

versos son parte importante<br />

de la fuerza<br />

de las fiestas. Por esto,<br />

puede decirse que no<br />

hay fiestas sin versos<br />

y tampoco versos por<br />

fuera de las festividades<br />

(Posada, 1999).<br />

Este rápido balance sobre la presencia reelaborada<br />

de las tradiciones en verso en el Caribe<br />

colombiano, puede ser alentador. A pesar de la constancia<br />

de los rituales que se pierden, todavía podemos<br />

hablar de una poesía oral que sigue viva y presente<br />

para el grupo. El carnaval de Barranquilla,<br />

por ejemplo, ha mantenido<br />

vigentes los<br />

textos que nutren la<br />

fiesta. Aquí se conservan<br />

los versos, los cantos<br />

y las letanías que<br />

cada año reelaboran la<br />

tradición y ayudan a<br />

fortalecerla.<br />

Ilustración de Lucho Vásquez<br />

(especial para <strong>Huellas</strong>, lapiz/computador, 2004)<br />

Pero, en el punto<br />

referido a la huella de<br />

los romances, casi<br />

todo está por hacer.<br />

Existen estudios vastos<br />

y rigurosos sobre el<br />

romance español y su<br />

permanencia en Colombia,<br />

pero hace falta mostrar su presencia transformada<br />

en el mundo de hoy. Los estudios de G.<br />

Beutler se detuvieron en la riqueza de las variantes<br />

encontradas en Ciénaga, Santa Marta, Barran-<br />

16


quilla y algunas zonas <strong>del</strong> viejo departamento de<br />

Bolívar, pero será necesario confrontar muchas<br />

partes de esta colección realizada en 1962, con el<br />

estado actual de estas tradiciones.<br />

De manera que esta reflexión es una invitación<br />

a los académicos para emprender organizadamente<br />

la etapa que falta. En el sur de Colombia, en las<br />

zonas negras de la Costa Pacífica, se realizaron trabajos<br />

de campo, apoyados por el Instituto Caro y<br />

Cuervo, entre 1984 y 1986. Pero en la Costa Atlántica<br />

no se ha cumplido esta segunda etapa que dé<br />

cuenta <strong>del</strong> estado actual de las versiones, recogidas<br />

cuarenta años atrás. Los cambios sociales, económicos<br />

y políticos de esta región, en el transcurso<br />

de estas cuatro décadas, ameritan la confrontación.<br />

¿Desaparece la tradición? ¿O los viejos textos<br />

de antaño se quedan viviendo, transformados en<br />

la canción y en los versos de hoy? Ésta podría ser<br />

la conclusión que nos llega cuando escuchamos la<br />

reciente versión de un canto de carnaval, popularizada<br />

por el Checo Acosta, que tiene, hasta en la<br />

forma <strong>del</strong> lenguaje, la vieja factura de los textos<br />

<strong>del</strong> pasado:<br />

Yo vide el tigre<br />

yo no lo vi.<br />

Yo vide el tigre<br />

yo no lo vi.<br />

Ese tigre está encerrado<br />

y lo tienen que soltar.<br />

BIBLIOGRAFÍA<br />

BEUTLER, Gisela. Estudio sobre el romancero español en Colombia<br />

en su tradición escrita y oral desde la época de la conquista<br />

hasta la actualidad. Bogotá, Instituto Caro y Cuervo,<br />

1977.<br />

CARPENTIER, Alejo. La música en Cuba. México, Fondo de Cultura<br />

Económica, 1946.<br />

DÍAZ ROIG, Mercedes. El romancero y la lírica popular moderna.<br />

México. El Colegio de México, 1986.<br />

FEIJÓO, Samuel. “Influencia africana en Latinoamérica: literatura<br />

oral y escrita.” En África en América Latina. México,<br />

Siglo XXI, 1977.<br />

FABO, Pedro. Idiomas y etnografía de la región oriental de Colombia.<br />

Barcelona, José Benet, 1911.<br />

FRIEDMANN, Susana. “Proceso simbólico y transmisión musical:<br />

el romance y los cantos festivos religiosos <strong>del</strong> sur<br />

de Colombia.” En: Caravelle, N° 48. Université de<br />

Toulouse - Le Mirail, 1987.<br />

FUENMAYOR, José Félix. “Así era el carnaval de Barranquilla.”<br />

En: Intermedio, Suplemento de Diario <strong>del</strong> Caribe, Barranquilla,<br />

feb. 10, 1985.<br />

HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro. La utopía de América. Barcelona, Biblioteca<br />

Ayacucho, 1989.<br />

LINARES, María Teresa. “La materia prima de la creación<br />

musical.” En: América Latina en su música. México, Siglo<br />

XXI, 1980.<br />

MENDOZA, Vicente. El romance español y el corrido mejicano.<br />

Estudio comparativo. Méjico, UNAM, 1939.<br />

POSADA, Consuelo. Canción vallenata y tradición oral. Me<strong>del</strong>lín,<br />

<strong>Universidad</strong> de Antioquia, 1986.<br />

————. “Versos y fiestas en el Caribe colombiano.” En:<br />

Caravelle, N° 73. Toulouse, Ipealt, 1999.<br />

PONCET, Carolina. “Romances de pasión.” En: Contribución<br />

al estudio <strong>del</strong> Romancero. Separata Cultural S.A. La Habana,<br />

1930.<br />

RESTREPO, Antonio José. De la tierra colombiana. El cancionero<br />

popular. Me<strong>del</strong>lín, Bedout, 1971.<br />

17


Fenómenos artísticos discursivos<br />

en la novela La tejedora de coronas<br />

Adriana Lozano Z.*<br />

Para iniciar con el análisis de cómo funcionan las<br />

relaciones estructurales discursivas a partir de la<br />

palabra ajena 1 o lo que es lo mismo cómo y con<br />

qué intencionalidad u orientación dialógica interactúan<br />

los discursos en la novela La tejedora de<br />

coronas de Germán Espinosa, se establecerán, en<br />

un primer momento, algunas precisiones teóricometodológicas<br />

en forma general.<br />

El punto de partida para el análisis sobre la<br />

intencionalidad u orientación dialógica que asoman<br />

tras los enunciados y las formas <strong>del</strong> lenguaje<br />

en la novela La tejedora de coronas, serán las teorías<br />

de Mijaíl Bajtín, y en la parte final de este ensayo<br />

se retomarán algunas reflexiones que desarrolla<br />

Michel Foucault desde Nietzsche sobre el conocimiento.<br />

Partiendo de estos dos autores (Bajtín-<br />

Foucault), se intentará señalar posibles analogías<br />

entre las diferentes orientaciones <strong>del</strong> discurso internamente<br />

dialogizado con la manera como se llega<br />

al conocimiento sobre algo.<br />

*Licenciada en Literatura e Idiomas, <strong>Universidad</strong> Santiago<br />

de Cali; magíster en Literatura Latinoamericana y Colombiana,<br />

<strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> Valle. Docente de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>.<br />

Desde el corpus teórico batjiniano, la palabra<br />

(no en un sentido lingüístico estricto) constitutiva<br />

<strong>del</strong> lenguaje, debe percibirse en una doble orientación:<br />

palabra bivocal “que se origina ineludiblemente<br />

en las condiciones de la comunicación<br />

dialógica.” 2 Toda forma de comunicación humana,<br />

sea ésta cotidiana, oficial, literaria, científica, viene<br />

a estar determinada por las posibles relaciones<br />

dialógicas que se establecen en los enunciados<br />

de varios o de un solo sujeto desde el cual cada<br />

uno encarna posiciones ideológicas dialécticas de<br />

“confrontación-asentimiento, afirmación-complemento,<br />

pregunta - respuestas establecidas, desde<br />

luego, no entre palabras, oraciones u otro elementos<br />

de un solo enunciado, sino entre enunciados<br />

enteros.” 3<br />

Es por ello que, inevitablemente, en todo enunciado<br />

o discurso se expresan netamente relaciones<br />

dialógicas en cuanto que al interior de cada<br />

uno encontramos posiciones de sentido respecto<br />

a otro enunciado o discurso ajeno. De esta manera<br />

se logra configurar un diálogo que está siendo<br />

penetrado por “la realidad dialógica” que sólo es posible<br />

dentro <strong>del</strong> enunciado que se reconoce y a la<br />

vez reacciona frente al otro, ya sea para asentir,<br />

criticar, reflexionar o entrar en oposición. En este<br />

diálogo de voces propio de la prosa artística —nos<br />

dice Bajtín— se introduce el plurilingüismo. Al respecto,<br />

Luis Beltrán —apoyado en la concepción<br />

dialógica de la novela de Bajtín y de Voloshinov—<br />

enmarca sus reflexiones sobre el discurso narrativo<br />

(la novela) como el género en el que el escritor<br />

se apropia ya sea explicita e implícitamente<br />

<strong>del</strong> conjunto de palabras ajenas, y “la esencia <strong>del</strong><br />

discurso narrativo apunta a presentar un entramado<br />

de voces.” 4<br />

Dentro de las relaciones dialógicas existen o<br />

se manifiestan especificidades concretas en las<br />

diferentes formas discursivas, constituyéndose lo<br />

18<br />

<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />

pp. 18-26. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537


Óleo de Anne Sexton<br />

(tomado de Quimera N° 137).<br />

que Bajtín denomina<br />

como fenómenos<br />

artísticos discursivos<br />

que —como<br />

se enunció desde<br />

un comienzo—<br />

asoman tras los<br />

enunciados y las<br />

formas <strong>del</strong> lenguaje,<br />

refractando la<br />

pluralidad de voces en actos comunicativos específicos.<br />

Hecha algunas aproximaciones someras sobre<br />

las relaciones dialógicas presentes en los discursos<br />

narrativos, se propone, entonces, pasar al análisis<br />

de cómo operan o se registran los fenómenos<br />

artísticos discursivos en la novela de Germán Espinosa.<br />

Se debe considerar de gran importancia<br />

abordar el estudio de los discursos o enunciados<br />

desde la perspectiva <strong>del</strong> análisis <strong>del</strong> discurso de<br />

Mijaíl Bajtín para la comprensión de la prosa literaria<br />

en tanto que ilumina y examina la pluralidad<br />

esencial de las conciencias enfrentadas como<br />

plenas construcciones ideológicas en el imago<br />

mundi (construcción de un mundo ficcional en la<br />

novela). Este estudio, que exige una lectura cuidadosa<br />

y aplicada sobre el discurso, establecido mediante<br />

relaciones dialógicas como elemento estructurante<br />

<strong>del</strong> corpus narrativo-ficcional, se aleja<br />

irremediablemente <strong>del</strong> contexto reduccionista<br />

de la lingüística y, por ende, <strong>del</strong> enfoque impersonal<br />

<strong>del</strong> material lingüístico y de criterios comunes<br />

donde se indaga el contenido de la novela como<br />

una totalidad sistemática y monológica, menospreciando<br />

la pluralidad de conciencias autónomas<br />

claramente diferenciadas.<br />

Los llamados fenómenos artísticos discursivos<br />

vienen a representar cada uno niveles y direcciones<br />

de intencionalidad que se encuentran potencialmente<br />

en la palabra bivocal —“palabra que se<br />

origina ineludiblemente en las condiciones de la<br />

comunicación dialógica” 5 confrontando ideologías<br />

contrarias y que, por tanto, en ese encuentro de<br />

voces, en definitiva, se logran expresar orientaciones<br />

posibles con<br />

respecto al enunciado.<br />

6 Estos fenómenos<br />

discursivos<br />

son: estilizaciones,<br />

parodia, diálogo, polémica<br />

y relato oral<br />

(skaz).<br />

Bajtín crea una<br />

clasificación de los discursos en donde establece<br />

tres tipologías discursivas con sus variantes correspondientes.<br />

Cada una de estas formas discursivas<br />

será trabajada en su clasificación, ejemplificando<br />

pasajes de La tejedora de coronas que se<br />

adecuan a cada una de las tipologías enumeradas.<br />

Los fenómenos artísticos discursivos son variantes<br />

discursivas que se insertan en los discursos<br />

<strong>del</strong> tercer tipo. Por supuesto que esta clasificación<br />

de los discursos que propone Bajtín y —como el<br />

propio autor lo dice— está lejos “de agotar las posibles<br />

manifestaciones de la palabra bivocal y, en<br />

general, de todas las orientaciones probables con<br />

respecto a la palabra ajena.” 7<br />

El análisis, por tanto, se realizará sobre la base<br />

de la clasificación de los tres tipos de discursos, y<br />

de manera más detenida sobre el tercer discurso,<br />

el cual viene a contener las variantes discursivas<br />

propias de los fenómenos artísticos discursivos: estilización,<br />

parodia y polémica. Se deja por fuera, entonces,<br />

dos fenómenos artísticos: el skaz y el diálogo<br />

oculto. Este último se descarta inicialmente porque<br />

puede presentar grandes analogías con la polémica,<br />

y en la mayoría de los casos citados los<br />

enunciados pueden sonar como polémica oculta o<br />

como un diálogo oculto. 8<br />

Primer discurso:<br />

DISCURSO DIRECTO E INMEDIATO<br />

[El discurso directo e inmediato es el],“Discurso<br />

orientado directamente hacia su objeto en tanto<br />

que expresión de la última instancia interpretativa<br />

<strong>del</strong> hablante.” Bajtín 9<br />

19


Este discurso, según Mijaíl Bajtín, se orienta<br />

hacia una comprensión temática que comunica o<br />

representa en forma objetiva e inmediata un referente.<br />

Aquí aparece la palabra <strong>del</strong> autor que viene<br />

a configurarse como “última instancia de sentido”.<br />

La última instancia de sentido alude a “una<br />

comprensión puramente temática”, y en el campo<br />

literario el autor de una novela sustituye o muda<br />

su voz en las voces de los personajes de la novela,<br />

de ahí que Bajtín afirme que: “la ultima instancia<br />

de sentido —la intención <strong>del</strong> autor— no se realiza<br />

en su palabra directa sino mediante las palabras<br />

ajenas, creadas y distribuidas de una manera determinada”.<br />

10<br />

Ya entrando propiamente al análisis respecto a<br />

los discursos en la novela La tejedora de coronas,<br />

encontramos a lo largo <strong>del</strong> discurso narrativo un<br />

trenzado simultáneo de dos discursos —dos estilos<br />

discursivos superpuestos— en la voz de la narradora-protagonista,<br />

Genoveva Alcocer, en donde,<br />

por una parte, se anima una conciencia de ensoñación<br />

recreada en un discurso de lirismo que cobra<br />

vuelo cuando se abandona a ensoñaciones líricas,<br />

a la intimidad de sus sueños y a la fuerza de<br />

sus premoniciones. Y, por otro lado, animado por<br />

una conciencia lógica-analítica un discurso histórico<br />

filosófico, científico, literario, imbricados<br />

todos dentro de una amplia y detallada documentación.<br />

Estas construcciones discursivas de gran<br />

movilidad temática en el relato de la narradora,<br />

permiten que la voz de Genoveva Alcocer se desplace<br />

desde un asunto interno de su conciencia<br />

(creencias, vigilias, sueños, anhelos) a otro objeto<br />

narrativo de temáticas o categorías científicas, filosóficas<br />

o históricas. El desplazamiento a un tópico<br />

temático determinado, hace que se logre identificar<br />

un enunciado directo-objetivo orientado temáticamente<br />

en tanto última instancia <strong>del</strong> sentido<br />

<strong>del</strong> autor. A través de los diecinueve capítulos<br />

que componen la novela de Germán Espinosa, se<br />

logran estructurar discursos directos e inmediatos<br />

que aluden a ricas referencias en las áreas de<br />

literatura, astronomía, teología, filosofía e historia.<br />

Sin embargo, se puede decir que los discursos<br />

directos e inmediatos llegan en algunos momentos<br />

a sobrepasar su límite de orientación puramente<br />

temática, confiriéndole otro matiz al enunciado<br />

y disminuyendo su orientación original. A su vez,<br />

se puede observar que en la medida en que disminuye<br />

respectivamente la orientación inicial de un<br />

enunciado, aparece o se manifiesta otra nueva<br />

orientación. Veamos el siguiente registro:<br />

En nuestra América Española, el colonizador había<br />

llegado a mezclarse con el aborigen, para dar<br />

nacimiento a una raza mestiza que, en el futuro,<br />

unificaría seguramente los ideales de ambas vertientes.<br />

11<br />

En la cita anterior se puede decir que el enunciado<br />

se elabora desde una orientación objetual<br />

directa (orientación temática), pero esa orientación<br />

objetual directa existe hasta donde se encuentra<br />

la palabra mestiza; a partir de ese momento el<br />

enunciado empieza a ubicarse en otro tipo de discurso.<br />

El enunciado subordinado “que, en el futuro,<br />

unificaría seguramente...” ya no se orienta hacia<br />

una comprensión meramente objetiva, sino que<br />

en el enunciado se expresa una concepción individualmente<br />

caracterizada, de una personaje que<br />

se va definiendo ideológicamente en su modo particular<br />

y crítico de ver y representar el mundo. En<br />

la voz narradora de Genoveva empieza ya a<br />

percibirse un indicio intencional de la palabra ajena,<br />

palabra en tanto que expresión de un peculiar<br />

punto de vista.<br />

En este primer tipo de discurso la palabra o<br />

enunciado posee una única orientación: palabra<br />

que se orienta hacia el objeto <strong>del</strong> discurso. Como<br />

alegato se puede decir que aunque en la novela La<br />

tejedora de coronas existen enunciados temáticos<br />

que se expresan ampliamente en la voz de Genoveva,<br />

se percibe una fuerte movilidad semántica<br />

en el interior de estos enunciados que hace que<br />

penetren otras orientaciones (con claros indicios<br />

de intencionalidad de la palabra ajena), y que, inevitablemente,<br />

se incursione en el tercer tipo de<br />

discurso que permite dilucidar los fenómenos ar-<br />

Escher<br />

20


tísticos discursivos. Al respecto de estos fenómenos<br />

Mijaíl Bajtín dice:<br />

La palabra orientada hacia su objeto entra en ese<br />

medio agitado y tenso desde el punto de vista<br />

dialógico de las palabras, de las valoraciones y<br />

de los acentos ajenos: se entrelaza en complejas<br />

relaciones, se une a algunos, rechaza a otros o se<br />

entrecruza con los demás: todo esto mo<strong>del</strong>a<br />

sustancialmente la palabra. 12<br />

La realidad de la palabra es entrar<br />

en ese intercambio plural de voces, haciéndose<br />

imprescindible, en el intercambio<br />

de diálogos, una práctica viva de<br />

comunicación entre los participantes:<br />

Un real proceso de escucha y respuesta.<br />

Un verdadero descubrimiento de la<br />

conciencia de la palabra.<br />

Segundo discurso:<br />

DISCURSO OBJETIVADO DE LOS PERSONAJES<br />

Este tipo de discurso —según Bajtín— tiene, al<br />

igual que el primero, un significado temático inmediato,<br />

y relaciona, además, tanto el punto de<br />

vista de su objeto como el personaje objeto de una<br />

orientación. Va surgiendo la palabra <strong>del</strong> personaje<br />

como palabra ajena, en tanto percibida como discurso<br />

elaborado <strong>del</strong> objeto de la intención <strong>del</strong> autor,<br />

y no desde el punto de vista de su propia orientación<br />

temática. 13 Se trata pues, en este segundo<br />

tipo de discurso, de caracterizar, por un lado, una<br />

unidad discursiva que esté orientada hacia una<br />

comprensión temática y, por otro lado, caracterizar<br />

otra unidad discursiva que permita definir rasgos<br />

tipificados <strong>del</strong> personaje, y que empiece a existir,<br />

en esta última unidad, la presencia de intencionalidad<br />

<strong>del</strong> autor para ir configurando la palabra<br />

ajena <strong>del</strong> personaje.<br />

Lo anterior significa que si se logra hallar registros<br />

de este segundo tipo de discursos en la novela<br />

de Germán Espinosa, la palabra <strong>del</strong> personaje<br />

Genoveva se construye como objeto de la intención<br />

<strong>del</strong> autor que permite ir caracterizando o<br />

tipificando al personaje, a través de la estructura<br />

discursiva y semántica <strong>del</strong> enunciado, donde se<br />

evidencian rasgos y tendencias principales al interior<br />

<strong>del</strong> discurso, y no como orientación hacia el<br />

otro (palabra ajena).<br />

Por tanto, como no es tarea ni propósito de este<br />

análisis adentrarse en la estructura discursiva y<br />

semántica <strong>del</strong> discursivo <strong>del</strong> personaje Genoveva,<br />

caracterizando lo particular de ese discurso (la palabra<br />

en sí) por considerarlo enormemente limitado,<br />

no se procederá a estudiar registros que<br />

tipifiquen este ángulo de estudio, sino más bien,<br />

como se ha expresado antes, penetrar las posibles<br />

relaciones dialógicas que se establecen con los<br />

otros discursos (la palabra ajena).<br />

Se trata, entonces, de comprender y explicar<br />

las orientaciones posibles de los enunciados<br />

en la novela La tejedora de coronas,<br />

dentro <strong>del</strong> tercer tipo específico de<br />

discurso, ya que en esta tipología discursiva<br />

está comprometida la categoría<br />

conceptual de lo dialógico. En este tercer<br />

tipo de discurso el lenguaje es, esencialmente,<br />

bivocal. En el espacio de lo<br />

dialógico —nos dice Iris M. Zavala— es<br />

donde el “yo” se comunica en una amalgama de<br />

voces que provienen de contextos sociales y orígenes<br />

diversos y —agrega— que somos “nosotros”,<br />

nunca el “yo” individual autónomo. 14<br />

Tercer discurso:<br />

DISCURSO ORIENTADO HACIA EL DISCURSO AJENO.<br />

PALABRA BIVOCAL DE UNA SOLA ORIENTACIÓN<br />

1. Estilización<br />

El relato <strong>del</strong> narrador es análogo a la estilización<br />

en tanto que sustitución estructural <strong>del</strong>a palabra<br />

<strong>del</strong> autor... 15<br />

La estilización incluida en los discursos de tercer<br />

tipo, logra fusionar dos voces (autor-personaje) hacia<br />

un mismo objeto en una suerte de “correspondencia<br />

de sentidos como puntos de vista que se<br />

encuentran reafirmándose recíprocamente”. La<br />

presencia <strong>del</strong> autor dentro de su obra —según<br />

Bajtín— es detectada ya sea en la visión de mundo,<br />

en una opinión, en una atmósfera, en una perspectiva.<br />

En La tejedora de coronas, Genoveva Alcocer expresa<br />

abiertamente, en un soliloquio largo y profundo,<br />

un discurso autorreflexivo que domina todo<br />

el relato, imprimiéndole a éste un fuerte contenido<br />

expresivo. Dentro de ese macrodiscurso <strong>del</strong> personaje-narradora,<br />

se puede decir que se desarrolla<br />

en una doble vía, constituido por dos fuerzas en<br />

pugna: por un lado, un discurso que se orienta temática<br />

y axiológicamente a la libertad de pensamiento<br />

<strong>del</strong> ser humano (simbolizado por la maso-<br />

21


nería), al saber como<br />

representación <strong>del</strong> entorno<br />

cultural francés<br />

(la Ilustración), a la experiencia<br />

<strong>del</strong> cuerpo<br />

placentero. Y por el<br />

otro, la orientación de<br />

enunciados que reaccionan<br />

entrañablemente<br />

hacia el irracional<br />

saqueo de las colonias<br />

americanas, a las<br />

fuerzas opresoras de la<br />

inquisición —discurso<br />

clerical culpabilizador<br />

de los placeres, de las<br />

fuerzas liberadoras de<br />

la vida— cuyo símbolo<br />

está representado por<br />

la bestia negra que deviene en ignorancia, oscuridad,<br />

corrupción, esclavitud. Al respecto, se citan los<br />

siguientes registros:<br />

sería mejor llevar camisola al meterme en la bañera,<br />

pues ir desnuda era un reto al Señor y un rayo<br />

podía muy bien partir en dos la casa”. (p. 9)<br />

[...] su único sueño era hacerse hombre de ciencia<br />

a cualquier costa, ambición casi imposible en esta<br />

ciudad iletrada pero jactanciosa, donde su padre<br />

había tenido que hacerse comerciante y donde la<br />

inquisición campeaba como una inmensa sombra<br />

y donde el diablo parecía retozar en cada rincón.<br />

(p. 13)<br />

El discurso que tematiza sobre asuntos relacionados<br />

con la masonería (orientado a acabar con el<br />

oscurantismo y destruir las tinieblas), la ilustración,<br />

el amor cósmico y el placer erótico, se orientan<br />

en sentido positivo. En el discurso de Genoveva<br />

se percibe “el otro discurso” —el <strong>del</strong> autor— confrontándose<br />

internamente y obligándose a una relación<br />

semántica nueva (valoración de juicios positivos).<br />

“Al penetrar en la palabra ajena (voz de<br />

Genoveva) y al alojarse en ella, el pensamiento<br />

<strong>del</strong> autor —nos dice Bajtín— no entra en conflicto<br />

con dicha palabra, sino que la sigue en su misma<br />

dirección y tan sólo la hace convencional.” 16<br />

[...] pero que paulatinamente se fue imponiendo a<br />

mi inteligencia, porque tenía la virtud, rara aún en<br />

los más avanzados sistemas filosóficos o científicos,<br />

de no dejar nada sin explicación y de suponer<br />

a la postre no sólo un absoluto equilibrio cósmico,<br />

sino un altísimo sentido<br />

de la justicia [...]<br />

pues su divulgación no<br />

traería, a estas alturas<br />

de la historia humana<br />

beneficio alguno a la<br />

sociedad, no preparada<br />

para asimilarla [...]<br />

(p. 141)<br />

Se observa que el<br />

autor le confiere a la<br />

voz de Genoveva (palabra<br />

ajena) una nueva<br />

orientación semántica<br />

en tanto que sirve<br />

a propósitos e intencionalidades<br />

distintas<br />

Cess. Tomada de Metáfora N° 11, 1997.<br />

<strong>del</strong> significado inicial<br />

directo (discurso directo e inmediato). En este discurso<br />

de estilización se destruye el contexto monológico,<br />

en la medida en que la identificación<br />

apreciativa de los dos discursos (el discurso <strong>del</strong><br />

autor y el de Genoveva) aporta un sentido radicalmente<br />

opuesto a la mayoría de discursos que proliferan<br />

en la novela en forma de discurso referido,<br />

lo que significa que es a través de Genoveva que<br />

el autor presenta los registros enunciativos de los<br />

demás personajes.<br />

En este discurso (de una sola orientación) no<br />

aparecen voces opositoras y, por tanto, todo enunciado<br />

con orientaciones opuestas queda reducido<br />

al silencio. Pero en principio, empieza a percibirse<br />

“una mirada de reojo lanzada hacia el otro.”<br />

2. Parodia.<br />

Palabra bivocal de orientación múltiple<br />

En ambos fenómenos artísticos discursivos (estilización<br />

y parodia), empieza a desenmascararse la<br />

voz hegemónica —y a recobrarse otras voces desde<br />

lugares ideológicos diferentes. Indudablemente,<br />

hay en el fondo de estos dos fenómenos artísticos<br />

entrecruzamientos de conciencias —o dicho<br />

de otro modo— huellas verbales de voces opositoras,<br />

relaciones dialógicas que orientan los enunciados<br />

hacia dos núcleos: hacia el destinatario —<br />

oyente o receptor— y hacia el tema <strong>del</strong> enunciado<br />

subvirtiendo la solemnidad <strong>del</strong> discurso monológico<br />

(unidireccional).<br />

En el discurso parodiado, Germán Espinosa habla<br />

a través de Genoveva, pero a diferencia <strong>del</strong> dis-<br />

22


curso estilizado, se introduce, en forma más evidente,<br />

una orientación dialógica interna hacia el<br />

otro. Según Bajtín, en el discurso de la parodia no<br />

existe lo que se podría llamar réplica profunda de<br />

la palabra ajena. No hay dialogismo intenso, por lo<br />

que se evidencia, en esa confrontación de dos voces,<br />

una subestimación de la orientación hacia la<br />

palabra ajena. Sin embargo, como se sabe, prima<br />

“una orientación de sentido opuesto a la orientación<br />

ajena. Presupone, entonces, lo anterior la<br />

existencia de puntos de vista y valoraciones que<br />

se contraponen con hostilidad.<br />

En la novela La tejedora de coronas son muchos<br />

los pasajes donde existe una orientación paródica<br />

hacia ideologías contrarias, representadas la mayoría<br />

de veces por el discurso monológico clerical de<br />

la santa inquisición. Encontramos, frecuentemente,<br />

en la voz de Genoveva, un tono burlesco cuando<br />

sugiere ver a personajes como fray Juan Félix<br />

de Villegas, fray Miguel Echarry, fray Tomás de la<br />

Anunciación, Julio César de Ayala y todo posible interlocutor<br />

ausente o presente que aparece bajo la<br />

nominación genérica de inquisidores. Estos personajes,<br />

que entronizan la palabra ajena como palabra<br />

sancionadora, punitiva, son mostrados en una<br />

especie de escenario de comedia, tipificando sus<br />

rasgos y actitudes con tintes grotescos y revelando<br />

sus intereses en decadencia.<br />

[...] así que déjese de preguntar más pachotadas,<br />

ya sé que la anónima denunciante, a quien bien<br />

me conozco, informó que mi casa atraía los rayos<br />

y centellas <strong>del</strong> cielo, y que ustedes han encontrado<br />

allí, sobre el tejado, un artefacto diabólico [...]<br />

pero no diré más, métanse ese artilugio de<br />

satanklin por sus fondillos sacrosantos, si eso les<br />

complace, y sanseacabó [...] (p. 560)<br />

El discurso de Genoveva al momento de tipificar<br />

los rasgos de los representantes de toda la cáfila<br />

de la inquisición, cuya conciencia está invadida<br />

de los dictámenes de la ideología religiosa cristiana,<br />

llega también a desenmascarar lo absurdo y<br />

anacrónico de sus acciones a través de diferentes<br />

tipos de acentos: mofa, risa, ironía e indignación.<br />

¿Cómo se construyen en últimas esos personajes<br />

a los que Genoveva dirige su discurso parodiado?<br />

Se puede decir que las voces de estos<br />

interlocutores aparecen subordinadas al discurso<br />

de Genoveva. El discurso <strong>del</strong> destinatario de la santa<br />

inquisición es subsumido paródicamente por el<br />

discurso <strong>del</strong> personaje central. En ese sentido, la<br />

construcción de personajes como fray Félix, se<br />

posiciona dentro de la trama novelada como personajes<br />

de cierta intrascendencia, en tanto que<br />

siempre estarán colocados en un segundo plano<br />

(juicios valorativos negativos) con respecto a la mirada<br />

y a la voz de Genoveva.<br />

Genoveva señala su miseria moral, sometiendo<br />

a estos personajes a un proceso de acercamiento<br />

y alejamiento simultáneo. Acercamiento en tanto<br />

que se logra observar su lucha interior, las vivencias<br />

que tratan de ocultar al exterior y alejamiento,<br />

porque se sirve de este fenómeno para degradar<br />

a los personajes, para exponer sus íntimas<br />

miserias salpicadas de ironía, deploración y risa.<br />

3. Polémica interna oculta<br />

En la polémica oculta, la palabra <strong>del</strong> autor está<br />

orientada hacia su objeto, como cualquier otra palabra,<br />

pero cada aserción acerca de su objeto se<br />

estructura de la manera que permite, aparte de su<br />

significado temático, acometer polémicamente en<br />

contra de la palabra ajena con un mismo tema, en<br />

contra de una aserción ajena acerca de un mismo<br />

objeto. 17<br />

En el estilo novelesco que Germán Espinosa propone<br />

en La tejedora de coronas, la orientación de<br />

enunciados se reviste de la palabra polemizada. A<br />

partir <strong>del</strong> encuentro de voces —el yo y el otro— se<br />

confrontan ideologías contrarias. Como ya se ha<br />

explicado —al interior <strong>del</strong> discurso parodiado— la<br />

voz ajena o, lo que es lo mismo, la voz contraria o<br />

la contrapalabra que deviene <strong>del</strong> santo oficio es<br />

rechazada por la voz de Genoveva, quien se procura<br />

una visión más libre de dos temas prohibitorios<br />

<strong>del</strong> santo oficio: la sexualidad y el conocimiento.<br />

A lo largo de toda la obra se pueden <strong>del</strong>imitar<br />

estos dos referentes temáticos: la sexualidad y el<br />

conocimiento. Y es, precisamente, a partir de estas<br />

dos orientaciones temáticas que Genoveva<br />

inicia sus reflexiones y cuestionamientos, entrando<br />

en diálogo crítico con la ideología <strong>del</strong> santo oficio<br />

que representa la esclavitud física y mental de<br />

los pueblos y, en particular, <strong>del</strong> pueblo cartagenero,<br />

que está sumido en una sarta de superchería y<br />

presagios extravagantes con afectaciones<br />

santurronas.<br />

Genoveva se introduce en el mundo de la ciencia;<br />

las barreras América-Europa se rompen y entran<br />

en diálogo, inicialmente con subordinación<br />

23


de lo “indiano” frente a lo “europeo”.<br />

En este diálogo de culturas,<br />

Genoveva va construyendo<br />

una conciencia crítica con respecto<br />

a otros discursos. Discursos<br />

que hablan desde ideologías<br />

antagónicas: el santo tribunal<br />

<strong>del</strong> santo oficio de la inquisición<br />

de Cartagena.<br />

En el macrodiscurso autobiográfico<br />

de Genoveva Alcocer, la<br />

manera como se desarrolla el<br />

diálogo con los representantes<br />

<strong>del</strong> santo oficio se da a través<br />

de la polémica interna. Genoveva se enfrenta con<br />

la palabra ajena <strong>del</strong> clero a través de un discurso<br />

en el que predomina el pensamiento de la ilustración.<br />

personaje narrador central, de<br />

tal manera que el fenómeno comunicativo<br />

se escucha, en la<br />

hilvanación de su relato y desde<br />

una celda condenada a muerte<br />

por el santo tribunal, como forma<br />

dialógica de polémica interna.<br />

[...] pero a ti, Bernabé te debo la<br />

verdad, y es que en mi logia de la<br />

plaza de los jagüeyes jamás se invocó<br />

a Satanás, ni cabalgamos,<br />

como creen el fiscal fray Juan Félix<br />

de Villegas y el torturado don Julio<br />

César de Ayala, sobre diablitos<br />

encarnados en cerdos, sino que tratamos de difundir<br />

la luz de la ilustración, la luz que la gran<br />

logia me ha ordenado irradiar sobre América [...]<br />

(p. 481)<br />

Tomada de Nueva Metáfora N° 1, 1999.<br />

El discurso autobiográfico de Genoveva Alcocer<br />

(una anciana cartagenera que comparece ante el<br />

tribunal <strong>del</strong> santo oficio de la inquisición de<br />

Cartagena acusada de brujería), se estructura<br />

como forma discursiva confesional: en la confesión<br />

se configuran dos conciencias que se superponen:<br />

la <strong>del</strong> yo y el ideal represivo. Se puede decir<br />

que, si bien en el discurso confesionario se busca<br />

que el condenado se autocondene reproduciendo<br />

en sus enunciados la imagen que de sí mismo se<br />

le ha ofrecido, aceptando la expiación o castigo que<br />

se le ha impuesto, como condición para su supuesta<br />

redención, en el caso de Genoveva se subvierte<br />

en su totalidad la orientación inicial de la forma<br />

canónica <strong>del</strong> discurso confesional. Por tanto, la<br />

confesión de Genoveva está muy lejos de darle la<br />

razón a ese yo ideal represivo encarnado en el sujeto<br />

represor (inquisidor).<br />

El discurso de Genoveva está lleno de réplicas<br />

desautorizantes contra ese destinatario genérico<br />

de la santa inquisición que entroniza un poder criminal<br />

y excluyente. La voz de Genoveva reacciona<br />

entrañablemente hacia las otras voces o palabras<br />

ajenas, de forma que contesta atacándolas directamente.<br />

Esta voz de Genoveva surge cuando el<br />

destinatario de su discurso regenta el discurso<br />

monológico de la iglesia.<br />

Pero también, al interior <strong>del</strong> discurso de<br />

Genoveva, se formula la valoración de su persona<br />

por los otros. Genoveva interrumpe sus palabras<br />

con las replicas ajenas imaginadas. Todas las voces<br />

opositoras aparecen subordinadas a la voz <strong>del</strong><br />

LENGUAJE-PENSAMIENTO<br />

Quiza Foucault en la lectura que hace de Nietzsche<br />

sobre el conocimiento (en La verdad y las formas<br />

jurídicas sobre el conocimiento), ayude a Iluminar<br />

la relación entre discurso y conocimiento. Se sabe<br />

que el corpus bajtinano se inscribe dentro de la<br />

relación de enunciado y sociedad. Enunciado en<br />

tanto características discursivas propias de un<br />

sujeto (en la narrativa esos sujetos enunciadores<br />

son los personajes). En una cita que da a conocer<br />

Foucault de Nietzsche, el filósofo alemán dice: “Sólo<br />

comprendemos porque hay como fondo <strong>del</strong> comprender<br />

el juego y la lucha de tres instintos o pasiones:<br />

reír, deplorar y detestar”. 18 Se impone, entonces la<br />

tarea de dialogar a partir de la cita anterior desde<br />

dos presupuestos teóricos: Bajtín-Nietzsche.<br />

Regresando a La tejedora de coronas, la protagonista<br />

Genoveva es un personaje de ficción cuyas<br />

motivaciones profundas son el saber y la constitución<br />

de un mundo mejor.<br />

Ciprano [...] no pensó ni por un instante que iba a<br />

dejar sola en el mundo a una hermana que debería<br />

enfrentar la vida sin otras armas que un vago<br />

ideal altruista o intelectualista inculcado por Federico<br />

[...] (p. 331)<br />

[...] Quizá los más capaces de amar seamos los<br />

más débiles, pero yo al cabo de tanto tiempo, he<br />

desistido de juzgarme débil, porque al fin y al cabo<br />

trascendí mi condición de huérfana solitaria y me<br />

jugué la vida junto a los mejores <strong>del</strong> mundo, creo<br />

24


que nadie podrá reprocharme una sola deslealtad,<br />

pues por amor a mis principios estoy ahora donde<br />

estoy, que no es propiamente en el seno de<br />

Abrahán. (p. 160)<br />

Genoveva propende —desde temprana edad—<br />

por una relación dialógica con el conocimiento. La<br />

forma como se realiza ese intercambio de saberes<br />

y ese acercamiento hacia nuevas maneras de ver<br />

y representar el mundo la obligan a renunciar y a<br />

revaluar valores canónicos, discursos legitimadores<br />

(se burla de ellos, los agrede, los parodia)<br />

no sólo desde el campo religioso sino, incluso, desde<br />

el discurso de la ciencia (la ciencias positivas).<br />

[...] pues según él el universo guardaba muchos<br />

secretos que la sola razón humana no podría tan<br />

fácilmente esclarecer, y para cuyo futuro discernimiento<br />

sería necesaria otra guerra entre la Razón<br />

y la Intuición, es decir, entre la ciencia y la filosofía<br />

[...] ante lo cual decidí preguntarle si, en las<br />

presentes circunstancias, a comienzos <strong>del</strong> siglo<br />

XVIII, así fuera transitoriamente, el partido de la<br />

Diosa Razón, y respondió que sólo en una forma<br />

exterior y convencional, pues en lo más íntimo de<br />

su ser, el hombre de pensamiento debería siempre<br />

preservar su independencia de las corrientes<br />

de la hora y remitirse muy exclusivamente a sus<br />

impulsos profundos, o sea, a su ética individual,<br />

única que podía salvarlo y abrirle los caminos de<br />

un fidedigno conocimiento [...] p. 303<br />

Es precisamente en el acto dialógico que el personaje<br />

Genoveva se abre a nuevos saberes, de ahí<br />

que se pueda decir, en palabras de Iris M. Zavala,<br />

que la “dialogía es una forma cognoscitiva<br />

integradora que interroga las verdades únicas, la<br />

violencia, las totalizaciones, los autoritarismos. No<br />

rompen simplemente con las interpretaciones tradicionales<br />

y canónicas sino que las alteran totalmente.”<br />

Por tanto, el conocimiento deviene<br />

como resultado de la lucha y <strong>del</strong> combate<br />

visceral y racional. La palabra de Genoveva<br />

es palabra hostil sin concesiones de ninguna<br />

clase, aun a sabiendas <strong>del</strong> peligro de<br />

muerte que corre regresando, después de<br />

muchos años a su tierra natal: Cartagena.<br />

Para Nietzsche es, precisamente, en las relaciones<br />

de lucha y de poder —resultado <strong>del</strong> juego de<br />

estos tres instintos y pasiones: reír, deplorar y detestar—<br />

que se asegura acercarse y aprehender la<br />

verdad. No puede, nos dice el filósofo alemán, haber<br />

conocimiento si con respecto a ese objeto que<br />

se desea comprender y aprehender no hay distanciamiento.<br />

Significa lo anterior que debe haber<br />

una voluntad de alejamiento de la persona que permita<br />

destruir toda relación, de acercamiento, de<br />

adecuación y de aprobación per se. “El conocimento<br />

sólo puede ser una violación de las cosas a conocer<br />

y no percepción, reconocimiento, identificación<br />

de o con ellas.” 19<br />

El estudio que realiza Bajtín sobre las relaciones<br />

dialógicas <strong>del</strong> discurso narrativo entra en oposición<br />

con el lenguaje monológico, que a su vez,<br />

se menoscaba por las voces y acentos polifónicos<br />

que surgen en el relato a través de las importantes<br />

orientaciones que toma la palabra ajena: la ironía,<br />

la parodia y la polémica. Estas orientaciones<br />

de la palabra en el discurso literario revelan —al<br />

interior <strong>del</strong> acto comunicativo— un sistema de<br />

evaluaciones en lo social que nutre el pensamiento<br />

y la palabra de los personajes, en tanto pensamiento<br />

y palabra se orientan desmitificados y<br />

contestatariamente hacia el lenguaje canónico.<br />

Obviamente, esta clase de personajes llegan a estar<br />

bien distantes de la manipulación grosera de<br />

un horizonte monológico y unitario. Se comprende<br />

entonces, que las orientaciones señaladas de<br />

la palabra ajena, tienen una fundamental importancia<br />

en tanto discursos que polemizan, ironizan<br />

y parodian las valoraciones y los puntos de vista<br />

de las otras palabras ajenas. En conclusión, estas<br />

orientaciones ponen de manifiesto una lucha o encuentro<br />

hostil de voces.<br />

En el discurso autobiográfico de Genoveva, su<br />

voz acerca de la cultura, acerca de las instituciones<br />

religiosas, acerca, incluso de sí misma, es,<br />

profundamente, dialógica. El discurso esotérico, el<br />

de las ciencias ocultas, el de la ciencia, la literatura,<br />

la historia, la astronomía, el saber <strong>del</strong> pueblo,<br />

articulados todos en la voz de Genoveva, se<br />

reestructuran en una tensa orientación polémica<br />

librada por la protagonista, revelando<br />

un tono de voz indignado, despectivo y obstinadamente<br />

desafiante. Genoveva Alcocer<br />

realiza su proceso de conocimiento distanciándose<br />

enérgicamente <strong>del</strong> discurso oficial<br />

y cuestionando con tonos de burla (risa),<br />

paródicos (deplora) y polémicos (detesta) la autoridad<br />

eclesial.<br />

Queda todavía mucha reflexión para comprender<br />

la relación analógica —si la hubiese— entre<br />

el discurso dialógico narrativo y el conocimiento<br />

desde las concepciones (Bajtín, Nietzsche); de to-<br />

25


das formas, parece necesario seguir estableciendo<br />

ciertas analogías entre el discurso dialógico que<br />

Bajtín estudia, con el conocimiento a que se llega<br />

a partir <strong>del</strong> juego entre reír, deplorar y detestar propuesto<br />

en el corpus nietzschiano.<br />

Finalmente, parece evidente, dentro de la línea<br />

de pensamiento apenas si esbozada en la parte final<br />

de este ensayo, que el acto comunicativo responde<br />

a una búsqueda responsable con la Verdad,<br />

una “búsqueda responsable de conocimiento, entendida<br />

como responsabilidad ética de la praxis colectiva.”<br />

Llegado a este punto, se puede decir que todavía<br />

queda mucho ejercicio de semiosis fina y atenta<br />

para continuar dilucidando posibles relaciones<br />

analógicas entre el discurso dialógico y la formas<br />

de cómo se llega a construir saber.<br />

NOTAS<br />

1<br />

Se puede decir que la palabra ajena en Bajtín es una<br />

noción dinámica, en la cual se establecen relaciones entre<br />

enunciados; es decir, todo enunciado implica la posibilidad<br />

de ser contestado desde algún lugar ideológico. Todo<br />

enunciado, en últimas, se encuentra en una situación<br />

comunicativa específica con otros enunciados ajenos o palabras<br />

ajenas, donde, a partir de ese fluir comunicativo<br />

que se genera, la palabra entra en relación con la ajena, ya<br />

sea para asentir, reformular, falsear o refractarse. De ahí<br />

que podamos decir que la palabra al estar en interrelación<br />

con otras palabras ajenas, siempre tendrá en cuenta las<br />

posibles apreciaciones y orientaciones de los enunciados<br />

ajenos. En palabras de Iris M. Zavala, la palabra ajena está<br />

llena de ecos de los enunciados de otros.<br />

2<br />

Sobre las relaciones dialógicas (escritas o habladas,)<br />

Bajtin expresa que pueden existir relaciones dialógicas no<br />

sólo entre enunciados ajenos, sino también al interior de<br />

un solo enunciado. (Un enunciado puede estar constituido<br />

en su estructura interna por varias voces. Remítase al análisis<br />

que hace Bajtin en varios de los discursos de los personajes<br />

de Dostoievski. En: Problemas de la poética de<br />

Dostoievski. Fondo de Cultura Económica: Bogotá, 1993.<br />

3<br />

Bajtin, Mijail M. Problemas de la poética de Dostoievski.<br />

Bogotá: Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 263.<br />

4<br />

Según Luis Beltrán Almería (Palabras transparentes,<br />

1992) el análisis de los enunciados en la novela debe orientarse<br />

en la misma perspectiva teórica de los trabajos desarrollados<br />

por Mijail Bajtin y Voloshinov, ya que aportan<br />

sólidas reflexiones sobre el lenguaje, propugnando por una<br />

verdadera interpretación dialéctica de los enunciados como<br />

prácticas efectivas de interacción social que dista enormemente<br />

de la concepción estructuralista actual de la novela.<br />

5<br />

Bajtin, op. cit. p. 258.<br />

6<br />

Para Bajtin existe, al interior de todo enunciado o<br />

discurso, una confrontación entre la palabra propia y la<br />

palabra ajena. Sin embargo, intentar diferenciar con suficiente<br />

claridad conceptos como el de discurso y enunciado<br />

en Bajtín es casi imposible. Cito a Bajtín: “Las relaciones<br />

lógicas y temático-semánticas, para ser dialógicas, [...] han<br />

de formar parte de otra esfera <strong>del</strong> ser, llegar a ser discurso,<br />

esto es enunciado.” Para Foulcault, la distinción entre discurso<br />

y enunciado queda bien establecida: el discurso como<br />

totalidad de sentido lo constituyen enunciados, que vienen<br />

a configurarse como eslabón-unidad en la cadena<br />

discursiva.<br />

7<br />

Cfr. op. cit. p. 277.<br />

8<br />

Según Luis Beltrán, siendo de gran importancia el<br />

diálogo en el discurso narrativo, como unidad compositiva,<br />

no ha merecido especial atención entre los estudios realizados<br />

en estas disciplinas.<br />

9<br />

Bajtin, op. cit. p. 262.<br />

10<br />

Ídem.<br />

11<br />

Espinosa, Germán. La tejedora de coronas. Bogotá: Alfaguara,<br />

1982, p. 308.<br />

12<br />

Bajtin, Mijail M. Teoría y estética de la novela. Trad.<br />

Helena Kriukova y Vicente Cazcarra. Madrid: Taurus, 1989,<br />

p. 94.<br />

13<br />

Bajtin. Problemas de la poética de Dostoievski, p. 261.<br />

14<br />

Zavala, Iris M. La posmodernidad y Mijail Bajtin. Una<br />

poética dialógica. España: Espasa-Calpe, 1991, p. 58.<br />

15<br />

Ibíd., p. 265.<br />

16<br />

Para Bajtin la palabra se hace convencional cuando<br />

sirve a otros propósitos <strong>del</strong> significado inicial directo<br />

(univocal), confiriéndole a la palabra inicial una nueva orientación<br />

semántica. La palabra convencional es bivocal en<br />

tanto que en la palabra aparecen dos orientaciones de sentido:<br />

hacia el discurso temático y hacia la palabra ajena.<br />

17<br />

Ibíd., p. 273.<br />

18<br />

Foucault, Michel. La verdad y las formas jurídicas. Barcelona:<br />

Gedisa, 1991, p. 26.<br />

19<br />

Ibíd., p. 24.<br />

26


La desaparición de Isla Verde<br />

UN DESASTRE ECOLÓGICO DEL SIGLO XX<br />

EN EL CARIBE COLOMBIANO<br />

Helkin Alberto Núñez Cabarcas*<br />

La protección de la bahía está en los depósitos de<br />

sedimentos entre Sabanilla e Isla Verde, los cuales<br />

pueden ser considerados como un rompeolas<br />

hecho por la naturaleza con taludes de muy suave<br />

inclinación y que se apoya en la costa con una<br />

base de más de cinco kilómetros<br />

entre Sabanilla y Punta<br />

Nisperal. J. Berger.<br />

Dentro <strong>del</strong> proceso degenerativo<br />

al que se ve sometido constantemente<br />

nuestro entorno natural<br />

y geográfico, debido a las modificaciones<br />

que efectúa el individuo<br />

en su interacción con la<br />

naturaleza, existen algunas circunstancias<br />

que justifican las<br />

diversas transformaciones que<br />

el ecosistema ha soportado por<br />

la acción <strong>del</strong> mismo hombre.<br />

Uno de los episodios más fehacientes<br />

relacionado con dichas<br />

modificaciones en Colombia,<br />

que tuvo como marco una<br />

parte de nuestra Costa Caribe,<br />

entre 1945-1960, fue la desaparición<br />

paulatina de una porción<br />

o faja de tierra que, en forma de tajamar natural, se<br />

encontraba localizada en la denominada bahía de<br />

Sabanilla, muy próxima a Barranquilla, capital <strong>del</strong><br />

departamento <strong>del</strong> Atlántico.<br />

*Nacido en Puerto Colombia, 1964. Licenciado en Educación<br />

con énfasis en Ciencias Sociales y Económicas, y<br />

Técnico en conservación preventiva de documentos, actualmente<br />

es funcionario <strong>del</strong> Archivo Histórico <strong>del</strong> Atlántico.<br />

Isla Verde en la bahía de Sabanilla.<br />

La condición natural que ofrecían estas costas<br />

de aluviones, ayudó a fortalecer el calado y buen<br />

funcionamiento de un puerto marítimo que tenía<br />

como escenario el legendario muelle de Puerto Colombia,<br />

a través <strong>del</strong> cual, a partir de 1888, el mundo<br />

logró entrar a este país<br />

sin ninguna restricción,<br />

siendo puerto obligado de<br />

grandes transacciones comerciales<br />

y marítimas.<br />

¿QUÉ ERA ISLA VERDE?<br />

Isla Verde era un brazo peninsular<br />

que protegió por<br />

muchos años la bahía de<br />

Sabanilla, cuyas orillas<br />

costeras localizadas entre<br />

Salgar y Puerto Colombia<br />

eran las más plácidas y<br />

tranquilas de la Costa <strong>Norte</strong><br />

colombiana. Esta faja<br />

costera era reforzada periódicamente<br />

por las continuas<br />

corrientes marinas<br />

que depositaban gran parte<br />

de la sedimentación <strong>del</strong><br />

río Magdalena, pero por trabajos<br />

ejecutados a mediados de 1923 en a<strong>del</strong>anto<br />

de los intentos de apertura de Bocas de Ceniza, se<br />

recomendó para su habilitación la ejecución de<br />

unos tajamares a lado y lado <strong>del</strong> cauce <strong>del</strong> importante<br />

río. De esta manera, la isla fue desapareciendo<br />

lentamente <strong>del</strong> litoral Caribe. Su desintegración<br />

definitiva fue precipitada por perforaciones<br />

petrolíferas realizadas entre los años 1947-48.<br />

<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />

pp. 27-33. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537<br />

27


Esta parte occidental déltica <strong>del</strong> río Magdalena<br />

tenía una serie de brazos y bocas que servían de<br />

comunicación obligada, por ser éstos unos canales<br />

o brazos muy caudalosos en diversas épocas <strong>del</strong> año.<br />

Se destacaban los brazos de la Culebra y Mayor <strong>del</strong><br />

Río, y bocas tales como Grande (1780), de Ceniza<br />

(1827), y de Salan (1870). El canal de mayor importancia<br />

era el de la Piña, que en época de creciente<br />

navegabilidad era esencial para el río y la ciudad<br />

de Barranquilla. Este canal fue tan importante que<br />

se consolidó una empresa para su administración<br />

denominada “Compañía <strong>del</strong> Canal de la Piña”. 1<br />

GÉNESIS, FORMACIÓN Y ESTRUCTURA<br />

Con el transcurrir de los años y dada la enorme<br />

cantidad de sedimento que acarreaba periódicamente<br />

el río Magdalena, una vez depositado en el<br />

mar, este detritus era conducido a todo lo largo <strong>del</strong><br />

litoral por acción de las corrientes marinas y la<br />

ayuda de los vientos de N-NE, durante algunos períodos<br />

<strong>del</strong> año.<br />

Esta condición ayudó mucho a la acumulación<br />

periódica de tales sedimentos, que se consolidaron<br />

con la ayuda de troncos y ramas de árboles<br />

desprendidos de las márgenes <strong>del</strong> río. Esto dio origen<br />

a la formación de fajas angostas que, unidas<br />

entre sí, en forma sucesiva contribuyeron a la aparición<br />

de Isla Verde y otras estrechas lenguas de<br />

tierra en la parte occidental de Bocas de Ceniza.<br />

Arr.: Plano <strong>del</strong> canal de la Piña.<br />

Ab.: Sedimentación en la bahía de Puerto Colombia.<br />

Esta faja de tierra denominada Isla Verde, estaba<br />

acompañada de varias porciones de tierra<br />

anexas y comunicadas entre sí por una serie de<br />

canales y bancos areniscos, los cuales sirvieron<br />

por muchos lustros como medios de comunicación<br />

con el río Magdalena. Entre éstas encontramos Isla<br />

Sabanilla, Punta Belillo, Isla <strong>del</strong> Medio e Isla Carpintero;<br />

estas formaciones aluviales conformarían<br />

con el transcurrir <strong>del</strong> tiempo un rompeolas natural<br />

que serviría más tarde para mantener un calado<br />

estable en el puerto marítimo de Puerto Colombia,<br />

localizado en la bahía de Sabanilla, y habilitar también<br />

una de las mejores playas de este litoral.<br />

Los indicios cartográficos de la zona descrita anteriormente,<br />

fueron consignados en los primeros<br />

estudios de levantamiento que aparecieron a mediados<br />

de 1595 en el mapa elaborado por Cornelius<br />

Wyttlet, donde identifica la zona en formación con<br />

el nombre de Ys d’Arenas. Este mapa fue trazado<br />

sin líneas de rumbo ni rosa de los vientos, por tratarse<br />

de una carta terrestre.<br />

Para el año de 1633, el cartógrafo oficial holandés<br />

Hessel Gerritsz demarca en su muestra cartográfica<br />

una isla dentro de la desembocadura <strong>del</strong><br />

río Magdalena, y la registra con el nombre de Verde.<br />

También ratifica las Ys d’Arenas. Caso contrario<br />

ocurrió en el año de 1701 con Herman Moll,<br />

cartógrafo británico que hizo por primera vez una<br />

impresión en Londres, e identificó esta zona con<br />

el nombre de I. Verte.<br />

En 1787, Juan López en su mapa de la provincia<br />

de Cartagena, muestra que el río desaguaba<br />

en cuatro bocas, evidenciando que la formación<br />

28


déltica se definía y establecía con características<br />

de asentamiento de tierras de aluviones.<br />

En la Carta de Humbolt 2 se aprecia la formación<br />

déltica y también el cegamiento de algunos<br />

canales de comunicación, lo que comprueba que<br />

las aguas <strong>del</strong> río Magdalena van al mar por dos<br />

canales, divididos por la Isla de los Gómez.<br />

Finalmente, en el año de 1811 el sabio Francisco<br />

José de Caldas, capitán de ingenieros cosmógrafos<br />

<strong>del</strong> Estado y director <strong>del</strong> Observatorio Astronómico<br />

de Santafé de Bogotá, elabora un mapa<br />

sobre la región déltica <strong>del</strong> río Magdalena y ratifica<br />

Isla Verde con sus anexidades.<br />

Con la presencia, el 17 de enero de 1824, en la<br />

bahía de Sabanilla <strong>del</strong> derrotero “Fi<strong>del</strong>idad”, se logra<br />

registrar su desplazamiento sobre las barras<br />

de la desembocadura <strong>del</strong> río Magdalena. Se levantó<br />

un mapa que muestra algunas islas en formación<br />

y parte <strong>del</strong> litoral. Es importante resaltar las<br />

anotaciones hechas ahí relacionadas con Isla Verde,<br />

destacando que en su parte sudoeste existe un<br />

buen anclaje de siete brazas de agua llamado Puerto<br />

Bella Isla, y además se afirma que hay pescados<br />

y ostras en abundancia; todo esta parte en el mapa<br />

está identificada como banco de ostras. 3<br />

Por último, el ingeniero civil John May levanta<br />

un plano particular <strong>del</strong> canal de la Piña, que es<br />

copiado en Bogotá por Manuel Peña en 1853; allí<br />

se representa el área de la desembocadura <strong>del</strong> río<br />

Magdalena, las diversas ciénagas, pantanos, brazos,<br />

islas, zona de manglares, y los centros poblados<br />

de Sabanilla, Barranquilla, La Playa y<br />

Camacho. 4<br />

Es aquí, en este entorno, donde se intenta habilitar<br />

un puerto alterno, denominado de Belillo,<br />

en el que los mismos efectos de las corrientes<br />

marinas levantan los primeros tramos de una línea<br />

férrea que comunicaba con tierra firme, justificando<br />

el argumento de Cisneros en cuanto a<br />

que el puerto en dicha zona no reunía las condiciones<br />

de perpetuidad para su explotación.<br />

De ahí sigue un capítulo muy interesante referenciado<br />

en cumplirle al gobierno nacional, ya que<br />

desde la convención constituyente <strong>del</strong> Estado Soberano<br />

de Bolívar, con su ley 4 de mayo de 1865,<br />

nadie aseguraba un ferrocarril y mucho menos líneas<br />

férrea con muelle y puerto marítimo. El resto<br />

es de Cisneros.<br />

Mapa de Tomás Cipriano de Mosquera<br />

TENENCIA DE LA TIERRA<br />

Esta parte de la ribera occidental formaba “unos<br />

grandes playones que con el tiempo fueron identificados<br />

con el nombre de Villalón y San Nicolás, y<br />

eran bañados por las aguas <strong>del</strong> río y abonados en<br />

grande escala por crecientes periódicas, se habían<br />

llenado de abundantísimos pastos naturales”. 5 Estas<br />

partes de tierras fueron adjudicadas por el rey<br />

de España para el uso común <strong>del</strong> vecindario y para<br />

el pasto y abrevadero <strong>del</strong> ganado, por intervención<br />

de don Juan Bautista Barimonde y Taboada. 6<br />

El primer propietario <strong>del</strong> que se tiene noticia,<br />

fue don Lorenzo Téllez, quien era residente de la<br />

ciudad y vecino <strong>del</strong> sitio de San Nicolás de las Barranquilla.<br />

