Huellas 69 - 70.pmd - Universidad del Norte
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CONSEJO DE DIRECCIÓN<br />
JESÚS FERRO BAYONA - Director<br />
VILMA GUTIERREZ DE PIÑERES – Editora<br />
ALFREDO MARCOS MARÍA - Editor<br />
CONSEJO EDITORIAL<br />
RAMÓN ILLÁN BACCA<br />
PAMEIA FLORES PRIETO<br />
RUBÉN MALDONADO ORTEGA<br />
AMALIA BOYER<br />
ZOILA SOTOMAYOR OLIVEROS<br />
MARJORIE ELJACH<br />
MARÍA MERCEDES DE LA ESPRIELLA<br />
Asistente editorial<br />
GUSTAVO J. GARCÍA<br />
HUELLAS es miembro de la Asociación de Revistas<br />
Culturales Colombianas, ARCCA.<br />
HUELLAS<br />
REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DEL NORTE<br />
No. <strong>69</strong> y 70 (vol. doble)<br />
Ilustración de la portada Crepúsculo de MARÍA ELVIRA DIEPPA (óleo<br />
sobre lienzo. 80 cm. x 2 m. 2003, colección privada).<br />
María Elvira Dieppa nació en Barranquilla en 1961. Estudió en Parsons<br />
School of Design, Nueva York, 1987, donde obtuvo el Bachelor of Fine<br />
Arts en el área de Environmental Design and Architectural Studies. En el<br />
Bauder Fashion College de Miami, 1981. obtiene el “AA” Interior Design,<br />
En Nueva York, en 1986 y 1997, realizó cursos en el Manhattan Studio.<br />
En la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>, asistió al curso de Literatura latinoamericana<br />
a través <strong>del</strong> cuento. Realizó su exposición individual “Húmedo” en la<br />
Galería France en Barranquilla (2002). Ha participado en exposiciones<br />
colectivas en Nueva York, Johnson (Vermont, USA), La Habana,<br />
Hanover (Alemania), Bogotá, Cartagena y Barranquilla. Ha sido directora<br />
de arte de varios cortometrajes exhibidos en Nueva York y Barranquilla.<br />
Ha recibido diferentes distinciones y reconocimientos en los Estados<br />
Unidos y en Colombia.<br />
CONTENIDO<br />
2. MARVEL MORENO: LAS TRAMPAS DE LA RAZÓN.<br />
Pamela Flores<br />
10. CANTOS DE HOY EN EL CARIBE COLOMBIANO.<br />
REELABORACIÓN DE LOS VERSOS TRADICIONALES.<br />
Consuelo Posada<br />
18. FENÓMENOS ARTISTICOS DISCURSIVOS EN LA<br />
NOVELA LA TEJEDORA DE CORONAS. Adriana Lozano<br />
27. LA DESAPARICIÓN DE ISLA VERDE UN DESASTRE<br />
ECOLÓGICO DEL SIGLO XX EN EL CARIBE COLOMBIANO.<br />
Helkin Alberto Núñez Cabarcas<br />
34. EL CARMEN DE BOLÍVAR Y SU COMARCA EN LA<br />
HISTORIA. A PROPÓSITO DE SU FUNDACIÓN.<br />
Wilson Blanco Romero<br />
40. APROXIMACIÓN CRÍTICA AL CONCEPTO DE BACAN<br />
Rubén Maldonado Ortega<br />
44. CONTRIBUCIÓN DE HUELLAS EN LA DEFINICIÓN<br />
DE LA IDENTIDAD CARIBE EN COLOMBIA.<br />
Alfredo Marcos María y Vilma Gutiérrez de Piñeres Abello<br />
50. LA ACREDITACIÓN DE LA UNIVERSIDAD<br />
DEL NORTE. Cecilia María Vélez<br />
52. LA ACREDITACIÓN INSTITUCIONAL DE LA<br />
UNIVERSIDAD DEL NORTE. UN COMPROMISO<br />
CON EL FUTURO. Jesús Ferro Bayona<br />
58. 20 AÑOS DE UNINORTE F.M. ESTÉREO<br />
Vilma Gutiérrez de Piñeres Abello<br />
60. VOCES DE BARRANQUILLA. Ramón Illán Bacca<br />
<strong>69</strong>. VOCES: LA REVISTA DE RAMÓN VINYES.<br />
Graciela Gliemmo<br />
71. RAMÓN VINYES Y VOCES: UNA PERSPECTIVA<br />
CATALANA DE DIÁLOGO ENTRE EUROPA Y AMÉRICA.<br />
Jordi Lladó<br />
76. VOCES Y LA MITOMANÍA SOBRE “EL SABIO CATALÁN”.<br />
Eduardo Bermúdez Barrera<br />
80. SOBRE RAMÓN VINYES Y “LA MITOMANÍA”<br />
Rodolfo Insignares <strong>del</strong> Castillo<br />
85. ENTRE RÁFAGAS DE VIENTO. Claudine Bancelin<br />
90. POESÍAS. OIga Gómez<br />
95. TEXTOS Y POESÍAS. Silvia Reyes<br />
99. SUSPIRO. Carolina Duncan<br />
100. TEXTOS Y POEMAS. Martín Tesis<br />
105. HUEVOS REVUELTOS PARA EL DESAYUNO.<br />
Gerardo Ferro Rojas.<br />
112. NOTICIAS SOBRE UNO QUE VA POR AHÍ LUCIENDO<br />
UN IMPECABLE VESTIDO BLANCO. Henry Stein<br />
116. COLOMBIA, UNA TIERRA QUE NO RESISTE MÁS<br />
VIOLENCIA. Henry Díaz<br />
118. RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS<br />
Ramón Illán Bacca, Adolfo González Henríquez<br />
HUELLAS es una publicación de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong><br />
que pone al alcance de la comunidad nuevas perspectivas y<br />
potencialidades de la Costa Atlántica. Se autoriza la<br />
reproducción total o parcial de su contenido citando la fuente.<br />
La <strong>Universidad</strong> no se hace responsable por los conceptos<br />
emitidos por los colaboradores. Licencia <strong>del</strong> Ministerio de<br />
Gobierno No. 001464. ISSN 01202537. Apartado Aéreo 15<strong>69</strong>,<br />
Barranquilla. Colombia. E. Mail: huellas@uninorte.edu.co<br />
Impresión: Gráficas Lourdes Ltda., Barranquilla.<br />
Meses de aparición: Abril (04) - Agosto (08) - Diciembre (12).<br />
<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70 Uninorte. Barranquilla<br />
pp. 1 – 120. 08, 12 / MMIII / 04 / MMIV. ISSN 0120-2537<br />
1
MÁRVEL MORENO<br />
Las trampas de la razón*<br />
Pamela Flores**<br />
Hace ya 20 años, Plinio Apuleyo Mendoza me regaló<br />
un cuadernillo publicado en París con uno de<br />
los cuentos que después conformarían el libro Algo<br />
tan feo en la vida de una señora bien: “La sala <strong>del</strong><br />
niño Jesús”. Dichos cuentos, escritos entre 1968<br />
y 1978, irían apareciendo con excesiva discreción<br />
en suplementos literarios y revistas, y, con igual<br />
discreción, aparecería el libro en 1980, sin que<br />
ningún público en Colombia se lanzara a las librerías,<br />
acostumbrados como estamos<br />
a esperar los dictámenes<br />
de fuera o a admirar a los<br />
escritores más desde la publicidad<br />
que desde la literatura.<br />
Por el contrario, el público<br />
francés agotaría, dos años<br />
*Este ensayo fue leído en el VI<br />
Encuentro de Escritores <strong>del</strong> Caribe,<br />
Instituto Distrital de Cultura,<br />
Banco de la República, Barranquilla,<br />
sept., 1996, y en el IV Encuentro<br />
de Escritores Colombianos,<br />
Nueva York, oct., 1998. Cedido por<br />
su autora especialmente para <strong>Huellas</strong>,<br />
el texto había permanecido<br />
inédito.<br />
**Candidata a Doctora en Estudios<br />
Culturales: Literatura y Comunicación<br />
de la <strong>Universidad</strong> de<br />
Sevilla, España. Docente e investigadora<br />
de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong><br />
<strong>Norte</strong>.<br />
después, la traducción realizada por Jacques<br />
Gilard. Hoy, sobra decir que ninguno de los dos<br />
hechos afectó mucho a Márvel. Su pasión fue la<br />
literatura y nunca la atrajeron las actividades publicitarias<br />
que nuestro siglo ha construido alrededor<br />
<strong>del</strong> hecho de escribir. Como escritora, siempre<br />
me recordó a Emily Dickinson, ardiente y silenciosa<br />
a la vez, encontrando en la literatura un<br />
mundo donde refugiarse de las agresiones de éste,<br />
inventando una realidad no<br />
para que le sirviera de puente<br />
hacia ésta, sino para romper<br />
definitivamente con un<br />
mundo que siempre se le<br />
antojó demasiado estrecho.<br />
Iª Parte<br />
YO, EL LECTOR<br />
Todo novelista altera y reconstruye<br />
la realidad en función<br />
de sus deseos. Igualmente,<br />
todo lector elige habitar<br />
(transitoriamente, como<br />
nos es dado habitar el<br />
mundo de lo ficticio) aquel<br />
universo en donde sus deseos<br />
de alguna manera son<br />
resueltos. Uno ama las obras<br />
que ama porque se establece<br />
una secreta complicidad<br />
2<br />
<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />
pp. 2-9. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
entre ese universo ficticio y ese mundo, no menos<br />
ficticio, que lleva dentro cada uno: el mundo<br />
de lo que no fue, o, por lo menos, no ha sido. Entonces,<br />
el primer interrogante que debí resolver en<br />
torno a mi relación con la obra de Márvel fue: ¿qué<br />
pulsaciones secretas, qué corriente oculta o qué<br />
dictamen, qué razones o qué preferencias hicieron<br />
que, desde aquella lectura de La sala <strong>del</strong> niño<br />
Jesús, hasta el último de los cuentos de El encuentro,<br />
pasando por infinitas relecturas de pasajes aislados,<br />
sintiera la imperiosa necesidad de desentrañar<br />
los móviles, la materialidad de los personajes,<br />
de penetrar la estructura <strong>del</strong> relato, de transitar<br />
por ese universo cerrado<br />
que es toda obra de arte,<br />
antes de que encontremos<br />
la manera de ingresar en<br />
ella?<br />
Una de las primeras contradicciones<br />
que percibí<br />
siendo niña entre el mundo<br />
de fuera y el de mi casa,<br />
tiene que ver con la situación<br />
de la mujer. Con sorpresa<br />
e incredulidad descubrí,<br />
hacia los ocho años, que<br />
solamente unos años atrás<br />
las mujeres no votaban, que<br />
las madres de los demás<br />
niños no trabajaban y que<br />
las mujeres se sometían a<br />
sus padres y hermanos esperando,<br />
en silencio, la buena<br />
suerte de encontrar un<br />
buen hombre. En casa, no<br />
sólo las mujeres éramos<br />
mayoría, sino que mi padre<br />
se esforzaba por develarnos<br />
los secretos <strong>del</strong> universo<br />
con la misma pasión que si hubiéramos sido hombres;<br />
y mi abuela y mi madre imponían sus reglas<br />
con una naturalidad y una decisión que nos hacía<br />
creer a mis hermanas y a mí que ser mujer era<br />
tan fácil como ser hombre.<br />
Sólo muchos años después, comprendería yo que<br />
habíamos sido herederas de una felicidad gestada<br />
en la desdicha de las mujeres que nos precedieron:<br />
de mi bisabuela judía, que hastiada de los vaivenes<br />
de fortuna de un marido que con igual pasión<br />
se perdía en los laberintos de las matemáticas<br />
que en los <strong>del</strong> alcohol, había creado un negocio<br />
tan próspero que sostendría a la familia por tres<br />
Márvel Moreno<br />
generaciones. De mis abuelas, de mis tías y de<br />
aquellas mujeres que, sin ninguna teoría que las<br />
sustentara, habían creado para mí, sin saberlo, un<br />
ámbito en donde la libertad no era producto de la<br />
rebeldía, sino una serena certeza.<br />
Otro recuerdo de aquellos años: una tarde mirando<br />
algún volumen de la Enciclopedia Estudiantil<br />
que mi padre me había regalado para Navidad,<br />
descubro un nombre que ya nunca olvidaré: sor<br />
Juana Inés de la Cruz. Leí una y mil veces el poema<br />
aquel que empieza: Hombres necios que acusáis<br />
a la mujer sin razón… y aunque algunas líneas se<br />
mantuvieron herméticas,<br />
el sentido <strong>del</strong> texto quedó<br />
in<strong>del</strong>eble en el tiempo, así<br />
como el horror que me produjo<br />
saber que a sor Juana<br />
la habían matado los hombres<br />
que la despojaron de<br />
sus libros. De ahí en a<strong>del</strong>ante,<br />
mi pasión por la literatura<br />
y la indignación que<br />
me producía la indefensión<br />
de estas mujeres confluyeron<br />
muchas veces.<br />
A los catorce años, amé<br />
a Antígona y odié a Creonte.<br />
Adoré la altivez y la soberbia<br />
de aquella adolescente<br />
que, desafiando las<br />
leyes humanas, encontraba<br />
en el cielo la fuerza para<br />
imponer su voluntad. Me<br />
interné en la selva con Doña<br />
Bárbara, absolutamente<br />
indignada con el final de la<br />
novela, y devoré las 600 páginas<br />
de Lo que el viento se<br />
llevó no tanto por la historia de amor, sino arrastrada<br />
por la férrea voluntad de Scarlett O’Hara de<br />
dirigir su destino.<br />
Años después, la mayor de estas felicidades me<br />
vendría de Emma Bovary, de la frívola y voluble campesina<br />
de Ruán, que prefirió que sus sueños y <strong>del</strong>irios<br />
la aniquilaran violentamente, antes que resignarse<br />
a la rutina de una cotidianidad inútil. En<br />
esta inmensa galería de mujeres hechas de palabras,<br />
de mujeres que se levantan como una vergüenza<br />
o como una esperanza ante sus congéneres<br />
de carne y hueso, están los personajes de<br />
Márvel. Sumisas, resignadas o soberbias, pero con<br />
3
una gran ventaja sobre las mujeres de este lado: sus<br />
vidas, por la magia <strong>del</strong> lenguaje, adquieren una belleza<br />
que, en la vida real, no habrían tenido nunca.<br />
IIª Parte<br />
LA CONSTRUCCIÓN DE UN UNIVERSO<br />
1. El narrador cómplice<br />
Hemos dicho que todo escritor moldea y reedifica<br />
la realidad en función de sus deseos. La tragedia<br />
de todo escritor, <strong>del</strong> gran escritor, aclararía Nabokov,<br />
es que el mundo se le presenta como una carencia,<br />
como un universo inconcluso e imperfecto<br />
en el cual, difícilmente, puede sentirse cómodo.<br />
La obra literaria es, entonces, el mundo que construye<br />
para instalarse a sus anchas, el universo<br />
autónomo en el cual se refugia e impone sus reglas.<br />
Para poblar ese espacio y darle vida, el escritor<br />
construye al narrador, el personaje desde el cual<br />
se despliega el universo en el cual ingresa el lector.<br />
¿Desde dónde, entonces, se narran estos relatos?<br />
¿Cómo está construido este narrador?<br />
Empecemos con los relatos de Algo tan feo en la<br />
vida de una señora bien. “A María la asombró la casa<br />
de Tía Oriane […]” es la frase inicial <strong>del</strong> primer<br />
texto. Aparentemente, se trata de un narrador omnisciente<br />
que nos irá describiendo la presencia<br />
de María en casa de su tía. Mas continúa: “pero<br />
sólo empezó a inquietarla cuando escuchó los primeros<br />
ruidos”. A medida que el relato avanza, el<br />
lector va descubriendo que es María quien impone<br />
reglas, que es siguiendo a la niña como ingresamos<br />
a ese mundo en donde al principio nada nos<br />
es revelado, y que penetramos lenta y culpablemente,<br />
contagiados por la ansiedad de María al<br />
hacer suya una historia que no le pertenece.<br />
Tanto en La sala <strong>del</strong> niño Jesús como en Algo<br />
tan feo en la vida de una señora bien, el narrador va<br />
incluso más lejos: paralelo al mundo de lo narrado<br />
que fue, construye el mundo de lo que no fue, desde<br />
el cual justifica las opciones de los personajes.<br />
Toda opción formal supone también una visión<br />
de lo narrado. El narrador omnisciente puro se hace<br />
invisible para no inmiscuirse en el relato; por el<br />
contrario, este narrador omnisciente, cuya omnisciencia,<br />
paradójicamente, se agota casi por completo<br />
en uno de los personajes, se hace invisible al<br />
fundirse con el protagonista, al hacer creer muchas<br />
veces al lector que es el propio personaje quien<br />
narra la historia. El propósito de este juego es claro:<br />
conferir a estos textos el carácter de secreto<br />
revelado, ya que el narrador está para descubrir lo<br />
que el personaje por miedo, cobardía o sumisión<br />
preferiría esconder. Puesto que los personajes son<br />
mujeres sometidas por unos padres, unos maridos,<br />
una educación, o, incluso, por una presencia<br />
inasible y destructiva como en El muñeco, sólo podrían<br />
ser develados por este narrador, único ser<br />
capaz de ingresar en su intimidad, de comprender<br />
sus silencios y de conjurar el miedo con la magia<br />
<strong>del</strong> lenguaje.<br />
De ahí, que la construcción de este narrador<br />
sea un acierto, ya que el carácter intimista de<br />
estos textos hubiera hecho superflua la ubicuidad<br />
y sapiencia <strong>del</strong> narrador omnisciente, así como su<br />
carácter sumiso les hubiera impedido revelarse<br />
sin la mediación <strong>del</strong> narrador.<br />
Una versión distinta <strong>del</strong> narrador omnisciente<br />
que se sitúa en la mente <strong>del</strong> personaje, se da<br />
en La noche feliz de Madame Ivonne. La prostitutapitonisa<br />
domina la escena porque conoce los secretos<br />
de todos, pero puede revelarlos sólo porque<br />
la transitoria ruptura que implica el carnaval en<br />
la moral cotidiana la ha colocado en un ámbito que<br />
no es el suyo, le ha hecho posible convertirse en<br />
la máscara que el carnaval desenmascara, en el<br />
llamado a la cordura presente en esa transgresión<br />
que es la fiesta, entendida como comunión, pero<br />
que el poder, representado en el relato por el Gobernador,<br />
silencia con el mismo silencio que comparten<br />
las otras mujeres de ese mundo, ricas o<br />
pobres, prostitutas o castas, todas condenadas al<br />
mutismo sólo interrumpido por ese narrador que<br />
las revela y las redime en ese ámbito distinto que<br />
es el mundo de la ficción.<br />
Una opción diferente se asume en Ciruelas para<br />
Tomasa en donde un colectivo de voces femeninas<br />
se yuxtapone en el tiempo para narrar desde todas,<br />
y desde cada una de sí mismas, la historia de un<br />
desacato, de una liberación que, como en Oriane...<br />
y en La muerte de la acacia, se consigue mediante<br />
el asesinato al padre, encarnación de la opresión.<br />
Ahora bien, si ese narrador es uno de los grandes<br />
aciertos de los relatos, el narrador es también,<br />
a mi juicio, una de las grandes fallas de En diciembre<br />
llegaban las brisas. Quien narra la novela es<br />
Lina, una mujer que, desde París recuerda las historias<br />
vividas cuando niña en una Barranquilla<br />
ya lejana, historias situadas todas alrededor de las<br />
4
Márvel a los seis meses y medio (abril 1940), el día de su<br />
primer cumpleaños (23 sept. 1940), y en su tercer y cuarto<br />
cumpleaños (1942, 1943), respectivamente. (Tomadas de<br />
La obra de Márvel Moreno, LOMM.)<br />
mujeres que amó: su abuela, sus tías, las madres<br />
de sus amigas. Una novela es, antes o después de<br />
cualquier teoría, una narración; y un narrador que<br />
relata desde la memoria, como es el caso de Lina,<br />
tendría que recurrir más a los sentidos, a las sensaciones,<br />
sentimientos y nostalgias que a vastas<br />
e inútiles disquisiciones para explicar las motivaciones<br />
de los personajes. Lo que debería ser, entonces,<br />
una recuperación <strong>del</strong> pasado, se convierte,<br />
por la torpeza <strong>del</strong> narrador, en una inmensa<br />
galería de personajes muertos, de figuras de cera<br />
paralizadas por el peso de unas teorías que sirven<br />
más para juzgar que para explicar, más para acusar<br />
que para comprender, creando personajes con<br />
destinos asumidos de antemano como equivocados<br />
y, por tanto, impidiendo que vivan.<br />
Por el contrario, en los relatos de El encuentro,<br />
el dominio de los recursos narrativos se concreta<br />
en una yuxtaposición de conciencias, en personajes<br />
que se despliegan en el relato y en un ámbito<br />
que ya no es físico (poco importa que los hechos<br />
ocurran en Augsburgo, París, Barranquilla o Barlovento),<br />
sino ese espacio confuso, ambiguo, a<br />
menudo intransitable, que es la mente femenina.<br />
Trátese de un narrador omnisciente (siete de<br />
los cuentos presentan este tipo de narrador) o <strong>del</strong><br />
narrador testigo de El hombre de las gardenias, El<br />
día <strong>del</strong> censo y El espejo, o de la sombra-protagonista<br />
que narra el relato La sombra, ya no hay en<br />
este narrador, impasible, compasivo y discreto la<br />
indignación frente a la sociedad presente en las<br />
obras anteriores de la escritora, sino una serenidad<br />
más total y patética surgida de la certeza de<br />
que la autocondena es la peor de las condenas.<br />
2. Los personajes:<br />
encuentros y desencuentros<br />
Es sabido que tres son los recursos para caracterizar<br />
un personaje. Las descripciones <strong>del</strong> narrador,<br />
lo que se dice mediante diálogos y monólogos, y<br />
las acciones que el personaje elige o evita.<br />
En el universo ficticio que estamos intentando<br />
aprehender, hay una marcada oposición entre<br />
hombres y mujeres. Una primera diferenciación<br />
se hace evidente. Los hombres son personajes<br />
arquetípicos, representan valores, formas de conducta,<br />
encarnaciones de poder; siempre, ideas<br />
generales. Las mujeres, por el contrario, son seres<br />
particulares, con sueños, frustraciones y dramas<br />
propios. Su lucha en este universo, es extremadamente<br />
desigual porque no están en conflicto<br />
con seres concretos sino con entidades que, por la<br />
fuerza de la costumbre y <strong>del</strong> poder físico, imponen<br />
su voluntad. Los personajes femeninos muestran<br />
una lograda caracterización basada más en insinuaciones<br />
que en afirmaciones, y se definen más<br />
por lo que no dicen y no hacen, por lo que ocultan e<br />
imaginan. Es decir: se definen en el ámbito de lo<br />
posible.<br />
Oriana es descubierta a través de los objetos que<br />
la rodean y de los silencios que la envuelven, y una<br />
descripción más precisa la hubiera despojado de la<br />
misteriosa belleza que la envuelve. A Tomasa, la<br />
reconstruimos, sobre todo, a partir de los monólo-<br />
5
Márvel Moreno en el<br />
Instituto de Altos<br />
Estudios de América<br />
Latina en la<br />
presentación de la<br />
edición francesa de Algo<br />
tan feo en la vida de una<br />
señora bien. París, 1983.<br />
(Tomada de LOMM.)<br />
gos confusos, yuxtapuestos;<br />
y la fortaleza de Doña<br />
Genoveva en La muerte de<br />
la acacia, la adivinamos<br />
por el silencio de los habitantes<br />
de la ciudad, por los<br />
comentarios en voz baja,<br />
por los rumores; y en La<br />
eterna virgen a Margoth,<br />
¡pobre Margoth!, la percibimos<br />
por aquellas historias que tejía en su mente<br />
mientras movía sus dedos ágiles, eficientes, puntuales,<br />
por las teclas de la máquina de escribir.<br />
En contraste, la endeble construcción <strong>del</strong> narrador<br />
en la novela En diciembre llegaban las brisas,<br />
hace que los personajes sean menos convincentes.<br />
Hay demasiadas aclaraciones y explicaciones<br />
y los personajes hablan, sienten y piensan,<br />
no por ellos mismos, sino en razón de las teorías,<br />
un tanto confusas, que Lina ha construido, años<br />
después, para explicar sus desconciertos y temores<br />
de adolescente:<br />
En vano Lina trataba de explicarle que el verdadero<br />
problema se reducía a la opinión que ella, Dora, se<br />
estaba formando de sí misma. No porque Lina advirtiera<br />
entonces el proceso que asocia el sentimiento de<br />
falta a la necesidad de castigo, ni por haber comprendido<br />
las reflexiones de su abuela cuando hablaba<br />
de la insensatez de convertir la mirada de los otros<br />
en espejo. Pero aquel le parecía el mejor argumento a<br />
su alcance, convencer a Dora que no merecía humillación,<br />
el vejamen, el desprecio, que no estaba perdida,<br />
como lo afirmaba llorando en un rincón <strong>del</strong> comedor,<br />
y bien podía devolverle a Andrés Larosca sus<br />
anillos de pacotilla y su empleo de secretaria dejando<br />
en aquella historia unas cuantas plumas, cierto,<br />
pero no necesariamente su dignidad.”<br />
En las narraciones anteriores a El encuentro,<br />
Márvel nos enfrentó a personajes que luchaban por<br />
romper el cerco: sumisión<br />
y desacato eran las coordenadas<br />
entre las cuales<br />
se debatían esos seres que<br />
gritaban para no callar, que<br />
morían para no rendirse,<br />
que se oponían, desesperados<br />
e inermes, a principios<br />
tan abstractos como<br />
implacables. En El encuentro,<br />
la sumisión se resuelve en perversidad; la rebeldía,<br />
en resignación; el encuentro (como sucede<br />
en el cuento <strong>del</strong> mismo título) en desencuentro.<br />
Desencuentro con los otros, consigo mismo, dispersión<br />
<strong>del</strong> yo ante una diversidad de visiones con las<br />
cuales los personajes no logran crearse una identidad<br />