7 El terreno adjudicado a este señor comprendía<br />

aproximadamente dos leguas de longitud,<br />

y de latitud aproximada de 16 a 20 varas.<br />

Para esta época, tales islas eran manglares<br />

anegadizos con una grande ciénaga o laguna. 8 Este<br />

señor, en su petición entregada en Cartagena el<br />

día 16 de febrero de 1744, 9 aseguraba al auditor<br />

pagarle a su majestad la cuota requerida, ya que<br />

estas tierras eran las óptimas para el pastoreo de<br />

su ganado. 10 Años más tarde, esta posesión llega a<br />

manos de la señora Ana Güell de Núñez, y en el<br />

año de 1886 pasa a poder de su esposo el señor<br />

Joaquín Núñez García. 11<br />

Ya para la primera década <strong>del</strong> siglo XX, se logra<br />

establecer la Estación Sanitaria <strong>del</strong> Puerto Marítimo<br />

de Puerto Colombia sobre un terreno cuya<br />

área total era de 50.000 metros cuadrados. Las edificaciones,<br />

que ocupaban solamente 15.320 metros<br />

cuadrados, cumplían con lo pactado en los es-<br />

29


tudios de planos y edificaciones realizados por la<br />

Junta Central de Higiene y la Junta de Higiene<br />

<strong>del</strong> Atlántico.<br />

En dicha área, donde se logró construir ocho edificaciones,<br />

se instaló un semáforo para las comunicaciones<br />

con los buques que llegaban a la bahía,<br />

línea telefónica al resguardo de Puerto Colombia y<br />

un depósito de agua con sus filtros y bombas; también<br />

disponían de una buena planta eléctrica para<br />

el alumbrado de todas las dependencias. 12<br />

Gaspard Theodore Mollien en su viaje por la<br />

República de Colombia en 1823, registró en sus<br />

escritos lo siguiente: “Los grandes bosques, en los<br />

que solo algunas flores rompen de vez en cuando<br />

la monótona uniformidad, no tiene nada de pintoresco.<br />

Con la proximidad <strong>del</strong> Magdalena, las perspectivas<br />

son más rientes; el terreno no está constituido<br />

por el árido gris, que hace tan triste el camino<br />

de Cartagena a Barranco” 13 , describe además<br />

que “las tierras de aluvión parecen invitar a los habitantes<br />

a cultivarlas con más esmero; la vegetación,<br />

con la humedad, se muestra más lozana y el ganado<br />

está más gordo y se multiplica más y mejor.”<br />

Toda esta zona déltica, para tales años, se comunicaba<br />

entre sí, formando islas y lagunas<br />

laberínticas. Además, la principal causa de<br />

cesamientos de estos caños era los grandes<br />

taruyales, o denominadas masas flotantes de vegetación,<br />

las cuales provocaban sedimentación en<br />

los canales de comunicación.<br />

Este proceso era definitivo al bajar la creciente.<br />

Desde el mismo momento de su formación, los<br />

desagües cambiaban constantemente y se cegaban,<br />

generando confusión entre los navegantes y<br />

cartógrafos.<br />

VEGETACIÓN<br />

Esta zona, por estar próxima a las Bocas de Ceniza,<br />

estaba cubierta de vastos y tupidos manglares que<br />

cubrían varios kilómetros, y bordeaban varios caños<br />

laterales, como el Brazo de la Culebra y el Caño<br />

de la Piña; se destacaban varias especies de manglares<br />

como el mangle colorado (Rhizophorz mangle)<br />

el mangle salado (Aviccenia nitida), Laguncularia<br />

racemosa; en la parte de formación arenosa existían<br />

especies tales como el manzanillo (Hippomane<br />

mancinella) el cual era muy tóxico. Su extensa vegetación<br />

la complementaban montes espinosos que<br />

alcanzaban una altura promedio de 3 a 5 m, además<br />

vegetación de plantas halófilas, como Batís<br />

maritima y Sesuvium portulacastrum.<br />

Este tipo de formación vegetal propia de las ensenadas<br />

y lagunas tropicales, estaba además constituido<br />

por matorrales que se dispersaban de una<br />

manera extensiva. Esta vegetación también sufrió<br />

los embates que modificaron la permanencia de la<br />

isla: “Los manglares hoy han desaparecido casi por<br />

completo y solo quedan en esos parajes millares de<br />

troncos escuetos, con vestigios de la vegetación primitiva.<br />

La causa de esta alteración ecológica es, al<br />

parecer, atribuible a la obra indirecta <strong>del</strong> hombre;<br />

en efecto, la construcción <strong>del</strong> dique de piedra, que<br />

se extiende por toda la orilla <strong>del</strong> río Magdalena desde<br />

muy cerca de Las Flores hasta rematar en el<br />

malecón o tajamar occidental de las Bocas, cerró<br />

por completo el paso de las aguas hacia los esteros.” 14<br />

PAULATINO DETERIORO<br />

Los constantes desplazamientos de arena en la<br />

bahía de Sabanilla ocurridos en la década de los<br />

50s, han sido la única causa que explica por si<br />

sola la desaparición de esta porción de tierra que,<br />

por espacio de muchos años, conformaba la zona<br />

déltica occidental <strong>del</strong> río Magdalena. Prueba de ello<br />

es que existen algunas dunas frente a Puerto Colombia<br />

que son hasta el momento los testigos perpetuos<br />

<strong>del</strong> desplazamiento de la barra de arena<br />

como se la conoció últimamente.<br />

Muchas fueron las causas que obligaron desaparecer,<br />

en una forma lenta pero contundente,<br />

esta faja de arena localizada al occidente de Bocas<br />

de Ceniza. Los primeros acontecimientos, que datan<br />

de los años 1922-23, justifican que por primera<br />

vez Isla Verde sufre los embates de las corrientes<br />

marinas y los fuertes vientos: “El faro situado<br />

en Isla Verde, que en 1922 estaba casi en el centro<br />

de la isla, está hoy ya entre el agua.” 15 Fue así como<br />

se removió una faja de terreno sedimentario de<br />

aproximadamente 400 metros; como consecuencia<br />

de lo anterior, apareció una nueva faja angosta<br />

de tierra que se denominó Isla Nueva.<br />

Pero lo más paradójico es que el gobierno celebró<br />

un contrato con la Casa Julius Berger Tf de Berlín<br />

en mayo de 1914, para que estudiara las obras<br />

necesarias en Bocas de Ceniza y Barranquilla y al<br />

mismo tiempo elaborara un estudio referente a la<br />

defensa de la bahía de Puerto Colombia en 1923.<br />

30


I.: Bocas de Ceniza.<br />

D.:Plano general<br />

de la desembocadura <strong>del</strong> río Magdalena.<br />

La principal causa de todo lo ocurrido, según el<br />

Informe Berger, fue el período de sequía que imperó<br />

ese año; asimismo, las escasas lluvias y el incremento<br />

de los vientos <strong>del</strong> N-NE, hicieron que el río<br />

Magdalena acarreara menos sedimentos hacia su<br />

zona déltica.<br />

Es indudable que estas modificaciones naturales<br />

no alteraron su desaparición. Inclusive, aparecieron<br />

otros bancos de arena que ayudaron a afianzar<br />

esta parte <strong>del</strong> litoral por espacio de muchos años,<br />

hasta que las obras de Bocas de Ceniza justificaran<br />

nuevos cambios en esta parte <strong>del</strong> Litoral Caribe.<br />

LAS OBRAS DE BOCAS DE CENIZA<br />

Fueron muy sabias aquellas palabras: “A veces me<br />

provoca no decir una palabra sobre el puerto, pues<br />

en Barranquilla se han dado a la tarea de acabar<br />

con este puerto, antes de que realmente lo sea,<br />

sin considerar el mal que hacen, porque el gobierno<br />

si creyera tales exageraciones, no haría los gastos<br />

que son de rigor para el servicio <strong>del</strong> puerto. No<br />

falta en Barranquilla quien me considere enemigo<br />

de Bocas de Ceniza; para ello, no me obligará<br />

decir mentiras.” 16<br />

Los trabajos realizados por la firma Ulen y Cía.<br />

para el encauzamiento <strong>del</strong> río, comenzaron a mediados<br />

de 1925. Estas modificaciones en su desembocadura,<br />

afectaron directamente la existencia<br />

de las islas en mención.<br />

Estos enrocamientos fueron decisivos para que<br />

las corrientes marinas sufrieran una serie de cambios.<br />

De esta manera, el acarreo de arena que progresivamente<br />

era usual, se alejaba de los bancos<br />

de arena existentes; de ahí el debilitamiento en<br />

las bases de Isla Verde y su paulatino deterioro.<br />

Evidentemente, los trabajos iniciados en agosto<br />

de 1925, por la firma Black McKeney and<br />

Stewart, los cuales serían suspendidos a mediados<br />

de 1930, afectaron la zona costera en forma<br />

tan directa que ocasionaron en esta parte <strong>del</strong> litoral<br />

fuertes arremetidas <strong>del</strong> mar devastadoras para<br />

la población de Salgar. En especial, se recuerda<br />

aquella noche de septiembre, en la década de los<br />

veintes, bautizada por los abuelos como “la catástrofe<br />

de Salgar”. 17<br />

Fue enorme el aporte sedimentario, que obstruyó<br />

lo poco que quedaba <strong>del</strong> tramo de la vía férrea,<br />

y derribó cercas y varios ranchos.<br />

En una segunda oportunidad, esta población<br />

sufrió otra arremetida <strong>del</strong> mar el 11 de junio de<br />

1951. Dado que la flecha litoral de Isla Verde era<br />

31


“En esta magnífica gráfica se<br />

puede observar el estado en que<br />

se encuentra el balneario de<br />

Puerto Colombia, a pesar de las<br />

mil promesas oficiales. Los<br />

ingenieros, los funcionarios<br />

oficiales, anuncian planes<br />

maravillosos; el esfuerzo de los<br />

habitantes <strong>del</strong> Puerto se ahogan<br />

en medio de la falta de ayuda<br />

oficial. Y, mientras tanto,<br />

Puerto Colombia sigue convertido<br />

en un banco de arena.<br />

¿Hasta cuándo?” Nota<br />

periodística de Diario <strong>del</strong> Caribe,<br />

marzo 15 de 1970.<br />

muy angosta en ese sector, el fuerte mar de leva<br />

de aquel día arrasó por completo la flecha litoral,<br />

que quedó muy debilitada, y ayudó a que quedara<br />

aún más cerca de la población de Salgar, parte de<br />

Pradomar y Puerto Colombia. La magnitud de dicho<br />

fenómeno fue registrada de la siguiente manera:<br />

“Salgar, el floreciente corregimiento de Puerto<br />

Colombia, fue ayer teatro de un fenómeno de la<br />

naturaleza, muy común en las regiones costaneras<br />

<strong>del</strong> Caribe; el mar embravecido, rebelde y rugiente,<br />

desencadenó con furia sus olas contra las<br />

planas arenas de un puerto sin defensa.” 18<br />

Paulatinamente, la faja de tierra se establece<br />

y modifica su recorrido. Es a mediados de 1954<br />

cuando las sucesivas arremetida <strong>del</strong> mar contra<br />

el litoral se hacen más notorias. Y con la ruptura<br />

casi total de lo que quedaba de la isla en su parte<br />

angosta, acompañada de sucesivas perforaciones<br />

que la compañía Ulen hizo en dicha faja litoral, se<br />

ocasiona el acercamiento lento de la isla, perpetuada<br />

por espacio de muchos años alrededor <strong>del</strong><br />

viejo muelle de Puerto Colombia, formando unas<br />

extensas dunas y creando suficiente playa entre<br />

población y mar.<br />

“La bahía de Puerto Colombia estuvo durante<br />

muchos años protegida por la Isla Verde, que se<br />

mantenía, no obstante el arrastre de arena hacía el<br />

occidente, por la adición de arena proveniente <strong>del</strong><br />

oriente, arrastrada también por los vientos alisios,<br />

a lo largo de la costa [...] Los deslizamientos submarinos<br />

frente a Bocas de Ceniza dieron lugar a una<br />

enorme garganta, donde hasta 1953 se depositaron<br />

las arenas arrastradas por el Río Magdalena y las<br />

provenientes <strong>del</strong> oriente por arrastre a lo largo de la<br />

costa. Esto restó el suministro de arena a Isla Verde<br />

la cual fue paulatinamente erosionada.” 19<br />

El desespero por las arremetidas <strong>del</strong> mar en esta<br />

zona <strong>del</strong> Litoral Caribe, obliga a establecer en Puerto<br />

Colombia una Junta Pro-Defensa de Puerto Colombia,<br />

la que acordó como única solución espolones<br />

de piedra y materiales fuertes. 20<br />

Fuentes gubernamentales eran testigos <strong>del</strong> proceso<br />

degenerativo de aquel brazo peninsular protector<br />

de la bahía de Sabanilla. Aquella barrera<br />

reforzada periódicamente por los sedimentos <strong>del</strong><br />

Magdalena desaparecía lentamente; pero era una<br />

realidad, el cambio de la prolongación de la desembocadura<br />

<strong>del</strong> río kilómetro y medio ayudó en la<br />

desaparición de esta isla denominada Verde.<br />

“El refuerzo de la isla no se hacía ya que las corrientes<br />

habían cambiado y la sedimentación entonces<br />

pasaba por arriba, todo este fenómeno fue lo<br />

que debilitó esta faja de tierra y fue acompañada de<br />

perforaciones petrolíferas por los años de 1947-48,<br />

fue esto lo más aceptado para la desintegración paulatina<br />

de esta faja de tierra, determinada por las<br />

corrientes marinas, hoy en día esta isla se encuentra<br />

en la parte intermedia <strong>del</strong> muelle tornándose<br />

muy sólida y debilitada por la parte de Pradomar.” 21<br />

Por recomendaciones <strong>del</strong> ingeniero hidráulico<br />

Joseph Caldwel, 22 hechas a mediados <strong>del</strong> mes de<br />

octubre de 1953, se habilitan varios rompeolas o<br />

tajamares con el fin de contrarrestar las fuertes<br />

corrientes y proteger la costa afectada.<br />

Nuestra costa no volvió a ser la misma. Las envidiables<br />

playas con que gozaba este balneario y<br />

puerto marítimo nunca fueron estabilizadas. Proyectos<br />

de rehabilitación de playas y costas hay por<br />

montones, pero ninguno ha logrado el efecto deseado.<br />

Esta faja costanera hoy en día tiene a su<br />

32


alrededor y en línea recta demostrar sus espigas<br />

de arena que logran desprenderse de Pradomar.<br />

Sigue acompañada de acantilados en donde lo predominante<br />

es el borde rocoso, seguido de playas y<br />

espigas a todo lo largo de la zona litoral, predominando<br />

las barras de arena y lagunas elongadas. 23<br />

Estas playas actualmente siguen sin habilitarse<br />

por el hecho mismo de estar a merced de fuertes<br />

corrientes marinas, y por ello, todo el efecto <strong>del</strong><br />

arrastre que hace el caudaloso río Magdalena durante<br />

su recorrido, queda depositado en estos kilometrajes<br />

de playa.<br />

Por sus características geomorfológicas, estas<br />

costas se ubican como erosivas en un alto porcentaje,<br />

y dada la amenaza cíclica y sus cambios tan<br />

nocivos la degradación en la costa es irreversible<br />

y de futuro incierto.<br />

Por ello, el desastre ecológico mayor registrado<br />

en esta isla, desaparecida en un 90%, marca la<br />

reflexión para que en futuras obras de gran expectativa,<br />

se logre diseñar estrategias de contingencias<br />

sólidas, y de una vez no modificar algo natural<br />

por algo peor.<br />

NOTAS<br />

1<br />

Archivo Histórico <strong>del</strong> Atlántico, Escritura Pública #<br />

117 de 18<strong>69</strong> de la Notaría Primera <strong>del</strong> Circuito de Barranquilla.<br />

Aquí se registra la “venta que se le hace al Señor<br />

Alejandro Díaz Granados, con poder especial <strong>del</strong> señor Nicolás<br />

Pereira Gamboa, para adquirir los derechos y acciones<br />

que le correspondían en la Compañía <strong>del</strong> Canal de la<br />

Piña a favor de los señores Santo Domingo y Jimeno por la<br />

cantidad de $1.000.”<br />

2<br />

Mapa <strong>del</strong> río Magdalena referenciado, de la latitud<br />

4°N hasta la desembocadura. Año de 1801-1814.<br />

3<br />

Mapa elaborado en 1824 por el piloto cartógrafo de la<br />

fragata “Fi<strong>del</strong>idad”, que representa el sector comprendido<br />

entre el río Magdalena y la población de Sabanilla, con las<br />

diferentes bocas, brazos, islas, caseríos, caminos, profundidades<br />

<strong>del</strong> mar, cauce de la costa, rosa de los vientos,<br />

toponimia e información cartográfica, áreas de abastecimiento<br />

y recursos pesqueros.<br />

4<br />

Este trabajo fue ordenado por el gobierno de la Nueva<br />

Granada al ingeniero May con el fin de adecuar la navegación<br />

en el sector de la desembocadura <strong>del</strong> río Magdalena<br />

en el mar Caribe y adaptar a Sabanilla como puerto fluvial<br />

y marítimo, preocupación que luego se trasladó a Barranquilla<br />

con las obras de Bocas de Ceniza.<br />

5<br />

VERGARA, José Ramón, BAENA, Fernando, Barranquilla:<br />

su pasado y su presente, 2ª ed. Barranquilla, p. 7.<br />

6<br />

Era el electo oidor de la Real Audiencia de Panamá,<br />

que era, además, Juez Privativo y particulares para poner<br />

cobros a todas las cantidades que se estuvieran debiendo a<br />

su majestad.<br />

7<br />

Don Lorenzo Téllez, presentó petición de dichas islas<br />

el día 20 de noviembre de 1736, aduciendo que “Respecto a<br />

hallarse en las Bocas <strong>del</strong> río de la Magdalena en la costa<br />

de la mar haciendo frente con la guardia de la Savanilla de<br />

esta jurisdicción, una isla nombrada La Berde, que está<br />

circumbalada de mar”. Esta petición fue dirigida a la Audiencia<br />

de Panamá, al teniente <strong>del</strong> Gobernador y Auditor<br />

General de Guerra de esta plaza y provincia (era un Juez<br />

privativo de composiciones y ventas de tierras y de<br />

condonaciones, multas de penas regentado por su majestad).<br />

8<br />

Por esta razón, Lorenzo Téllez argumentaba la importancia<br />

de la isla, útil para pastos de ganado.<br />

9<br />

Su posesión fue entregada formalmente el día 16 de<br />

junio de 1746 en manos <strong>del</strong> capitán de milicias españolas<br />

en este partido, alcalde pedáneo y juez ordinario <strong>del</strong> sitio,<br />

don Miguel Téllez Camacho.<br />

10<br />

Se le ajustó en dar y pagar a su majestad diez y seis<br />

pesos por dicha isla y al acto el título de posesionario.<br />

11<br />

Archivo Histórico <strong>del</strong> Atlántico. Escritura Pública # 3<br />

de enero 10 de 1886. Notaría Primera <strong>del</strong> Circuito de Barranquilla.<br />

12<br />

Considerada como la mejor <strong>del</strong> Mar de las Antillas,<br />

por dos médicos, uno americano y otro alemán que además<br />

la avaluaron en 200.000 Dólares.<br />

13<br />

Barranco: Así denominó a Barranquilla Gaspard<br />

Theodore Mollien.<br />

14<br />

DUGAND, Armando, “Aves <strong>del</strong> departamento <strong>del</strong> Atlántico”,<br />

Revista Caldasia, vol. IV, Bogotá 1947, p. 504<br />

15<br />

Estudio hecho por Julius Berger Consortium, referente<br />

a la defensa de la bahía de Puerto Colombia, 1923.<br />

16<br />

Carta de Eduardo B. Gerlein, jefe <strong>del</strong> Resguardo Nacional<br />

de Puerto Colombia, al administrador de la aduana,<br />

oficio N° 579, Puerto Colombia, diciembre 1 de 1922.<br />

17<br />

Rescate y difusión <strong>del</strong> testimonio oral como fuente para la<br />

historia <strong>del</strong> municipio de Puerto Colombia, trabajo de investigación<br />

financiado por el Fondo Mixto de Promoción de la<br />

Cultura y las Artes <strong>del</strong> Atlántico, 1999.<br />

18<br />

El Heraldo, junio 13 de 1951.<br />

19<br />

BARCO VARGAS, Virgilio, Memorias, Ministerio de Obras<br />

Públicas, Bogotá, 1959.<br />

20<br />

El Nacional, jueves 21 de mayo de 1953.<br />

21<br />

El Espectador, julio 11 de 1953.<br />

22<br />

<strong>Norte</strong>americano traído especialmente para hacer recomendaciones<br />

referente a los trabajos de Bocas de Cenizas<br />

y la defensa de la bahía de Sabanilla.<br />

23<br />

Ejemplo, la laguna que está frente a la población llamada<br />

comúnmente “La Charca” o ciénaga de Balboa.<br />

BIBLIOGRAFÍA<br />

BARCO VARGAS, Virgilio, Memorias, Ministerio de Obras Públicas,<br />

Bogotá, 1959.<br />

BLANCO, Agustín, Atlas histórico-geográfico, Colombia, Archivo<br />

General de la Nación, Comisión V Centenario, Editorial<br />

Norma, 1992, 156 p.<br />

BERGER CONSORTIUM, Informe referente a la defensa de la bahía<br />

de Puerto Colombia, 1923.<br />

El Heraldo, Barranquilla, junio 13 de 1951.<br />

DUGAND, Armando, “Aves <strong>del</strong> departamento <strong>del</strong> Atlántico”,<br />

Revista Caldasia, vol. IV, Bogotá, 1947, p. 504.<br />

INSTITUTO GEOGRÁFICO AGUSTÍN CODAZZI, Monografía <strong>del</strong> departamento<br />

<strong>del</strong> Atlántico, Bogotá, 1973<br />

MOLLIEN, Gaspard Theodore, Viaje por la República de Colombia<br />

en 1823, Bogotá, 1944.<br />

PÉREZ ARBELÁEZ, Enrique. Hilea Magdalenesa, Contraloría General<br />

de la República, 1949, 196 p.<br />

33


El Carmen de Bolívar<br />

y su comarca en la historia<br />

A propósito de su fundación<br />

Wilson Blanco Romero*<br />

Entre el relieve de llanura, ampliamente predominante<br />

en la costa Caribe de lo que hoy es Colombia,<br />

se destacan por su importancia dos unidades montañosas.<br />

La una, es la elevada mole de la Sierra<br />

Nevada de Santa Marta. Que le cierra el paso hacia<br />

el extremo norte <strong>del</strong> país a la gruesa corriente <strong>del</strong><br />

río Magdalena, haciendo que vire al occidente, para<br />

desparramar sus amarillentas aguas en el mar Caribe,<br />

en un amplio <strong>del</strong>ta entre Santa Marta, Barranquilla<br />

y Cartagena, con un sinnúmero de caños,<br />

canales, arroyos y ciénegas. La otra, de mucho menor<br />

elevación y al sur-occidente de la anterior, es<br />

la subregión en la que se ubica El Carmen de Bolívar,<br />

espacio objeto de nuestro estudio. Conocida con<br />

los nombres de Montes o Montaña de María, o serranía<br />

de San Jacinto, aquí preferimos utilizar el<br />

de Montes de María, por ser un nombre más preciso<br />

geográficamente hablando, y por su evocación<br />

histórica; u otro de sabor provinciano, como lo es el<br />

de “comarca monte-mariana”.<br />

*Profesor asociado de Historia de la Facultad de<br />

Ciencias Humanas de la <strong>Universidad</strong> de Cartagena.<br />

Dichos montes son una cadena de relieve erizado,<br />

formada por colinas y cerros de moderada altura<br />

que se alargan de sur a norte, 1 entre la línea<br />

litoral <strong>del</strong> mar Caribe, al occidente, y el curso <strong>del</strong><br />

bajo Magdalena, al oriente. Con una longitud<br />

aproximada de 120 km y una anchura máxima de<br />

40 km, cubren una superficie de más de 3.000 km<br />

cuadrados. Su mayor altura la registra el cerro de<br />

Maco, con 800 metros sobre el nivel <strong>del</strong> mar.<br />

Orográficamente se les considera una prolongación<br />

de la Serranía de San Jerónimo, 2 uno de los<br />

tres ramales en que termina, al norte, el desprendimiento<br />

andino conocido como Cordillera Occidental<br />

en la actual Colombia.<br />

Constituye, la comarca en cuestión, una de las<br />

cuatro regiones naturales en que está dividido el<br />

territorio <strong>del</strong> actual departamento de Bolívar; las<br />

otras tres son: la región <strong>del</strong>taica magdalenense, al<br />

norte de la nuestra; la depresión momposina, al sur,<br />

y, finalmente, la región selvática al sur <strong>del</strong> departamento,<br />

3 bordeando las prolongaciones andinas.<br />

Las serranías o montes propiamente dichos,<br />

acogen, de norte a sur, los actuales municipios de<br />

San Cayetano, San Juan Nepomuceno, San Jacinto,<br />

El Carmen de Bolívar y Ovejas. Este último<br />

quedó dentro de la jurisdicción <strong>del</strong> departamento<br />

de Sucre, el más joven de la Costa.<br />

El Carmen de Bolívar, municipio de nuestro<br />

particular interés, se halla enclavado en un hermoso<br />

valle, ubicado exactamente en la mitad <strong>del</strong><br />

eje longitudinal <strong>del</strong> conjunto serrano, sobre la vertiente<br />

oriental, mirando hacia la gran arteria <strong>del</strong><br />

río Magdalena, <strong>del</strong> cual dista 47 kilómetros sobre<br />

terreno llano y suavemente ondulado, hasta el<br />

puerto de Zambrano; y algo menos de 40 kilómetros<br />

hasta el otrora importante puerto de Jesús<br />

<strong>del</strong> Río. 4 El propio casco urbano <strong>del</strong> municipio reposa<br />

sobre el estribo oriental de la serranía, bordeando<br />

el valle <strong>del</strong> Magdalena en dirección al mencionado<br />

puerto de Zambrano, mejor dicho, entre la<br />

montaña y el valle.<br />

Durante todo el tiempo pertenecieron completamente,<br />

lo mencionados montes, a la jurisdicción<br />

<strong>del</strong> gran departamento de Bolívar, antes Es-<br />

34<br />

<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />

pp. 34-39. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537


Iglesia Parroquial de<br />

Nuestra Señora <strong>del</strong> Carmen<br />

en el Parque Central<br />

de la población.<br />

tado Soberano de Bolívar, hasta<br />

la fundación <strong>del</strong> departamento<br />

de Sucre, cuando algo menos de<br />

su mitad meridional quedó comprendida<br />

en el nuevo departamento,<br />

incluido el hoy municipio<br />

de Ovejas. Bajo el régimen<br />

de provincias, entre los siglos<br />

XlX y XX, estuvieron divididos,<br />

de manera al parecer similar,<br />

entre las provincias de El Carmen<br />

de Bolívar, capital El Carmen<br />

de Bolívar, y la Provincia de Sabanas, capital<br />

Corozal. Pertenecientes ambas provincias al<br />

antiguo Estado de Bolívar, llamado, a partir de la<br />

Constitución de 1886, Departamento de Bolívar 5 .<br />

Digamos, finalmente, que lo que acá llamamos<br />

comarca montemariana es parte de uno de los<br />

paisajes culturales, culturas o maneras de ser de<br />

la Costa, más característicos: el de “las sabanas”,<br />

o “el sabanero”. Ligado históricamente a la hacienda<br />

ganadera, o ganadería extensiva en inmensos<br />

latifundios tropicales, al peonaje y a la pequeña<br />

producción campesina costeña. Con su secuela de<br />

modos de vida, costumbres, tradiciones y folclor,<br />

que involucran expresiones y prácticas como la fiestas<br />

de toro en corraleja, los fandangos, el porro, el<br />

sancocho y el llamado vallenato sabanero 6 (todo lo<br />

cual merece un gran estudio especializado aparte).<br />

Es la gente de lo que se conoció en la época<br />

colonial como sabanas de Tolú, en el siglo XlX, sabanas<br />

de Corozal, y <strong>del</strong> XX hacia acá, sabanas de<br />

Bolívar. Lo que incluye territorios de tres departamentos<br />

costeños: Bolívar, Córdoba y Sucre. 7<br />

El Carmen de Bolívar y su comarca, los Montes<br />

de María, nacen a la historia de la mano y la pluma<br />

de un hombre de armas de excepcionales condiciones<br />

y de muchas ejecutorias, Antonio de la<br />

Torre Miranda, puesto al servicio de la política<br />

modernizadora de los Borbón españoles. 8 Política<br />

que buscaba la revitalización de la Corona y el Imperio,<br />

con el a<strong>del</strong>anto de grandes campañas de<br />

poblamiento y reordenamiento poblacional en los<br />

espacios vacíos o mediocremente colonizados, con<br />

Foto de Óscar Díaz Acosta<br />

miras al fomento de la expansión agrícola y ganadera,<br />

unida a una política eficaz de recaudo fiscal,<br />

particularmente en sus colonias americanas. De<br />

ello da testimonio el propio de la Torre y Miranda<br />

en su relación de servicios titulada Noticia individual<br />

de las poblaciones nuevamente fundadas en la<br />

Provincia de Cartagena..., documento de gran valor<br />

histórico. 9 Así, al informar al monarca sobre sus<br />

ejecutorias, empieza diciendo:<br />

Generalmente está admitida como una de las máximas<br />

interesantes al Estado, el aumentar la población,<br />

el facilitar la comunicación, correspondencia,<br />

tráfico interior y exterior por agua y tierra con las<br />

demás Provincias o Reinos; el fomentar la agricultura,<br />

la industria y la mineralogía, que son verdaderamente<br />

los principios sobre que se establece la<br />

riqueza, la opulencia y la felicidad de los Reinos... 10<br />

Dicha política, en el otrora Nuevo Reino de Granada,<br />

se tradujo en un movimiento de expansión<br />

poblacional y agro-ganadera que comprendió cuatro<br />

grandes expediciones. Las cuales dieron lugar<br />

en la Costa a la fundación o refundación de numerosas<br />

poblaciones, así: la <strong>del</strong> maestre de campo José<br />

Fernando de Mier y Guerra, iniciada en la ribera<br />

<strong>del</strong> río Magdalena y desarrollada desde el año de<br />

1744 hasta 1770; la de Francisco Pérez de Vargas<br />

en Tierradentro (hoy departamento <strong>del</strong> Atlántico)<br />

en 1745; “la tercera a cargo <strong>del</strong> Teniente Coronel<br />

Antonio de la Torre y Miranda..., en las sabanas<br />

de la Provincia de Cartagena, durante cinco años<br />

de 1774 a 1779”, y por último la de Joseph Palacio<br />

de la Vega, entre 1787 y 1788. 11 Se trata <strong>del</strong> proce-<br />

35


so de colonización tardía de la Costa Caribe, en<br />

donde por diversas circunstancias van a quedar<br />

grandes espacios vacíos hasta la segunda mitad<br />

<strong>del</strong> s. XVlll, e incluso más allá. 12 Es así como, entre<br />

una lista de un total de 43 poblaciones, fundadas<br />

por el teniente coronel Antonio de la Torre y<br />

Miranda en la Provincia de Cartagena a fines <strong>del</strong><br />

siglo XVlll, distinguimos el nombre de Nuestra Señora<br />

<strong>del</strong> Carmen [el hoy Carmen de Bolívar] enseguida<br />

de San Cayetano, San Juan Nepomuceno, y<br />

San Jacinto (ver cuadro con la lista de poblaciones<br />

al final.)<br />

Copiemos las palabras con que el propio fundador<br />

de la Torre da cuenta <strong>del</strong> hecho en su extenso<br />

memorial presentado a las autoridades virreinales<br />

de entonces:<br />

Se fundaron en la montaña de María las poblaciones<br />

de San Cayetano con ochenta (80) vecinos que<br />

componían trescientas (300) almas, la de San Juan<br />

Nepomuceno con ciento veinte (120) familias, Setecientos<br />

cincuenta y ocho (758) almas, la de San<br />

Jacinto, de ochenta y dos (82) familias, con cuatrocientas<br />

cuarenta y seis (447) almas, la de Nuestra<br />

Señora <strong>del</strong> Carmen, de Noventa (90) familias,<br />

con seiscientos noventa y cuatro (<strong>69</strong>4) almas [...] 13<br />

Sobre la fundación de El Carmen de Bolívar (o<br />

Nuestra Señora <strong>del</strong> Carmen) digamos que, si bien<br />

la fuente primaria de la cual disponemos nos permite<br />

establecer en forma confiable y exacta quién<br />

fue su fundador, como queda dicho arriba, no ocurre<br />

lo mismo en cuanto a la precisión, ni <strong>del</strong> día, y<br />

ni siquiera <strong>del</strong> año<br />

exacto de dicha fundación.<br />

Al respecto, en<br />

dicha fuente, que no<br />

es otra que la relación,<br />

informe o memorial<br />

<strong>del</strong> propio de la Torre<br />

y Miranda, que venimos<br />

citando, lo que<br />

se puede inferir es<br />

que esa fundación debió<br />

ocurrir entre los<br />

años 1774 y 1777 en<br />

que debieron haberse<br />

realizado las 43 fundaciones<br />

que don Antonio<br />

de la Torre Miranda<br />

relaciona, ya que<br />

como escribe él mismo<br />

en su informe, la<br />

orden que le dio el gobernador, de entonces, de la<br />

Provincia de Cartagena para iniciar su gran empresa<br />

de congregación de almas dispersas en la<br />

Isla de Barú, que cumplido el encargo inicial se le<br />

extendió a toda la Provincia, rezaba: “Cartagena<br />

12 de agosto de 1774” 14 ; eso por una parte. Y por la<br />

otra encontramos que, una vez concluye su vasta<br />

misión fundadora y repobladora en lo que Alfonso<br />

Múnera totaliza como Sabanas de Bolívar (incluyendo<br />

los Montes de María) hace un mapa (o plan) 15<br />

de la Provincia de Cartagena que fecha en el año<br />

1777 16 . Sin embargo, Fals Borda ubica la campaña<br />

de fundación y refundación de pueblos de “don Antonio<br />

de La Torre y (sic) Miranda” es entre 1774 y<br />

1776 17 , año este último que ni lo referencia el fundador<br />

en su informe ni es la fecha <strong>del</strong> Mapa; al<br />

parecer es algo que Fals simplemente supone.<br />

Mientras que Múnera, en la cita de arriba, quizás<br />

desconociendo el dato <strong>del</strong> mapa o plano de De la<br />

Torre, sitúa los hechos es entre 1774 y 1779, año<br />

este último en que De la Torre manifiesta en su<br />

memorial haber pasado al reconocimiento <strong>del</strong> río<br />

Atrato en la región <strong>del</strong> Darién.<br />

Para mayor ilustración, conviene aquí analizar<br />

la versión que sobre la fundación de El Carmen de<br />

Bolívar nos trae Dimas Ba<strong>del</strong> en su Diccionario<br />

Historiográfico de Bolívar, en donde afirma que María<br />

la Alta, abandonada por su pobladores en 1616<br />

para trasladarse a Marialabaja, fue fundada en 1771<br />

por don Pedro de la Torre y posteriormente en 1775<br />

por de la Torre y Miranda, debido a que sus moradores<br />

habían abandonado la población de nuevo. Pero<br />

sin dar cuenta de cuáles fueron las fuentes de donde<br />

obtuvo, o en las que<br />

fundamenta, su versión,<br />

la que recogen, de<br />

la misma manera, casi<br />

todos los textos que se<br />

refieren a la fundación<br />

de El Carmen 18 . Señala<br />

el mencionado autor lo<br />

siguiente:<br />

María la Alta abandonado<br />

por sus habitantes<br />

en 1616<br />

para trasladarse a<br />

poblar la denominada<br />

hoy Marialabaja,<br />

situada muy cerca<br />

de la orilla de la ciénaga<br />

de esa misma<br />

denominación...<br />

36<br />

Tomado de Meisel Roca, A. (ed.), Historia económica y social <strong>del</strong> Caribe colombiano,<br />

Barranquilla, Ed. Uninorte, 1994.


[añadiendo enseguida]...<br />

En<br />

el año 1771 fue<br />

fundada la ciudad<br />

<strong>del</strong> Carmen<br />

por Don<br />

Pedro de la Torre,<br />

según comisión<br />

que le encomendó<br />

Don<br />

Francisco de<br />

Torregal Díaz<br />

Pimienta, habiendo<br />

sido repoblado<br />

y fundado<br />

en 1775<br />

por Don Antonio<br />

de la Torre<br />

y Miranda, a<br />

causa de que sus moradores habían vuelto a<br />

abandonar la primitiva fundación. 19<br />

Foto de Óscar Díaz Acosta<br />

Pero hasta donde podemos suponer, el nombre<br />

de María la Alta, que según la versión de Dimas<br />

Ba<strong>del</strong> corresponde al de una población previa a la<br />

fundación de El Carmen por don Antonio de la Torre,<br />

se le aplicó a la región montañosa de los Montes<br />

de María o a la parte más alta de ésta, y no a<br />

una población fundada antes de la de Nuestra Señora<br />

<strong>del</strong> Carmen, allí mismo. Como se puede ver<br />

leyendo un pasaje de la Geografía histórica-económica<br />

de la Provincia de Cartagena... de Juan José<br />

Nieto, donde éste, tras describir a la Parroquia de<br />

María la Baja (sin dar a conocer la fuente), agrega:<br />

“Se llama María la Alta la parte de terreno que queda<br />

en la cima de montaña” 20 , pasaje que es repetido,<br />

palabra por palabra y de manera exacta, por el<br />

geógrafo decimonónico Felipe Pérez (aunque tampoco<br />

identifica la fuente) en su Jeografía Física i<br />

Política <strong>del</strong> Estado de Bolívar. 21 Por su puesto que<br />

“la montaña”, a la que se refieren los mencionados<br />

autores decimonónicos no debe ser otra que la<br />

región montañosa de los Montes de María, o sea la<br />

Montaña de María, también conocida como serranía<br />

de San Jacinto, hoy en día; o como la llama el<br />

geógrafo norteamericano citado, LeRoy Gordon, “serranía<br />

de María”. Denominación que como quedó<br />

dicho atrás utiliza don Antonio en su memorial<br />

para referirse a los Montes de María y no a población<br />

alguna. En lo cual coincide con la versión de<br />

Juan José Nieto y Felipe Pérez y no con la de<br />

Dimas Ba<strong>del</strong> y quienes la repiten, al parecer, sin<br />

fundamento.<br />

Calle comercial de El Carmen de Bolívar, 2003<br />

Lo cierto es<br />

que hecha una<br />

atenta revisión<br />

<strong>del</strong> memorial o informe<br />

de don Antonio<br />

de la Torre,<br />

la versión de Dimas<br />

Ba<strong>del</strong> de la<br />

repoblación y refundación<br />

de El<br />

Carmen precedida<br />

por lo que él y<br />

otros llaman María<br />

la Alta, no hay<br />

lugar a confirmarla<br />

en lo más<br />

mínimo. Al contrario,<br />

queda claro<br />

que ni Nuestra<br />

Señora <strong>del</strong> Carmen (hoy El Carmen de Bolívar) ni<br />

las demás poblaciones fundadas en la Montaña de<br />

María, tuvieron que ver con un acto de refundación<br />

o repoblamiento por haber sido abandonadas, como<br />

podemos ver, según los siguientes pasajes <strong>del</strong> minucioso<br />

relato que hace su fundador:<br />

“[...]; destiné a cada uno de los parajes que dejé<br />

señalados para fundar las poblaciones de la montaña<br />

de María, las familias que me pareció serían<br />

más convenientes y útiles, poblando aquellos<br />

desiertos antes abandonados y sólo habitados<br />

de muchas manadas de puercos, zainos,<br />

morrocoys, monos de varias especies y diversidad<br />

de animales silvestres, [...]” 22<br />

Y una página más a<strong>del</strong>ante:<br />

“Las familias para fundar estas poblaciones [se<br />

refiere a las poblaciones de la montaña de María],<br />

se sacaron de los infinitos dispersos de la jurisdicción<br />

de San Benito Abad, los que después de<br />

congregados y desembarazados de sus quehaceres<br />

y sementeras, y recogidos sus abundantes<br />

cosechas, acudieron a fabricar y ornamentar sus<br />

iglesias, [...]” 23<br />

Esperamos que el examen crítico que hemos<br />

intentado hacer, contribuya a situar la cuestión<br />

de la fundación, o repoblamiento y refundación de<br />

Nuestra Señora <strong>del</strong> Carmen 24 en la dimensión<br />

historiográfica que le corresponde y a la altura académica<br />

que merece, tratándose de la cuna <strong>del</strong> más<br />

grande director de orquesta de la música popular y<br />

bailable de la Costa, como lo es el Maestro Lucho<br />

37


Iglesia Parroquial<br />

de Nuestra Señora<br />

<strong>del</strong> Carmen.<br />

Bermúdez. Y <strong>del</strong> gran emporio de<br />

la producción y exportación de tabaco<br />

en la historia de Colombia,<br />

vigente desde mediados <strong>del</strong> s. XlX<br />

y a lo largo de más de 150 años. 25<br />

NOTAS<br />

1<br />

“Una serranía baja...” como le llama<br />

el historiador norteamericano John<br />

PARKER HARRISON en su inédita tesis de doctorado.<br />

2<br />

En Alfonso ROMERO AGUIRRE. Geografía Económica de Colombia.<br />

Tomo V, Bolívar, Contraloría de la República, Bogotá,<br />

Ed. El Gráfico, 1942, p. 54, encontramos: “La serranía<br />

de San Jerónimo, que divide las hoyas hidrográficas de los<br />

ríos Sinú y San Jorge, prolongándose hasta El Carmen”, las<br />

cursivas son nuestras. Cfr. LeRoy GORDON, El Sinú: Geografía<br />

Humana y Ecología, Carlos Valencia Editores, Bogotá,<br />

1983, p. 13, donde leemos: “La cordillera Occidental es<br />

uno de los tres ramales de los Andes colombianos... y se<br />

divide en tres ramales (...) El ramal central es el más largo<br />

de todos y separa entre sí las cuencas de los ríos San Jorge<br />

y Sinú. Se extiende a lo largo <strong>del</strong> [antiguo] departamento<br />

de Bolívar, elevándose en cadenas montañosas para luego<br />

descender hasta convertirse en amplias ondulaciones de<br />

terreno. Su parte meridional se conoce con el nombre de serranía<br />

de San Jerónimo y su parte septentrional como serranía de<br />

María.” Las cursivas y el resaltado son nuestros. Ver mapa<br />

tomado <strong>del</strong> mismo documento, p. 13.<br />

3<br />

Ver la entrada “Departamento de Bolívar” en Instituto<br />

Geográfico de Colombia Agustín Codazzi. Diccionario Geográfico<br />

de Colombia, 2ª ed., Bogotá, 1984, tomo I.<br />

4<br />

ROMERO AGUIRRE, op. cit., p. 704.<br />

5<br />

Cf. Alberto CANDELO MENDOZA. Provincia de Cartagena.<br />

Estado Soberano de Bolívar. Poblamiento y División Política,<br />

Sincelejo, 1996.<br />

6<br />

Para una comprensión crítica de la controvertida noción<br />

de “vallenato sabanero”, ver el hermoso libro de Numas<br />

Armando GIL OLIVERA, Mochuelos cantores de los Montes de<br />

María la Alta. Adofo Pacheco y el Compadre Ramón, Instituto<br />

de Filosofía Julio Enrique Blanco, <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> Atlántico,<br />

Barranquilla, 2002 pp.91-96.<br />

7<br />

Precisemos que, si bien la gente de la comarca<br />

montemariana participa de la amplia cultura sabanera de<br />

la Costa, el paisaje natural de la subregión, en sí, no se<br />

identifica totalmente con el paisaje de sabanas, a menos<br />

que lo asumamos simplemente como formación herbácea<br />

en donde pueden aparecer algunos árboles aislados; sin<br />

tener en cuenta las marcadas diferencias fisiográficas existentes,<br />

principalmente en la forma <strong>del</strong> relieve, lo que obligaría<br />

a distinguir entre la sabana herbácea con un relieve<br />

de suaves colinas con alturas entre 25 y 300 metros sobre<br />

el nivel <strong>del</strong> mar, y “la montaña”, como le llamó Antonio de<br />

Foto de Óscar Díaz Acosta<br />

la Torre y Miranda, y lo han hecho tradicionalmente los<br />

lugareños, con alturas que, como se ha dicho, alcanzan un<br />

máximo de 800 metros sobre el nivel <strong>del</strong> mar y tienen<br />

mayor presencia de vegetación boscosa. El propio Antonio<br />

de la Torre y Miranda reconocía expresamente la diferencia<br />

entre lo que él llamaba “la Montaña” (Montes de María)<br />

y las sabanas de Tolú, entonces. A estas últimas se refiere<br />

como “[...] las praderías [o sea praderas] que llaman Sabanas<br />

de Tolú...” mientras que en otro pasaje refiriéndose a<br />

las labores de los vecinos que siguieron a las fundaciones<br />

por él realizadas en los Montes de María, a fines <strong>del</strong> siglo<br />

XVlll, dice: “...en atender a que concluyesen sus casas, y<br />

que acabasen de desarraigar los troncos de los infinitos árboles<br />

que se derribaron (en particular en la Montaña de María)”,<br />

aclara enseguida entre paréntesis; las cursivas son nuestras:<br />

ver Antonio de la Torre y Miranda, “Noticia individual<br />

de las poblaciones nuevamente fundadas en la provincia<br />

de Cartagena...”, en Proa, Bogotá, enero 1972, textos<br />

tomados de José P. URUETA, Documentos para la Historia<br />

de Cartagena, 1890, pp. 16 y 17, respectivamente. Y también<br />

LeRoy GORDON, op. cit., cap. 5, “Monte y desmonte”, y<br />

especialmente “Selva y sabana”, pp. 96-97.<br />

8<br />

“Don Antonio de la Torre y Miranda, Teniente Coronel<br />

de Infantería, agregado al Estado Mayor <strong>del</strong> Puerto de<br />

Santa María. Consta es hijo Legítimo, Natural de Villada,<br />

Obispado de León, con goce de nobleza, de edad de 59<br />

años. Tiene cuarenta y uno de servicio de la Real Armada<br />

y Ejército: los diez y seis estuvo encargado en el Reino de<br />

Santa Fe en las más interesantes comisiones a la Religión,<br />

al Rey y al Estado (...) [etc., etc.] Asistió a formar las milicias<br />

de la Provincia de Cartagena de Indias. Abrió muchos<br />

caminos por varias montañas hasta entonces intransitables,<br />

e hizo navegables muchos caños, ciénagas y ríos, para<br />

facilitar el recíproco comercio, con considerables ahorros<br />

y aumentos de la Real Hacienda y <strong>del</strong> Estado. Reunió cuarenta<br />

y tres poblaciones que fundó, con el aumento de 22<br />

parroquias, 41.133 almas que sacó de los montes, donde<br />

vivían sin ley ni rey, a las que instruyó en las manufacturas<br />

de algodón, varias producciones de hebra, crías de ganado<br />

y obrajes, sin el más leve costo de la Real Hacienda,<br />

ni gratificación alguna. Es el primer europeo que reconoció<br />

y navegó el río Atrato, facilitando la comunicación a las<br />

38


abundantes minas de oro de aquel Reyno y al mar <strong>del</strong> Sur,<br />

con más de un 75 por 100 de beneficio al comercio (...)<br />

[etc., etc.], ver “Noticia Biográfica”, en id. supra, p. 6.<br />

9<br />

Para una revisión crítica <strong>del</strong> informe de Antonio de la<br />

Torre, ver Manuel LUCENA GIRALDO. “Las nuevas poblaciones<br />

de Cartagena de Indias, 1774-1794”, en Revista de Indias,<br />

Madrid, 1993, vol. Llll, núm. 199, pp. 761-781.<br />

10<br />

Antonio DE LA TORRE Y MIRANDA, id. supra, p. 7.<br />

11<br />

MÚNERA, Alfonso. “Ilegalidad y Frontera 1770-1800”,<br />

en MEISEL ROCA, Adolfo (ed.) Historia económica y social <strong>del</strong><br />

Caribe colombiano, Uninorte, Barranquilla, 1994, p. 117;<br />

cf. Orlando FALS BORDA. Capitalismo, hacienda y poblamiento:<br />

su desarrollo en la Costa Atlántica, Ed. Punta de Lanza, Bogotá,<br />

1976, p. 27, nota 7.<br />

12<br />

Ver Germán COLMENARES. ”La economía y la sociedad<br />

coloniales, 1550-1800”, en Nueva Historia de Colombia, Planeta,<br />

Bogotá, 1989, p. 135-136; y en Alfonso MÚNERA CAVADÍA.<br />

El Fracaso de la nación..., Banco de la República - El Áncora,<br />

Bogotá, 1998, p. 56.<br />

13<br />

URUETA, José P. Documentos para la historia de Cartagena,<br />

Tomo IV, p. 53. Cf. MÚNERA, Alfonso. Id. supra, p. 118, quien<br />

fundamentándose en el mismo Urueta trae un cuadro con<br />

la relación completa de las 43 poblaciones fundadas o<br />

refundadas por el congregador de pueblos de la Torre y<br />

Miranda. Entre ellas ocupan los Montes de María, de norte<br />

a sur: San Cayetano, San Juan Nepomuceno, San Jacinto,<br />

Nuestra Señora <strong>del</strong> Carmen [hoy llamada oficialmente El<br />

Carmen de Bolívar] y San Francisco de Asís [conocida hoy<br />

con el nombre de Ovejas].<br />

14<br />

Ver José P. URUETA, op. cit., p. 41.<br />

15<br />

“Después de concluida la colección de las siete mil<br />

trescientas ochenta y tres familias que componían entonces<br />

cuarenta y un mil ciento treinta y tres almas, y establecidas<br />

las cuarenta y tres poblaciones que fundé, ínterin<br />

hacían sus cementeras y casas y desmontaban los terrenos<br />

en donde se debían fabricar las iglesias de las veintidós<br />

parroquias que se aumentaron [...] en obsequio de ambas<br />

Majestades y <strong>del</strong> Estado, formé un plan, con la mayor exactitud,<br />

de todo lo que comprende dicha Provincia y parte de las<br />

inmediatas; [...]” ver Antonio DE LA TORRE Y MIRANDA, op. cit., p.<br />

17, las cursivas son nuestras.<br />

16<br />

Orlando FALS BORDA. Capitalismo, hacienda y poblamiento:<br />

su desarrollo en la Costa Atlántica, Ed. Punta de Lanza, Bogotá,<br />

1976, p. 20; con este ensayo se publica dicho mapa o<br />

plano, cuyo original dice Fals Borda que se encuentra en<br />

el Archivo de Indias en Sevilla, sección Panamá, N° 339.<br />

17<br />

Orlando FALS BORDA. Id. pp. 18 y 20.<br />

18<br />

Ver Instituto Geográfico Agustín Codazzi. Diccionario<br />

Geográfico de Colombia, 3ª ed. revisada, 1996, donde se<br />

lee: “...inicialmente fue la Villa María la Alta, abandonada<br />

por sus pobladores. El 6 de agosto de 1776 fue refundada<br />

por Antonio de la Torre y Miranda con el nombre de Nuestra<br />

Señora <strong>del</strong> Carmen”, eso sin identificar o sugerir ninguna<br />

fundamentación bibliográfica o documental y totalmente<br />

despistado de la principal fuente documental para<br />

el caso, cual es el Informe de Antonio de la Torre que aquí<br />

citamos. Ver así mismo las monografías publicadas sobre<br />

El Carmen y diversos artículos de prensa, de diccionarios<br />

y enciclopedias que recogen esta peregrina versión <strong>del</strong><br />

repoblamiento y la refundación de El Carmen en reemplazo<br />

de una supuesta María la Alta fundada y abandonada<br />

por sus pobladores años antes.<br />

19<br />

Ver BADEL, Dimas. Diccionario histórico-geográfico de<br />

Bolívar, Corozal, 1943, 1ª ed. p. 105.<br />

20<br />

Ver NIETO, Juan José, op. cit., pp. 44-45 y Manuel<br />

LUCENA GIRALDO, op. cit., quien, al referirse a la ubicación, a<br />

fines de la segunda mitad <strong>del</strong> S.XVlll, <strong>del</strong> palenque de San<br />

Basilio, escribe taxativamente: “[...], en la sierra de María,<br />

[...]”, expresión que no tiene nada que ver con la idea de<br />

una población.<br />

21<br />

Ver PÉREZ, Felipe. Jeografía Física i Política <strong>del</strong> Estado<br />

de Bolívar, escrita de la orden <strong>del</strong> gobierno general, Bogotá,<br />

Imprenta de la Nación, 1863, pp. 33-34.<br />

22<br />

Ver Antonio de la Torre y Miranda, op. cit., p. 13.<br />

Cursivas y resaltado nuestro.<br />

23<br />

Ver id., p. 14. Cursivas y resaltado nuestro.<br />

24<br />

En cuanto a la población de Corozal, sí parece haber<br />

sido objeto de refundación y repoblamiento, por lo que se<br />

puede leer: “[...] San José de Pileta, alias Corozal, que fundé<br />

legua y media distante de donde estuvo sesenta años la<br />

iglesia antigua [...]”, op. cit. p.14, un poco más a<strong>del</strong>ante.<br />

25<br />

Sobre la historia <strong>del</strong> tabaco de El Carmen de Bolívar<br />

se puede ver: Luis F. SIERRA. El tabaco en la economía colombiana<br />

<strong>del</strong> siglo XIX, Bogotá. U.N., 1971; OCAMPO, José Antonio,<br />

Colombia y la economía mundial 1830-1910, Bogotá, Siglo<br />

XXI: 1984; Wilson BLANCO ROMERO. “Tabaco y comercio<br />

en El Carmen de Bolívar a mediados <strong>del</strong> siglo XlX”, en<br />

<strong>Huellas</strong>, Revista de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>, Barranquilla,<br />

1998, N° 54; Wilson BLANCO ROMERO. “La exportación tabacalera<br />

de El Carmen de Bolívar en los albores <strong>del</strong> siglo XX:<br />

Guerra y tabaco”, en El Taller de la Historia (Revista <strong>del</strong> Programa<br />

de Historia de la Facultad de Ciencias Humanas de la<br />

<strong>Universidad</strong> de Cartagena), N° 1, Cartagena, 2001; Wilson<br />

BLANCO ROMERO. “Comercio e inmigración en la provincia costeña.<br />

Los italianos de El Carmen de Bolívar: el caso de los<br />

Volpe”, en Id. N° 2, Cartagena, 2002; y Joaquín VILORIA DE LA<br />

HOZ. “El tabaco de El Carmen. Producción y exportación de<br />

tabaco de los Montes de María (1848-1893)”, en Aguaita,<br />

Revista <strong>del</strong> Observatorio <strong>del</strong> Caribe Colombiano, Cartagena de<br />

Indias, junio de 2000, N° 3.<br />

39


Aproximación crítica<br />

al concepto de bacán<br />

Rubén Maldonado Ortega*<br />

Y cuando nadie escuche<br />

mis canciones ya viejas<br />

detendré mi camino<br />

en un pueblo lejano,<br />

y allí moriré.<br />

Cuates Castilla<br />

A MODO DE INTRODUCCIÓN<br />

En mi condición de filósofo quiero contribuir al esclarecimiento<br />

<strong>del</strong> concepto de bacán. Es comprensible<br />

que utilice el modo específico de conocer en<br />

filosofía, es decir, el modo de conocer<br />

trascendental, en el estudio <strong>del</strong> fenómeno<br />

cultural mencionado con la palabra<br />

bacán.<br />

mismo dio testimonio en el tema que compuso para<br />

referirse a dicho incidente:<br />

Preso estoy, ya estoy cumpliendo mi condena<br />

la condena que me da la sociedad<br />

me acongojo, me avergüenzo y me da pena<br />

pero tengo que cumplirla en soledad.<br />

De manera que el propio Daniel Santos experimentó<br />

que se había alejado momentáneamente<br />

<strong>del</strong> modo de ser bacán, y por lo menos en ese momento<br />

no se le podría señalar con el objeto de explicar<br />

lo que es un bacán; esta situación<br />

permite ver claramente la insuficiencia<br />

de la comprensión <strong>del</strong> ser bacán por<br />

vía <strong>del</strong> señalamiento.<br />

Conocer trascendentalmente quiere<br />

decir conocer desde el concepto y no desde<br />

la experiencia; me explico: Aceptemos<br />

que en Daniel Santos tenemos, como<br />

bien lo sustentó Nelson Pinedo en una<br />

entrevista televisada concedida al profesor<br />

Hugo González, al arquetipo <strong>del</strong> bacán.<br />

Esta manera de explicar lo que es<br />

un bacán, señalando uno de ellos, el más<br />

representativo, es bien didáctica, pero<br />

es insuficiente, porque podría ocurrir<br />

que en determinado momento Daniel<br />

Santos no esté encarnando al bacán, verbigracia,<br />

cuando padeció el encarcelamiento,<br />

situación que lo abochornó, y de lo cual él<br />

*Barranquillero, 1952. Filósofo de la <strong>Universidad</strong> Nacional<br />

de Colombia, Bogotá. Estudios de doctorado en Filosofía,<br />

<strong>Universidad</strong> Javeriana, Bogotá. Profesor de la <strong>Universidad</strong><br />

<strong>del</strong> <strong>Norte</strong>.<br />

Soren Kierkegaard<br />

Lo anterior pone al descubierto la necesidad<br />

de contar con el concepto de bacán,<br />

trabajo que, por supuesto, le corresponde<br />

a<strong>del</strong>antar al filósofo; pero antes<br />

convendrían algunas precisiones preliminares.<br />

Un concepto no se descubre sino que<br />

se funda. Es esta la diferencia entre la<br />

física, por ejemplo, y la filosofía. Se puede<br />

afirmar que Newton no fundó la gravedad<br />

sino que la descubrió, porque antes<br />

de la existencia <strong>del</strong> propio Newton los<br />

cuerpos caían respondiendo a una ley<br />

inmodificable, si bien nadie se había ocupado de<br />

estudiarla y explicarla. La justicia, en cambio, no<br />

existe, como tampoco existe la subjetividad; lo que<br />

existe es una idea que alguien propone para comprender,<br />

lo más satisfactoriamente posible, un de-<br />

40<br />

<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />

pp. 40-43. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537


Daniel<br />

Santos<br />

Albert<br />

Camus<br />

terminado fenómeno<br />

de la cultura.<br />

Así, pues, de lo<br />

que se trata aquí<br />

es de proponer una<br />

idea que ayude a<br />

comprender lo mejor<br />

posible lo rela-<br />

Odessa, archivo de Oskar Pájaro<br />

tivo al bacán y a la bacanería, entendida ésta como<br />

el modo de ser y de vivir bacán. Por tanto, la primera<br />

precisión que se impone es que la pregunta a<br />

responder no es quién es bacán, sino qué es un<br />

bacán, ya que lo primero sólo lo sabremos si llegamos<br />

a tener claro lo segundo. Manos, pues, a la obra.<br />

ANTECEDENTES<br />

La voz bacán menciona uno de los fenómenos culturales<br />

más interesantes de nuestra Costa Caribe.<br />

Sin que haya un significado preciso sobre lo<br />

que hay que entender por bacán, lo cierto es que<br />

existe una callada aspiración a ser tenido por tal.<br />

Inicialmente el vocablo adquirió significado al<br />

interior de un lenguaje particular, esquinero, surgido<br />

<strong>del</strong> comercio lingüístico de los sectores populares,<br />

pero fue ganando espacio hasta adquirir carta<br />

de ciudadanía dentro <strong>del</strong> léxico costeño. Sin embargo,<br />

lo único que está claro dentro de la semántica<br />

costeña es el sitial <strong>del</strong> bacán, mas no su significación;<br />

esto, debido a que no se ha acometido la<br />

tarea de elaborar el concepto, quedando así su significado<br />

preso de los vaivenes de su uso empírico.<br />

En esos términos sólo es posible dar cuenta de<br />

la existencia de un vocablo, y no de una realidad,<br />

lo cual se puede verificar haciendo la pregunta:<br />

¿Qué es un bacán? Con seguridad obtendremos<br />

como respuesta que bacán es un montón de cosas,<br />

lo que viene a significar que es nada, con lo cual<br />

adquiere la función de comodín, y eso repugna al<br />

concepto.<br />

Por tanto, la manifestación empírica de bacán,<br />

el vocablo, induce a sospechar que bacán es un<br />

mero soplo de voz,<br />

usado para recrear<br />

un ‘encaramado’ de<br />

cosas, tangibles e<br />

intangibles. Si este<br />

fuera el caso, la<br />

fundación <strong>del</strong> concepto<br />

sería imposible,<br />

bien porque no es identificable la realidad invocada,<br />

lo que la haría inexistente, o porque menciona<br />

demasiadas realidades, lo cual haría autocontradictorio<br />

el concepto, dado que concepto quiere<br />

decir unidad, en contraste con diversidad, o multiplicidad.<br />

Frente a la manifestación empírica de bacán, o<br />

mera existencia de un vocablo con la condición de<br />

soplo de voz, se sugiere aquí la hipótesis de que<br />

bacán es una realidad, pero tan abstracta que sólo<br />

se deja percibir mediante la actitud reflexiva, o<br />

filosófica. ¿Cuál es esta realidad?<br />

La realidad que dicho vocablo invoca es un estado<br />

<strong>del</strong> espíritu, el de estar exento de culpa, pero<br />

no por vía de la expiación religiosa sino mediante<br />

el goce sensorial. Pero, ¿qué lleva al bacán a sentirse<br />

exento de culpa?<br />

Indudablemente que su irresponsabilidad, la<br />

cual es, por demás, bien desafiante. El bacán no<br />

asume ninguna responsabilidad, por ejemplo, frente<br />

a la condición de pecador registrada por el libro<br />

de los libros, la Biblia, y por ende, promocionada<br />

por el cristianismo. Sabemos que la consecuencia<br />

<strong>del</strong> pecado original es la imposición de trabajar,<br />

en detrimento <strong>del</strong> goce que imperaba en el<br />

Edén. Y como el liberalismo y el comunismo comparten<br />

la idea <strong>del</strong> trabajo como imperativo en la<br />

creación y conservación de la cultura (para el liberalismo<br />

la fuente de toda riqueza; para el comunismo,<br />

o al menos para Marx, la esencia misma<br />

de la condición humana), tampoco asume el bacán<br />

responsabilidades frente a las obligaciones<br />

derivadas <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o liberal y <strong>del</strong> comunista. Para<br />

el bacán, el trabajo es una anormalidad, una per-<br />

41


versión de la cual hay que sustraerse<br />

a tiempo, tal como lo<br />

testimonia Alberto Beltrán en el<br />

tema que lo hizo mundialmente<br />

famoso:<br />

A mí me llaman el negrito <strong>del</strong><br />

/Batey<br />

porque el trabajo para mí es<br />

/un enemigo<br />

el trabajar yo se lo dejo todo<br />

/al buey<br />

porque el trabajo lo hizo Dios<br />

/como castigo.<br />

Como puede apreciarse, el desafío<br />

no es aquí contra Rousseau<br />

y Marx solamente, lo cual ya es<br />

bastante, sino contra el propio<br />

Dios. En la medida en que no se<br />

siente culpable, el negrito <strong>del</strong><br />

Batey le deja el trabajo al buey,<br />

siendo que Dios lo ha considerado<br />

pecador, y por ello, merecedor<br />

<strong>del</strong> castigo de trabajar.<br />

Por vía de la reflexión hemos<br />

sido, pues, conducidos hasta la<br />

realidad medular que define al<br />

bacán: la irresponsabilidad. Al<br />

respecto cabe hacer algunas precisiones.<br />

La primera de ellas es que la<br />

afirmación de que el bacán es un<br />

irresponsable no es un reproche.<br />

No se trata aquí de un juicio de<br />

valor, sino de la descripción de<br />

una sensibilidad, y para ir<br />

abriéndole campo a herejías mayores,<br />

me atrevo a asegurar que<br />

el modo de ser bacán es asimilable,<br />

por lo menos en gran medida, a las conclusiones<br />

arrojadas por la filosofía de lo absurdo respecto<br />

de la condición humana, y la fi<strong>del</strong>idad que le<br />

debemos.<br />

Arr.: Nelson Pinedo.<br />

Ab.: Alberto Beltrán.<br />

Gramsa, archivo Bassi<br />

La filosofía de lo absurdo nos dice que el hombre<br />

es esencialmente un rebelde. Pero, ¿contra qué<br />

se rebela el hombre? Nada más y nada menos que<br />

contra su propia condición, lo que quiere decir que<br />

la rebelión <strong>del</strong> hombre, para que sea auténtica,<br />

tiene que ser total, y no parcial. Así las cosas, los<br />

movimientos que han sido emprendidos para cambiar<br />

una estructura económica<br />

o política, o ambas cosas, son<br />

apenas rebeliones parciales,<br />

las cuales, en algunos casos,<br />

pueden incluso atentar contra<br />

la auténtica rebeldía, sobre todo<br />

cuando la conquista de una determinada<br />

forma de gobierno o<br />

de un determinado mo<strong>del</strong>o económico,<br />

o aspiración racial, viene<br />

a significar la implantación<br />

<strong>del</strong> terror. De otra parte, para<br />

la filosofía de lo absurdo la condición<br />

humana es una condición<br />

absurda, ya que el hombre<br />

es una lucha perpetua contra<br />

el sufrimiento y la muerte, lucha<br />

de antemano perdida, pero<br />

a la cual el hombre no va a renunciar<br />

nunca, constituyendo<br />

esto un absurdo.<br />

El Hombre lucha contra la<br />

muerte y el sufrimiento a través<br />

de la ciencia y <strong>del</strong> arte, y la<br />

filosofía de lo absurdo se esforzará<br />

por mostrar que la rebeldía,<br />

y por tanto el ser esencial <strong>del</strong><br />

hombre, se expresan de mejor<br />

modo a través <strong>del</strong> arte que de la<br />

ciencia. A propósito de esto, consigna<br />

Albert Camus en El mito<br />

de Sísifo: “La creación es el testimonio<br />

trastornador de la única<br />

dignidad <strong>del</strong> hombre: la rebelión<br />

tenaz contra su condición”.<br />

De cara a todo esto debo confesar<br />

que cuando me he visto en<br />

aprietos para explicar la filosofía<br />

de lo absurdo desde los textos<br />

de Sartre, Camus y Kierkegaard,<br />

he acudido a Daniel Santos,<br />

quien me ha rescatado siempre <strong>del</strong> atolladero.<br />

Seeco, archivo de Oskar Pájaro<br />

Antes de mostrar cómo he sido rescatado por<br />

Daniel Santos <strong>del</strong> atolladero, debo precisar que desde<br />

la filosofía de lo absurdo el único deber que se<br />

impone al hombre es el de jugar. Camus cita en El<br />

mito de Sísifo a Nietzsche: “Tenemos el arte para<br />

no morir de la verdad”. Porque jugar es lo más contrario<br />

a la ciencia. Todo el que busca la verdad tiene<br />

que renunciar a jugar. En la ciencia no puede<br />

haber juego porque no hay libertad. La predicción<br />

es la clave de éxito científico, y predecir es esta-<br />

42


lecer una rígida<br />

cadena que<br />

enlaza dos eslabones<br />

sin posibilidad<br />

de contingencia:<br />

la<br />

causa y el efecto.<br />

En el juego<br />

no hay predicción<br />

porque el<br />

juego es goce,<br />

libertad, riesgo.<br />

Kierkegaard<br />

creía que de lo<br />

que se trataba era de vivir y no de comprender, y<br />

concebía la vida como un juego, como una<br />

apuesta donde la razón era sobrepasada por el golpe<br />

seco de la decisión. Pero la decisión en Kierkegaard<br />

estaba dirigida a enfrentar el problema de la<br />

culpa; se trataba de un drama religioso, resumido<br />

así por Kierkegaard: ¿Cómo fue que me hice culpable?<br />

Adán y Eva expulsados <strong>del</strong> paraiso de Miguel Ángel, Capilla Sixtina.<br />

En Camus, el juego consiste en imaginar a<br />

Sísifo dichoso, es decir, en ahuyentar la tristeza<br />

de saber que en la vida nos esperan la muerte y el<br />

sufrimiento mediante la rebelión contra nuestra<br />

condición absurda. Pero en Camus rebelión significa<br />

mantener la tensión originaria yo-mundo,<br />

cuestión que se sostiene sobre todo en el arte. Se<br />

podría afirmar que la rebelión en Camus consiste<br />

en devenir artista, en hacer de la vida una obra de<br />

arte. Esa obra de arte se llama la autenticidad. Se<br />

trata de ser auténticos, y de saber hasta dónde llegar<br />

cuando el propósito de ser auténticos compromete<br />

la propia existencia. A pesar de la diferencia<br />

con Kierkegaard se sostiene la idea de que la vida<br />

es un juego, el juego de la transparencia y de la<br />

creación. Estética y moral conforman en Camus<br />

una unidad temática, pero ante todo, vital.<br />

responsable de<br />

la muerte de<br />

Isaac. No tendrá,<br />

pues, escapatoria.<br />

Tendrá<br />

que apostar.<br />

Otra vez la idea<br />

de juego, ahora<br />

en Sartre.<br />

Pero, ¿cómo<br />

explico en mis<br />

clases de Ética<br />

y de Filosofía<br />

todo esto?<br />

Es entonces cuando acudo a Daniel Santos, al<br />

“Jefe”, al “inquieto anacobero”, quien con su tema<br />

El juego de la vida, me lo resuelve todo:<br />

En el juego de la vida<br />

juega el pobre y juega el rico<br />

juega el blanco y juega el negro<br />

juega el grande y juega el chico.<br />

Es fácil constatar aquí la visión de la vida como<br />

juego.<br />

En el juego de la vida<br />

de nada vale la suerte<br />

porque al fin de la partida<br />

gana el albur de la muerte.<br />

Aparece expresada aquí la idea central de la filosofía<br />

de lo absurdo: la muerte como una condición<br />

insuperable dentro de la existencia.<br />

Juega con tus cartas limpias<br />

en el juego de la vida,<br />

al final nada te llevas,<br />

vive y deja que otros vivan.<br />

En Sartre, la única realidad <strong>del</strong> hombre es la libertad,<br />

que se manifiesta como la angustia de sabernos<br />

responsables de nuestros actos, pues los<br />

hemos elegidos, así se trate <strong>del</strong> acatamiento a una<br />

ley, ya que siempre se podrá demostrar que contábamos<br />

con la libertad de elegir otra cosa, la insurrección,<br />

por ejemplo; otros la eligieron. No importa<br />

si Dios pidió a Abraham que sacrificara a Isaac<br />

como prueba de su fe. De todos modos, según Sartre,<br />

Abraham tendrá que decidir que ése que le habló<br />

es Dios y no un demonio camuflado, y eso lo hará<br />

Aquí, la transparencia y la autenticidad<br />

camusianas.<br />

Cuatro puertas hay abiertas<br />

al que no tiene dinero,<br />

el hospital y la cárcel,<br />

la iglesia y el cementerio.<br />

Finalmente, la fatalidad impregnada de humor<br />

negro. ¿Era acaso Daniel Santos kafkiano? Tal vez<br />

nunca lo sepamos.<br />

43


Contribución de <strong>Huellas</strong><br />

en la definición de la identidad Caribe<br />

en Colombia*<br />

Alfredo Marcos María<br />

Vilma Gutiérrez de Piñeres Abello<br />

Editores de <strong>Huellas</strong><br />

BREVE CONCEPCIÓN<br />

El maestro Germán Vargas, que fue un colaborador<br />

solidario de <strong>Huellas</strong>, solía decir: “¿Para qué volver a<br />

escribir lo que ya está escrito, y más todavía si está<br />

bien escrito?” Y <strong>Huellas</strong> ha encontrado en su director<br />

un excelente cronista de su génesis, su desarrollo<br />

y su filosofía. Con motivo de celebrarse los 20<br />

años de vida de la revista, Jesús Ferro Bayona anotaba:<br />

«Dicen que lo difícil, después de publicar el primer<br />

número, es mantener la salida periódica de<br />

una revista. La sentencia se refiere, sobre todo, a<br />

las revistas culturales y universitarias. La excepción<br />

a la regla se aplica a <strong>Huellas</strong>, la revista cultural<br />

de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>, que llega a sus 20<br />

años de ininterrumpida publicación [...]<br />

«En el editorial <strong>del</strong><br />

número 17, agosto de<br />

1986, se afirma que<br />

“<strong>Huellas</strong> seguirá siendo<br />

una revista universitaria<br />

con vocación<br />

cultural, ámbito en el<br />

*Una versión más extensa<br />

de este ensayo, en<br />

cuanto a la trascripción de<br />

textos de Jesús Ferro sobre<br />

la historia de <strong>Huellas</strong>, fue<br />

leída en forma dialogada por<br />

sus autores en el Congreso<br />

de Colombianistas “Colombia<br />

y el Caribe”, <strong>Universidad</strong><br />

<strong>del</strong> <strong>Norte</strong>, ago., 2003.<br />

Alfonso Fuenmayor<br />

cual transitan las ideas políticas, los fenómenos<br />

políticos y sociales, el pensamiento filosófico, la<br />

creación poética y narrativa...” Así ha sido, invariablemente,<br />

dándose momentos de acentuación en<br />

lo histórico regional. Ramón I. Bacca señala que<br />

“la nueva historia de la Costa” tuvo como primer<br />

vehículo de expresión a la revista <strong>Huellas</strong> [...]<br />

«En otros momentos se ha resaltado el debate<br />

académico que se inició en octubre de 1980, en torno<br />

al “Modo de ser costeño”, en un foro que tuvo<br />

lugar en la Cámara de Comercio, de la calle cuarenta,<br />

antesala de los sucesivos foros de la Costa,<br />

que se iniciaron en marzo de 1981 en Santa Marta<br />

[...]<br />

«En el número de marzo citado, salieron publicados<br />

el ensayo de Carlos Angulo Valdés Visión<br />

sinóptica de la prehistoria<br />

regional, cargado <strong>del</strong><br />

rigor antropológico que<br />

ha caracterizado la<br />

obra investigativa <strong>del</strong><br />

insigne profesor, y el<br />

de Jesús Ferro Bayona<br />

Esbozo de una etnología<br />

sobre el modo de ser costeño,<br />

inspirado este último<br />

en la concepción<br />

etnológica de Claude<br />

Lévi-Strauss, aplicada<br />

al caso costeño [...]<br />

Álvaro Cepeda Samudio<br />

44<br />

<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />

pp. 44-49. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537


Gabriel García Márquez<br />

en su residencia de México,<br />

2004.<br />

«En cierta forma, y dadas las circunstancias de<br />

la divulgación, el pensamiento omnipresente y único<br />

de Julio E. Blanco, empezó a ser equilibrado con<br />

los ensayos filosóficos publicados en <strong>Huellas</strong>. De esa<br />

manera, la revista ha jugado un papel de renovación<br />

<strong>del</strong> pensamiento filosófico en la Costa en los<br />

últimos veinte años [...] cuando la revista llegó a su<br />

N° 25, en abril de 1989, la Dirección señalaba en el<br />

editorial: “La revista <strong>Huellas</strong>, plantada en el Caribe,<br />

es una plataforma marítima adonde llegan y de<br />

donde parten los efluvios intelectuales y culturales<br />

<strong>del</strong> mundo; por eso mismo, no nos contentamos con<br />

ser una expresión de nuestro acontecer, sino que<br />

vamos más lejos, buscamos ser un mirador desde<br />

donde la reflexión sobre el hombre y su destino, nos<br />

hermane con las ubicuas inquietudes de las culturas<br />

de ayer, de hoy y de mañana” [...] El rescate de<br />

esa aura, de esos rituales de la lectura y de la apreciación,<br />

por la vía <strong>del</strong> gusto crítico y reflexivo, está<br />

en la base de la perseverante labor de la cultura<br />

que por veinte años nos ha mantenido unidos a todo<br />

el grupo de dirección, de redacción y de colaboradores<br />

de la revista <strong>Huellas</strong>.» Hasta aquí los apartes<br />

<strong>del</strong> texto de Jesús Ferro Bayona.<br />

HUELLAS EN MIT<br />

Foto de Claudia Acosta-Madiedo Henao<br />

«Se encuentra ahí la génesis, poco estudiada,<br />

<strong>del</strong> debate sobre la identidad costeña que ha ido teniendo<br />

eco en las páginas de la revista (recuérdese<br />

el Primer encuentro Caribe, en agosto de 1986, siguiendo<br />

el mismo tema) [...] Esa línea de reflexión<br />

sería, a mi modo de ver, la consonante académica<br />

de la preocupación política costeña por encontrar<br />

la fórmula de su autonomía regional [...]<br />

En los Estados Unidos, un lector de <strong>Huellas</strong> desde<br />

1990, Douglas Morgenstern, que es Senior Lecturer<br />

in Spanish <strong>del</strong> Department of Foreign Languages<br />

and Literatures <strong>del</strong> Instituto Tecnológico de<br />

Massachusetts, por su parte, sobre nuestra revista,<br />

en comunicación personal, anota la siguiente<br />

apreciación.<br />

«Toda universidad anhela ser el centro <strong>del</strong> mundo,<br />

aproximarse al famoso Aleph de Borges para contener<br />

el universo entero. La revista <strong>Huellas</strong> es testimonio<br />

de que ya se ubica en ese lugar céntrico la<br />

<strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>. <strong>Huellas</strong> abarca la historia,<br />

el arte, las letras, la filosofía y la ciencia. La revista<br />

sigue las grandes tradiciones occidentales y orientales,<br />

<strong>del</strong> norte y <strong>del</strong> sur, de estimular el pensamiento<br />

y, de igual importancia, retar las convenciones<br />

y promover una actitud de curiosidad y reflexión,<br />

sin temer la iconoclasia. No es una revista<br />

fácil, por eso recordemos las palabras de otra voz<br />

<strong>del</strong> Caribe: “Sólo lo difícil es estimulante”, escribió<br />

Lezama Lima.<br />

«Cuando apareció por primera vez Cien años de<br />

soledad, se dijo que la novela era un elogio al lector.<br />

Es justo que <strong>Huellas</strong>, que proviene de la tierra<br />

de Macondo, continúe esa alabanza. <strong>Huellas</strong> es para<br />

los lectores que piensan, y los universitarios que<br />

sueñan. Con su crítica y su invención, nos ayuda a<br />

recordar, a valorizar la memoria y la autenticidad.<br />

Es como si nos dijera: hay que luchar contra la peste<br />

<strong>del</strong> olvido de la que nos advirtió García Márquez,<br />

45


G. Vizcaíno Mane Arrieta (E. García) Carnaval José Félix Fuenmayor Luis F. Jaramillo B. Luis F. Jaramillo B.<br />

una plaga que en nuestra época, nace en los medios<br />

de comunicación masivos, cuyos lemas realizan<br />

las terribles pesadillas de Orwell.<br />

«En su elocuencia de palabra y elegancia de imagen<br />

—concluye el profesor Morgenstern—, <strong>Huellas</strong><br />

revela los torbellinos humanísticos de un pueblo que<br />

sigue indagando sin tregua y creando sin cesar.»<br />

HUELLAS EN EL CARIBE<br />

Retomemos entonces una de las ideas <strong>del</strong> editorial<br />

que hemos transcrito de Jesús Ferro. Cuando se<br />

refiere a los foros <strong>del</strong> Caribe, y a la publicación que<br />

<strong>Huellas</strong> hace de las ponencias, anota: «Se encuentra<br />

ahí la génesis, poco estudiada, <strong>del</strong> debate sobre<br />

la identidad costeña que ha ido teniendo eco en las<br />

páginas de la revista (recuérdese el Primer encuentro<br />

Caribe, en agosto de 1986, siguiendo el mismo<br />

tema). Esa línea de reflexión sería, a mi modo de<br />

ver, la consonante académica de la preocupación<br />

política costeña por encontrar la fórmula de su autonomía<br />

regional.»<br />

Esa idea —sintetizada en el título de este ensayo,<br />

Contribución de <strong>Huellas</strong>, Revista de la <strong>Universidad</strong><br />

<strong>del</strong> <strong>Norte</strong>, en la definición de la identidad Caribe<br />

en Colombia—, se tratará de desarrollar de aquí en<br />

a<strong>del</strong>ante.<br />

Resulta bastante notoria la forma avasalladora<br />

y casi contundente como las denominaciones<br />

“Costa Caribe” o “el Caribe colombiano”,<br />

han venido desplazando a las voces<br />

“Costa Atlántica” o “Litoral Atlántico”.<br />

Si revisamos aún someramente la<br />

literatura existente sobre esta región tropical,<br />

que las geografías de Colombia que<br />

estudiábamos en la escuela primaria<br />

describían como “una extensa llanura de<br />

clima ardiente y malsano”, encontramos<br />

que el artículo que abre la primera edición<br />

de <strong>Huellas</strong> se denomina La Costa<br />

Atlántica y el programa nacional de alcohol<br />

carburante, y un segundo artículo ostenta el título<br />

de Al rescate <strong>del</strong> mar colombiano, donde, en las<br />

17 páginas que lo conforman, la palabra Caribe apenas<br />

si sale en el mapa que lo ilustra.<br />

En el segundo número, la bandera de la revista<br />

dice ahora explícitamente: «<strong>Huellas</strong> es una publicación<br />

que pone al alcance de la comunidad nuevas<br />

perspectivas y potencialidades de la Costa Atlántica.»<br />

Y en la parte final <strong>del</strong> editorial, se anota:<br />

“De ahí que un propósito esencial de la <strong>Universidad</strong><br />

sea el de imprimir un dinamismo mayor a sus<br />

funciones de investigación y extensión en favor de<br />

la Costa. Nuestra presencia en la organización <strong>del</strong><br />

Primer foro de la Costa Atlántica confirma la responsabilidad<br />

que Uninorte tiene contraída con el<br />

futuro de esta región colombiana.»<br />

Y agrega el editorialista, insistiendo y definiendo<br />

el carácter de la revista, que agradece «la positiva<br />

acogida que ha recibido esta revista, <strong>Huellas</strong>,<br />

cuyo carácter inicial hemos replanteado a partir<br />

de esta segunda entrega, para dar cabida a una<br />

acepción más amplia <strong>del</strong> término “cultural regional”,<br />

en la cual ciencia y tecnología, valores, arte y<br />

pensamiento, se articulan en un conjunto armónico<br />

para entregar a nuestros lectores una visión actual<br />

y prospectiva de la Costa Atlántica.»<br />

Hasta aquí, destaca Costa Atlántica. Sin embargo,<br />

en su artículo Esbozo de una etnología sobre<br />

el modo de ser costeño, controvirtiendo<br />

la afirmación de Enrique Caballero de<br />

que el Brasil «no ha implantado la civilización<br />

de la clámide griega sino de la<br />

tanga mulata», Jesús Ferro Bayona, ya<br />

adentrado en el noveno párrafo, afirma<br />

que no discutirá «lo propio y lo impropio<br />

de tal afirmación en cuanto desconoce<br />

la realidad tropical de la región Caribe<br />

colombiana, y en cuanto confirma la frase<br />

irónica de Borges de que “la realidad<br />

no es continuamente criolla”, gracias<br />

a Dios.<br />

46


«Pero dejemos constancias —continúa Jesús Ferro—<br />

de que la conciencia de un andino, por no decir<br />

sus hábitos y expresiones culturales, está situada<br />

a la otra orilla <strong>del</strong> trópico, en las mesetas<br />

frías en donde se suspira todavía, entre balandranes<br />

y edredones, por los antiguos virreinatos de solemnidades<br />

emperifolladas, contrariamente al furor <strong>del</strong><br />

Caribe, sensual, violento y exuberante, tierra donde<br />

se cumple la definición que Hegel daba de América<br />

como tierra <strong>del</strong> porvenir: “Es un país de nostalgia<br />

para todos los que están hastiados <strong>del</strong> museo<br />

histórico de la vieja Europa.”»<br />

¿Es ésta la primera mención que se hace en <strong>Huellas</strong><br />

de la palabra Caribe? Desde luego que lo que<br />

pretendemos decir es que, en este momento que<br />

nos ocupa, “lo Caribe” se encontraba virtualmente<br />

en desuso frente a “lo Atlántico”, si bien en Cartagena<br />

se erguía ensoñador entre olas y palmeras el<br />

hermoso Hotel Caribe, y desde Aracataca se enviaban<br />

niños a estudiar en Santa Marta en el Liceo<br />

Caribe, y en Barranquilla se editaba un periódico<br />

denominado Diario <strong>del</strong> Caribe, cuyo nombre,<br />

¿por qué no?, coadyuvó a inspirar y motivar el uso<br />

de la voz Caribe, ya que en sus páginas colaboraban<br />

gran parte de los intelectuales que hoy lideran<br />

la cultura en esta región de Colombia. Citemos algunos<br />

nombres: Eduardo Posada Carbó, Gustavo Bell<br />

Lemus, Adolfo Meisel Roca, Jesús Ferro Bayona,<br />

Ramiro de la Espriella, Tito de Zubiría, Ramón Illán<br />

Bacca, Carlos J. María, Ariel Castillo Mier, Julio<br />

Tovar de Andréis, Adolfo González Henríquez, y muchos<br />

más, que no mencionamos para no hacer prolija<br />

esta lista, y cuyos nombres se hallan vinculados<br />

a <strong>Huellas</strong>.<br />

EL CARIBE<br />

EN LOS DICCIONARIOS DE COLOMBIA<br />

Para una verificación de que la palabra “Caribe” no<br />

gozaba <strong>del</strong> uso y el prestigio de hoy, digamos que el<br />

Breve Diccionario de Colombianismos de la Academia<br />

Colombiana de la Lengua, en 1975, no la registra,<br />

pasando olímpicamente de la palabra “cariduro” a<br />

la “carimañola”, que es un manjar de nuestra región<br />

Caribe.<br />

Por su parte, publicado en 1983 por el Banco de<br />

la República y la Biblioteca Luis Ángel Arango, el<br />

Lexicón de Colombianismos, <strong>del</strong> prestigioso filólogo<br />

colombiano Mario Alario Di Filippo, oriundo él mismo<br />

de la Costa Caribe, sólo registra esta voz en la<br />

acepción que tiene de “algunos peces de los ríos de<br />

América.”<br />

“Y luego para colmo / de peras en el olmo”, como<br />

diría el Tuerto López, en el Nuevo Diccionario de<br />

Colombianismos <strong>del</strong> Instituto Caro y Cuervo, aún en<br />

1993, la palabra Caribe se asocia única y exclusivamente<br />

al significado zoológico que acabamos de<br />

mencionar de estos tales peces, que son más conocidos<br />

con el nombre de “pirañas”.<br />

Cerremos, pues, los diccionarios, y continuemos<br />

escrutando en las páginas de nuestra revista.<br />

En el número 19, en el editorial, Gustavo Bell<br />

Lemus anota: “Con motivo de la celebración de los<br />

20 años de haberse fundado nuestra <strong>Universidad</strong>,<br />

tuvo lugar el Primer encuentro cultural <strong>del</strong> Caribe”,<br />

y más a<strong>del</strong>ante agrega que <strong>Huellas</strong> publica algunas<br />

de las conferencias “con la plena convicción<br />

de que con ello estamos impulsando la formación<br />

de un foro permanente sobre el Caribe.”<br />

La conferencia inaugural de este evento, que correspondió<br />

a Jesús Ferro Bayona, se tituló El Caribe,<br />

nuestro padre mediterráneo, y de allí en a<strong>del</strong>ante,<br />

se podría decir con propiedad: el Caribe reina.<br />

EL CARIBE REINA<br />

La consolidación de la palabra Caribe hallaría su<br />

epítome en el título de la antología realizada por Gus-<br />

Haime Correa Enrique Grau Alejandro Obregón Roberto Angulo Noé León<br />

47


Alfredo Marcos y Vilma Piñeres<br />

leen esta ponencia en el Congreso<br />

de Colombianistas, acompañados<br />

por Ramón I. Bacca, José Luis Garcés<br />

y Jordi Lladó.<br />

tavo Bell El Caribe colombiano; selección<br />

de textos históricos, publicada por<br />

Ediciones Uninorte en 1988. Se reafirmaría<br />

luego en la Bibliografía histórica<br />

<strong>del</strong> Caribe colombiano, recogida<br />

por Sergio Solano, y publicada,<br />

también por Ediciones Uninorte, en<br />

1990. Más tarde, en 1994, en la Historia económica<br />

y social <strong>del</strong> Caribe colombiano, otra selección de textos,<br />

realizada por Adolfo Meisel Roca, y publicada<br />

por Ediciones Uninorte, se corroboraría el uso de la<br />

voz Caribe, que ahora seguiría orgullosa y campante<br />

en nuestras letras, y en nuestros corazones, para<br />

resplandecer luminosa y vehemente, como, especialmente<br />

para este ensayo, escribió Gustavo Bell<br />

Lemus:<br />

«Aunque parezca sorprendente, el hecho de que<br />

hasta hace escasos tres lustros los mismos costeños<br />

continuaran denominando su propia región<br />

como la Costa Atlántica, denotaba no solamente el<br />

dominio cultural que sobre nuestra propia identidad<br />

se tenía desde el interior <strong>del</strong> país, sino también<br />

una especie de vergüenza colectiva por pertenecer<br />

a esa región geográfica y natural que se llama<br />

el Caribe. Detrás de aquella falsa denominación<br />

se hallaba también la ignorancia de lo que ese<br />

mar había significado en la formación histórica de<br />

nuestra sociedad. Hasta que apareció <strong>Huellas</strong>.<br />

«<strong>Huellas</strong> —continúa— ha significado nuevamente<br />

la apertura al mar, y por ende al océano de la<br />

civilización. Las páginas de <strong>Huellas</strong> han sido las naves<br />

que nos han permitido viajar hacia el encuentro<br />

con aquellos otros pueblos que viven en sus orillas<br />

y de dónde nos llegó con toda su carga de dramatismo<br />

el mundo moderno; pero también esas<br />

mismas páginas han sido las piraguas y canoas que<br />

nos han llevado a recorrer el Magdalena arriba en<br />

un viaje de rescate de nuestras raíces.<br />

«<strong>Huellas</strong> ha sido el mascarón de proa de la aventura<br />

de volver a ser, orgullosa e integralmente, Caribes»<br />

—concluye Gustavo Bell.<br />

CARIBE FELIZ<br />

Foto de Julio Gil<br />

A ese broche de oro, ensartemos una perla que estuvo<br />

a punto de naufragar para siempre en las<br />

procelosas mareas editoriales, cuando un impresor<br />

en Me<strong>del</strong>lín extravió la última página <strong>del</strong> ensayo<br />

de Eduardo Posada Carbó Estado, región y nación<br />

en la historia de la Costa Atlántica colombiana: Notas<br />

sobre la Alianza Regional de 1919, que aparece en<br />

el libro El Caribe colombiano, y que en el último párrafo<br />

dice:<br />

«Estas aspiraciones comunes —“las reivindicaciones<br />

costeñas”, como las llamó El Tiempo— fueron<br />

menospreciadas en el Interior. “La canalización <strong>del</strong><br />

Magdalena es una palabra que carece de sentido”,<br />

Guillermo Ardila Mario Rebolledo Marco Mojica Zarita Abello Óscar Tapia<br />

48


Fotos de Giselle Massard Lozano<br />

Jesús Ferro, director de <strong>Huellas</strong>, acompañado de sus editores, Vilma<br />

Piñeres y Alfredo Marcos, revisa el machote de este número.<br />

Vilma Piñeres y Alfredo Marcos, con Munir Kharfan,<br />

diseñan <strong>Huellas</strong> en Gráficas Lourdes, donde desde hace<br />

muchos años se imprime la revista.<br />

expresó el diario capitalino; una carretera entre Barranquilla<br />

y Cartagena, según el mismo editorialista,<br />

sería “una vía de sport”, y “para satisfacer la mitad<br />

siquiera de las exigencias de nuestros compatriotas<br />

aledaños al Caribe, sería insuficiente todo el<br />

presupuesto nacional.” Más aún, “quizá ninguna<br />

sección <strong>del</strong> país” había merecido de parte <strong>del</strong> gobierno<br />

“una tan preferente atención como los departamentos<br />

de la Costa”, que eran “indudablemente los<br />

más privilegiados de la República.”<br />

«Las aspiraciones de la Liga Costeña —continúa<br />

Eduardo Posada— fueron calificadas de “suntuarias<br />

en relación con las necesidades urgentísimas de los<br />

pueblos <strong>del</strong> interior”. Para quienes opinaban como<br />

El Tiempo, “una varada en el río Magdalena es un<br />

agradable esparcimiento”, y los pueblos de la Costa<br />

eran los “menos necesitados y los más felices.”»<br />

De 1919 hasta nuestros días, ha corrido, Magdalena<br />

abajo hasta las turbulentas Bocas de Ceniza,<br />

mucha agua y mucho detritus y mucho olvido. Los<br />

índices de analfabetismo y pobreza <strong>del</strong> Caribe colombiano<br />

son escandalosos, y de ninguna manera somos<br />

hoy “los menos necesitados.” Pero conservamos<br />

intacta nuestra irrenunciable vocación de seguir<br />

siendo los “más felices”.<br />

49


DOSSIER ACREDITACIÓN<br />

La acreditación de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>*<br />

Cecilia María Vélez<br />

Ministra de Educación<br />

Es muy grato para mí estar hoy aquí con ustedes y<br />

unirme a la celebración por la Acreditación Institucional<br />

otorgada por siete años a la <strong>Universidad</strong><br />

<strong>del</strong> <strong>Norte</strong> de Barranquilla.<br />

Éste es un mérito más que debe destacarse en<br />

la labor diaria que, de manera seria y comprometida,<br />

cumple la <strong>Universidad</strong>. El esfuerzo de sus directivos<br />

y de sus profesores ha sido justamente<br />

reconocido por un equipo internacional de pares<br />

académicos y por el Consejo Nacional de Acreditación.<br />

Precisamente, uno de los mayores retos que tenemos,<br />

el Gobierno y el Ministerio de Educación<br />

Nacional en cuanto a la educación superior, es<br />

lograr una ampliación significativa de la cobertura<br />

y, en forma simultánea, mejorar la calidad de<br />

sus programas.<br />

La única forma de obtener este objetivo<br />

es a través de un esfuerzo conjunto<br />

entre todos los actores que intervienen<br />

en el sistema:<br />

• Los estudiantes, por medio de su<br />

participación, curiosidad, inquietud,<br />

ganas de investigar e interés por los<br />

temas.<br />

• Los profesores, a través de su alto nivel de formación<br />

y actualización permanente.<br />

• Y las instituciones, concientes de la altísima<br />

responsabilidad social que conlleva este proceso,<br />

*Texto leído en la ceremonia de acreditación, Barranquilla,<br />

nov. 20, 2003.<br />

a través de la búsqueda de la excelencia de los programas<br />

que ofrecen.<br />

En Colombia, el Ministerio de Educación Nacional<br />

ha asumido en forma directa la responsabilidad<br />

de la inspección y vigilancia de la educación<br />

superior. Esta responsabilidad incluye el poder dar<br />

garantía pública de un nivel de calidad en todos<br />

los programas de educación superior ofrecidos en<br />

el país. Para esto, el Ministerio ha diseñado un<br />

sistema de aseguramiento y gestión de la calidad<br />

con varios componentes:<br />

• La verificación de las condiciones mínimas<br />

de calidad para el registro calificado, establecidas<br />

en el Decreto 2566 <strong>del</strong> 10 de septiembre de 2003,<br />

condiciones obligatorias para todas las instituciones<br />

y que, por lo tanto, garantizan el nivel mínimo<br />

requerido para programas de calidad.<br />

• Y la acreditación voluntaria y de<br />

alta calidad que otorga el Consejo Nacional<br />

de Acreditación, y la acreditación<br />

institucional otorgada por el mismo<br />

Consejo, máximo reconocimiento a<br />

la calidad otorgado en Colombia.<br />

Otros componentes importantes <strong>del</strong><br />

sistema son los exámenes de calidad<br />

de la educación superior (ECAES) y el Observatorio<br />

<strong>del</strong> Mercado Laboral, que ofrecerán información<br />

acerca <strong>del</strong> resultado final <strong>del</strong> proceso<br />

de formación en cuanto a competencias, conocimientos,<br />

y facilidad y calidad de empleo.<br />

La acreditación de alta calidad permite garantizar<br />

a la sociedad que las Instituciones de Educación<br />

Superior cumplen con los más altos requisitos<br />

de calidad y que realizan sus propósitos y obje-<br />

50<br />

<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />

pp. 50-51. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537


tivos. Pretende, además, ser un mecanismo para<br />

que las instituciones rindan cuentas ante la sociedad<br />

y el Estado sobre el servicio educativo que<br />

prestan.<br />

Hoy, la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong> está dando cuenta,<br />

a la región Caribe colombiana y al país, de su<br />

liderazgo, compromiso y disciplina. Y está demostrando<br />

lo que pueden hacer los caribeños cuando<br />

conjugan estos factores para lograr metas altas de<br />

desarrollo. Estamos seguros de que la acreditación<br />

que obtuvo la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong> es un reconocimiento<br />

a su desarrollo en 37 años de historia.<br />

Este reto, ineludible para las universidades <strong>del</strong><br />

país y, en particular, para las de la región Caribe,<br />

fue asumido por esta institución, y como tal debe<br />

motivar e inspirar para continuar en el proceso de<br />

ser mejores con el firme propósito de entregarle a<br />

la Costa una formación de alta calidad de su talento<br />

que contribuya significativamente al desarrollo<br />

humano y sostenible que tanto necesita esta<br />

zona <strong>del</strong> norte de Colombia.<br />

Estamos seguros de que la prioridad de Colombia<br />

para el siglo XXI debe ser consolidar un proyecto<br />

educativo capaz de desarrollar las herramientas<br />

necesarias para que pueda asegurar el<br />

bienestar de todos sus ciudadanos. Es cierto que<br />

en el mediano plazo el reto es devolver la tranquilidad<br />

a los colombianos mediante una política de<br />

seguridad ciudadana, pero, en el largo plazo, sólo<br />

la educación podrá brindarnos la garantía de la convivencia.<br />

No quiero terminar, sin antes expresarles a los<br />

miembros de la comunidad uninorteña que, hoy,<br />

ustedes asumen un gran compromiso con Barranquilla,<br />

con el Atlántico, con la región Caribe y con<br />

Colombia.<br />

Este sello de calidad es un paso más en una<br />

política de mejoramiento continuo propio de las instituciones<br />

conscientes de su papel preponderante<br />

en el desarrollo <strong>del</strong> país, y comprometidas con la<br />

formación de capital humano de alta calidad que<br />

permita la competitividad de Colombia en un mercado<br />

global. La historia los pone en una posición<br />

donde no pueden ser ajenos a estos retos, sino que,<br />

por el contrario, ustedes deben ejercer un liderazgo<br />

que contribuya con estos propósitos. En este camino<br />

siempre los acompañaremos.<br />

Arr.: La ministra de<br />

educación, Cecilia María<br />

Vélez, recibe <strong>del</strong> rector<br />

Jesús Ferro la medalla<br />

conmemorativa de la<br />

<strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>.<br />

Ab. I. a D.: Cap. de navío<br />

Gabriel Arango Bacci;<br />

Dieb Maloof, senador;<br />

Humberto Caiaffa, alcalde<br />

de Barranquilla; Cecilia<br />

María Vélez; Jesús Ferro<br />

Bayona; Alejandro Char,<br />

gobernador <strong>del</strong> Atlántico;<br />

Álvaro Jaramillo Vengoechea,<br />

presidente <strong>del</strong> Consejo<br />

Directivo de la <strong>Universidad</strong><br />

<strong>del</strong> <strong>Norte</strong>; Jaime Amín y<br />

Jorge Ceballos, representantes<br />

a la Cámara.<br />

51


DOSSIER ACREDITACIÓN<br />

La acreditación institucional de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong><br />

UN COMPROMISO CON EL FUTURO *<br />

Jesús Ferro Bayona<br />

Rector de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong><br />

EL PROCESO HISTÓRICO<br />

DE LA ACREDITACIÓN EN COLOMBIA<br />

La evaluación de las universidades, a través de<br />

unas reglas claras que les permitan ser reconocidas<br />

y tener legitimidad pública, surgió hace más<br />

de cien años, cuando en Estados Unidos la educación<br />

empezó a desarrollarse con propósitos masivos,<br />

claramente dirigidos a sustentar los procesos<br />

económicos y sociales, en un marco de autonomía<br />

y libertad. La acreditación evolucionó allá respondiendo<br />

al itinerario histórico, social y cultural <strong>del</strong><br />

país.<br />

En Colombia, el proceso tiene similitudes. A<br />

principios de los años 90 se impulsaban importantes<br />

reformas institucionales. Se habló, desde ese<br />

entonces, de autonomía de los ciudadanos y descentralización.<br />

La nueva Constitución política también<br />

le imprimió al país una mayor dinámica<br />

institucional. Las entidades públicas empezaron<br />

a hablar de calidad total, planeación, índices de<br />

gestión y desempeño.<br />

En el escenario económico, se cambió el mo<strong>del</strong>o<br />

que desde hacía 50 años funcionaba en el<br />

país. La apertura económica planteó un cambio<br />

en la estructura productiva nacional y en el propio<br />

Estado.<br />

*Este texto fue leído por su autor en la ceremonia de<br />

acreditación efectuada en el Coliseo Cultural y Deportivo<br />

de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>, Barranquilla, nov. 20 de 2003.<br />

En materia educativa, el “revolcón” de la administración<br />

<strong>del</strong> presidente César Gaviria, no se hizo<br />

esperar. La crisis de la calidad tocaba fondo, y por<br />

ello el Plan de apertura educativa 1991-1994, se<br />

propuso construir un sistema dinámico, autónomo<br />

y competitivo.<br />

El ICFES también cambió. Empezó a funcionar<br />

como un organismo técnico que impulsaría la investigación,<br />

el desarrollo docente, la cooperación<br />

interinstitucional y la información.<br />

La ley 30 de 1992, por su parte, reformó el sistema<br />

de educación superior y dejó en libertad a<br />

las universidades para adherirse al nuevo proceso<br />

de acreditación. Las universidades, a su turno,<br />

empezaron a gozar de la autonomía reconocida por<br />

la Constitución y regulada por la ley.<br />

Ése era el panorama nacional. Un país con una<br />

nueva actitud, que le abría paso a la acreditación<br />

institucional de las universidades.<br />

LA ACREDITACIÓN<br />

EN LA UNIVERSIDAD DEL NORTE<br />

En ese momento de cambios en el país, la <strong>Universidad</strong><br />

<strong>del</strong> <strong>Norte</strong> se encontraba en la mitad de su<br />

tercera década, y desde entonces sobresalía en los<br />

ambientes académicos, siempre con la convicción<br />

de que cada acto de su proceso de formación debía<br />

buscar la perfección, con la conciencia de estar<br />

52<br />

<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />

pp. 52-57. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537


Arr.: Alejandro Char, gobernador <strong>del</strong><br />

Atlántico, impone al rector Jesús Ferro<br />

la medalla “Puerta de Oro de Colombia”.<br />

Ab.: Los representates Jorge Caballero y<br />

Jaime Amín, egresados de Uninorte,<br />

imponen la Orden de la Democracia<br />

“Simón Bolívar”, grado Cruz Comendador,<br />

al rector Jesús Ferro Bayona.<br />

construyendo para el futuro, y al amparo de una<br />

marcada responsabilidad social.<br />

Fue en el año dos mil, cuando asumimos el reto<br />

de trabajar por obtener la acreditación institucional.<br />

Nuestro mo<strong>del</strong>o de gestión universitaria<br />

se había basado por años en la planeación estratégica,<br />

lo cual nos llevaba a la revisión periódica de<br />

nuestras actividades con altos niveles de exigencia<br />

y estándares de calidad rigurosos.<br />

Nuestros primeros logros empezaron con las<br />

acreditaciones de los programas de pregrado. La<br />

<strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong> fue una de las primeras universidades<br />

<strong>del</strong> país, y la única en la región, en someter<br />

a prueba sus programas profesionales, en<br />

el marco de una dinámica sostenida, que hoy nos<br />

permite ser, proporcionalmente a su tamaño, la<br />

institución superior con el mayor número de carreras<br />

acreditadas.<br />

Porque hemos creído en los estándares de calidad<br />

establecidos y en la manera como el Estado los<br />

ha aplicado, dimos, luego, un salto importante, que<br />

consistió en abrir las páginas de nuestra historia<br />

para que la comunidad académica nos evaluara<br />

institucionalmente. De esta manera, le rendíamos<br />

cuentas a la sociedad a fin de que se enterara de<br />

lo que estamos haciendo, y desde nuestra percepción<br />

y la <strong>del</strong> Estado mismo, que lo hacemos con<br />

excelencia.<br />

Iniciamos con una autoevaluación interna de<br />

los procesos de docencia, investigación, extensión,<br />

y gestión administrativa y financiera para medir<br />

el grado de cumplimiento, con base en los<br />

estándares de calidad fijados por el Estado para las<br />

instituciones de educación superior. En ese<br />

autoexamen participó la comunidad entera —directivos,<br />

profesores, estudiantes, egresados, empresarios—.<br />

Por eso la acreditación que obtuvimos<br />

fue un logro de todos.<br />

CALIDAD EN EL<br />

DESARROLLO INSTITUCIONAL<br />

Hoy, nos da mucha satisfacción celebrar con este<br />

acto académico la Acreditación Institucional que<br />

la Ministra de Educación nos reconoció mediante<br />

la resolución 2085 <strong>del</strong> 5 de septiembre <strong>del</strong> 2003.<br />

Citando las palabras <strong>del</strong> Consejo Nacional de<br />

Acreditación, diversos aspectos ubican a la institución<br />

en altos niveles de calidad entre los que se<br />

destaca que “la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong> está plenamente<br />

identificada con una Misión y con un Proyecto<br />

Institucional especialmente relevantes para<br />

el progreso de la región.”<br />

Una universidad debe cumplir a cabalidad con<br />

su Misión. Cuando esta institución fue fundada<br />

en el año de 1966 por un grupo de empresarios de<br />

la ciudad, representantes de la Fundación ANDI, de<br />

INCOLDA y de la Fundación Barranquilla, hoy Fundación<br />

Mario Santo Domingo, dejaron plasmada<br />

53


esa Misión en el acta de Constitución y luego en<br />

los Estatutos.<br />

En ellos se puede ver la dimensión regional que<br />

le imprimieron al consignar que la nueva institución<br />

debía “desarrollar e incrementar la educación<br />

universitaria en la Costa Atlántica, procurando<br />

ofrecer un alto nivel académico, con profesionales<br />

idóneos y métodos adecuados.”<br />

Qué bien nos sentimos cuando 37 años después,<br />

la Acreditación Institucional señala que nuestra<br />

Misión es especialmente relevante para que la región<br />

se transforme significativamente. Con ello se<br />

está exaltando nuestra fi<strong>del</strong>idad a los propósitos<br />

fundacionales en el sentido mismo de la calidad que<br />

hemos mantenido y acrecentado. El proyecto de los<br />

fundadores nos señalaba un deber-ser, un imperativo<br />

ético que buscaba conectar nuestros esfuerzos<br />

con el progreso y desarrollo de la región. A lo cual se<br />

añadía este otro propósito trascendental: “Impulsar<br />

el desarrollo cultural, social y económico de la región,<br />

convirtiéndose en centro de investigación y<br />

análisis de los problemas <strong>del</strong> desarrollo de esta zona<br />

<strong>del</strong> país.”<br />

LA PROYECCIÓN<br />

REGIONAL DE LA UNIVERSIDAD<br />

Cómo nos honra comprobar que en la resolución<br />

de acreditación se dice que “la <strong>Universidad</strong> goza<br />

de gran prestigio, reconocimiento intelectual y credibilidad<br />

en el medio y es altamente valorada por<br />

su esfuerzo permanente de innovación.” Esa declaración,<br />

expresada en un acto formal <strong>del</strong> Estado<br />

54


Arr. I. a D.:<br />

Humberto Caiaffa, Cecilia María Vélez,<br />

Jesús Ferro y Alejandro Char.<br />

Ab.:<br />

El alcalde Humberto Caiaffa<br />

entrega al rector Jesús Ferro la Orden Civil<br />

<strong>del</strong> Mérito “Ciudad de Barranquilla”.<br />

colombiano, confirma lo que hemos venido escuchando<br />

en diversos mensajes, foros y manifestaciones<br />

públicas de felicitación.<br />

En muchísimos testimonios se ha dicho que la<br />

acreditación no es sólo para la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong><br />

<strong>Norte</strong>, sino que es también para la región. Nosotros<br />

pensamos, con humildad pero con firmeza, que<br />

estamos jalonando la excelencia de la Costa, particularmente<br />

en el importantísimo campo de la<br />

educación.<br />

Un gran número de empresarios ha expresado,<br />

por su parte, que al referirse a la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong><br />

<strong>Norte</strong> están hablando de grandes proyectos de innovación<br />

tecnológica empresariales que se están<br />

apoyando en el recurso humano, altamente capacitado,<br />

y al liderazgo incuestionable que la <strong>Universidad</strong><br />

demuestra en el campo de la innovación<br />

y la tecnología.<br />

Para nosotros, como universitarios e investigadores,<br />

son estimulantes esos testimonios que<br />

ratifican cuán decisivos fueron para la acreditación<br />

los logros que en materia de investigación ha<br />

alcanzado la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>. Vuelven esos<br />

testimonios a ponernos en el eje <strong>del</strong> cumplimiento<br />

de nuestra Misión y Proyecto Institucional, con<br />

la más alta calidad y con los avances necesarios<br />

para nuestra época.<br />

EL COMPROMISO<br />

CON EL FUTURO<br />

Hemos repetido en muchas ocasiones, una vez<br />

conocimos y divulgamos el texto de la acreditación,<br />

que no íbamos a ponernos a dormir ahora sobre<br />

un lecho de rosas. Todo lo contrario, el futuro es<br />

hoy. La tarea prosigue desde ayer y el tiempo apremia.<br />

Ya estamos pensando en la próxima acreditación,<br />

dentro de siete años, y nos urgen los grandes<br />

retos de la calidad y la innovación que continúan<br />

su curso como en el río de Heráclito. Las cosas<br />

cambian sin descanso, y ya no es posible sumergirse<br />

dos veces en la misma corriente, anota<br />

el filósofo.<br />

Es una invitación a que nuestra mente esté<br />

puesta en la anticipación, que para nosotros son<br />

los más altos compromisos que estamos asumien-<br />

55


do desde ahora con el futuro de la institución, y<br />

por ende con la ciudad, con la región y con el país.<br />

Yo diría que ese compromiso es con nosotros<br />

mismos, pues somos nosotros, todos los que pertenecemos<br />

a esta comunidad universitaria, quienes<br />

tenemos que portar el fuego prometeico con espíritu<br />

previsor, con mente visionaria y con decisión<br />

anticipatoria para mirar hacia a<strong>del</strong>ante como lo<br />

hizo Prometeo.<br />

La figura mitológica griega, que les roba el fuego<br />

a los dioses, logra, a pesar de las cadenas con que<br />

lo amarran a una roca <strong>del</strong> Cáucaso, entregar la llama<br />

de la libertad a la humanidad. Prometeo prefigura<br />

al hombre moderno frente a los grandes compromisos<br />

<strong>del</strong> futuro. Recordemos lo que de él escribió<br />

Pico <strong>del</strong>la Mirandola:<br />

Te he colocado, Prometeo, en el centro <strong>del</strong> Mundo<br />

para que puedas reconocer más fácilmente cuanto<br />

está a tu alrededor en el Mundo. No te he creado<br />

celestial, ni terrenal, ni mortal, ni inmortal para que<br />

por tu propia fuerza tengas la libertad de mo<strong>del</strong>arte<br />

a ti mismo y adquieras la forma que deseas.<br />

Ese es el gran reto prometeico. Darnos la forma<br />

que deseamos, la forma más excelsa que corresponda,<br />

como Pico titula su ensayo, A la dignidad <strong>del</strong> Hombre,<br />

porque en ese futuro que empieza hoy forjamos<br />

nuestra dignidad de hombres que luchan no un día,<br />

sino toda la vida por sus principios y sus ideales.<br />

VISIÓN DE LOS<br />

GRANDES DESAFÍOS<br />

La pregunta que surge ahora es hacia dónde vamos.<br />

Qué sigue en medio de este río que nunca<br />

descansa. La respuesta es que estamos viendo<br />

cómo se levanta en el horizonte una transformación<br />

radical de los conocimientos y de la construcción<br />

<strong>del</strong> Mundo a una intensidad y velocidad nunca<br />

antes experimentadas.<br />

La sociedad industrial moderna nos está mostrando<br />

unos planos de tendencias en las cuales<br />

nos estamos insertando, porque son los ejes <strong>del</strong><br />

futuro de una <strong>Universidad</strong> que hemos pensado y<br />

preparado para ocupar un puesto de primera línea<br />

en la Colombia moderna y progresista.<br />

La <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong> le está apostando a<br />

los nuevos retos de las ciencias y las tecnologías<br />

con su avance impresionante en el procesamiento<br />

electrónico de datos, el desarrollo cuasi infinito<br />

de redes de información, la optimización de<br />

la producción automatizada; la ingeniería<br />

genética, la reproducción asistida, y las enfermedades<br />

tropicales e infecciosas; los negocios<br />

en entornos financieros, mercadotécnicos y<br />

gerenciales que están rompiendo las fronteras<br />

nacionales y los límites <strong>del</strong> tiempo.<br />

También hacemos nuestra gran apuesta a las<br />

ciencias sociales y humanas, en búsqueda de<br />

una sociedad nueva donde sean posibles la producción<br />

de riqueza y la lucha contra la pobreza,<br />

las mutaciones <strong>del</strong> hombre y de las sociedades<br />

en un mundo todavía desconocido, la justicia y<br />

los nuevos fundamentos legales para crecer con<br />

democracia, la colosal producción de información<br />

y de redes mediáticas.<br />

Esos, y muchísimos otros desafíos, de las ciencias<br />

duras y sociales, de las tecnologías y de la<br />

información, serán abordados por una <strong>Universidad</strong><br />

cada vez más equipada con profesores-investigadores<br />

<strong>del</strong> más alto nivel, con instrumentos<br />

electrónicos siempre avanzados, con laboratorios<br />

que no descansen en su permanente modernización,<br />

con recursos bibliográficos y bases de<br />

datos que no paren de crecer, llevado todo a<br />

entornos pedagógicos que no le tienen miedo al<br />

56


cambio de mo<strong>del</strong>os<br />

ni al uso de<br />

tecnologías cada<br />

vez más nuevas<br />

y virtuales.<br />

La <strong>Universidad</strong><br />

<strong>del</strong> <strong>Norte</strong> de<br />

los próximos años<br />

será la universidad<br />

de los conocimientos<br />

más<br />

complejos y avanzados,<br />

de la investigación<br />

sin<br />

descanso en los<br />

saberes y sus<br />

aplicaciones, de<br />

la tecnologización<br />

creciente,<br />

siempre y cuando<br />

aporte valor al<br />

conocimiento.<br />

Sin embargo, no será, como no lo ha sido, una<br />

universidad de espaldas a la realidad social y humana<br />

de la ciudad, de la región y <strong>del</strong> país. Porque<br />

el más grande reto consistirá en orientar hacia la<br />

ciudad, y la solución de sus problemas, el inmenso<br />

caudal de conocimientos acumulados en estudios<br />

e investigaciones, y extender a la región, además,<br />

nuestros procesos de calidad y fortalecimiento<br />

institucional para jalonar mayor desarrollo económico,<br />

social y cultural.<br />

Ceremonia de acreditación.<br />

La acreditación<br />

institucional,<br />

lo hemos dicho,<br />

es un logro<br />

de la gente de la<br />

Costa, de sus empresarios,<br />

de sus<br />

académicos, funcionarios,<br />

profesores<br />

y estudiantes,<br />

que nos compromete<br />

de manera<br />

insigne con<br />

el Caribe colombiano,<br />

con su desarrollo,<br />

con su<br />

crecimiento con<br />

equidad, con su<br />

democracia, con<br />

su cultura, con<br />

sus habitantes.<br />

Nos compromete a seguir haciéndolo mejor que<br />

antes, de manera más excelsa, sin miedo y llenos<br />

de confianza en nuestras potencialidades, porque<br />

estamos llamados a destinos más grandes y a logros<br />

de excelencia sin igual.<br />

Queremos consignar aquí que nuestras metas<br />

son más elevadas que lo que han sido hasta ahora.<br />

Y queremos anunciar que ya empezamos a<br />

identificarlas y comenzamos a buscarlas. Le pedimos<br />

a Dios que bendiga nuestro fuego prometeico.<br />

57


DOSSIER EMISORA<br />

20 AÑOS<br />

DE UNINORTE F.M. ESTÉREO<br />

Vilma Gutiérrez de Piñeres Abello<br />

Directora de Uninorte FM Estéreo<br />

Por iniciativa <strong>del</strong> rector, Dr. Jesús Ferro Bayona,<br />

y con el apoyo <strong>del</strong> Consejo Directivo, la <strong>Universidad</strong><br />

<strong>del</strong> <strong>Norte</strong> decide, en 1981, montar una emisora<br />

cultural, para cumplir sus objetivos educativos<br />

y de extensión a la comunidad.<br />

1<br />

En septiembre<br />

de 1983, sale,<br />

pues, al aire<br />

oficialmente<br />

Uninorte FM<br />

Estéreo, en la<br />

frecuencia de<br />

103.1 megahercios.<br />

Desde ese momento, la emisora —que llega<br />

a sus 20 años continuos de existencia—, se constituye<br />

en la alternativa culta de la radio en Barranquilla.<br />

Se llenaba entonces un vacío que existía<br />

desde hacía muchos años en la ciudad, con una<br />

programación de calidad elaborada por profesionales<br />

especialistas en los diferentes géneros musicales<br />

y áreas de la cultura.<br />

Generadora de procesos culturales, la radio sigue<br />

siendo el medio de mayor influencia en América<br />

Latina, y puede decirse que ha sido el profesor<br />

para millones de habitantes en estos países<br />

en vías de desarrollo.<br />

2<br />

3<br />

1. Jesús Ferro Bayona, rector de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong><br />

<strong>Norte</strong>, se dirige a los asistentes en la ceremonia<br />

conmemorativa en el Coliseo Cultural y Deportivo.<br />

2. Vilma Gutiérrez de Piñeres.<br />

3. Braulio de Castro, jefe de programación de la emisora.<br />

4. Claudia De las Salas Acosta, secretaria de la emisora,<br />

y Braulio de Castro con la directora en su oficina.<br />

5. Ismael Piñeres, jefe de grabación.<br />

6. Jaime Fernández, asistente de programación.<br />

4<br />

5 6<br />

58<br />

<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />

pp. 58-59. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537


En este contexto, Uninorte FM Estéreo siempre<br />

ha contribuido al fortalecimiento de la sociedad,<br />

al fomentar el conocimiento de nuestra identidad<br />

cultural y de las bellas artes, en particular, la<br />

música, que se emite en bloques perfectamente<br />

seleccionados por nuestros programadores.<br />

Con la existencia, asimismo, de programas noticiosos<br />

y de espacios de contenido analítico especializados<br />

en diversas áreas <strong>del</strong> conocimiento,<br />

Uninorte FM Estéreo es una estación que propicia,<br />

como emisora universitaria, una atmósfera<br />

de cultura, de pensamiento plural y de reflexión.<br />

De esta manera, estamos en capacidad de ofrecer<br />

a la ciudad y a la región una mejor opción radiofónica,<br />

de expresión universitaria, de vinculación<br />

social y de divulgación de la cultura, que se<br />

oponga a la vulgaridad y la estridencia de la radio<br />

de consumo, la cual en muchos casos —es duro,<br />

pero necesario decirlo—, raya en la banalidad y la<br />

chabacanería.<br />

Toda esta labor educativa de la emisora, se ha<br />

hecho también posible gracias al patrocinio de la<br />

empresa privada, especialmente la Fundación<br />

Mario Santo Domingo y Promigás.<br />

Finalmente, quiero agradecer a mis compañeros<br />

de equipo: Braulio de Castro, Ismael Piñeres,<br />

Jaime Fernández, Eduardo de la Hoz, Claudia de<br />

las Salas y Alfredo Marcos, así como a los realizadores<br />

Rafael Bassi y Sara Neuman. De igual manera,<br />

damos la bienvenida a la nueva generación<br />

de comunicadores vinculados recientemente.<br />

El talento y el compromiso de quienes han estado<br />

en ella a lo largo de estos fructíferos años, han<br />

consolidado a Uninorte FM Estéreo como la alternativa<br />

culta de la radio en el Caribe colombiano.<br />

Conformado por egresados y estudiantes en práctica de Comunicación<br />

Social de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>, el equipo en acción <strong>del</strong><br />

programa Noticias Culturales, que se transmite por Uninorte FM Estéreo.<br />

Fotos de Julio Gil: 1, 2, 5, 11, 12.<br />

Fotos de Giselle Massard Losano: 3, 4, 6, 7, 8, 10.<br />

Foto de Vilma Piñeres: 9.<br />

7. Carolina Ethel Martínez, Ismael Piñeres.<br />

8. Johnny Insignares y Carolina Ethel Martínez<br />

con Alfredo Marcos María, editor de la Ofina de Medios.<br />

9. Giselle Massard Lozano, Carolina Ethel Martínez y Johnny Insignares.<br />

10. Giselle Massard Lozano, Carolina Ethel Martínez y Mariano Redondo.<br />

11. Mariano Redondo y Carolina Ethel Martínez en el estudio de grabación.<br />

12. Cuadro de la obra Cinco cantos en azul de Rossana Lignarolo y Claudia Lamas<br />

presentada, en el Coliseo Cultural y Deportivo, la noche de la celebración.<br />