coherente, sino una conciencia disgregada<br />
que, como en La sombra, sólo se resuelve en la<br />
muerte.<br />
De En diciembre llegaban las brisas a estos relatos,<br />
el universo de Márvel se enriqueció. Se volvió,<br />
también, más plácido, más lúcido, menos<br />
unívoco. El dualismo se transformó en multiplicidad<br />
—de voces, de ámbitos, de culturas— y los personajes<br />
se encuentran atrapados entre lo que los<br />
fascina, atemoriza, seduce, libera, condena o redime,<br />
pero sin fórmulas hechas, en una búsqueda<br />
propia que conduce no ya a la rebelión sino a la<br />
libertad. Libertad conseguida en la lucha con el<br />
propio yo; con esa diversidad de sueños, caprichos,<br />
deseos y hasta razones que es cada uno. O no conseguida,<br />
y, por eso, la autocondena; o la condena<br />
al otro yo, al opuesto que lo revela.<br />
Una taza de té en Augsburgo es un relato duro<br />
narrado con una imperturbable serenidad. Miranda<br />
Castro se autocondena al desamor, a la soledad,<br />
porque no pudo vencer ni la desolación <strong>del</strong><br />
orfelinato ni la angustia y el miedo que la acompañan<br />
desde su llegada a Caracas. Pero también<br />
condena a su madre, su yo opuesto (desvalido, in-<br />
6
significante, inocuo), porque contarle la verdad<br />
equivaldría a transformar el desdén en amor, a<br />
suspender el miedo: a la libertad.<br />
El encuentro es un cuento cortazariano de un<br />
realismo inquietante y con una construcción perfecta.<br />
¿Cómo no recordar los encuentros y<br />
desencuentros de Manuscrito hallado en un bolsillo<br />
al ver el tablero de damas en el que Lucía convierte<br />
su existencia? Lucía pierde porque decidió jugar<br />
sola; los otros jugadores ni participaron en el<br />
juego ni jamás conocieron las reglas.<br />
Tanto en El violín como en El hombre de las<br />
gardenias, los personajes están próximos a diluirse<br />
en la muerte. Para Alice, el último vínculo con su<br />
vida, su hija Nicole, se ha perdido cuando ésta decide<br />
casarse con un mediocre australiano y visitarla<br />
sólo cada tres años. Es el fin de su muerte,<br />
de esa condena que se había infligido a sí misma,<br />
desde el día en que decidió abandonar el violín.<br />
Martine, su amiga, menos dotada, pero más persistente<br />
en su vocación a la música y a sí misma<br />
le refleja la imagen de lo que hubiera podido ser y<br />
no fue, como el estanque <strong>del</strong> lago le devuelve a<br />
Nicole, premonitoriamente, una imagen de libertad<br />
que tampoco alcanzará porque, como su madre,<br />
no supo optar por sí misma.<br />
El hombre de las gardenias<br />
se inicia con una de las figuras<br />
más hermosas <strong>del</strong> libro:<br />
“Renata murió como mueren<br />
los pájaros, replegándose sobre<br />
su cuerpo frágil.” Renata, mujer-pájaro<br />
que no fue capaz de<br />
volar, Renata-mujer-pájaro-encautiverio<br />
a quien mató la renuncia,<br />
la estrechez de un<br />
mundo para ella asfixiante.<br />
En El espejo, la narradora/<br />
protagonista escribe una carta<br />
en la que informa al abogado<br />
de su sobrino, Mario, la “verdad”<br />
sobre los hechos que culminaron<br />
en la muerte de Cecilia,<br />
la esposa de éste. El incesto<br />
(ya insinuado en Oriane,<br />
tía Oriane) aparece aquí<br />
develado, sin ambigüedades y,<br />
después <strong>del</strong> asesinato, sin remordimientos.<br />
Marina se autocondena<br />
para liberarse; no es<br />
El día de su presentación en sociedad,<br />
31 de diciembre de 1956.<br />
la sociedad la que la condena, pues ésta ya lo había<br />
hecho al obligarla a un amor secreto; el asesinato<br />
tiene el signo de la libertad, de la paz que<br />
ninguna condena podría ya quitarle.<br />
Dos visiones irreconciliables <strong>del</strong> amor y de la<br />
vida, encarnadas por Matilde y Eliana, se dan cita<br />
en El día <strong>del</strong> censo. El choque se produce cuando<br />
Eliana, al pretender insertar a Matilde en su propia<br />
lógica, la despoja <strong>del</strong> sufrimiento y, por lo tanto,<br />
la destruye, sin percatarse jamás de ello.<br />
Literariamente, La sombra es uno de los cuentos<br />
más logrados <strong>del</strong> libro. Ese fantasma que se<br />
instala lentamente en la muerte, accede a ella<br />
sin temor ni desconfianza, porque la muerte ha<br />
estado siempre en su vida. Muerte que le arrebató<br />
a su hija; muerte-vida de una existencia sin otra<br />
justificación que reemplazar para su nieta la vida<br />
de una madre que ya no estaba; vida-tumba por<br />
resignarse a ser el fantasma de un muerto; muerte-identidad<br />
al convertirse, por fin, en su propio<br />
fantasma.<br />
El perrito, el único cuento con protagonista masculino,<br />
es el menos logrado. La historia de Esteban<br />
Henríquez, un hombre que ha ido eliminando<br />
<strong>del</strong>iberadamente de su vida la emoción y la lucidez,<br />
conmueve menos que la de<br />
Isabel, presencia borrosa que<br />
pasa por el relato dejando una<br />
estela de soledad y desamparo<br />
que alcanza al lector.<br />
Finalmente, los personajes<br />
felices de los relatos Sortilegios,<br />
La peregrina y Barlovento.<br />
A<strong>del</strong>aida, en Sortilegios, al asumir<br />
su atracción por Frank se<br />
libera de su miedo, como si<br />
Frank fuera más una proyección<br />
de su propio temor que<br />
una presencia real. En La peregrina,<br />
Ana Victoria acosada<br />
por una moral que arremete<br />
contra ella, opta por su deseo,<br />
se elige a sí misma, mientras<br />
que en Barlovento, una hermosa<br />
narración que, por su atmósfera,<br />
recuerda a Carpentier,<br />
el lector se encuentra ante<br />
la explosión final <strong>del</strong> personaje,<br />
la tibia y discreta liberación<br />
de una condena antigua me-<br />
7
diante un pacto también antiguo, comunión de pasado<br />
y de futuro, transgresión silenciosa, inversión-conversión:<br />
la felicidad.<br />
3. El diálogo<br />
con los objetos<br />
Pero si las mujeres son cuidadosamente desplegadas<br />
y la presencia de los hombres tiene más de<br />
arquetipo que de hombres, los objetos también alcanzan<br />
en estos relatos un carácter específico: se<br />
constituyen en prolongación de sus dueñas que,<br />
impedidas para hablar con las personas, dialogan<br />
con las cosas y las humanizan, haciendo que esos<br />
objetos inmóviles y, en apariencia, inocuos, se conviertan<br />
en depositarios de la verdad que ellas no<br />
pueden revelar. Piénsese en los objetos que guardó<br />
celosamente Oriana; en la acacia que esconde<br />
el crimen de Doña Genoveva o en el violín <strong>del</strong> relato<br />
El violín.<br />
Igualmente, la casa como objeto y como ámbito<br />
adquiere una dimensión simbólica al constituirse<br />
en el espacio que estas mujeres conquistan y<br />
colonizan desterrando de allí a los hombres. Oriana<br />
y Genoveva se encierran en sus casas después de<br />
haber eliminado a su padre y marido, respectivamente,<br />
e imponen allí las reglas que no hubieran<br />
podido imponer en el mundo de fuera. Tomasa regresa<br />
a morir en su casa, y la tía Irene de En diciembre<br />
llegaban las brisas se instala en la torre<br />
<strong>del</strong> italiano como hecho culminante de una historia<br />
de desacatos.<br />
IIIª Parte<br />
LA FUNDACIÓN DE UN UNIVERSO<br />
Casi como por inercia, insisten los críticos en<br />
mencionar dos nombres al intentar enmarcar la<br />
obra de Márvel Moreno: Gabriel García Márquez y<br />
Álvaro Cepeda Samudio. Sin embargo, si ignoramos<br />
el hecho de que se trata de escritores procedentes<br />
de la misma región de Colombia, poco vincula<br />
a la escritora barranquillera con los narradores<br />
mencionados.<br />
Márvel Moreno nos invita a mundos poco transitados<br />
por los escritores costeños. Su ámbito es<br />
urbano. Sus personajes están insertos en una problemática<br />
que presupone, necesariamente, la ciudad.<br />
Una ciudad pequeña y parroquial, es cierto,<br />
pero en donde la magia de lo rural, el asombro primitivo<br />
sólo está representado por la servidumbre,<br />
seres marginales en un mundo en donde los fantasmas<br />
de los personajes protagónicos son otros<br />
seres como ellos, no fuerzas venidas de otra instancia<br />
o de otro orden.<br />
De ahí, que la narrativa de Márvel sea de carácter<br />
intimista. El intento un tanto fallido de En diciembre<br />
llegaban las brisas de escribir una novela<br />
no sobre sucesos sino sobre el transcurrir de la conciencia<br />
de los personajes, alcanzó su plenitud en<br />
los cuentos de El encuentro. Allí, lo que importa no<br />
es tanto lo que ocurre sino lo que se despliega en la<br />
mente de los personajes; y ello está más determinado<br />
por lo que no se da, por lo que no es, que por los<br />
hechos y acciones que ocurren a su alrededor.<br />
Márvel Moreno nos inscribe también dentro de<br />
la tradición de la literatura fantástica. Relatos<br />
como Oriane, tía Oriane, El muñeco y Sortilegios provienen<br />
de una tradición que arranca con Edgar<br />
Allan Poe, pasando por Henry James y Maupassant,<br />
y que, en América Latina, evoluciona magistralmente<br />
sobre todo en la narrativa argentina desde<br />
los casos célebres, Borges y Cortázar, hasta los más<br />
discretamente conocidos, Bioy Casares, H.A.<br />
Murena o Mujica Láinez.<br />
Más inusual es la conjunción entre lo fantástico<br />
y lo maravilloso presente en varios de sus textos.<br />
Lo maravilloso, representado por esos seres<br />
marginales en un mundo patriarcal que son los<br />
sirvientes (piénsese en Fi<strong>del</strong>ia en Oriane...) pero<br />
que son los depositarios discretos de las más profundas<br />
verdades de sus señores, y cuyo poder reside<br />
precisamente en la capacidad de comprender<br />
sus vidas y las de sus amos desde una racionalidad<br />
distinta.<br />
8
Por último, inaugura<br />
Márvel la perspectiva femenina<br />
ya que en estos<br />
relatos la realidad se duplica,<br />
interroga o modifica<br />
desde la perspectiva de la<br />
mujer, creando un ámbito<br />
ficticio en el cual los personajes<br />
enfrentan sus carencias<br />
y, tal vez, desde<br />
allí, nos miran agradecidos<br />
por pertenecer a un<br />
mundo en donde más que<br />
juzgados son comprendidos;<br />
y en donde, por la<br />
magia <strong>del</strong> lenguaje, sus<br />
vidas han adquirido una<br />
belleza que no tenían de<br />
este lado.<br />
Márvel Moreno, como<br />
todo gran escritor, fue<br />
consciente de que la labor<br />
<strong>del</strong> narrador implica una<br />
lucha con la materialidad<br />
de las palabras. Una lucha<br />
ardua y paciente que libraría<br />
en la soledad y en<br />
el silencio, único espacio<br />
en donde el escritor puede encontrarse consigo<br />
mismo y dar forma a su mundo. La gran habilidad<br />
que despliega como narradora en los cuentos de El<br />
encuentro fue el resultado de un trabajo persistente<br />
que no admitió concesiones; porque si es cierto<br />
que en la novela hay palabras que sobran, secuencias<br />
gratuitas y personajes desdibujados, El encuentro<br />
es un libro perfecto, una estructura magistralmente<br />
construida en donde el lector puede transitar<br />
sin resquicios, y en donde la poesía <strong>del</strong> lenguaje<br />
reivindica las carencias de este lado, de este<br />
ámbito hecho no de palabras<br />
sino de cosas en el<br />
que nos correspondió vivir.<br />
Sartre afirmaba que a<br />
un escritor sólo podía<br />
juzgársele por lo que había<br />
escrito, no por lo que hubiera<br />
podido escribir. Yo<br />
me arriesgo a afirmar, no<br />
sin tristeza, que si la vida<br />
le hubiera dado a Márvel<br />
más tiempo hubiéramos<br />
podido comprobar, aún<br />
más, la expansión de su<br />
mundo, la serenidad y el<br />
decantamiento de su lenguaje,<br />
la explosión de esa<br />
belleza llena de nostalgia<br />
que encontramos en los<br />
cuentos de El encuentro y<br />
que ya prefiguraban relatos<br />
tan impecables como<br />
Oriane, tía Oriana… y Algo<br />
tan feo en la vida de una señora<br />
bien.<br />
Márvel Moreno, entre 1979 y 1981,<br />
fotografiada por Fina Torres (LOMM).<br />
Márvel Moreno nos legó<br />
un universo que era suyo<br />
y que ahora es uno de los grandes mundos que<br />
conforman la literatura colombiana. Un mundo que<br />
nos inscribe en la contemporaneidad con algo distinto<br />
de nuestros sueños malogrados, de nuestra<br />
desbordada y desbordante mitología, y que nos invita<br />
a recorrer nuestra intimidad en busca de una<br />
felicidad que sabemos que no es de este mundo.<br />
Pero a la cual accedemos en el ámbito de lo ficticio,<br />
en ese mundo de palabras que a algunos de<br />
nosotros nos ha deparado los mejores momentos<br />
de nuestras vidas.<br />
9
Cantos de hoy<br />
en el Caribe colombiano<br />
Reelaboración de los versos tradicionales<br />
Consuelo Posada*<br />
1. COPLAS Y CANCIONES<br />
El estudio de las letras de las canciones populares<br />
puede comprobar los préstamos recibidos por la poesía<br />
oral tradicional. El conjunto de los versos que<br />
pasaron a las colonias españolas se conserva<br />
reelaborado en textos completos, en estrofas aisladas,<br />
en frases sueltas o en fórmulas y estructuras<br />
que hoy nutren la canción folklórica y popular<br />
en la América hispánica (Linares, 1980 y Posada,<br />
1986.)<br />
La copla tradicional, recogida en Cuba por<br />
Samuel Feijóo:<br />
Que te parece Cholito<br />
que me van a desterrar<br />
como si la ausencia fuera<br />
remedio para olvidar.<br />
(Feijóo, 1977: 119)<br />
Yo vide el tigre<br />
yo no lo vi<br />
ese tigre está encerrado<br />
y lo tienen que sacar<br />
(Versos de tradición oral,<br />
en una composición reciente<br />
de música popular)<br />
se encuentra en Antioquia, con pocas variaciones:<br />
*Profesora de la <strong>Universidad</strong> de Antioquia. Este artículo<br />
fue cedido por su autora especialmente para <strong>Huellas</strong>.<br />
Que te parece, mi vida,<br />
que nos quieren apartar,<br />
como si la ausencia fuera<br />
remedio para olvidar.<br />
(Restrepo, 1971: 236).<br />
Y con la misma estructura y los versos finales<br />
idénticos, se repiten en la canción El mejoral de<br />
Rafael Escalona:<br />
Yo me voy de por aquí,<br />
decepcionado de Valledupar,<br />
como si la ausencia fuera<br />
remedio para olvidar.<br />
Particularmente, en la Costa Atlántica, donde<br />
existe una estimulante producción de cantos populares,<br />
se muestra la abundancia de versos y<br />
estrofas completas, tomados de la tradición<br />
versificada. Las coplas <strong>del</strong> “amor, amor”, por ejemplo,<br />
considerado como un himno básico de la música<br />
vallenata, se pueden reencontrar como parte<br />
de los versos populares de la región y aparecen,<br />
con texto idéntico, en el cancionero antioqueño<br />
de Antonio José Restrepo.<br />
Este es el amor amor,<br />
el amor que me divierte;<br />
cuando estoy en la parranda<br />
no me acuerdo de la muerte.<br />
(Restrepo, 1971:119).<br />
Las investigaciones han mostrado que las coplas<br />
tradicionales, presentes en la memoria re-<br />
10<br />
<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />
pp. 10-17. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
estos cantos que parecerían tener asegurada la<br />
garantía de su recepción.<br />
Los versos de algunas de las grabaciones popularizadas<br />
por Joe Arroyo, hacen parte de las coplas<br />
tradicionales de la Costa Atlántica:<br />
Tamarindo seco<br />
se le caen las hojas,<br />
agua derramada<br />
no hay quien la recoja.<br />
Joe Arroyo<br />
gional, se activan en el proceso de reelaboración<br />
de las canciones populares. Así, una copla de la<br />
oralidad tradicional en diferentes regiones de Colombia<br />
y que se encuentra, entre otros, en el cancionero<br />
antioqueño de Antonio José Restrepo, coincide,<br />
verso a verso, con la estrofa de una canción<br />
de la Costa Atlántica, popularizada por el compositor<br />
Diomedes Díaz:<br />
Por el ruedo de tus naguas<br />
Yo vide correr un piojo,<br />
Y si te las vuelvo a ver<br />
Te las alzo y te lo cojo.<br />
(Restrepo, 1971: 203).<br />
Este uso difundido de los versos de tradición,<br />
en los cantos populares, permite entender la controversia<br />
entre algunos cantautores que se disputan,<br />
como propios, versos que consideran “suyos”,<br />
porque han tenido de ellos un conocimiento “desde<br />
siempre”. En la base de esta polémica está la<br />
pertenencia de estos versos a un colectivo, que<br />
los ha usado y repetido, durante varias generaciones.<br />
Como parte <strong>del</strong> éxito de estas canciones, puede<br />
decirse que siempre que una copla tradicional es<br />
musicalizada, sus ecos resuenan en la memoria<br />
colectiva, y aquí puede estar la clave <strong>del</strong> éxito de<br />
Fuentes, 1985, archivo Bassi<br />
Estaba la tortuga<br />
abajo <strong>del</strong> agua<br />
abajo <strong>del</strong> agua<br />
abajo <strong>del</strong> agua<br />
haciendo su nido<br />
como cosa rara.<br />
Mi papa y mi mama,<br />
mi hermanito y yo<br />
comimos de un huevo<br />
y la yema sobró.<br />
Cuatro garigaris<br />
y un garrapatero<br />
bajaron de un palo<br />
a comer <strong>del</strong> huevo.<br />
Esta fue la garrapata<br />
la que a Félix le picó<br />
y una roncha le dejó,<br />
y este es un rasca que rasca<br />
y es la garrapata.<br />
2. ORALIDAD Y CANCIONES POPULARES<br />
En este balance de textos españoles conservados<br />
en América, los romances aparecen como una<br />
fuente importante de muchas de las formas musicales<br />
reelaboradas en las colonias y que nutrieron<br />
con su estructura, sus temas y sus notas,<br />
nuestra poesía popular. Los estudiosos han mostrado<br />
el parentesco de los romances encontrados<br />
en América con los viejos romances andaluces.<br />
Estos versos, oídos en plena ciudad de La Habana<br />
a unas niñas que bailaban una ronda, y consignados<br />
por Alejo Carpentier:<br />
En Galicia hay una niña / en Galicia hay una niña<br />
/ que Catalina se llama, sí, sí, / que Catalina se<br />
llama. Todos los días de fiesta/ su madre la castigaba,<br />
sí, sí, / su madre la castigaba. Porque no<br />
11
quería hacer / porque no quería hacer / lo que su<br />
padre mandaba.- (Carpentier, 1946: 33-34)<br />
hacen parte de un canto que supervive, en Cuba,<br />
desprendido de un viejo romance andaluz:<br />
Por la baranda <strong>del</strong> cielo, / se pasea una zagala, /<br />
vestida de azul y blanco / que Catalina se llama.<br />
Su padre era un perro moro, / su madre una renegada<br />
/ Todos los días <strong>del</strong> mundo / el padre la<br />
castigaba. (Carpentier, 1946: 34)<br />
En esta misma búsqueda de líneas de unión<br />
entre nuestras canciones populares y la tradición<br />
hispánica, Carpentier encuentra una conexión<br />
entre algunos ritmos musicales y el romance. Para<br />
él, todas las guarachas que hablan de gatos en<br />
Cuba, serían reminiscencias <strong>del</strong> difundido romance<br />
Don Gato, que se encuentra por toda América<br />
hispánica (Carpentier, 1946: 30).<br />
El romance español, transmitido oralmente, se<br />
acomodó a los lugares conocidos, a los nombres<br />
familiares de cada región, y se mantuvo vivo en<br />
coplas, villancicos, poesías y canciones populares.<br />
Aunque los ejemplos más abundantes de su permanencia<br />
se centran en el corrido<br />
mejicano, también en nuestro<br />
medio tenemos estudios de su presencia<br />
en el galerón llanero y en<br />
las rondas infantiles.<br />
En Colombia, los diferentes<br />
cancioneros, recogidos desde los<br />
años 40, <strong>del</strong> pasado siglo 20, presentan<br />
diferentes fragmentos que<br />
corresponden a romances originales<br />
españoles. Consigno un pequeño<br />
ejemplo, que reaparece en muchas<br />
regiones y que Antonio José<br />
Restrepo incluye en el cancionero<br />
antioqueño.<br />
Estando el señor don Gato<br />
en silla de oro sentado,<br />
le vinieron a decir<br />
que si quería ser casado,<br />
con una gata morisca,<br />
hija <strong>del</strong> gato romano.<br />
(Restrepo, 1971: 318-319).<br />
Para el caso de Colombia, Pedro Henríquez<br />
Ureña anota que los romances que aquí sobrevivieron<br />
coinciden con los cantos conservados en<br />
toda la América hispánica, y menciona entre los<br />
títulos a Gerineldo, Delgadina, Blanca Niña, La esposa<br />
infiel, Las señas <strong>del</strong> marido, Hilo de oro, La flor<br />
<strong>del</strong> olivar, la canción de la Pájara pinta y la de Señora<br />
Santa Ana (Henríquez Ureña, 1989: 423). Y Gisela<br />
Beutler, autora de la más completa recolección de<br />
romances en territorio colombiano, explica los distintos<br />
nombres que se usan para llamarlos: “historias”,<br />
“cuentos”, “canciones viejas”, “corridos”,<br />
“versos”, “ensaladillas”, “chistes”, “tragedias” o<br />
“tristes”. Agrega que, en el departamento de Bolívar<br />
(Malagana y Palenque), a los romances de pasión<br />
se les llama “oraciones” (Beutler, 1977: 227 y<br />
246).<br />
Los versos <strong>del</strong> romance, cultos y populares, completos<br />
o fragmentarios, literales o modificados,<br />
acompañan o sirven de mo<strong>del</strong>o a muchas de nuestras<br />
canciones populares. Como ejemplo, podemos<br />
citar el llamado “romance a eco”, en cuyo esquema<br />
se utiliza la palabra final de cada verso para<br />
iniciar el siguiente, y que no sólo se conservó en<br />
sus contenidos, sino que su estructura formal sirvió<br />
para adecuar nuevas composiciones. Un ejemplo<br />
de los Llanos colombianos, ofrece una versión<br />
que se conserva bastante cercana al original español:<br />
De la uva sale el buen vino /<br />
vino el que a mí me consuela / suela<br />
le da un buen zapato / el zapato<br />
es cosa buena / bueno la buena<br />
memoria / y aquel que de ella se<br />
acuerda / cuerda le da un San<br />
Francisco / Francisco el que no es<br />
Esteban / Esteban es mártir santo<br />
/ Santo aquel a quien se reza / rezan<br />
los frailes maitines / maitines<br />
no son completos / un completo tiene<br />
mañas (Fabo 1911:225).<br />
El siguiente es un fragmento<br />
<strong>del</strong> texto español, que permite<br />
comprobar las semejanzas: De la<br />
uva sale er bino, / y er vino a mi me<br />
consuela; / suela, la de mi sapato,<br />
/ er sapato es de baqueta; / la baqueta<br />
no es badana, / lo qu’es es<br />
suela y de la buena; / buena, la<br />
Ilustración de Lucho Vásquez buena memoria: / memoria, aquer<br />
(especial para <strong>Huellas</strong>, lapiz/computador, 2004)<br />
que s’acuerda; / cuerda, la de San<br />
Francisco; / San Francisco, no es<br />
Esteban; / Esteban, no es Martes Santo;/ a los santos<br />
ses les reza, / rezan los frailes maitines, / maitines,<br />
no son completas; / completas no son tus mañas;<br />
/ mañas, tienes de hechisera;/ hechisera, te la<br />
12
urdes; (sic) / urde er tejedor su tela, / tela, la de los<br />
sedasos; / er sedaso, harina cuela; / cuela, la mujer<br />
que laba / y la que no laba, es puerca; / las puercas,<br />
paren cochinos; / los cochinos, comen yerba, /<br />
la yerba nace’n er trigo, / y er trigo luego se siega, /<br />
siega, la que no ve nada; / nada, la qu’ner mar entra,<br />
/ entra en la ilesia er cristiano, / y er que no<br />
entra, reniega; / reniega er qu’está entre moros; /<br />
los moros’tan en la Meca; / la Meca es puerto de<br />
mar; / er mar es donde se pesca. (Mendoza, 1939:<br />