7 8 9<br />

10<br />

11 12<br />

59


DOSSIER Voces<br />

Voces de Barranquilla<br />

Ramón Illán Bacca*<br />

EL VILLORRIO<br />

(1879-1900)<br />

Como podrá corroborarlo el lector, Voces fue una de<br />

las mejores revistas culturales hechas en Latinoamérica<br />

en la segunda década <strong>del</strong> siglo XX. ¿Qué<br />

hizo posible que en este punto <strong>del</strong> continente surgiera<br />

esta revista?<br />

Barranquilla era para finales <strong>del</strong> siglo XlX algo<br />

más que un villorrio.<br />

Las miradas de los viajeros respecto de la ciudad<br />

eran diversas. Por ejemplo, Miguel Cané, diplomático<br />

argentino, en sus memorias de viaje<br />

escritas en 1881 nos dice que el manzanillo que<br />

vio en el trayecto de Salgar a Barranquilla le recordó<br />

el aria “O Paradiso” de la Africana de<br />

Meyerbeer. Habla además de su temperatura insoportable<br />

y asegura que desde las nueve de la<br />

mañana no se ven en las calles <strong>del</strong> lugar sino perros<br />

y alguno que otro francés que con su presencia<br />

ayuda a sostener el apodo de “las salamandras”<br />

con que se les ha bautizado. Desde que pisó las<br />

costas de Colombia comprendió la anomalía de haberse<br />

concentrado la civilización nacional en las<br />

altiplanicies<br />

andinas a trescientas<br />

millas<br />

*Nació en Santa<br />

Marta. Abogado<br />

de la <strong>Universidad</strong><br />

Libre, Bogotá. Periodista<br />

y autor de<br />

varios libros de<br />

cuentos y novelas,<br />

ha sido traducido<br />

al francés, alemán<br />

y eslo-vaco.<br />

Profesor de literatura<br />

de la <strong>Universidad</strong><br />

<strong>del</strong> <strong>Norte</strong>.<br />

<strong>del</strong> mar. La raza europea —concluye— necesita<br />

tiempo para aclimatarse a las orillas <strong>del</strong><br />

Magdalena, en las riberas que bañan el Caribe<br />

y el Pacífico. 1<br />

“Quelle horrible cuisine” es el único comentario<br />

que le merece Barranquilla a otro viajero francés,<br />

M. J. Creveaux, en el mismo año.<br />

No sabemos cuáles fueron las impresiones culinarias<br />

de Fernando Lesseps al llegar a Barranquilla<br />

en diciembre de 1879; pero, en cambio, en<br />

la crónica de ese evento, hecha por el presbítero<br />

Pedro María Revollo, se da la primera noticia sobre<br />

el mundillo literario de “la Arenosa”. 2<br />

El censo arrojaba una población alrededor de<br />

quince mil habitantes.<br />

El anfitrión <strong>del</strong> banquete —para el cual horas<br />

antes se había remplazado al alcalde mulato por un<br />

comerciante blanco que hablaba un francés elemental—<br />

fue David López-Penha. Éste, un judío sefardita<br />

procedente de Curazao, rápidamente se había constituido<br />

en una de las más importantes personalidades<br />

<strong>del</strong> comercio local y también en una figura cultural,<br />

como lo<br />

demuestra la<br />

traducción que<br />

hizo de Los genios<br />

de Víctor<br />

Hugo, publicada<br />

por la Imprenta<br />

Americana de<br />

Barranquilla en<br />

1880.<br />

También<br />

asistió al banquete<br />

Joaquín<br />

Pablo Posada,<br />

60<br />

<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />

pp. 60-68. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537


un poeta cartagenero <strong>del</strong> género<br />

repentista que no vaciló en<br />

lanzar su improvisación:<br />

El que Colombia aguardó<br />

anhelante aquí está.<br />

Él ha dicho que será<br />

y con sus potentes brazos<br />

hará saltar en pedazos<br />

al istmo de Panamá. 3<br />

Otros —que en el futuro escribirían,<br />

entre ellos Torcuato<br />

Ortega Palacio, José Ramón<br />

Vergara y el propio cronista—<br />

estaban afuera, en calidad de<br />

jóvenes curiosos, subidos a la<br />

ventana <strong>del</strong> Hotel San Nicolás.<br />

Todos trabajaron en el precario<br />

mundo cultural de entonces.<br />

Vergara en colaboración<br />

con Fernando E. Baena escribió<br />

en 1922 Barranquilla: su pasado<br />

y su presente, fuente necesaria<br />

para los historiadores<br />

a falta de otras obras. Torcuato<br />

Ortega, muerto muy joven,<br />

publicó Treinta sonetos, sin gran valor poético. Ernesto<br />

Palacio llegó a ser secretario de Rafael Núñez<br />

y se convirtió en un censor de prensa muy acucioso,<br />

e incluso llegó al extremo de censurar la literatura<br />

que no seguía las orientaciones <strong>del</strong> orden tradicional.<br />

Orden muy claramente establecida en un<br />

decreto de 1894, que en uno de sus apartes decía:<br />

“que la lectura de novelas en general no es conveniente<br />

para los jóvenes, que lo es menos la de aquellos<br />

que pertenecen a la moderna escuela naturalista<br />

y que las pornográficas no deben ponerse jamás<br />

en manos de la juventud.” 4<br />

Miguel Antonio Caro lo había subrayado al escribir:<br />

“No aceptamos como poesía verdadera... sino lo<br />

que se confunda con la religión, aspirando a lo infinito<br />

en cualquier forma.” 5<br />

Aunque no estuvo mirando por la ventana en el<br />

banquete ofrecido en honor de Lesseps, un caso singular<br />

lo constituye Abraham Zacarías López-Penha,<br />

hermano de David. Era poeta y novelista, corresponsal<br />

de Rubén Darío y Max Nordeau, director <strong>del</strong><br />

periódico El Siglo, dueño de la Librería Popular, la<br />

única de la ciudad, y el Salón Universal, uno de los<br />

primeros cinematógrafos, y fundador de una de las<br />

Ramón Vinyes, Barcelona, 1908.<br />

(Todas las ilustraciones de este dossier<br />

fueron tomadas <strong>del</strong> Álbum Vinyes 2002.)<br />

primeras distribuidoras de cine<br />

<strong>del</strong> país. También era teósofo y<br />

autor de la novela costumbrista<br />

Camila Sánchez (1897) y de la<br />

esotérica La desposada de una<br />

sombra (1903). En la enciclopedia<br />

Espasa-Calpe 6 se le considera<br />

como uno de los primeros<br />

cultores <strong>del</strong> modernismo en<br />

América. Publicó también varios<br />

libros de versos, entre ellos<br />

Varios a varios, un poemario en<br />

compañía <strong>del</strong> cartagenero Luis<br />

Carlos “el Tuerto” López, un poeta<br />

calificado de anti-modernista,<br />

y Manuel Cervera, otro poeta<br />

local, clasificado de romántico.<br />

El epígrafe decía: “El odio provinciano<br />

a todo lo que descuella sobre<br />

lo corriente y lo vulgar es<br />

una actitud de defensa, una de<br />

las formas en que comúnmente<br />

se traduce el instinto de conservación<br />

en las bestias-brutas<br />

que componen toda mayoría<br />

compacta.” 7<br />

Palacio y López-Penha alcanzaron<br />

alguna proyección internacional; lo demuestra<br />

la carta de José Asunción Silva a Baldomero<br />

Sanín Cano en la que se quejaba de la difusión que<br />

les daba la prensa venezolana. Sin embargo, en su<br />

libro Breve historia <strong>del</strong> modernismo Max Henríquez<br />

Ureña califica a López-Penha como “poeta de poco<br />

vuelo.”<br />

Había también un pequeño pero selecto público<br />

lector. Así, el cónsul norteamericano Elías Pellet,<br />

tipógrafo de profesión y fundador de la Imprenta<br />

Americana, editó el Shipping List, un periódico mensual<br />

cuyo tiraje era de trescientos ejemplares, de<br />

los cuales cien se distribuían en la ciudad y el resto<br />

se enviaba a <strong>Norte</strong>américa y a Inglaterra en forma<br />

de suscripciones para los comerciantes y para<br />

los interesados en las estadísticas. Esta publicación<br />

también incluía noticias culturales, como la reseña<br />

de los libros que leía Don Elías. Así mismo, eran<br />

frecuentes las referencias a las notas culturales<br />

de Review of Reviews de Londres y al Litterary Digest<br />

de Nueva York.<br />

En el Shipping List se publicó por primera vez el<br />

poema “The Muddy Magdalene” (“El revuelto Magdalena”),<br />

escrito por el norteamericano H. G.<br />

61


Summer, un capitán y propietario de algunos vapores<br />

fluviales. La traducción que hizo Rafael Pombo<br />

de esos versos no se cuenta entre lo mejor de su<br />

producción, y tal vez consciente de ello, el poeta no<br />

lo incluyó en sus traducciones poéticas. La que sí<br />

lo incluyó fue la viajera Rosa Garniege Williams en<br />

su curioso libro A Year in the Andes or Lady’s Aventures.<br />

Don Elías, que amaba la cultura griega, le escribió<br />

al primer ministro inglés de la época, W.<br />

Gladstone, para solicitarle su libro Estudio sobre<br />

Homero y la época homérica. El político inglés le contestó<br />

que no lo tenía y temía hubiera desaparecido<br />

<strong>del</strong> mercado. 8<br />

Por todo lo anterior, se podría conjeturar que el<br />

villorrio tenía en su clase dirigente buenos lectores,<br />

pero sin la disciplina y continuidad que hubiera<br />

dado la presencia de una universidad, lo cual<br />

sólo será posible más de medio siglo después.<br />

Una de las pocas figuras relevantes de ese momento,<br />

otro buen lector y que dejó obra tras de sí,<br />

fue Julio H. Palacio, de quien se han recogido sus<br />

artículos y publicado en distintas ediciones sus<br />

memorias. Era un político y personaje pintoresco<br />

de quien la tradición oral cuenta que se definía<br />

asimismo como “un áulico <strong>del</strong> poder.” También es<br />

famosa su respuesta al general Uribe Uribe cuando<br />

al reclamarle la ponencia a presentar en la Tercera<br />

Conferencia Panamericana en Río de Janeiro<br />

le respondió: “General, yo no estoy aquí para prestar<br />

servicios sino por servicios prestados.”<br />

Pero Palacio era pesimista sobre el medio cuando<br />

en su periódico El Rigoletto afirmaba:<br />

No se lee en Barranquilla ni se escribe tampoco...<br />

los pocos que pueden escribir algo no escriben porque<br />

están seguros de no ser leídos, ni comprendidos, les<br />

causa además escalofríos pensar que en las provincias<br />

persigue una muerte negra a los que llama la<br />

burguesía despreciativa e irónicamente literatos. 9<br />

Su periódico fue sin embargo de los pocos que<br />

tenían suplemento literario. Éstos se podían contar<br />

con la mano. Estaba la Revista Azul, de A. Z.<br />

López-Penha, en la que señalaba las nuevas obras<br />

llegadas a su librería. También Flores y Perlas, de<br />

Fernando Baena, y la sección “Sábados Literarios”<br />

<strong>del</strong> periódico El Progreso, bajo la dirección de<br />

Wulfran Blanco. Predominaba en ellos las traducciones<br />

de autores franceses, y la producción poética<br />

mostraban una marcada influencia de<br />

Bartrina, Campoamor y Núñez de Arce. También<br />

había algunos solitarios intentos de crítica literaria<br />

por parte de Wulfran Blanco. La influencia<br />

modernista más clara era la <strong>del</strong> mexicano Salvador<br />

Díaz Mirón.<br />

No hay que pensar que entre nuestros vates se<br />

manifestaban los elementos <strong>del</strong> decadentismo con<br />

letanías de la lujuria, voluptuosidad y muerte. No,<br />

lo que predominaba era las reuniones etílicas en<br />

el Café Roma, el nuevo centro de reunión en el<br />

entonces remo<strong>del</strong>ado Paseo Colón y donde sobresalían<br />

los versos de la picaresca local, como los de<br />

Jorge Pombo a don Esteban Márquez, en ese momento<br />

el hombre más rico <strong>del</strong> lugar:<br />

Con un placer verdadero<br />

por don Esteban yo brindo<br />

y gran homenaje rindo<br />

al Creso barranquillero.<br />

El señor le dio dinero<br />

como glorias a Mompós,<br />

por lo que estoy con Dios<br />

altamente resentido,<br />

porque muy bien ha podido<br />

repartirlo entre los dos.<br />

En el tiempo <strong>del</strong> mundo (1900-1917)<br />

En las memorias de Julio H. Palacio se menciona<br />

el paso por Barranquilla <strong>del</strong> escritor cubano<br />

Emilio Bobadilla, alias Fray Candil. Su paso, además<br />

<strong>del</strong> enfrentamiento con algún sector de la localidad<br />

—por un artículo en el que dijo la malsonante<br />

expresión de sentir en el buque en que paseaba<br />

“el olor de la carne fresca de mujer hermosa”—,<br />

tuvo también como efecto la novela A fuego<br />

lento, inspirada en Barranquilla (que aparece con<br />

el nombre de Ganga en la obra) y en la que se la<br />

describe como un lugar con una corona de gallinazos<br />

sobre la torre de la iglesia, sapos en las calles y<br />

políticos corruptos de nombres griegos y lectores de<br />

revistas francesas atrasadas.<br />

En Fraulein Emma, otra novela de la misma época,<br />

<strong>del</strong> español Juan Servert, se nos cuenta, en el<br />

capítulo que transcurre en Barranquilla, cómo las<br />

actrices de la compañía sufrieron el asedio de los<br />

petimetres de la localidad, y las funciones fueron<br />

un éxito. También se anota el contraste de que al<br />

llegar a Bogotá se les negó el permiso para sus presentaciones<br />

por considerar el teatro de variedades<br />

pecaminoso.<br />

62


A pesar de esas miradas bizcas, Barranquilla<br />

crecía. Ya para esos primeros años <strong>del</strong> siglo su población<br />

se calculaba en 45.000 habitantes y para<br />

finales de la primera guerra mundial era mayor.<br />

Theodore E. Nichols resume la situación al decir:<br />

Antes de finalizar el siglo, Barranquilla era indiscutiblemente<br />

el puerto más importante de Colombia,<br />

pasando en pocas décadas de ser un insignificante<br />

asentamiento ribereño a esta posición. Los factores<br />

políticos parecen no haber tenido mucha influencia.<br />

Las facciones iban y venían al igual que las revoluciones<br />

pero el crecimiento constante de Barranquilla escasamente<br />

se vio afectado. 10<br />

A pesar de que Barranquilla presentaba —al igual<br />

que las demás ciudades <strong>del</strong> país— altos índices de<br />

analfabetismo 10a *, esto no fue obstáculo para que<br />

los poetas la calificaran de “la Nueva York de Colombia”,<br />

“la Nueva Barcelona”, “la Nueva Alejandría”<br />

y otras comparaciones.<br />

Había varios cines, y las compañías de ópera italianas<br />

y las de teatro españolas se presentaban en<br />

la ciudad antes de emprender giras al interior <strong>del</strong><br />

país. A veces, grupos de entusiastas —generalmente<br />

miembros de la alta sociedad— montaban obras<br />

de teatro, en su mayoría sainetes de los hermanos<br />

Quintero, para obras de caridad.<br />

Son pocas las noticias en los diarios en las que<br />

se nos muestre al mundillo literario agrupado. Una<br />

de esas pocas oportunidades se produjo en el sepelio<br />

de Eduardo Ortega, jefe de redacción de El<br />

Rigoletto. Un número de este periódico dedicado a<br />

su memoria en noviembre de 1908 trae colaboraciones<br />

de Aurelio de Castro, Tomás Surí Salcedo,<br />

José F. Fuenmayor, Eparquio González, entre otros.<br />

O sea, políticos y periodistas. Algunos de ellos ocuparán<br />

puestos importantes. Por ejemplo, Surí<br />

Salcedo será ministro de hacienda y Eparquio<br />

González, un general vencedor en la guerra de los<br />

mil días, será gobernador <strong>del</strong> departamento <strong>del</strong><br />

Atlántico. La única figura con obra literaria será<br />

José Félix Fuenmayor. Se reafirma en esta lista el<br />

criterio dominante de que el escribir agregaba<br />

méritos a los hombres de pro, pero no era un mérito<br />

en sí. La categoría de escritor era subsidiaria y<br />

la escritura una actividad al servicio de los políticos.<br />

Eso explica en parte la paradoja de los pocos<br />

escritores de oficio y la cantidad de periódicos en la<br />

primera década, que sumaban alrededor de veinte.<br />

También se daba el caso curioso de que a pesar de<br />

ser Barranquilla la capital liberal de la Costa, la<br />

mayor parte de los periódicos y los más importantes<br />

eran de orientación conservadora. También los<br />

directores conservadores eran los de mayor prestigio<br />

literario y empresarial: Aurelio de Castro, Julio<br />

H. Palacio, Pedro Pastor Consuegra, Abel Carbonell<br />

y Miguel Goenaga. Hay que anotar que eran escasos<br />

los periodistas con títulos universitarios o estudios<br />

en el exterior.<br />

¿Y la bohemia literaria? En alguna forma se agruparon<br />

en el homenaje al poeta antioqueño Porfirio<br />

Barba-Jacob en su paso por la ciudad en 1906. En<br />

ella estuvieron Lino Torregrosa, Hermes Cepeda,<br />

Leopoldo y Enrique de la Rosa, Miguel Rasch Isla y<br />

Tiberio Hormechea, lo que con alguna amplitud se<br />

podría definir como nuestra bohemia. 11 El Café Roma<br />

fue su lugar de encuentro, pero sin llegar a ser “la<br />

Cueva simbólica”.<br />

Pero hacia ellos sí estaba apuntando el periódico<br />

El Estandarte, dirigido por el poeta de dura musa Jorge<br />

N. Abello, y el sacerdote Pedro María Revollo, que<br />

los calificaba como “tribu de modernistas cuya filosofía<br />

es a beber, a beber y apurar las copas de licor.”<br />

En el mismo periódico monseñor Revollo conjura<br />

otros males que siente están invadiendo la ciudad<br />

que crece: la masonería, el anarquismo, el espiritismo<br />

y el modernismo. 12 La masonería tenía<br />

logias desde 1840 y su importancia se puso de relieve<br />

con la construcción <strong>del</strong> Cementerio Universal<br />

en 1870, en el que, a diferencia de las demás<br />

ciudades de Colombia, se inhumó a hebreos, protestantes<br />

y católicos. 13<br />

El anarquismo era tan sólo un espejismo cuando<br />

monseñor Revollo en su columna “Perdigonadas”<br />

de El Estandarte acusó al joven poeta Leopoldo de la<br />

Rosa de ser un ácrata. Más a<strong>del</strong>ante, en los años<br />

veinte, va a darse un movimiento en el sector obrero<br />

con esa tendencia, que tendrá su propio periódico,<br />

Vía Libre, en el que se anunciarán representaciones<br />

teatrales de autores anarquistas como<br />

Anselmo Lorenzo y Pietro Gori.<br />

El espiritismo era una moda mundial que pasado<br />

su momento más culminante seguía, sin embargo,<br />

con muchos cultores en la ciudad, por lo general<br />

de las clases pudientes. Julio Gómez de Castro,<br />

que sería el primer director de Voces, escribía<br />

en el Diario <strong>del</strong> Comercio: “Estamos en el siglo veinte,<br />

en el de la teosofía y espiritismo con su rebaño<br />

allankardequiano.” 14<br />

63


Sobre el cultivo <strong>del</strong> gnosticismo, teosofismo, misticismo,<br />

cabalismo o alquimia sólo la tradición oral<br />

nos da el dato de la presencia de literatura ocultista<br />

en la librería de López-Penha.<br />

El modernismo (y se infiere que monseñor<br />

Revollo lo hace como una referencia al movimiento<br />

literario cuyo máximo exponente fue Rubén<br />

Darío) tenía expresiones literarias muy flojas. Para<br />

1910 sus mejores representantes en la poesía eran<br />

José Félix Fuenmayor, Miguel Rasch Isla y Leopoldo<br />

de la Rosa.<br />

Había otras manifestaciones artísticas <strong>del</strong> modernismo,<br />

tal vez no muy conscientes, como los<br />

cuadros de Francisco Valiente que con el tema de<br />

la Judith que mata a Holofernes se unía al tema de<br />

“las femmes fatales” de moda en el mundo. Pero no<br />

hay que hacerse demasiadas ilusiones sobre nuestra<br />

unión al ritmo mundial <strong>del</strong> arte. Tampoco había<br />

un mercado para objetos de arte sofisticados. No hay<br />

noticia de cuadros de autores reconocidos en la ciudad;<br />

lo que predominaba era litografías de ninfas<br />

en los rincones de las salas.<br />

Pero más que enfilarse contra “el horizonte gris<br />

de los neologismos extravagantes”, como se vituperaba<br />

a los modernistas, la preocupación principal<br />

de Monseñor Revollo era el carácter laico de la sociedad<br />

barranquillera. Ésta se manifestaba en la<br />

poca asistencia a las iglesias (de hecho había pocas<br />

con relación a otras ciudades de su misma población.<br />

Es muy diciente el dato que hasta 1877<br />

había solamente dos: una iglesia en ruinas, San<br />

Nicolás, y otra cerrada, San Roque). Se manifestaba<br />

así mismo en la abundancia de uniones libres y<br />

la frecuencia de matrimonios civiles mientras estuvo<br />

vigente ese régimen, cuya proporción fue mayor<br />

a la media nacional. “Las cifras abultadas son<br />

significativas en esta ritualidad civil debido probablemente<br />

a la actitud de acomodo por quienes lo<br />

utilizaron dentro de un escenario político, jurídico<br />

y social inestable, también por los extranjeros como<br />

libaneses, hebreos y demás que, casándose de<br />

acuerdo con el rito de sus creencias religiosas, contraían<br />

el problemático matrimonio civil para dar<br />

validez a su relación”, nos dice Dalí Miranda S. 15<br />

El hecho de no ser Barranquilla sede episcopal<br />

(dependía de la diócesis de Cartagena) y la fuerte<br />

presencia extranjera debilitaba el poder de la Iglesia<br />

y, por ende, la censura eclesiástica sobre las<br />

publicaciones.<br />

Todos estos factores fueron decisivos para el<br />

nacimiento de Voces. Sin ellos hubiera sido difícil<br />

que la revista se convirtiera en realidad. Pero no<br />

nos engañemos, hubo un factor de mucha importancia<br />

y que nos llegó en forma gratuita: la presencia<br />

de un joven catalán que huía de las rencillas<br />

<strong>del</strong> mundillo literario de Barcelona, de nombre<br />

Ramón Vinyes.<br />

VINYES ENTRE NOSOTROS<br />

La llegada de Vinyes a Barranquilla se produjo en<br />

1914. Tenía un año de estar en el país. Su primer<br />

domicilio fue en Ciénaga, adonde llegó contratado<br />

como contador de una empresa bananera. Según<br />

el dato poético que nos dio Germán Vargas, el escritor,<br />

en un momento de crisis y decidido a irse al<br />

fin <strong>del</strong> mundo (lo que quería decir Sidney o Barranquilla,<br />

las dos opciones que se le presentaron), puso<br />

a girar un globo terráqueo y el azar determinó que<br />

el dedo se posara sobre esta última ciudad.<br />

Para el investigador francés Jacques Gilard,<br />

Vinyes estaba bajo el trauma nacional de la semana<br />

trágica de Barcelona y empezaba a padecer las<br />

consecuencias de la derrota <strong>del</strong> modernismo catalán<br />

frente a la nueva generación, más prudente y<br />

burguesa, <strong>del</strong> “novecentismo”. Según Gilard, este<br />

viaje representaba una ruptura con la patria y un<br />

voluntario destierro en vida. 16<br />

Vinyes llegó a Ciénaga en 1913. El anecdotario<br />

que daba el mismo Germán Vargas refería que cualquier<br />

noche al releer la Divina Comedia Vinyes decidió<br />

reconciliarse con la literatura e irse a vivir a<br />

Barranquilla. En esta decisión también influyeron<br />

los consejos de su amigo y poeta Gregorio Castañeda<br />

Aragón.<br />

“Se marchó porque estaba hasta las narices de<br />

las envidias en los círculos literarios”, aclaró en<br />

una entrevista su hermano Joseph medio siglo después<br />

de su muerte. Y añadió: “Los Vinyes siempre<br />

hemos sido conservadores, nunca ha habido revolucionarios<br />

ni tampoco comunistas. Liberales lo<br />

hemos sido todos. Aunque nuestro padre era carlista<br />

y nuestra madre una beata.” 17 Este personaje<br />

complejo es el que se instala entre nosotros.<br />

Enrique Restrepo es otro de los nombres fundamentales<br />

en la creación de Voces. Hay pocos datos<br />

sobre él. Antioqueño, autodidacta, en la primera década<br />

<strong>del</strong> siglo trabajaba como contabilista en una<br />

empresa de libaneses. Tenía, según la pluma grá-<br />

64


fica <strong>del</strong> caricaturista Rendón, ojos<br />

diminutos, achinados, y labios<br />

que parecían una línea sobre el<br />

horizonte de su rostro. No es fácil<br />

encontrar escritos de su autoría<br />

en los periódicos de la época, pero<br />

se sabe que era muy considerado<br />

en el mundo literario. Después de<br />

Voces, Restrepo se domicilió en<br />

Bogotá, en la que tuvo un almacén<br />

de sombreros. En 1925 publicó<br />

El tonel de Diógenes (Manual <strong>del</strong><br />

cínico perfecto) y en 1938 Con razón<br />

o sin ella, libros en los que se<br />

nota la lectura atenta de<br />

Nietzsche y Bergson.<br />

Enrique Restrepo en una entrevista<br />

concedida al suplemento<br />

dominical de El Tiempo dio la siguiente<br />

relación de la fundación<br />

de Voces:<br />

María L. Salazar,<br />

esposa de Ramón Vinyes (1922).<br />

En Barranquilla vivía yo en una casita pajiza adonde<br />

concurrían por la noche varios aficionados a la lectura.<br />

Comentábamos libros que caían en nuestras manos,<br />

cambiábamos ideas en general. Asistían a nuestras<br />

tertulias Gonzalo Carbonell, lleno de fuego, de<br />

nobleza y de entusiasmo; Julio Enrique Blanco, estudioso<br />

de poesía de todos los tiempos, poseedor de una<br />

pasmosa erudición; Antonio M. Castaño, el espíritu más<br />

sutil e irónico que haya conocido; Roberto Castillejo,<br />

cuya única ocupación era la lectura; también nos visitaba<br />

Hipólito Pereyra, cuyas costumbres y actitudes,<br />

aunque eran inofensivas y honestas, constituían el<br />

escándalo de la ciudad. Hipólito jamás soñó con ser<br />

literato; la literatura fue para él otra pose de que se<br />

valió para espantar a los burgueses, cosa que constituyó<br />

su sport predilecto y a lo cual era capaz de<br />

sacrificárselo todo. [...] En una ocasión descubrí yo<br />

detrás <strong>del</strong> mostrador de una librería a un joven de presencia<br />

atractiva y de mirada inteligente que con formalidad<br />

recomendaba a sus compradores las obras de<br />

didáctica elemental o la de los autores sicalípticos españoles.<br />

Me pareció adivinar cierto sarcasmo en el fondo<br />

de estas recomendaciones que los parroquianos<br />

tomaban como sinceras. Mis sospechas se confirmaron<br />

cuando le oí elogiar con una propiedad extraordinaria<br />

las obras de un autor que claramente él no había<br />

leído. “Este es otro guasón” pensé para mis<br />

adentros y asumiendo una actitud de parroquiano que<br />

quiere informarse, y por el solo placer de oírlo, solicité<br />

su concepto o apreciación de una obra que yo conocía,<br />

creo que fue algo de Leopardi, y lo hice hablar extensamente.<br />

Aumentó mi sorpresa cuando<br />

vi que no sólo sabía sino que sabía<br />

mucho y a fondo. Seguí luego averiguando<br />

por otros libros de autores<br />

clásicos y modernos, que no existían<br />

en sus estantes y quedé maravillado<br />

de la cultura que pude adivinar en el<br />

guasón de antes. Llamé la atención<br />

de mis amigos <strong>del</strong> cenáculo (así llamábamos<br />

nuestras reuniones nocturnas)<br />

y en a<strong>del</strong>ante frecuentábamos al<br />

librero, todos con el pretexto de comprar<br />

un libro. Al poco tiempo habíamos<br />

ligado con él una franca amistad.<br />

Ese librero no era otro que el poeta<br />

Ramón Vinyes, venido de Cataluña<br />

a consecuencia, creo, de una equivocación.<br />

[...] Ramón fue para nosotros<br />

el agente de la tentación y el estímulo.<br />

A él debo haber cometido el pecado<br />

de escribir para el público o al<br />

menos publicar, pues entre nosotros<br />

no faltaban quienes fuesen ya escritores vergonzantes.<br />

Ramón fue el animador. Concurrió a nuestras tertulias.<br />

Se discutieron acaloradamente teorías literarias,<br />

estéticas y filosóficas. [...] En ocasiones nos sorprendió<br />

la madrugada en alguna controversia relativa a la<br />

irrealidad metafísica <strong>del</strong> tiempo. Y una vez, cuando<br />

menos lo pensábamos, vimos que entre Ramón y Julio<br />

Gómez de Castro se urdía la publicación de una revista<br />

decenal en que todos nos hallábamos complicados.<br />

Gómez de Castro, acendrado, reflexivo, estudioso,<br />

asumió la responsabilidad de ser su director. A él no<br />

se le ocultaba que se hacía cargo de un conato revolucionario<br />

de ideas inofensivas. Así nació la revista “Voces”,<br />

que vivió luego agonizando por espacio de sesenta<br />

números. La edición fue siempre feísima, execrable,<br />

pero el contenido la animaron siempre el entusiasmo<br />

y apasionamiento juveniles. La revista fue bien<br />

acogida, especialmente fuera <strong>del</strong> país. Nos enviaron<br />

colaboración algunos buenos españoles de habla española,<br />

entre otros que recuerde, Eugenio D’ Ors y don<br />

Manuel García Morente. Tuvo sus crisis pecuniarias<br />

forzadísimas, y en una de ellas la tomó por su cuenta<br />

Hipólito Pereyra, que había adquirido una imprenta,<br />

convirtiéndose en su director-editor. 18<br />

PASIÓN Y MUERTE DE VOCES<br />

En un ensayo sobre la narrativa latinoamericana,<br />

el crítico uruguayo Ángel Rama decía textualmente:<br />

65


“Los nuevos” es una consigna suficiente explícita<br />

a pesar de su evidente vaguedad... Esa palabra “nuevo”<br />

es la que con mayor frecuencia escribe uno de los<br />

personajes mitológicos de la literatura latinoamericana,<br />

ese Ramón Vinyes que a partir de 1917 da a conocer<br />

en una revista provinciana (Voces, publicada en la<br />

ciudad de Barranquilla, que para la fecha era el último<br />

rincón <strong>del</strong> planeta) las audacias de Dormée y<br />

Reverdy, el Traité du Narcisse de André Gide, La obra<br />

de Chesterton, dando muestras de esa fabulosa erudición<br />

de la modernidad europea que explica que uno<br />

de sus nietos intelectuales, Gabriel García Márquez,<br />

lo haya trasmutado en un personaje de novela: “el<br />

Sabio catalán”, el hombre que había leído todos los<br />

libros de los Cien años de Soledad. 19<br />

Anterior a algunas revistas como Martín Fierro<br />

(Buenos Aires, 1924-27), Amauta (Lima, 1926-30),<br />

Revista de Avance (La Habana, 1927-30), Revista de<br />

Antropofagia (Sao Paulo, 1928-29), Contemporáneos<br />

(México, 1928-31) y Mandrágora (Santiago de Chile,<br />

1938-43), que son puntos de referencia obligada<br />

cuando se habla <strong>del</strong> proceso literario de esos países,<br />

en Colombia en esa década no hay nada parecido<br />

a Voces en el resto de país. Ni <strong>Universidad</strong> (1921-<br />

22 y 1927-28), El Nuevo Tiempo y Cultura en Bogotá,<br />

ni Panida en Me<strong>del</strong>lín alcanzaron la dimensión literaria<br />

de esta revista. Entre otras cosas, porque<br />

como dice Álvaro Medina:<br />

[...] las publicaciones colombianas se mantenían por<br />

“refritos” y que su vida editorial excepto por los colaboradores<br />

nacionales, dependía en buena parte de lo<br />

ya publicado por sus colegas extranjeros. Voces es la<br />

excepción en ese sentido. Y es la excepción porque<br />

como ocurría en Mito década después recurre a las<br />

traducciones. Pero a traducciones de primera mano que<br />

Vinyes realizaba de los más diversos idiomas. El resultado<br />

fue una revista internacional con un contenido<br />

que le ofrecía a los lectores de habla hispana materiales<br />

que jamás habían leído en su propia lengua. 20<br />

Así fue pues como se tradujeron por primera vez<br />

al castellano textos de Gide, Aloysius Bertrand,<br />

Gilbert K. Chesterton, Jacques Riviere, Federico<br />

Hebbel, Lafcadio Hearn, Hugo von Hoffmannsthal,<br />

R.B. Cunninghame Graham, Guillaume Apollinaire<br />

y otros de igual importancia.<br />

¿Cómo una revista editada en un pueblo ubicado<br />

en él “último rincón <strong>del</strong> planeta”, para repetir<br />

la frase de Ángel Rama, se sitúa a la vanguardia<br />

de todas las publicaciones de su género en el continente?<br />

Con esa gran sabiduría que encierran los lugares<br />

comunes, a Voces siempre se le conoció como<br />

“la revista de Vinyes”. Los dos directores que aparecieron<br />

sucesivamente en sus sesenta números,<br />

Julio Gómez de Castro e Hipólito Pereyra, seudónimo<br />

de Héctor Parias, eran sólo los mascarones de<br />

proa, ya que por su condición de extranjero Vinyes<br />

tenía limitaciones para aparecer como director.<br />

Así pues, Vinyes, alma y voluntad de la publicación,<br />

es quien la hizo posible. No sólo tradujo y escribió,<br />

sino que además Voces recibió colaboraciones<br />

que de no haber estado él de por medio ello no<br />

hubiera sido posible. Un rasgo distintivo de la revista<br />

es el elevado número de colaboraciones de<br />

escritores catalanes y alusiones a la literatura catalana.<br />

Entre otros podemos citar a José María<br />

López Picó, Carlos Riba, Eugenio D’Ors, Alfonso<br />

Maseras y Pablo Vila. Como dice Jaques Gilard:<br />

En materia de curiosidad e información, Madrid<br />

quedaba a la zaga de Barcelona. En Cataluña se<br />

daba una contemporaneidad que la cabeza de España<br />

aún desconocía en gran parte 21<br />

La presencia de los latinoamericanos (Val<strong>del</strong>omar,<br />

Eguren, peruanos; Pellicer, Tablada, mejicanos;<br />

Zaldumbide, ecuatoriano; Huidobro y Mistral,<br />

chilenos, y Rodó, uruguayo) no era tan frecuente<br />

en las otras revistas <strong>del</strong> país.<br />

En Voces se encuentran colaboraciones de autores<br />

nacionales como Germán Pardo García, Tomás<br />

Rueda Vargas, León de Greiff, Efe Gómez, y<br />

<strong>del</strong> litoral atlántico Luis Carlos López, José Félix<br />

Fuenmayor, Gregorio Castañeda Aragón y Víctor<br />

Manuel García Herreros, entre los más destacados.<br />

Y claro, no podían faltar las colaboraciones de<br />

Julio Gómez de Castro y Héctor Parias, que no alcanzaban<br />

el nivel estético de las otras.<br />

De los pocos cuentos publicados en Voces, se<br />

encuentra Animula Vagula, <strong>del</strong> escritor y aventurero<br />

escocés R. B. Cunninghame Graham, traducido<br />

de The English Review y publicado en 1918. Para la<br />

misma época este escritor estaba por los lados de<br />

Cartagena y el Sinú. No hay ningún indicio de un<br />

encuentro entre el escocés y el catalán Vinyes.<br />

Un repaso a los números de Voces muestra lo<br />

determinante de la presencia de Vinyes. Es el<br />

quien le da el tono y orientación a la revista.<br />

Así, se encuentra la nota maliciosa, o la que<br />

66


intriga, con un sabor que no era lo frecuente por<br />

esas fechas en que la solemnidad o el oropel<br />

modernista todavía campeaba.<br />

Voces alcanzó a publicar sesenta números, y el<br />

último apareció el 30 de abril de 1920.<br />

Su muerte, como la de casi todas las revistas<br />

culturales, se debió a la asfixia económica. No recibió<br />

“pulpitazos”, como por ejemplo Panida en<br />

Me<strong>del</strong>lín, a quien el órgano de la curia —La Familia<br />

Cristiana— prohibió leer bajo pena de incurrir<br />

en pecado. Aquí, a pesar de su poder, el clero tenía<br />

una presencia más discreta, y además había una<br />

población flotante, con mucho extranjero, que le<br />

obligaba a ser más permisivo.<br />

Pero aun así, los malquerientes de Voces abundaron.<br />

No le ayudaba a granjearse simpatías la actitud<br />

retadora que animaba desde el epígrafe de<br />

su portada: “Los espíritus mediocres condenan generalmente<br />

todo lo que está fuera de su alcance”, máxima<br />

de Rochefoucauld. O sea que la revista cumplía<br />

el papel de ser: “La mala conciencia, el irreverente<br />

ante las convenciones que las sociedades constantemente<br />

tienden a sacrificar.” 22<br />

Fue pues inevitable que la publicación desatara<br />

reacciones negativas cuando tocaba temas vidriosos<br />

o golpeaba a los intocables. El Derecho, periódico<br />

local, se quejaba:<br />

Voces que ayer nos neutralizó a Núñez, nuestra<br />

gloria poética, nos neutraliza hoy a Gómez Restrepo,<br />

nuestro gran crítico. Entre la necesidad espiritual de<br />

leer a Voces y el miedo de que nos arrebate una gloria<br />

nacional, nos sucede, a cada nueva entrega, lo<br />

mismo que cuando sentimos la necesidad <strong>del</strong> remedio<br />

y le tememos al médico algún diagnóstico fatal. 23<br />

Esto fue escrito a los pocos números de haber<br />

salido Voces y cuando todavía el público se preguntaba<br />

quién era el irónico autor contra la poesía de<br />

Núñez y que firmaba con el seudónimo de Garci-<br />

Ordóñez de Barbarán.<br />

Más a<strong>del</strong>ante y ya en su segundo año de vida,<br />

Hipólito Pereyra publicó un artículo muy esclarecedor,<br />

en el que afirma, entre otras cosas, lo siguiente:<br />

Oye, Hipólito Pereyra, me dice un distinguido escritor<br />

—oye, ¿quieres que te tenga un elogio? En Voces<br />

sólo se entiende lo que tú escribes... 24<br />

Y más a<strong>del</strong>ante continúa diciendo Pereyra:<br />

Voces —dice la Curia— perdóneseme la cobardía<br />

que me embarga y que me impide consignar el adjetivo<br />

calificador: «No manden más la Revista». 25<br />

Como en la actualidad es imposible reconstruir<br />

el anecdotario de la publicación, pues ya no hay<br />

testigos presenciales, sólo se pueden inferir las<br />

dificultades que tuvo la revista para sobrevivir de<br />

la lectura de los mismos textos o por algunos otros<br />

indicios. Por ejemplo, el número doble 49-50, a cargo<br />

de Hipólito Pereyra (la ausencia de Vinyes es<br />

diciente), es insólito, por decir lo menos. Lo encabeza<br />

un retrato a toda página <strong>del</strong> general Eparquio<br />

González, en ese momento presidente de la Asamblea<br />

<strong>del</strong> Atlántico. Además <strong>del</strong> retrato hay un artículo<br />

ditirámbico <strong>del</strong> mismo Hipólito Pereyra acerca<br />

de aquél, y peor aun, versos patrióticos <strong>del</strong> general.<br />

He aquí una muestra:<br />

Oh poderoso mar. Oh mar Atlante<br />

permíteme que en tus aguas dilate la mirada,<br />

busco esa historia que contigo vive,<br />

le escucho entre tus voces de Júpiter tonante...<br />

De hecho, era una llamada de auxilio. El editorial<br />

quejumbroso decía:<br />

Nuestra política fue la de la puerta abierta, pues<br />

siempre tuvimos la de nuestra revista abierta de par<br />

en par para recibir con los brazos abiertos a todos los<br />

intelectuales que quisieran llegarse a nuestra casa.<br />

Llegaron muy pocos, la mayoría se mostró reacia...<br />

Conociendo lo selectivo que era Vinyes, hay que<br />

dudar sobre “la puerta abierta”, pero de todas maneras<br />

hubo un intento de reconciliarse con parte<br />

de la “intelligentzia” local que había quedado por<br />

fuera. No les valió. Tres años más tarde, el mismo<br />

general González, al ser nombrado gobernador y<br />

en una historia turbia, extrañó <strong>del</strong> país a Ramón<br />

Vinyes tildándole de “extranjero indeseable.”<br />

Pero los peligros no sólo provenían <strong>del</strong> poder político<br />

sino también <strong>del</strong> mismo medio social, tan<br />

estrecho, que obligaba a Julio Enrique Blanco a<br />

negar la autoría de sus artículos filosóficos a sus<br />

corresponsales comerciales, porque eso podía restarle<br />

compradores a sus productos farmacéuticos.<br />

A todo esto hay que sumarle la insolidaridad gremial,<br />

que la misma revista denunciaba:<br />

67


Hemos visto desaparecer la notable revista de<br />

Me<strong>del</strong>lín “Panida” entre la más completa indiferencia.<br />

Hemos visto salir el libro Pensamiento de un viejo<br />

de A. González, sin que nadie se ocupara de él. Hemos<br />

visto en torno <strong>del</strong> libro Máscaras de bronce, de<br />

Castañeda Aragón, la más marcada indiferencia. Sólo<br />

los amigos, y uno que otro crítico, habló <strong>del</strong> libro. [...]<br />

¿Es egoísmo? ¿Es que nos encontramos incapacitados<br />

para dar un comentario original? 26<br />

Todos esos factores acabaron con la aventura. El<br />

posterior incendio de la librería 27 de Vinyes, seguido<br />

de su extrañamiento, terminó con las pocas esperanzas<br />

de revivir la revista. Ni la efímera Caminos,<br />

dirigida por Víctor Manuel García Herreros, ni<br />

la comercial Civilización, de Adalberto <strong>del</strong> Castillo,<br />

pudieron reemplazarla. Hay que esperar más de dos<br />

décadas para que aparezca Crónica, un semanario<br />

que después aglutinará a los integrantes <strong>del</strong> llamado<br />

“Grupo de Barranquilla”, y que constituirá otro<br />

hito cultural de la ciudad.<br />

Voces no ha sido estudiada con intensidad. Sin<br />

embargo, es frecuente encontrar en las pocas<br />

aproximaciones al tema el juicio de ser una publicación<br />

que no tenía una real correspondencia con<br />

el medio que la producía. El crítico Ernesto<br />

Volkening dice en forma rotunda:<br />

Más ahí, precisamente, está el busilis: por sus mismas<br />

excepcionales cualidades y virtudes, unos textos<br />

como los de Vinyes o, por citar un tercer ejemplo no<br />

menos diciente, los estudios filosóficos <strong>del</strong><br />

barranquillero Julio Enrique Blanco sobre Kant y<br />

Herbart, se ven un tanto exóticos... Dicho sea sin ambages:<br />

se nota cierto desequilibrio entre el cosmopolitismo,<br />

casi se dijera la posición de vanguardia, que<br />

bajo las alas de tan rara ave literaria mantiene una<br />

minoría selecta de intelectuales y la provincialidad<br />

apacible y gratamente vegetativa <strong>del</strong> ambiente en que<br />

viven, piensan, escriben, platican... 28<br />

Y más a<strong>del</strong>ante nos dice el mismo crítico colocando<br />

el dedo en algo que podría ser tema de muchos<br />

y encontrados puntos de vista:<br />

...en aras de su universalidad “Voces” ha sacrificado<br />

el colorido local, el rasgo inconfundible que nos revele<br />

su ubicación en un puerto <strong>del</strong> Caribe reverberante<br />

de luz y sumido en el lúbrico calor <strong>del</strong> Mediodía. 29<br />

Que la revista continuaría juzgada como “exótica”<br />

en el futuro, lo intuyó el mismo Enrique Restrepo,<br />

que tal vez por eso escribió premonitoriamente<br />

en el último número:<br />

La cultura como “flor extrema” de toda civilización<br />

es un lujo, lugar común, pero no por común<br />

menos evidente. 30<br />

NOTAS<br />

1<br />

CANÉ, Miguel, Notas de viaje sobre Venezuela y Colombia. Bogotá,<br />

Colcultura, 1992. Biblioteca V Centenario.<br />

2<br />

REVOLLO, Pedro María, “Reminiscencia”. En Mejoras, Vol. 3, Nº 28.<br />

Barranquilla, septiembre de 1935, p. 92.<br />

3 Ibid.<br />

4<br />

SOLANO, Sergio, Política e intelectuales en el Caribe colombiano<br />

durante la Regeneración (1886 – 1899). En Memorias <strong>del</strong> IV seminario<br />

internacional de estudios <strong>del</strong> Caribe. Barranquilla, <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> Atlántico,<br />

1999.<br />

5 Ibid.<br />

6 Enciclopedia Universal Ilustrada. Madrid, Espasa-Calpe, 1987, tomo<br />

31, p. 176.<br />

7<br />

LÓPEZ, Luis C.; LÓPEZ-PENHA, Abraham Z. y CERVERA, Manuel, Varios<br />

a varoios. Madrid, Pueyo, 1910.<br />

8 Colección de clásicos costeños. Barranquilla, Editorial Efemérides,<br />

1995, p. 1-51.<br />

9 El Rigoletto, Barranquilla, 11 de septiembre, 1902.<br />

10<br />

NICHOLS, Theodore E., Tres puertos de Colombia. Bogotá, Banco<br />

Popular, 1973.<br />

10a En el censo de 1918, entre los 135.797 habitantes <strong>del</strong> departamento<br />

<strong>del</strong> Atlántico se contaban de 51.300 alfabetos y 75.406 analfabetos.<br />

11<br />

PARDEY, Carlos M., La estada de Barba-Jacob en Barranquilla. El<br />

Heraldo, 19 de abril de 1976.<br />

12<br />

CONDE CALDERÓN, Jorge, “El Estandarte”, insignia y opinión de un<br />

proyecto católico en el Caribe colombiano. En Historia Caribe, Vol. 1, Nº 2,<br />

1996.<br />

13 EL Misionero, año 1, Nº 5. Barranquilla, 9 de junio de 1993.<br />

14<br />

GÓMEZ OLACIREGUI, Aureliano, Prensa y periodismo en Barranquilla<br />

siglo XX. Barranquilla, ediciones Lallemand-Abramuck, l979, p. 12.<br />

15<br />

MIRANDA, Dalí, Familia , matrimonio y mujer: el discurso de la<br />

Iglesia católica en Barranquilla (1863-1930). En Historia Crítica Nº 23,<br />

enero-junio, 2002.<br />

16 Selección de textos de Ramón Vinyes, tomo I, p. 23. Bogotá,<br />

Colcultura, 1982. Selección y prólogo de Jacques Gilard.<br />

17<br />

MARTÍ GÓMEZ, José, Josep Vinyes o el circo de la vida. En el Magazín<br />

Dominical de El Espectador (sf).<br />

18 Lecturas Dominicales de El Tiempo, 26 de septiembre de 1926.<br />

19<br />

RAMA, Ángel, La novela latinoamericana 1920-1980. Bogotá,<br />

Procultura, 1982.<br />

20<br />

MEDINA, Álvaro, Don Ramón, el maestro catalán de “Cien Años de<br />

Soledad”. En revista Pluma, Nº 31 (nov. de 1975).<br />

21<br />

GILARD, Jacques, Voces (1917-1920): un proyecto para Colombia.<br />

En <strong>Huellas</strong>, revista de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>, Nº 31 (abril,1991).<br />

22<br />

GARCÍA CANCLINI, Héctor, Cruces, arriagos y deslindes. En el Magazín<br />

Dominical de El Espectador, Nº 447 (17 de noviembre de 1991).<br />

23 Voces (1917-1920). Selección de textos. Germán Vargas (ed.). Bogotá,<br />

Instituto Colombiano de Cultura, 1977, p. 12.<br />

24 Ibid, p. 13.<br />

25 Idem.<br />

26 Voces, Nº 11 (nov., 1917).<br />

27 En el artículo “Una librería que hizo escuela”, publicado en El<br />

Tiempo (30 agosto de 1987), Javier A. Lara sostiene que el incendio fue<br />

debido a unos fumadores descuidados, mientras que Pere Elies i Busquet<br />

sostiene que fue a causa de unos petardos lanzados en una manifestación<br />

política.<br />

28 VOLKENING, Voces y el silencio <strong>del</strong> trópico. En Evocación de una<br />

sombra. Bogotá, Ariel, 1998, p. 158.<br />

29 Ibid., p. 388.<br />

30 Voces, Nº 59, abril de 1920.<br />

68


DOSSIER Voces<br />

Voces<br />

La revista de Ramón Vinyes<br />

Graciela Gliemmo*<br />

ORIGEN DE VOCES<br />

Ramón Vinyes, cansado <strong>del</strong> mezquino y asfixiante<br />

ambiente cultural español, llega casi por azar a Barranquilla<br />

en 1914, sin imaginar que su presencia<br />

sería determinante para el desarrollo de la literatura<br />

costeña. El escritor colombiano Enrique Restrepo<br />

se topa por primera vez con él en la librería que<br />

Vinyes monta a poco de su arribo y queda maravillado<br />

por sus conocimientos, inmortalizados varios años<br />

después en la figura <strong>del</strong> “sabio catalán” de Cien años<br />

de soledad. Enseguida se conforma un grupo con Julio<br />

Enrique Blanco, Gonzalo Carbonell, Hipólito<br />

Pereyra, Roberto Castillejo y Antonio M. Castaño.<br />

Restrepo cuenta que las primeras<br />

reuniones se hacían en “una casita<br />

pajiza donde concurrían por la noche<br />

estos jóvenes inquietos, aficionados<br />

a la lectura”. Vinyes se convierte en<br />

el promotor de las discusiones sobre<br />

literatura, estética y filosofía, y pone<br />

al grupo en conocimiento de los autores<br />

extranjeros <strong>del</strong> momento. Entre<br />

libros y ron, surge la idea de sacar entre<br />

todos una revista.<br />

Voces, que nace durante la primera<br />

guerra mundial y a meses de la<br />

revolución rusa, da cuenta de las repercusiones<br />

de la lucha desde una<br />

ciudad que comienza a dar muestras<br />

de ciertos rasgos de modernidad. Por<br />

ejemplo, retoma una nota <strong>del</strong> Mercure<br />

de Francia, donde Watelin observa que<br />

la poesía ocupa “un vasto campo en la biblioteca portátil<br />

<strong>del</strong> soldado, generalmente limitada a un volumen”<br />

y que los combatientes son aficionados al género<br />

policial y leen también a clásicos como Pascal,<br />

*Nacida en Buenos Aires (Arg.), 1957. Docente universitaria, ensayista<br />

y narradora. Ha desarrollado investigaciones sobre literatura,<br />

cultura e historia latinoamericana como becaria <strong>del</strong> CONICET y de la<br />

<strong>Universidad</strong> Nacional Autónoma de México.<br />

Ramón Vinyes, años 30.<br />

Racine y Voltaire. Y entre los “modernos”, a Musset,<br />

Daudet y Bourget.<br />

A la redacción llegan publicaciones de Francia,<br />

Inglaterra, Portugal, España, Italia. Vinyes transmite<br />

en una nota de noviembre de 1918 su sorpresa<br />

ante las revistas científicas, que se muestran inmutables<br />

frente a la guerra, y deja oír su comentario<br />

mordaz: “Para los sabios no existe en el mundo<br />

más que la ciencia. Tal vez los llene el horror al cataclismo<br />

pero se cierran en ellos como en un laboratorio<br />

y su pensamiento sigue sereno las complicadas<br />

rebuscas y los cauces torturosos. El hoy es un<br />

accidente para los sabios; su vista va fija al futuro.<br />

Trabajan para los que vendrán.”<br />

Entre la literatura bélica que se comenta,<br />

se destacan Vie des martyrs de<br />

Georges Duhamel y Méditations d’un<br />

solitaire de León Bloy, considerado “el<br />

más alto espiritualista de la guerra”.<br />

También se recoge una consulta realizada<br />

a artistas y escritores franceses<br />

sobre qué debe hacerse con lo que<br />

queda en pie de la catedral de Reims,<br />

y se reproducen algunas opiniones,<br />

entre ellas la de Rodin, quien plantea<br />

una defensa de las ruinas y está contra<br />

todo tipo de restauración.<br />

Voces es más que un producto local.<br />

Es absolutamente cosmopolita.<br />

Gómez de Castro dirige los primeros<br />

doce números y Armando Pereyra se<br />

encarga de los restantes. Sin embargo,<br />

es Vinyes quien está tras la selección de textos y<br />

el que consigue las colaboraciones, sobre todo de autores<br />

catalanes. Incluso, aunque no aparece su firma,<br />

es el principal traductor y también el responsable<br />

de las “Notas”, la interesante sección que informa<br />

sobre la actualidad cultural. Sólo se publican textos<br />

originales y por primera vez se traducen al castellano,<br />

unos años antes de que lo hicieran algunas<br />

<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />

pp. <strong>69</strong>-70. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537<br />