705)<br />
Para Díaz Roig (1986: 165), los recreadores<br />
retoman un texto tradicional, lo aceptan, lo hacen<br />
suyo y lo transmiten reelaborado. Y este sentimiento<br />
de pertenencia los lleva a variar aquello<br />
que no les gusta, no entienden bien, les es ajeno,<br />
o los lleva a introducir cambios que les dicta su<br />
propio entorno. Lo importante es reconocer aquí<br />
Pero más allá de la similitud en el texto de estas<br />
dos versiones <strong>del</strong> mismo romance, quiero señalar,<br />
con un ejemplo de la Costa Atlántica, la conservación<br />
de un mo<strong>del</strong>o estructural. Me refiero a<br />
la organización interna de este “romance a eco”<br />
que, recordemos, une la última palabra de un verso<br />
a la primera <strong>del</strong> siguiente, y que comprobamos<br />
en una canción popular en la que el compositor<br />
Juan Piña retomó un tema de la tradición oral:<br />
Ay Dios hizo al herrero / herrero que hizo al cuchillo<br />
/ cuchillo que mata buey / ay buey que bebe<br />
agua / agua que apaga can<strong>del</strong>a / can<strong>del</strong>a que<br />
quema garrote / garrote que mata perro / perro<br />
que corretea gato / gato que come ratón / ratón<br />
que ruñe pared / pared que ataja viento / ay viento<br />
que riega nube...<br />
Sobre la idea de la conservación, es importante<br />
aceptar el proceso de variación de los materiales<br />
orales, como una demostración de su condición<br />
de vida. El desarrollo de las tradiciones ha<br />
mostrado que los textos que cambian se enriquecen<br />
y garantizan su permanencia. Los estudiosos<br />
reconocen el enriquecimiento de las producciones<br />
folklóricas que se logra con los cambios, y concluyen<br />
que una forma que esté continuamente<br />
reapareciendo bajo otras formas, se puede considerar<br />
en plena vigencia y dotada de una incuestionable<br />
vitalidad.<br />
Arr.: La agrupación de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong><br />
Tambores <strong>del</strong> <strong>Norte</strong> en el Coliseo Cultural y Deportivo<br />
de la <strong>Universidad</strong>, 2004. I. a D.: Harry Barrios,<br />
Jassir Barceló, Rodney Gómez, Alvaro Cabrera, Irma Pabón,<br />
Erick Márquez, Dairo Meneses y Robin Quintero.<br />
C.: Tomás Teherán,<br />
director de Tambores <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>.<br />
Ab.: Los profesor Carlos Insignares, clarinete,<br />
y Eduardo Valencia, saxofón.<br />
Fotos de Julio Gil Zubiría<br />
13
no el empobrecimiento de una forma, sino el enriquecimiento<br />
total de las producciones folclóricas.<br />
En el proceso de adecuación regional de los cantos,<br />
se cambian los nombres propios y se alteran<br />
puntos <strong>del</strong> texto original para acomodarlo a la nueva<br />
geografía, con nombres que resultan más familiares<br />
para el usuario. Los alimentos europeos, como<br />
el vino y el pan, fueron reemplazados por el chocolate<br />
y los productos nuestros. En el romance El piojo<br />
y la pulga, un “romance de relación” muy popular<br />
en Hispanoamérica, en las versiones colombianas<br />
se introducen animales <strong>del</strong> Trópico que establecen<br />
variación sobre las especies originales:<br />
El piojo y la pulga<br />
se quieren casar<br />
pero no se casan<br />
por falta de pan<br />
En Aratoca, Santander:<br />
Contestó el sinsonte<br />
desde el matorral.<br />
En Cocorná, Antioquia:<br />
Contesta la chucha<br />
allá en el platanal.<br />
Cúcuta, N. Santander:<br />
Contesta el zamuero<br />
allá en su Zamural.<br />
En Ciénaga, Magdalena:<br />
Contesta el golero<br />
allá en las alturas.<br />
En el romance Hilito, hilito de oro, la versión recogida<br />
en la ciudad de Barranquilla incluye<br />
jocosamente la afición de fumar tabaco que tienen<br />
las mujeres.<br />
El texto de Santa Marta, Magdalena:<br />
De tanta hija que tengo<br />
—Escojo esta por bonita,<br />
que parece un capullito<br />
—Lo único que te pido<br />
lo único que le encargo,<br />
Sentada en silla de oro,<br />
escoja la que queréis<br />
por bella y por querer<br />
acabado de nacer.<br />
es que me la trate bien;<br />
que me la trate bien.<br />
tejiendo el pañal <strong>del</strong> rey.<br />
El informante de Barranquilla, la directora de<br />
escuela Sra. Carmen Rosa Altamar, de 45 años,<br />
dijo haber oído el romance de boca de su señora<br />
madre (Beutler, 1977: 237), de esta manera:<br />
Yo te encargo, escudero,<br />
que me la trates muy bien:<br />
un pastel por la mañana<br />
y un tabaco al encender.<br />
Otro ejemplo de estos cambios, en el Caribe<br />
colombiano, lo comprobamos en el romance La recién<br />
casada. Allí la viuda protagonista camina hacia<br />
la Zona Bananera, cerca de Santa Marta:<br />
—Mi marido es alto y rubio,<br />
En el puño de la espada,<br />
—Sí, señora, sí señora,<br />
lo mataron en la guerra,<br />
—Siete años lo he esperado,<br />
si no vuelve a los quatorce,<br />
y me voy para la Zona,<br />
a mirar en el espejo:<br />
tira tipo de francés.<br />
lleva el nombre de Isabel.<br />
hace años que murió;<br />
lo mató un Francisco Arón.<br />
siete más le esperaré,<br />
como viuda quedaré.<br />
a hacer compra de café,<br />
¡qué linda viuda quedé!<br />
(Versión recogida por Beutler, 1977: 389<br />
y confrontada por Posada. Trabajo de campo, 2001)<br />
Para los efectos de este trabajo, es necesario<br />
subrayar, entonces, que se descartó la búsqueda<br />
purista que pudiera pretender el encuentro de romances<br />
incontaminados.<br />
Para entender el papel de las transformaciones,<br />
como muestra de la vitalidad renovadora de los<br />
materiales, quienes trabajamos con textos orales<br />
debemos percibir la esencia en las aparentes variaciones.<br />
Descubrir, por ejemplo, que la historia,<br />
los diálogos y la estructura de la canción popular<br />
Martina, son tomados de las preguntas y respuestas<br />
<strong>del</strong> Romance de Blanca Niña, que data <strong>del</strong> siglo<br />
XVI. En los dos casos se cuenta la historia de una<br />
esposa adúltera: Blanca Niña o Martina, sorprendidas<br />
en adulterio, por el esposo. El romance dice:<br />
Ellos, en aquel estando,<br />
su marido que llegó:<br />
—¿Qué hacéis la Blanca niña,<br />
hija de padre traidor?<br />
—Señor, peino mis cabellos,<br />
péinolos con gran dolor,<br />
que me dejáis a mi sola,<br />
y a los montes os vais vos.<br />
Y la canción popular:<br />
Estaban en la contienda<br />
cuando el marido llegó:<br />
—¿Qué estás haciendo Martina<br />
que no estás en tu color?<br />
14
Todo el esquema posterior de preguntas y respuestas<br />
conserva el orden de las acciones y la forma<br />
dialogada:<br />
Dime, dime, doña María, dime, dime, mi blanca flor,<br />
¿cuyo, cuyo es ese caballo, que con el mío igualó?<br />
Tuyo, tuyo, don Alonso, tu padre te lo mandó.<br />
Dímele a mi padre,<br />
que caballo tengo yo.<br />
Que, cuando no lo tenía, ¿por qué no me lo mandó?<br />
Dime, dime, doña María, dime, dime, mi blanca flor,<br />
¿cuya, cuya es esa pistola, que con la mía igualó?<br />
Tuya, tuya, don Alonso, tu padre te la mandó.<br />
Dímele a mi padre,<br />
que pistola tengo yo.<br />
que, cuando no la tenía, ¿por qué no me la mandó?<br />
(Beutler, 1977: 363)<br />
(Aquí es Importante aclarar que estas versiones<br />
de los romances son tomadas de muestras recogidas<br />
en tierras negras <strong>del</strong> Caribe colombiano.<br />
Esto permitiría entender que el texto de la canción<br />
esté alimentado con una historia que se conservó<br />
viva en la América hispánica. Fue agregada<br />
la pistola que, por cuestión de época, no podría aparecer<br />
en el romance original).<br />
—¿De quién ese sombrero?<br />
¿De quién es ese reloj?<br />
¿De quién es ese caballo<br />
que en el corral relinchó?<br />
—Ese caballo es muy tuyo,<br />
tu papá te lo mandó<br />
pa’que fueras a la boda<br />
de tu hermana la menor.<br />
—Yo pa’qué quiero caballo<br />
si caballo tengo yo,<br />
lo que quiero es que me digas<br />
quién en mi cama durmió.<br />
—En tu cama nadie duerme<br />
cuando tú no estás aquí,<br />
si me tienes desconfianza<br />
no te separes de mí.<br />
3. ROMANCES EN LA<br />
COSTA CARIBE COLOMBIANA<br />
En la Costa Atlántica se registró la presencia repetida<br />
de los romances: Gerineldo, Gerineldo,<br />
Blancaflor-Filomena, El corderillo (Conde Lirio), El<br />
marinero y casi la totalidad de los romances religiosos.<br />
Además, La recién casada se encuentra<br />
profusamente divulgado, con variantes especiales<br />
(Beutler, 1977: 227).<br />
Codiscos, archivo Bassi<br />
Juan Piña<br />
Como punto importante para nuestro trabajo sobre<br />
la oralidad en el Caribe colombiano, la investigación<br />
de Beutler demostró que las poblaciones<br />
negras conservaron, de una mejor manera, los<br />
textos y melodías de los romances españoles. En<br />
su investigación, estas zonas corresponden a los<br />
departamentos de Nariño, Chocó y toda la Costa<br />
Atlántica (Beutler, 1977: 227- 258).<br />
Pero, más allá de estas razones históricas, los<br />
romances se siguieron usando en la Costa Atlántica,<br />
articulados a diversas tradiciones. Hasta muy<br />
entrado el siglo XX, hicieron parte de los actos rituales<br />
escolares, y sus textos “se representan en<br />
los pueblos, con ocasión de veladas o fiestas de<br />
colegio, generalmente con el objeto de recoger fondos,<br />
sirviéndose de sencillos requisitos o de primitivas<br />
decoraciones de escenarios” (Beutler,<br />
1977: 232). Para la Costa Atlántica Beutler cita una<br />
dramatización de “La recién casada”, en Barranquilla<br />
(no precisa el año), en la Escuela Anexa de<br />
la Normal de Señoritas, representada por dos niñas<br />
que se disfrazan y actúan con gestos determinados<br />
(Beutler, 1977: 232).<br />
Otra parte importante de esta huella de los romances<br />
entre las poblaciones negras, está dada<br />
por los romances religiosos, cuya influencia parecería<br />
sobrepasar la de los romances plebeyos o populares.<br />
Los romances religiosos que se cantan<br />
entre la población negra, con ocasión <strong>del</strong> “velorio”,<br />
todavía superviven entre los habitantes de Nariño,<br />
Chocó y algunas zonas de la Costa Atlántica. En<br />
las comunidades negras, los velorios intercalan<br />
15
oraciones y cánticos religiosos con entretenimientos<br />
profanos como las “historias de animales” y los<br />
cuentos <strong>del</strong> “Tigre y el Conejo” (Beutler, 1977: 239).<br />
En el Chocó, entre los temas profanos que sirven<br />
de entretenimiento durante el velorio, se cuenta<br />
el romance Gerineldo, Gerineldo, que es considerado<br />
como “cuento”. Allí un informante manifestó<br />
que: “El cuento de Gerineldo se dice en la novena”<br />
(Beutler, 1977: 239).<br />
Susana Friedmann se pregunta por qué sobreviven<br />
los romances religiosos, precisamente en<br />
comunidades negras y cuál es el vínculo musical<br />
entre estos cantos y los romances <strong>del</strong> siglo XVI.<br />
Los estudios de Carolina Poncet muestran que, en<br />
la América hispánica, las procesiones <strong>del</strong> viernes<br />
santo le impartieron una permanente actualidad<br />
a los romances mediante la representación<br />
alegórica de los personajes que figuran en ellos.<br />
También Beutler piensa que, aunque no haya textos<br />
ni documentos probatorios, en Colombia como<br />
en España, Cuba y otras antiguas colonias españolas<br />
en América, se cantaron romances de pasión<br />
en las procesiones religiosas de la semana<br />
santa.<br />
La fiesta <strong>del</strong> carnaval<br />
de Barranquilla,<br />
como las celebraciones<br />
de otros carnavales<br />
de los poblados<br />
ribereños, anteriores<br />
a ésta, incluyeron versos de la tradición popular en<br />
los diferentes rituales. José Félix Fuenmayor trae,<br />
para el caso de Barranquilla, algunos versos que se<br />
reencuentran como versos de tradición en diversos<br />
cancioneros y que se cantaban con guitarra en<br />
alguna ceremonia familiar dentro de las fiestas <strong>del</strong><br />
carnaval:<br />
Yo soy Catalino Llanos<br />
un hombre de mucha fe<br />
soy el que pinta la huella<br />
antes de poner el pie.<br />
(Fuenmayor, 1985: 18)<br />
Y menciona los versos <strong>del</strong> romance Los doce pares<br />
de Francia, utilizados como parte de una ceremonia<br />
de carnaval:<br />
Soy la puente de Mantible,<br />
y los brazos de Monroy,<br />
los siete infantes de Lara<br />
y lo que te digo soy.<br />
¡De un San Agustín la pluma,<br />
de un Carlos Quinto el poder,<br />
de un rey David la fortuna,<br />
de un Salomón el saber!<br />
(Restrepo, 1971: 26)<br />
En trabajos previos he analizado la presencia de<br />
versos en los diferentes festejos, que sirven para<br />
realzar su colorido y se nutren de la tradición hispánica,<br />
de uso colectivo en la región (Posada, 1999:<br />
187-200). Igualmente, se ha mostrado el apoyo cruzado<br />
de fiestas y versos porque los rituales festivos<br />
ayudan a la preservación<br />
de los textos de la<br />
oralidad y, a su vez, los<br />
versos son parte importante<br />
de la fuerza<br />
de las fiestas. Por esto,<br />
puede decirse que no<br />
hay fiestas sin versos<br />
y tampoco versos por<br />
fuera de las festividades<br />
(Posada, 1999).<br />
Este rápido balance sobre la presencia reelaborada<br />
de las tradiciones en verso en el Caribe<br />
colombiano, puede ser alentador. A pesar de la constancia<br />
de los rituales que se pierden, todavía podemos<br />
hablar de una poesía oral que sigue viva y presente<br />
para el grupo. El carnaval de Barranquilla,<br />
por ejemplo, ha mantenido<br />
vigentes los<br />
textos que nutren la<br />
fiesta. Aquí se conservan<br />
los versos, los cantos<br />
y las letanías que<br />
cada año reelaboran la<br />
tradición y ayudan a<br />
fortalecerla.<br />
Ilustración de Lucho Vásquez<br />
(especial para <strong>Huellas</strong>, lapiz/computador, 2004)<br />
Pero, en el punto<br />
referido a la huella de<br />
los romances, casi<br />
todo está por hacer.<br />
Existen estudios vastos<br />
y rigurosos sobre el<br />
romance español y su<br />
permanencia en Colombia,<br />
pero hace falta mostrar su presencia transformada<br />
en el mundo de hoy. Los estudios de G.<br />
Beutler se detuvieron en la riqueza de las variantes<br />
encontradas en Ciénaga, Santa Marta, Barran-<br />
16
quilla y algunas zonas <strong>del</strong> viejo departamento de<br />
Bolívar, pero será necesario confrontar muchas<br />
partes de esta colección realizada en 1962, con el<br />
estado actual de estas tradiciones.<br />
De manera que esta reflexión es una invitación<br />
a los académicos para emprender organizadamente<br />
la etapa que falta. En el sur de Colombia, en las<br />
zonas negras de la Costa Pacífica, se realizaron trabajos<br />
de campo, apoyados por el Instituto Caro y<br />
Cuervo, entre 1984 y 1986. Pero en la Costa Atlántica<br />
no se ha cumplido esta segunda etapa que dé<br />
cuenta <strong>del</strong> estado actual de las versiones, recogidas<br />
cuarenta años atrás. Los cambios sociales, económicos<br />
y políticos de esta región, en el transcurso<br />
de estas cuatro décadas, ameritan la confrontación.<br />
¿Desaparece la tradición? ¿O los viejos textos<br />
de antaño se quedan viviendo, transformados en<br />
la canción y en los versos de hoy? Ésta podría ser<br />
la conclusión que nos llega cuando escuchamos la<br />
reciente versión de un canto de carnaval, popularizada<br />
por el Checo Acosta, que tiene, hasta en la<br />
forma <strong>del</strong> lenguaje, la vieja factura de los textos<br />
<strong>del</strong> pasado:<br />
Yo vide el tigre<br />
yo no lo vi.<br />
Yo vide el tigre<br />
yo no lo vi.<br />
Ese tigre está encerrado<br />
y lo tienen que soltar.<br />
BIBLIOGRAFÍA<br />
BEUTLER, Gisela. Estudio sobre el romancero español en Colombia<br />
en su tradición escrita y oral desde la época de la conquista<br />
hasta la actualidad. Bogotá, Instituto Caro y Cuervo,<br />
1977.<br />
CARPENTIER, Alejo. La música en Cuba. México, Fondo de Cultura<br />
Económica, 1946.<br />
DÍAZ ROIG, Mercedes. El romancero y la lírica popular moderna.<br />
México. El Colegio de México, 1986.<br />
FEIJÓO, Samuel. “Influencia africana en Latinoamérica: literatura<br />
oral y escrita.” En África en América Latina. México,<br />
Siglo XXI, 1977.<br />
FABO, Pedro. Idiomas y etnografía de la región oriental de Colombia.<br />
Barcelona, José Benet, 1911.<br />
FRIEDMANN, Susana. “Proceso simbólico y transmisión musical:<br />
el romance y los cantos festivos religiosos <strong>del</strong> sur<br />
de Colombia.” En: Caravelle, N° 48. Université de<br />
Toulouse - Le Mirail, 1987.<br />
FUENMAYOR, José Félix. “Así era el carnaval de Barranquilla.”<br />
En: Intermedio, Suplemento de Diario <strong>del</strong> Caribe, Barranquilla,<br />
feb. 10, 1985.<br />
HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro. La utopía de América. Barcelona, Biblioteca<br />
Ayacucho, 1989.<br />
LINARES, María Teresa. “La materia prima de la creación<br />
musical.” En: América Latina en su música. México, Siglo<br />
XXI, 1980.<br />
MENDOZA, Vicente. El romance español y el corrido mejicano.<br />
Estudio comparativo. Méjico, UNAM, 1939.<br />
POSADA, Consuelo. Canción vallenata y tradición oral. Me<strong>del</strong>lín,<br />
<strong>Universidad</strong> de Antioquia, 1986.<br />
————. “Versos y fiestas en el Caribe colombiano.” En:<br />
Caravelle, N° 73. Toulouse, Ipealt, 1999.<br />
PONCET, Carolina. “Romances de pasión.” En: Contribución<br />
al estudio <strong>del</strong> Romancero. Separata Cultural S.A. La Habana,<br />
1930.<br />
RESTREPO, Antonio José. De la tierra colombiana. El cancionero<br />
popular. Me<strong>del</strong>lín, Bedout, 1971.<br />
17
Fenómenos artísticos discursivos<br />
en la novela La tejedora de coronas<br />
Adriana Lozano Z.*<br />
Para iniciar con el análisis de cómo funcionan las<br />
relaciones estructurales discursivas a partir de la<br />
palabra ajena 1 o lo que es lo mismo cómo y con<br />
qué intencionalidad u orientación dialógica interactúan<br />
los discursos en la novela La tejedora de<br />
coronas de Germán Espinosa, se establecerán, en<br />
un primer momento, algunas precisiones teóricometodológicas<br />
en forma general.<br />
El punto de partida para el análisis sobre la<br />
intencionalidad u orientación dialógica que asoman<br />
tras los enunciados y las formas <strong>del</strong> lenguaje<br />
en la novela La tejedora de coronas, serán las teorías<br />
de Mijaíl Bajtín, y en la parte final de este ensayo<br />
se retomarán algunas reflexiones que desarrolla<br />
Michel Foucault desde Nietzsche sobre el conocimiento.<br />
Partiendo de estos dos autores (Bajtín-<br />
Foucault), se intentará señalar posibles analogías<br />
entre las diferentes orientaciones <strong>del</strong> discurso internamente<br />
dialogizado con la manera como se llega<br />
al conocimiento sobre algo.<br />
*Licenciada en Literatura e Idiomas, <strong>Universidad</strong> Santiago<br />
de Cali; magíster en Literatura Latinoamericana y Colombiana,<br />
<strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> Valle. Docente de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>.<br />
Desde el corpus teórico batjiniano, la palabra<br />
(no en un sentido lingüístico estricto) constitutiva<br />
<strong>del</strong> lenguaje, debe percibirse en una doble orientación:<br />
palabra bivocal “que se origina ineludiblemente<br />
en las condiciones de la comunicación<br />
dialógica.” 2 Toda forma de comunicación humana,<br />
sea ésta cotidiana, oficial, literaria, científica, viene<br />
a estar determinada por las posibles relaciones<br />
dialógicas que se establecen en los enunciados<br />
de varios o de un solo sujeto desde el cual cada<br />
uno encarna posiciones ideológicas dialécticas de<br />
“confrontación-asentimiento, afirmación-complemento,<br />
pregunta - respuestas establecidas, desde<br />
luego, no entre palabras, oraciones u otro elementos<br />
de un solo enunciado, sino entre enunciados<br />
enteros.” 3<br />
Es por ello que, inevitablemente, en todo enunciado<br />
o discurso se expresan netamente relaciones<br />
dialógicas en cuanto que al interior de cada<br />
uno encontramos posiciones de sentido respecto<br />
a otro enunciado o discurso ajeno. De esta manera<br />
se logra configurar un diálogo que está siendo<br />
penetrado por “la realidad dialógica” que sólo es posible<br />
dentro <strong>del</strong> enunciado que se reconoce y a la<br />
vez reacciona frente al otro, ya sea para asentir,<br />
criticar, reflexionar o entrar en oposición. En este<br />
diálogo de voces propio de la prosa artística —nos<br />
dice Bajtín— se introduce el plurilingüismo. Al respecto,<br />
Luis Beltrán —apoyado en la concepción<br />
dialógica de la novela de Bajtín y de Voloshinov—<br />
enmarca sus reflexiones sobre el discurso narrativo<br />
(la novela) como el género en el que el escritor<br />
se apropia ya sea explicita e implícitamente<br />
<strong>del</strong> conjunto de palabras ajenas, y “la esencia <strong>del</strong><br />
discurso narrativo apunta a presentar un entramado<br />
de voces.” 4<br />
Dentro de las relaciones dialógicas existen o<br />
se manifiestan especificidades concretas en las<br />
diferentes formas discursivas, constituyéndose lo<br />
18<br />
<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />
pp. 18-26. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
Óleo de Anne Sexton<br />
(tomado de Quimera N° 137).<br />
que Bajtín denomina<br />
como fenómenos<br />
artísticos discursivos<br />
que —como<br />
se enunció desde<br />
un comienzo—<br />
asoman tras los<br />
enunciados y las<br />
formas <strong>del</strong> lenguaje,<br />
refractando la<br />
pluralidad de voces en actos comunicativos específicos.<br />
Hecha algunas aproximaciones someras sobre<br />
las relaciones dialógicas presentes en los discursos<br />
narrativos, se propone, entonces, pasar al análisis<br />
de cómo operan o se registran los fenómenos<br />
artísticos discursivos en la novela de Germán Espinosa.<br />
Se debe considerar de gran importancia<br />
abordar el estudio de los discursos o enunciados<br />
desde la perspectiva <strong>del</strong> análisis <strong>del</strong> discurso de<br />
Mijaíl Bajtín para la comprensión de la prosa literaria<br />
en tanto que ilumina y examina la pluralidad<br />
esencial de las conciencias enfrentadas como<br />
plenas construcciones ideológicas en el imago<br />
mundi (construcción de un mundo ficcional en la<br />
novela). Este estudio, que exige una lectura cuidadosa<br />
y aplicada sobre el discurso, establecido mediante<br />
relaciones dialógicas como elemento estructurante<br />
<strong>del</strong> corpus narrativo-ficcional, se aleja<br />
irremediablemente <strong>del</strong> contexto reduccionista<br />
de la lingüística y, por ende, <strong>del</strong> enfoque impersonal<br />
<strong>del</strong> material lingüístico y de criterios comunes<br />
donde se indaga el contenido de la novela como<br />
una totalidad sistemática y monológica, menospreciando<br />
la pluralidad de conciencias autónomas<br />
claramente diferenciadas.<br />
Los llamados fenómenos artísticos discursivos<br />
vienen a representar cada uno niveles y direcciones<br />
de intencionalidad que se encuentran potencialmente<br />
en la palabra bivocal —“palabra que se<br />
origina ineludiblemente en las condiciones de la<br />
comunicación dialógica” 5 confrontando ideologías<br />
contrarias y que, por tanto, en ese encuentro de<br />
voces, en definitiva, se logran expresar orientaciones<br />
posibles con<br />
respecto al enunciado.<br />
6 Estos fenómenos<br />
discursivos<br />
son: estilizaciones,<br />
parodia, diálogo, polémica<br />
y relato oral<br />
(skaz).<br />
Bajtín crea una<br />
clasificación de los discursos en donde establece<br />
tres tipologías discursivas con sus variantes correspondientes.<br />
Cada una de estas formas discursivas<br />
será trabajada en su clasificación, ejemplificando<br />
pasajes de La tejedora de coronas que se<br />
adecuan a cada una de las tipologías enumeradas.<br />
Los fenómenos artísticos discursivos son variantes<br />
discursivas que se insertan en los discursos<br />
<strong>del</strong> tercer tipo. Por supuesto que esta clasificación<br />
de los discursos que propone Bajtín y —como el<br />
propio autor lo dice— está lejos “de agotar las posibles<br />
manifestaciones de la palabra bivocal y, en<br />
general, de todas las orientaciones probables con<br />
respecto a la palabra ajena.” 7<br />
El análisis, por tanto, se realizará sobre la base<br />
de la clasificación de los tres tipos de discursos, y<br />
de manera más detenida sobre el tercer discurso,<br />
el cual viene a contener las variantes discursivas<br />
propias de los fenómenos artísticos discursivos: estilización,<br />
parodia y polémica. Se deja por fuera, entonces,<br />
dos fenómenos artísticos: el skaz y el diálogo<br />
oculto. Este último se descarta inicialmente porque<br />
puede presentar grandes analogías con la polémica,<br />
y en la mayoría de los casos citados los<br />
enunciados pueden sonar como polémica oculta o<br />
como un diálogo oculto. 8<br />
Primer discurso:<br />
DISCURSO DIRECTO E INMEDIATO<br />
[El discurso directo e inmediato es el],“Discurso<br />
orientado directamente hacia su objeto en tanto<br />
que expresión de la última instancia interpretativa<br />
<strong>del</strong> hablante.” Bajtín 9<br />
19
Este discurso, según Mijaíl Bajtín, se orienta<br />
hacia una comprensión temática que comunica o<br />
representa en forma objetiva e inmediata un referente.<br />
Aquí aparece la palabra <strong>del</strong> autor que viene<br />
a configurarse como “última instancia de sentido”.<br />
La última instancia de sentido alude a “una<br />
comprensión puramente temática”, y en el campo<br />
literario el autor de una novela sustituye o muda<br />
su voz en las voces de los personajes de la novela,<br />
de ahí que Bajtín afirme que: “la ultima instancia<br />
de sentido —la intención <strong>del</strong> autor— no se realiza<br />
en su palabra directa sino mediante las palabras<br />
ajenas, creadas y distribuidas de una manera determinada”.<br />
10<br />
Ya entrando propiamente al análisis respecto a<br />
los discursos en la novela La tejedora de coronas,<br />
encontramos a lo largo <strong>del</strong> discurso narrativo un<br />
trenzado simultáneo de dos discursos —dos estilos<br />
discursivos superpuestos— en la voz de la narradora-protagonista,<br />
Genoveva Alcocer, en donde,<br />
por una parte, se anima una conciencia de ensoñación<br />
recreada en un discurso de lirismo que cobra<br />
vuelo cuando se abandona a ensoñaciones líricas,<br />
a la intimidad de sus sueños y a la fuerza de<br />
sus premoniciones. Y, por otro lado, animado por<br />
una conciencia lógica-analítica un discurso histórico<br />
filosófico, científico, literario, imbricados<br />
todos dentro de una amplia y detallada documentación.<br />
Estas construcciones discursivas de gran<br />
movilidad temática en el relato de la narradora,<br />
permiten que la voz de Genoveva Alcocer se desplace<br />
desde un asunto interno de su conciencia<br />
(creencias, vigilias, sueños, anhelos) a otro objeto<br />
narrativo de temáticas o categorías científicas, filosóficas<br />
o históricas. El desplazamiento a un tópico<br />
temático determinado, hace que se logre identificar<br />
un enunciado directo-objetivo orientado temáticamente<br />
en tanto última instancia <strong>del</strong> sentido<br />
<strong>del</strong> autor. A través de los diecinueve capítulos<br />
que componen la novela de Germán Espinosa, se<br />
logran estructurar discursos directos e inmediatos<br />
que aluden a ricas referencias en las áreas de<br />
literatura, astronomía, teología, filosofía e historia.<br />
Sin embargo, se puede decir que los discursos<br />
directos e inmediatos llegan en algunos momentos<br />
a sobrepasar su límite de orientación puramente<br />
temática, confiriéndole otro matiz al enunciado<br />
y disminuyendo su orientación original. A su vez,<br />
se puede observar que en la medida en que disminuye<br />
respectivamente la orientación inicial de un<br />
enunciado, aparece o se manifiesta otra nueva<br />
orientación. Veamos el siguiente registro:<br />
En nuestra América Española, el colonizador había<br />
llegado a mezclarse con el aborigen, para dar<br />
nacimiento a una raza mestiza que, en el futuro,<br />
unificaría seguramente los ideales de ambas vertientes.<br />
11<br />
En la cita anterior se puede decir que el enunciado<br />
se elabora desde una orientación objetual<br />
directa (orientación temática), pero esa orientación<br />
objetual directa existe hasta donde se encuentra<br />
la palabra mestiza; a partir de ese momento el<br />
enunciado empieza a ubicarse en otro tipo de discurso.<br />
El enunciado subordinado “que, en el futuro,<br />
unificaría seguramente...” ya no se orienta hacia<br />
una comprensión meramente objetiva, sino que<br />
en el enunciado se expresa una concepción individualmente<br />
caracterizada, de una personaje que<br />
se va definiendo ideológicamente en su modo particular<br />
y crítico de ver y representar el mundo. En<br />
la voz narradora de Genoveva empieza ya a<br />
percibirse un indicio intencional de la palabra ajena,<br />
palabra en tanto que expresión de un peculiar<br />
punto de vista.<br />
En este primer tipo de discurso la palabra o<br />
enunciado posee una única orientación: palabra<br />
que se orienta hacia el objeto <strong>del</strong> discurso. Como<br />
alegato se puede decir que aunque en la novela La<br />
tejedora de coronas existen enunciados temáticos<br />
que se expresan ampliamente en la voz de Genoveva,<br />
se percibe una fuerte movilidad semántica<br />
en el interior de estos enunciados que hace que<br />
penetren otras orientaciones (con claros indicios<br />
de intencionalidad de la palabra ajena), y que, inevitablemente,<br />
se incursione en el tercer tipo de<br />
discurso que permite dilucidar los fenómenos ar-<br />
Escher<br />
20
tísticos discursivos. Al respecto de estos fenómenos<br />
Mijaíl Bajtín dice:<br />
La palabra orientada hacia su objeto entra en ese<br />
medio agitado y tenso desde el punto de vista<br />
dialógico de las palabras, de las valoraciones y<br />
de los acentos ajenos: se entrelaza en complejas<br />
relaciones, se une a algunos, rechaza a otros o se<br />
entrecruza con los demás: todo esto mo<strong>del</strong>a<br />
sustancialmente la palabra. 12<br />
La realidad de la palabra es entrar<br />
en ese intercambio plural de voces, haciéndose<br />
imprescindible, en el intercambio<br />
de diálogos, una práctica viva de<br />
comunicación entre los participantes:<br />
Un real proceso de escucha y respuesta.<br />
Un verdadero descubrimiento de la<br />
conciencia de la palabra.<br />
Segundo discurso:<br />
DISCURSO OBJETIVADO DE LOS PERSONAJES<br />
Este tipo de discurso —según Bajtín— tiene, al<br />
igual que el primero, un significado temático inmediato,<br />
y relaciona, además, tanto el punto de<br />
vista de su objeto como el personaje objeto de una<br />
orientación. Va surgiendo la palabra <strong>del</strong> personaje<br />
como palabra ajena, en tanto percibida como discurso<br />
elaborado <strong>del</strong> objeto de la intención <strong>del</strong> autor,<br />
y no desde el punto de vista de su propia orientación<br />
temática. 13 Se trata pues, en este segundo<br />
tipo de discurso, de caracterizar, por un lado, una<br />
unidad discursiva que esté orientada hacia una<br />
comprensión temática y, por otro lado, caracterizar<br />
otra unidad discursiva que permita definir rasgos<br />
tipificados <strong>del</strong> personaje, y que empiece a existir,<br />
en esta última unidad, la presencia de intencionalidad<br />
<strong>del</strong> autor para ir configurando la palabra<br />
ajena <strong>del</strong> personaje.<br />
Lo anterior significa que si se logra hallar registros<br />
de este segundo tipo de discursos en la novela<br />
de Germán Espinosa, la palabra <strong>del</strong> personaje<br />
Genoveva se construye como objeto de la intención<br />
<strong>del</strong> autor que permite ir caracterizando o<br />
tipificando al personaje, a través de la estructura<br />
discursiva y semántica <strong>del</strong> enunciado, donde se<br />
evidencian rasgos y tendencias principales al interior<br />
<strong>del</strong> discurso, y no como orientación hacia el<br />
otro (palabra ajena).<br />
Por tanto, como no es tarea ni propósito de este<br />
análisis adentrarse en la estructura discursiva y<br />
semántica <strong>del</strong> discursivo <strong>del</strong> personaje Genoveva,<br />
caracterizando lo particular de ese discurso (la palabra<br />
en sí) por considerarlo enormemente limitado,<br />
no se procederá a estudiar registros que<br />
tipifiquen este ángulo de estudio, sino más bien,<br />
como se ha expresado antes, penetrar las posibles<br />
relaciones dialógicas que se establecen con los<br />
otros discursos (la palabra ajena).<br />
Se trata, entonces, de comprender y explicar<br />
las orientaciones posibles de los enunciados<br />
en la novela La tejedora de coronas,<br />
dentro <strong>del</strong> tercer tipo específico de<br />
discurso, ya que en esta tipología discursiva<br />
está comprometida la categoría<br />
conceptual de lo dialógico. En este tercer<br />
tipo de discurso el lenguaje es, esencialmente,<br />
bivocal. En el espacio de lo<br />
dialógico —nos dice Iris M. Zavala— es<br />
donde el “yo” se comunica en una amalgama de<br />
voces que provienen de contextos sociales y orígenes<br />
diversos y —agrega— que somos “nosotros”,<br />
nunca el “yo” individual autónomo. 14<br />
Tercer discurso:<br />
DISCURSO ORIENTADO HACIA EL DISCURSO AJENO.<br />
PALABRA BIVOCAL DE UNA SOLA ORIENTACIÓN<br />
1. Estilización<br />
El relato <strong>del</strong> narrador es análogo a la estilización<br />
en tanto que sustitución estructural <strong>del</strong>a palabra<br />
<strong>del</strong> autor... 15<br />
La estilización incluida en los discursos de tercer<br />
tipo, logra fusionar dos voces (autor-personaje) hacia<br />
un mismo objeto en una suerte de “correspondencia<br />
de sentidos como puntos de vista que se<br />
encuentran reafirmándose recíprocamente”. La<br />
presencia <strong>del</strong> autor dentro de su obra —según<br />
Bajtín— es detectada ya sea en la visión de mundo,<br />
en una opinión, en una atmósfera, en una perspectiva.<br />
En La tejedora de coronas, Genoveva Alcocer expresa<br />
abiertamente, en un soliloquio largo y profundo,<br />
un discurso autorreflexivo que domina todo<br />
el relato, imprimiéndole a éste un fuerte contenido<br />
expresivo. Dentro de ese macrodiscurso <strong>del</strong> personaje-narradora,<br />
se puede decir que se desarrolla<br />
en una doble vía, constituido por dos fuerzas en<br />
pugna: por un lado, un discurso que se orienta temática<br />
y axiológicamente a la libertad de pensamiento<br />
<strong>del</strong> ser humano (simbolizado por la maso-<br />
21
nería), al saber como<br />
representación <strong>del</strong> entorno<br />
cultural francés<br />
(la Ilustración), a la experiencia<br />
<strong>del</strong> cuerpo<br />
placentero. Y por el<br />
otro, la orientación de<br />
enunciados que reaccionan<br />
entrañablemente<br />
hacia el irracional<br />
saqueo de las colonias<br />
americanas, a las<br />
fuerzas opresoras de la<br />
inquisición —discurso<br />
clerical culpabilizador<br />
de los placeres, de las<br />
fuerzas liberadoras de<br />
la vida— cuyo símbolo<br />
está representado por<br />
la bestia negra que deviene en ignorancia, oscuridad,<br />
corrupción, esclavitud. Al respecto, se citan los<br />
siguientes registros:<br />
sería mejor llevar camisola al meterme en la bañera,<br />
pues ir desnuda era un reto al Señor y un rayo<br />
podía muy bien partir en dos la casa”. (p. 9)<br />
[...] su único sueño era hacerse hombre de ciencia<br />
a cualquier costa, ambición casi imposible en esta<br />
ciudad iletrada pero jactanciosa, donde su padre<br />
había tenido que hacerse comerciante y donde la<br />
inquisición campeaba como una inmensa sombra<br />
y donde el diablo parecía retozar en cada rincón.<br />
(p. 13)<br />
El discurso que tematiza sobre asuntos relacionados<br />
con la masonería (orientado a acabar con el<br />
oscurantismo y destruir las tinieblas), la ilustración,<br />
el amor cósmico y el placer erótico, se orientan<br />
en sentido positivo. En el discurso de Genoveva<br />
se percibe “el otro discurso” —el <strong>del</strong> autor— confrontándose<br />
internamente y obligándose a una relación<br />
semántica nueva (valoración de juicios positivos).<br />
“Al penetrar en la palabra ajena (voz de<br />
Genoveva) y al alojarse en ella, el pensamiento<br />
<strong>del</strong> autor —nos dice Bajtín— no entra en conflicto<br />
con dicha palabra, sino que la sigue en su misma<br />
dirección y tan sólo la hace convencional.” 16<br />
[...] pero que paulatinamente se fue imponiendo a<br />
mi inteligencia, porque tenía la virtud, rara aún en<br />
los más avanzados sistemas filosóficos o científicos,<br />
de no dejar nada sin explicación y de suponer<br />
a la postre no sólo un absoluto equilibrio cósmico,<br />
sino un altísimo sentido<br />
de la justicia [...]<br />
pues su divulgación no<br />
traería, a estas alturas<br />
de la historia humana<br />
beneficio alguno a la<br />
sociedad, no preparada<br />
para asimilarla [...]<br />
(p. 141)<br />
Se observa que el<br />
autor le confiere a la<br />
voz de Genoveva (palabra<br />
ajena) una nueva<br />
orientación semántica<br />
en tanto que sirve<br />
a propósitos e intencionalidades<br />
distintas<br />
Cess. Tomada de Metáfora N° 11, 1997.<br />
<strong>del</strong> significado inicial<br />
directo (discurso directo e inmediato). En este discurso<br />
de estilización se destruye el contexto monológico,<br />
en la medida en que la identificación<br />
apreciativa de los dos discursos (el discurso <strong>del</strong><br />
autor y el de Genoveva) aporta un sentido radicalmente<br />
opuesto a la mayoría de discursos que proliferan<br />
en la novela en forma de discurso referido,<br />
lo que significa que es a través de Genoveva que<br />
el autor presenta los registros enunciativos de los<br />
demás personajes.<br />
En este discurso (de una sola orientación) no<br />
aparecen voces opositoras y, por tanto, todo enunciado<br />
con orientaciones opuestas queda reducido<br />
al silencio. Pero en principio, empieza a percibirse<br />
“una mirada de reojo lanzada hacia el otro.”<br />
2. Parodia.<br />
Palabra bivocal de orientación múltiple<br />
En ambos fenómenos artísticos discursivos (estilización<br />
y parodia), empieza a desenmascararse la<br />
voz hegemónica —y a recobrarse otras voces desde<br />
lugares ideológicos diferentes. Indudablemente,<br />
hay en el fondo de estos dos fenómenos artísticos<br />
entrecruzamientos de conciencias —o dicho<br />
de otro modo— huellas verbales de voces opositoras,<br />
relaciones dialógicas que orientan los enunciados<br />
hacia dos núcleos: hacia el destinatario —<br />
oyente o receptor— y hacia el tema <strong>del</strong> enunciado<br />
subvirtiendo la solemnidad <strong>del</strong> discurso monológico<br />
(unidireccional).<br />
En el discurso parodiado, Germán Espinosa habla<br />
a través de Genoveva, pero a diferencia <strong>del</strong> dis-<br />
22
curso estilizado, se introduce, en forma más evidente,<br />
una orientación dialógica interna hacia el<br />
otro. Según Bajtín, en el discurso de la parodia no<br />
existe lo que se podría llamar réplica profunda de<br />
la palabra ajena. No hay dialogismo intenso, por lo<br />
que se evidencia, en esa confrontación de dos voces,<br />
una subestimación de la orientación hacia la<br />
palabra ajena. Sin embargo, como se sabe, prima<br />
“una orientación de sentido opuesto a la orientación<br />
ajena. Presupone, entonces, lo anterior la<br />
existencia de puntos de vista y valoraciones que<br />
se contraponen con hostilidad.<br />
En la novela La tejedora de coronas son muchos<br />
los pasajes donde existe una orientación paródica<br />
hacia ideologías contrarias, representadas la mayoría<br />
de veces por el discurso monológico clerical de<br />
la santa inquisición. Encontramos, frecuentemente,<br />
en la voz de Genoveva, un tono burlesco cuando<br />
sugiere ver a personajes como fray Juan Félix<br />
de Villegas, fray Miguel Echarry, fray Tomás de la<br />
Anunciación, Julio César de Ayala y todo posible interlocutor<br />
ausente o presente que aparece bajo la<br />
nominación genérica de inquisidores. Estos personajes,<br />
que entronizan la palabra ajena como palabra<br />
sancionadora, punitiva, son mostrados en una<br />
especie de escenario de comedia, tipificando sus<br />
rasgos y actitudes con tintes grotescos y revelando<br />
sus intereses en decadencia.<br />
[...] así que déjese de preguntar más pachotadas,<br />
ya sé que la anónima denunciante, a quien bien<br />
me conozco, informó que mi casa atraía los rayos<br />
y centellas <strong>del</strong> cielo, y que ustedes han encontrado<br />
allí, sobre el tejado, un artefacto diabólico [...]<br />
pero no diré más, métanse ese artilugio de<br />
satanklin por sus fondillos sacrosantos, si eso les<br />
complace, y sanseacabó [...] (p. 560)<br />
El discurso de Genoveva al momento de tipificar<br />
los rasgos de los representantes de toda la cáfila<br />
de la inquisición, cuya conciencia está invadida<br />
de los dictámenes de la ideología religiosa cristiana,<br />
llega también a desenmascarar lo absurdo y<br />
anacrónico de sus acciones a través de diferentes<br />
tipos de acentos: mofa, risa, ironía e indignación.<br />
¿Cómo se construyen en últimas esos personajes<br />
a los que Genoveva dirige su discurso parodiado?<br />
Se puede decir que las voces de estos<br />
interlocutores aparecen subordinadas al discurso<br />
de Genoveva. El discurso <strong>del</strong> destinatario de la santa<br />
inquisición es subsumido paródicamente por el<br />
discurso <strong>del</strong> personaje central. En ese sentido, la<br />
construcción de personajes como fray Félix, se<br />
posiciona dentro de la trama novelada como personajes<br />
de cierta intrascendencia, en tanto que<br />
siempre estarán colocados en un segundo plano<br />
(juicios valorativos negativos) con respecto a la mirada<br />
y a la voz de Genoveva.<br />
Genoveva señala su miseria moral, sometiendo<br />
a estos personajes a un proceso de acercamiento<br />
y alejamiento simultáneo. Acercamiento en tanto<br />
que se logra observar su lucha interior, las vivencias<br />
que tratan de ocultar al exterior y alejamiento,<br />
porque se sirve de este fenómeno para degradar<br />
a los personajes, para exponer sus íntimas<br />
miserias salpicadas de ironía, deploración y risa.<br />
3. Polémica interna oculta<br />
En la polémica oculta, la palabra <strong>del</strong> autor está<br />
orientada hacia su objeto, como cualquier otra palabra,<br />
pero cada aserción acerca de su objeto se<br />
estructura de la manera que permite, aparte de su<br />
significado temático, acometer polémicamente en<br />
contra de la palabra ajena con un mismo tema, en<br />
contra de una aserción ajena acerca de un mismo<br />
objeto. 17<br />
En el estilo novelesco que Germán Espinosa propone<br />
en La tejedora de coronas, la orientación de<br />
enunciados se reviste de la palabra polemizada. A<br />
partir <strong>del</strong> encuentro de voces —el yo y el otro— se<br />
confrontan ideologías contrarias. Como ya se ha<br />
explicado —al interior <strong>del</strong> discurso parodiado— la<br />
voz ajena o, lo que es lo mismo, la voz contraria o<br />
la contrapalabra que deviene <strong>del</strong> santo oficio es<br />
rechazada por la voz de Genoveva, quien se procura<br />
una visión más libre de dos temas prohibitorios<br />
<strong>del</strong> santo oficio: la sexualidad y el conocimiento.<br />
A lo largo de toda la obra se pueden <strong>del</strong>imitar<br />
estos dos referentes temáticos: la sexualidad y el<br />
conocimiento. Y es, precisamente, a partir de estas<br />
dos orientaciones temáticas que Genoveva<br />
inicia sus reflexiones y cuestionamientos, entrando<br />
en diálogo crítico con la ideología <strong>del</strong> santo oficio<br />
que representa la esclavitud física y mental de<br />
los pueblos y, en particular, <strong>del</strong> pueblo cartagenero,<br />
que está sumido en una sarta de superchería y<br />
presagios extravagantes con afectaciones<br />
santurronas.<br />
Genoveva se introduce en el mundo de la ciencia;<br />
las barreras América-Europa se rompen y entran<br />
en diálogo, inicialmente con subordinación<br />
23
de lo “indiano” frente a lo “europeo”.<br />
En este diálogo de culturas,<br />
Genoveva va construyendo<br />
una conciencia crítica con respecto<br />
a otros discursos. Discursos<br />
que hablan desde ideologías<br />
antagónicas: el santo tribunal<br />
<strong>del</strong> santo oficio de la inquisición<br />
de Cartagena.<br />
En el macrodiscurso autobiográfico<br />
de Genoveva Alcocer, la<br />
manera como se desarrolla el<br />
diálogo con los representantes<br />
<strong>del</strong> santo oficio se da a través<br />
de la polémica interna. Genoveva se enfrenta con<br />
la palabra ajena <strong>del</strong> clero a través de un discurso<br />
en el que predomina el pensamiento de la ilustración.<br />
personaje narrador central, de<br />
tal manera que el fenómeno comunicativo<br />
se escucha, en la<br />
hilvanación de su relato y desde<br />
una celda condenada a muerte<br />
por el santo tribunal, como forma<br />
dialógica de polémica interna.<br />
[...] pero a ti, Bernabé te debo la<br />
verdad, y es que en mi logia de la<br />
plaza de los jagüeyes jamás se invocó<br />
a Satanás, ni cabalgamos,<br />
como creen el fiscal fray Juan Félix<br />
de Villegas y el torturado don Julio<br />
César de Ayala, sobre diablitos<br />
encarnados en cerdos, sino que tratamos de difundir<br />
la luz de la ilustración, la luz que la gran<br />
logia me ha ordenado irradiar sobre América [...]<br />
(p. 481)<br />
Tomada de Nueva Metáfora N° 1, 1999.<br />
El discurso autobiográfico de Genoveva Alcocer<br />
(una anciana cartagenera que comparece ante el<br />
tribunal <strong>del</strong> santo oficio de la inquisición de<br />
Cartagena acusada de brujería), se estructura<br />
como forma discursiva confesional: en la confesión<br />
se configuran dos conciencias que se superponen:<br />
la <strong>del</strong> yo y el ideal represivo. Se puede decir<br />
que, si bien en el discurso confesionario se busca<br />
que el condenado se autocondene reproduciendo<br />
en sus enunciados la imagen que de sí mismo se<br />
le ha ofrecido, aceptando la expiación o castigo que<br />
se le ha impuesto, como condición para su supuesta<br />
redención, en el caso de Genoveva se subvierte<br />
en su totalidad la orientación inicial de la forma<br />