<strong>69</strong>


econocidas revistas vanguardistas, a André Gide,<br />

Guillaume Apollinaire, Gilbert K. Chesterton,<br />

Jacques Rivière, Federico Hebbel, Cunninghame<br />

Graham, y Hugo von Hoffmannsthal, entre otros.<br />

Esta revista decenal muestra las paradojas propias<br />

<strong>del</strong> momento: se advierte aún cierta solemnidad<br />

y tradicionalismo y, a la par, hay en algunos más<br />

irreverencia, como en las notas de Restrepo, en los<br />

poemas en prosa de Pereyra y en algunas opiniones<br />

de Vinyes. Siempre se aclara que no hay detrás un<br />

programa político ni partidismos. Se reclama libertad<br />

y autonomía literaria.<br />

LOS PRIMEROS “ISMOS”<br />

Esta es una época en la que comienzan a caer viejos<br />

conceptos. La literatura ya no reproduce la realidad,<br />

anuncia su desvinculación de la moral y exhibe signos<br />

de fragmentación. Se cumplen cincuenta años<br />

de la muerte de Bau<strong>del</strong>aire y es el momento en que<br />

la reimpresión de sus versos hace que los poetas lo<br />

vean como el precursor <strong>del</strong> simbolismo. Ha muerto<br />

Rubén Darío. Los poetas franceses y los autores rusos<br />

marcan la ruta a seguir.<br />

Y aunque Voces publica los innovadores poemas<br />

en prosa de Hipólito Pereyra, que ofrecen un nuevo<br />

imaginario y una forma híbrida, y da espacio a la<br />

obra inicial de León de Greiff, quien será central en<br />

el grupo de Los Nuevos una década después, no es<br />

una revista vanguardista, ya que rechaza la pelea<br />

frontal: “Voces se ha convertido en Colombia en el<br />

fantasma de los mediocres porque fustiga sin compasión,<br />

porque cada día rompe nuevos ídolos, porque<br />

duda de las consagraciones, porque renueva el ambiente<br />

literario. Pero este ‘fantasma’ al mismo tiempo<br />

que es nuestro exponente de dinamicidad literaria<br />

no tiene la odiosidad de la polémica ni la vulgaridad<br />

de los vocablos plebeyos.”<br />

Se recogen muchos textos que anuncian un cambio<br />

de poética, pero es el número 42, <strong>del</strong> 30 de noviembre<br />

de 1918, el que está dedicado en forma completa<br />

a la renovación literaria que se gesta en Europa.<br />

La edición promete dar a conocer “las últimas<br />

teorías en arte y las obras de los nuevos teóricos.”<br />

No se trata de avalar sino de mostrar y sostener estos<br />

interrogantes: “¿Serán flor de un día las nuevas<br />

doctrinas?” “¿Traerán una profunda revolución en<br />

el arte?” La posición es abierta, plural, comprensiva,<br />

pero no cómplice. Es solidaria y, a la vez, mantiene<br />

una discreta distancia con las nuevas producciones<br />

literarias, dejando en claro que se trata de una<br />

época de experimentación más que de precisiones:<br />

“La revolución en arte es total. No tenemos, hoy por<br />

hoy, obra decisiva... y, diríamos más, ni senda segura.<br />

Pero los tanteos merecen respeto. ¿Qué pueden<br />

revelar estos tanteos mañana?”<br />

Se defiende aún el significado de la palabra, también<br />

el plano sonoro, sin excluir las últimas tendencias<br />

que están ofreciendo un quiebre más estructural,<br />

visible incluso en la disposición tipográfica que<br />

toma la letra en la página. Los términos “futurismo”,<br />

“cubismo”, “vibrismo” son centrales, junto con los<br />

textos y reflexiones de Apollinaire, Pierre Albert-Birot,<br />

Paul Dermée, Luciano Folgore, Pierre Reverdy, Max<br />

Jacob, Lino Cantarelli y Vicente Huidobro.<br />

La transición se advierte en los comentarios de<br />

Vinyes sobre estos autores: aunque no adhiere a las<br />

nuevas tendencias, juega con las formas cuando escribe<br />

sus argumentos, como si se tratara de prosa<br />

poética, desplazando las líneas hacia la derecha,<br />

dándole un ritmo desintegrado, más rápido e instantáneo<br />

que el de aquellos otros artículos y notas<br />

publicados en los números anteriores de la revista.<br />

Estos comentarios tienen el tono de los apuntes, de<br />

las observaciones frescas, cortadas, escritas como<br />

al pasar y al descuido. Su diagnóstico de los tiempos<br />

que corren surge espontáneo y recurrente: “Una profunda<br />

inquietud se ha apoderado <strong>del</strong> arte. Un deseo<br />

de renovación lo sacude.” E insiste: no hay “nada<br />

aún definitivo en las corrientes nuevas.”<br />

Aunque tal vez asusta, no se niega la ruptura. La<br />

revista hace suyas las observaciones de algunos indiscutibles.<br />

Albert-Birot, tras un poema suyo con<br />

onomatopeyas y notas que señalan cómo deben pronunciarse<br />

ciertos versos, lanza una rotunda afirmación:<br />

“El arte moderno se encamina a dar obras originales.<br />

Hasta hoy el arte ha dado únicamente traducciones.”<br />

Pierre Reverdy propone crear una sintaxis<br />

nueva para lograr una verdadera revolución<br />

en el arte. Y prefigura lo que será ley, unas décadas<br />

después, para la poesía concreta en Brasil: la necesidad<br />

de lograr una disposición tipográfica diferente<br />

que se apareje con una sintaxis nueva.<br />

El gran impacto de las revistas literarias latinoamericanas<br />

<strong>del</strong> 20, producidas en general en las capitales,<br />

opacó aquellas que fueron publicadas fuera<br />

de ese canónico recorte temporal y espacial. Voces,<br />

que puso en circulación durante tres años sesenta<br />

números, es una de ellas. Sin duda, esta reimpresión<br />

ayudará a comprender mejor un momento de ruptura<br />

y ebullición literaria de comienzos <strong>del</strong> siglo XX.<br />

70


DOSSIER Voces<br />

Ramón Vinyes y Voces<br />

Una perspectiva catalana de diálogo<br />

entre Europa y América *<br />

Jordi Lladó**<br />

La huella colombiana de<br />

Vinyes es conocida desde<br />

que en 1915 fundó su librería<br />

junto a Xavier<br />

Auqué, padre <strong>del</strong> escritor<br />

Javier Auqué Lara, hasta<br />

su labor en el Grupo de<br />

Barranquilla. Ningún reconocimiento<br />

ha superado<br />

al de García Márquez a<br />

través <strong>del</strong> “Sabio Catalán”<br />

en Cien años de soledad:<br />

la gran difusión de su autor<br />

—que se ha referido de<br />

nuevo a Vinyes en Vivir<br />

para contarla—, ha consagrado<br />

una figura arrinconada<br />

al recuerdo <strong>del</strong> gran<br />

orientador o a escasas líneas<br />

en los manuales de<br />

literatura catalana. Este<br />

trabajo aborda el sustrato<br />

catalán en la tarea que efectuó como alma de la<br />

revista Voces entre 1917 y 1920. La publicación de<br />

Barranquilla, felizmente reeditada y presentada en<br />

este congreso, 3 gozó de una amplitud de compás<br />

que ya remarcó Germán Vargas, 4 con autores como<br />

Julio Enrique Blanco o Enrique Restrepo, que en<br />

sus ensayos filosóficos contrapuntaron el interés<br />

literario que centraba la labor de Vinyes. 5 Varios<br />

estudiosos han subrayado la actitud iconoclasta de<br />

*Quisiera agradecer, de entrada, la amable invitación<br />

de Adolfo González y de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong> al presente<br />

congreso de colombianistas. Va especialmente mi<br />

gratitud a Lucila González y a Ramón Illán Bacca por su<br />

gran acogida, así como a Carmen Viveros por su hospitalidad.<br />

Debo también un reconocimiento al aliento <strong>del</strong> Dr.<br />

Jacques Gilard 1 y un recuerdo a don Josep Vinyes y doña<br />

Lluïsa Riera, que tanto me apoyaron en mi tesis sobre el<br />

teatro de Ramon Vinyes, dirigida por este gran estudioso<br />

de la literatura catalana que es Jordi Castellanos. 2<br />

**Universitat Autònoma de Barcelona. Congreso de<br />

Colombianistas de Barranquilla, agosto de 2003.<br />

Vinyes en el escenario se dirige al público después <strong>del</strong><br />

estreno de El Bufanúvols, Cerdanyola <strong>del</strong> Vallés,1952.<br />

la revista, que en el contexto<br />

posmodernista americano,<br />

representó una excepcional<br />

plataforma. 6 La<br />

posición central que el catalán<br />

ocupó en ella tenía<br />

base en su trayectoria<br />

como hombre de letras antes<br />

de su llegada a Colombia,<br />

en 1913. Vinyes se había<br />

implicado en el catalanismo<br />

cultural, con el<br />

sello de modernización<br />

que Barcelona, la capital<br />

catalana, encarnaba. La<br />

comparación se impone: el<br />

Madrid capitalino que añoraba<br />

el imperio, sería<br />

equivalente al oficialismo<br />

de Bogotá, y la Barranquilla<br />

costeña reflejaría una<br />

apertura análoga a la de la<br />

Barcelona mediterránea. Es una postura reflejada<br />

en posicionamientos de nuestro autor, quien, conocedor<br />

de la literatura castellana de España, raras<br />

veces ocupa su atención, contrastando con su<br />

ingreso explícito en el ámbito iberoamericano proclamado<br />

en la revista y el interés creciente por su<br />

país adoptivo.<br />

Vinyes nació en 1882 en la ciudad pirenaica de<br />

Berga y creció en un entorno favorable a las inquietudes<br />

culturales y al catalanismo político que<br />

irradiaba desde Barcelona, y con él, la voluntad de<br />

equiparar la literatura en catalán a otras más consolidadas.<br />

En El calvari de la vida, su primera obra<br />

de renombre estrenada en 1904, un personaje definía<br />

a Barcelona como “el cerebro <strong>del</strong> pueblo catalán”,<br />

un hervidero de ideas opuesto al aldeano localismo.<br />

7 Dos años después, ya instalado en la capital<br />

catalana, inició su colaboración en un diario<br />

denominado precisamente El Poble Català, órgano<br />

<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />

pp. 71-75. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537<br />

71


de un partido izquierdista donde publicó una vasta<br />

producción lírica salpicada de estéticas finiseculares.<br />

Partiendo <strong>del</strong> paisaje montañés de su<br />

juventud luminosamente reelaborado, aportaba un<br />

aire experimental a la lírica en su lengua. Con el<br />

prosario L’ardenta cavalcada, en 1909, confirmó su<br />

fama de “maldito”, que afectó a la recepción de su<br />

obra por su audacia estética y temática.<br />

Algunos críticos acusaron al autor de modernista,<br />

término asociado a los tópicos de dicha corriente.<br />

No es impropio situarle en los últimos compases<br />

de este movimiento, aunque en transición a otras<br />

posiciones. En El Poble Català coincidió con dos<br />

críticos que asoman en Voces: Manuel de Montoliu<br />

y Gabriel Alomar, autor en 1904 de la conferencia<br />

El futurismo, cuyo título, según Vinyes advierte en<br />

la revista de Barranquilla, heredó Marinetti; los<br />

dos concebían al escritor como un Mesías capaz de<br />

conmover a las nuevas multitudes urbanas. Un<br />

instrumento regenerador sería el teatro, con un<br />

afán de elevación que alejara lo catalán <strong>del</strong> folklorismo<br />

y <strong>del</strong> realismo <strong>del</strong> siglo XIX: lo mismo que,<br />

en términos generales, preconizó Vinyes para la<br />

literatura colombiana y americana.<br />

En 1908, nuestro escritor formuló en la conferencia<br />

De la Tragedia, una visión moderna de este<br />

género, fundamentada en Ibsen, Maeterlinck,<br />

Hauptmann y D’Annunzio. 8 Esa concepción renovada<br />

de lo trágico, constituía el principal horizonte<br />

literario <strong>del</strong> autor de Berga entre 1910 y 1912, a<br />

las puertas de su viaje americano. A pesar de las<br />

buenas relaciones con el patriarca de la escena<br />

local, Àngel Guimerà, obras como L’arca i la serp o<br />

Al florir els pomers, estrenada en 1910, fueron cuestionadas<br />

por el entono escénico barcelonés, 9 donde<br />

primaban géneros como la comedia y se desconfiaba<br />

de esa apuesta en la que el autor de Berga<br />

creía fervientemente.<br />

EL PRIMER DESENGAÑO.<br />

¿VINYES, VÍCTIMA DEL NOVECENTISMO CATALÁN?<br />

MATICES DE UNA RUPTURA<br />

Es cierto, pues, que nuestro escritor sufrió un desengaño<br />

precoz, como relató a Alfonso Fuenmayor<br />

en la revista Cromos. 10 Algunos estudiosos han<br />

considerado a Vinyes como víctima <strong>del</strong> Noucentisme<br />

(novecentismo), el movimiento neoclásico que desde<br />

1911 se impuso en Cataluña. Pero las páginas<br />

que en Voces dedica a la poesía catalana desmienten<br />

el choque: es Josep Carner, el poeta luminoso<br />

de los pinos mediterráneos y el lirismo íntimo,<br />

quien encarna el nuevo canon. Vinyes y Carner<br />

habían mantenido relación desde 1906 y la posición<br />

<strong>del</strong> bergadán sobre el modernismo en Voces<br />

aborda el movimiento —tan ligado a América—<br />

como fase necesaria pero superada, en desmarque<br />

de todo preciosismo. Uno de sus textos más brillantes<br />

en Voces, “El sentimiento de la naturaleza<br />

en John Keats”, clarifica ese punto: lo primordial<br />

es rechazar la decoración, el “catálogo” de nombres<br />

griegos en favor de lo esencial. Cualquier tendencia,<br />

llámese modernismo, romanticismo o clasicismo,<br />

no deberá velar la personalidad autoral,<br />

concepto básico en sus parámetros críticos.<br />

Durante estos años constatamos una evolución<br />

en sus poemas, acercados a esa depuración: así,<br />

la “Cançó” publicada en La Revista de Barcelona,<br />

en el año 1917. 11 La Revista fue la publicación<br />

emblemática <strong>del</strong> novecentismo y no tuvo reparos<br />

en acoger a Vinyes ni en aplaudir la divulgación<br />

catalana efectuada en Voces. Creada en 1915 bajo<br />

la inspiración de Josep María López Picó, autor<br />

muy difundido en la publicación atlántica, constituye<br />

un mo<strong>del</strong>o de la dirección que el sabio catalán<br />

imprimió a Voces: de ella adoptó el eclecticismo<br />

selecto preconizado en el pórtico <strong>del</strong> primer<br />

número de la publicación de Barranquilla. Igualmente,<br />

la acogida de los ismos es paralela en La<br />

Revista y en Voces, atentas a las gacetas europeas<br />

que apoyaban esos movimientos de vanguardia.<br />

Vinyes tenía conocimiento de autores como<br />

José Asunción Silva o Guillermo Valencia antes<br />

de llegar a Colombia. 12 Remarcamos el artículo<br />

sobre Valencia publicado en 1915 en el diario barcelonés<br />

El Correo Catalán, base <strong>del</strong> que redactó en<br />

Voces. En él, y a partir de los términos de Baldomero<br />

Sanín Cano en su trabajo sobre Ritos en 1914 interpreta<br />

una desalejandrinización en el poeta que<br />

preludia una vía personal más genuina. Nuestro<br />

crítico laboraba, por tanto, en un amplio campo de<br />

lecturas a ambos lados <strong>del</strong> Océano, sin cortar amarras<br />

con el entorno catalán y trazando argumentadas<br />

impresiones sobre colombianos a quien abría<br />

su enfoque, como Valencia o Tomás Carrasquilla. 13<br />

El Vinyes crítico de Voces tuvo como mo<strong>del</strong>os<br />

catalanes a Alomar, y a Eugenio d’Ors, caudillo <strong>del</strong><br />

novecentismo, que desde el diario La Veu de<br />

Catalunya dictaba pautas. El sabio catalán fue, no<br />

obstante, menos programático que Ors: se pronuncia<br />

a menudo contra lo sistemático, y reclama una<br />

“belleza de facetas múltiples.” 14 Pero hubo una relación<br />

entre ambos, testimoniada en Voces o en<br />

72


una carta de Ors fechada en 1919 conservada en<br />

el fondo Vinyes de Berga. Ors era un esteta que<br />

también provenía <strong>del</strong> modernismo y cultivaba en<br />

el presente una ironía cercana a la Risa revulsiva<br />

de Voces:<br />

“Hagamos un elogio de la risa de Voces (...) que<br />

nos sirve de valla y que nos sirve de látigo. (...) Faltándonos<br />

ella ¿qué nos quedaría para estos cronistas<br />

que, sin argumentos ni lecturas, exhiben por único<br />

bagaje intelectual, como las botellas de los vinos<br />

malos, la pequeña dosis de agresividad mal intencionada<br />

que tienen en el alma?” 15<br />

“Risa” era un concepto poco adecuado al Vinyes<br />

anterior a 1913, indómito defensor de la tragedia.<br />

Y, sin embargo, ejerce en Voces esa tarea de guía<br />

irónico a la que reconvierte la función mesiánica<br />

<strong>del</strong> escritor modernista. En ese sentido, el Caribe<br />

representó la Tierra Prometida: no la de los negocios,<br />

como confirma a Fuenmayor al evocar que no<br />

se enriqueció con los bananos, sino la <strong>del</strong> escritor<br />

que en su desubicación se halló a sí mismo como<br />

crítico. Ya en 1918 era el “hombre que ha leído todos<br />

los libros”, término que acuñó el testimonio de<br />

la revista de Bogotá Cultura que años después tomó<br />

prestado García Márquez. 16 Fue, en suma, un catalizador<br />

<strong>del</strong> mundo cultural barranquillero.<br />

En carta a Vargas poco antes de morir en 1952,<br />

Vinyes se refirió a la “rizada frivolidad” de su estilo<br />

en Voces, como contrapunto a los “bloques<br />

monolíticos” de Julio Enrique Blanco. Y Blanco,<br />

meses después, recalcó<br />

en El Heraldo que la eficacia<br />

de Vinyes residía<br />

en el análisis: “Fue más<br />

un esteta que un teórico”,<br />

nos aclara y en ese<br />

sentido seguía la huella<br />

de Ors en el ensayo brillante<br />

o la imagen incisiva<br />

y eficaz. 17 A propósito<br />

de Alfonso Reyes y la<br />

crítica impresionista,<br />

Vinyes subscribe en un<br />

apunte de los años 40 las<br />

tesis de Thomas S. Elliot,<br />

en el sentido que “actúa<br />

por fecundación”, en plena<br />

fusión entre sujeto y objeto, típica <strong>del</strong> modernismo.<br />

18 Así lo muestran sus conferencias o el<br />

equilibrio de artículos de Voces como “Hombres <strong>del</strong><br />

<strong>Norte</strong>” o “El sentimiento de la naturaleza en John<br />

Keats”; en ellos une sin mella de la unidad de estilo<br />

el rigor argumentativo con un lirismo sugerente.<br />

Esa labor fue tan importante como el magisterio<br />

oral en su librería, en el Grupo de Barranquilla<br />

durante los años 40, o en círculos de la Barcelona<br />

de los años 20 y 30.<br />

El escritor de Berga era deudor <strong>del</strong> romanticismo,<br />

con una visión <strong>del</strong> paisaje y la patria que de él<br />

asumió el modernismo catalán. En él destacó Joan<br />

Maragall, y sus “voces de la tierra”, plasmación <strong>del</strong><br />

alma catalana colectiva. Hubo <strong>del</strong> mismo modo la<br />

versión tenebrosa de ese cosmos, que una novelista<br />

admirada por Vinyes, Víctor Català (pseudónimo<br />

de Caterina Albert), encarnó en Soltiud. 19 Ambos<br />

autores mostraban un universo teñido de visos<br />

mágicos. Desde ese prisma enfocamos la visión<br />

americana <strong>del</strong> primer Vinyes. En el poema “Altes<br />

montanyes <strong>del</strong>s Andes” publicado en El Correo Catalán,<br />

en 1916, 20 evoca el déu de la morta raça, y funde<br />

el alma <strong>del</strong> imperio inca en el marco andino; es<br />

una visión apocalíptica y retórica, pero muy vívida,<br />

según traducimos:”Fuerte nudo de montañas, bello<br />

de tan salvaje, /para alabarte, el inca ha aprendido<br />

los vientos /y, con manos de oro, el sol estrangula los<br />

días, /y a tus pies lanza la sangre de los ponientes”.<br />

Otro poema de tema americano conservamos anterior<br />

a éste (“Holanda en els trópichs”, 1914). 21 Consiste<br />

en una visión de Curaçao, donde bajo unas<br />

sencillas pinceladas, surge el choque de lo holandés<br />

en el Caribe. En ambos textos captamos una<br />

angustia existencial, lejana al mero exotismo.<br />

Algunos escritos en<br />

Voces y otros periódicos<br />

corroboran la epifanía<br />

americana. Especulando<br />

con puntos cardinales,<br />

se aleja de las brumas<br />

<strong>del</strong> <strong>Norte</strong> y la sensualidad<br />

de Oriente para<br />

adherirse a la tierra que<br />

en narraciones como El<br />

chico de Bagá denomina<br />

“La América”: es el artículo<br />

trascendente <strong>del</strong><br />

“Pórtico” de Voces o <strong>del</strong><br />

Teatro Municipal de Barranquilla, 1913.<br />

texto que dirigió en <strong>Universidad</strong><br />

de Germán<br />

Arciniegas a García Herreros<br />

y su narración Lejos <strong>del</strong> mar, en 1921. En<br />

esta crítica contempla la población de Cabuyaro<br />

como alma de la obra, como lo era la naturaleza en<br />

la narrativa modernista catalana. 22 América era<br />

73


I.: Ramon Vinyes, a su regreso de América,<br />

en un paseo en automóvil por Berga, 1920.<br />

D.:Postal autografa fechada en Ciénaga, 1912.<br />

el espacio proteico dónde edificar una nueva cultura<br />

y el escrito sobre Valencia ilustra la comunión<br />

con la nueva tierra a raíz <strong>del</strong> poema dedicado<br />

a Popayán: “La ardiente vaguedad de ayer y de hoy<br />

pueden hacer <strong>del</strong> poeta, catalogado alejandrino, el<br />

primer poeta revelador <strong>del</strong> alma americana”.<br />

Voces, por otra parte, se proyectaba más allá <strong>del</strong><br />

país, y Gilard notó en ello dos direcciones: por un<br />

lado, una dirección nacional reduccionista y, en<br />

un cariz opuesto, la dimensión panamericana heredera<br />

de Rodó, Martí o Bolívar, más cosmopolita.<br />

No obstante, considero que la clave colombiana es<br />

comprensible también en un sentido pragmático:<br />

así, el texto de Vinyes dirigido a Max Grillo donde<br />

diseña un teatro futuro, 23 sigue a la que en 1908<br />

había efectuado en Cataluña. En ambos casos, su<br />

propuesta (estéticamente discutible en cuanto a<br />

su grado de innovación) pretende ser dinamizadora<br />

en la búsqueda de un nuevo sentido trágico. Otro<br />

ejemplo de esa voluntad de implicación lo vemos<br />

en 1940 cuando evoca el texto dedicado en Voces a<br />

Tomás Carrasquilla, y la polémica y adhesiones<br />

que produjo. En suma, es difícil deslindar el<br />

americanismo <strong>del</strong> catalán de esta imbricación<br />

cultural colombiana, en una idéntica línea de apertura.<br />

Es paralela, en ese sentido, la clarividente<br />

acogida a autores <strong>del</strong> país en proceso de consolidación<br />

como Luis Carlos López o León de Greiff, al<br />

lado de extranjeros como Vicente Huidobro, Juan<br />

José Tablada, Gabriela Mistral o Alberto Hidalgo. Y<br />

a la par, el catalán divulgaba y traducía a autores<br />

europeos diversos y selectos como Chesterton,<br />

Clau<strong>del</strong>, Apollinaire o Reverdy. En suma, su círculo<br />

propicia un diálogo intercontinental fecundo que<br />

intentó sacudir el entorno de convencionalismos<br />

y lo logró en buena medida; no negamos, como afirma<br />

Gilard, cierto repliegue: al lado <strong>del</strong> caligrama<br />

“Araña de mis deseos” de Hipólito Pereyra, aparece<br />

la concesión a los poemas <strong>del</strong> gobernador Eparquio<br />

González, próximo al anterior y que acabaría<br />

expulsando a Vinyes, en 1925. Sin entrar ahora<br />

en la anécdota, constatamos que la revista tuvo<br />

que efectuar equilibrios entre el nacionalismo más<br />

provinciano y aquella voluntad de innovar: los<br />

condicionamientos de toda índole debían de pesar.<br />

El catalán, en todo caso, busca lo moderno en el<br />

alma de “la” América, de Colombia, de lo indígena<br />

(con tintes adversos hacia la España de los conquistadores<br />

explicables en su substrato catalanista;<br />

años después, en El Heraldo, asoma su curiosidad<br />

por la literatura negrista y por el indigenismo).<br />

En este sentido, y a pesar de acoger a las<br />

vanguardias más revulsivas y a la alta literatura<br />

europea, el esteta de Voces tuvo una gran intuición:<br />

el camino de Colombia y América latina, aunque<br />

fecundado de influencias foráneas, tendría que<br />

surgir de lo propio; con la corriente telúrica en los<br />

años 20, con el “realismo mágico” a partir de los<br />

40. Y esta convicción era coherente con su formación<br />

catalana: el anhelo de europeizar su país siendo<br />

fiel a su lengua y paisaje, pero audaz e innovadoramente.<br />

Cataluña y el Caribe, resultaban, pues,<br />

ámbitos equiparables.<br />

Este Vinyes nunca bien reconocido en su país,<br />

el lector voraz, el autodidacta, el polemista, halló<br />

desde esta primera singladura en Voces, su puesto<br />

en Barranquilla. En correspondencia, esta ciu-<br />

74


dad, el Caribe, Colombia, América, aportaron a<br />

algunas de sus mejores obras de ficción (las narraciones<br />

reunidas bajo los títulos En la boca de<br />

las nubes y Entre sambas y bananas, 24 su drama<br />

Arran <strong>del</strong> Mar Caribe 25 ) una dimensión de contraste<br />

integrada en su perpetua doble añoranza que<br />

García Márquez concretó en la imagen <strong>del</strong> reflejo<br />

en dos espejos. Y el desairragado Vinyes plantó<br />

raíces en tierra lejana y se convirtió, quizá sin<br />

proponérselo, en profeta fuera de su tierra sin<br />

renegar de ella.<br />

NOTAS<br />

1<br />

V. R. VINYES: Selección de textos, selección y prólogo de Jacques<br />

Gilard, Instituto Colombiano de Cultura, vols. I. y II, trad. de Jacques<br />

Gilard y María Fornaguera de Roda. Bogotá, 1982. Sigue siendo el trabajo<br />

de referencia sobre el Vinyes americano, aparte de divulgar y traducir<br />

lo más selecto de su obra no teatral. Es igualmente esencial su investigación<br />

de la narrativa de Vinyes (en parte como precedente <strong>del</strong> “realismo<br />

mágico”) y de su teatro de tema americano: Entre los Andes y el Caribe.<br />

(La obra americana de Ramón Vinyes), <strong>Universidad</strong> de Antioquia,<br />

Me<strong>del</strong>lín, Colombia, 1989. Anteriormente a los trabajos <strong>del</strong> investigador<br />

francés se publicó la biografía de Pere ELIES: Ramon Vinyes i Cluet: un<br />

literat de gran volada, Rafael Dalmau, Barcelona, 1972. Nació de los<br />

contactos con Vinyes desde 1950 hasta su muerte, en 1952, y de la<br />

consulta <strong>del</strong> entorno familiar catalán. Aunque inexacta en algunos aspectos<br />

y condicionada por el franquismo, cabe estimar muchos de sus<br />

datos.<br />

2 Jordi LLADÓ: Ramon Vinyes i el teatre (1904-1939). Tesis doctoral<br />

dirigida por el Dr. Jordi Castellanos de la Universitat Autònoma de<br />

Barcelona, leída el 28-XI-2002. Ha publicado varios trabajos relacionados<br />

con Vinyes, entre los cuales destacamos junto a Jaume Huch: Àlbum<br />

Vinyes. Prólogo de Jordi Castellanos. Institut Municipal de Cultura de<br />

Berga. Edicions L’Albí. 2002.<br />

3 Voces, 1917-1920. Edición Íntegra. Ediciones Uninorte, Vols. I, II,<br />

III. Barranquilla, 2003. Según relata Ramón Bacca, hubo que recurrir a<br />

ejemplares dispersos para elaborar la reedición. El autor la conservó<br />

íntegra en su librería y actualmente está depositada en el archivo de<br />

Berga junto al resto <strong>del</strong> fondo <strong>del</strong> autor que conservó su hermano, Josep<br />

Vinyes, y donó al ayuntamiento bergadán en el año 2000 su cuñada<br />

Lluïsa Riera.<br />

4 VARGAS, Germán: Voces 1917-1920. Selección de textos. Instituto<br />

Colombiano de Cultura, Bogotá, 1977. En las recientes polémicas sobre<br />

el vínculo de Vinyes y Voces, de las que me ocupo en un texto que he<br />

remitido a Tablero, nos alineamos con la posición de Vargas, Gilard,<br />

Bacca y todos cuantos han leído con atención la publicación y han<br />

comprobado que la dirección de la revista a cargo de Julio Gómez de<br />

Castro e Hipólito Pereyra (Héctor Parias) fue un hecho coyuntural frente<br />

al mayor peso e intervención de Vinyes, Julio Enrique Blanco o Enrique<br />

Restrepo. Y en cuanto a la indudable autoría de los comentarios de la<br />

revista, véase: “Nota a las Notas”, Voces, V, 46, 10-VII-1919.<br />

5 Cito trabajos que desde Barranquilla han publicado, entre otros,<br />

Ariel CASTILLO, Julio NÚÑEZ MADACHI, Ramón BACCA (“Presencia de Voces<br />

en la narrativa <strong>del</strong> Atlántico”, <strong>Huellas</strong>, 36, Uninorte, Barranquilla, diciembre,<br />

1992, “El modernismo en Barranquilla”, Boletín Cultural y<br />

Bibliográfico, vols. 30, 33, 1993). Recientemente Guillermo Henríquez ha<br />

ofrecido datos nuevos en cuanto a la influencia de la familia García<br />

Juliao en la contratación de Vinyes y subsiguiente instalación en Ciénaga,<br />

en 1913 (Guillermo HENRÍQUEZ TORRES: El misterio de los Buendía. El<br />

verdadero trasfondo histórico de Cien años de soledad. Ed. Nueva América,<br />

Bogotá, 2003, págs. 298-306). En el fondo Ramón Vinyes <strong>del</strong> Archivo<br />

Histórico Comarcal de Berga se conservan cartas <strong>del</strong> autor fechadas<br />

en Ciénaga en 1913, mientras que a partir de 1914 rastreamos su<br />

traslado a Barranquilla, y conservamos testimonios de su librería en la<br />

misma ciudad desde 1915.<br />

6 Citemos la valoración de Ángel Rama, remarcada por Ramón Bacca<br />

o más recientemente, Hervé LE CORRE: Poesía hispanoamericana<br />

posmodernista. Historia, teoría, prácticas. Ed. Gredos, Madrid, 2001<br />

(págs. 111-112 y otras).<br />

7 El calvari de la vida. Drama en tres actes i en prosa. Biblioteca<br />

l’Escon, 11, Barcelona, 1906.<br />

8 De la tragèdia. Teatralia, 3, Barcelona, 22 de noviembre de 1908.<br />

9 Así lo constató Jaume HUCH: Ramon Vinyes jove. Tesis de licenciatura<br />

dirigida por Joaquim Molas, Universitat de Barcelona, 1986. Es el<br />

estudio más completo sobre la trayectoria <strong>del</strong> joven literato.<br />

10 “Ramon Vinyes tuvo que elegir entre los bananos y la literatura”,<br />

Cromos, 27-I-1945, Selección de Textos, II, op. cit., págs. 370-379.<br />

11 “Jérica”, “Encantament”, “Cançó”, “Hora capvespral”, La Revista,<br />

III, L, Barcelona, 16-X-1917, págs. 371-372.<br />

12 Ver su artículo evocativo de 1940 en El Heraldo “Tomás<br />

Carrasquilla”, Selección de Textos, I, op. cit., págs. 355-356, y <strong>del</strong><br />

mismo año “Sanín Cano”, ibid., págs. 281-282. Destacamos también su<br />

admiración por Darío (“Correspondència”, Assumpta CAMPS: La recepció<br />

de Gabriele d’Annunzio a Catalunya, vol. II, Traduccions i textos inèdits.<br />

Curial, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, Barcelona, 1999, págs.<br />

189-193.)<br />

13 “Un gran poeta colombiano. Guillermo Valencia”, El Correo Catalán,<br />

13.415, Barcelona, 4-XI-1915. Ídem: “Guillermo Valencia”, Voces,<br />

I, 4, 10-IX-1917, págs. 106-110. Ver también: “Tomás Carrasquilla”,<br />

Voces, III, 21 30-IV-1918, págs. 60-66.<br />

14 “Tomás Carrasquilla”, Voces, art. cit.<br />

15 “Notas”, Voces, 25, 10-VI-1918, págs. 218-220.<br />

16 “Dinámicos” “Notas”, Voces, III, 27, 30-VI-1918, págs. 287-289.<br />

17 Ver carta de Ramon Vinyes a Germán Vargas. Barcelona, 14-II-<br />

1952, Selección de Textos, I, op. cit., p. 98. Ídem, Julio Enrique BLANCO:<br />

“Ramón Vinyes”, El Heraldo, Barranquilla, 27-V-1952, Selección de Textos,<br />

I, op. cit., págs. 95-97.<br />

18 “Alfonso Reyes: La experiencia literaria”, Quadern 16. Fondo<br />

Ramón Vinyes. Berga.<br />

19 Así nos lo evoca en una publicación <strong>del</strong> exilio catalán en México<br />

dirigida por el editor Avel.lí Artís: “Víctor Català”, “Record de Solitud”,<br />

“Una tercera fitxa de Víctor Català”, La Nostra Revista, I, 11, México<br />

D.F., 15 noviembre de 1946, págs. 411-412.<br />

20 “Altes montanyes <strong>del</strong>s Andes”, El Correo Catalán,<br />

13.505, Barcelona, 17-II-1916.<br />

21 “Holanda en els tròpichs. Curaçao”, “Página Literaria”, El Correo<br />

Catalán, 13.235, Barcelona, 1-I-1915. Éste y el anterior poema están<br />

incluidos en Antologia poètica Ramon Vinyes i Cluet. Ajuntament de<br />

Berga, 1982. También hay una considerable parte de su producción<br />

lírica en Hora d’Argent, antologia poètica I: abans de 1901; prólogo de<br />

Jordi Lladó; introducciones y coordinación de Joan Tuneu i Torra. (Ed.<br />

L’Albí, Berga, Ed. Proa, Barcelona, 2000, págs. 249-309.)<br />

22 Selección de textos, I, op. cit, págs. 124-126.<br />

23 “Todo llega; conversemos”, Voces, IV, 37, 10-X-1918. págs. 286-<br />

294.<br />

24 Seis de los once cuentos de A la boca de las nubes fueron<br />

traducidos por María Fornaguera en Selección de Textos, vol. I.,op. cit.,<br />

junto al cuento “Un caballo en la alcoba” (el único escrito en castellano<br />

originalmente) que apareció en Crónica en 1950 dedicado a García<br />

Márquez. A la boca <strong>del</strong>s núvols ganó el premio Concepció Rabell en los<br />

Juegos Florales de la Lengua Catalana de Bogotá en 1945 y fue editada<br />

en Méjico: A la boca <strong>del</strong>s núvols, Ed. Col·lecció Catalònia; 11 México<br />

D.F., 1946; segunda ed.: Bruguera, Barcelona, 1984, prólogo de Jacques<br />

Gilard.: “Ramon Vinyes, contista”. Al año se editaron el resto de cuentos:<br />

Entre sambes i bananes., Bruguera, Barcelona 1985, prólogo de Jacques<br />

Gilard, “Nous aspectes de la contística de Vinyes”; Entre sambas y<br />

bananas, trad.: Montserrat Ordóñez, Ed. Norma, Bogotá, 1985 (2ª ed.:<br />

Norma, 2001). Esta reedición incluye trabajos de Ordóñez (“Entre mundos<br />

y fuera de lugar: monstruos entre espejos enfrentados”), Gilard<br />

(“Ramón Vinyes, figura de la literatura colombiana <strong>del</strong> siglo XX”) y Bacca<br />

(“Vinyes en Barranquilla”). En catalán destaca la edición completa Tots<br />

els contes, Columna, Barcelona, 2000. Ed. de Jaume Huch.<br />

25 Sus mejores piezas se editaron en: Teatre. Viatge. Ball de titelles.<br />

Arran <strong>del</strong> mar Caribe. Ed. L’Albí, Berga, 1988. Edición y prefacio: Jaume<br />

Huch. Prólogo: Jacques Gilard.<br />

75


DOSSIER Voces<br />

Voces y la mitomanía sobre “el Sabio catalán”<br />

Eduardo Bermúdez Barrera*<br />

La publicación de la revista Voces por Ediciones<br />

Uninorte debe ser saludada con beneplácito por<br />

todos quienes nos interesamos en la historia cultural<br />

de nuestra ciudad. Es un esfuerzo editorial<br />

que permite, en los albores <strong>del</strong> siglo XXI, una lectura<br />

que nos conduzca a la reflexión crítica sobre<br />

lo que fue en verdad Voces.<br />

El apéndice <strong>del</strong> Tomo 1 acoge media docena de<br />

artículos bajo el epígrafe de “Aproximaciones a Voces”.<br />

Sus autores son: Álvaro Medina, con el título:<br />

“Don Ramón, el maestro catalán de Cien años de<br />

soledad”; Germán Vargas Cantillo con “Revisión de<br />

Voces”; E. Volkening con “Voces y el silencio <strong>del</strong> trópico”;<br />

J. Gilard con “Voces (1917–1920): Un proyecto<br />

para Colombia”; Amparo Lotero B. con “Voces,<br />

una renovación irreverente”; y Gilberto Loaiza<br />

Cano con “Voces de Vanguardia (Barranquilla,<br />

1917–1920).<br />

La historia no es algo que se escribe y ya está.<br />

No es algo acabado. La historia es algo que está continuamente<br />

moviéndose con nosotros, y la historia<br />

de la cultura en Barranquilla no es la excepción.<br />

En algunos de estos artículos sobre la revista<br />

Voces, hay una remembranza de las viejas crónicas<br />

que tenían por costumbre narrar las historias<br />

con un gran protagonista: el rey o, en su defecto,<br />

el rico señor de la comarca. No contaban los demás,<br />

pues el que hacía la historia marcaba el rumbo<br />

cual omnisapiente deidad terrena; el resto de<br />

los mortales sólo se conformaba con el papel de<br />

actores secundarios.<br />

*Barranquillero. Lic. en Filosofía y Letras, U. Metropolitana,<br />

1982. Magíster en Filosofía, U. <strong>del</strong> <strong>Norte</strong> - U. <strong>del</strong><br />

Valle, 2002. Ponente, Congreso Centenario K. Popper,<br />

Viena, 2002. Profesor, U. <strong>del</strong> Atlántico; catedrático, U.<br />

Simón Bolívar. Colaborador, Maestría en Filosofía, <strong>Universidad</strong><br />

<strong>del</strong> <strong>Norte</strong>.<br />

Hoy día aún persisten notables rastros de este<br />

mito, así como existe todavía en muchos libros de<br />

historia el falaz hábito de marcar épocas históricas<br />

a partir de reinados y papados. Es claro que<br />

para la historia de la cultura artística, filosófica,<br />

literaria y científica barranquillera, es indispensable<br />

erradicar el mito de que la revista Voces fue<br />

un proyecto de Ramón Vinyes.<br />

La mitomanía comienza a mediados <strong>del</strong> decenio<br />

de los setenta, cuando, estimulados por el boom<br />

latinoamericano en literatura, y el creciente prestigio<br />

<strong>del</strong> escritor colombiano Gabriel García<br />

Márquez, algunos críticos literarios locales, nacionales<br />

e internacionales, intentan descubrir y explicar<br />

el fenómeno de un escritor exitoso.<br />

En el primero de los citados cuatro artículos, que<br />

en mi opinión han contribuido a crear la<br />

mitomanía aludida, Álvaro Medina nos dice: “La<br />

influencia que ejerció Vinyes en la formación de<br />

GGM, la ha reconocido este último numerosísimas<br />

veces, y sin embargo, todavía en Colombia no sabemos<br />

exactamente quién y cuál fue su labor de<br />

autoexiliado entre nosotros.” De ahí en a<strong>del</strong>ante<br />

se va montando la maniática mentira de un tal<br />

sabio catalán que se había leído todos los libros y<br />

se los prestaba a todos los jóvenes escritores de la<br />

ciudad para que uno de ellos ganara el premio Nobel<br />

de Literatura, como alguna vez lo ganó W. Faulkner.<br />

Con respecto a la llegada de Vinyes a Barranquilla,<br />

el señor Medina afirma impunemente lo<br />

siguiente: “... con la presencia de Vinyes, Barranquilla<br />

se convierte en un centro cultural de gran<br />

repercusión en el ámbito nacional de entonces”.<br />

Yo pregunto: ¿Acaso Vinyes habría podido hacer su<br />

revista desde Ciénaga, Puerto Colombia, o Pueblo<br />

Viejo? ¿Por qué en este puerto fluvial y marítimo<br />

sí pudo trabajarse una revista de las características<br />

de Voces? Respondo: porque aquí sí había un<br />

grupo de pensadores, poetas y aficionados a la ciencia<br />

como Enrique Restrepo, Julio Enrique Blanco,<br />

Julio Gómez de Castro, Gonzalo Carbonell, Hipólito<br />

Pereira, Gregorio Castañeda Aragón, Abraham<br />

Zacarías López-Penha que se reunían en casa <strong>del</strong><br />

76<br />

<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />

pp. 76-79. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537


primero de los nombrados a discutir teorías literarias,<br />

estéticas y filosóficas —y otras veces en la<br />

residencia de José Félix Fuenmayor—, no por casualidad.<br />

De allí que el primer número de la revista<br />

lleva el titular: “Voces, revista de Ciencias, Letras<br />

y Artes.”<br />

“No es casual que aquellos centros portuarios<br />

de febril actividad mercantil, punto de confluencia<br />

de viajeros de muchas latitudes y cuando la<br />

comunicación más avanzada era la marítima, hayan<br />

sido terreno fértil para el florecimiento <strong>del</strong><br />

saber y de la actividad intelectual. Con las mercancías<br />

llegaban también las nuevas tendencias<br />

<strong>del</strong> pensamiento, que se instalaban bien en las<br />

mentes despiertas por tanta actividad y novedad.<br />

La historia brinda numerosos ejemplos de este<br />

hecho: Jonia en la Antigüedad, los puertos italianos<br />

<strong>del</strong> Renacimiento, Londres durante los siglos<br />

XVII–XIX” (Amparo Lotero Botero, Voces, Ediciones<br />

Uninorte, p. 545). Barranquilla, por supuesto, compartía<br />

muchas de estas características<br />

hacia los primeros lustros<br />

<strong>del</strong> siglo XX, y por aquellas mismas<br />

calendas, cien años atrás, se<br />

publicaban en la ciudad más periódicos<br />

que hoy día, lo cual es<br />

muy significativo dentro <strong>del</strong> contexto<br />

que estamos analizando.<br />

Una investigación histórica<br />

bien documentada debería erradicar<br />

el equívoco de la “revista de<br />

Vinyes”, o que “el cerebro de ella<br />

[la revista Voces] fue Ramón<br />

Vinyes, o “... la fabulosa vida intelectual<br />

de Vinyes entre nosotros”,<br />

etc. Porque una cosa es que en<br />

una novela magistral como Cien<br />

años de soledad se mencione<br />

como una bien elaborada ficción<br />

la figura fugaz de un “sabio catalán”,<br />

y otra muy distinta es la<br />

mitomanía de “Vinyes, el hombre<br />

que se había leído todos los libros<br />

<strong>del</strong> mundo.”<br />

Es claro que me refiero a la mitomanía <strong>del</strong> Sabio<br />

catalán y no al brillante profesor de la Escuela<br />

de Señoritas, actor y escritor de teatro, hombre de<br />

carne y hueso, políglota y sin duda lector empedernido.<br />

“El hombre que podía distinguir catorce<br />

mil matices <strong>del</strong> verde y advertía cuando a la mayonesa<br />

le sobraba una gota de aceite”, es sin duda<br />

Caricatura de Ramón Vinyes por<br />

Masgoumiery.<br />

más una hipérbole literariamente afortunada de<br />

un joven pupilo de Vinyes en 1951 (Alfonso Fuenmayor),<br />

que algo para tomarlo en serio desde el<br />

punto de vista documental.<br />

De los artículos de Germán Vargas y E. Volkening<br />

sólo quiero decir aquí que presentan a Voces<br />

como una revista puramente literaria. Olvidan, por<br />

amor a la literatura, que en Voces se reseñaron<br />

muchos libros y eventos de ciencia y filosofía; para<br />

destacar algunos: la celebración <strong>del</strong> centenario <strong>del</strong><br />

químico francés Adolfo Wurtz, quien contribuyó a<br />

configurar la teoría atómica moderna o el “Tratado<br />

de química orgánica”, <strong>del</strong> profesor de la <strong>Universidad</strong><br />

de Madrid, José R. Carracedo, probablemente<br />

escritos por Julio Enrique Blanco, quien destaca<br />

el notable capítulo titulado “Ciclo bioquímico de<br />

la materia” (agosto 1917), mención que coincidió<br />

con los intereses mostrados en sus ensayos publicados<br />

en Voces: “Causalidad en biología”, “De<br />

Herbart a hoy” y “El vitalismo síquico de Bergson”.<br />

En filosofía se reseña por ejemplo<br />

el libro: “La filosofía griega de Tales<br />

a Platón”, de John Burnet; la<br />

mención de los nombres de Tales,<br />

Leucipo, Pitágoras, Heráclito,<br />

Parménides, Empédocles, Anaxágoras,<br />

Sócrates y Platón, los cuales<br />

eran estudiados por los jóvenes<br />

<strong>del</strong> cenáculo que se reunían<br />

en el parque frente a la Iglesia<br />

San José. En el mismo número<br />

se estima que Unamuno vale<br />

más por sus libros Del sentimiento<br />

trágico de la vida y Vida de Don<br />

Quijote y Sancho, que por sus novelas.<br />

También se reprodujeron<br />

artículos de filósofos como Manuel<br />

García Morente, Eugenio<br />

D’Ors, Moisés Vicenzi, José Ingenieros,<br />

Isabel Nietzsche (hermana<br />

<strong>del</strong> famoso Federico), John<br />

Dewey, se escribió también sobre<br />

científicos como Isaac Newton, J.<br />

Maxwell, E. Mach, H. Poincaré, J.<br />

Galton, Ch. Darwin, E. Haeckel. Sobre premios<br />

Nobel de ciencias como Wilhem Oswald, Paul<br />

Elhrich, Men<strong>del</strong>iev, etc.<br />

Para los adalides máximos de la mitomanía <strong>del</strong><br />

Sabio catalán todo lo que está sin firma lo habría<br />

escrito Vinyes. Gilard, por ejemplo, atribuye sin<br />

análisis de contenido todos los anónimos al catalán.<br />

Yo diría que muchos de esos que se le atribu-<br />

77


yen a Vinyes, son por su<br />

contenido atribuibles con<br />

mayor probabilidad a Enrique<br />

Restrepo y a Julio Enrique<br />

Blanco. Pero como<br />

los argumentos y comentarios<br />

hay que sustentarlos,<br />

tomemos unos testimonios<br />

documentales suministrados<br />

por el investigador<br />

de la cultura atlanticense,<br />

Julio Núñez Madachi,<br />

los cuales me ha<br />

permitido citar para acompañar<br />

estas apreciaciones.<br />

En una carta de Enrique<br />

Restrepo a JEB, de<br />

enero 7 de 1917 se dice lo<br />

siguiente: “Era Vinyes el<br />

polo opuesto de Ud. Casi<br />

puedo afirmarle que detestaba<br />

de todo escrito que no<br />

fuera eminentemente poético<br />

o literario. Pero ahora<br />

evoluciona en un sentido que acabará por aproximarlos.<br />

Sin perder más de su riquísima personalidad<br />

anterior, la va enriqueciendo con matices<br />

nuevos y prestándole mayor colorido; lee con detalle<br />

a Poincaré y a Bergson, y acabará por amar,<br />

como nosotros, la belleza apolínea <strong>del</strong> silogismo.”<br />

Llama la atención la contraposición que establece<br />

Restrepo entre Vinyes y Julio Enrique Blanco como<br />

dos polos opuestos. Se alude también a cierta aversión<br />

de Vinyes por lo que no fueran escritos ornamentales<br />

poéticos o literarios. Subyace allí una<br />

crítica <strong>del</strong> escritor y pensador antioqueño —compartida<br />

seguramente con Blanco— hacia esta aversión<br />

de Vinyes. Cuando Restrepo le escribe a Blanco<br />

que Vinyes “evoluciona” y que su riquísima personalidad<br />

se irá enriqueciendo con matices nuevos<br />

pues ya lee con <strong>del</strong>eite a H. Poncaré y a H.<br />

Bergson, no estamos hablando de un sabio, sino<br />

de un extranjero cultivado en artes, teatro y literatura,<br />

que no sentía ninguna seducción por la<br />

“belleza apolínea <strong>del</strong> silogismo.”<br />

Postal de Barranquilla y membrete de la librería<br />

de Ramón Vinyes.<br />

Me llama la atención la situación de la inflexión<br />

verbal “evoluciona” para referirse a Vinyes, pues<br />

quienes la usan (E. Restrepo y J.E. Blanco) ya conocían<br />

bien la teoría evolucionista darwinista, su<br />

versión haeckeliana primero, y luego la versión<br />

original, como se puede comprobar revisando la<br />

crítica que hizo Restrepo al Vitalismo de Bergson<br />

aparecida en los primeros números de Voces y algunos<br />

textos de la época,<br />

en su idioma original,<br />

que aún reposan<br />

en la biblioteca de Julio<br />

Enrique Blanco.<br />

A propósito de este<br />

último, fue a este filósofo<br />

y hombre de amplia<br />

cultura, a quien alguna<br />

vez le escuché decir<br />

una frase que se convertiría<br />

en la clave para<br />

el origen y posteriores<br />

indagaciones que se<br />

muestran en este trabajo;<br />

recuerdo que era<br />

una tarde sabatina con<br />

tenues brisas decembrinas,<br />

cuando a la<br />

hora nona, según lo<br />

acordado, arribamos al<br />

portón metálico de su<br />

casa en la esquina de<br />

la carrera 56 con calle 82, Julio Núñez Madachi y<br />

el suscrito. Ese día el filósofo nos recibió con una<br />

insistente preocupación sobre la imagen que en<br />

los escritos sobre el Grupo de Barranquilla se le<br />

daba a Ramón Vinyes; la frase que aún resuena<br />

en mi memoria auditiva la repitió una y otra vez:<br />

“Ese Vinyes no es el Vinyes que yo conocí... no es<br />

el Vinyes que yo conocí.”<br />

Tal vez una carta de Vinyes a Blanco <strong>del</strong> 18 de<br />

marzo de 1918 pueda relatar un poco mejor lo que<br />

he dicho <strong>del</strong> filósofo de aquella tarde sabatina:<br />

“Estimado Julio Enrique:<br />

[...] ya pesa la revista sobre nosotros como una<br />

piedra; eso que es ahora cuando la popularidad viene.<br />

La Revista Filosófica de Buenos Aires habló de<br />

usted en la sección que escribe Ingenieros. Reprodujo<br />

la nota que Enrique puso al frente de su<br />

Causalidad Biológica y añadió de su cosecha que<br />

mandaba un apretón de manos al filósofo que es<br />

astro <strong>del</strong> cielo colombiano [...] ¿En qué estás trabajando<br />

amigo? Es más interesante saber esto que nuestra<br />

revista, la que creo ha dado ya su último suspiro.<br />

¿Sigue el estudio de la psicología española? Aquí<br />

perdemos nuestro tiempo. Ni Enrique dice nada<br />

ni yo hago nada. [Ni se diga] de Antonio Luis<br />

McCausland, que no ha hecho nada nunca. Le acuso<br />

recibo de la “Vie Litteraire” y de la Gramática Latina.<br />

Escríbame sobre sus estudios, ya que usted es<br />

78


el único de todos nosotros que conserva encendida<br />

su lámpara. Poco podré decirle de ellos por mis pocos<br />

conocimientos de las materias que usted trata.<br />

De todas maneras me servirá para que mi fantasía<br />

trabaje.”<br />

En esta otra carta es claro que Vinyes habla en<br />

primera persona <strong>del</strong> plural “nuestra revista”. Además<br />

en el intercambio epistolar se nota respeto<br />

por el trabajo intelectual <strong>del</strong> joven filosofo<br />

barranquillero, un interés por ponerse al día en<br />

algunos tópicos de estudio y una prudencia respecto<br />

a los temas de ciencia y filosofía de los cuales<br />

él poco se ocupaba.<br />

Quiero decir que hay una imperiosa necesidad<br />

de distinguir entre el teatrero, actor, políglota catalán<br />

de treinta y tantos años que se dedicó al comercio<br />

de libros y a colaborar activamente en una<br />

revista hacia finales <strong>del</strong> segundo decenio <strong>del</strong> siglo<br />

XX en Barranquilla, y el sexagenario autor de teatro<br />

que aparecía en la Enciclopedia Espasa y tomaba<br />

Coca-Cola en las tertulias de alguna librería<br />

barranquillera a finales de los cuarenta y albores<br />

de los cincuenta.<br />

Se pretende llevar al personaje ficticio (“Sabio<br />

catalán”) de la novela de GGM a la realidad de Voces<br />

como revista cultural. Se insinúa, por parte de<br />

Gilard, que “el viejo que había leído todos los libros”,<br />

era el mismo joven treintañero que llegó al<br />

muelle de Puerto Colombia. Esto no se podría decir<br />

ni siquiera de Darwin o Humboldt, quienes adquirieron<br />

gran parte de su sabiduría en el contexto<br />

americano. La diferencia es que a Darwin y a<br />

Humboldt sí se les reconoce como sabios, mientras<br />

que a R. Vinyes, la sola mención en una enciclopedia<br />

no lo hace tal. Recordemos una vez más<br />

que lo de “sabio catalán” es sólo una ficción. La<br />

verdad, monda y lironda, es la de un actor y autor<br />

de teatro cuya calidad artística no está en discusión<br />

aquí, mas no por ello hay que dejar de decir<br />

que su rango estético no alcanza las calidades de<br />

otros autores ibéricos como Alejandro Casona,<br />

García Lorca o Fernando Arrabal. Vinyes sigue<br />

siendo un autor prácticamente desconocido, e insisto,<br />

si no fuera por unas menciones breves en<br />

Cien años de soledad, en donde no alcanza a configurarse<br />

siquiera como personaje, y por la interpretación<br />

histórica equivocada de los autores ya<br />

señalados, no estaríamos ocupándonos de él y no<br />

estaríamos llamando mitomanía a un enfoque sesgado<br />

de la historia cultural de Barranquilla que ya<br />

tiene repercusiones significativas en el ámbito<br />

nacional e internacional.<br />

J. Gilard es, quizá, el mitómano mayor en este<br />

caso. Baste revisar sus exageraciones y suposiciones<br />

sin fundamento sobre el “Sabio catalán”.<br />

Decía, por ejemplo, acomodando un editorial de la<br />

revista escrito por su segundo director, Hipólito<br />

Pereira, que “el verdadero guía <strong>del</strong> equipo de Voces<br />

era el intelectual y escritor catalán Ramón Vinyes.”<br />

Pero, si se lee con atención al editorialista, también<br />

conocido como Héctor Parias, éste nos explica<br />

que fue Julio Gómez de Castro “quien cristalizó<br />

la idea que ya se venía acariciando; a él se le debe<br />

exclusivamente la existencia de Voces.” A renglón<br />

seguido el editoralista nos dice que Julio Gómez<br />

de Castro tuvo que dejar la dirección de la revista<br />

por “otras ocupaciones productivas”. Además, el<br />

profesor Gilard confunde el lugar de reunión de la<br />

revista cuando ya se publicaba, con su origen, que,<br />

por testimonios epistolares de Enrique Restrepo,<br />

Julio Enrique Blanco, H. Vengoechea y otros, se<br />

originó en las tertulias de los ya citados <strong>del</strong> “conventículo”,<br />

en el llamado parque San José. Algunos<br />

años después de fenecida la revista ra:Voces,<br />

su primer director J. Gómez de Castro, en una<br />

entrevista concedida a la revista Civilización, afirmaba<br />

que Enrique Restrepo y Julio Enrique Blanco<br />

se encargaban de los contenidos filosóficos de<br />

la revista.<br />

Por ello es necesario reconsiderar la valoración<br />

que se ha hecho de Voces hasta el presente y seguir<br />

en la senda de investigadores como es el caso<br />

de Germán Loaiza, Julio Nuñez y Amparo Lotero,<br />

asumiendo nuestro punto de vista desde lo real<br />

caribeño universal y no desde el irreal<br />

provincianismo afrancesado.<br />

El esfuerzo editorial de Ramón Bacca y el apoyo<br />

intelectual <strong>del</strong> rector de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong><br />

de Barranquilla, Jesús Ferro Bayona, al reimprimir<br />

Voces, son ya una confirmación en este sentido.<br />

El documento está ahí, vuelto a publicar, para<br />

reinterpretarlo desde un nuevo enfoque más acorde<br />

con la historia construida desde América y no<br />

desde Europa. edyedzer@yahoo.com.<br />

79


DOSSIER Voces<br />

Sobre Ramón Vinyes y “la mitomanía”*<br />

Rodolfo Insignares <strong>del</strong> Castillo**<br />

Desmitificar la figura de Ramón Vinyes en la cultura<br />

local es una cosa y minimizar su importancia<br />

es otra. Comenzando porque la frase acuñada<br />

por algunos historiadores para referirse a Voces,<br />

“la revista de Vinyes”, no es totalmente incorrecta.<br />

Si bien es cierto que Julio Enrique Blanco y<br />

Enrique Restrepo “atendían en aquella revista el<br />

matiz sesudo y filosófico”, según lo expresa Julio<br />

Gómez de Castro en 1926; y que en torno a ellos se<br />

agrupaban Gonzalo Carbonell, Antonio Luis<br />

McCausland y otros amantes de tales temáticas<br />

—aunque no escribiesen algo significativo en Voces—,<br />

no es menos cierto que en la práctica Vinyes<br />

fungía como su director, coordinador, editor, o como<br />

quieran llamarlo, aun cuando por razones personales<br />

o de nacionalidad no exhibiera ninguno de<br />

esos rótulos. Pero era la voz cantante en el tejemaneje,<br />

configurando globalmente la obra y preocupándose<br />

<strong>del</strong> ritmo de producción, el nivel de las<br />

publicaciones y el perfil de la tribuna. Y conste que<br />

no estamos hablando aquí de la función tipográfica,<br />

porque ése no es el asunto, y bien sabido es<br />

que Hipólito Pereira (Héctor Parias) fue el encargado<br />

de este frente hacia la época final de ese “cuaderno,<br />

simpático por su permanente inquietud y<br />

por su demoledora locuacidad”; y que Julio Gómez<br />

de Castro coordinó la composición y reproducción<br />

en la primera época y es también reconocido por<br />

“haber cristalizado la idea de la revista en el marco<br />

<strong>del</strong> palique.” De allí que, en justicia, a Pereira y<br />

De Castro se les llame directores protocolarios.<br />

*En respuesta al artículo de Eduardo Bermúdez Barrera,<br />

“Voces y la mitomanía sobre el Sabio Catalán”, el<br />

cual discutí con él antes de entrar en circulación.<br />

**Administrador de empresas. Profesor Cátedra Gabriel<br />

García Márquez, C.C., Escuela Normal Superior La Hacienda,<br />

ENSH. Profesor de Investigación, Corporación<br />

Universitaria de la Costa, CUC, <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> Atlántico,<br />