canónica <strong>del</strong> discurso confesional. Por tanto, la<br />
confesión de Genoveva está muy lejos de darle la<br />
razón a ese yo ideal represivo encarnado en el sujeto<br />
represor (inquisidor).<br />
El discurso de Genoveva está lleno de réplicas<br />
desautorizantes contra ese destinatario genérico<br />
de la santa inquisición que entroniza un poder criminal<br />
y excluyente. La voz de Genoveva reacciona<br />
entrañablemente hacia las otras voces o palabras<br />
ajenas, de forma que contesta atacándolas directamente.<br />
Esta voz de Genoveva surge cuando el<br />
destinatario de su discurso regenta el discurso<br />
monológico de la iglesia.<br />
Pero también, al interior <strong>del</strong> discurso de<br />
Genoveva, se formula la valoración de su persona<br />
por los otros. Genoveva interrumpe sus palabras<br />
con las replicas ajenas imaginadas. Todas las voces<br />
opositoras aparecen subordinadas a la voz <strong>del</strong><br />
LENGUAJE-PENSAMIENTO<br />
Quiza Foucault en la lectura que hace de Nietzsche<br />
sobre el conocimiento (en La verdad y las formas<br />
jurídicas sobre el conocimiento), ayude a Iluminar<br />
la relación entre discurso y conocimiento. Se sabe<br />
que el corpus bajtinano se inscribe dentro de la<br />
relación de enunciado y sociedad. Enunciado en<br />
tanto características discursivas propias de un<br />
sujeto (en la narrativa esos sujetos enunciadores<br />
son los personajes). En una cita que da a conocer<br />
Foucault de Nietzsche, el filósofo alemán dice: “Sólo<br />
comprendemos porque hay como fondo <strong>del</strong> comprender<br />
el juego y la lucha de tres instintos o pasiones:<br />
reír, deplorar y detestar”. 18 Se impone, entonces la<br />
tarea de dialogar a partir de la cita anterior desde<br />
dos presupuestos teóricos: Bajtín-Nietzsche.<br />
Regresando a La tejedora de coronas, la protagonista<br />
Genoveva es un personaje de ficción cuyas<br />
motivaciones profundas son el saber y la constitución<br />
de un mundo mejor.<br />
Ciprano [...] no pensó ni por un instante que iba a<br />
dejar sola en el mundo a una hermana que debería<br />
enfrentar la vida sin otras armas que un vago<br />
ideal altruista o intelectualista inculcado por Federico<br />
[...] (p. 331)<br />
[...] Quizá los más capaces de amar seamos los<br />
más débiles, pero yo al cabo de tanto tiempo, he<br />
desistido de juzgarme débil, porque al fin y al cabo<br />
trascendí mi condición de huérfana solitaria y me<br />
jugué la vida junto a los mejores <strong>del</strong> mundo, creo<br />
24
que nadie podrá reprocharme una sola deslealtad,<br />
pues por amor a mis principios estoy ahora donde<br />
estoy, que no es propiamente en el seno de<br />
Abrahán. (p. 160)<br />
Genoveva propende —desde temprana edad—<br />
por una relación dialógica con el conocimiento. La<br />
forma como se realiza ese intercambio de saberes<br />
y ese acercamiento hacia nuevas maneras de ver<br />
y representar el mundo la obligan a renunciar y a<br />
revaluar valores canónicos, discursos legitimadores<br />
(se burla de ellos, los agrede, los parodia)<br />
no sólo desde el campo religioso sino, incluso, desde<br />
el discurso de la ciencia (la ciencias positivas).<br />
[...] pues según él el universo guardaba muchos<br />
secretos que la sola razón humana no podría tan<br />
fácilmente esclarecer, y para cuyo futuro discernimiento<br />
sería necesaria otra guerra entre la Razón<br />
y la Intuición, es decir, entre la ciencia y la filosofía<br />
[...] ante lo cual decidí preguntarle si, en las<br />
presentes circunstancias, a comienzos <strong>del</strong> siglo<br />
XVIII, así fuera transitoriamente, el partido de la<br />
Diosa Razón, y respondió que sólo en una forma<br />
exterior y convencional, pues en lo más íntimo de<br />
su ser, el hombre de pensamiento debería siempre<br />
preservar su independencia de las corrientes<br />
de la hora y remitirse muy exclusivamente a sus<br />
impulsos profundos, o sea, a su ética individual,<br />
única que podía salvarlo y abrirle los caminos de<br />
un fidedigno conocimiento [...] p. 303<br />
Es precisamente en el acto dialógico que el personaje<br />
Genoveva se abre a nuevos saberes, de ahí<br />
que se pueda decir, en palabras de Iris M. Zavala,<br />
que la “dialogía es una forma cognoscitiva<br />
integradora que interroga las verdades únicas, la<br />
violencia, las totalizaciones, los autoritarismos. No<br />
rompen simplemente con las interpretaciones tradicionales<br />
y canónicas sino que las alteran totalmente.”<br />
Por tanto, el conocimiento deviene<br />
como resultado de la lucha y <strong>del</strong> combate<br />
visceral y racional. La palabra de Genoveva<br />
es palabra hostil sin concesiones de ninguna<br />
clase, aun a sabiendas <strong>del</strong> peligro de<br />
muerte que corre regresando, después de<br />
muchos años a su tierra natal: Cartagena.<br />
Para Nietzsche es, precisamente, en las relaciones<br />
de lucha y de poder —resultado <strong>del</strong> juego de<br />
estos tres instintos y pasiones: reír, deplorar y detestar—<br />
que se asegura acercarse y aprehender la<br />
verdad. No puede, nos dice el filósofo alemán, haber<br />
conocimiento si con respecto a ese objeto que<br />
se desea comprender y aprehender no hay distanciamiento.<br />
Significa lo anterior que debe haber<br />
una voluntad de alejamiento de la persona que permita<br />
destruir toda relación, de acercamiento, de<br />
adecuación y de aprobación per se. “El conocimento<br />
sólo puede ser una violación de las cosas a conocer<br />
y no percepción, reconocimiento, identificación<br />
de o con ellas.” 19<br />
El estudio que realiza Bajtín sobre las relaciones<br />
dialógicas <strong>del</strong> discurso narrativo entra en oposición<br />
con el lenguaje monológico, que a su vez,<br />
se menoscaba por las voces y acentos polifónicos<br />
que surgen en el relato a través de las importantes<br />
orientaciones que toma la palabra ajena: la ironía,<br />
la parodia y la polémica. Estas orientaciones<br />
de la palabra en el discurso literario revelan —al<br />
interior <strong>del</strong> acto comunicativo— un sistema de<br />
evaluaciones en lo social que nutre el pensamiento<br />
y la palabra de los personajes, en tanto pensamiento<br />
y palabra se orientan desmitificados y<br />
contestatariamente hacia el lenguaje canónico.<br />
Obviamente, esta clase de personajes llegan a estar<br />
bien distantes de la manipulación grosera de<br />
un horizonte monológico y unitario. Se comprende<br />
entonces, que las orientaciones señaladas de<br />
la palabra ajena, tienen una fundamental importancia<br />
en tanto discursos que polemizan, ironizan<br />
y parodian las valoraciones y los puntos de vista<br />
de las otras palabras ajenas. En conclusión, estas<br />
orientaciones ponen de manifiesto una lucha o encuentro<br />
hostil de voces.<br />
En el discurso autobiográfico de Genoveva, su<br />
voz acerca de la cultura, acerca de las instituciones<br />
religiosas, acerca, incluso de sí misma, es,<br />
profundamente, dialógica. El discurso esotérico, el<br />
de las ciencias ocultas, el de la ciencia, la literatura,<br />
la historia, la astronomía, el saber <strong>del</strong> pueblo,<br />
articulados todos en la voz de Genoveva, se<br />
reestructuran en una tensa orientación polémica<br />
librada por la protagonista, revelando<br />
un tono de voz indignado, despectivo y obstinadamente<br />
desafiante. Genoveva Alcocer<br />
realiza su proceso de conocimiento distanciándose<br />
enérgicamente <strong>del</strong> discurso oficial<br />
y cuestionando con tonos de burla (risa),<br />
paródicos (deplora) y polémicos (detesta) la autoridad<br />
eclesial.<br />
Queda todavía mucha reflexión para comprender<br />
la relación analógica —si la hubiese— entre<br />
el discurso dialógico narrativo y el conocimiento<br />
desde las concepciones (Bajtín, Nietzsche); de to-<br />
25
das formas, parece necesario seguir estableciendo<br />
ciertas analogías entre el discurso dialógico que<br />
Bajtín estudia, con el conocimiento a que se llega<br />
a partir <strong>del</strong> juego entre reír, deplorar y detestar propuesto<br />
en el corpus nietzschiano.<br />
Finalmente, parece evidente, dentro de la línea<br />
de pensamiento apenas si esbozada en la parte final<br />
de este ensayo, que el acto comunicativo responde<br />
a una búsqueda responsable con la Verdad,<br />
una “búsqueda responsable de conocimiento, entendida<br />
como responsabilidad ética de la praxis colectiva.”<br />
Llegado a este punto, se puede decir que todavía<br />
queda mucho ejercicio de semiosis fina y atenta<br />
para continuar dilucidando posibles relaciones<br />
analógicas entre el discurso dialógico y la formas<br />
de cómo se llega a construir saber.<br />
NOTAS<br />
1<br />
Se puede decir que la palabra ajena en Bajtín es una<br />
noción dinámica, en la cual se establecen relaciones entre<br />
enunciados; es decir, todo enunciado implica la posibilidad<br />
de ser contestado desde algún lugar ideológico. Todo<br />
enunciado, en últimas, se encuentra en una situación<br />
comunicativa específica con otros enunciados ajenos o palabras<br />
ajenas, donde, a partir de ese fluir comunicativo<br />
que se genera, la palabra entra en relación con la ajena, ya<br />
sea para asentir, reformular, falsear o refractarse. De ahí<br />
que podamos decir que la palabra al estar en interrelación<br />
con otras palabras ajenas, siempre tendrá en cuenta las<br />
posibles apreciaciones y orientaciones de los enunciados<br />
ajenos. En palabras de Iris M. Zavala, la palabra ajena está<br />
llena de ecos de los enunciados de otros.<br />
2<br />
Sobre las relaciones dialógicas (escritas o habladas,)<br />
Bajtin expresa que pueden existir relaciones dialógicas no<br />
sólo entre enunciados ajenos, sino también al interior de<br />
un solo enunciado. (Un enunciado puede estar constituido<br />
en su estructura interna por varias voces. Remítase al análisis<br />
que hace Bajtin en varios de los discursos de los personajes<br />
de Dostoievski. En: Problemas de la poética de<br />
Dostoievski. Fondo de Cultura Económica: Bogotá, 1993.<br />
3<br />
Bajtin, Mijail M. Problemas de la poética de Dostoievski.<br />
Bogotá: Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 263.<br />
4<br />
Según Luis Beltrán Almería (Palabras transparentes,<br />
1992) el análisis de los enunciados en la novela debe orientarse<br />
en la misma perspectiva teórica de los trabajos desarrollados<br />
por Mijail Bajtin y Voloshinov, ya que aportan<br />
sólidas reflexiones sobre el lenguaje, propugnando por una<br />
verdadera interpretación dialéctica de los enunciados como<br />
prácticas efectivas de interacción social que dista enormemente<br />
de la concepción estructuralista actual de la novela.<br />
5<br />
Bajtin, op. cit. p. 258.<br />
6<br />
Para Bajtin existe, al interior de todo enunciado o<br />
discurso, una confrontación entre la palabra propia y la<br />
palabra ajena. Sin embargo, intentar diferenciar con suficiente<br />
claridad conceptos como el de discurso y enunciado<br />
en Bajtín es casi imposible. Cito a Bajtín: “Las relaciones<br />
lógicas y temático-semánticas, para ser dialógicas, [...] han<br />
de formar parte de otra esfera <strong>del</strong> ser, llegar a ser discurso,<br />
esto es enunciado.” Para Foulcault, la distinción entre discurso<br />
y enunciado queda bien establecida: el discurso como<br />
totalidad de sentido lo constituyen enunciados, que vienen<br />
a configurarse como eslabón-unidad en la cadena<br />
discursiva.<br />
7<br />
Cfr. op. cit. p. 277.<br />
8<br />
Según Luis Beltrán, siendo de gran importancia el<br />
diálogo en el discurso narrativo, como unidad compositiva,<br />
no ha merecido especial atención entre los estudios realizados<br />
en estas disciplinas.<br />
9<br />
Bajtin, op. cit. p. 262.<br />
10<br />
Ídem.<br />
11<br />
Espinosa, Germán. La tejedora de coronas. Bogotá: Alfaguara,<br />
1982, p. 308.<br />
12<br />
Bajtin, Mijail M. Teoría y estética de la novela. Trad.<br />
Helena Kriukova y Vicente Cazcarra. Madrid: Taurus, 1989,<br />
p. 94.<br />
13<br />
Bajtin. Problemas de la poética de Dostoievski, p. 261.<br />
14<br />
Zavala, Iris M. La posmodernidad y Mijail Bajtin. Una<br />
poética dialógica. España: Espasa-Calpe, 1991, p. 58.<br />
15<br />
Ibíd., p. 265.<br />
16<br />
Para Bajtin la palabra se hace convencional cuando<br />
sirve a otros propósitos <strong>del</strong> significado inicial directo<br />
(univocal), confiriéndole a la palabra inicial una nueva orientación<br />
semántica. La palabra convencional es bivocal en<br />
tanto que en la palabra aparecen dos orientaciones de sentido:<br />
hacia el discurso temático y hacia la palabra ajena.<br />
17<br />
Ibíd., p. 273.<br />
18<br />
Foucault, Michel. La verdad y las formas jurídicas. Barcelona:<br />
Gedisa, 1991, p. 26.<br />
19<br />
Ibíd., p. 24.<br />
26
La desaparición de Isla Verde<br />
UN DESASTRE ECOLÓGICO DEL SIGLO XX<br />
EN EL CARIBE COLOMBIANO<br />
Helkin Alberto Núñez Cabarcas*<br />
La protección de la bahía está en los depósitos de<br />
sedimentos entre Sabanilla e Isla Verde, los cuales<br />
pueden ser considerados como un rompeolas<br />
hecho por la naturaleza con taludes de muy suave<br />
inclinación y que se apoya en la costa con una<br />
base de más de cinco kilómetros<br />
entre Sabanilla y Punta<br />
Nisperal. J. Berger.<br />
Dentro <strong>del</strong> proceso degenerativo<br />
al que se ve sometido constantemente<br />
nuestro entorno natural<br />
y geográfico, debido a las modificaciones<br />
que efectúa el individuo<br />
en su interacción con la<br />
naturaleza, existen algunas circunstancias<br />
que justifican las<br />
diversas transformaciones que<br />
el ecosistema ha soportado por<br />
la acción <strong>del</strong> mismo hombre.<br />
Uno de los episodios más fehacientes<br />
relacionado con dichas<br />
modificaciones en Colombia,<br />
que tuvo como marco una<br />
parte de nuestra Costa Caribe,<br />
entre 1945-1960, fue la desaparición<br />
paulatina de una porción<br />
o faja de tierra que, en forma de tajamar natural, se<br />
encontraba localizada en la denominada bahía de<br />
Sabanilla, muy próxima a Barranquilla, capital <strong>del</strong><br />
departamento <strong>del</strong> Atlántico.<br />
*Nacido en Puerto Colombia, 1964. Licenciado en Educación<br />
con énfasis en Ciencias Sociales y Económicas, y<br />
Técnico en conservación preventiva de documentos, actualmente<br />
es funcionario <strong>del</strong> Archivo Histórico <strong>del</strong> Atlántico.<br />
Isla Verde en la bahía de Sabanilla.<br />
La condición natural que ofrecían estas costas<br />
de aluviones, ayudó a fortalecer el calado y buen<br />
funcionamiento de un puerto marítimo que tenía<br />
como escenario el legendario muelle de Puerto Colombia,<br />
a través <strong>del</strong> cual, a partir de 1888, el mundo<br />
logró entrar a este país<br />
sin ninguna restricción,<br />
siendo puerto obligado de<br />
grandes transacciones comerciales<br />
y marítimas.<br />
¿QUÉ ERA ISLA VERDE?<br />
Isla Verde era un brazo peninsular<br />
que protegió por<br />
muchos años la bahía de<br />
Sabanilla, cuyas orillas<br />
costeras localizadas entre<br />
Salgar y Puerto Colombia<br />
eran las más plácidas y<br />
tranquilas de la Costa <strong>Norte</strong><br />
colombiana. Esta faja<br />
costera era reforzada periódicamente<br />
por las continuas<br />
corrientes marinas<br />
que depositaban gran parte<br />
de la sedimentación <strong>del</strong><br />
río Magdalena, pero por trabajos<br />
ejecutados a mediados de 1923 en a<strong>del</strong>anto<br />
de los intentos de apertura de Bocas de Ceniza, se<br />
recomendó para su habilitación la ejecución de<br />
unos tajamares a lado y lado <strong>del</strong> cauce <strong>del</strong> importante<br />
río. De esta manera, la isla fue desapareciendo<br />
lentamente <strong>del</strong> litoral Caribe. Su desintegración<br />
definitiva fue precipitada por perforaciones<br />
petrolíferas realizadas entre los años 1947-48.<br />
<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />
pp. 27-33. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537<br />
27
Esta parte occidental déltica <strong>del</strong> río Magdalena<br />
tenía una serie de brazos y bocas que servían de<br />
comunicación obligada, por ser éstos unos canales<br />
o brazos muy caudalosos en diversas épocas <strong>del</strong> año.<br />
Se destacaban los brazos de la Culebra y Mayor <strong>del</strong><br />
Río, y bocas tales como Grande (1780), de Ceniza<br />
(1827), y de Salan (1870). El canal de mayor importancia<br />
era el de la Piña, que en época de creciente<br />
navegabilidad era esencial para el río y la ciudad<br />
de Barranquilla. Este canal fue tan importante que<br />
se consolidó una empresa para su administración<br />
denominada “Compañía <strong>del</strong> Canal de la Piña”. 1<br />
GÉNESIS, FORMACIÓN Y ESTRUCTURA<br />
Con el transcurrir de los años y dada la enorme<br />
cantidad de sedimento que acarreaba periódicamente<br />
el río Magdalena, una vez depositado en el<br />
mar, este detritus era conducido a todo lo largo <strong>del</strong><br />
litoral por acción de las corrientes marinas y la<br />
ayuda de los vientos de N-NE, durante algunos períodos<br />
<strong>del</strong> año.<br />
Esta condición ayudó mucho a la acumulación<br />
periódica de tales sedimentos, que se consolidaron<br />
con la ayuda de troncos y ramas de árboles<br />
desprendidos de las márgenes <strong>del</strong> río. Esto dio origen<br />
a la formación de fajas angostas que, unidas<br />
entre sí, en forma sucesiva contribuyeron a la aparición<br />
de Isla Verde y otras estrechas lenguas de<br />
tierra en la parte occidental de Bocas de Ceniza.<br />
Arr.: Plano <strong>del</strong> canal de la Piña.<br />
Ab.: Sedimentación en la bahía de Puerto Colombia.<br />
Esta faja de tierra denominada Isla Verde, estaba<br />
acompañada de varias porciones de tierra<br />
anexas y comunicadas entre sí por una serie de<br />
canales y bancos areniscos, los cuales sirvieron<br />
por muchos lustros como medios de comunicación<br />
con el río Magdalena. Entre éstas encontramos Isla<br />
Sabanilla, Punta Belillo, Isla <strong>del</strong> Medio e Isla Carpintero;<br />
estas formaciones aluviales conformarían<br />
con el transcurrir <strong>del</strong> tiempo un rompeolas natural<br />
que serviría más tarde para mantener un calado<br />
estable en el puerto marítimo de Puerto Colombia,<br />
localizado en la bahía de Sabanilla, y habilitar también<br />
una de las mejores playas de este litoral.<br />
Los indicios cartográficos de la zona descrita anteriormente,<br />
fueron consignados en los primeros<br />
estudios de levantamiento que aparecieron a mediados<br />
de 1595 en el mapa elaborado por Cornelius<br />
Wyttlet, donde identifica la zona en formación con<br />
el nombre de Ys d’Arenas. Este mapa fue trazado<br />
sin líneas de rumbo ni rosa de los vientos, por tratarse<br />
de una carta terrestre.<br />
Para el año de 1633, el cartógrafo oficial holandés<br />
Hessel Gerritsz demarca en su muestra cartográfica<br />
una isla dentro de la desembocadura <strong>del</strong><br />
río Magdalena, y la registra con el nombre de Verde.<br />
También ratifica las Ys d’Arenas. Caso contrario<br />
ocurrió en el año de 1701 con Herman Moll,<br />
cartógrafo británico que hizo por primera vez una<br />
impresión en Londres, e identificó esta zona con<br />
el nombre de I. Verte.<br />
En 1787, Juan López en su mapa de la provincia<br />
de Cartagena, muestra que el río desaguaba<br />
en cuatro bocas, evidenciando que la formación<br />
28
déltica se definía y establecía con características<br />
de asentamiento de tierras de aluviones.<br />
En la Carta de Humbolt 2 se aprecia la formación<br />
déltica y también el cegamiento de algunos<br />
canales de comunicación, lo que comprueba que<br />
las aguas <strong>del</strong> río Magdalena van al mar por dos<br />
canales, divididos por la Isla de los Gómez.<br />
Finalmente, en el año de 1811 el sabio Francisco<br />
José de Caldas, capitán de ingenieros cosmógrafos<br />
<strong>del</strong> Estado y director <strong>del</strong> Observatorio Astronómico<br />
de Santafé de Bogotá, elabora un mapa<br />
sobre la región déltica <strong>del</strong> río Magdalena y ratifica<br />
Isla Verde con sus anexidades.<br />
Con la presencia, el 17 de enero de 1824, en la<br />
bahía de Sabanilla <strong>del</strong> derrotero “Fi<strong>del</strong>idad”, se logra<br />
registrar su desplazamiento sobre las barras<br />
de la desembocadura <strong>del</strong> río Magdalena. Se levantó<br />
un mapa que muestra algunas islas en formación<br />
y parte <strong>del</strong> litoral. Es importante resaltar las<br />
anotaciones hechas ahí relacionadas con Isla Verde,<br />
destacando que en su parte sudoeste existe un<br />
buen anclaje de siete brazas de agua llamado Puerto<br />
Bella Isla, y además se afirma que hay pescados<br />
y ostras en abundancia; todo esta parte en el mapa<br />
está identificada como banco de ostras. 3<br />
Por último, el ingeniero civil John May levanta<br />
un plano particular <strong>del</strong> canal de la Piña, que es<br />
copiado en Bogotá por Manuel Peña en 1853; allí<br />
se representa el área de la desembocadura <strong>del</strong> río<br />
Magdalena, las diversas ciénagas, pantanos, brazos,<br />
islas, zona de manglares, y los centros poblados<br />
de Sabanilla, Barranquilla, La Playa y<br />
Camacho. 4<br />
Es aquí, en este entorno, donde se intenta habilitar<br />
un puerto alterno, denominado de Belillo,<br />
en el que los mismos efectos de las corrientes<br />
marinas levantan los primeros tramos de una línea<br />
férrea que comunicaba con tierra firme, justificando<br />
el argumento de Cisneros en cuanto a<br />
que el puerto en dicha zona no reunía las condiciones<br />
de perpetuidad para su explotación.<br />
De ahí sigue un capítulo muy interesante referenciado<br />
en cumplirle al gobierno nacional, ya que<br />
desde la convención constituyente <strong>del</strong> Estado Soberano<br />
de Bolívar, con su ley 4 de mayo de 1865,<br />
nadie aseguraba un ferrocarril y mucho menos líneas<br />
férrea con muelle y puerto marítimo. El resto<br />
es de Cisneros.<br />
Mapa de Tomás Cipriano de Mosquera<br />
TENENCIA DE LA TIERRA<br />
Esta parte de la ribera occidental formaba “unos<br />
grandes playones que con el tiempo fueron identificados<br />
con el nombre de Villalón y San Nicolás, y<br />
eran bañados por las aguas <strong>del</strong> río y abonados en<br />
grande escala por crecientes periódicas, se habían<br />
llenado de abundantísimos pastos naturales”. 5 Estas<br />
partes de tierras fueron adjudicadas por el rey<br />
de España para el uso común <strong>del</strong> vecindario y para<br />
el pasto y abrevadero <strong>del</strong> ganado, por intervención<br />
de don Juan Bautista Barimonde y Taboada. 6<br />
El primer propietario <strong>del</strong> que se tiene noticia,<br />
fue don Lorenzo Téllez, quien era residente de la<br />
ciudad y vecino <strong>del</strong> sitio de San Nicolás de las Barranquilla.<br />
7 El terreno adjudicado a este señor comprendía<br />
aproximadamente dos leguas de longitud,<br />
y de latitud aproximada de 16 a 20 varas.<br />
Para esta época, tales islas eran manglares<br />
anegadizos con una grande ciénaga o laguna. 8 Este<br />
señor, en su petición entregada en Cartagena el<br />
día 16 de febrero de 1744, 9 aseguraba al auditor<br />
pagarle a su majestad la cuota requerida, ya que<br />
estas tierras eran las óptimas para el pastoreo de<br />
su ganado. 10 Años más tarde, esta posesión llega a<br />
manos de la señora Ana Güell de Núñez, y en el<br />
año de 1886 pasa a poder de su esposo el señor<br />
Joaquín Núñez García. 11<br />
Ya para la primera década <strong>del</strong> siglo XX, se logra<br />
establecer la Estación Sanitaria <strong>del</strong> Puerto Marítimo<br />
de Puerto Colombia sobre un terreno cuya<br />
área total era de 50.000 metros cuadrados. Las edificaciones,<br />
que ocupaban solamente 15.320 metros<br />
cuadrados, cumplían con lo pactado en los es-<br />
29
tudios de planos y edificaciones realizados por la<br />
Junta Central de Higiene y la Junta de Higiene<br />
<strong>del</strong> Atlántico.<br />
En dicha área, donde se logró construir ocho edificaciones,<br />
se instaló un semáforo para las comunicaciones<br />
con los buques que llegaban a la bahía,<br />
línea telefónica al resguardo de Puerto Colombia y<br />
un depósito de agua con sus filtros y bombas; también<br />
disponían de una buena planta eléctrica para<br />
el alumbrado de todas las dependencias. 12<br />
Gaspard Theodore Mollien en su viaje por la<br />
República de Colombia en 1823, registró en sus<br />
escritos lo siguiente: “Los grandes bosques, en los<br />
que solo algunas flores rompen de vez en cuando<br />
la monótona uniformidad, no tiene nada de pintoresco.<br />
Con la proximidad <strong>del</strong> Magdalena, las perspectivas<br />
son más rientes; el terreno no está constituido<br />
por el árido gris, que hace tan triste el camino<br />
de Cartagena a Barranco” 13 , describe además<br />
que “las tierras de aluvión parecen invitar a los habitantes<br />
a cultivarlas con más esmero; la vegetación,<br />
con la humedad, se muestra más lozana y el ganado<br />
está más gordo y se multiplica más y mejor.”<br />
Toda esta zona déltica, para tales años, se comunicaba<br />
entre sí, formando islas y lagunas<br />
laberínticas. Además, la principal causa de<br />
cesamientos de estos caños era los grandes<br />
taruyales, o denominadas masas flotantes de vegetación,<br />
las cuales provocaban sedimentación en<br />
los canales de comunicación.<br />
Este proceso era definitivo al bajar la creciente.<br />
Desde el mismo momento de su formación, los<br />
desagües cambiaban constantemente y se cegaban,<br />
generando confusión entre los navegantes y<br />
cartógrafos.<br />
VEGETACIÓN<br />
Esta zona, por estar próxima a las Bocas de Ceniza,<br />
estaba cubierta de vastos y tupidos manglares que<br />
cubrían varios kilómetros, y bordeaban varios caños<br />
laterales, como el Brazo de la Culebra y el Caño<br />
de la Piña; se destacaban varias especies de manglares<br />
como el mangle colorado (Rhizophorz mangle)<br />
el mangle salado (Aviccenia nitida), Laguncularia<br />
racemosa; en la parte de formación arenosa existían<br />
especies tales como el manzanillo (Hippomane<br />
mancinella) el cual era muy tóxico. Su extensa vegetación<br />
la complementaban montes espinosos que<br />
alcanzaban una altura promedio de 3 a 5 m, además<br />
vegetación de plantas halófilas, como Batís<br />
maritima y Sesuvium portulacastrum.<br />
Este tipo de formación vegetal propia de las ensenadas<br />
y lagunas tropicales, estaba además constituido<br />
por matorrales que se dispersaban de una<br />
manera extensiva. Esta vegetación también sufrió<br />
los embates que modificaron la permanencia de la<br />
isla: “Los manglares hoy han desaparecido casi por<br />
completo y solo quedan en esos parajes millares de<br />
troncos escuetos, con vestigios de la vegetación primitiva.<br />
La causa de esta alteración ecológica es, al<br />
parecer, atribuible a la obra indirecta <strong>del</strong> hombre;<br />
en efecto, la construcción <strong>del</strong> dique de piedra, que<br />
se extiende por toda la orilla <strong>del</strong> río Magdalena desde<br />
muy cerca de Las Flores hasta rematar en el<br />
malecón o tajamar occidental de las Bocas, cerró<br />
por completo el paso de las aguas hacia los esteros.” 14<br />
PAULATINO DETERIORO<br />
Los constantes desplazamientos de arena en la<br />
bahía de Sabanilla ocurridos en la década de los<br />
50s, han sido la única causa que explica por si<br />
sola la desaparición de esta porción de tierra que,<br />
por espacio de muchos años, conformaba la zona<br />
déltica occidental <strong>del</strong> río Magdalena. Prueba de ello<br />
es que existen algunas dunas frente a Puerto Colombia<br />
que son hasta el momento los testigos perpetuos<br />
<strong>del</strong> desplazamiento de la barra de arena<br />
como se la conoció últimamente.<br />
Muchas fueron las causas que obligaron desaparecer,<br />
en una forma lenta pero contundente,<br />
esta faja de arena localizada al occidente de Bocas<br />
de Ceniza. Los primeros acontecimientos, que datan<br />
de los años 1922-23, justifican que por primera<br />
vez Isla Verde sufre los embates de las corrientes<br />
marinas y los fuertes vientos: “El faro situado<br />
en Isla Verde, que en 1922 estaba casi en el centro<br />
de la isla, está hoy ya entre el agua.” 15 Fue así como<br />
se removió una faja de terreno sedimentario de<br />
aproximadamente 400 metros; como consecuencia<br />
de lo anterior, apareció una nueva faja angosta<br />
de tierra que se denominó Isla Nueva.<br />
Pero lo más paradójico es que el gobierno celebró<br />
un contrato con la Casa Julius Berger Tf de Berlín<br />
en mayo de 1914, para que estudiara las obras<br />
necesarias en Bocas de Ceniza y Barranquilla y al<br />
mismo tiempo elaborara un estudio referente a la<br />
defensa de la bahía de Puerto Colombia en 1923.<br />
30
I.: Bocas de Ceniza.<br />
D.:Plano general<br />
de la desembocadura <strong>del</strong> río Magdalena.<br />
La principal causa de todo lo ocurrido, según el<br />
Informe Berger, fue el período de sequía que imperó<br />
ese año; asimismo, las escasas lluvias y el incremento<br />
de los vientos <strong>del</strong> N-NE, hicieron que el río<br />
Magdalena acarreara menos sedimentos hacia su<br />
zona déltica.<br />
Es indudable que estas modificaciones naturales<br />
no alteraron su desaparición. Inclusive, aparecieron<br />
otros bancos de arena que ayudaron a afianzar<br />
esta parte <strong>del</strong> litoral por espacio de muchos años,<br />
hasta que las obras de Bocas de Ceniza justificaran<br />
nuevos cambios en esta parte <strong>del</strong> Litoral Caribe.<br />
LAS OBRAS DE BOCAS DE CENIZA<br />
Fueron muy sabias aquellas palabras: “A veces me<br />
provoca no decir una palabra sobre el puerto, pues<br />
en Barranquilla se han dado a la tarea de acabar<br />
con este puerto, antes de que realmente lo sea,<br />
sin considerar el mal que hacen, porque el gobierno<br />
si creyera tales exageraciones, no haría los gastos<br />
que son de rigor para el servicio <strong>del</strong> puerto. No<br />
falta en Barranquilla quien me considere enemigo<br />
de Bocas de Ceniza; para ello, no me obligará<br />
decir mentiras.” 16<br />
Los trabajos realizados por la firma Ulen y Cía.<br />
para el encauzamiento <strong>del</strong> río, comenzaron a mediados<br />
de 1925. Estas modificaciones en su desembocadura,<br />
afectaron directamente la existencia<br />
de las islas en mención.<br />
Estos enrocamientos fueron decisivos para que<br />
las corrientes marinas sufrieran una serie de cambios.<br />
De esta manera, el acarreo de arena que progresivamente<br />
era usual, se alejaba de los bancos<br />
de arena existentes; de ahí el debilitamiento en<br />
las bases de Isla Verde y su paulatino deterioro.<br />
Evidentemente, los trabajos iniciados en agosto<br />
de 1925, por la firma Black McKeney and<br />
Stewart, los cuales serían suspendidos a mediados<br />
de 1930, afectaron la zona costera en forma<br />
tan directa que ocasionaron en esta parte <strong>del</strong> litoral<br />
fuertes arremetidas <strong>del</strong> mar devastadoras para<br />
la población de Salgar. En especial, se recuerda<br />
aquella noche de septiembre, en la década de los<br />
veintes, bautizada por los abuelos como “la catástrofe<br />
de Salgar”. 17<br />
Fue enorme el aporte sedimentario, que obstruyó<br />
lo poco que quedaba <strong>del</strong> tramo de la vía férrea,<br />
y derribó cercas y varios ranchos.<br />
En una segunda oportunidad, esta población<br />
sufrió otra arremetida <strong>del</strong> mar el 11 de junio de<br />
1951. Dado que la flecha litoral de Isla Verde era<br />
31
“En esta magnífica gráfica se<br />
puede observar el estado en que<br />
se encuentra el balneario de<br />
Puerto Colombia, a pesar de las<br />
mil promesas oficiales. Los<br />
ingenieros, los funcionarios<br />
oficiales, anuncian planes<br />
maravillosos; el esfuerzo de los<br />
habitantes <strong>del</strong> Puerto se ahogan<br />
en medio de la falta de ayuda<br />
oficial. Y, mientras tanto,<br />
Puerto Colombia sigue convertido<br />
en un banco de arena.<br />
¿Hasta cuándo?” Nota<br />
periodística de Diario <strong>del</strong> Caribe,<br />
marzo 15 de 1970.<br />
muy angosta en ese sector, el fuerte mar de leva<br />
de aquel día arrasó por completo la flecha litoral,<br />
que quedó muy debilitada, y ayudó a que quedara<br />
aún más cerca de la población de Salgar, parte de<br />
Pradomar y Puerto Colombia. La magnitud de dicho<br />
fenómeno fue registrada de la siguiente manera:<br />
“Salgar, el floreciente corregimiento de Puerto<br />
Colombia, fue ayer teatro de un fenómeno de la<br />
naturaleza, muy común en las regiones costaneras<br />
<strong>del</strong> Caribe; el mar embravecido, rebelde y rugiente,<br />
desencadenó con furia sus olas contra las<br />
planas arenas de un puerto sin defensa.” 18<br />
Paulatinamente, la faja de tierra se establece<br />
y modifica su recorrido. Es a mediados de 1954<br />
cuando las sucesivas arremetida <strong>del</strong> mar contra<br />
el litoral se hacen más notorias. Y con la ruptura<br />
casi total de lo que quedaba de la isla en su parte<br />
angosta, acompañada de sucesivas perforaciones<br />
que la compañía Ulen hizo en dicha faja litoral, se<br />
ocasiona el acercamiento lento de la isla, perpetuada<br />
por espacio de muchos años alrededor <strong>del</strong><br />
viejo muelle de Puerto Colombia, formando unas<br />
extensas dunas y creando suficiente playa entre<br />
población y mar.<br />
“La bahía de Puerto Colombia estuvo durante<br />
muchos años protegida por la Isla Verde, que se<br />
mantenía, no obstante el arrastre de arena hacía el<br />
occidente, por la adición de arena proveniente <strong>del</strong><br />
oriente, arrastrada también por los vientos alisios,<br />
a lo largo de la costa [...] Los deslizamientos submarinos<br />
frente a Bocas de Ceniza dieron lugar a una<br />
enorme garganta, donde hasta 1953 se depositaron<br />
las arenas arrastradas por el Río Magdalena y las<br />
provenientes <strong>del</strong> oriente por arrastre a lo largo de la<br />
costa. Esto restó el suministro de arena a Isla Verde<br />
la cual fue paulatinamente erosionada.” 19<br />
El desespero por las arremetidas <strong>del</strong> mar en esta<br />
zona <strong>del</strong> Litoral Caribe, obliga a establecer en Puerto<br />
Colombia una Junta Pro-Defensa de Puerto Colombia,<br />
la que acordó como única solución espolones<br />
de piedra y materiales fuertes. 20<br />
Fuentes gubernamentales eran testigos <strong>del</strong> proceso<br />
degenerativo de aquel brazo peninsular protector<br />
de la bahía de Sabanilla. Aquella barrera<br />
reforzada periódicamente por los sedimentos <strong>del</strong><br />
Magdalena desaparecía lentamente; pero era una<br />
realidad, el cambio de la prolongación de la desembocadura<br />
<strong>del</strong> río kilómetro y medio ayudó en la<br />
desaparición de esta isla denominada Verde.<br />
“El refuerzo de la isla no se hacía ya que las corrientes<br />
habían cambiado y la sedimentación entonces<br />
pasaba por arriba, todo este fenómeno fue lo<br />
que debilitó esta faja de tierra y fue acompañada de<br />
perforaciones petrolíferas por los años de 1947-48,<br />
fue esto lo más aceptado para la desintegración paulatina<br />
de esta faja de tierra, determinada por las<br />
corrientes marinas, hoy en día esta isla se encuentra<br />
en la parte intermedia <strong>del</strong> muelle tornándose<br />
muy sólida y debilitada por la parte de Pradomar.” 21<br />
Por recomendaciones <strong>del</strong> ingeniero hidráulico<br />
Joseph Caldwel, 22 hechas a mediados <strong>del</strong> mes de<br />
octubre de 1953, se habilitan varios rompeolas o<br />
tajamares con el fin de contrarrestar las fuertes<br />
corrientes y proteger la costa afectada.<br />
Nuestra costa no volvió a ser la misma. Las envidiables<br />
playas con que gozaba este balneario y<br />
puerto marítimo nunca fueron estabilizadas. Proyectos<br />
de rehabilitación de playas y costas hay por<br />
montones, pero ninguno ha logrado el efecto deseado.<br />
Esta faja costanera hoy en día tiene a su<br />
32
alrededor y en línea recta demostrar sus espigas<br />
de arena que logran desprenderse de Pradomar.<br />
Sigue acompañada de acantilados en donde lo predominante<br />
es el borde rocoso, seguido de playas y<br />
espigas a todo lo largo de la zona litoral, predominando<br />
las barras de arena y lagunas elongadas. 23<br />
Estas playas actualmente siguen sin habilitarse<br />
por el hecho mismo de estar a merced de fuertes<br />
corrientes marinas, y por ello, todo el efecto <strong>del</strong><br />
arrastre que hace el caudaloso río Magdalena durante<br />
su recorrido, queda depositado en estos kilometrajes<br />
de playa.<br />
Por sus características geomorfológicas, estas<br />
costas se ubican como erosivas en un alto porcentaje,<br />
y dada la amenaza cíclica y sus cambios tan<br />
nocivos la degradación en la costa es irreversible<br />
y de futuro incierto.<br />
Por ello, el desastre ecológico mayor registrado<br />
en esta isla, desaparecida en un 90%, marca la<br />
reflexión para que en futuras obras de gran expectativa,<br />
se logre diseñar estrategias de contingencias<br />
sólidas, y de una vez no modificar algo natural<br />
por algo peor.<br />
NOTAS<br />
1<br />
Archivo Histórico <strong>del</strong> Atlántico, Escritura Pública #<br />
117 de 18<strong>69</strong> de la Notaría Primera <strong>del</strong> Circuito de Barranquilla.<br />
Aquí se registra la “venta que se le hace al Señor<br />
Alejandro Díaz Granados, con poder especial <strong>del</strong> señor Nicolás<br />
Pereira Gamboa, para adquirir los derechos y acciones<br />
que le correspondían en la Compañía <strong>del</strong> Canal de la<br />
Piña a favor de los señores Santo Domingo y Jimeno por la<br />
cantidad de $1.000.”<br />
2<br />
Mapa <strong>del</strong> río Magdalena referenciado, de la latitud<br />
4°N hasta la desembocadura. Año de 1801-1814.<br />
3<br />
Mapa elaborado en 1824 por el piloto cartógrafo de la<br />
fragata “Fi<strong>del</strong>idad”, que representa el sector comprendido<br />
entre el río Magdalena y la población de Sabanilla, con las<br />
diferentes bocas, brazos, islas, caseríos, caminos, profundidades<br />
<strong>del</strong> mar, cauce de la costa, rosa de los vientos,<br />
toponimia e información cartográfica, áreas de abastecimiento<br />
y recursos pesqueros.<br />
4<br />
Este trabajo fue ordenado por el gobierno de la Nueva<br />
Granada al ingeniero May con el fin de adecuar la navegación<br />
en el sector de la desembocadura <strong>del</strong> río Magdalena<br />
en el mar Caribe y adaptar a Sabanilla como puerto fluvial<br />
y marítimo, preocupación que luego se trasladó a Barranquilla<br />
con las obras de Bocas de Ceniza.<br />
5<br />
VERGARA, José Ramón, BAENA, Fernando, Barranquilla:<br />
su pasado y su presente, 2ª ed. Barranquilla, p. 7.<br />
6<br />
Era el electo oidor de la Real Audiencia de Panamá,<br />
que era, además, Juez Privativo y particulares para poner<br />
cobros a todas las cantidades que se estuvieran debiendo a<br />
su majestad.<br />
7<br />
Don Lorenzo Téllez, presentó petición de dichas islas<br />
el día 20 de noviembre de 1736, aduciendo que “Respecto a<br />
hallarse en las Bocas <strong>del</strong> río de la Magdalena en la costa<br />
de la mar haciendo frente con la guardia de la Savanilla de<br />
esta jurisdicción, una isla nombrada La Berde, que está<br />
circumbalada de mar”. Esta petición fue dirigida a la Audiencia<br />
de Panamá, al teniente <strong>del</strong> Gobernador y Auditor<br />
General de Guerra de esta plaza y provincia (era un Juez<br />
privativo de composiciones y ventas de tierras y de<br />
condonaciones, multas de penas regentado por su majestad).<br />
8<br />
Por esta razón, Lorenzo Téllez argumentaba la importancia<br />
de la isla, útil para pastos de ganado.<br />
9<br />
Su posesión fue entregada formalmente el día 16 de<br />
junio de 1746 en manos <strong>del</strong> capitán de milicias españolas<br />
en este partido, alcalde pedáneo y juez ordinario <strong>del</strong> sitio,<br />
don Miguel Téllez Camacho.<br />
10<br />
Se le ajustó en dar y pagar a su majestad diez y seis<br />
pesos por dicha isla y al acto el título de posesionario.<br />
11<br />
Archivo Histórico <strong>del</strong> Atlántico. Escritura Pública # 3<br />
de enero 10 de 1886. Notaría Primera <strong>del</strong> Circuito de Barranquilla.<br />
12<br />
Considerada como la mejor <strong>del</strong> Mar de las Antillas,<br />
por dos médicos, uno americano y otro alemán que además<br />
la avaluaron en 200.000 Dólares.<br />
13<br />
Barranco: Así denominó a Barranquilla Gaspard<br />
Theodore Mollien.<br />
14<br />
DUGAND, Armando, “Aves <strong>del</strong> departamento <strong>del</strong> Atlántico”,<br />
Revista Caldasia, vol. IV, Bogotá 1947, p. 504<br />
15<br />
Estudio hecho por Julius Berger Consortium, referente<br />
a la defensa de la bahía de Puerto Colombia, 1923.<br />
16<br />
Carta de Eduardo B. Gerlein, jefe <strong>del</strong> Resguardo Nacional<br />
de Puerto Colombia, al administrador de la aduana,<br />
oficio N° 579, Puerto Colombia, diciembre 1 de 1922.<br />
17<br />
Rescate y difusión <strong>del</strong> testimonio oral como fuente para la<br />
historia <strong>del</strong> municipio de Puerto Colombia, trabajo de investigación<br />
financiado por el Fondo Mixto de Promoción de la<br />
Cultura y las Artes <strong>del</strong> Atlántico, 1999.<br />
18<br />
El Heraldo, junio 13 de 1951.<br />
19<br />
BARCO VARGAS, Virgilio, Memorias, Ministerio de Obras<br />
Públicas, Bogotá, 1959.<br />
20<br />
El Nacional, jueves 21 de mayo de 1953.<br />
21<br />
El Espectador, julio 11 de 1953.<br />
22<br />
<strong>Norte</strong>americano traído especialmente para hacer recomendaciones<br />
referente a los trabajos de Bocas de Cenizas<br />
y la defensa de la bahía de Sabanilla.<br />
23<br />
Ejemplo, la laguna que está frente a la población llamada<br />
comúnmente “La Charca” o ciénaga de Balboa.<br />
BIBLIOGRAFÍA<br />
BARCO VARGAS, Virgilio, Memorias, Ministerio de Obras Públicas,<br />
Bogotá, 1959.<br />
BLANCO, Agustín, Atlas histórico-geográfico, Colombia, Archivo<br />
General de la Nación, Comisión V Centenario, Editorial<br />
Norma, 1992, 156 p.<br />
BERGER CONSORTIUM, Informe referente a la defensa de la bahía<br />
de Puerto Colombia, 1923.<br />
El Heraldo, Barranquilla, junio 13 de 1951.<br />
DUGAND, Armando, “Aves <strong>del</strong> departamento <strong>del</strong> Atlántico”,<br />
Revista Caldasia, vol. IV, Bogotá, 1947, p. 504.<br />
INSTITUTO GEOGRÁFICO AGUSTÍN CODAZZI, Monografía <strong>del</strong> departamento<br />
<strong>del</strong> Atlántico, Bogotá, 1973<br />
MOLLIEN, Gaspard Theodore, Viaje por la República de Colombia<br />
en 1823, Bogotá, 1944.<br />
PÉREZ ARBELÁEZ, Enrique. Hilea Magdalenesa, Contraloría General<br />
de la República, 1949, 196 p.<br />
33
El Carmen de Bolívar<br />
y su comarca en la historia<br />
A propósito de su fundación<br />
Wilson Blanco Romero*<br />
Entre el relieve de llanura, ampliamente predominante<br />
en la costa Caribe de lo que hoy es Colombia,<br />
se destacan por su importancia dos unidades montañosas.<br />
La una, es la elevada mole de la Sierra<br />
Nevada de Santa Marta. Que le cierra el paso hacia<br />
el extremo norte <strong>del</strong> país a la gruesa corriente <strong>del</strong><br />
río Magdalena, haciendo que vire al occidente, para<br />
desparramar sus amarillentas aguas en el mar Caribe,<br />
en un amplio <strong>del</strong>ta entre Santa Marta, Barranquilla<br />
y Cartagena, con un sinnúmero de caños,<br />
canales, arroyos y ciénegas. La otra, de mucho menor<br />
elevación y al sur-occidente de la anterior, es<br />
la subregión en la que se ubica El Carmen de Bolívar,<br />
espacio objeto de nuestro estudio. Conocida con<br />
los nombres de Montes o Montaña de María, o serranía<br />
de San Jacinto, aquí preferimos utilizar el<br />
de Montes de María, por ser un nombre más preciso<br />
geográficamente hablando, y por su evocación<br />
histórica; u otro de sabor provinciano, como lo es el<br />
de “comarca monte-mariana”.<br />
*Profesor asociado de Historia de la Facultad de<br />
Ciencias Humanas de la <strong>Universidad</strong> de Cartagena.<br />
Dichos montes son una cadena de relieve erizado,<br />
formada por colinas y cerros de moderada altura<br />
que se alargan de sur a norte, 1 entre la línea<br />
litoral <strong>del</strong> mar Caribe, al occidente, y el curso <strong>del</strong><br />
bajo Magdalena, al oriente. Con una longitud<br />
aproximada de 120 km y una anchura máxima de<br />
40 km, cubren una superficie de más de 3.000 km<br />
cuadrados. Su mayor altura la registra el cerro de<br />
Maco, con 800 metros sobre el nivel <strong>del</strong> mar.<br />
Orográficamente se les considera una prolongación<br />
de la Serranía de San Jerónimo, 2 uno de los<br />
tres ramales en que termina, al norte, el desprendimiento<br />
andino conocido como Cordillera Occidental<br />
en la actual Colombia.<br />
Constituye, la comarca en cuestión, una de las<br />
cuatro regiones naturales en que está dividido el<br />
territorio <strong>del</strong> actual departamento de Bolívar; las<br />
otras tres son: la región <strong>del</strong>taica magdalenense, al<br />
norte de la nuestra; la depresión momposina, al sur,<br />
y, finalmente, la región selvática al sur <strong>del</strong> departamento,<br />
3 bordeando las prolongaciones andinas.<br />
Las serranías o montes propiamente dichos,<br />
acogen, de norte a sur, los actuales municipios de<br />
San Cayetano, San Juan Nepomuceno, San Jacinto,<br />
El Carmen de Bolívar y Ovejas. Este último<br />
quedó dentro de la jurisdicción <strong>del</strong> departamento<br />
de Sucre, el más joven de la Costa.<br />
El Carmen de Bolívar, municipio de nuestro<br />
particular interés, se halla enclavado en un hermoso<br />
valle, ubicado exactamente en la mitad <strong>del</strong><br />
eje longitudinal <strong>del</strong> conjunto serrano, sobre la vertiente<br />
oriental, mirando hacia la gran arteria <strong>del</strong><br />
río Magdalena, <strong>del</strong> cual dista 47 kilómetros sobre<br />
terreno llano y suavemente ondulado, hasta el<br />
puerto de Zambrano; y algo menos de 40 kilómetros<br />
hasta el otrora importante puerto de Jesús<br />
<strong>del</strong> Río. 4 El propio casco urbano <strong>del</strong> municipio reposa<br />
sobre el estribo oriental de la serranía, bordeando<br />
el valle <strong>del</strong> Magdalena en dirección al mencionado<br />