ENSH. Colciencias, 2002.<br />

Mas el director, coordinador o editor en ejercicio<br />

de una revista intelectual es quien busca, recibe<br />

y selecciona material idóneo; quien rastrea<br />

el recorrido de su trabajo una vez entra en circulación,<br />

e incita a sus mejores aportantes a que<br />

prosigan remitiéndoles y manteniendo o superando<br />

el nivel de sus escritos. La comunicación de Vinyes<br />

a Blanco, citada por Eduardo Bermúdez en su candente<br />

artículo, simplemente muestra la actitud <strong>del</strong><br />

editor que se inquieta por saber en qué anda uno<br />

de sus colaboradores estrella; que indaga por su<br />

actual producción y hasta lo lisonjea para elevarle<br />

su autoestima —“escríbame sobre sus estudios,<br />

ya que usted es el único de todos nosotros que conserva<br />

encendida la lámpara”—. Por tanto, desconocer<br />

la importancia de Vinyes en Voces no sería<br />

un exabrupto pero sí una injusticia histórica que<br />

debemos evitar a toda costa.<br />

Porque en el supuesto de que una nueva leyenda<br />

estuviere acuñándose y amenazando con reemplazar<br />

a otra, nos preguntaríamos: ¿Sin editores<br />

de la condición de Vinyes se darían colaboradores<br />

estrella? ¿Sin la atención e insistencia de<br />

Vinyes se habría logrado que Blanco publicara con<br />

la asiduidad y notoriedad como lo hizo en Voces?<br />

¿Sin la intervención de Vinyes —tal como lo relatan<br />

Julio Núñez Madachi, Germán Vargas Cantillo<br />

y Ramón Illán Bacca—, habría podido salir Blanco<br />

de la postración anímica en que lo sumieron las<br />

burlas de que fue objeto por sus artículos filosóficos?<br />

Por cierto, ¿quién le comunicó al filósofo la<br />

noticia <strong>del</strong> comentario favorable que le hizo José<br />

Ingenieros a su artículo en la revista de Buenos<br />

Aires? Y haciendo avanzar el tiempo...: ¿Sin<br />

Vinyes, GGM se habría recuperado <strong>del</strong> despiadado<br />

rechazo <strong>del</strong> crítico argentino Guillermo de Torre a<br />

su primera novela? ¿Quién le corrigió párrafo por<br />

párrafo La Hojarasca luego de esa fatídica carta en<br />

la que De Torre le aconseja al futuro Nobel olvidarse<br />

de ser escritor?<br />

Es evidente que Voces no es solamente literaria<br />

sino también filosófica, aunque no pocos historiadores<br />

y críticos —no creo que de manera intencionada<br />

o “impune”— hayan pasado por alto este<br />

irrebatible hecho; pero también es evidente que<br />

80<br />

<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />

pp. 80-84. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537


el trabajo literario montado y dirigido por Vinyes<br />

fue el que generó el impacto inmediato y directo<br />

en la ciudad y por eso se ha constituido en el principal<br />

atractivo de Voces más allá de su tiempo. Y<br />

no podría esperarse algo distinto, porque pronunciarse<br />

con nombre propio en contra de Antonio<br />

Gómez Restrepo, cuestionándole que lo llamaran<br />

“el Príncipe de la crítica colombiana” tan sólo —<br />

según Vinyes— por hacer crítica de obras ya criticadas<br />

cientos de veces; o contra Max Grillo, emblema<br />

<strong>del</strong> teatro nacional, o contra Tomás<br />

Carrasquilla, Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro<br />

—nuestros máximos exponentes literarios de finales<br />

<strong>del</strong> siglo XIX e inicios <strong>del</strong> XX—; y pronunciarse<br />

así en un momento político tan álgido en el<br />

que tales nombres eran reverenciados por la sociedad<br />

colombiana, no podía granjearle sino animadversiones<br />

y vituperios al catalán; los mismos<br />

que igualmente le granjearon sus traducciones de<br />

escritores ingleses y franceses de avanzada, los<br />

cuales constituían una seria amenaza para el ordenamiento<br />

imperante, recordando que para Miguel<br />

Antonio Caro y los conservadores de esos<br />

tiempos la literatura que debía conocerse y estudiarse<br />

era la que contribuía a preservar la moral y<br />

el espíritu católico. Y muchos de tales escritores<br />

eran protestantes y/o de tendencias liberales, sin<br />

mencionar a los temidos y odiados masones. En el<br />

caso de Chesterton, el gran mo<strong>del</strong>o de Vinyes, es<br />

quien inicia en Inglaterra la literatura irreverente,<br />

mordaz y satírica, enfrentando con ésta, y de<br />

algún modo resquebrajando, los sólidos esquemas<br />

victorianos. Por ende, las traducciones <strong>del</strong> catalán<br />

sí fueron consideradas atentatorias en dicho<br />

momento y de ahí la posición final de la Curia frente<br />

a o :Voces, posición que anecdótica y magistralmente<br />

registra Vargas Cantillo en su libro clásico:<br />

“Perdónenme la cobardía que me embarga y que<br />

me impide consignar el adjetivo calificador: ¡No<br />

manden más la revista!”<br />

En cambio, no me atrevería a considerar tan<br />

amenazadores los aportes de Blanco y Restrepo,<br />

pues si bien éstos trabajaban pensadores franceses,<br />

alemanes e ingleses —más próximos al ateísmo—,<br />

“afortunadamente” para dicho ordenamiento<br />

aquí pocos los entendían. (Aunque habría cierto<br />

testimonio de una confrontación casi física entre<br />

los filósofos y el padre Revollo).<br />

Arr.:El grupo de Barranquilla.<br />

Ab.: “El sabio catalán” paseando por Bogotá con<br />

Germán Vargas (ext. izq.) y otros amigos.<br />

Pero aparte de editor y traductor, Vinyes cumplía<br />

una función pedagógica en la ciudad; tanto a<br />

través de Voces y otros medios escritos posteriores,<br />

como directamente con los jóvenes en cafeterías<br />

o librerías o en el aula. A propósito, pareciere<br />

existir un error en el recuento histórico de Vinyes<br />

en Barranquilla; desde Gilard, al menos, todos citan<br />

que el catalán dictaba clases en un colegio de<br />

señoritas. Esto habría que revisarlo con mayor<br />

cuidado, porque hemos encontrado su fotografía<br />

como profesor en los archivos de la Escuela Normal<br />

Superior La Hacienda de 1950, institución que<br />

para la época responde al nombre de Escuela Normal<br />

para Varones <strong>del</strong> Litoral Atlántico. Sucede —y<br />

creo que allí podría estribar el generalizado error<br />

si acaso lo es—, que esta última entidad, según<br />

los datos <strong>del</strong> historiador Francisco Vargas<br />

Hernández, “funcionó de 1919 a 1932 en las instalaciones<br />

ubicadas en lo que actualmente corresponde<br />

a predios <strong>del</strong> Colegio de Barranquilla para<br />

Señoritas”.<br />

De cualquier manera, el descubrimiento de<br />

Vinyes en el pasado de La Hacienda nos impulsó a<br />

81


indagar más sobre su trabajo pedagógico y por ello<br />

los estudiantes Katia Sinning Pérez y Anderson<br />

Gómez Castellanos, <strong>del</strong> Ciclo Complementario,<br />

contactaron a un alumno suyo que nos ha informado<br />

sobre el tipo de enseñanza flexible que aquél<br />

desarrollaba y sobre otros aspectos enaltecedores<br />

de su figura como maestro, destacando, en particular,<br />

que sus pupilos se disputaban los primeros<br />

asientos <strong>del</strong> salón para escuchar mejor sus clases,<br />

situación característica que no ocurría entonces<br />

con ningún otro docente; e igualmente, que<br />

su didáctica era de estilo conversatorio y sus evaluaciones<br />

bastante flexibles, en una época en donde<br />

la flexibilidad de la enseñanza en nuestro medio<br />

era apenas un rumor.<br />

Mas esto último no sería muy nuevo, porque<br />

Alfredo de la Espriella ya ha señalado al ibérico como<br />

un “excelente profesor”; pero nos sirve lo tratado<br />

para apuntalar que además de editor o director en<br />

las sombras de la revista Voces, y de traductor e<br />

introductor de la literatura europea de vanguardia<br />

en Barranquilla y Colombia, Vinyes también debe<br />

ser reconocido y ponderado como pedagogo, función<br />

que todavía no ha sido detallada prolijamente en<br />

sus marcos formales, aunque sí con referencia al<br />

Grupo Barranquilla; porque, entre otras cosas, un<br />

políglota, fundamentado y culto personaje que orienta<br />

las lecturas de jóvenes y promueve conversaciones<br />

temáticas dentro y fuera <strong>del</strong> aula, y quien en<br />

el contexto de una escolaridad surcada por la rigidez<br />

prefiere hacer fluir en ellos el conocimiento<br />

antes que el rendimiento o la disciplina, no puede<br />

llamarse de otra manera. Que la figura de Ramón<br />

Vinyes no alcance a consolidarse como personaje<br />

en la trama de Cien años de soledad no significa<br />

nada. En diversas instancias públicas y privadas<br />

GGM ha rendido tributo a la orientación recibida<br />

<strong>del</strong> maestro, al que sin mayores pretensiones<br />

lingüísticas, pero sí metafóricas, llamó “el viejo que<br />

había leído todos los libros”.<br />

Si Julio Enrique Blanco y Enrique Restrepo sabían<br />

de filosofía y él no —como ciertamente lo confirman<br />

diversos testimonios y documentos—, no<br />

es tan relevante para eclipsar la representatividad<br />

de Vinyes en la revista de 1917/1920. De hecho,<br />

el trabajo filosófico en Voces, desde el punto de vista<br />

de la trascendencia de su contenido, no tendría<br />

incidencia alguna en la ciudad y el país sino hasta<br />

los años ochenta, cuando dos jóvenes estudiantes<br />

de filosofía de la <strong>Universidad</strong> Metropolitana,<br />

Eduardo Bermúdez Barrera y Julio Núñez Madachi,<br />

por voluntad propia y con gran entusiasmo, abordan<br />

al octogenario filósofo fundador de la <strong>Universidad</strong><br />

<strong>del</strong> Atlántico e inician así el redescubrimiento<br />

que tantos frutos ha rendido y seguirá rindiendo,<br />

especialmente con la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>,<br />

la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> Atlántico y El Heraldo, de paso<br />

causando asombro entre no pocos especialistas<br />

nacionales y extranjeros; que Blanco debatiera y<br />

escribiera críticamente sobre Kant, Haeckel,<br />

Poincaré, Bergson, Herbart, Husserl, previa lectura<br />

en idioma original, y que intentase resolver los<br />

problemas de la filosofía de la ciencia de la época y<br />

estuviere por ello a la par de la cultura filosófica y<br />

científica europea, es un fenómeno sorprendente<br />

que obliga a recomponer la historia de la filosofía<br />

en Colombia y Latinoamérica, como ya está ocurriendo;<br />

mas no necesariamente, en procura de<br />

tal finalidad, oscureciendo los aportes de Ramón<br />

Vinyes en otros tantos frentes de la cultura y la<br />

educación.<br />

Por ende, y aun cuando es muy saludable que<br />

se abra la polémica respecto a Voces y surjan así<br />

nuevas perspectivas en torno a este patrimonio<br />

cultural barranquillero —perspectivas que habrán<br />

de incrementarse con el correr <strong>del</strong> tiempo por la<br />

notable contribución de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong><br />

al reeditar dicha revista—, recomiendo amablemente<br />

se evite la tentación de desconocer pergaminos<br />

en procura de resaltar otros, tal como le fueron<br />

desconocidos socialmente a Julio Enrique Blanco,<br />

muy a pesar de que El Heraldo y la <strong>Universidad</strong><br />

Pontificia Bolivariana, principalmente, se constituyesen<br />

en receptores y divulgadores de su trabajo<br />

desde mediados <strong>del</strong> siglo anterior.<br />

Si no se le debe llamar “sabio” porque no manejó<br />

la filosofía de la ciencia o porque tenía baches<br />

en la cultura científica, pues llamémoslo de otro<br />

modo y sanseacabó. Pero no considero que haya<br />

mitomanía o afirmaciones “impunes” porque no<br />

pocos historiadores se hayan dejado encandilar por<br />

una figura <strong>del</strong> género, en torno a la cual todos quienes<br />

lo conocieron coinciden en afirmar que era<br />

definitivamente magnética; tanto por la forma<br />

como socializaba sus conocimientos y por estos<br />

mismos, como por los restantes atributos de su<br />

personalidad cultural y social. Valga la pena rememorar<br />

las palabras con que Enrique Restrepo<br />

informaba sobre los motivos de su invitación a<br />

Vinyes a las tertulias en las que servía de anfitrión,<br />

desde la primera vez que lo escuchó hablar<br />

con los clientes de su librería “Vinyes Auqué Ltda.”;<br />

palabras que han quedado registradas para la historia<br />

y han sido publicadas en distintas fuentes.<br />

82


Coincidiré, por supuesto, y porque lo he escrito<br />

también, en que la relación Vinyes - Grupo Voces<br />

no es la misma relación Vinyes - Grupo Barranquilla;<br />

en que la personalidad intelectual <strong>del</strong> catalán<br />

es distinta y casi antagónica a las de Blanco y<br />

Restrepo; en que al llegar en 1914 a Barranquilla<br />

Vinyes no era el único individuo culto en ésta y<br />

tampoco quien nos quitó el taparrabo —a pesar de<br />

lo escrito por Fray Candil—; y en que, de buena fe<br />

o por falta de acuciosidad, los historiadores cometieron<br />

deslices asignándole a Vinyes la autoría de<br />

artículos no firmados en Voces.<br />

y los cuales cristalizaron en octubre 15 de 1925 con<br />

el asesinato de Pedro Pastor Consuegra a manos<br />

de Héctor Parias en el teatro Cisneros.<br />

Pero hay otros muchos aspectos de extraordinaria<br />

riqueza por estudiar, sin querer decir que la<br />

insistencia en el perfil filosófico de Voces no sea<br />

importante; por ejemplo, el estilo de escritura <strong>del</strong><br />

catalán no ha sido trabajado a fondo en la ciudad,<br />

si bien se localiza buena parte de su notable volumen<br />

de producción con relativa facilidad, y por lo<br />

que, además de editor, traductor, innovador y pedagogo,<br />

también debe ser admitido entre los escritores<br />

estrella de “su” propia revista, y obviamente<br />

más allá de la misma; en especial identificándolo<br />

como experimentador público de la palabra escrita,<br />

un señalamiento ya establecido por el “mitómano<br />

mayor”, Jacques Gilard, en atención a la diversidad<br />

de formatos con los que aquél laboraba,<br />

que podría también ser uno de los motivos de la<br />

dificultad para identificar determinados artículos<br />

suyos que aparecieron sin firma o bajo seudónimo<br />

en Voces y otros medios. (No olvidemos la inocentada<br />

aquella de Vinyes a Francisco Pardo Fuenmayor,<br />

“Paco Lince”, enviándole un mensaje escrito<br />

en el que se hacía pasar por Vargas Vila y<br />

aquél creyéndoselo.)<br />

Hasta donde mi modesta sensibilidad me lo ha<br />

permitido, este políglota, librero, dramaturgo,<br />

teatrero poco reconocido como tal en su país —a lo<br />

mejor sólo mencionado por la Enciclopedia Espasa<br />

o por la biblioteca que en Barcelona hoy lleva su<br />

nombre—, aprendió a manejar como maestro el<br />

esquema de las “dos lenguas”, es decir, a escribir<br />

simultáneamente con dos sentidos diferentes para<br />

darle contentillo a unos y a otros cuando la ocasión<br />

lo ameritaba o se veía forzado, pretendiendo, de esta<br />

forma, no comprometerse tan peligrosamente como<br />

lo hizo durante su primera y conflictiva época en<br />

Barranquilla, ciudad de la que saldría disparado<br />

hacia España por el calificativo de “extranjero indeseable”<br />

que le endilgó el gobierno local, o por el<br />

incendio aparentemente accidental de su librería,<br />

o por los amagos de tragedia que ya se insinuaban<br />

Arr.: Iglesia de San Nicolás.<br />

Ab.: Calle <strong>del</strong> Recreo. Barranquilla, h. 1913.<br />

Por cierto, recordaremos que mientras Julio<br />

Enrique Blanco se refugiaba en sus negocios de<br />

familia y con justificada razón iba fraguando el<br />

concepto y la actitud <strong>del</strong> “intelectual solitario”; y<br />

que mientras Enrique Restrepo preparaba maletas<br />

para largarse de ésta y no regresar jamás, Ramón<br />

Vinyes soportó con mayor rigor el encono generado<br />

por su osadía cultural. Pero aún así, siguió<br />

insistiendo en su función comunitaria, contestataria,<br />

pues al año siguiente <strong>del</strong> fallecimiento de<br />

Voces, reaparecería en el diario La Nación junto<br />

con Clemente Manuel Zabala y otros, bajo la<br />

combativa bandera enarbolada por Pedro Pastor<br />

Consuegra. En dicha tribuna insistiría y contribuiría<br />

con sus aportes a la renovación intelectual<br />

<strong>del</strong> periodismo local y nacional, tal como de modo<br />

amplio y detallado lo expone Núñez Madachi en<br />

Periodismo y modernidad en la Costa Atlántica.<br />

83


Y regresando al pintoresco asunto de las “dos<br />

lenguas”, ya para finalizar lo presente, recogeremos<br />

la respuesta dada por Vinyes a la solicitud de<br />

opinión que le fue cursada sobre la propuesta de<br />

Luis Felipe Pineda de coronar al poeta Miguel Moreno<br />

Alba. Al respecto escribe el ibérico: “Adalberto<br />

<strong>del</strong> Castillo glosa la idea y pide concepto a sus camaradas<br />

<strong>del</strong> equipo intelectual de la ciudad. Por<br />

hallarme ahora entre los camaradas <strong>del</strong> equipo —<br />

esta vez juego en el centro—, no me inhibo de dar<br />

la opinión que se me pide [...]” Y concluye manifestando<br />

que el mejor homenaje que se le puede<br />

hacer al poeta Moreno Alba es editarle, por cuenta<br />

de la administración departamental, su amplia y<br />

dispersa producción. Pero en particular, la idea precedente,<br />

cuando en su columna de El Heraldo, “Reloj<br />

de Torre”, se refiere a los 15 años de vida de la<br />

revista Civilización en 1950 —tal como se reproduce<br />

e ilustra en Cátedra GGM N° 3, p. 14—, ofreciendo<br />

un comentario en el que si bien reconoce las<br />

bondades de dicha tribuna, deja intactas sus preferencias<br />

literarias e intelectuales, hartamente<br />

disímiles a las de aquélla. Un mo<strong>del</strong>o de escritura<br />

que, por cierto, hoy sólo he visto reproducido en uno<br />

de los últimos trabajos públicos <strong>del</strong> crítico Ariel<br />

Castillo Mier.<br />

BIBLIOGRAFÍA<br />

BACCA, Ramón Illán. Escribir en Barranquilla. Barranquilla:<br />

Ediciones Uninorte, 1999.<br />

BERMÚDEZ BARRERA, Eduardo. Voces y la mitomanía sobre el Sabio<br />

Catalán. Barranquilla, junio de 2003.<br />

BLANCO, Julio Enrique. “Diálogo sobre Haeckel: Juicio crítico<br />

sobre el célebre profesor.” En: Revista <strong>Universidad</strong> de<br />

Antioquia. Me<strong>del</strong>lín. (My, 1938); p. 505-538. (Reconstrucción<br />

de una tertulia sobre este tema en la que también<br />

intervienen Ramón Vinyes, Gonzalo Carbonell, Enrique<br />

Restrepo y Antonio Luis McCausland. En ella se<br />

observa que Vinyes participa como una especie de moderador<br />

y sin tocar directamente el asunto tratado en<br />

la discusión).<br />

CANDIL, Fray. A fuego lento. Biblioteca de Autores Cubanos<br />

31. La Habana: La <strong>Universidad</strong>, 1965.<br />

DEL CASTILLO MARTÍNEZ, Adalberto. Eslabones. Barranquilla: Civilización,<br />

1953.<br />

GILARD, Jacques. “Ramón Vinyes y la temática <strong>del</strong> exilio.”<br />

En: El Heraldo. Revista Dominical. Barranquilla (7, feb,<br />

1988).<br />

GÓMEZ DE CASTRO. “El tonel de Diógenes”. En: Revista Civilización.<br />

Barranquilla (30, jun., 1926); N° 13.<br />

INSIGNARES DEL CASTILLO, Rodolfo. “Dimensión histórica, cultural<br />

y literaria de la revista Civilización”. En: Revista Cátedra<br />

GGM. Barranquilla: Escuela Normal Superior La<br />

Hacienda (ago., 2001); N° 3.<br />

———. “Voces”. En: Revista Cátedra GGM. Barranquilla:<br />

ENSH. (Sep, 2000); N° 2.<br />

LOAIZA CANO, Gilberto. “Voces de vanguardia (1917-1920)”.<br />

En: <strong>Huellas</strong>, Revista de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>. Barranquilla<br />

(abr.-ago., 1995); N° 50.<br />

NÚÑEZ MADACHI, Julio. Correspondencia filosófica 1917-1966:<br />

Julio Enrique Blanco y Luis López de Mesa. Barranquilla:<br />

Uninorte, 1987.<br />

———. “Periodismo y modernidad en la Costa Atlántica”.<br />

En: Revista Cátedra GGM. Barranquilla: ENSH (sep.,<br />

2000); N° 2.<br />

SALDÍVAR, Dasso. García Márquez: El viaje a la semilla, la biografía.<br />

Madrid: Alfaguara, 1997.<br />

SINNING PÉREZ, Katia y GÓMEZ CASTELLANOS, Anderson. Ramón<br />

Vinyez I Cluet. En: Revista Voces de La Hacienda. Barranquilla:<br />

ENSH (jun 2003); N° 2.<br />

VARGAS HERNÁNDEZ, Francisco. Historia de la Escuela Normal<br />

Superior La Hacienda. Reseñas varias.<br />

VARGAS, Germán. Voces (1917-1920): Selección de textos.<br />

Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1977.<br />

———. “Ramón Vinyes (1980)”. En: Sobre literatura colombiana.<br />

Bogotá: Fundación Simón y Lola Guberek, 1985.<br />

84


Entre ráfagas de viento*<br />

Claudine Bancelin**<br />

A Ray y Manuela<br />

El mayor triunfo de los amantes está en la derrota<br />

de la razón.<br />

Alejo Carpentier<br />

Desafiando códigos y huracanes y para sentirte vivir<br />

plenamente, para hacerte a tu medida una modesta<br />

epopeya de héroe en este siglo desventurado<br />

en que no hay nada por qué luchar, siglo sin ideales<br />

y sin gloria en que los sucesores de Ulises y<br />

Palinuro son oscuros sabios o siniestros generales<br />

que firman nóminas para hacer estallar el planeta.<br />

Hoy es imposible escribir Eneidas, y por eso canto<br />

tu hazaña de contrabandista.<br />

Gonzalo Arango<br />

* Primer capítulo de la obra Entre ráfagas de viento, finalista<br />

de la VII Bienal Nacional de Novela José Eustasio<br />

Rivera 2003, cedido por su autora especialmente para <strong>Huellas</strong>.<br />

**Barranquillera. Periodista, <strong>Universidad</strong> Javeriana,<br />

Bogotá. Especialista en Literatura, <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> Atlántico.<br />

Diplomada en Periodismo contemporáneo, <strong>Universidad</strong><br />

<strong>del</strong> <strong>Norte</strong>.<br />

I<br />

Tres días después, al encontrarse tras las rejas, supo<br />

que sólo era libre al dormir.<br />

Ya habían pasado los largos días de incomunicación<br />

en esa celda lóbrega e inconclusa, cobijada por<br />

la oscuridad, que se abrió de repente al segundo día<br />

cuando una horda de periodistas interrumpió su<br />

aislamiento para retratar su rostro y anunciar al<br />

país la captura de otro extraditable. Las luces de<br />

más de veinte cámaras lo iluminaron por un momento,<br />

que transcurrió en amargo silencio. Sólo<br />

existía su mirada de desconcierto, las expectantes<br />

de los fotógrafos y las victoriosas de los militares.<br />

Tomaron fotos y grabaron imágenes; la misma imagen<br />

con los ojos lánguidos y el vacío en el rostro que<br />

Micaela recortaría de los diarios y guardaría dentro<br />

de sí para siempre. Cuando todos se iban, un reportero<br />

se acercó a Santiago y le contó en voz baja que<br />

su familia había contratado a un abogado.<br />

—Muchas gracias, dígales que estoy bien.<br />

No era cierto. La desolación lo embargaba. La certidumbre<br />

de una cárcel llena de criminales que le<br />

caerían encima tan pronto pusiera sus pies adentro<br />

lo inquietaba. Sus manos no dejaban de sudar.<br />

Pero ahora sabía que un abogado trabajaba en su<br />

favor. Así se lo había confirmado un viejo amigo de<br />

su hermano a quien le había correspondido cubrir<br />

la noticia en representación <strong>del</strong> diario para el cual<br />

escribía. Él también se movía en el frenesí de la<br />

magnífica primicia que tenía alborotadas las salas<br />

de redacción, salpicadas de noticias insulsas desde<br />

días atrás; pero el revuelo duró poco porque entre<br />

los anales de la justicia no encontraron más<br />

antecedentes sobre el protagonista <strong>del</strong> día.<br />

—De todas maneras va en primera página. ¿Concedió<br />

declaraciones?<br />

—No.<br />

—Entonces va la foto con la leyenda al pie.<br />

La escena se repetía de igual manera en todos<br />

los diarios y en las salas de prensa de la televisión y<br />

la radio. Mientras tanto, Santiago se sumergió en<br />

sus recuerdos: a pesar de que había podido conseguir<br />

un lujoso carro, de tercera, pero lujoso al fin y al<br />

cabo, un curso de piloto que nunca concluyó y una<br />

motocicleta de cross, entre otros juguetes, como él<br />

los llamaba, había perdido, como siempre, la mayoría<br />

de las ganancias. El primer percance se presentó<br />

en su propia casa cuando una esmeralda recibida<br />

en parte de pago se esfumó entre las manos <strong>del</strong> comprador<br />

y su supuesta novia en cuestión de segundos.<br />

Al parecer, la bella mujer se tragó la piedra en<br />

un momento de descuido, pero él no tuvo el coraje<br />

para obligarla a quitarse la minifalda a cuadritos y<br />

hacerla defecar con un poderoso laxante; su espíritu<br />

<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />

pp. 85-89. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537<br />

85


de aventura no llegaba a esos límites donde las buenas<br />

maneras dejaban paso a la locura.<br />

—Dejémoslos ir —le susurró a su socio, mientras<br />

revisaban a fondo la caja fuerte. La pareja se<br />

fue de inmediato.<br />

Desde entonces, Santiago se volcó con vehemencia<br />

en los campeonatos de cross, encima de la tremenda<br />

moto amarilla que había conseguido. Quería<br />

ser campeón y descollar; realmente su última<br />

actuación fue inimitable. Al cabo de la tercera manga<br />

brincó demasiado alto y luego se despeñó en el<br />

barranco. La moto cayó sobre él. No sintió dolor. La<br />

humillación inmensa lo cobijaba y por ello tampoco<br />

oía las voces provenientes <strong>del</strong> enjambre de hombres<br />

que le quitaban la moto de encima, le tomaban<br />

el pulso, lo atendían... Su palidez, su silencio y<br />

su mirada perdida preocupaban a todos. Él, mentalmente,<br />

reconstruía los hechos. De pronto, gritó adolorido.<br />

Todos retrocedieron. “Inyéctenme morfina.<br />

Regreso a Colombia.”<br />

Poco después viajaba de regreso a su casa, aletargado<br />

por los efectos <strong>del</strong> soporífero. Pasaron varias<br />

semanas. Cuando los yesos y vendajes aún<br />

envolvían su cuerpo vio en la televisión que era<br />

parte importante de las noticias <strong>del</strong> día.<br />

Su historia se remontaba a cuatro años atrás,<br />

cuando después de varios meses de pesquisa el<br />

servicio especial antidrogas de Estados Unidos decidió<br />

capturar a un grupo de hombres que se movía<br />

en el mundo de la ilegalidad. Todos el mismo<br />

día, en la operación que bautizaron “Cinco Estrellas”.<br />

A Santiago no lo encontraron y eso lo convirtió<br />

en prófugo internacional. Se iniciaron enseguida<br />

cuatro años de intranquilidad, de huidas, de<br />

viajar de playa en playa y de isla en isla, buscando<br />

un escondite ideal, un pasatiempo o un oficio donde<br />

no necesitara identificarse, pues su nombre era<br />

un lujo que no podía permitirse por esos tiempos<br />

cuando vivía protegido por su propia sombra, por<br />

aquel fantasma creado de la nada para no ser nadie<br />

y para no perturbar el rededor de quienes se<br />

atrevían a acompañarlo. Camilo González era el<br />

nombre que había escogido para ese fantasma de<br />

papeles falsos.<br />

A pesar de todo la sonrisa no lo abandonaba.<br />

En su recuerdo se arremolinaba la visita de los<br />

funcionarios de la Dea, temida y esperada durante<br />

esos años. El plan trazado pretendía una detención<br />

callejera, frustrada por el continuo encierro de Santiago.<br />

La segunda noche de vigilia perdieron la paciencia<br />

y decidieron entrar a su casa. “Ese hombre<br />

no sale nunca, vamos por él”, se dijeron, y, aún disfrazados<br />

de turistas, con pantalonetas y cachuchas,<br />

dejaron a un lado las cuatrimotos, apartaron la enclenque<br />

reja sin candado, atravesaron por la puerta<br />

abierta, y entraron al enorme salón sin muebles<br />

donde lo encontraron reposando en la hamaca a<br />

rayas.<br />

Aquella misma hamaca donde se acomodaba con<br />

Micaela para viajar por el mundo que les estaba<br />

vedado y que sólo en su parsimonioso vaivén se atrevían<br />

a desafiar. Se había convertido, por acuerdo<br />

tácito, en el único lugar para imaginar, en el símbolo<br />

de la libertad, pues fuera de ella únicamente<br />

existía el presente y, tal vez, el último día. Ante el<br />

enclaustro preventivo, desde allí viajaban por los<br />

puertos <strong>del</strong> Caribe y <strong>del</strong> Oriente, desembarcaban<br />

en el África para conocer el andar privilegiado de<br />

los animales salvajes o dejaban que el rumor <strong>del</strong><br />

velero sobre las olas cubriera su silencio. También<br />

comían en París saboreando un foie gras y un vino<br />

tinto, iban al corazón <strong>del</strong> Amazonas a contemplar<br />

las estelas de neblina que reposaban por encima<br />

de <strong>del</strong>fines rosados o subían a la luna y caminaban<br />

ingrávidos por ella. “También me gustaría ir a los<br />

polos para ver el principio y el fin.” “Iremos”, le contestaba<br />

Santiago y seguían su viaje interminable y<br />

hablaban de los hielos inmensos, <strong>del</strong> paisaje blanco.<br />

Y todo lo prohibido lo hacían posible allí echados,<br />

intercalando utopías con las noticias que diariamente<br />

traía Micaela desde el pueblo y con las aventuras<br />

vividas por Santiago en el mar, adonde saltaba<br />

desde su habitación sin límites, hacia los amaneceres<br />

irreverentes <strong>del</strong> Caribe, para navegar sin<br />

tregua aferrado a una vela de colores buscando fortalecer<br />

su espíritu y avasallar su cuerpo, que retornaba<br />

precediendo a la penumbra.<br />

Salían muy poco juntos, casi siempre en las noches,<br />

por el agua y a bordo <strong>del</strong> bote restaurado durante<br />

meses de paciente labor, a la cual se habían<br />

sumado pescadores vecinos y amigos desocupados.<br />

Elegían de antemano el sitio, bordeaban la costa<br />

hasta divisarlo, desembarcaban e iban directo al<br />

médico, al almacén o al restaurante, deambulando<br />

muy poco por entre la gente y desapareciendo nuevamente<br />

en el mar. Preferían la noche, cuando los<br />

ánimos <strong>del</strong> pueblo habían disminuido, cuando se<br />

acercaba entre el crepúsculo la complicidad de lo<br />

nocturno. Entonces los riesgos se volvían otros: la<br />

oscuridad, los límites; pero también existían como<br />

alternativa real que hacía parte de ese universo<br />

habitado por disidencias y sueños de consistencias<br />

frágiles, pero afortunados. El viaje al supermercado<br />

por entre los senderos de barcos encallados y los<br />

manglares iluminados por la luna, era un recuerdo<br />

tan vívido como aquella primera invitación a almorzar<br />

que le hizo Santiago luego de transitar la misma<br />

ruta marítima, desembarcar en la playa solita-<br />

86


ia de un hotel abandonado, bajar la bicicleta y recorrer<br />

a pedal un pedacito de la isla con los zapatos<br />

llenos de arena y su enorme sonrisa.<br />

Les gustaba visitar aquel restaurante construido<br />

sobre el mar donde se fueron enamorando entre<br />

botella y botella de Cousiño Macul, para <strong>del</strong>eitarse<br />

con los pargos, fritos al calor de la leña. También<br />

les gustaba saborear las albóndigas de caracol molido<br />

con pimentones que vendían las isleñas en las<br />

mesitas colocadas bajo los árboles a la vera <strong>del</strong> camino<br />

o las langostas compradas a los pescadores<br />

cuando regresaban <strong>del</strong> mar y que ellos mismos preparaban<br />

salteadas en ajo y mantequilla.<br />

Precisamente fue de noche cuando llegaron por<br />

él. Sabía que eran ellos. “¿Quién es Santiago<br />

Linares?”, preguntaron. Él se levantó para resaltar<br />

de inmediato y colocó de lado el balde repleto de<br />

muelas de cangrejo que compartía con sus amigos<br />

<strong>del</strong> barrio, quienes hacían escala en su casa antes<br />

de llegar a las suyas. “Soy yo —se identificó Santiago—.<br />

Desde hace cuatro años los estoy esperando.”<br />

Luego entregó un arma, desgastada por el tiempo,<br />

una escopeta para defenderse en el mar de piratas<br />

por el que navegarían no sólo a bordo de la<br />

hamaca dignificante. Finalmente, sin oponer resistencia,<br />

con temor, pero con<br />

cierto alivio, se fue con las autoridades.<br />

Al perderse en la noche<br />

después de atravesar la<br />

reja de madera, Santiago<br />

intuyó que no sería una como<br />

esa, construida por él con unos<br />

palos y mallas, que al abrirse<br />

completamente obstruía la carretera,<br />

sino otra más fuerte la<br />

que iba a guardarlo. Pocas veces<br />

la abría <strong>del</strong> todo: cuando sacaba<br />

el jeep, por ejemplo; entonces<br />

los vecinos y los conductores<br />

observaban atónitos la larga<br />

puerta que interrumpía sin<br />

remedio el tráfico. Pero nadie<br />

comentaba nada sobre la extraña<br />

obra de carpintería levantada<br />

sobre unos rodachines para<br />

facilitar su movimiento torpe y<br />

descoordinado, pero efectivo,<br />

porque cumplía su función a<br />

cabalidad. Sólo Santiago exclamaba,<br />

imitando las voces isleñas:<br />

“Me fock”, y proseguía el silencio.<br />

Muchas obras isleñas<br />

eran como su reja: fabricadas<br />

con ingenio para contrarrestar<br />

la escasez de materiales en la isla y la falta de<br />

‘toderos’ que hicieran ese tipo de trabajos.<br />

Frecuentemente recordaba su traslado a la cárcel<br />

en su propio jeep, en el cual había recorrido tantas<br />

veces el sur y los caminos polvorientos de la<br />

isla buscando paisajes deshabitados, pero llenos de<br />

vida silvestre para <strong>del</strong>eitar su existencia entre los<br />

mangos que caían maduros y el aroma a flores, a<br />

boñiga y a mamones destripados por las pezuñas de<br />

las vacas. Su primera noche en el calabozo de la<br />

estación de policía tomó por sorpresa al comandante<br />

local, ignorante de la presencia de una alianza<br />

internacional que se movía por su isla desde hacía<br />

varios días. En el calabozo hediondo a orín y plagado<br />

de mosquitos sólo estaba el piso raso, donde era imposible<br />

recostarse. Así que recorrió la noche, sentado<br />

y sudoroso, más por la ansiedad que por el calor.<br />

—Cabo, regáleme un cigarrillo, por favor.<br />

—No hay nada —le contestó el cabo sin lástima,<br />

sin ningún sentimiento.<br />

Santiago no podía aplacar su inmenso desasosiego;<br />

no lo hubiera logrado tampoco con ese cigarrillo<br />

que anhelaba con desespero, a pesar de que<br />

ese vicio no era suyo.<br />

El anuncio de la mala nueva tantas veces esperado<br />

por Micaela llegó de improviso,<br />

pero no a destiempo.<br />

Frida, pintora y amiga común,<br />

la localizó a la mañana siguiente,<br />

la víspera de su regreso<br />

a la isla.<br />

—Micaela, te tengo una<br />

mala noticia.<br />

—¿Se trata de Santiago?<br />

—Sí.<br />

—¿Desapareció en el<br />

mar?<br />

—No. Lo detuvieron anoche<br />

y creo que ahora mismo<br />

lo están embarcando en un<br />

avión rumbo a la capital.<br />

Fue Micaela la que sintió<br />

entonces una desolación infinita,<br />

pero se sobrepuso para<br />

averiguar que el aparato se<br />

detendría unos momentos en<br />

otra ciudad <strong>del</strong> Caribe, aquella<br />

justamente donde ella acababa<br />

de vencer las fiebres de<br />

un dengue tropical que la<br />

habían sumido durante diez<br />

días en <strong>del</strong>irios vespertinos.<br />

Diseño de portada, Cristina López. La novela<br />

será publicada por Editorial Maremagnun.<br />

Alcanzó a llegar al aeropuerto<br />

poco antes <strong>del</strong> aterrizaje de<br />

87


la nave, y, empujada por la ansiedad de abrazar por<br />

última vez a quien probablemente se iba para siempre,<br />

pudo atravesar, con una cómplice fortuita, todas<br />

las barreras oficiales. Esperó a que bajaran los<br />

primeros pasajeros; aquellos que culminaban allí<br />

su viaje, e inició su ascenso por la escalerilla, mientras<br />

planeaba una segunda estrategia para seguir<br />

avanzando, pero nada se le ocurría; de pronto un<br />

pasajero de la primera fila cruzó las piernas y apareció<br />

el zapato marrón que habían comprado juntos<br />

en el almacén <strong>del</strong> turco malgeniado. Respiró profundo.<br />

Uno que otro pasajero salía de la nave todavía.<br />

Entonces aprovechó esos intervalos para dejarse<br />

ver de Santiago por algunos segundos. Se retiró<br />

de nuevo y se volvió a asomar para permitirle preparar<br />

el ya inevitable encuentro. Luego, entró al<br />

avión. Santiago, pálido a pesar de la advertencia,<br />

contestó el saludo.<br />

—¡Hola! ¿Qué haces por aquí? —le preguntó<br />

Micaela<br />

—Voy para Bogotá. ¿Y tú?<br />

—Busco a Mr. Howard, que me trae algunos papeles.<br />

¿Lo has visto?<br />

Ambos sabían que ese era un apellido que no<br />

existía en la isla. Que era aquel que ellos se habían<br />

inventado una vez para hacerse bromas.<br />

Micaela quería ganar tiempo. Acercarse más. Le<br />

dio un beso en la mejilla, se separó de él y miró al<br />

fondo, al resto de pasajeros que aún quedaban en<br />

la nave y seguían para la capital. “Parece que no<br />

vino”, concluyó Micaela y se arrojó en sus brazos<br />

sin más preámbulos, sin saber aún que estaba<br />

engañando a la Dea. Los agentes se levantaron<br />

incómodos ante la situación inesperada que logró<br />

descontrolarlos, hasta cuando la falsa casualidad<br />

se volvió evidencia con el desesperado beso que se<br />

prolongaba, mientras la cabinera y la ley discutían<br />

acaloradamente. “Aquí no está prohibido besarse”,<br />

argumentó contundentemente la azafata,<br />

maravillada ante la historia de amor que defendía<br />

con la investidura de su uniforme. Esos minutos<br />

bastaron para reconfortarlos, averiguar por su destino<br />

inmediato y entregarle una fotografía que los<br />

de la Dea revisaron con desagrado. Todos aguardaban.<br />

La discreción de su desplazamiento ya estaba<br />

destruida y la tripulación y el resto de pasajeros<br />

respaldaban mudos y de pie el romance fatal.<br />

Santiago pudo quedarse con la foto que le había<br />

llevado Micaela como contraprestación por el retiro<br />

inmediato de ella. Ese fue el trato. “Fue suficiente.<br />

Ahora, por favor, ¡váyase!”<br />

Dos días más demoró su ingreso a la cárcel;<br />

mientras tanto lo reseñaban, lo mostraban al país<br />

y preparaban ciertos papeles. Finalmente llegó a la<br />

prisión donde se sucedieron la toma de huellas, los<br />

registros, los guardianes...<br />

Adentro lo esperaban quienes serían sus compañeros<br />

de enclaustramiento, aquellos que a través<br />

de la radio se habían enterado de su captura.<br />

Estaban a la expectativa y por ello lo aguardaban<br />

con una celda vacía que previamente habían desocupado<br />

de chécheres; pero Santiago ingresó con<br />

un maletín de artesanía guatemalteca que contenía<br />

una sola muda: un bluyín y una camiseta multicolor<br />

de pájaros y palmeras.<br />

—Te aguardábamos —le dijo un grupo de hombres<br />

tan pronto entró.<br />

Santiago abrió los ojos preocupado, pero su ánimo<br />

cambió al descubrir, de repente, que su condición<br />

no era única, que la vida continuaba con más<br />

vitalidad que nunca, que el cariño también podía<br />

provenir de los recién conocidos. Fue un aliento<br />

renovador para alejar la desdicha que se le había<br />

clavado en el pecho desde tres días atrás.<br />

Los diez extraditables, esos hombres destinados<br />

a pagar en otros países sus irremediables culpas,<br />

estaban confinados en una torre fortificada, separada<br />

<strong>del</strong> resto de presos, desde donde libraban batallas<br />

judiciales para impedir su salida <strong>del</strong> país y, por<br />

lo menos, purgar una condena en su tierra, con el<br />

aliciente de poder recibir la visita semanal de los<br />

suyos. Sin embargo, ninguno tenía cargos en Colombia<br />

y sólo estaban detenidos con miras a la extradición<br />

futura. Allí dentro, los extraditables compartían<br />

un largo comedor, un baño y, especialmente,<br />

el oratorio, donde todos los días pedían a la Virgen<br />

un milagro, pues la religión empezaba a ocupar<br />

el primer plano. El fervor los había hecho devotos<br />

<strong>del</strong> Santo Rosario, que invariablemente rezaban<br />

con el estallido <strong>del</strong> crepúsculo, alrededor <strong>del</strong><br />

altar que ellos llamaban capilla, donde no faltaba el<br />

tapetico bordado en frivolité, unas flores de papel y<br />

las veladoras traídas por la hermana de un preso,<br />

que iluminaba a la conocedora de sus congojas: la<br />

Virgen de las Mercedes, patronas de los presos. El<br />

domingo madrugaban para asistir en recogimiento<br />

absoluto a la misa que allí mismo oficiaba un sacerdote,<br />

asistido por diez acólitos. Ellos no querían<br />

desaprovechar la oportunidad de acercarse más a<br />

Dios, a ese Dios de bondad infinita, al cual también<br />

se habían encomendado en sus negocios prolíficos;<br />

aquel al que habían dicho: “Diosito mío, ayúdame a<br />

coronar el embarque.” El mismo que los había escuchado<br />

muchas veces y ahora parecía dispuesto a<br />

ayudarles de nuevo.<br />

Ese día fueron recompensados con la llegada de<br />

sus esposas. Micaela también fue a visitarlo. Desde<br />

las cinco de la mañana ya estaban en fila con<br />

88


Alma feliz, alma marchita de Tomás Martínez (ensamblaje, acrílico/lienzo/aluminio 28x36 cm c/u tríptico, 2002)<br />

muchas otra mujeres. No sabía si las otras también<br />

se habían turbado al desechar prendas que<br />

no podían usarse: correas, bufandas, medias de colores<br />

y faldas negras o azules. Seguramente era<br />

para diferenciarlas rápidamente de los guardias,<br />

vestidos con esos tonos.<br />

Las exigencias y restricciones se iniciaron desde<br />

afuera y concluyeron en el momento más incómodo,<br />

cuando cada una de las mujeres, sin importar<br />

su edad o su condición, se agachó, abrió sus<br />

genitales y su ano a la guardiana machona para<br />

demostrar que no llevaba nada dentro, ni siquiera<br />

sangre menstrual. Entonces aparecieron rejas, corredores,<br />

puertas, patios y más puertas, que se<br />

abrieron y cerraron a su paso. Tras una de ellas<br />

apareció Santiago. Estaba pálido, recién afeitado,<br />

con el cabello al ras y una sonrisa enorme. Se sintieron<br />

afortunados y se abrazaron largamente. Luego<br />

empezaron las presentaciones. Las mujeres de<br />

otros presos saludaron desde lejos con una leve<br />

inclinación de cabeza. Entonces recorrieron la<br />

estancia y observaron la cocina blanca, las habitaciones<br />

sin ventanas, la capilla minúscula y la<br />

larga mesa, que era comedor o sala según los acontecimientos.<br />

Se amaron por última vez, así lo creyeron;<br />

luego hablaron durante toda la tarde,<br />

develaron secretos y disiparon dudas. “Te voy a<br />

esperar”, le dijo Micaela antes de marcharse.<br />

El aislamiento comenzó con sorpresas que se<br />

convirtieron pronto en rutinas, como el partido de<br />

ping pong de todos los días en la mesa acomodada<br />

en el salón que compartían, por el cual, ante la ausencia<br />

de horarios, deambulaban a su antojo. También<br />

diariamente llegaban los presos pobres de otros<br />

patios, quienes limpiaban y cocinaban por un puñado<br />

de monedas que adquirían un valor especial.<br />

Una vez por semana podían salir al patio a disfrutar<br />

<strong>del</strong> sol y <strong>del</strong> aire libre, al mismo tiempo que<br />

unos muchachos acusados <strong>del</strong> asesinato de un<br />

ministro, que cumplían veinte años de condena.<br />

Les dieron un balón de fútbol y el resto fue muy<br />

fácil, pues ante los lazos fuertes que germinaron<br />

no había cabida para escandalizarse por las culpas<br />

ajenas. Los unía el hecho de estar en prisión, ese<br />

lugar donde se sabía aplicar con destreza el arte<br />

de castigar a aquellas almas altivas e independientes<br />

que no estaban interesadas en acatar las normas<br />

establecidas por la sociedad. Ya eran suficientes<br />

afinidades. Sin embargo, la cárcel seguía siendo<br />

un infierno amurallado con un cielo encima. Un<br />

infierno que se vivía en el alma de aquellos con<br />

largas condenas, quienes ya habían renunciado a<br />

sus pasiones. Eran lujos como la imaginación o<br />

los recuerdos que no podían permitirse, pues ya<br />

estaban muertos en vida, en el vacío, en la larga<br />

espera. Eran presos dos veces: entre los barrotes y<br />

en sus ensueños. Santiago, por el contrario, que<br />

todavía era libre en sus en sus sueños, cambió su<br />

temor por esperanza. Y aunque se había iniciado<br />

una nueva vida de privaciones y abogados, donde<br />

angustiosos trámites buscaban impedir su salida<br />

<strong>del</strong> país, por fin, luego de cuatro años de descansos<br />

nocturnos interrumpidos, durmió en sosiego ante<br />

la evidencia <strong>del</strong> momento definitivo.<br />

89


Poesías de Olga Gómez*<br />

SOÑANDO LA PAZ<br />

(2001)<br />

Dolor<br />

¡Paren la danza!<br />

que me duele el aire,<br />

¡me quema, me atosiga!<br />

¡Paren la música!<br />

¡que el dolor vibra con sus notas!<br />

¡Me arde, me duele,<br />

me lastima<br />

este pobre corazón<br />

que he recosido tantas veces!<br />

¡Déjenme el silencio!<br />

suave, anhelante<br />

que permita la entrada<br />

de ella, de mi soledad amada<br />

con sus ungüentos<br />

y sus suaves manos<br />

que acarician suave,<br />

suavemente<br />

¡esta herida abierta y sangrante!<br />

El miedo hermana a los distintos<br />

El miedo<br />

los volvió uno solo,<br />

se encerraron en sus casas<br />

bajo llaves y candados<br />

que decidieron no volver a abrir.<br />

*Olga Gómez Mendoza, nacida en Barranquilla, es profesora<br />

catedrática <strong>del</strong> Instituto de Idiomas y el Programa de<br />

Relaciones Internacionales de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>.<br />

Se redujeron los espacios,<br />

se entremezclaron cuerpos, sudores, llantos<br />

hasta aparecer a los otros<br />

como un todo<br />

como una nada<br />

que repetía estribillos<br />

que comenzaron a aparecer<br />

en todos los vehículos de la palabra.<br />

Y llegaron algunos,<br />

los que se sentían tocados por el otro,<br />

a poner orden:<br />

a separar a los borregos de los lobos.<br />

Y se crearon fronteras<br />

fuertemente resguardadas<br />

para que de la nada a la nada<br />

no pudiesen colarse transgresores,<br />

que en otros idiomas<br />

hablasen a la gente<br />

de nuevas salidas, de nuevos horizontes.<br />

Se inició así<br />

una cruzada por el hombre<br />

donde lo que no correspondiese<br />

a las fotos de periódico,<br />

a las páginas sociales<br />

y editoriales<br />

no podía<br />

no debía seguir con vida.<br />

Cayeron los pensantes,<br />

cayeron los dolientes<br />

de un país<br />

que quería ser inventado nuevamente<br />

que quería seguir caminando<br />

90<br />

<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />

pp. 90-94. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537


por un camino nuevo<br />

donde las huellas de los de a<strong>del</strong>ante<br />

no estuvieran manchadas de sangre.<br />

Esta herida que no cesa de sangrarme<br />

Me duele…<br />

aunque mi risa, explosiva<br />

resuene en los recintos familiares.<br />

Me duele…<br />

aunque cierre los ojos<br />

a la imagen que me lo grita.<br />

Me duele…<br />

aunque de mi boca,<br />

mis sesos y mis sueños<br />

siga brotando la esperanza<br />

cada vez con más fuerza.<br />

un porvenir distinto,<br />

y que hoy van a parar<br />

al paraíso de los ires,<br />

o a los recintos de los que regresan,<br />

a la fuerza,<br />

la historia,<br />

al ghetto de los que tercamente<br />

no quieren sentir.<br />

Y rebusco entre mis cosas<br />

una nueva forma de ver,<br />

una nueva forma de lenguar<br />

que me permita<br />

de alguna forma u otra<br />

rebuscar la esperanza,<br />

de alguna forma u otra<br />

entender lo que pasa.<br />

Me duele…<br />

aunque pretenda justificar en otros<br />

mi propia desidia.<br />

Me duele…<br />

esa sangre que corre,<br />

acompañada de los sueños, fantasías<br />

perversiones y placeres ocultos<br />

de aquellos<br />

que han caído primero<br />

en esta carrera loca que no sé como detener.<br />

Me duele…<br />

cuando oigo el discurso<br />

que como un remolino,<br />

nunca va a ninguna parte,<br />

pero que succiona<br />

la alegría, la creatividad<br />

y la esperanza<br />

de aquellos que aún<br />

siguen en pie.<br />

Me duele…<br />

aunque todos los días me levante<br />

a proclamar la vida<br />

a los cuatro vientos.<br />

Me duele…<br />

cada vez que veo<br />

que <strong>del</strong> árbol de los visionarios<br />

van desapareciendo<br />

hojas, flores y frutos<br />

que alguna vez presagiaban<br />

Victoria de la paz (1982) de Alejandro Obregón.<br />

Lloremos nuestros muertos<br />

Los muertos de siglos,<br />

no llorados<br />

se apilan,<br />

unos sobre otros<br />

en las catacumbas de nuestras conciencias.<br />

Y se convierten<br />

día tras día<br />

en fantasmas que rondan<br />

nuestros sueños,<br />

nuestros pasos<br />

y nuestras querencias.<br />

91


Han decidido,<br />

una vez por todas,<br />

mostrarnos sus dientes feroces<br />

desde los cuerpos de aquellos<br />

que han hecho de la muerte<br />

la única salida.<br />

Y todos los días se presentan<br />

bajo las mil máscaras de la violencia,<br />

sedientos de la sangre<br />

que alguna vez perdieron<br />

a causa de nuestros silencios<br />

de nuestras anuencias<br />

de nuestra avaricia<br />

por querer asegurar nuestra propia muerte.<br />

Desplazados<br />

Perdidos,<br />

nominados por el otro<br />

incorporados,<br />

a un universo ajeno<br />

donde la voluntad y la esperanza<br />

se pierden<br />

entre las largas filas de mendigos<br />

que esperan el turno<br />

para recibir, al fin,<br />

una mirada <strong>del</strong> gran padre.<br />

Desplazados<br />

fuera de su lugar,<br />

fuera de su entorno familiar<br />

y condenados,<br />

a fuerza<br />

de la impotencia,<br />

a seguir huyendo,<br />

<strong>del</strong> hambre,<br />

<strong>del</strong> miedo,<br />

<strong>del</strong> actuar.<br />

Muerte a pedazos<br />

Jirones de sueños<br />

llevados por el viento<br />

junto con el polvo levitante de la tarde.<br />

Testimonios fieles<br />

de tantas vidas perdidas<br />

buscando la muerte<br />

creyendo buscar la vida.<br />

Sueños inconclusos<br />

desperdigados por el aire<br />

solo sentidos<br />

desde algún rincón <strong>del</strong> alma<br />

expectante y solitaria.<br />

Los pedazos de sueños de los muertos<br />

nos visten la tarde<br />

en sus ocasos<br />

para recordarnos<br />

que también se muere a pedazos.<br />

DESCORRIENDO VELOS NUEVAMENTE<br />

(2003)<br />

Despedida<br />

Adiós princesa tejedora de vida.<br />

Desde las sombras de ese mundo<br />

que no veo<br />

te miro a veces llegar<br />

riendo, gritando<br />

como deseando la última foto<br />

antes de la gran partida.<br />

Te vas.<br />

Desgranando lentamente<br />

pedazos de tu vida y mis recuerdos<br />

de una calidez ansiada<br />

de abrazos a medianoche<br />

locuras de zapatos,<br />

carteras, perfumes<br />

escondidos de los hijos y <strong>del</strong> padre<br />

y sólo compartidos<br />

92


en tus salones <strong>del</strong> reino solitario<br />

reservado sólo para ti<br />

y tus caprichos.<br />

Adiós princesa,<br />

tu hija te saluda<br />

gracias por el mar,<br />

la danza, los vestidos<br />

aunque estrechos<br />

¡gracias por la vida!<br />

Ojos fijos<br />

Inútil la mirada<br />

silentes las palabras<br />

que intentan cruzar<br />

el gran océano<br />

de distancias.<br />

Las palabras<br />

pasaron por los cuerpos<br />

atravesándolos<br />

sin que quedara un signo<br />

testigo de haber estado allí<br />

como si un muro invisible<br />

de penas y silencios<br />

se empeñara obsesionado<br />

en mantenerlos distantes<br />

por fuera de la mirada.<br />

Destino<br />

Y no soy un ser simple<br />

y no puedo andar por ahí<br />

navegando en las aguas<br />

que aseguran el no ahogarse.<br />

Soy de ese metal blando<br />

ingrávido y precioso<br />

que sólo adquiere valor y brillo<br />

en las aguas tumultuosas de un océano<br />

que no tiene regreso.<br />

Y no soy la luz eterna<br />

de los viajeros cansados<br />

sólo puedo ser el fuego<br />

cuando existe el aire<br />

que me da mi aliento<br />

y existe la madera<br />

sobre la cual encarnarme.<br />

Y no puedo cantar<br />

los cantos ajenos;<br />

solamente aquellos<br />

que desbordan mi mente.<br />

Y no esperes jamás<br />

que aquella que dejaste<br />

hubiese seguido allí<br />

congelada de muerte.<br />

Mudo<br />

No tienes palabras<br />

para decir que me amas:<br />

se gastaron todas en el engaño.<br />

Te quedaste mudo, inmóvil<br />

y regresaste a buscar<br />

hacia atrás<br />

lo que alguna vez perdiste.<br />

93


Tratar de construir con lo marchito<br />

es asegurar la desesperanza<br />

y la caída en la nada<br />

profunda y sin salida.<br />

La muerte de un pájaro<br />

A María Mercedes Carranza<br />

Lo pensaste muchas noches<br />

viendo jugar las llamas en la casa iluminada<br />

por la combustión de la esperanza.<br />

Caminaste silenciosa esos corredores<br />

conocidos de ese hogar, tan tuyo.<br />

buscaste en todos los rincones, en cada mueble<br />

en cada esquina,<br />

pero siempre te resultaban las manos vacías.<br />

Llamaste un contingente enorme de cantores<br />

para ver si en multitud<br />

el dolor perdía su fuerza.<br />

Fue inútil.<br />

Faltaba la esperanza<br />

gastada en la palabra<br />

que estallaba<br />

impotente,<br />

contra el vacío y la muralla levantada<br />

alrededor de las conciencias.<br />

La decisión llegó de repente<br />

fugaz, pasó por tu memoria,<br />

esa de vida de luchas y sobresaltos<br />

pesaron más las penas<br />

en esa inquisición <strong>del</strong> alma<br />

y te fuiste,<br />

con la sonrisa en los labios.<br />

Y soñando que después de ti<br />

nos volverían a crecer alas.<br />

Catalina<br />

Cata cata Catalina<br />

fina, lina, mina, lira<br />

con los dedos lentamente<br />

acompañando a la desgracia<br />

pulsas cuerdas de infinita resonancia<br />

en un mundo de mujeres<br />

que se pierde en la distancia.<br />

Cata, cata, Catalina<br />

niña y dueña, hijos, casa<br />

cuerda, lira<br />

amarre, trampa<br />

desgarrada y silenciada<br />

disonante y disentida<br />

tan presente que se olvida.<br />

Cata, cata, Catalina<br />

flores, cuadros, serpentinas<br />

avidez, manjar, cocinas<br />

con tu propia medicina<br />

la salida de la trampa.<br />

94


Textos y poesías de Silvia Reyes*<br />

UN TENUE AROMA A JAZMINES SECOS<br />

(Cuento, mayo 2003)<br />

La mujer entró con pasos lentos al café. Pasó junto<br />

a Ramón, que bebía de pie su acostumbrado café<br />

de las cinco de la tarde con sus compañeros de<br />

oficina. Ella no lo miró, pero el aire que movió al<br />

pasar lo rozó como un aletazo húmedo. Se le aflojaron<br />

las manos y la taza que sostenían cayó al<br />

piso produciendo un estallido tan súbito, que envolvió<br />

al mundo en un sólido silencio en el que<br />

sólo resonaban los tacones de la mujer sobre las<br />

baldosas azules con el ritmo que le imprimía el<br />

movimiento de su cadera.<br />

—No puede ser —murmuró.<br />

—¿Qué pasa? —le preguntó José Antonio inclinándose<br />

a recoger la taza, y con su pregunta el<br />

café recobró la rutina de sus ruidos.<br />

—Nada —dijo Ramón.<br />

—Entonces vámonos, que ya es la hora.<br />

—Sigan ustedes, ya los alcanzo —dijo Ramón<br />

con la mirada fija en la espalda de la mujer acodada<br />

sobre el mostrador.<br />

José Antonio siguió su mirada y luego se marchó<br />

torciendo la boca en una sonrisa burlona de<br />

conocedor.<br />

Ramón se dirigió al mostrador <strong>del</strong> café y llegó<br />

junto a la mujer, a quien tomó con firmeza <strong>del</strong> codo<br />

haciéndola volver hacia él. Ella lo miró con un rostro<br />

inexpresivo en el que resaltaban sus ojos de<br />

un color gris verdoso y que no reflejaban nada, como<br />

lagos quietos en una tarde de lluvia.<br />

—¿Eres tú? —preguntó con voz apagada, aun cuando<br />

estaba casi seguro de que era ella, excepto por el<br />

color de los ojos, que en sus vagos recuerdos eran<br />

verdes y brillantes. No recibió respuesta; la mujer<br />

soltó su brazo de la mano de él con un movimiento<br />

*Silvia Isabel Reyes Cepeda (Barranquilla 9 dic. 1959)<br />

es abogada de la Pontificia <strong>Universidad</strong> Javeriana, con especializaciones<br />

en las universidades de los Andes y <strong>del</strong><br />

Rosario, actualmente reside en Bogotá. Ha publicado en<br />

revistas y suplementos literarios <strong>del</strong> país. Es miembro <strong>del</strong><br />