puerto de Zambrano, mejor dicho, entre la<br />
montaña y el valle.<br />
Durante todo el tiempo pertenecieron completamente,<br />
lo mencionados montes, a la jurisdicción<br />
<strong>del</strong> gran departamento de Bolívar, antes Es-<br />
34<br />
<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />
pp. 34-39. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
Iglesia Parroquial de<br />
Nuestra Señora <strong>del</strong> Carmen<br />
en el Parque Central<br />
de la población.<br />
tado Soberano de Bolívar, hasta<br />
la fundación <strong>del</strong> departamento<br />
de Sucre, cuando algo menos de<br />
su mitad meridional quedó comprendida<br />
en el nuevo departamento,<br />
incluido el hoy municipio<br />
de Ovejas. Bajo el régimen<br />
de provincias, entre los siglos<br />
XlX y XX, estuvieron divididos,<br />
de manera al parecer similar,<br />
entre las provincias de El Carmen<br />
de Bolívar, capital El Carmen<br />
de Bolívar, y la Provincia de Sabanas, capital<br />
Corozal. Pertenecientes ambas provincias al<br />
antiguo Estado de Bolívar, llamado, a partir de la<br />
Constitución de 1886, Departamento de Bolívar 5 .<br />
Digamos, finalmente, que lo que acá llamamos<br />
comarca montemariana es parte de uno de los<br />
paisajes culturales, culturas o maneras de ser de<br />
la Costa, más característicos: el de “las sabanas”,<br />
o “el sabanero”. Ligado históricamente a la hacienda<br />
ganadera, o ganadería extensiva en inmensos<br />
latifundios tropicales, al peonaje y a la pequeña<br />
producción campesina costeña. Con su secuela de<br />
modos de vida, costumbres, tradiciones y folclor,<br />
que involucran expresiones y prácticas como la fiestas<br />
de toro en corraleja, los fandangos, el porro, el<br />
sancocho y el llamado vallenato sabanero 6 (todo lo<br />
cual merece un gran estudio especializado aparte).<br />
Es la gente de lo que se conoció en la época<br />
colonial como sabanas de Tolú, en el siglo XlX, sabanas<br />
de Corozal, y <strong>del</strong> XX hacia acá, sabanas de<br />
Bolívar. Lo que incluye territorios de tres departamentos<br />
costeños: Bolívar, Córdoba y Sucre. 7<br />
El Carmen de Bolívar y su comarca, los Montes<br />
de María, nacen a la historia de la mano y la pluma<br />
de un hombre de armas de excepcionales condiciones<br />
y de muchas ejecutorias, Antonio de la<br />
Torre Miranda, puesto al servicio de la política<br />
modernizadora de los Borbón españoles. 8 Política<br />
que buscaba la revitalización de la Corona y el Imperio,<br />
con el a<strong>del</strong>anto de grandes campañas de<br />
poblamiento y reordenamiento poblacional en los<br />
espacios vacíos o mediocremente colonizados, con<br />
Foto de Óscar Díaz Acosta<br />
miras al fomento de la expansión agrícola y ganadera,<br />
unida a una política eficaz de recaudo fiscal,<br />
particularmente en sus colonias americanas. De<br />
ello da testimonio el propio de la Torre y Miranda<br />
en su relación de servicios titulada Noticia individual<br />
de las poblaciones nuevamente fundadas en la<br />
Provincia de Cartagena..., documento de gran valor<br />
histórico. 9 Así, al informar al monarca sobre sus<br />
ejecutorias, empieza diciendo:<br />
Generalmente está admitida como una de las máximas<br />
interesantes al Estado, el aumentar la población,<br />
el facilitar la comunicación, correspondencia,<br />
tráfico interior y exterior por agua y tierra con las<br />
demás Provincias o Reinos; el fomentar la agricultura,<br />
la industria y la mineralogía, que son verdaderamente<br />
los principios sobre que se establece la<br />
riqueza, la opulencia y la felicidad de los Reinos... 10<br />
Dicha política, en el otrora Nuevo Reino de Granada,<br />
se tradujo en un movimiento de expansión<br />
poblacional y agro-ganadera que comprendió cuatro<br />
grandes expediciones. Las cuales dieron lugar<br />
en la Costa a la fundación o refundación de numerosas<br />
poblaciones, así: la <strong>del</strong> maestre de campo José<br />
Fernando de Mier y Guerra, iniciada en la ribera<br />
<strong>del</strong> río Magdalena y desarrollada desde el año de<br />
1744 hasta 1770; la de Francisco Pérez de Vargas<br />
en Tierradentro (hoy departamento <strong>del</strong> Atlántico)<br />
en 1745; “la tercera a cargo <strong>del</strong> Teniente Coronel<br />
Antonio de la Torre y Miranda..., en las sabanas<br />
de la Provincia de Cartagena, durante cinco años<br />
de 1774 a 1779”, y por último la de Joseph Palacio<br />
de la Vega, entre 1787 y 1788. 11 Se trata <strong>del</strong> proce-<br />
35
so de colonización tardía de la Costa Caribe, en<br />
donde por diversas circunstancias van a quedar<br />
grandes espacios vacíos hasta la segunda mitad<br />
<strong>del</strong> s. XVlll, e incluso más allá. 12 Es así como, entre<br />
una lista de un total de 43 poblaciones, fundadas<br />
por el teniente coronel Antonio de la Torre y<br />
Miranda en la Provincia de Cartagena a fines <strong>del</strong><br />
siglo XVlll, distinguimos el nombre de Nuestra Señora<br />
<strong>del</strong> Carmen [el hoy Carmen de Bolívar] enseguida<br />
de San Cayetano, San Juan Nepomuceno, y<br />
San Jacinto (ver cuadro con la lista de poblaciones<br />
al final.)<br />
Copiemos las palabras con que el propio fundador<br />
de la Torre da cuenta <strong>del</strong> hecho en su extenso<br />
memorial presentado a las autoridades virreinales<br />
de entonces:<br />
Se fundaron en la montaña de María las poblaciones<br />
de San Cayetano con ochenta (80) vecinos que<br />
componían trescientas (300) almas, la de San Juan<br />
Nepomuceno con ciento veinte (120) familias, Setecientos<br />
cincuenta y ocho (758) almas, la de San<br />
Jacinto, de ochenta y dos (82) familias, con cuatrocientas<br />
cuarenta y seis (447) almas, la de Nuestra<br />
Señora <strong>del</strong> Carmen, de Noventa (90) familias,<br />
con seiscientos noventa y cuatro (<strong>69</strong>4) almas [...] 13<br />
Sobre la fundación de El Carmen de Bolívar (o<br />
Nuestra Señora <strong>del</strong> Carmen) digamos que, si bien<br />
la fuente primaria de la cual disponemos nos permite<br />
establecer en forma confiable y exacta quién<br />
fue su fundador, como queda dicho arriba, no ocurre<br />
lo mismo en cuanto a la precisión, ni <strong>del</strong> día, y<br />
ni siquiera <strong>del</strong> año<br />
exacto de dicha fundación.<br />
Al respecto, en<br />
dicha fuente, que no<br />
es otra que la relación,<br />
informe o memorial<br />
<strong>del</strong> propio de la Torre<br />
y Miranda, que venimos<br />
citando, lo que<br />
se puede inferir es<br />
que esa fundación debió<br />
ocurrir entre los<br />
años 1774 y 1777 en<br />
que debieron haberse<br />
realizado las 43 fundaciones<br />
que don Antonio<br />
de la Torre Miranda<br />
relaciona, ya que<br />
como escribe él mismo<br />
en su informe, la<br />
orden que le dio el gobernador, de entonces, de la<br />
Provincia de Cartagena para iniciar su gran empresa<br />
de congregación de almas dispersas en la<br />
Isla de Barú, que cumplido el encargo inicial se le<br />
extendió a toda la Provincia, rezaba: “Cartagena<br />
12 de agosto de 1774” 14 ; eso por una parte. Y por la<br />
otra encontramos que, una vez concluye su vasta<br />
misión fundadora y repobladora en lo que Alfonso<br />
Múnera totaliza como Sabanas de Bolívar (incluyendo<br />
los Montes de María) hace un mapa (o plan) 15<br />
de la Provincia de Cartagena que fecha en el año<br />
1777 16 . Sin embargo, Fals Borda ubica la campaña<br />
de fundación y refundación de pueblos de “don Antonio<br />
de La Torre y (sic) Miranda” es entre 1774 y<br />
1776 17 , año este último que ni lo referencia el fundador<br />
en su informe ni es la fecha <strong>del</strong> Mapa; al<br />
parecer es algo que Fals simplemente supone.<br />
Mientras que Múnera, en la cita de arriba, quizás<br />
desconociendo el dato <strong>del</strong> mapa o plano de De la<br />
Torre, sitúa los hechos es entre 1774 y 1779, año<br />
este último en que De la Torre manifiesta en su<br />
memorial haber pasado al reconocimiento <strong>del</strong> río<br />
Atrato en la región <strong>del</strong> Darién.<br />
Para mayor ilustración, conviene aquí analizar<br />
la versión que sobre la fundación de El Carmen de<br />
Bolívar nos trae Dimas Ba<strong>del</strong> en su Diccionario<br />
Historiográfico de Bolívar, en donde afirma que María<br />
la Alta, abandonada por su pobladores en 1616<br />
para trasladarse a Marialabaja, fue fundada en 1771<br />
por don Pedro de la Torre y posteriormente en 1775<br />
por de la Torre y Miranda, debido a que sus moradores<br />
habían abandonado la población de nuevo. Pero<br />
sin dar cuenta de cuáles fueron las fuentes de donde<br />
obtuvo, o en las que<br />
fundamenta, su versión,<br />
la que recogen, de<br />
la misma manera, casi<br />
todos los textos que se<br />
refieren a la fundación<br />
de El Carmen 18 . Señala<br />
el mencionado autor lo<br />
siguiente:<br />
María la Alta abandonado<br />
por sus habitantes<br />
en 1616<br />
para trasladarse a<br />
poblar la denominada<br />
hoy Marialabaja,<br />
situada muy cerca<br />
de la orilla de la ciénaga<br />
de esa misma<br />
denominación...<br />
36<br />
Tomado de Meisel Roca, A. (ed.), Historia económica y social <strong>del</strong> Caribe colombiano,<br />
Barranquilla, Ed. Uninorte, 1994.
[añadiendo enseguida]...<br />
En<br />
el año 1771 fue<br />
fundada la ciudad<br />
<strong>del</strong> Carmen<br />
por Don<br />
Pedro de la Torre,<br />
según comisión<br />
que le encomendó<br />
Don<br />
Francisco de<br />
Torregal Díaz<br />
Pimienta, habiendo<br />
sido repoblado<br />
y fundado<br />
en 1775<br />
por Don Antonio<br />
de la Torre<br />
y Miranda, a<br />
causa de que sus moradores habían vuelto a<br />
abandonar la primitiva fundación. 19<br />
Foto de Óscar Díaz Acosta<br />
Pero hasta donde podemos suponer, el nombre<br />
de María la Alta, que según la versión de Dimas<br />
Ba<strong>del</strong> corresponde al de una población previa a la<br />
fundación de El Carmen por don Antonio de la Torre,<br />
se le aplicó a la región montañosa de los Montes<br />
de María o a la parte más alta de ésta, y no a<br />
una población fundada antes de la de Nuestra Señora<br />
<strong>del</strong> Carmen, allí mismo. Como se puede ver<br />
leyendo un pasaje de la Geografía histórica-económica<br />
de la Provincia de Cartagena... de Juan José<br />
Nieto, donde éste, tras describir a la Parroquia de<br />
María la Baja (sin dar a conocer la fuente), agrega:<br />
“Se llama María la Alta la parte de terreno que queda<br />
en la cima de montaña” 20 , pasaje que es repetido,<br />
palabra por palabra y de manera exacta, por el<br />
geógrafo decimonónico Felipe Pérez (aunque tampoco<br />
identifica la fuente) en su Jeografía Física i<br />
Política <strong>del</strong> Estado de Bolívar. 21 Por su puesto que<br />
“la montaña”, a la que se refieren los mencionados<br />
autores decimonónicos no debe ser otra que la<br />
región montañosa de los Montes de María, o sea la<br />
Montaña de María, también conocida como serranía<br />
de San Jacinto, hoy en día; o como la llama el<br />
geógrafo norteamericano citado, LeRoy Gordon, “serranía<br />
de María”. Denominación que como quedó<br />
dicho atrás utiliza don Antonio en su memorial<br />
para referirse a los Montes de María y no a población<br />
alguna. En lo cual coincide con la versión de<br />
Juan José Nieto y Felipe Pérez y no con la de<br />
Dimas Ba<strong>del</strong> y quienes la repiten, al parecer, sin<br />
fundamento.<br />
Calle comercial de El Carmen de Bolívar, 2003<br />
Lo cierto es<br />
que hecha una<br />
atenta revisión<br />
<strong>del</strong> memorial o informe<br />
de don Antonio<br />
de la Torre,<br />
la versión de Dimas<br />
Ba<strong>del</strong> de la<br />
repoblación y refundación<br />
de El<br />
Carmen precedida<br />
por lo que él y<br />
otros llaman María<br />
la Alta, no hay<br />
lugar a confirmarla<br />
en lo más<br />
mínimo. Al contrario,<br />
queda claro<br />
que ni Nuestra<br />
Señora <strong>del</strong> Carmen (hoy El Carmen de Bolívar) ni<br />
las demás poblaciones fundadas en la Montaña de<br />
María, tuvieron que ver con un acto de refundación<br />
o repoblamiento por haber sido abandonadas, como<br />
podemos ver, según los siguientes pasajes <strong>del</strong> minucioso<br />
relato que hace su fundador:<br />
“[...]; destiné a cada uno de los parajes que dejé<br />
señalados para fundar las poblaciones de la montaña<br />
de María, las familias que me pareció serían<br />
más convenientes y útiles, poblando aquellos<br />
desiertos antes abandonados y sólo habitados<br />
de muchas manadas de puercos, zainos,<br />
morrocoys, monos de varias especies y diversidad<br />
de animales silvestres, [...]” 22<br />
Y una página más a<strong>del</strong>ante:<br />
“Las familias para fundar estas poblaciones [se<br />
refiere a las poblaciones de la montaña de María],<br />
se sacaron de los infinitos dispersos de la jurisdicción<br />
de San Benito Abad, los que después de<br />
congregados y desembarazados de sus quehaceres<br />
y sementeras, y recogidos sus abundantes<br />
cosechas, acudieron a fabricar y ornamentar sus<br />
iglesias, [...]” 23<br />
Esperamos que el examen crítico que hemos<br />
intentado hacer, contribuya a situar la cuestión<br />
de la fundación, o repoblamiento y refundación de<br />
Nuestra Señora <strong>del</strong> Carmen 24 en la dimensión<br />
historiográfica que le corresponde y a la altura académica<br />
que merece, tratándose de la cuna <strong>del</strong> más<br />
grande director de orquesta de la música popular y<br />
bailable de la Costa, como lo es el Maestro Lucho<br />
37
Iglesia Parroquial<br />
de Nuestra Señora<br />
<strong>del</strong> Carmen.<br />
Bermúdez. Y <strong>del</strong> gran emporio de<br />
la producción y exportación de tabaco<br />
en la historia de Colombia,<br />
vigente desde mediados <strong>del</strong> s. XlX<br />
y a lo largo de más de 150 años. 25<br />
NOTAS<br />
1<br />
“Una serranía baja...” como le llama<br />
el historiador norteamericano John<br />
PARKER HARRISON en su inédita tesis de doctorado.<br />
2<br />
En Alfonso ROMERO AGUIRRE. Geografía Económica de Colombia.<br />
Tomo V, Bolívar, Contraloría de la República, Bogotá,<br />
Ed. El Gráfico, 1942, p. 54, encontramos: “La serranía<br />
de San Jerónimo, que divide las hoyas hidrográficas de los<br />
ríos Sinú y San Jorge, prolongándose hasta El Carmen”, las<br />
cursivas son nuestras. Cfr. LeRoy GORDON, El Sinú: Geografía<br />
Humana y Ecología, Carlos Valencia Editores, Bogotá,<br />
1983, p. 13, donde leemos: “La cordillera Occidental es<br />
uno de los tres ramales de los Andes colombianos... y se<br />
divide en tres ramales (...) El ramal central es el más largo<br />
de todos y separa entre sí las cuencas de los ríos San Jorge<br />
y Sinú. Se extiende a lo largo <strong>del</strong> [antiguo] departamento<br />
de Bolívar, elevándose en cadenas montañosas para luego<br />
descender hasta convertirse en amplias ondulaciones de<br />
terreno. Su parte meridional se conoce con el nombre de serranía<br />
de San Jerónimo y su parte septentrional como serranía de<br />
María.” Las cursivas y el resaltado son nuestros. Ver mapa<br />
tomado <strong>del</strong> mismo documento, p. 13.<br />
3<br />
Ver la entrada “Departamento de Bolívar” en Instituto<br />
Geográfico de Colombia Agustín Codazzi. Diccionario Geográfico<br />
de Colombia, 2ª ed., Bogotá, 1984, tomo I.<br />
4<br />
ROMERO AGUIRRE, op. cit., p. 704.<br />
5<br />
Cf. Alberto CANDELO MENDOZA. Provincia de Cartagena.<br />
Estado Soberano de Bolívar. Poblamiento y División Política,<br />
Sincelejo, 1996.<br />
6<br />
Para una comprensión crítica de la controvertida noción<br />
de “vallenato sabanero”, ver el hermoso libro de Numas<br />
Armando GIL OLIVERA, Mochuelos cantores de los Montes de<br />
María la Alta. Adofo Pacheco y el Compadre Ramón, Instituto<br />
de Filosofía Julio Enrique Blanco, <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> Atlántico,<br />
Barranquilla, 2002 pp.91-96.<br />
7<br />
Precisemos que, si bien la gente de la comarca<br />
montemariana participa de la amplia cultura sabanera de<br />
la Costa, el paisaje natural de la subregión, en sí, no se<br />
identifica totalmente con el paisaje de sabanas, a menos<br />
que lo asumamos simplemente como formación herbácea<br />
en donde pueden aparecer algunos árboles aislados; sin<br />
tener en cuenta las marcadas diferencias fisiográficas existentes,<br />
principalmente en la forma <strong>del</strong> relieve, lo que obligaría<br />
a distinguir entre la sabana herbácea con un relieve<br />
de suaves colinas con alturas entre 25 y 300 metros sobre<br />
el nivel <strong>del</strong> mar, y “la montaña”, como le llamó Antonio de<br />
Foto de Óscar Díaz Acosta<br />
la Torre y Miranda, y lo han hecho tradicionalmente los<br />
lugareños, con alturas que, como se ha dicho, alcanzan un<br />
máximo de 800 metros sobre el nivel <strong>del</strong> mar y tienen<br />
mayor presencia de vegetación boscosa. El propio Antonio<br />
de la Torre y Miranda reconocía expresamente la diferencia<br />
entre lo que él llamaba “la Montaña” (Montes de María)<br />
y las sabanas de Tolú, entonces. A estas últimas se refiere<br />
como “[...] las praderías [o sea praderas] que llaman Sabanas<br />
de Tolú...” mientras que en otro pasaje refiriéndose a<br />
las labores de los vecinos que siguieron a las fundaciones<br />
por él realizadas en los Montes de María, a fines <strong>del</strong> siglo<br />
XVlll, dice: “...en atender a que concluyesen sus casas, y<br />
que acabasen de desarraigar los troncos de los infinitos árboles<br />
que se derribaron (en particular en la Montaña de María)”,<br />
aclara enseguida entre paréntesis; las cursivas son nuestras:<br />
ver Antonio de la Torre y Miranda, “Noticia individual<br />
de las poblaciones nuevamente fundadas en la provincia<br />
de Cartagena...”, en Proa, Bogotá, enero 1972, textos<br />
tomados de José P. URUETA, Documentos para la Historia<br />
de Cartagena, 1890, pp. 16 y 17, respectivamente. Y también<br />
LeRoy GORDON, op. cit., cap. 5, “Monte y desmonte”, y<br />
especialmente “Selva y sabana”, pp. 96-97.<br />
8<br />
“Don Antonio de la Torre y Miranda, Teniente Coronel<br />
de Infantería, agregado al Estado Mayor <strong>del</strong> Puerto de<br />
Santa María. Consta es hijo Legítimo, Natural de Villada,<br />
Obispado de León, con goce de nobleza, de edad de 59<br />
años. Tiene cuarenta y uno de servicio de la Real Armada<br />
y Ejército: los diez y seis estuvo encargado en el Reino de<br />
Santa Fe en las más interesantes comisiones a la Religión,<br />
al Rey y al Estado (...) [etc., etc.] Asistió a formar las milicias<br />
de la Provincia de Cartagena de Indias. Abrió muchos<br />
caminos por varias montañas hasta entonces intransitables,<br />
e hizo navegables muchos caños, ciénagas y ríos, para<br />
facilitar el recíproco comercio, con considerables ahorros<br />
y aumentos de la Real Hacienda y <strong>del</strong> Estado. Reunió cuarenta<br />
y tres poblaciones que fundó, con el aumento de 22<br />
parroquias, 41.133 almas que sacó de los montes, donde<br />
vivían sin ley ni rey, a las que instruyó en las manufacturas<br />
de algodón, varias producciones de hebra, crías de ganado<br />
y obrajes, sin el más leve costo de la Real Hacienda,<br />
ni gratificación alguna. Es el primer europeo que reconoció<br />
y navegó el río Atrato, facilitando la comunicación a las<br />
38
abundantes minas de oro de aquel Reyno y al mar <strong>del</strong> Sur,<br />
con más de un 75 por 100 de beneficio al comercio (...)<br />
[etc., etc.], ver “Noticia Biográfica”, en id. supra, p. 6.<br />
9<br />
Para una revisión crítica <strong>del</strong> informe de Antonio de la<br />
Torre, ver Manuel LUCENA GIRALDO. “Las nuevas poblaciones<br />
de Cartagena de Indias, 1774-1794”, en Revista de Indias,<br />
Madrid, 1993, vol. Llll, núm. 199, pp. 761-781.<br />
10<br />
Antonio DE LA TORRE Y MIRANDA, id. supra, p. 7.<br />
11<br />
MÚNERA, Alfonso. “Ilegalidad y Frontera 1770-1800”,<br />
en MEISEL ROCA, Adolfo (ed.) Historia económica y social <strong>del</strong><br />
Caribe colombiano, Uninorte, Barranquilla, 1994, p. 117;<br />
cf. Orlando FALS BORDA. Capitalismo, hacienda y poblamiento:<br />
su desarrollo en la Costa Atlántica, Ed. Punta de Lanza, Bogotá,<br />
1976, p. 27, nota 7.<br />
12<br />
Ver Germán COLMENARES. ”La economía y la sociedad<br />
coloniales, 1550-1800”, en Nueva Historia de Colombia, Planeta,<br />
Bogotá, 1989, p. 135-136; y en Alfonso MÚNERA CAVADÍA.<br />
El Fracaso de la nación..., Banco de la República - El Áncora,<br />
Bogotá, 1998, p. 56.<br />
13<br />
URUETA, José P. Documentos para la historia de Cartagena,<br />
Tomo IV, p. 53. Cf. MÚNERA, Alfonso. Id. supra, p. 118, quien<br />
fundamentándose en el mismo Urueta trae un cuadro con<br />
la relación completa de las 43 poblaciones fundadas o<br />
refundadas por el congregador de pueblos de la Torre y<br />
Miranda. Entre ellas ocupan los Montes de María, de norte<br />
a sur: San Cayetano, San Juan Nepomuceno, San Jacinto,<br />
Nuestra Señora <strong>del</strong> Carmen [hoy llamada oficialmente El<br />
Carmen de Bolívar] y San Francisco de Asís [conocida hoy<br />
con el nombre de Ovejas].<br />
14<br />
Ver José P. URUETA, op. cit., p. 41.<br />
15<br />
“Después de concluida la colección de las siete mil<br />
trescientas ochenta y tres familias que componían entonces<br />
cuarenta y un mil ciento treinta y tres almas, y establecidas<br />
las cuarenta y tres poblaciones que fundé, ínterin<br />
hacían sus cementeras y casas y desmontaban los terrenos<br />
en donde se debían fabricar las iglesias de las veintidós<br />
parroquias que se aumentaron [...] en obsequio de ambas<br />
Majestades y <strong>del</strong> Estado, formé un plan, con la mayor exactitud,<br />
de todo lo que comprende dicha Provincia y parte de las<br />
inmediatas; [...]” ver Antonio DE LA TORRE Y MIRANDA, op. cit., p.<br />
17, las cursivas son nuestras.<br />
16<br />
Orlando FALS BORDA. Capitalismo, hacienda y poblamiento:<br />
su desarrollo en la Costa Atlántica, Ed. Punta de Lanza, Bogotá,<br />
1976, p. 20; con este ensayo se publica dicho mapa o<br />
plano, cuyo original dice Fals Borda que se encuentra en<br />
el Archivo de Indias en Sevilla, sección Panamá, N° 339.<br />
17<br />
Orlando FALS BORDA. Id. pp. 18 y 20.<br />
18<br />
Ver Instituto Geográfico Agustín Codazzi. Diccionario<br />
Geográfico de Colombia, 3ª ed. revisada, 1996, donde se<br />
lee: “...inicialmente fue la Villa María la Alta, abandonada<br />
por sus pobladores. El 6 de agosto de 1776 fue refundada<br />
por Antonio de la Torre y Miranda con el nombre de Nuestra<br />
Señora <strong>del</strong> Carmen”, eso sin identificar o sugerir ninguna<br />
fundamentación bibliográfica o documental y totalmente<br />
despistado de la principal fuente documental para<br />
el caso, cual es el Informe de Antonio de la Torre que aquí<br />
citamos. Ver así mismo las monografías publicadas sobre<br />
El Carmen y diversos artículos de prensa, de diccionarios<br />
y enciclopedias que recogen esta peregrina versión <strong>del</strong><br />
repoblamiento y la refundación de El Carmen en reemplazo<br />
de una supuesta María la Alta fundada y abandonada<br />
por sus pobladores años antes.<br />
19<br />
Ver BADEL, Dimas. Diccionario histórico-geográfico de<br />
Bolívar, Corozal, 1943, 1ª ed. p. 105.<br />
20<br />