Taller de Escritores de la <strong>Universidad</strong> Central de Bogotá.<br />

promoción 2002-I, que dirige el maestro Isaías Peña, <strong>del</strong><br />

cual surgió el libro de cuentos El jardín <strong>del</strong> dragón, obra colectiva<br />

de dieciséis autores miembros <strong>del</strong> taller.<br />

leve, terminó de tomar su té, y sin decir nada, ni<br />

sonreír siquiera, se dirigió hacia la salida <strong>del</strong> café.<br />

Ramón la vio alejarse, taconeando sin prisas, por<br />

un túnel oscuro que al final conducía a la luz mortecina<br />

de la tarde. Reaccionó unos instantes después<br />

y salió apresuradamente <strong>del</strong> lugar; la vio doblar la<br />

esquina de la calle, hacia el sur y sin pensar en lo<br />

que hacía, la siguió. Sin embargo, cuando se asomó<br />

a la esquina por la que ella acababa de cruzar, ya no<br />

la encontró; recorrió la calle y otras más, engañado<br />

por el aroma a flores secas de su perfume que percibía<br />

a cada golpe <strong>del</strong> aire, hasta que desistió, cansado.<br />

Eran ya las siete de la noche y no había regresado<br />

al trabajo. Suspiró y desanduvo el camino pensando<br />

en la excusa que diría al llegar.<br />

Esa noche no pudo dormir, desvelado por un rastro<br />

de jazmín que percibía a su alrededor y que lo<br />

hacía recordar una y otra vez una habitación en<br />

penumbras en Macao y a una mujer de ojos verdes<br />

que relucían como los de los gatos en la oscuridad.<br />

Se esforzó por recordar más, pero la memoria lo<br />

transportaba sin transiciones a la orilla de un río<br />

cenagoso sobre el que flotaba una bruma pesada.<br />

Al día siguiente volvió solo al café, a las cuatro<br />

y treinta de la tarde, y se sentó en un taburete de<br />

la barra; pidió su acostumbrado café y luego otro, y<br />

se sorprendió al reconocerse expectante. Sin embargo<br />

ella no apareció. Ramón pensaba en el color<br />

de sus ojos, extraños, velados; recordó otra vez<br />

aquellos ojos verdes de la mujer en Macao: serios,<br />

no reían, sólo lo miraban fijamente, como queriendo<br />

abrirle el pecho hasta llegar a su corazón y devorarlo.<br />

Se estremeció involuntariamente preguntándose<br />

por qué, entonces, ahora eran grises si<br />

tan bien los recordaba y si estaba casi seguro de<br />

que era la misma mujer. ¿Cómo era que se llamaba?<br />

Tenía un nombre poco usual, portugués, sí, era<br />

portugués. Una palmada en la espalda lo devolvió<br />

al presente; José Antonio lo miraba sonriente:<br />

—Nos abandonaste antes. ¿Qué pasa? ¿Es que<br />

no vino?<br />

—¿Quién? —preguntó Ramón confundido—. No<br />

pasa nada, hombre, ni espero a nadie —dijo, por<br />

<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />

pp. 95-98. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537<br />

95


fin, cayendo en la cuenta de qué<br />

le hablaba el otro.<br />

—A mí no me engañas, amigo,<br />

pero, en fin, si quieres guardártelo,<br />

está bien. Vamos, que<br />

ya casi empieza la reunión con<br />

los auditores —dijo José Antonio<br />

volviendo a palmearle la<br />

espalda.<br />

Ramón se bajó sin ganas <strong>del</strong><br />

taburete y se dirigió hacia la<br />

puerta, repasando rápidamente<br />

las mesas con una mirada<br />

furtiva.<br />

Al salir <strong>del</strong> trabajo volvió a<br />

recorrer las calles por las que<br />

ella había tomado el día anterior.<br />

Ya había anochecido. De<br />

las sombras de una esquina<br />

surgió de pronto, como una vaharada,<br />

un insólito aroma a río,<br />

a vegetación acuática, a trópico<br />

húmedo.<br />

Extrañado, continuó su paseo<br />

sin rumbo preciso, envuelto en<br />

el olor a río. Al llegar a la esquina<br />

en donde la mujer se había esfumado, se encontró<br />

frente a un río de remolinos turbios, por el que<br />

pasaban velozmente ramas desgajadas de palmeras,<br />

un tronco de mangle, flores bulbosas de otras tierras.<br />

Entre la bruma que flotaba sobre el agua, le<br />

pareció ver un trozo de tela verde que desaparecía<br />

en la vorágine <strong>del</strong> río, y un brazo que se hundía como<br />

el mástil de un velero. Corrió gritando hacia el río:<br />

—¡Edoarda!<br />

El chirrido de unas llantas al frenar abrup–<br />

tamente, la bocina <strong>del</strong> auto lanzando su grito amenazante<br />

seguido de un insulto, lo hizo detenerse<br />

en seco. Estaba en la mitad de la calle. No había<br />

ningún río frente a él. Se pasó una mano que temblaba<br />

violentamente por la frente sudorosa.<br />

—¡Quítese de en medio, so imbécil! —le gritó el<br />

conductor <strong>del</strong> auto detenido—. ¡Si se quiere suicidar,<br />

tíresele al carro de su madre!<br />

Ramón se dirigió a la acera con paso vacilante.<br />

El insulto le resbaló sin tocarlo. Sólo atinó a preguntarse:<br />

“¿De dónde salió ese río? ¿Estaré loco? ¿O embrujado?<br />

Ese río... sí, es el río de Macao, ¿cuál era?<br />

Zhujiang, algo así, y el nombre de ella, Edoarda,<br />

¿sí era ése?”<br />

Ofuscado, Ramón se dirigió a su casa. Al pasar<br />

por el Hotel Lisboa recordó de pronto a otro hotel<br />

con el mismo nombre y un casino bullicioso en<br />

Esta antología incluye de Silvia Reyes los cuentos<br />

Vuelo imposible, El desafio, El silencio de los pájaros<br />

y Corazón de coral.<br />

donde él estaba jugando póker<br />

con desconocidos, casi todos<br />

asiáticos, mientras bebía<br />

whisky sin hielo. Se vio volteando<br />

a mirar hacia su espalda<br />

para contemplarla de pie<br />

allí, esperándolo; ella le sonrió<br />

de manera fugaz, como<br />

dándole ánimos, y él ganó esa<br />

partida y otras dos más; antes<br />

de comentar otra ronda, sintió<br />

su mano tocándole suavemente<br />

en un hombro, indicándole<br />

así que debía dejar de jugar,<br />

o por lo menos él entendió<br />

eso; se levantó de la mesa<br />

trasta–billando; estaba ebrio,<br />

y ella lo llevó hasta una casa<br />

con un jardín que olía a río, a<br />

salitre y a jazmines florecidos.<br />

Esa noche tampoco pudo<br />

conciliar el sueño. Caía en una<br />

duermevela, en un sopor anormal<br />

en una ciudad de clima<br />

frío, como ésta que había elegido<br />

para vivir, lejos de cualquier<br />

río o de cualquier selva inhóspita; no podía precisar<br />

por qué no le gustaban los ríos, sólo que no le gustaban;<br />

despertaba sobresaltado, sintiendo que unos<br />

ojos verdes y brillantes lo miraban, hasta que decidió<br />

dejar la luz encendida y abrir las ventanas para<br />

que entrase la brisa de la madrugada.<br />

Sentado en la cama, se dispuso a ordenar lógicamente<br />

esos recuerdos que estaban regresando<br />

a su memoria en pantallazos esporádicos, y los<br />

sucesos de los últimos dos días, como correspondía<br />

a un ser civilizado y pragmático capaz de separar<br />

la vida real de las alucinaciones o los sueños:<br />

Sí, alguna vez estuvo en Macao cuando trabajaba<br />

para la West Line, y conoció a una mujer, medio<br />

china y medio portuguesa, hermosa, sí, con unos<br />

extraños ojos verdes. La conoció en el casino <strong>del</strong><br />

Hotel Lisboa y se llamaba Edoarda, sí, el nombre<br />

brillaba ahora en la memoria. Esa noche él había<br />

ganado en el póker, y creyó que ella le había traído<br />

suerte; había bebido mucho, pero recuerda que se<br />

fueron juntos a una casita pequeña con un jardín<br />

selvático junto al río, y que allí siguió bebiendo;<br />

hicieron el amor, seguro; ahora recuerda el olor a<br />

jazmines de su pelo mezclado con el olor incisivo<br />

<strong>del</strong> río cercano; le pidió que se fuera con él a otro<br />

mundo y..., ¿qué fue lo que dijo ella? Hasta ahí llegaba<br />

la estructura de recuerdos que podía reconstruir;<br />

luego seguía un inmenso vacío, como un<br />

96


pantano oscuro que no podía cruzar, más allá <strong>del</strong><br />

cual no había nada.<br />

Atontado por el desvelo y acuciado por el deseo<br />

de aclarar <strong>del</strong> todo qué estaba pasando, se fue desde<br />

la mañana al café, a esperarla; tenía que venir,<br />

lo presentía. A las dos horas de estar allí la vio<br />

entrar, con su andar cadencioso. Llevaba un vestido<br />

verde que se ceñía a su cuerpo. La luz que<br />

entraba por la puerta formaba un halo dorado alrededor<br />

de ella creando la ilusión de que flotaba en<br />

el aire. De repente, en un fogonazo súbito desde el<br />

fondo de su memoria, escuchó una voz que le decía,<br />

en una mezcla de portugués y español: “Debes<br />

irte ya, no tardará en llegar”.<br />

“¿Quién?”, escuchó decir a su propia voz.<br />

“Debes irte, nos matará”.<br />

“Si no vienes conmigo, seré yo quien te mate”,<br />

dijo su voz, arrastrando las palabras.<br />

Como en una película que pasase rápida ante<br />

sus ojos, la vio correr atravesando el jardín hacia<br />

el río; se vio a sí mismo loco de furor, siguiéndola,<br />

tomándola <strong>del</strong> brazo, halándola hacia él; ella se zafó<br />

bruscamente, retrocedió dos pasos, tal vez tres, y<br />

cayó por el muelle; la corriente la arrastró y en la<br />

bruma de la noche sólo brilló por un momento un<br />

vestido verde río abajo, un brazo blanco que relumbró<br />

en el agua, y luego nada, nada.<br />

Ella se detuvo junto a él.<br />

—Estás viva —dijo Ramón en un susurro.<br />

Ella lo miró con sus ojos opacos, y él sintió que<br />

un viento helado lo golpeó en el pecho.<br />

—No —le contestó—. Yo morí en aquel río.<br />

Su voz era neutra, sin traslucir emoción alguna.<br />

—Y... entonces, ¿cómo es que estás aquí? —preguntó<br />

Ramón con la voz apretada por un miedo sordo<br />

que se le había estacionado en la sangre.<br />

—Las lagunas de tu memoria no me dejaban<br />

en paz —respondió la mujer mirándolo fijamente.—<br />

Vine a devolverte mi recuerdo.<br />

—Edoarda... —comenzó a decir Ramón bajando<br />

la mirada—. Edoarda... yo no sé cómo...<br />

Levantó los ojos para encararla, pero ella ya no<br />

estaba frente a él. En el aire se desvanecía un tenue<br />

aroma a jazmines secos.<br />

SILENCIOS<br />

1<br />

No quiero olvidar que reías<br />

en tu montaña verde<br />

cuando llegó la guerra<br />

y te apagó los ojos.<br />

No conocí tu nombre<br />

ni tu rostro,<br />

niño,<br />

pero quiero creer<br />

que la muerte no pudo<br />

borrarte la alegría.<br />

A nosotros sí.<br />

2<br />

¿Hasta cuándo seguirás inmóvil,<br />

o gozando inconsciente<br />

de una vida prestada,<br />

mientras los pueblos caen<br />

y la gente se dispersa<br />

por caminos de lluvia<br />

y desamparo?<br />

¿Hasta cuándo callarás tu voz,<br />

tu grito, tu palabra?<br />

El silencio te hace cómplice<br />

aunque no quieras.<br />

Tu silencio,<br />

este silencio ominoso,<br />

también mata.<br />

3<br />

Yo callo.<br />

Tú callas.<br />

Todos callamos.<br />

Hasta Dios, allá,<br />

en sus esferas luminosas,<br />

calla.<br />

Y es una caverna<br />

el silencio,<br />

una tumba llena de niños<br />

97


que miran con los ojos<br />

espantados,<br />

de sueños desleídos,<br />

de nombres que se van<br />

evaporando<br />

con los días.<br />

Hemos perdido<br />

la voz.<br />

Nos quedan aún<br />

palabras sueltas<br />

que junto aquí,<br />

en este espacio húmedo<br />

de sangre y pesadumbre<br />

para reconstruir el lenguaje<br />

de la vida.<br />

Quiero creer que un verso<br />

puede cerrar la boca <strong>del</strong> fusil<br />

y abrirle el pecho<br />

y alcanzar su corazón<br />

y transformarlo en canto.<br />

4<br />

Quiero que calles tú,<br />

fusil.<br />

No yo.<br />

No importa quién te porte,<br />

ni en nombre de quién<br />

accione tus mortales mecanismos.<br />

Quiero que calles.<br />

Soy la voz<br />

de quien no tiene voz<br />

porque tú se la robaste.<br />

No sé quién era,<br />

pero sé que era mi hermano,<br />

mi vecino, mi amigo,<br />

mi niño adorado,<br />

mi mujer ilusionada,<br />

mi campesino, mi soldado,<br />

mi gente, mi gente,<br />

mi gente,<br />

y tú, fusil,<br />

en otra mano hermana,<br />

silenciaste para siempre<br />

su ancho corazón.<br />

No tengo nada.<br />

Sólo esta voz<br />

y estas palabras,<br />

y este dolor<br />

quemándome la sangre<br />

y este pedazo de patria,<br />

fusil,<br />

esta patria que me estás<br />

convirtiendo en sombra.<br />

LA MÚSICA DEL AGUA<br />

Todavía recuerdo esa tarde, esa maravillosa tarde<br />

de julio de aquel 1717, tan lejano ya: el cielo límpido<br />

y claro, el Támesis semejando una cinta verde<br />

que espejeaba al sol; la adornada barca <strong>del</strong> rey Jorge<br />

detrás de la cual íbamos nosotros —cincuenta<br />

músicos— apretados en dos enormes barcazas que<br />

navegaban lentas de Whitehall a Chelsea, y luego<br />

de vuelta, tocando la hermosa música compuesta<br />

por el Maestro para ese día: primero suave, como<br />

midiendo el agua, como rompiendo con cuidado el<br />

silencio <strong>del</strong> verano; luego con más brío, subiendo<br />

hacia el cielo como por una escalera de aire, haciendo<br />

que todos callasen y que las mujeres dejasen<br />

de reír para escuchar, al tiempo que acometíamos<br />

el Allegro-andante-allegro de la primera suite;<br />

y luego los Menuett, que hacían saltar el corazón<br />

como gotas de agua sobre una superficie quieta,<br />

mientras el chapoteo de las largas pértigas que<br />

impulsaban a las barcas constituía el eco perfecto<br />

para esta música que tocábamos, ya no tanto para<br />

el rey, sino para el antiguo dios <strong>del</strong> río, de todos los<br />

ríos, de todas las aguas <strong>del</strong> mundo, ¡ah! y ver cómo<br />

sonreía el rey, y cómo Han<strong>del</strong> se inclinaba hacia<br />

él en una lenta y graciosa reverencia, y escuchar<br />

a su Alteza pidiendo una y hasta dos veces más<br />

que tocásemos de nuevo las tres suites completas...<br />

y nosotros, acalorados pero ebrios de música,<br />

de agua, de sol, tocábamos y tocábamos, y mis<br />

dedos adoloridos volaban sobre la flauta, como ágiles<br />

mariposas impulsadas por el húmedo aliento<br />

de un ángel acuático que no me permitía desfallecer;<br />

porque era su música, la música <strong>del</strong> agua, la<br />

que tocábamos mientras la tarde moría anaranjada,<br />

dorando el Támesis.<br />

98


Suspiro<br />

Carolina Duncan*<br />

Cíclica como mi cerebro<br />

húmeda y voluble<br />

condiciono<br />

mi estado <strong>del</strong>iberado<br />

de viajes profundos<br />

sumergida en ti.<br />

Tan suave confundida<br />

en ese vapor oscuro<br />

marco<br />

un camino atravesándome<br />

no hay señales de desvío<br />

sólo una sentencia.<br />

No hay nada sobre la mesa<br />

mucho menos estas tú<br />

dolor líquido mi cuerpo.<br />

Me derramo entre grietas<br />

de un dios ausente<br />

caigo en un vaso vacío.<br />

Lloro como un reloj de sollozar<br />

rítmico a cada tic desconcertado.<br />

No llores luna<br />

el agua corre tic<br />

no llores oscuridad<br />

el sol es denso tic<br />

no llores niña<br />

ahí esta el tac<br />

es el tiempo <strong>del</strong> suspiro<br />

río claro bajo la tierra.<br />

*Nacida en Barranquilla en 1982. Estudia teatro en<br />

Chicago, Estados Unidos.<br />

<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />

pp. 99-99. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537<br />

99


Textos y poemas de Martín Txeis*<br />

Ilustraciones <strong>del</strong> autor<br />

CARTA A SANTA PENÉLOPE<br />

6:30 p.m. (Barranquilla, calle 37 / carrera 43)<br />

Una invasión de luces proxenetas se instala en mi<br />

cerebro. Mientras el cielo (que testigo ha sido de<br />

tantos azares) cambia el claro traje que justifica el<br />

cansancio de tantos mortales, por un claroscuro<br />

melancólico.<br />

La ciudad se sumerge en un letargo venenoso, los<br />

ojos de la multitud sólo reflejan el hastío por esta<br />

vida, cuando todos van camino de sus casas y una<br />

luna muy tímida anuncia el pronto arribo <strong>del</strong> demonio<br />

de la noche.<br />

7:05 p.m. (en algún lugar <strong>del</strong> centro de la ciudad)<br />

En un prender de cigarrillos y apagar de fósforos...<br />

me sorprendieron las estrellas, y el cosmos con todo<br />

su esplendor me incita a la evocación de nuestra<br />

ceremonia, mientras a ti (bella ninfa de mi asfalto)<br />

te incita a olvidarme entre los brazos<br />

de aquel ungido, a quien, en desalmado<br />

juicio, el destino le cedió la dicha de<br />

tu aliento.<br />

7:30 p.m. (Bar Los Laureles)<br />

En las lágrimas que empapan tu ausencia<br />

no hay consuelo para mis versos.<br />

9: 05 p.m. (en algún lugar <strong>del</strong> centro<br />

de la ciudad)<br />

Todas las almas esclavas <strong>del</strong> jornal<br />

emigraron a sus guaridas.<br />

9:30 p.m. (cle. 37 / cra. 40)<br />

El bullicio de una calle contigua con<br />

toda su música y su perfume de concupiscencia<br />

emite un llamado, al que<br />

me es preciso ser obsecuente.<br />

*Hijo de padres oriundos de Aracataca, Elkin Díaz Puertas<br />

nació en Barranquilla, 1983, donde cursó la primaria y el bachillerato;<br />

recibió de su padre la orientación poética y literaria.<br />

11:15 p.m. (Cabaret El Túnel <strong>del</strong> Amor)<br />

El dolor de esta llaga y su podredumbre, parecen<br />

disiparse cuando sumergido en el alcohol no aspiro<br />

a evaporarme.<br />

11:30 p.m. (Entrada de El Túnel)<br />

La ciudad se levanta como templo. Es pérfido paraíso<br />

donde, en ritual pagano, se degüella la inocencia<br />

para ser ofrendada a su majestad la noche.<br />

En mi statu quo de poseído por una legión de ánimas<br />

/dionisíacas<br />

Venus parece emerger de todas las mujeres. Hay en<br />

toda la atmósfera, un perfume que incita a sumergirse<br />

en las libidas aguas de un femenil océano.<br />

12:40 a.m. (El Túnel)<br />

Ha pasado ante mí una bella trigueña con toda la<br />

música <strong>del</strong> mar en sus caderas,<br />

toda la majestad <strong>del</strong> tiempo en su pecho,<br />

rostro de ángel y ojos feroces de emperatriz<br />

infernal.<br />

La he buscado tan indiscretamente con<br />

el lujurioso brillo de mis ojos, que al parecer<br />

esta mujer de cuerpo asequible y<br />

corazón inalcanzable se ha enterado de<br />

mis banales anhelos.<br />

1:00 a.m. (El Túnel)<br />

Igual que en aquella ocasión en que lo<br />

hice para comprarte una rosa, mis manos<br />

exploran el ilíquido universo de mis<br />

bolsillos para irme con ella.<br />

2:15 (Hostal XXX)<br />

Cuando mi deseo hace síntesis en piel<br />

y mi solapada conciencia flagela con sus<br />

cuestionamientos a mi “glorificado”<br />

instinto, se abren nuevas dimensiones<br />

a mi karma mientras caigo extasiado al abismo de<br />

tu olvido.<br />

100<br />

<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />

pp. 100-104. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537


Amada musa de mi inerme poesía... quiero<br />

/desvanecer mi pena<br />

mi karma en dolorosa confesión:<br />

quise estar con ella en cuerpo y alma<br />

pero con ella... solo estuvo mi cuerpo<br />

porque mi alma se quedó prisionera<br />

en el baúl<br />

que guarda nuestra historia.<br />

VÉRTIGO<br />

Él<br />

solía ser sonámbulo<br />

hasta que habitó el 401.<br />

En noches de luna llena<br />

hombre lobo<br />

todo un chef<br />

que cocinaba para nadie,<br />

durmiente transeúnte<br />

que copula papayuelas.<br />

En noches estrelladas<br />

testigo silente<br />

de la noche en el balcón,<br />

sobrio orador de<br />

discursos incoherentes,<br />

hábil conversador<br />

con fantasmas en la sala.<br />

Dicen<br />

que solía ser sonámbulo<br />

hasta que habitó el 401.<br />

Dicen también que una tarde muy azul cuando caminaba<br />

como autómata por esa avenida que conduce<br />

a la nada, la arquitectura agraciada de un<br />

edificio de apartamentos le llamó poderosamente<br />

la atención, y que en este edificio de ventanas y<br />

balcones multiformes consiguió vivir luego de algunas<br />

firmas, y un par de llamadas telefónicas.<br />

La sexta noche en el 401<br />

por primera vez sintió levitar.<br />

¿Que cómo lo hizo?<br />

Es cuestión de sonámbulos.<br />

Caminaba sobre las aguas sin inmergirse<br />

circense caminando en cuerda floja<br />

¡el viento!<br />

coro de ángeles que presagia la gloria<br />

—¿Hasta dónde capitán?<br />

—¡Hasta la gloria!<br />

Una estrella fugaz,<br />

y los gritos de pavor<br />

de algunos transeúntes<br />

noctámbulos desprevenidos,<br />

le despertaron.<br />

Y ¡el viento!<br />

ángelus demoníaco que convoca a la muerte.<br />

Corriente de aire en el cable de alta tensión<br />

¡le devoró el vértigo!<br />

Sabía que caería al vacío pero aún se preguntaba<br />

cómo había llegado allí.<br />

La historia concluye con fotografías de un periódico<br />

amarillista<br />

quizás es así como los artificios <strong>del</strong> ensueño nos<br />

dan a conocer la gloria<br />

pero solo gloria de ensueño.<br />

Él<br />

solía ser sonámbulo<br />

hasta que habitó el 401.<br />

RUIDO<br />

Hay mucho de mitológico en mi realidad abstracta.<br />

Existencia ausente<br />

música de motores<br />

y musas de fermentada vendimia<br />

con ojos absortos<br />

en imágenes vía satélite.<br />

Relámpago a fin<br />

luz cegadora...<br />

soy un navío que naufraga<br />

en la nada.<br />

Relámpago a fin<br />

luz cegadora...<br />

soy faro que vuela<br />

con alas etéreas.<br />

SONATA<br />

Ese día ella celebraría sus cuarenta primaveras.<br />

Un cielo muy azul, un sol muy amable, y los saludos<br />

deferentes de los niños, que camino de la escuela<br />

pasaban por su puerta le hicieron sentir que<br />

Dios le incitaba a una orgía. Las flores no prescindieron<br />

de las caricias <strong>del</strong> rocío y el carmesí de sus<br />

pétalos lo decía a silentes gritos.<br />

101


Su único hijo, Jean Paul, no había salido<br />

de su habitación y ella no quiso despertarle<br />

para tomar alimentos.<br />

Al llegar la noche y concurrir todos sus<br />

amigos y familiares, ¡la música! Se dispuso<br />

de baile y no habría sido jamás ruda tarea<br />

encontrar en aquella sala una sonrisa.<br />

Jean Paul, su único hijo, no había salido<br />

de su habitación y el brindis y las fotografías<br />

no podían retrasarse, por más noble que<br />

fuera el artificio de su sorpresa. De modo<br />

que ella y algunos de sus amigos y familiares<br />

más queridos subieron en busca <strong>del</strong> jovial<br />

muchacho.<br />

Casualmente la música cesó cuando abrieron<br />

la puerta... ¡nadie lo podía creer! ¡poco menos ella!<br />

Ninguno de los presentes había visto cosa parecida,<br />

tanto esplendor e ingenio en un presente de<br />

cumpleaños: Jean Paul colgaba de un travesaño.<br />

Un grito de pavor de la cumplimentada rompió el<br />

silencio imperante.<br />

La noche <strong>del</strong> día en que hubo una mañana tan<br />

bella se tornó tétrica. Jean Paul, colgado de manera<br />

magnifica, rindió con su vida un tributo al nihilismo<br />

como sólo los verdaderos amantes de la muerte<br />

podrían hacerlo<br />

Pero esto necesitaba una explicación, por lo menos<br />

algo que consolara a mamá.<br />

Cerca de la ventana una tarjeta de cumpleaños<br />

y en ella unas palabras:<br />

Hoy volar ha sido mi axioma y no prescindí de alas.<br />

Una vez más gracias a ti mamá. Gracias por la soga.<br />

Hoy he querido amistarme con una legión de demonios<br />

y elevarme en espiral hasta el sueño más<br />

etéreo para infestar el último cielo con un abominable<br />

olor a azufre.<br />

La rosa de tus treinta años se marchitó con tu<br />

/olvido como tantos presentes de cumpleaños<br />

...pero éste, mamá, se qué no podrás olvidarlo.<br />

Mi cuerpo colgado se perpetuará en tu memoria<br />

¡yo ya no estoy contigo!<br />

Porque mucho me has querido...<br />

poco te pido que llores<br />

he triunfado contra todo pronóstico,<br />

si alguna vez vienes me verás sentado en silla<br />

/de dioses<br />

he triunfado contra todo pronóstico,<br />

así luce quien hace méritos a Dafne,<br />

así luce un triunfador.<br />

Con todo mi amor<br />

Feliz cumpleaños, mamá.<br />

Jean Paul<br />

PD: ...Y de la caja de música que robara un<br />

día la princesa <strong>del</strong> paraíso, manaba una sonata<br />

para soga y funeral.<br />

CARTA A TEO<br />

Querido Hermano: Desde tu partida al puerto de San<br />

Rafael, no me ha sido posible escribirte. Sé que te<br />

estarás preguntando cómo estoy, y te diré que ha<br />

llovido con insistencia desde hace varios días, y sabes<br />

de mi ánimo cuando siento caer la lluvia. Pero<br />

estas son pendejadas. Te escribo en realidad para<br />

comunicarte que tras un profundo cavilar, he decidido<br />

que transcurra lo que queda de mi otoño en el<br />

sanatorio mental de San Patricio. He dejado el opio<br />

hace ya algunos años, y aunque avanzado en edad,<br />

¡te recuerdo! ¡Eres mi hermano mayor! Y por lo tanto<br />

me niego rotundamente a que tomes lo decidido<br />

por un capricho senil. No pensé jamás que hablaría<br />

de cosas de este tipo. Todo cuanto en a<strong>del</strong>ante narro<br />

es mi verdad inalterada y el motivo de mi decisión.<br />

Te conozco, amado Teo, y por eso te pido que<br />

no me juzgues, no me condenes a ser tenido por ti<br />

como un insensato.<br />

Hallábame en el balcón de mi casa con vista al<br />

cementerio. Había llovido toda la tarde, era casi media<br />

noche y como testimonio de lluvia y soledad la<br />

neblina infestaba las calles, apenas iluminadas por<br />

algunos faroles que no sé cómo ni por qué se habían<br />

hecho intermitentes. Apenas cerraba mi libro<br />

cuando la vi, ¡espectral!, sentada en una banca <strong>del</strong><br />

cementerio a espaldas de la tumba de un fraile<br />

muerto de manera confusa y de quien se dice sangraba<br />

de manera inexplicable. La brisa golpeaba mi<br />

rostro pálido con su frío de agujas. La calavera, que<br />

seguía sentada absorta en una ceiba inmensa de<br />

seco follaje, fijó su mirada con tanta pasión que a<br />

sus ojos se hizo translucido el árbol. Dos amantes,<br />

él en ella, ella en él, con ardiente deseo entregándose,<br />

haciendo derroche de sus carnes, fueron divisados<br />

por la espectral figura detrás de la ceiba.<br />

Caminó hasta ellos con la serenidad de quien no<br />

espera nada de la vida ni de la muerte, acarició el<br />

102


seno de pezón erecto de la joven que aunque<br />

extasiada, sabía perfectamente que su poseedor sólo<br />

tenía dos manos. Un grito penetrante buscaba la<br />

luna en la penumbra. Los amantes casi desnudos y<br />

despavoridos se perdieron en la niebla, me invadió<br />

el estupor, y no supe de mí.<br />

Al amanecer me di a la búsqueda de pruebas fehacientes<br />

de tan tétrico hecho, pretendiendo no encontrar<br />

ninguna y atribuirlo todo a un senil <strong>del</strong>irio.<br />

Pero adentrado en el corazón <strong>del</strong> cementerio, esa<br />

mañana tan gris, un crujir de ramas me atrajo. Caminaba<br />

en busca de su lugar de origen sobre la seca<br />

hojarasca cuando di de frente con su exánime arquitectura,<br />

y vaya mi sorpresa y decepción: la calavera...<br />

¡se había ahorcado!<br />

Ya me conoces y sabrás cómo me siento. Parto a<br />

San Patricio mañana al amanecer.<br />

DEJA VU<br />

Por lo general, cuando le hablaban de una mujer de<br />

arquitectura ágil, imaginaba a una mujer<br />

supremamente seductora, que sólo lo seducía a él,<br />

tanto así, que ni ella misma sabía que lo seducía y<br />

a nadie más le parecía que ella pudiera seducir a<br />

cosa alguna sobre la tierra.<br />

Manaba un perfume negro que casi hacía alucinar<br />

tragedia.<br />

Era todo un soñador y de los más sensibles. Tras<br />

haber cerrado su antología surrealista, durmió. Y<br />

despertó sintiéndose octasensorial y hasta creyó posible<br />

ver por el culo.<br />

Alguna vez se fue a un<br />

cerro frente al mar, a la<br />

espera de que alguien le<br />

fuese a buscar. Y no llegó<br />

nadie, solo sigo mismo,<br />

tan conocedor y tan conocido.<br />

Sin Sócrates al uso,<br />

pudo saber que su alter<br />

ego había asistido a todos<br />

los episodios de su vida. Le<br />

miró con ira y gritó: "¡No<br />

más!"<br />

Bajó a la ciudad la mañana<br />

siguiente sintiendo<br />

los insuflos de una purificación. Pero en realidad tenía<br />

aspecto de enfermo.<br />

Sus amigos narran desde entonces historias suyas<br />

carentes de sentido, de sentido común.<br />

En realidad, su vida desde su visita al cerro no fue<br />

la misma. Había inhalado en algún sitio una maldición<br />

tropical, que hacía los pasillos más largos, la<br />

vida más decodificada, la casa inmensa y la cama<br />

insoportable.<br />

La fascinación, el amor íntimo con la luna, y esa<br />

manía de pintor de verlo todo asignando a cada cosa<br />

merecida prioridad, todo aquello que lo confortaba<br />

desde dentro, se había extraviado una noche de distracción<br />

en los hangares <strong>del</strong> insomnio.<br />

Una palabra al sensible atormentaba: alienacion.<br />

Caviló tanto al respecto y decidió nada. Caviló sin<br />

cesar. Caviló hasta el fondo (si hay un fondo en las<br />

cavilaciones). Y cuando ya cansado se miró en el<br />

espejo, no vio al alienado <strong>del</strong> que tanto había querido<br />

huir. Era alguien diferente, no mejor, diferente.<br />

Recordó entonces aquel domingo <strong>del</strong> mes pasado<br />

cuando preguntó la hora a un tipo en un callejón, y<br />

el tipo lo miró como si no estuviera. Recordó muchos<br />

sucesos extraños de su vida; quiso tomar el<br />

autobús pero por más que manoteó, el conductor no<br />

lo vio.<br />

Ante sus ojos la calle devoraba el autobús. Y el<br />

supo que se había hecho invisible, que había muerto<br />

en el cerro una noche de tormenta.<br />

ÁCIDOS CUENTOS DE TORONJIL<br />

Traburno 1<br />

Nadie tan lánguido<br />

tan venenoso<br />

tan buen pintor como usted,<br />

señor sin filtro.<br />

... Y al parecer a nadie más<br />

en cielo<br />

infierno...<br />

o tierra le fue concedida<br />

tan magnífica virtud:<br />

contener en sí<br />

todo el secreto <strong>del</strong> viento<br />

la música<br />

y la belleza.<br />

103


Traburno 2<br />

Quebrado yace el reflejo de mi alma en el espejo<br />

/pérfido de un sueño.<br />

Alguien arroja una colilla y...<br />

<strong>del</strong> pezón erecto a un gemido en espiral.<br />

Narciso muere al arrullo de una gotera y un amor...<br />

concedido a sí mismo.<br />

La concurrencia era toda de estrellas<br />

el teatrino fue todo de nubes.<br />

Venus tiritaba y la luz se hizo eco de belleza<br />

todo<br />

un poema perdido en el paroxismo<br />

de la distancia que no alcanzará jamás<br />

pluma alguna.<br />

Soplurno<br />

El diablo se esconde tras cada cosa,<br />

es el privilegio <strong>del</strong> ojo agudo.<br />

Él habita tras la retina inmensa que<br />

/siempre enfoca un río claro y eléctrico<br />

junto a un rígido David de Marta Traba<br />

con su paladar infinito viajando a los<br />

confines de la nada: siempre<br />

/profiláctica y amarga.<br />

DELIRIUM TREMENS<br />

Aquella fue una noche en que el ocio<br />

las alucinaciones el humo las desinhibiciones<br />

y la coca cantaban la canción<br />

apasionada al unísono noche inmortal<br />

en su memoria pero como todas las<br />

noches finita un trago de madrugada<br />

concedido a sí mismo de manera mecánica<br />

solo un parpadeo y se vio tirado en una calle<br />

cerca de su domicilio a merced de un mundo que<br />

ya despierto empezaba su tediosa marcha sobre los<br />

rieles de la rutina caminó por las calles como manipulado<br />

desde un satélite en la nada pero con un<br />

objetivo claro la cama y ahí estaba la cama amplia<br />

solo para él hubo luego mucha gente en torno a un<br />

cuerpo sin vida con el cráneo reventado por los neumáticos<br />

de un tráiler y gente uniformada tensamente<br />

tranquila abordando con preguntas de rutina<br />

al conductor que grita neurótico que no sabia<br />

que el chico se tiraría bajo sus llantas<br />

PLENILUNIO<br />

...y fue todo aquella noche;<br />

su majestad la Luna<br />

desde su teatrino en el cielo<br />

en noche muy húmeda ofrecía recital.<br />

DILUVIO<br />

Aquella mañana el teléfono llamó<br />

a su puerta.<br />

Ella se fue y sus pies y sus grifos<br />

nunca lloraron.<br />

Mientras tanto caía la lluvia sobre un<br />

/cable de alta tensión.<br />

Del otro lado quien marcó se<br />

/desangraba.<br />

OCASO<br />

Hay cumbias que son como un adiós<br />

que suenan distantes y atraviesan la<br />

/ventana<br />

detrás de la cual un hombre viejo<br />

de abismales reflexiones exhibe sus<br />

/arrugas.<br />

Despertar cada día<br />

cansado de llevar sobre la vida el peso de la muerte<br />

hace que los ojos <strong>del</strong> viejo se pierdan en el muelle<br />

le lleva a sentirse parte de un todo que se resume<br />

en nada.<br />

Concibe estéril juzgar al mundo<br />

sólo juzga sus actos buenos y malos<br />

siendo sabio justificador de faltas<br />

y si no hay excusas para fulanas faltas<br />

no le queda al hombre más que perdonarse<br />

escudándose en el ser "humano".<br />

Y para que el sueño de fin de paseo tenga poesía<br />

al viejo su cavilar le depura los sentidos<br />

entiende a los niños<br />

y la naturaleza irrumpe en la cansada retina<br />

con voluptuosidad sublime.<br />

104


CUENTO<br />

Huevos revueltos para el desayuno<br />

Gerardo Ferro Rojas*<br />

“Todo su cuerpo con espinas<br />

y a mí me siguen las moscas.”<br />

Fito Páez<br />

„Track 1: Bill Evans, “What are you doing the<br />

rest of your life?”<br />

Apago el computador. No puedo seguir escribiendo,<br />

no logro concentrarme. El ruido de allá afuera no<br />

me deja pensar bien. He cerrado las ventanas pero<br />

aún así sigo escuchando las detonaciones. Las bombas<br />

siguen estallando. La ciudad entera se derrumba.<br />

De algún lugar no muy remoto proviene todo el<br />

ruido.<br />

Enciendo el televisor. Sólo he visto las noticias<br />

estas últimas semanas. La señal no es muy buena.<br />

Voy hasta la cocina y abro la nevera. Bebo un<br />

vaso de agua. Compruebo que no hay huevos para<br />

el desayuno. Debo comprar huevos para el desayuno.<br />

Suena el teléfono. Obviamente es Mariana.<br />

Vuelve a sonar. Debo contestarlo pero lo pienso<br />

primero. Es inútil pensarlo. De tres zancadas llego<br />

al teléfono.<br />

—Hola, soy yo.<br />

—Lo imaginé. ¿Cómo estuvo el viaje?<br />

—Acabo de llegar... Todo esto está terrible, me<br />

da miedo. No puedo creer que siguas viviendo en<br />

esta ciudad.<br />

Nacido en Cartagena, 1979. Comunicador Social y Periodista,<br />

<strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>. Finalista, X Concurso Nacional<br />

de Cuento, <strong>Universidad</strong> de Antioquia, 2002. Ganador<br />

en el Concurso Nacional de Cuento Ciudad de Bogotá, categoría<br />

jovenes, 2003. Ha publicado en la Revista de la <strong>Universidad</strong><br />

de Antioquia, El Malpensante y Número. Ha sido parte de<br />

antologías de narrativa jóven, Tinta fresca (Ed. Uninorte, 2001)<br />

y De 1 a 10 (IDCT, Bogotá, 2003). Primer lugar en la 3 a Convocatoria<br />

de Premios Literarios <strong>del</strong> Instituto de Patrimonio<br />

Cultural de Cartagena de Indias, 2003. Su primer libro de<br />

cuentos fue Un día de lluvia, 1996. Cadáveres exquisitos, otro<br />

libro de cuentos, está en prensa. Trabaja en su primera novela.<br />

Realizador de videos argumentales y documentales para<br />

televisión y guinista de una serie infantil animada, es productor<br />

<strong>del</strong> canal de televisión de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>.<br />

—Deberías apurarte, más tarde las cosas son<br />

peores.<br />

—OK, entonces nos vemos en un rato.<br />

—¡Espera, no cuelgues!!!<br />

—¿Qué?<br />

—¿Puedes comprar algunos huevos en el camino?<br />

—¿Huevos?<br />

—Sí, huevos para el desayuno.<br />

—OK.<br />

Me gusta comer huevos revueltos con cebolla y mucha<br />

mantequilla. Los acompaño con pan y un buen<br />

café negro. Listo. El mejor desayuno <strong>del</strong> mundo.<br />

Me asomo al balcón. El horizonte está incendiado.<br />

Hay bocanadas de fuego irradiando a lo lejos.<br />

La ciudad solloza, grita, se desgarra. El sonido<br />

de una ráfaga de metralla me saca de mi contemplación.<br />

Ahora trato de concentrarme en ella.<br />

Mariana está a punto de entrar por la puerta de<br />

este apartamento. Después de cinco años ha regresado.<br />

Y en el peor momento de todos. Yo estoy<br />

hecho añicos y la ciudad también. En tres días<br />

recibiré un premio otorgado por la respetabilísima<br />

Sociedad de Escritores de Autosuperación <strong>del</strong> país.<br />

¿A quién se le ocurre entregar premios en esta<br />

época? Es cosa de locos. En todo caso, a la única<br />

persona que podría invitar era a Mariana. Reviso<br />

en mi mente y no encuentro otro nombre posible<br />

para la lista. Nadie más se merece como ella ver<br />

mi último destello. La última cuchillada. Por eso<br />

me atreví a llamarla. Soy un masoquista.<br />

Vuelvo al estudio. Enciendo el computador. Me<br />

sirvo un trago mientras el aparato se enciende.<br />

Regreso a la sala. Agarro el control remoto. El noticiero<br />

da cifras extraoficiales de los muertos. Aterrador.<br />

Desastroso. Terrorífico. Podría mencionar<br />

miles de adjetivos. Coloco algo de Bill Evans para<br />

ambientar. El contraste <strong>del</strong> piano con el ruido de<br />

las detonaciones es hermoso. Miro la pantalla <strong>del</strong><br />

<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />

pp. 105-111. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537<br />

105


computador. Las manos me<br />

tiemblan. Mis dedos apenas rozan<br />

el teclado.<br />

No puedo escribir nada. Hace<br />

meses que he estado intentando<br />

escribir algo serio. Un último<br />

cuento que me saque <strong>del</strong> hueco,<br />

el más difícil de todos. Un cuento<br />

de amor en medio de un mundo<br />

devastado. Pero ha sido imposible.<br />

En un principio, por lo menos,<br />

los cuentos salían, aunque<br />

nadie les prestara atención. Llegué<br />

a escribir dos libros de cuentos,<br />

una novela y varios poemarios.<br />

Todos inéditos. Nadie los<br />

conoció. Nadie los leyó. Rechazados<br />

en todos lados. Muy pocos<br />

saben esa parte de mi vida. Ahora<br />

ni siquiera logro hilar dos buenos<br />

párrafos. Soy un asco como<br />

escritor serio. Mi fracaso estimuló<br />

mi genialidad para la charlatanería.<br />

Pero ahora ni siquiera esos libracos de<br />

autoestima me interesan. Deben ser las bombas<br />

que están estallando por todos lados. O talvez sea<br />

porque Mariana está cada vez más cerca. En todo<br />

caso, lo mejor es pensar que se me acabó la mecha.<br />

Ya, eso fue todo. Al final <strong>del</strong> camino, un premio<br />

absurdo en medio <strong>del</strong> absurdo. Nada para dejar<br />

al mundo. Nada valioso para recordar. Nada suficientemente<br />

grande como para evitar la corrosión.<br />

Moriré impunemente en este apartamento<br />

sin que nadie recuerde mi nombre. Amén.<br />

Tocan el timbre. Es Mariana, no puede ser nadie<br />

más. Miro por el ojo de la puerta y compruebo<br />

que es ella. La observo un instante, me tomo mi<br />

tiempo. Después de cinco años Mariana parece<br />

más hermosa. Abro la puerta. Nos miramos sin<br />

saber qué decirnos. No hay sonrisas. No hay besos.<br />

No hay abrazos efusivos. Somos dos partículas<br />

de polvo en medio de una explosión. El sonido de<br />

una bomba nos saca de nuestro estado. La invito a<br />

seguir. Agarro su maleta pero Mariana no me lo<br />

permite. Me dice que ella puede sola.<br />

—¿Dónde dejo los huevos? —me pregunta mostrándome<br />

la bolsa con la compra.<br />

—En la nevera, sigue estando en el mismo lado.<br />

Mariana deja la maleta en la sala y va hasta la<br />

cocina. Le pregunto si quiere beber algo. Mariana<br />

desea un whisky. Preparo los tragos. Mariana sale<br />

de la cocina y se sienta en el sofá. Le entrego su<br />

whisky y me siento frente a ella. Bebemos.<br />

—El apartamento está prácticamente igual —me<br />

dice tomándose el primer sorbo.<br />

—Sí, un poco más desordenado.<br />

Mariana ni siquiera le presta<br />

atención a mi comentario.<br />

Nuestros rostros están algo tensos.<br />

Siento el aire viciado que<br />

nos envuelve, nos atrapa, nos asfixia.<br />

Permanecemos callados.<br />

No sabemos de qué hablar.<br />

—¿Tuviste problemas para llegar?<br />

—le pregunto.<br />

—La ciudad está horrible, no<br />

sé cómo puedes seguir viviendo<br />

aquí —me repite Mariana—. Pero<br />

no, no tuve problemas. El taxista<br />

conocía rutas alternas. Nos demoramos<br />

porque paramos a comprar<br />

tus estúpidos huevos. Me<br />

contó que la gente está yéndose<br />

a vivir a las azoteas y tejados.<br />

—Sí, un éxodo masivo a las<br />

azoteas de la ciudad. Imagino<br />

que se sienten más seguros allí.<br />

—No puedo creer que a alguien se le haya ocurrido<br />

darte un premio en estos momentos.<br />

Mariana escucha el sonido de las bombas sin<br />

estremecerse. No me quita la mirada de encima.<br />

Sus ojos me asustan. Se lleva el vaso a la boca y<br />

se toma el último trago de su whisky. Mariana dice<br />

estar cansada por el viaje. Quiere irse a dormir.<br />

Su cuarto está al fondo <strong>del</strong> pasillo, al lado <strong>del</strong> mío.<br />

Ella misma lleva sus maletas. Yo ni siquiera me<br />

muevo de mi puesto. La observo atravesar la sala<br />

y detenerse a la entrada <strong>del</strong> estudio. Observa el<br />

computador y los papeles regados en el escritorio.<br />

—¿Estás escribiendo algo? —me pregunta sin<br />

dejar de mirar el computador.<br />

No sé qué responderle. No sabría cómo<br />

engañarla. Me aventuro:<br />

—No, sólo estoy revisando material viejo.<br />

Mariana sigue su camino, cruza el pasillo y se<br />

encierra en su habitación.<br />

Espero que la pasemos bien estos días.<br />

Foto de Rafael Guerra<br />

„Track 2: Miles Davis, “Don’t blame me”<br />

Yo mismo preparo el desayuno. Huevos revueltos<br />

con cebollas, pan y café negro. El mejor desayuno<br />

<strong>del</strong> mundo. Mariana dice que prefiere desayunar<br />

cereal. Sospecho que ha sido un error haberla invitado.<br />

Me pregunta qué estoy escribiendo ahora. Es<br />

una pregunta inocente para envenenar el desayuno.<br />

Mariana dice que siente mucha intriga por saberlo.<br />

Le digo que estoy trabajando en un cuento.<br />

Anoche por fin logré sacar algo interesante. Maria-<br />

106


na ha dejado de comer su cereal y ha levantado la<br />

cabeza para mirarme. Me sonríe. Conozco su sonrisa.<br />

Mariana quiere que le cuente el argumento.<br />

Imposible. Le digo que no pienso decirle nada hasta<br />

que esté listo. Mariana parece no estar de acuerdo<br />

pero no insiste. Sonríe y sigue desayunando su<br />

cereal. Por primera vez en mucho tiempo he logrado<br />

atrapar una buena historia: En mi cuento<br />

una mujer hermosa y desconocida llega por casualidad<br />

al apartamento de un psicópata. Imagino que<br />

la presencia de Mariana tiene algo que ver con<br />

este último intento por escribir algo importante.<br />

Por lo menos servirá de algo su presencia.<br />

Permanecemos un rato en el balcón. El humo<br />

en el horizonte se confunde con el cielo gris. Hay<br />

viento de lluvia.<br />

—Supongo que es imposible salir a caminar —<br />

dice Mariana.<br />

—Es posible, pero lo mejor es que permanezcamos<br />

aquí dentro.<br />

Empieza a llover. Volvemos a la sala. Mariana<br />

coloca algo de Lester Young. Buena elección. Me<br />

siento en el sofá y sintonizo el noticiero. Más cifras<br />

de muertos. Más escombros. Más éxodo hacia<br />

las azoteas. Mariana se aburre. Camina por el apartamento<br />

revisando los cuadros. Mariana ya conoce<br />

todos y cada uno de los cuadros, ella misma los<br />

compró y los ubicó en el apartamento. Vivimos juntos<br />

tres años y nueve meses. Suficiente tiempo.<br />

Conocí a Mariana en una de mis conferencias a<br />

raíz <strong>del</strong> último libro que había publicado. Se titulaba<br />

Ovejas y coyotes, un manual para encontrar el verdadero<br />

yo. En esa época, Mariana era una aspirante<br />

a actriz con problemas de autoestima. Yo era<br />

una especie de gurú para las almas perturbadas<br />

como ella. Fue muy fácil llevármela a la cama.<br />

Imagino que fue igual de fácil para ella salirse de<br />

allí tres años y nueve meses después. Dijo que se<br />

iría a probar suerte como actriz. La he visto aparecer<br />

en un par de comerciales. Sobre todo me gusta<br />

ese donde es la mo<strong>del</strong>o de una marca de toallas<br />

higiénicas.<br />

—Pensé que echarías todo esto a la basura —me<br />

dice Mariana refiriéndose a los cuadros.<br />

—Estuve a punto de hacerlo —le contesto sin<br />

dejar de ver el televisor—. Pero me di cuenta que<br />

me gustaban y no me hacían daño.<br />

Mariana no dice nada, entra al estudio y revisa<br />

la biblioteca. Ojea algunos libros y los vuelve a dejar<br />

en su sitio.<br />

—Anoche estuviste escribiendo, ¿no vas a decirme<br />

qué era?<br />

—¿Me escuchaste? —le pregunto algo intrigado.<br />

—No, pero supuse que te quedaste escribiendo.<br />

Mariana pasa su mano por el escritorio y el computador.<br />

La observo detenidamente. Conozco sus<br />

movimientos. Revisa algunos papeles. Anotaciones<br />

sin importancia.<br />

—¿Entonces, no vas decirme?<br />

—Te lo mostraré cuando esté terminado.<br />

—Pero anoche estabas escribiendo, ¿verdad?,<br />

quisiera leerlo.<br />

Me molesta esta actitud de Mariana.<br />

—No pienso mostrarte nada —le digo de la manera<br />

más tajante que encuentro.<br />

—OK, disculpa, el señor autosuperación no puede<br />

mostrarle a nadie lo que escribe.<br />

Odio que me llame así. Mariana sale <strong>del</strong> estudio<br />

y se encierra en su cuarto.<br />

He vuelto a escribir en la tarde. Las palabras fluyen<br />

con soltura como en mis inicios. Es increíble.<br />

El cuento ha tomado giros inesperados. La mujer<br />

desconocida y el psicópata empiezan a sentirse<br />

atraídos. Me gusta. Eso me gusta. Mariana no ha<br />

salido de su habitación. En dos oportunidades pegué<br />

mi oreja a su puerta. Dormía. Mariana no ha<br />

hecho otra cosa diferente a dormir y pasearse por<br />

el apartamento como un fantasma. Tampoco hay<br />

mucho que hacer.<br />

Mariana sale de su cuarto y va directo a la sala.<br />

Agarra el teléfono y marca un número. La llamada<br />

no le entra. Vuelve a intentarlo. Imposible. Se desespera<br />

y estrella el auricular contra el aparato.<br />

Agarra el control remoto y enciende el televisor.<br />

El noticiero sigue dando cifras.<br />

—¿No sirve el teléfono? —le pregunto desde el<br />

estudio.<br />

—Algo debe estar pasando con las líneas. Mi<br />

celular tampoco tiene señal.<br />

—¿Con quién necesitas hablar?<br />

Mariana hace zapping sin detenerse.<br />

—Con mi representante —me dice—. Después<br />

de tu maldito premio tengo una audición para un<br />

papel importante en una telenovela.<br />

Levanto la mirada <strong>del</strong> computador y me concentro<br />

en los movimientos de Mariana que no logra<br />

acomodarse en el sofá.<br />

—Este apartamento me desespera, me asfixia.<br />

¿A qué hora empiezan las bombas?<br />

—No sé, como diablos voy a saberlo.<br />

—Necesito distraerme con algo.<br />

Mariana se levanta, va hasta el equipo y coloca<br />

un buen tema de Miles Davis a todo volumen. Sabe<br />

muy bien que no puedo escribir con la música a<br />

todo volumen. Apago el computador. Mariana se<br />

sirve un buen trago de whisky y sale al balcón.<br />

Dentro de poco anochecerá. Yo también me sirvo<br />

107


la misma medida de whisky y me siento frente al<br />

televisor. Los noticieros dicen las mismas porquerías<br />

a toda hora.<br />

Las bombas empiezan con la noche. Mariana está<br />

borracha. Cada vez que estalla una bomba se ríe a<br />

carcajadas. Yo sigo con la mirada puesta en la pantalla<br />

<strong>del</strong> televisor. Miles Davis sigue soplando su<br />

trompeta como un negro desquiciado. Imagino situaciones<br />

absurdas para mi cuento. También estoy<br />

borracho. Muy borracho. Me siento como hace<br />

mucho no me sentía. Voy al balcón. Me quedo al<br />

lado de Mariana. La observo. Ella no para de reírse<br />

con cada bomba que estalla. Un aire perverso nos<br />

intoxica. Hay fuego por toda la maldita ciudad. Me<br />

atrevo a agarrarle el culo. A ella no le importa. Nos<br />

besamos. Mariana me mira a la cara y se echa a<br />

reír. Yo le agarro las tetas y las meto en mi boca.<br />

Nos tiramos en el piso <strong>del</strong> balcón y lo hacemos.<br />

Mariana tiene un orgasmo. Lo hacemos como locos<br />

en el sofá, el comedor, la cocina, el baño, el<br />

escritorio, el pasillo, al lado <strong>del</strong> televisor, y en cualquier<br />

otro lado que se nos ocurra. Las detonaciones<br />

no paran. Las carcajadas de Mariana son cada<br />

vez más fuertes. La trompeta de Miles Davis nos<br />

derrite. Mariana se levanta <strong>del</strong> piso, agarra su ropa<br />

y sale corriendo a su habitación. Está loca. Voy<br />

detrás de ella. Cierra la puerta y le pone seguro.<br />

Le grito que es la mujer más desquiciada que he<br />

conocido en mi desgraciada vida. Mariana me contesta.<br />

Me grita que no debí haberla invitado a mi<br />

insignificante premiación. Tiene razón. Ha debido<br />

quedarse en su castillo de espejismos haciendo<br />

comerciales de toallas higiénicas. Mariana dice<br />

que he debido suicidarme hace mucho. Dice que<br />

soy un maniático. Le doy una patada a su puerta y<br />

salgo directo al estudio. Trabajo en mi cuento el<br />

resto de la noche.<br />

„Track 3: Charlie Parker, “After you’ve gone”<br />

Huevos revueltos con cebolla, pan y café negro. El<br />

mejor desayuno <strong>del</strong> mundo. Mariana ni siquiera<br />

asoma su cara por la cocina. No ha salido de su<br />

habitación. Yo dormí sobre mi escritorio. Escribí<br />

en la madrugada hasta que el sueño me venció. El<br />

cuento avanza rápidamente. Parece haber algo<br />

indescifrable entre la mujer desconocida y el psicópata,<br />

como si cada uno conociera los secretos<br />

<strong>del</strong> otro y no se atrevieran a decirlos.<br />

La mañana amanece nublada. No sé realmente<br />

qué pasó anoche pero la presencia de Mariana<br />

en la habitación es una tentación constante. Me<br />

acerco a su puerta. Continúa durmiendo. El noticiero<br />

da un resumen sobre las últimas noticias de<br />

la semana. Sé que es demasiado temprano para<br />

beber pero no me importa. Me sirvo un baso de<br />

whisky. Coloco un CD con las mejores cantantes<br />

de jazz. Me siento en el sofá a escuchar la voz<br />

cabaretera de Billie Holiday. Mariana sale de la<br />

habitación. Está espelucada y desaliñada. Se ve<br />

horrible. Agarra el teléfono<br />

y vuelve a marcar<br />

un número. Las líneas<br />

siguen muertas. Le pregunto<br />

si quiere huevos<br />

revueltos para el desayuno.<br />

Mariana no me<br />

responde, va a la nevera<br />

y se sirve una taza de<br />

cereal. Regresa a su habitación<br />

y se encierra.<br />

Será mejor así.<br />

El premio que me darán<br />

mañana sólo reafirmará<br />

mi condición de es-<br />

MABG<br />

critor frustrado. Mariana tiene razón. Pienso en<br />

eso cuando la veo salir de su cuarto y sentarse en<br />

el sofá a ver televisión. Tiene el mismo aspecto<br />

desastroso de esa primera vez, cuando la vi sentada<br />

entre las últimas filas <strong>del</strong> auditorio escuchando<br />

mi conferencia. Por más que queramos no somos<br />

más que estúpidas ovejitas devoradas por siniestros<br />

e indomables coyotes. ¿Quienes son las<br />

ovejas y quienes los coyotes? Siempre hay intercambio<br />

de roles. Recuerdo que esperé hasta el final<br />

y luego la abordé en la cafetería <strong>del</strong> hotel. Algo<br />

en ella me atrajo. Quizá fueron sus ojeras y su<br />

bajo perfil. Le pregunté si le había gustado la charla.<br />

Mariana me miró con cara de ovejita desquiciada<br />

y yo afilé mis dientes de coyote. Supongo que<br />

Mariana entendió a la perfección el mensaje de<br />

aquella conferencia ridícula. Toda ovejita tiene<br />

complejo de coyote.<br />

Mariana se levanta y pone algo de Nina Simone.<br />

Al menos aún conserva el buen gusto. Me siento<br />

orgulloso de eso. Fui yo quien le enseñó a escuchar<br />

jazz. Antes sólo tenía oídos para las baladas<br />

románticas en inglés y las retahílas de Silvio<br />

Rodríguez que le enseñaron sus amigos de Arte<br />

Dramático. Apago el computador y salgo a la sala.<br />

Nos miramos con odio sin decirnos nada. Me siento<br />

a una distancia prudente. Mariana quiere saber<br />

exactamente por qué razón la invité. No lo sé.<br />

Mariana se agarra la cabeza con desespero. Dice<br />

que estar en este apartamento siempre la ha asfixiado.<br />

Yo le recuerdo que ha estado asfixiada desde<br />

antes de conocerme. Mariana se levanta y se<br />

108


prepara un buen trago. Yo hago lo mismo. Revisa<br />

su reloj y mira por el balcón. Aún faltan algunas<br />

horas para que empiecen las explosiones. Le pregunto<br />

el nombre de la telenovela en que actuará.<br />

Mariana no responde, se sienta en el sofá y encoge<br />

su cuerpo. Dice que su agente le conseguirá<br />

trabajo en la mejor<br />

telenovela de todas. Me<br />

la quedo mirando.<br />

—No lo dudo, estoy<br />

seguro que será la mejor<br />

telenovela de todas.<br />

Mariana me observa.<br />

Sus ojos están llenos<br />

de lágrimas. Yo conozco<br />

sus lágrimas. Me<br />

río en su cara. Mariana<br />

me tira su vaso de<br />

whisky. Me golpea en el<br />

ojo. La herida me saca<br />

Mujer de Miguel Á. Berdugo Galezo, 2004<br />

sangre. Mariana se me<br />

tira encima como una<br />

bestia y me coge a patadas. Le agarro una pierna y<br />

logro tirarla al piso. Mariana grita como una desesperada.<br />

—¡ERES UN EGOÍSTA!!!!<br />

Le tapo la boca. Le arranco la blusa y le agarro<br />

las tetas. Mariana me muerde uno de mis dedos.<br />

Me muerde con mucha fuerza. Su boca se llena<br />

con mi sangre. La agarro <strong>del</strong> cabello y la golpeo<br />

contra el piso. Mariana logra zafarse. Se me monta<br />

encima y me inmoviliza los brazos con sus muslos.<br />

Me da un beso profundo y me arranca una parte<br />

<strong>del</strong> labio. En poco tiempo quedamos desnudos y<br />

llenos de sangre. Lo hacemos con rabia, con odio,<br />

con todo el desenfreno posible.<br />

Pasamos el resto de la tarde desnudos, bebiendo<br />

y escuchando un CD en vivo de Charlie Parker.<br />

Mariana insiste en que le muestre mi cuento. Yo<br />

no pienso mostrarle nada. Le pido a Mariana que<br />

me recite uno de los parlamentos de su próxima<br />

telenovela. Quiero escucharla en su estado más<br />

natural y salvaje. Mariana no me presta atención.<br />

Se pasea por los pasillos <strong>del</strong> apartamento manchando<br />

las paredes con la sangre que brota de su<br />

cabeza por el golpe que le di. Luego corre y vomita<br />

en la cocina. Yo busco un canal que me distraiga<br />

mientras llegan las bombas. Nada. Tengo los huevos<br />

revueltos como mis desayunos. Mi dedo está<br />

hinchado por el mordisco de Mariana. Me he amarrado<br />

un trapo para detener la hemorragia. Mariana<br />

regresa de la cocina con más licor. Ahora está<br />

destrozando uno a uno los cuadros de las paredes.<br />

Dice que tiene todo el derecho de hacerlo.<br />

—Tiene toda la razón, nena, puedes destrozar<br />

esos malditos cuadros si se te da la gana.<br />

Me río. Detengo mi zapping en el noticiero. Más<br />

cifras. Más escombros. Más personas huyendo a<br />

las azoteas. Más mierda por todos lados. Mariana<br />

ha pasado a destrozar los adornos de la sala, el estudio<br />

y el comedor. En ese preciso instante suena<br />

un primer estallido. Mariana salta de felicidad. Sale<br />

corriendo al balcón y yo voy detrás de ella. La ciudad<br />

se ve hermosa en medio <strong>del</strong> fuego y las bombas.<br />

Gente volando en pedazos. Edificios destruidos<br />

por todos lados. Sangre en las paredes. Huevos<br />

revueltos. Mariana está desnuda y es hermosa.<br />

Yo también estoy desnudo pero soy feo y gordo y<br />

patético y soy nada. Somos dos pájaros en medio<br />

de las explosiones. Empiezo a tener una erección<br />

fuerte, alucinante, maravillosa. Imagino a Mariana<br />

surgiendo de los escombros bañada de fuego y<br />

luz. Me excito al verla con ese fondo de la ciudad<br />

en llamas. Reímos a carcajadas con cada estallido.<br />

Mariana se agarra a mi cuello y me aprieta.<br />

Está ahorcándome. La muy sucia está ahorcándome.<br />

Le doy un golpe en la barriga. Mariana cae de<br />

rodillas. Nota mi erección y me agarra la verga. La<br />

baña de whisky y la mete en su boca. Me arde.<br />

Mariana pasa sus dientes como si fueran rastrillos.<br />

Le doy una cachetada y deja de chuparme.<br />

Nos tiramos en el balcón y volvemos a hacerlo.<br />

Mariana tiene un orgasmo con cada bomba que<br />

explota. Nuestros cuerpos se mezclan como dos fluidos<br />

venenosos, sanguinolentos, ácidos. Terminamos<br />

rendidos en el piso, sedientos, boquiabiertos,<br />

como dos pájaros degollados. Mariana se arrastra<br />

por el piso y logra llegar al sofá. Yo vomito boca<br />

arriba y por poco me ahogo en mi propio vómito. La<br />

ciudad sigue derrumbándose. Charlie nos escupe<br />

dardos desde su maldito saxofón. Mañana recibiré<br />

ese puto premio de una buena vez.<br />

„Track 4: Ornette Coleman, “The duel”<br />

Huevos revueltos. Café negro. Mucho café negro.<br />

Mi cabeza estalla como las bombas de anoche.<br />

Mariana ha debido entrar a su cuarto en la madrugada<br />

porque no la veo en el sofá. Pego mi oreja<br />

a la puerta. Ronca con gusto y tranquilidad. Coloco<br />

Ornette Coleman a todo volumen para que se levante.<br />

Mariana sale más desaliñada que ayer. Creo<br />

que no nos hemos bañado en todos estos días. Me<br />

dice que soy un psicópata por haberla levantado de<br />

esa forma. Sí, talvez sea como el psicópata de mi<br />

cuento. Talvez ella sea la mujer desconocida que<br />

entra al apartamento. ¿Cómo terminará todo? Seguiré<br />

escribiendo el resto de la mañana.<br />

Ha sido difícil escribir con el dedo como lo ten-<br />

109


go. Sin embargo me acerco cada vez más al final.<br />

Espero tener listo el cuento esta noche antes de<br />

salir a la ceremonia de premiación. Mariana ha<br />

pasado bebiendo sin levantarse <strong>del</strong> sofá. Desde ahí<br />

me grita las cifras de los muertos que dictan los<br />

noticieros. El éxodo masivo a las azoteas continúa.<br />

Yo no he salido <strong>del</strong> estudio, aunque a veces sólo<br />

mire la pantalla <strong>del</strong> computador sin atreverme a<br />

presionar una sola tecla. No puedo. Pero sigo luchando<br />

y empujando el cuento hacia a<strong>del</strong>ante.<br />

También tengo mi provisión personal de whisky a<br />

la mano. Necesito estar bajo un estado alterado de<br />

conciencia si quiero recibir el premio que tan<br />

honrosamente me otorga la Sociedad de Escritores<br />

de Autosuperación <strong>del</strong> país. Me doy asco.<br />

Mariana entra al estudio. Ronda la biblioteca.<br />

Sé que algo se trae entre manos. Puedo olerlo. Intenta<br />

revisar lo que escribo pero soy más rápido y<br />

apago el monitor <strong>del</strong> computador.<br />

—Tengo que leer lo que estás escribiendo, maldito<br />

psicópata enfermo.<br />

—No hasta que me recites desnuda una de tus<br />

líneas, puta actriz de pacotilla.<br />

Mariana me muestra sus dientes. Yo le muestro<br />

los míos. ¿Qué significa todo esto? ¿Dónde diablos<br />

estamos metidos? ¿Qué hormigas nos han picado<br />

el cerebro? Mariana busca entre los libros de<br />

la biblioteca y saca uno <strong>del</strong> estante. Se trata de<br />

uno de los primeros libros de autosuperación que<br />

escribí. Lo único que me gusta de ese libro es su<br />

título: Dile a mamá que ya no me orino en la cama.<br />

Mariana empieza a deshojarlo sin ningún cuidado.<br />

Luego agarra las hojas y sale <strong>del</strong> estudio.<br />

—Voy al baño a echar una cagada —me dice sin<br />

ni siquiera mirarme.<br />

La espero en el sofá hasta que sale <strong>del</strong> baño. La<br />

observo entrar al estudio y sacar uno a uno todos<br />

mis libros. Los lleva a la cocina y los tira en el<br />

piso. Voy detrás de ella, no quiero perderme un<br />

solo momento <strong>del</strong> espectáculo. Mariana se desnuda.<br />

Se sienta en el piso y empieza a arrancar cada<br />

hoja para hacer una hoguera con ellas. Maravilloso.<br />

La dejo allí. Bajo el volumen al CD de Ornette<br />

Coleman y me siento a escribir.<br />

He terminado el cuento justo a tiempo. Calculo que<br />

en media hora anochecerá. Mariana ha seguido con<br />

sus hogueras. Las ha ido haciendo por todo el apartamento.<br />

Ha reventado los bombillos con un palo de<br />

escoba para permanecer a oscuras. A mí me gusta<br />

escribir a oscuras. Me siento en mi estado natural<br />

en medio de la oscuridad y rodeado por hogueras<br />

hechas con mis estúpidos libros. He terminado el<br />

cuento. Apago el computador y voy a mi cuarto a cambiarme.<br />

Mariana también se ha encerrado en el<br />

suyo. En un par de horas tenemos que estar en el<br />

centro de convenciones donde se llevará a cabo la<br />

premiación de la Sociedad de Escritores de<br />

Autosuperación, que este año me honra entregándome<br />

un premio por toda una vida dedicada al fracaso<br />

y las mentiras. Me coloco el único esmoquin que<br />

tengo. Salgo a la sala y enciendo el televisor. Ornette<br />

Coleman aún sigue sonando, es perfecto para este<br />

caos. Mariana sale al rato y sube el volumen de la<br />

música al máximo. Trae un vestido rojo muy ajustado<br />

y elegante. Tiene la cara tiznada con el humo de<br />

sus hogueras y el cabello desordenado. Me da risa de<br />

sólo verla. Se sienta a mi lado. No nos decimos nada.<br />

Dejamos que el humo de las hogueras termine de<br />

infectarnos. Miramos por el balcón esperando a que<br />

la diversión empiece. La primera bomba estalla.<br />

Mariana se me tira encima y me abre la bragueta.<br />

Yo le subo la falda hasta la cintura. Lo hacemos en<br />

el sofá, frente al televisor y con todas esas explosiones<br />

al fondo. Es maravilloso. La ciudad entera se viene<br />

abajo y a nosotros no nos importa. Mariana me<br />

quita la chaqueta y me abre la camisa. Me muerde<br />

los hombros, los brazos y el pecho. Mi cuerpo chorrea<br />

sangre. Estoy a punto de venirme. Estoy a punto<br />

de tener mi mejor orgasmo en mucho tiempo.<br />

Entonces Mariana se detiene. Se levanta <strong>del</strong> sofá y<br />

se alisa la falda. No entiendo. En realidad no entiendo<br />

nada de lo que ha ocurrido estos últimos tres días.<br />

Me siento en el sofá. Nos miramos. Mariana bebe<br />

un largo sorbo directamente de la botella, la agarra<br />

con fuerza y me la parte en la cabeza. Caigo en el<br />

piso totalmente inconsciente.<br />

Me levanto cinco o diez minutos después. Toda<br />

mi cara está bañada en sangre. Busco a Mariana<br />

por la sala. No la encuentro. Entonces me doy cuenta<br />

de lo que ha pasado. La muy puta se ha encerrado<br />

en mi estudio con llave. Desde este lado logro ver la<br />

luz <strong>del</strong> computador encendido. No puedo caminar<br />

bien. Agarro uno de los muebles de la sala y lo estrello<br />

contra la puerta de vidrio <strong>del</strong> estudio. Los cristales<br />

estallan en mil pedazos. Mariana se me tira<br />

encima con el palo de escoba. La tiro a un lado y<br />

corro hasta el computador. Es demasiado tarde, ha<br />

logrado leer lo que he escrito.<br />

—¡HAS LEÍDO LO QUE ESTABA ESCRIBIENDO, MALDITA BRUJA!!!<br />

—¡Eres un enfermo... un psicópata... un egoísta<br />

y un mentiroso! Sabes muy bien que no has escrito<br />

¡NADA! Te has pasado todos estos días viendo la<br />

pantalla blanca <strong>del</strong> computador. De tu cerebro sólo<br />

salen cucarachas, imbécil.<br />

Está bien. Mariana tiene toda la razón. De mi<br />

cerebro sólo salen cucarachas y libritos insulsos de<br />

autosuperación. Nada más. Me le acerco con sigilo.<br />

110


Poco a poco. Con cuidado. Mariana alista el palo de<br />

la escoba para pegarme. Podríamos matarnos y nadie<br />

lo sabría. Dos muertos más para aumentar la<br />

cifra. Nada importante. Las bombas estallan una tras<br />

otra sin tregua. Los violines de Ornette Coleman nos<br />

rayan el cerebro. Presiento que esta noche todo se<br />

terminará de venir abajo. Todo se acabará. Estoy a<br />

punto de lanzarme contra Mariana cuando escuchamos<br />

una noticia que nos paraliza. El presentador <strong>del</strong><br />

noticiero dice que el centro de convenciones donde<br />

iba a llevarse a cabo esta noche la entrega <strong>del</strong> premio<br />

de la Sociedad de Escritores de Autosuperación<br />

<strong>del</strong> país acaba de ser destruido por una bomba. Hasta<br />

el momento no se registran muertos. El golpe seco<br />

<strong>del</strong> palo de escoba en mi cabeza me saca<br />

<strong>del</strong> estupor. Me tambaleo. Mariana se ríe.<br />

Me grita algo pero no le entiendo. Antes<br />

de caer al piso saco fuerzas de donde no<br />

las hay. Cierro mi puño y lo estrello contra<br />

la cara de Mariana que sale volando al<br />

otro lado de la sala y se estrella contra la<br />

pared. Yo caigo de rodillas y luego me desplomo<br />

en el centro <strong>del</strong> apartamento.<br />

MABG<br />

„Track 5: John Coltrane, “Spiritual”<br />

Soy el personaje absurdo de un cuento de<br />

autosuperación titulado Huevos revueltos<br />

para el desayuno. Así me siento. Me despierto al<br />

amanecer. No veo a Mariana contra la pared donde<br />

quedó anoche. Debe estar durmiendo en su habitación.<br />

El televisor está dañado. Todos los canales<br />

están dañados. Las bombas han debido alcanzar las<br />

antenas retransmisoras. La cabeza aún me duele<br />

por el golpe. La sangre de mi rostro está seca y cuarteada.<br />

Me levanto como puedo. Me agarro de las<br />

paredes <strong>del</strong> pasillo para no caerme. Entro al baño<br />

para orinar. Me lavo la cara. Voy hasta la cocina.<br />

Necesito el mejor desayuno <strong>del</strong> mundo. Abro la nevera<br />

pero no encuentro ni un solo huevo. Imposible.<br />

Mariana compró suficientes para estos días. Voy<br />

hasta la habitación de Mariana pero no está allí.<br />

Voy a mi habitación y tampoco está. La busco por<br />

todo el apartamento pero no la encuentro. ¿Dónde<br />

diablos está metida? Vuelvo a la sala. Necesito pensar.<br />

Busco un CD de jazz pero tampoco los encuentro.<br />

Todos mis CD de jazz han desaparecido. La muy<br />

bruja se robó mis huevos y mis CD de jazz. Me siento<br />

en el sofá. Estoy solo. Sólo entonces caigo en cuenta<br />

de los pasos. Al principio no los distingo bien.<br />

Pero escucho con detenimiento y logro descifrarlos.<br />

Son los pasos de personas en el pasillo <strong>del</strong> edificio.<br />

Cientos de personas corriendo por los pasillos.<br />

Permanezco estático, inmóvil, petrificado como<br />

una estatua corroída. Sigo escuchando los pasos<br />

confundidos con el sonido <strong>del</strong> televisor dañado. Entonces<br />

entiendo lo que ocurre. Entiendo perfectamente.<br />

Me levanto y abro la puerta <strong>del</strong> apartamento.<br />

Toda la gente <strong>del</strong> edificio está subiendo por las<br />

escaleras. Llevan ropa, mubles, televisores, grabadoras,<br />

estufas eléctricas y todo tipo de cosas. Nadie<br />

parece darse cuenta de mi presencia. Es mejor así.<br />

Cierro la puerta de mi apartamento sin mirar atrás.<br />

No tengo nada. No me importa nada. Cualquier lugar<br />

será mejor. Me uno al éxodo de gente y subo<br />

con ellos las escaleras.<br />

Llego a la azotea. Muchos ya están<br />

instalados. Otros luchan por un<br />

poco de espacio. Está amaneciendo.<br />

El sol empieza a salir en el horizonte.<br />

Camino hasta el borde de la azotea.<br />

La ciudad entera yace destruida.<br />

El humo se levanta entre las ruinas.<br />

Allá abajo la gente huye despavorida<br />

buscando refugio. Una niña me<br />

toca la pierna. Nunca antes la había<br />

visto en el edificio. La niña me señala<br />

con su dedo el otro lado de la azotea.<br />

Más allá, en un pequeño rincón,<br />

distingo a Mariana. Me hace señas con la mano.<br />

Tiene gafas de sol y su cara está más hinchada<br />

que la mía. La niña se queda al borde de la azotea.<br />

Yo camino hasta el rincón donde me espera Mariana.<br />

Ha colocado dos sillas que miran al horizonte.<br />

Tiene una grabadora con los CD al lado. Saca<br />

uno de John Coltrane y lo coloca. Tenemos la mejor<br />

banda sonora. Me siento en la silla. Al lado nuestro,<br />

un hombre prepara unos huevos revueltos en<br />

una estufa eléctrica.<br />

—¿Quieres huevos revueltos?—me pregunta<br />

Mariana.<br />

No le digo nada. Ella sabe la respuesta. Mariana<br />

se sienta en la otra silla y contempla el horizonte<br />

a mi lado. Estoy a punto de preguntarle qué<br />

pasará con la supuesta telenovela donde actuará.<br />

Pero decido no hacerlo. La pregunta sobra. Yo también<br />

sé la respuesta. Nos quedamos en silencio.<br />

Mariana y yo nos conocemos demasiado el uno al<br />

otro como para preguntar estupideces. Sabemos<br />

que no somos nada, que no somos nadie. Somos<br />

dos bombas que estallan en el horizonte. Escombros.<br />

Ruinas. El aire nos acaricia, nos libera.<br />

La de hoy será una hermosa mañana.<br />

111


Noticias sobre uno que va por ahí<br />

luciendo su impecable vestido blanco<br />

Henry Stein*<br />

I<br />

Vitam impendere vero.<br />

Juvenal<br />

Hasta el sol de hoy, a punto de ingresar al poco atractivo<br />

y nada envidiable club de los cuarentones —<br />

club de hipertensos y desilusionados—, a Fulano<br />

de Tal no le ha ocurrido nada importante ni se ha<br />

atrevido a nada digno de ser recordado.<br />

Aunque ha tenido suficientes motivos de peso y<br />

en no pocas ocasiones se ha visto tentado a ello,<br />

jamás le ha roto un diente, la nariz, un brazo o una<br />

pierna a nadie, ni ha sido protagonista de un escándalo,<br />

ni siquiera de un lío de faldas o de un incidente<br />

callejero. Nunca ha recibido un insulto por<br />

haberle pellizcado el trasero a una esbelta mulata<br />

o por haber agarrado un turgente seno de mujer<br />

bonita. Nunca jamás ha gritado en público una palabrota<br />

a todo pulmón, ni le ha jugado una broma<br />

pesada a un amigo, ni mucho menos ha hecho trampa<br />

a un semejante. Jamás de los jamases, ni aun<br />

en las circunstancias más difíciles o en sus<br />

infrecuentes momentos de rabia, ha perdido el control<br />

y la compostura. En otras palabras, y para no<br />

extendernos en detalles engorrosos, digamos de una<br />

vez por todas que Fulano de Tal pertenece a la honorable<br />

estirpe de aquellos que por ningún motivo,<br />

y aunque lo deseen intensamente, se atreven a<br />

romper un plato. Gris y minoritaria estirpe en vías<br />

de extinción, según palabras <strong>del</strong> más iconoclasta<br />

de mis amigos.<br />

*Henry Orejuela Rodríguez, Cali, 1957. Ha publicado Viaje al domingo<br />

(cuentos, 1986), Sesgos (textos de humor, 1993) y Dentro de poco sonará<br />

el despertador (relatos, 2000). En los 80s y 90s formó parte <strong>del</strong> colectivo<br />

literario El comején, y fundó y dirigió la revista Muestra y el plegable esto.<br />

Residente desde hace más de 30 años en Barranquilla, es editor externo<br />

de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>.<br />

Con febril entusiasmo ha dedicado su vida a hacer<br />

cosas, muchas cosas demasiadas cosas. Ignorante<br />

quizás de la inutilidad de todo lo que se planea<br />

y ejecuta en la tierra, o tal vez porque le importa<br />

poco lo que se dice en el Eclesiastés al respecto<br />

—“¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo<br />

con que se afana debajo <strong>del</strong> sol?”—, o porque ha<br />

adoptado como divisa el pragmático eslogan “time<br />

is money”, sea por lo que fuere, lo cierto es que ha<br />

trabajado con fervor de fanático y sin concederse<br />

un minuto de reposo. De manera pues que en cada<br />

jornada ha puesto el excesivo y vano entusiasmo<br />

de quien olvida que no es otra cosa que un simple<br />

mortal, una “llama al viento”.<br />

Como todo “bon vivant”, sólo piensa en lujo y confort,<br />

en marcas de autos, de equipos de audio y video,<br />

en costosas y exóticas fragancias, en vinos<br />

franceses, en ropa inglesa y en comida italiana.<br />

Por eso, porque no suele preocuparse por otra clase<br />

de asuntos, porque no suele dedicar ni un minuto<br />

de su existencia a reflexionar, por ejemplo, acerca<br />

de lo fugaz y accidentada que resulta la estadía <strong>del</strong><br />

hombre en el mundo, no ha tenido jamás un motivo<br />

grande para afligirse o emborracharse como un<br />

desesperanzado.<br />

Con sus escasos y selectos amigos —que piensan,<br />

actúan y visten como él— habla exclusivamente<br />

de la bolsa de valores, de operaciones bursátiles,<br />

de grandes cifras que sobrepasan los seis<br />

ceros y de fantasiosos proyectos comerciales. En<br />

esas charlas sabatinas, apagadas, casi fúnebres<br />

—en las que nadie levanta la voz más de lo debido,<br />

ni palmotea, ni ríe a carcajadas, ni dice palabras<br />

obscenas, ni refiere chistes subidos de color—,<br />

charlas matizadas de vez en cuando con una botella<br />

de excelente whisky pero sin cigarrillos y sin<br />

mujeres, Fulano de Tal suele referirse también,<br />

112<br />

<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />

pp. 112-115. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537


con un tono de compasión —y algunas veces con<br />

un leve pero mal disimulado matiz irónico—, a esos<br />

“hombrecitos” que, en su opinión, “malgastan su<br />

vida miserablemente en asuntos que carecen de<br />

la más mínima importancia”.<br />

cómo este hombre de pocas palabras se deja arrastrar<br />

por un vertiginoso monólogo de autoelogios que<br />

puede prolongarse, como una pesadilla a plena luz<br />

<strong>del</strong> día, por varias horas sin disminuir un ápice su<br />

intensidad.<br />

Durante su adolescencia —cuando obviamente<br />

no tenía lo que tiene hoy ni era lo que es en la<br />

actualidad— se la pasó soñando con llegar a ser<br />

un destacado profesor de literatura, pero tan pronto<br />

como concluyó la universidad se olvidó por completo<br />

<strong>del</strong> asunto, de ese “candoroso sueño de juventud”,<br />

como él mismo lo define ahora a sus amigos<br />

con una radiante sonrisa de hombre práctico y<br />

realizado.<br />

Contrario a lo que pudieran pensar algunos, su<br />

cambio de parecer no se debió a que haya considerado<br />

seriamente que la humanidad ha tenido demasiados<br />

e ilustres profesores de literatura, sino<br />

a que se dejó convencer de su padre<br />

que tal actividad, si bien loable y<br />

gratificante, no valía la pena si se<br />

tenía en mente otras aspiraciones,<br />

metas más elevadas y provechosas,<br />

es decir, no era rentable. Y a él, desde<br />

luego, sólo le interesa lo que produce<br />

excelentes beneficios, bienestar<br />

y seguridad.<br />

Por lo general parco en casi todas<br />

sus manifestaciones, suele excederse<br />

en cambio —hasta rayar en la inmodestia<br />

y la arrogancia— cuando<br />

habla de su conducta, de sus cualidades<br />

y de sus logros personales. En<br />

esos días en que amanece con ganas<br />

de hablar de sí mismo, cualquier<br />

oportunidad, pretexto o conversación<br />

trivial —incluso cuando comenta con<br />

algún vecino sobre el estado <strong>del</strong> tiempo—<br />

la aprovecha al máximo para<br />

hacer una minuciosa reseña de sus<br />

buenas y edificantes acciones, de su “ejemplar”,<br />

como él mismo la califica, actuación entre sus semejantes.<br />

Cuando decide hablar de sí mismo, repito, Fulano<br />

de Tal pierde la moderación que lo distingue<br />

y se transforma de improviso en otro individuo totalmente<br />

desconocido que protagoniza —sin percatarse<br />

de ello quizás— un bochornoso espectáculo<br />

ante quienes tienen la mala suerte de acompañarlo<br />

en esos instantes, que, sorprendidos, ven<br />

Fiestas (digit.) de Lorenzo Jaramillo<br />

En esos instantes de frenesí se abstrae de la realidad,<br />

pierde la noción <strong>del</strong> tiempo, se eleva, se<br />

agiganta, impulsa su excitado espíritu hacia lo alto<br />

y se queda flotando solo en el universo —sostenido<br />

milagrosamente por su densa verborrea—, sin iguales,<br />

sin semejantes, como un dios ególatra embriagado<br />

con el tufo de su insoportable perorata.<br />

Cuando su autobombo alcanza el punto más alto,<br />

el clímax, de súbito sus palabras comienzan a perder<br />

el lustre y la vehemencia iniciales y poco a poco<br />

se van apagando hasta que finalmente de aquel aluvión<br />

verbal sólo queda una débil estela —unos pocos<br />

y espaciados monosílabos, pronunciados sin<br />

énfasis, como las últimas gotas de un<br />

torrencial aguacero que se deslizan<br />

por el tejado—, que muy pronto se disuelve<br />

también y todo vuelve a la normalidad.<br />

Exhausto, jadeante, sudoroso —<br />

como si acabara de convulsionar o<br />

sufrir una repentina crisis nerviosa—<br />

, con los pies y la mente de nuevo sobre<br />

la tierra, mortal de carne y hueso<br />

otra vez, decide guardar absoluto silencio,<br />

para regocijo de quienes lo<br />

acompañan en ese momento, que aún<br />

no salen de su asombro.<br />

Temeroso de que el lector termine<br />

desesperándose por haberme detenido<br />

más de la cuenta en este aspecto<br />

de tan atrayente personalidad, que<br />

bien lo merecía, me apresuro a continuar<br />

con la escritura de esta semblanza<br />

sui géneris.<br />

Como es apenas lógico, los padres de Fulano de<br />

Tal no disimulan el orgullo que les produce el hecho<br />

de haber sido los artífices de la vida de este<br />

singular espécimen de la vilipendiada y tristemente<br />

célebre raza humana y de ser los responsables<br />

de haber moldeado sus atributos más sobresalientes.<br />

Además están seguros de que hará muy feliz a<br />

la afortunada mujer que elija para formar su dulce<br />

y envidiable hogar; mujer que ha de ser también<br />

pura, honesta y respetuosa de las costumbres y prin-<br />

113


cipios morales establecidos. Así mismo, están plenamente<br />

convencidos de que será un amoroso y<br />

abnegado padre de familia.<br />

Este hombre casto, mesurado y bonachón, cumplidor<br />

<strong>del</strong> sagrado deber, de las reglas y de nueve de<br />

los diez mandamientos —a quien al parecer la maldad<br />

<strong>del</strong> mundo no lo ha afectado en lo más mínimo—<br />

vive soñando con la época dorada en que les<br />

tocó vivir a sus ilustres antepasados; supuesta época<br />

edénica en que la bondad, la tolerancia, el decoro,<br />

la honradez y la solidaridad eran consideradas<br />

virtudes excelsas que enaltecían y llenaban de orgullo<br />

a los humanos porque los diferenciaban de los<br />

salvajes y de los seres inferiores e irracionales.<br />

Cuando alguien lo ofende o reta a una partida<br />

de trompadas —fiel a su estoica conducta de mantener<br />

la serenidad en cualquier situación— se<br />

hace el indiferente, el sordo, el loco o voltea la cabeza<br />

hacia otro lado, como si la cosa no fuera con<br />

él, o trata de convencerle de que no hay por qué<br />

pelear, de que la violencia sólo produce más violencia,<br />

de que el hombre civilizado arregla sus problemas<br />

y discrepancias por medio <strong>del</strong> diálogo y no<br />

con la fuerza bruta, etc.<br />

De manera pues que Fulano de Tal jamás ha<br />

experimentado el exquisito placer de injuriar a<br />

un desalmado, recordarle la madre —en buen romance<br />

y con buena entonación— a un cretino<br />

que se haya querido pasar de listo con él o propinarle<br />

un puñetazo en pleno mentón a un impertinente.<br />

De verdad que es una gran lástima, pues<br />

no sabe de lo que se pierde, diría en este punto<br />

algún socarrón.<br />

Consecuente con sus principios, a Fulano de<br />

Tal le importa poco que sean otras prácticas las<br />

que estén en boga; prácticas, desde luego, más<br />

acordes con la compleja y desconcertante naturaleza<br />

humana y con estos tiempos de confusión, de<br />

barbarie e insensibilidad, aunque a algunos no les<br />

guste reconocerlo. Por eso no trata de convencer a<br />

sus detractores de que cada quien actúa de acuerdo<br />

con sus principios, ni se enfrasca en inútiles<br />

discusiones doctrinarias y moralizantes. Así mismo,<br />

prefiere ignorar los comentarios hirientes y<br />

venenosos de quienes se burlan en su cara por su<br />

manera de razonar y comportarse, pues según ellos<br />

resultan anticuadas y extravagantes, es decir, ridículas.<br />

Pero, obviamente, el pacífico y sensato Fulano<br />

de Tal no presta atención a tales comentarios<br />

inicuos y prosigue su camino con la cabeza<br />

en alto y con sus convicciones intactas, aunque al<br />

alejarse le griten con saña: ¡cobarde!, ¡gallina!<br />

Como casi siempre ha vivido en el otro lado de<br />

su amada ciudad y sólo frecuenta los sitios que<br />

muestran la cara amable y maquillada de ésta, por<br />

eso está plenamente convencido de que es una de<br />

las más hermosas <strong>del</strong> mundo, que sus habitantes<br />

son muy afortunados, que muy pocos duermen a<br />

la intemperie o pasan hambre y que en ella rara<br />

vez ocurre un incidente que pueda catalogarse de<br />

grave. En otras palabras, para él su amada ciudad<br />

es una especie de Arcadia donde todos conviven<br />

en armonía e impera la felicidad.<br />

De la alta noche sólo conoce lo que han mostrado<br />

los documentales y las truculentas películas<br />

norteamericanas que suele ver por TV cable los<br />

sábados por la noche en su confortable habitación<br />

de solterón empedernido, pues nunca, por ningún<br />

motivo, ha salido a su encuentro. Ni siquiera por<br />

una cita de amor o de placer. Fulano de Tal se mete<br />

en la cama —en su propia cama— tan pronto como<br />

sale de la oficina, es decir, cuando comienza a oscurecer,<br />

como las gallinas, o mejor, como todos los<br />

hombres decentes —y aburridos, agregaría un bocazas—<br />

de este mundo bullicioso y trasnochador.<br />

Este dechado de virtudes —la expresión es de<br />

su santa madrecita— siempre ha guardado silencio<br />

en los lugares donde supuestamente hay que<br />

guardar silencio y ha respetado como un niño sumiso<br />

esos molestos letreritos —“No pase sin ser<br />

invitado”, “No fume”, “Espere su turno”, “Guarde<br />

silencio”, etc.— que fijan en las puertas de las empresas<br />

y oficinas. Jamás se ha atrevido a estornudar<br />

en un restaurante ni a bostezar en la iglesia a<br />

la que asiste religiosamente todos los domingos<br />

por la mañana a agradecerle a Dios, con un profundo<br />

recogimiento digno de su alma pura, por ser<br />

tan generoso y especial con él, con los suyos y con<br />

sus amigos.<br />

Toda la vida Fulano de Tal ha pedido perdón y<br />

se ha disculpado por cualquier tontería, es decir,<br />

aun en los casos en que no era necesario. Toda<br />

la vida ha respetado las señales de tránsito, ha<br />

cedido su puesto en las colas de los bancos a las<br />

señoras y a las embarazadas y ha ayudado a los<br />

ancianos, ciegos y lisiados a cruzar las calles.<br />

Como se ve —y esto lo decimos con profunda admiración<br />

por este raro ejemplar de la raza humana—,<br />

Fulano de Tal no escatima esfuerzo ni desaprovecha<br />

ninguna oportunidad para representar<br />

114


su honroso papel de hombre de<br />

bien y para expresar su exacerbado<br />

amor al género humano.<br />

Esas pequeñas acciones cotidianas<br />

sin duda le producen una<br />

gran satisfacción y purifican su<br />

beatífica alma de cordero —poética<br />

expresión con que lo definió en<br />

una ocasión su amado padre. Acciones<br />

que seguramente le permitirán<br />

obtener un boleto de primera<br />

para el cielo, alcanzar la gloria<br />

eterna y disfrutar de ésta sentado<br />

a la diestra <strong>del</strong> Todopoderoso. Ojalá<br />

así sea, pues nadie como él se<br />

merece tal privilegio.<br />

A este hombre que muy pocas<br />

veces habla mal de sus semejantes, que, como ya<br />

se dijo, sólo se excede <strong>del</strong> término medio cuando se<br />

refiere a sí mismo, a sus virtudes, méritos y logros,<br />

que no bebe en exceso y jamás se ha fumado un<br />

cigarrillo, que no trasnocha ni desea la mujer <strong>del</strong><br />

prójimo, que da limosnas a los mendigos cuando<br />

sale de misa y que se compadece de la suerte de los<br />

menesterosos, que se confiesa todos los domingos<br />

a pesar de tener la conciencia tranquila, que, en<br />

fin, es incapaz de infringir una sola de las normas,<br />

de cometer un pecado venial y que no alza la voz ni<br />

cuando está enojado, a este excepcional hombre lo<br />

único que le hace falta para sentirse el mortal más<br />

afortunado <strong>del</strong> planeta es que una de esas asociaciones<br />

cívicas que premian el buen comportamiento<br />

de los ciudadanos lo elija personaje <strong>del</strong> año, le cuelgue<br />

en el pecho una medalla que lleve grabadas las<br />

bellas palabras de Juvenal con que se define y exalta<br />

al hombre probo y finalmente lo convierta en paradigma<br />

de la sociedad. Eso lo haría muy feliz.<br />

II<br />

“¿Quieres que te dé en la cara por perfecto?”<br />

(Palabras de Franti, personaje de Edmundo de Amicis)<br />

Antipáticos como son y conociendo su fervor por llevar<br />

la contraria y generar polémicas y su enfermiza<br />

antipatía por todo aquello que los demás mortales<br />

consideramos emblemático, ejemplar y digno de<br />

exaltación y respeto, y fieles a su inveterada costumbre<br />

de fastidiar a sus semejantes, de tiznar su<br />

honra y sus virtudes, de enlodar sus triunfos y poner<br />

en solfa su prestigio, los irreverentes podrían<br />

llegar a pensar, y de hecho lo hacen, con sorna y<br />

Danzante (frag.) de Lorenzo Jaramillo<br />

sonrisa mefistofélica, que Fulano<br />

de Tal ha vivido sacándole el<br />

cuerpo a la vida —a la multicolor<br />

y sabrosa vida, no exenta, por su<br />

puesto, de peligros, que fluye incesante<br />

allá afuera, lejos de las<br />

cuatro paredes de su pulcra y ordenada<br />

habitación de hombre<br />

casto, en los zaguanes de la<br />

lujuriosa noche, en las calles, recovecos,<br />

hoteluchos y tabernas de<br />

la ciudad insomne—, sin atreverse<br />

a correr riesgos y evitando los<br />

errores —que son el reflejo de la<br />

intensidad con que asumimos la<br />

existencia—, cuidándose muy<br />

bien de tropezar dos veces con la<br />

misma piedra —¡con todo el provecho<br />

que se saca de ello!—, y escondiéndose<br />

en su torre de marfil, detrás de su decoro,<br />

de su mesura, de sus buenas maneras y debajo<br />

de las faldas de su madre como un niño temeroso<br />

o como un cobarde.<br />

Según los mismos irreverentes, es así como el<br />

manso y cándido Fulano de Tal ha podido llegar a la<br />

edad que tiene sin que la haya ocurrido nada importante,<br />

sin haber vivido de verdad, con pasión,<br />

con vehemencia, y sin que se haya atrevido a nada<br />

que merezca ser recordado, aparte de empecinarse,<br />

como un iluso, en ser un hombre virtuoso durante<br />

las veinticuatro horas de los trescientos sesenta y<br />

cinco días de cada año, en cualquier circunstancia<br />

y lugar, que es algo en lo que casi nadie repara,<br />

pues “lo bueno casi no se nota”, y además en esta<br />

época dicho comportamiento resulta impopular y<br />

objeto de burlas.<br />

Es por eso que su cara y su corazón no tienen<br />

ninguna cicatriz. Es por eso también que a pesar<br />

de que vivimos entre el lodo, él sigue luciendo por<br />

ahí —con un molesto aire de placidez— su sonrisa<br />

profidén, su rotundo optimismo, su impúdico entusiasmo<br />

de desinformado —o de insensible— y su<br />

impecable vestido blanco, como si no sucediera nada<br />

grave, como si no formara parte de este estercolero,<br />

como si no habitara en este convulsionado mundo<br />

de hombres de carne y hueso que de vez en cuando<br />

aman, pero también, y sobre todo, odian, agreden,<br />

hacen trampa y matan con furor todos los días, sino<br />

en ese hipotético y apacible lugar —¿la Tierra Prometida?—<br />

con que viven soñando todos los incautos<br />

<strong>del</strong> universo, concluyen con tono enfático los<br />

terribles irreverentes, aguafiestas por vocación.<br />

115


COLOMBIA<br />

una tierra que no resiste más violencia<br />

Hernán Díaz<br />

Especial para <strong>Huellas</strong><br />

Una forma común de iniciar una entrevista es la<br />

de preguntar al entrevistado: ¿Dónde estaba usted<br />

cuando asesinaron a Kennedy? o ¿cómo se<br />

enteró <strong>del</strong> Che Guevara, o de la princesa Diana<br />

o qué estaba haciendo cuando asesinaron a<br />

Gaitán o dónde estaba Ud. cuando Bin Laden<br />

borró las Torres Gemelas de Nueva York? Uno no<br />

recuerda las fechas, pero nunca olvida el instante,<br />

y es casi un pasatiempo rememorar el<br />

momento, porque el haber vivido la experiencia<br />

nos convierte en historiadores. Cuando mataron<br />

a Pablo Escobar me enteré casi al instante por la<br />

radio, y sólo hasta la noche por la TV pude concretar<br />

mi realidad, sin estupor, porque era la<br />

culminación de “una muerte anunciada”. Tenía<br />

la seguridad de haber visto esa imagen antes,<br />

en alguna parte alguna vez. Llamé a Gabo<br />

porque la semana anterior habíamos hablado de<br />

la postura de El Ahogado más Hermoso <strong>del</strong> Mundo<br />

un proyecto fotográfico sobre este cuento que<br />

me había regalado, y le comenté que la foto de<br />

Pablo Escobar, no sé por qué, me recordaba una<br />

escena de la Crónica de una Muerte Anunciada<br />

cuando Victoria Guzmán “arrancó de cuajo las<br />

entrañas de un conejo y les tiró a los perros el<br />

tripajo humeante. Pero no pudo eludir una ráfaga<br />

de espanto al recordar el horror de Santiago<br />

Nasar. —No seas bárbara —le dijo él— imagínate<br />

que fuera un ser humano.” Gabo opinó que había<br />

un significado pero me dijo que “la vida es la<br />

que escribe el próximo capítulo.” Como tenía<br />

entre manos el proyecto de fotografiar un muerto,<br />

el ahogado, y la imagen de Escobar me había<br />

producido un revolcón emocional como el Che,<br />

como Guiliano, como Camilo Torres, escogí como<br />

mo<strong>del</strong>o la figura de un joven boxeador colombiano<br />

que había perecido ahogado en un canal<br />

de Miami, los brazos en alto y los puños cerrados.<br />

Pero me hice una regresión, atrás, bien<br />

atrás, hasta llegar a un día de 1962 en Barranquilla<br />

a un llamado de Alejandro Obregón que<br />

en su acostumbrado lenguaje críptico me invitaba<br />

a una “visión”. Hacía varios meses estaba<br />

encerrado en un galpón que había construido<br />

en la vía cuarenta, y allí recostado contra el fondo<br />

de cemento estaba aun fresco un cuadro que<br />

me produjo un frío en el estómago. Era una cordillera<br />

en forma de mujer embarazada con el rostro<br />

destrozado acostada sobre un valle oscuro<br />

contra un cielo rojizo. “Es Colombia —me dijo—<br />

y allí en el rincón hay un boceto para La Masacre...,<br />

éste lo llamaré La Violencia.” Afortunadamente<br />

tenía mi cámara a la mano, cosa que<br />

ayuda mucho a recordar. Descubrí dónde había<br />

visto la imagen de Escobar sobre un tejado, el<br />

vientre expuesto y la cara destruida, y vino a mi<br />

memoria ese momento de Obregón, el visionario,<br />

y me pregunto cómo hizo para calcar desde<br />

el futuro no sólo la forma sino el destino de una<br />

tierra que no resiste más violencia.<br />

116<br />

<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />

pp. 116-117. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537


Fotos, collage y composición de Hernán Díaz.<br />

117


RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS<br />

VENDIMIA DE LOS DIAS<br />

Ramón Aycardi<br />

Barranquilla, Antillas, 2002, 187 p.<br />

El Heraldo reprodujo una columna de<br />

García Márquez escrita en 1950 en la<br />

que él contaba su visita a Santa Marta.<br />

Daba sus impresiones de una ciudad<br />

silenciosa sólo perturbada por un<br />

inconcluso ejercicio al piano tocado por<br />

una muchachita soñadora. Esa ciudad<br />

era la que vivía Ramón Aycardi, y<br />

fue la de mi adolescencia. Pero ese<br />

silencio era perturbado por su tonante<br />

voz cuando en la tienda <strong>del</strong> chino<br />

hablaba a gritos. Así fue como lo escuché<br />

por primera vez y en la que oí<br />

algo sobre el siglo de oro español, pues<br />

salpicados de malas palabras, recitó<br />

algunos versos satíricos de Quevedo.<br />

No es tan confuso el recuerdo, ya que<br />

sí tengo presente que con un compañero<br />

<strong>del</strong> Liceo Celedón discutí sobre<br />

quién sabía más literatura, si Hugo J.<br />

Bermúdez, mi profesor de la materia,<br />

o el Monche Aycardi. Creo que la discusión<br />

se resolvió a puños, y yo perdí.<br />

Lo que queda en claro es que dentro<br />

de ese limitadísimo mundo literario<br />

<strong>del</strong> Santa Marta de la época, él ocupaba<br />

un lugar destacado. Como para<br />

esas fechas no había universidad en<br />

el Magdalena, al hombre de inquietudes<br />

literarias no le quedaban sino muy<br />

pocos caminos: la enseñanza en los<br />

colegios de secundaria o el periodismo.<br />

En este caso era más duro el asunto,<br />

porque en los cincuentas sólo existían<br />

tres periódicos, El Libertador, periódico<br />

conservador, y El Estado y Vanguardia<br />

Liberal, liberales. En el primero<br />

el director era Antonio Cardona,<br />

alias Antocar, un buen cuentista de<br />

Caldas que se murió en la misma Santa<br />

Marta. Y hago esta anotación porque<br />

este nombre era de los pocos que<br />

tenían cabida en los suplementos literarios<br />

capitalinos. Empecé a leer a<br />

Ramón Aycardi en sus columnas de<br />

El Informador tal vez desde 1958. En<br />

ese periódico yo también escribí una<br />

columna semanal en 1968 después<br />

que regresé <strong>del</strong> interior <strong>del</strong> país donde<br />

viví 12 años. Ahí me reencontré con<br />

el Monche, pues éramos compañeros<br />

de página. Su columna tenía el nombre<br />

de Vendimia de los días y era la más<br />

popular <strong>del</strong> periódico. No sé como sería<br />

su arreglo económico con esa publicación<br />

pues en esos tiempos uno<br />

escribía porque le daba la real gana de<br />

hacerlo, porque lo haría aunque no le<br />

pagaran. Aunque estábamos juntos en<br />

la publicación, nos veíamos poco. La<br />

gente nos asociaba como las columnas<br />

de los dos Ramones. (En realidad<br />

esa expresión se la oí a una prima mía<br />

y por vanidad la estoy generalizando.<br />

Me gustaría que nos hubiesen asociado.)<br />

Cuando se publicó la primera<br />

edición de este libro, si mi memoria<br />

no falla, fue impreso en la Tipografía<br />

Escofet. (He rebuscado en mi biblioteca<br />

un ejemplar, pero está lo que se<br />

dice refundido). Tuve entonces, y la ratifico,<br />

la impresión de que era un libro<br />

más importante que bueno. Si se quiere<br />

entender el proceso de la vida intelectual<br />

samaria hay que tener este libro.<br />

Es una obra desigual. Su autor<br />

escribía esta columna entre los afanes<br />

de su trajín diario, así que hay<br />

columnas medianamente logradas al<br />

lado de unas luminosas. También en<br />

su columna publicaba de pronto cuentos<br />

como La venganza, en la que lamenté<br />

después de leerlo que tuviera<br />

que por razones de espacio limitarlo<br />

pues necesitaba más respiración. Porque,<br />

aclaro, además <strong>del</strong> periodismo,<br />

nuestro autor cultivaba también los<br />

géneros <strong>del</strong> cuento y la novela. En 1978<br />

fue ganador <strong>del</strong> primer concurso de<br />

cuentos de la Casa de la Cultura <strong>del</strong><br />

Magdalena, y fue autor de la novela El<br />

retomo y la fuga. Esta novela se la presté<br />

a Germán Vargas y nunca me la devolvió.<br />

Como Germán le vendió toda<br />

su biblioteca de autores colombianos<br />

a la <strong>Universidad</strong> de San Luis en Colorado<br />

(USA) allá debe reposar en algún<br />

estante el libro de Aycardi. Tal vez una<br />

búsqueda en internet nos resuelva esta<br />

duda. Vuelvo a insistir en la fuerte presencia<br />

de Aycardi en la vida cultural de<br />

esa Santa Marta de los cincuentas y<br />

sesentas. En su libro Sucesos en el Magdalena<br />

en el siglo XX, Jaime Villarreal<br />

Torres nos da una lista de quién es<br />

quién en el mundo literario de ese departamento,<br />

y los nombres son los de<br />

José Francisco Socarrás, Marzia de<br />

Lusignan, Carlos H. Escobar, Mariano<br />

Barreneche, Porthos Campo Pineda,<br />

Lino Torregrosa Borja, Eduardo Pachón<br />

Padilla, Rafael Caneva Palomino y un<br />

jovencísimo García Márquez, entre<br />

otros. El criterio que maneja Villarreal<br />

es más que discutible porque afirma<br />

que lo máximo que se ha escrito en<br />

esa región es el Proyecto de Código de<br />

lo Contencioso Administrativo de Ramón<br />

Miranda y Luis Rafael Robles. Pues<br />

bien, casi todos los escritores nombrados<br />

residían en Bogotá. Ramón<br />

Aycardi era la presencia literaria visible<br />

en Santa Marta para la muchachada<br />

que como yo se daba puños para determinar<br />

quién era mejor poeta. (En<br />

el siglo XIX en el mundo andino se mataban<br />

para determinar quién era mejor<br />

escritor, si Vargas Vila o Víctor<br />

Hugo). En las últimas páginas de este<br />

libro se encuentran unos excelentes<br />

perfiles de algunas figuras literarias.<br />

Es antológica la que da <strong>del</strong> poeta de<br />

Gaira, traductor de Omar Khayyam, a<br />

quien ve morir casi de hambre porque,<br />

como los viejos leones, él tampoco<br />

tenía dientes para mascar. También<br />

hay un desfile de los escritores<br />

<strong>del</strong> momento: Luis C. López, Castañeda<br />

Aragón, Adolfo Martá, Armando<br />

Cañavera, que ayuda mucho a entender<br />

ese momento cultural. Pero creo<br />

que sus mejores columnas en este<br />

libro son las de momentos de iluminación<br />

ya sea frente a las mujeres bañándose<br />

en la bahía o las que dedica<br />

al paisaje. (Este artículo empieza así:<br />

“Alguien dijo que no hay nada tan extraordinariamente<br />

bello que no pueda<br />

caber en una frase feliz.”) Y naturalmente<br />

no faltan sus descripciones<br />

sobre la tienda <strong>del</strong> chino de la esquina,<br />

un lugar que le marcó. También<br />

hay momentos como en el que, trasnochado,<br />

se da una vuelta por la playa<br />

y ve a una sílfide la cual nos describe,<br />

y entre otras cosas nos dice que ”de<br />

sus axilas brotó un olor sacrosanto<br />

como brotado de un altar.” Siempre<br />

he sostenido que lo que un escritor<br />

dice en un determinado número de páginas<br />

—en este caso ciento ochenta y<br />

tres—, el lector para saber su contenido<br />

debe leer el mismo número de<br />

ellas, ni una menos. A eso invito con<br />

esta vendimia de Ramón Aycardi, que<br />

nos lleva a una honda meditación<br />

cuando nos dice: “Para vivir hay que<br />

sentir la vida tan honda que haga<br />

daño.”<br />

Ramón Illán Bacca<br />

Profesor de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong><br />

118<br />

<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />

pp. 118-120. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537


EL ANDAMIO<br />

Luis Fernando Pabón Hernández<br />

Barranquilla, s.e., 2002, 255 p.<br />

Este libro aparece cuando el realismo<br />

mágico está agotado. Siempre la crítica<br />

literaria le busca influencias al escritor.<br />

No sé que tantas lecturas tiene<br />

Pabón, él incluso hace alardes de<br />

no tener demasiadas. De haber, y eso<br />

lo explica su profesión, tendría más<br />

lecturas técnicas. Pero hay un eco de<br />

Samuel Becket. Qué tan cercano o qué<br />

tan lejano lo dirán los críticos que se<br />

ocupen de esta novela. La más reciente<br />

pero no la última pues ya sabemos<br />

que Femando Pabón está en una calma<br />

chicha y de pronto irrumpe con otra<br />

obra. Después de su El panteón de los<br />

condenados (Plaza y Janés, 1991) y<br />

Después <strong>del</strong> amor (Nobel Editores,<br />

1993), diez años después se nos presenta<br />

con El andamio. Allí se trata de<br />

las lucubraciones de un personaje gris,<br />

un tanto detestable que hace un recuento<br />

de su vida. Triste vida, pero de<br />

la que él, un hombre adocenado, está<br />

conforme. Sólo hay que entrar en esa<br />

corriente de la conciencia <strong>del</strong> personaje,<br />

<strong>del</strong> que además nunca sabremos<br />

su nombre, para que contemplemos<br />

desde adentro una vida mezquina.<br />

“Los pájaros somos como las flores,<br />

nacemos para marchitarnos”; ”Jamás<br />

pensé que la sumatoria de unos simples<br />

días llegara a sumar tanto. Es lo<br />

mismo que sucede con los granos de<br />

arena. Sumados todos producen una<br />

playa”, “gracias a Dios que no fui un<br />

pollo, de esos que terminan dando<br />

vueltas en una vitrina de Kokorico”, o<br />

“A la hora de la verdad, toda reflexión<br />

sobre la existencia humana es inútil.”<br />

Y así podríamos seguir con muchos<br />

ejemplos que nos muestran a este<br />

personaje prototipo <strong>del</strong> desencanto.<br />

(Para nosotros, no para él que está<br />

satisfecho). A pesar de que su título<br />

intriga no es una novela que esté en<br />

la corriente naturalista. ¿Se ha vuelto<br />

Pabón otro Zola y me va a internar en<br />

el mundo de los albañiles <strong>del</strong> que él<br />

como ingeniero algo debe saber? Me<br />

pregunté al ver el libro en esa edición<br />

príncipe que me entregó. Pero no, ni<br />

siquiera se parece al libro de Vicente<br />

Leñero Los albañiles a la que la asocié<br />

en un principio. Pero es que el personaje<br />

—<strong>del</strong> que nunca sabremos el nombre—<br />

es asesor en la sección de contabilidad<br />

de una fábrica de comidas<br />

para perros, empleo que detesta pero<br />

<strong>del</strong> que nunca se saldrá pues le teme<br />

a la vida. “Si mi papá no hubiera tenido<br />

relaciones sexuales con mi mamá<br />

sencillamente yo no existiría”, nos dice<br />

en una revelación muy meditada. Más<br />

a<strong>del</strong>ante nos dice: “Lamento que estas<br />

reflexiones me hayan llegado tarde.”<br />

Claro que todo esto que he<br />

pergeñado queda demeritado cuando<br />

leo en la contratapa de esta novela la<br />

afirmación <strong>del</strong> autor cuando nos dice:<br />

“Cada ser humano está destinado a<br />

construir su propio andamio.” Y más<br />

a<strong>del</strong>ante dice “la lógica ya no es necesaria<br />

por lo tanto hablar de andamios<br />

resultaría absolutamente inútil.” Para<br />

mí esta nota es la explicación de que<br />

posiblemente sin querer, Pabón nos<br />

está dando una obra que entra de las<br />

que llamaba Cortázar de “la Patafísica”.<br />

Además, el profesor Rubén Maldonado,<br />

a quien consulté al escribir esta<br />

nota, me recordó que en su Discurso<br />

<strong>del</strong> método Descartes relaciona su lógica<br />

con términos de albañilería incluyendo,<br />

obvio, los andamios. El libro de<br />

Pabón es excéntrico respecto a las<br />

nuevas tendencias de la novela que<br />

se escribe actualmente en el país. La<br />

virgen de los sicarios se ha vuelto un<br />

paradigma. El año pasado [2002] cuando<br />

fui jurado <strong>del</strong> concurso de novela<br />

de la <strong>Universidad</strong> de Antioquia, pude<br />

comprobar que en las cuarenta y seis<br />

novelas presentadas la mayoría tenía<br />

los elementos de sicariato, mafia,<br />

marginalidad, droga, de lo que estamos<br />

rodeados, elementos más visibles<br />

en la sociedad antioqueña. Otra constante<br />

en la nueva novela que se está<br />

escribiendo es el desencanto de los<br />

jóvenes revolucionarios de los setenta<br />

con lo que vino después. Amariles<br />

en bicicleta de Joffre Peláez o Amábamos<br />

tanto la revolución de Víctor<br />

Bustamante, libros de culto ya que no<br />

de venta masiva, así lo demuestran.<br />

Algunos novelistas premiados, pienso<br />

en Orlando Mejía, hablan de cuán<br />

distante están los escritores <strong>del</strong> boom<br />

de ellos. Los ven tan importantes y<br />

tan lejanos como a Homero o Cervantes.<br />

Se sienten más influidos por<br />

X-Men, los Simpsons y la llamada japoanimación<br />

u otros seriados de la T.V. No<br />

puedo hablar con propiedad de esa otra<br />

novela internacional, como son las últimas<br />

de Abad Facio Lince o la de Santiago<br />

Gamboa porque no las he leído,<br />

uno no puede leer todo. Así pues, siento<br />

una insularidad en esta novela entre<br />

nosotros. El autor no es un recién<br />

llegado a la escritura. Las dos novelas<br />

referenciadas antes demuestran que<br />

Pabón es un hombre terco y, se ocupe<br />

de él la crítica o no, él seguirá escribiendo<br />

sus novelas porque siente que<br />

debe hacerlo y porque le da la real ganas<br />

de hacerlo, ¿y qué? Si uno abre la<br />

internet allí está con otros autores de<br />

su misma especie. Con la pluma lista<br />

para escribir (no, no soy tan anacrónico)<br />

con el computador encendido para<br />

ser usado. No sé si Pabón conoce estos<br />

versos de Wallace Stevens, pero<br />

al leerlos pensé que gente como<br />

Femando está en esos versos cuando<br />

el poeta nos dice: Yo era ese mundo en<br />

que avanzaba / y lo que pude ver, oír o<br />

sentir / brotaba de mí mismo. / Y así me<br />

descubrí / más cierto y más extraño.<br />

Ramón Illán Bacca<br />

Profesor de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong><br />

LA PROFESIONALIZACIÓN ACADÉMICA EN COLOMBIA<br />

Fernando Uricoechea<br />

Bogotá, Tercer Mundo Editores - Instituto de Estudios Políticos y Relaciones<br />

Internacionales, <strong>Universidad</strong> Nacional de Colombia, 1999, 156 p.<br />

Norbert Elías, uno de los exponentes<br />

más originales de la sociología contemporánea,<br />

observó alguna vez cómo<br />

el Frankfurt de los años 20s y 30s co-<br />

ciones que incluía partes de la sociedad<br />

de la ciudad... Era absolutamente<br />

natural que hombres y ante todo<br />

mujeres... asistieran con alguna remenzaba<br />

a construir una universidad<br />

moderna orientada hacia la ciencia: “la<br />

<strong>Universidad</strong> formaba uno de los centros<br />

de una amplia red de comunica-<br />

119


gularidad a conferencias de profesores<br />

universitarios interesantes e incitantes.<br />

Los problemas que allí surgían<br />

se convertían en tema de conversación<br />

de fiestas y reuniones sociales<br />

de todo tipo; la información sobre<br />

la vida personal de los profesores universitarios<br />

prominentes también<br />

fluía con rapidez por los canales de<br />

las conversaciones de estos dilatados<br />

círculos sociales que... incluían... a editores<br />

y libreros, sindicalistas y empresarios<br />

tanto como a funcionarios<br />

municipales y estatales” (Respeto y<br />

crítica, Revista Colombiana de Sociología,<br />

nueva serie, Vol. III Nº 2, 1997,<br />

p. 82). Se aprecia, en este cuadro de<br />

una universidad intelectualmente estimulante<br />

y ligada a los problemas sociales,<br />

que su eje es el profesor de<br />

gran calado científico, el héroe académico<br />

que necesitamos construir en la<br />

región costeña. No por azar la sociología<br />

<strong>del</strong> campo intelectual, de la universidad<br />

y <strong>del</strong> saber en general tienen<br />

en el profesor universitario uno de los<br />

temas más importantes y atractivos<br />

de la actualidad. Más importante, por<br />

increíble que parezca, que el de los<br />

héroes de la cultura de masas (deportistas,<br />

mo<strong>del</strong>os, políticos, detergentes<br />

y demás) porque se trata nada menos<br />

que <strong>del</strong> responsable inmediato de la<br />

educación, de un personaje tan poco<br />

valorizado como vital e insustituible<br />

en cuanto al cultivo de la mente. Es<br />

necesario que la sociedad costeña<br />

aprenda a tratar a los buenos profesores<br />

universitarios con la misma consideración<br />

y el mismo respeto que le<br />

otorga, por ejemplo, a los mejores<br />

futbolistas. En una palabra, es necesario<br />

crear en la sociedad moderna, y<br />

sobre todo en nuestras pobres sociedades<br />

de provincia, un nuevo espacio<br />

de valor simbólico: el héroe académico,<br />

un ejemplo social construido a partir<br />

<strong>del</strong> mérito intelectual que contribuya<br />

a desplazar, al menos en parte, la<br />

atención que ahora se brinda a personajes<br />

varios de toda condición ética y<br />

moral. Íntimamente ligado a esto hoy<br />

se hace necesario introducir un tema<br />

poco mencionado en la sociología <strong>del</strong><br />

saber aunque indispensable en una<br />

necesaria y futura organización<br />

estratificada de la educación superior<br />

colombiana: la necesidad que tiene<br />

nuestro medio de una universidad de<br />

investigación (research university, según<br />

la sociología norteamericana), dedicada<br />

fundamentalmente a la generación<br />

de conocimientos, basada en programas<br />

de doctorado y apoyada en una<br />

planta docente de tiempo completo y<br />

alta titulación. Se trata de un elemento<br />

de soberanía nacional y desarrollo<br />

social indispensable en tiempos de<br />

globalización; además, para una región<br />

como la costeña, se trata de una estrategia<br />

de calidad de la educación y<br />

de la vida social en general, aún más,<br />

debería ser la principal prioridad para<br />

el Caribe colombiano. La universidad<br />

de investigación así concebida es necesariamente<br />

una universidad pública:<br />

en las estrechas condiciones de<br />

un país tercermundista, sólo el Estado<br />

puede asumir el compromiso económico<br />

de construir un entorno específico<br />

para la ciencia y el arte. Pensar<br />

en estos términos exige superar el<br />

tratamiento superficial de la educación<br />

superior, pasto generalmente de candidatos<br />

y habladurías, para concentrarse<br />

en el análisis científico de la<br />

universidad y <strong>del</strong> profesor universitario.<br />

El sociólogo costeño Fernando<br />

Uricoechea ha dedicado a este tema<br />

un libro importante: La profesionalización<br />

académica en Colombia, que<br />

contó con el apoyo <strong>del</strong> Instituto de<br />

Estudios Políticos y Relaciones Internacionales<br />

(IEPRI) de la <strong>Universidad</strong><br />

Nacional, la Fundación Ford y<br />

Colciencias. Nacido en Sucre (Sucre),<br />

sociólogo de la <strong>Universidad</strong> Nacional<br />

con maestría y doctorado en sociología<br />

de la <strong>Universidad</strong> de California<br />

(Berkeley), Uricoechea identifica el proceso<br />

de profesionalización académica<br />

como uno de los cambios más importantes<br />

vividos en las últimas décadas<br />

por la universidad colombiana: de ocupación<br />

más o menos marginal, el profesorado<br />

universitario o la educación<br />

de profesionales se ha convertido en<br />

una profesión en sí misma que exige<br />

dedicación de tiempo completo como<br />

criterio básico de calidad. Según<br />

Uricoechea, la voluntad de hacer ciencia<br />

que pueda tener una universidad<br />

está determinada por dos factores: alta<br />

dedicación (número y proporción de<br />

profesores de tiempo completo) y alta<br />

titulación (docentes con magíster y/o<br />

doctorado). Basado en una muestra<br />

estadística aplicada a los profesores<br />

de las dos instituciones bogotanas<br />

más parecidas a una universidad de<br />

investigación (<strong>Universidad</strong> Nacional y<br />

<strong>Universidad</strong> de los Andes) elabora una<br />

tipología <strong>del</strong> profesor universitario que<br />

destaca al docente ideal: el profesional<br />

académico, profesor de tiempo completo<br />

y alta titulación, un académico moderno<br />

que reúne las condiciones mínimas<br />

para el proceso de creación científica<br />

de acuerdo con los estándares<br />

de la comunidad científica internacional;<br />

se trata de un docente que, como<br />

ningún otro tipo social, hace suyas las<br />

convenciones <strong>del</strong> mundo académico,<br />

es decir, la “meritocracia” intelectual<br />

que constituye la esencia de una universidad<br />

moderna (Kant destacó el<br />

papel de los méritos intelectuales al<br />

definir la característica central de los<br />

procesos académicos: que el sabio controle<br />

al sabio, no el príncipe ni el burócrata,<br />

siendo éste el verdadero significado<br />

de la autonomía universitaria<br />

tan mentada como incomprendida).<br />

Asimismo es, en el contexto de la educación<br />

superior, quien publica más y<br />

sobre todo mejor, quien tiene más<br />

prestigio e influencia tanto en la sociedad<br />

como en su respectiva institución,<br />

y quien tiene más sentido crítico<br />

y mejor forma opinión cimentando<br />

sólidamente las costumbres democráticas.<br />

A través de los contrastes obligados<br />

con los otros tipos docentes<br />

(profesor disciplinario, de tiempo completo<br />

sin alta titulación y perteneciente<br />

a una de las disciplinas académicas<br />

que se dedica a la reproducción<br />

<strong>del</strong> conocimiento antes que a la investigación;<br />

profesor profesionalizante,<br />

de tiempo completo sin alta titulación<br />

y perteneciente a una profesión que<br />

se concentra en transmitir las destrezas<br />

instrumentales <strong>del</strong> saber pensando<br />

en el mercado de trabajo; y profesor<br />

de medio tiempo, más una supervivencia<br />

de tiempos pasados o una<br />

expresión de clientelismo que un profesional<br />

de la vida académica) se<br />

intuyen elementos de calidad de la<br />

educación poco mencionados por discursos<br />

y medios de comunicación. Por<br />

supuesto, el libro de Uricoechea dice<br />

muchas cosas más y debería ser lectura<br />

obligatoria para directivos y profesores<br />

y aún estudiantes de la universidad<br />

pública costeña; al cerrarlo<br />

se tiene la sensación agridulce de haber<br />

leído un texto serio sobre un asunto<br />

doloroso y esencial.<br />

Adolfo González Henríquez<br />

Departamento de Sociología,<br />

<strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> Atlántico<br />

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