Ver NIETO, Juan José, op. cit., pp. 44-45 y Manuel<br />
LUCENA GIRALDO, op. cit., quien, al referirse a la ubicación, a<br />
fines de la segunda mitad <strong>del</strong> S.XVlll, <strong>del</strong> palenque de San<br />
Basilio, escribe taxativamente: “[...], en la sierra de María,<br />
[...]”, expresión que no tiene nada que ver con la idea de<br />
una población.<br />
21<br />
Ver PÉREZ, Felipe. Jeografía Física i Política <strong>del</strong> Estado<br />
de Bolívar, escrita de la orden <strong>del</strong> gobierno general, Bogotá,<br />
Imprenta de la Nación, 1863, pp. 33-34.<br />
22<br />
Ver Antonio de la Torre y Miranda, op. cit., p. 13.<br />
Cursivas y resaltado nuestro.<br />
23<br />
Ver id., p. 14. Cursivas y resaltado nuestro.<br />
24<br />
En cuanto a la población de Corozal, sí parece haber<br />
sido objeto de refundación y repoblamiento, por lo que se<br />
puede leer: “[...] San José de Pileta, alias Corozal, que fundé<br />
legua y media distante de donde estuvo sesenta años la<br />
iglesia antigua [...]”, op. cit. p.14, un poco más a<strong>del</strong>ante.<br />
25<br />
Sobre la historia <strong>del</strong> tabaco de El Carmen de Bolívar<br />
se puede ver: Luis F. SIERRA. El tabaco en la economía colombiana<br />
<strong>del</strong> siglo XIX, Bogotá. U.N., 1971; OCAMPO, José Antonio,<br />
Colombia y la economía mundial 1830-1910, Bogotá, Siglo<br />
XXI: 1984; Wilson BLANCO ROMERO. “Tabaco y comercio<br />
en El Carmen de Bolívar a mediados <strong>del</strong> siglo XlX”, en<br />
<strong>Huellas</strong>, Revista de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>, Barranquilla,<br />
1998, N° 54; Wilson BLANCO ROMERO. “La exportación tabacalera<br />
de El Carmen de Bolívar en los albores <strong>del</strong> siglo XX:<br />
Guerra y tabaco”, en El Taller de la Historia (Revista <strong>del</strong> Programa<br />
de Historia de la Facultad de Ciencias Humanas de la<br />
<strong>Universidad</strong> de Cartagena), N° 1, Cartagena, 2001; Wilson<br />
BLANCO ROMERO. “Comercio e inmigración en la provincia costeña.<br />
Los italianos de El Carmen de Bolívar: el caso de los<br />
Volpe”, en Id. N° 2, Cartagena, 2002; y Joaquín VILORIA DE LA<br />
HOZ. “El tabaco de El Carmen. Producción y exportación de<br />
tabaco de los Montes de María (1848-1893)”, en Aguaita,<br />
Revista <strong>del</strong> Observatorio <strong>del</strong> Caribe Colombiano, Cartagena de<br />
Indias, junio de 2000, N° 3.<br />
39
Aproximación crítica<br />
al concepto de bacán<br />
Rubén Maldonado Ortega*<br />
Y cuando nadie escuche<br />
mis canciones ya viejas<br />
detendré mi camino<br />
en un pueblo lejano,<br />
y allí moriré.<br />
Cuates Castilla<br />
A MODO DE INTRODUCCIÓN<br />
En mi condición de filósofo quiero contribuir al esclarecimiento<br />
<strong>del</strong> concepto de bacán. Es comprensible<br />
que utilice el modo específico de conocer en<br />
filosofía, es decir, el modo de conocer<br />
trascendental, en el estudio <strong>del</strong> fenómeno<br />
cultural mencionado con la palabra<br />
bacán.<br />
mismo dio testimonio en el tema que compuso para<br />
referirse a dicho incidente:<br />
Preso estoy, ya estoy cumpliendo mi condena<br />
la condena que me da la sociedad<br />
me acongojo, me avergüenzo y me da pena<br />
pero tengo que cumplirla en soledad.<br />
De manera que el propio Daniel Santos experimentó<br />
que se había alejado momentáneamente<br />
<strong>del</strong> modo de ser bacán, y por lo menos en ese momento<br />
no se le podría señalar con el objeto de explicar<br />
lo que es un bacán; esta situación<br />
permite ver claramente la insuficiencia<br />
de la comprensión <strong>del</strong> ser bacán por<br />
vía <strong>del</strong> señalamiento.<br />
Conocer trascendentalmente quiere<br />
decir conocer desde el concepto y no desde<br />
la experiencia; me explico: Aceptemos<br />
que en Daniel Santos tenemos, como<br />
bien lo sustentó Nelson Pinedo en una<br />
entrevista televisada concedida al profesor<br />
Hugo González, al arquetipo <strong>del</strong> bacán.<br />
Esta manera de explicar lo que es<br />
un bacán, señalando uno de ellos, el más<br />
representativo, es bien didáctica, pero<br />
es insuficiente, porque podría ocurrir<br />
que en determinado momento Daniel<br />
Santos no esté encarnando al bacán, verbigracia,<br />
cuando padeció el encarcelamiento,<br />
situación que lo abochornó, y de lo cual él<br />
*Barranquillero, 1952. Filósofo de la <strong>Universidad</strong> Nacional<br />
de Colombia, Bogotá. Estudios de doctorado en Filosofía,<br />
<strong>Universidad</strong> Javeriana, Bogotá. Profesor de la <strong>Universidad</strong><br />
<strong>del</strong> <strong>Norte</strong>.<br />
Soren Kierkegaard<br />
Lo anterior pone al descubierto la necesidad<br />
de contar con el concepto de bacán,<br />
trabajo que, por supuesto, le corresponde<br />
a<strong>del</strong>antar al filósofo; pero antes<br />
convendrían algunas precisiones preliminares.<br />
Un concepto no se descubre sino que<br />
se funda. Es esta la diferencia entre la<br />
física, por ejemplo, y la filosofía. Se puede<br />
afirmar que Newton no fundó la gravedad<br />
sino que la descubrió, porque antes<br />
de la existencia <strong>del</strong> propio Newton los<br />
cuerpos caían respondiendo a una ley<br />
inmodificable, si bien nadie se había ocupado de<br />
estudiarla y explicarla. La justicia, en cambio, no<br />
existe, como tampoco existe la subjetividad; lo que<br />
existe es una idea que alguien propone para comprender,<br />
lo más satisfactoriamente posible, un de-<br />
40<br />
<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />
pp. 40-43. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
Daniel<br />
Santos<br />
Albert<br />
Camus<br />
terminado fenómeno<br />
de la cultura.<br />
Así, pues, de lo<br />
que se trata aquí<br />
es de proponer una<br />
idea que ayude a<br />
comprender lo mejor<br />
posible lo rela-<br />
Odessa, archivo de Oskar Pájaro<br />
tivo al bacán y a la bacanería, entendida ésta como<br />
el modo de ser y de vivir bacán. Por tanto, la primera<br />
precisión que se impone es que la pregunta a<br />
responder no es quién es bacán, sino qué es un<br />
bacán, ya que lo primero sólo lo sabremos si llegamos<br />
a tener claro lo segundo. Manos, pues, a la obra.<br />
ANTECEDENTES<br />
La voz bacán menciona uno de los fenómenos culturales<br />
más interesantes de nuestra Costa Caribe.<br />
Sin que haya un significado preciso sobre lo<br />
que hay que entender por bacán, lo cierto es que<br />
existe una callada aspiración a ser tenido por tal.<br />
Inicialmente el vocablo adquirió significado al<br />
interior de un lenguaje particular, esquinero, surgido<br />
<strong>del</strong> comercio lingüístico de los sectores populares,<br />
pero fue ganando espacio hasta adquirir carta<br />
de ciudadanía dentro <strong>del</strong> léxico costeño. Sin embargo,<br />
lo único que está claro dentro de la semántica<br />
costeña es el sitial <strong>del</strong> bacán, mas no su significación;<br />
esto, debido a que no se ha acometido la<br />
tarea de elaborar el concepto, quedando así su significado<br />
preso de los vaivenes de su uso empírico.<br />
En esos términos sólo es posible dar cuenta de<br />
la existencia de un vocablo, y no de una realidad,<br />
lo cual se puede verificar haciendo la pregunta:<br />
¿Qué es un bacán? Con seguridad obtendremos<br />
como respuesta que bacán es un montón de cosas,<br />
lo que viene a significar que es nada, con lo cual<br />
adquiere la función de comodín, y eso repugna al<br />
concepto.<br />
Por tanto, la manifestación empírica de bacán,<br />
el vocablo, induce a sospechar que bacán es un<br />
mero soplo de voz,<br />
usado para recrear<br />
un ‘encaramado’ de<br />
cosas, tangibles e<br />
intangibles. Si este<br />
fuera el caso, la<br />
fundación <strong>del</strong> concepto<br />
sería imposible,<br />
bien porque no es identificable la realidad invocada,<br />
lo que la haría inexistente, o porque menciona<br />
demasiadas realidades, lo cual haría autocontradictorio<br />
el concepto, dado que concepto quiere<br />
decir unidad, en contraste con diversidad, o multiplicidad.<br />
Frente a la manifestación empírica de bacán, o<br />
mera existencia de un vocablo con la condición de<br />
soplo de voz, se sugiere aquí la hipótesis de que<br />
bacán es una realidad, pero tan abstracta que sólo<br />
se deja percibir mediante la actitud reflexiva, o<br />
filosófica. ¿Cuál es esta realidad?<br />
La realidad que dicho vocablo invoca es un estado<br />
<strong>del</strong> espíritu, el de estar exento de culpa, pero<br />
no por vía de la expiación religiosa sino mediante<br />
el goce sensorial. Pero, ¿qué lleva al bacán a sentirse<br />
exento de culpa?<br />
Indudablemente que su irresponsabilidad, la<br />
cual es, por demás, bien desafiante. El bacán no<br />
asume ninguna responsabilidad, por ejemplo, frente<br />
a la condición de pecador registrada por el libro<br />
de los libros, la Biblia, y por ende, promocionada<br />
por el cristianismo. Sabemos que la consecuencia<br />
<strong>del</strong> pecado original es la imposición de trabajar,<br />
en detrimento <strong>del</strong> goce que imperaba en el<br />
Edén. Y como el liberalismo y el comunismo comparten<br />
la idea <strong>del</strong> trabajo como imperativo en la<br />
creación y conservación de la cultura (para el liberalismo<br />
la fuente de toda riqueza; para el comunismo,<br />
o al menos para Marx, la esencia misma<br />
de la condición humana), tampoco asume el bacán<br />
responsabilidades frente a las obligaciones<br />
derivadas <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o liberal y <strong>del</strong> comunista. Para<br />
el bacán, el trabajo es una anormalidad, una per-<br />
41
versión de la cual hay que sustraerse<br />
a tiempo, tal como lo<br />
testimonia Alberto Beltrán en el<br />
tema que lo hizo mundialmente<br />
famoso:<br />
A mí me llaman el negrito <strong>del</strong><br />
/Batey<br />
porque el trabajo para mí es<br />
/un enemigo<br />
el trabajar yo se lo dejo todo<br />
/al buey<br />
porque el trabajo lo hizo Dios<br />
/como castigo.<br />
Como puede apreciarse, el desafío<br />
no es aquí contra Rousseau<br />
y Marx solamente, lo cual ya es<br />
bastante, sino contra el propio<br />
Dios. En la medida en que no se<br />
siente culpable, el negrito <strong>del</strong><br />
Batey le deja el trabajo al buey,<br />
siendo que Dios lo ha considerado<br />
pecador, y por ello, merecedor<br />
<strong>del</strong> castigo de trabajar.<br />
Por vía de la reflexión hemos<br />
sido, pues, conducidos hasta la<br />
realidad medular que define al<br />
bacán: la irresponsabilidad. Al<br />
respecto cabe hacer algunas precisiones.<br />
La primera de ellas es que la<br />
afirmación de que el bacán es un<br />
irresponsable no es un reproche.<br />
No se trata aquí de un juicio de<br />
valor, sino de la descripción de<br />
una sensibilidad, y para ir<br />
abriéndole campo a herejías mayores,<br />
me atrevo a asegurar que<br />
el modo de ser bacán es asimilable,<br />
por lo menos en gran medida, a las conclusiones<br />
arrojadas por la filosofía de lo absurdo respecto<br />
de la condición humana, y la fi<strong>del</strong>idad que le<br />
debemos.<br />
Arr.: Nelson Pinedo.<br />
Ab.: Alberto Beltrán.<br />
Gramsa, archivo Bassi<br />
La filosofía de lo absurdo nos dice que el hombre<br />
es esencialmente un rebelde. Pero, ¿contra qué<br />
se rebela el hombre? Nada más y nada menos que<br />
contra su propia condición, lo que quiere decir que<br />
la rebelión <strong>del</strong> hombre, para que sea auténtica,<br />
tiene que ser total, y no parcial. Así las cosas, los<br />
movimientos que han sido emprendidos para cambiar<br />
una estructura económica<br />
o política, o ambas cosas, son<br />
apenas rebeliones parciales,<br />
las cuales, en algunos casos,<br />
pueden incluso atentar contra<br />
la auténtica rebeldía, sobre todo<br />
cuando la conquista de una determinada<br />
forma de gobierno o<br />
de un determinado mo<strong>del</strong>o económico,<br />
o aspiración racial, viene<br />
a significar la implantación<br />
<strong>del</strong> terror. De otra parte, para<br />
la filosofía de lo absurdo la condición<br />
humana es una condición<br />
absurda, ya que el hombre<br />
es una lucha perpetua contra<br />
el sufrimiento y la muerte, lucha<br />
de antemano perdida, pero<br />
a la cual el hombre no va a renunciar<br />
nunca, constituyendo<br />
esto un absurdo.<br />
El Hombre lucha contra la<br />
muerte y el sufrimiento a través<br />
de la ciencia y <strong>del</strong> arte, y la<br />
filosofía de lo absurdo se esforzará<br />
por mostrar que la rebeldía,<br />
y por tanto el ser esencial <strong>del</strong><br />
hombre, se expresan de mejor<br />
modo a través <strong>del</strong> arte que de la<br />
ciencia. A propósito de esto, consigna<br />
Albert Camus en El mito<br />
de Sísifo: “La creación es el testimonio<br />
trastornador de la única<br />
dignidad <strong>del</strong> hombre: la rebelión<br />
tenaz contra su condición”.<br />
De cara a todo esto debo confesar<br />
que cuando me he visto en<br />
aprietos para explicar la filosofía<br />
de lo absurdo desde los textos<br />
de Sartre, Camus y Kierkegaard,<br />
he acudido a Daniel Santos,<br />
quien me ha rescatado siempre <strong>del</strong> atolladero.<br />
Seeco, archivo de Oskar Pájaro<br />
Antes de mostrar cómo he sido rescatado por<br />
Daniel Santos <strong>del</strong> atolladero, debo precisar que desde<br />
la filosofía de lo absurdo el único deber que se<br />
impone al hombre es el de jugar. Camus cita en El<br />
mito de Sísifo a Nietzsche: “Tenemos el arte para<br />
no morir de la verdad”. Porque jugar es lo más contrario<br />
a la ciencia. Todo el que busca la verdad tiene<br />
que renunciar a jugar. En la ciencia no puede<br />
haber juego porque no hay libertad. La predicción<br />
es la clave de éxito científico, y predecir es esta-<br />
42
lecer una rígida<br />
cadena que<br />
enlaza dos eslabones<br />
sin posibilidad<br />
de contingencia:<br />
la<br />
causa y el efecto.<br />
En el juego<br />
no hay predicción<br />
porque el<br />
juego es goce,<br />
libertad, riesgo.<br />
Kierkegaard<br />
creía que de lo<br />
que se trataba era de vivir y no de comprender, y<br />
concebía la vida como un juego, como una<br />
apuesta donde la razón era sobrepasada por el golpe<br />
seco de la decisión. Pero la decisión en Kierkegaard<br />
estaba dirigida a enfrentar el problema de la<br />
culpa; se trataba de un drama religioso, resumido<br />
así por Kierkegaard: ¿Cómo fue que me hice culpable?<br />
Adán y Eva expulsados <strong>del</strong> paraiso de Miguel Ángel, Capilla Sixtina.<br />
En Camus, el juego consiste en imaginar a<br />
Sísifo dichoso, es decir, en ahuyentar la tristeza<br />
de saber que en la vida nos esperan la muerte y el<br />
sufrimiento mediante la rebelión contra nuestra<br />
condición absurda. Pero en Camus rebelión significa<br />
mantener la tensión originaria yo-mundo,<br />
cuestión que se sostiene sobre todo en el arte. Se<br />
podría afirmar que la rebelión en Camus consiste<br />
en devenir artista, en hacer de la vida una obra de<br />
arte. Esa obra de arte se llama la autenticidad. Se<br />
trata de ser auténticos, y de saber hasta dónde llegar<br />
cuando el propósito de ser auténticos compromete<br />
la propia existencia. A pesar de la diferencia<br />
con Kierkegaard se sostiene la idea de que la vida<br />
es un juego, el juego de la transparencia y de la<br />
creación. Estética y moral conforman en Camus<br />
una unidad temática, pero ante todo, vital.<br />
responsable de<br />
la muerte de<br />
Isaac. No tendrá,<br />
pues, escapatoria.<br />
Tendrá<br />
que apostar.<br />
Otra vez la idea<br />
de juego, ahora<br />
en Sartre.<br />
Pero, ¿cómo<br />
explico en mis<br />
clases de Ética<br />
y de Filosofía<br />
todo esto?<br />
Es entonces cuando acudo a Daniel Santos, al<br />
“Jefe”, al “inquieto anacobero”, quien con su tema<br />
El juego de la vida, me lo resuelve todo:<br />
En el juego de la vida<br />
juega el pobre y juega el rico<br />
juega el blanco y juega el negro<br />
juega el grande y juega el chico.<br />
Es fácil constatar aquí la visión de la vida como<br />
juego.<br />
En el juego de la vida<br />
de nada vale la suerte<br />
porque al fin de la partida<br />
gana el albur de la muerte.<br />
Aparece expresada aquí la idea central de la filosofía<br />
de lo absurdo: la muerte como una condición<br />
insuperable dentro de la existencia.<br />
Juega con tus cartas limpias<br />
en el juego de la vida,<br />
al final nada te llevas,<br />
vive y deja que otros vivan.<br />
En Sartre, la única realidad <strong>del</strong> hombre es la libertad,<br />
que se manifiesta como la angustia de sabernos<br />
responsables de nuestros actos, pues los<br />
hemos elegidos, así se trate <strong>del</strong> acatamiento a una<br />
ley, ya que siempre se podrá demostrar que contábamos<br />
con la libertad de elegir otra cosa, la insurrección,<br />
por ejemplo; otros la eligieron. No importa<br />
si Dios pidió a Abraham que sacrificara a Isaac<br />
como prueba de su fe. De todos modos, según Sartre,<br />
Abraham tendrá que decidir que ése que le habló<br />
es Dios y no un demonio camuflado, y eso lo hará<br />
Aquí, la transparencia y la autenticidad<br />
camusianas.<br />
Cuatro puertas hay abiertas<br />
al que no tiene dinero,<br />
el hospital y la cárcel,<br />
la iglesia y el cementerio.<br />
Finalmente, la fatalidad impregnada de humor<br />
negro. ¿Era acaso Daniel Santos kafkiano? Tal vez<br />
nunca lo sepamos.<br />
43
Contribución de <strong>Huellas</strong><br />
en la definición de la identidad Caribe<br />
en Colombia*<br />
Alfredo Marcos María<br />
Vilma Gutiérrez de Piñeres Abello<br />
Editores de <strong>Huellas</strong><br />
BREVE CONCEPCIÓN<br />
El maestro Germán Vargas, que fue un colaborador<br />
solidario de <strong>Huellas</strong>, solía decir: “¿Para qué volver a<br />
escribir lo que ya está escrito, y más todavía si está<br />
bien escrito?” Y <strong>Huellas</strong> ha encontrado en su director<br />
un excelente cronista de su génesis, su desarrollo<br />
y su filosofía. Con motivo de celebrarse los 20<br />
años de vida de la revista, Jesús Ferro Bayona anotaba:<br />
«Dicen que lo difícil, después de publicar el primer<br />
número, es mantener la salida periódica de<br />
una revista. La sentencia se refiere, sobre todo, a<br />
las revistas culturales y universitarias. La excepción<br />
a la regla se aplica a <strong>Huellas</strong>, la revista cultural<br />
de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>, que llega a sus 20<br />
años de ininterrumpida publicación [...]<br />
«En el editorial <strong>del</strong><br />
número 17, agosto de<br />
1986, se afirma que<br />
“<strong>Huellas</strong> seguirá siendo<br />
una revista universitaria<br />
con vocación<br />
cultural, ámbito en el<br />
*Una versión más extensa<br />
de este ensayo, en<br />
cuanto a la trascripción de<br />
textos de Jesús Ferro sobre<br />
la historia de <strong>Huellas</strong>, fue<br />
leída en forma dialogada por<br />
sus autores en el Congreso<br />
de Colombianistas “Colombia<br />
y el Caribe”, <strong>Universidad</strong><br />
<strong>del</strong> <strong>Norte</strong>, ago., 2003.<br />
Alfonso Fuenmayor<br />
cual transitan las ideas políticas, los fenómenos<br />
políticos y sociales, el pensamiento filosófico, la<br />
creación poética y narrativa...” Así ha sido, invariablemente,<br />
dándose momentos de acentuación en<br />
lo histórico regional. Ramón I. Bacca señala que<br />
“la nueva historia de la Costa” tuvo como primer<br />
vehículo de expresión a la revista <strong>Huellas</strong> [...]<br />
«En otros momentos se ha resaltado el debate<br />
académico que se inició en octubre de 1980, en torno<br />
al “Modo de ser costeño”, en un foro que tuvo<br />
lugar en la Cámara de Comercio, de la calle cuarenta,<br />
antesala de los sucesivos foros de la Costa,<br />
que se iniciaron en marzo de 1981 en Santa Marta<br />
[...]<br />
«En el número de marzo citado, salieron publicados<br />
el ensayo de Carlos Angulo Valdés Visión<br />
sinóptica de la prehistoria<br />
regional, cargado <strong>del</strong><br />
rigor antropológico que<br />
ha caracterizado la<br />
obra investigativa <strong>del</strong><br />
insigne profesor, y el<br />
de Jesús Ferro Bayona<br />
Esbozo de una etnología<br />
sobre el modo de ser costeño,<br />
inspirado este último<br />
en la concepción<br />
etnológica de Claude<br />
Lévi-Strauss, aplicada<br />
al caso costeño [...]<br />
Álvaro Cepeda Samudio<br />
44<br />
<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />
pp. 44-49. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
Gabriel García Márquez<br />
en su residencia de México,<br />
2004.<br />
«En cierta forma, y dadas las circunstancias de<br />
la divulgación, el pensamiento omnipresente y único<br />
de Julio E. Blanco, empezó a ser equilibrado con<br />
los ensayos filosóficos publicados en <strong>Huellas</strong>. De esa<br />
manera, la revista ha jugado un papel de renovación<br />
<strong>del</strong> pensamiento filosófico en la Costa en los<br />
últimos veinte años [...] cuando la revista llegó a su<br />
N° 25, en abril de 1989, la Dirección señalaba en el<br />
editorial: “La revista <strong>Huellas</strong>, plantada en el Caribe,<br />
es una plataforma marítima adonde llegan y de<br />
donde parten los efluvios intelectuales y culturales<br />
<strong>del</strong> mundo; por eso mismo, no nos contentamos con<br />
ser una expresión de nuestro acontecer, sino que<br />
vamos más lejos, buscamos ser un mirador desde<br />
donde la reflexión sobre el hombre y su destino, nos<br />
hermane con las ubicuas inquietudes de las culturas<br />
de ayer, de hoy y de mañana” [...] El rescate de<br />
esa aura, de esos rituales de la lectura y de la apreciación,<br />
por la vía <strong>del</strong> gusto crítico y reflexivo, está<br />
en la base de la perseverante labor de la cultura<br />
que por veinte años nos ha mantenido unidos a todo<br />
el grupo de dirección, de redacción y de colaboradores<br />
de la revista <strong>Huellas</strong>.» Hasta aquí los apartes<br />
<strong>del</strong> texto de Jesús Ferro Bayona.<br />
HUELLAS EN MIT<br />
Foto de Claudia Acosta-Madiedo Henao<br />
«Se encuentra ahí la génesis, poco estudiada,<br />
<strong>del</strong> debate sobre la identidad costeña que ha ido teniendo<br />
eco en las páginas de la revista (recuérdese<br />
el Primer encuentro Caribe, en agosto de 1986, siguiendo<br />
el mismo tema) [...] Esa línea de reflexión<br />
sería, a mi modo de ver, la consonante académica<br />
de la preocupación política costeña por encontrar<br />
la fórmula de su autonomía regional [...]<br />
En los Estados Unidos, un lector de <strong>Huellas</strong> desde<br />
1990, Douglas Morgenstern, que es Senior Lecturer<br />
in Spanish <strong>del</strong> Department of Foreign Languages<br />
and Literatures <strong>del</strong> Instituto Tecnológico de<br />
Massachusetts, por su parte, sobre nuestra revista,<br />
en comunicación personal, anota la siguiente<br />
apreciación.<br />
«Toda universidad anhela ser el centro <strong>del</strong> mundo,<br />
aproximarse al famoso Aleph de Borges para contener<br />
el universo entero. La revista <strong>Huellas</strong> es testimonio<br />
de que ya se ubica en ese lugar céntrico la<br />
<strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>. <strong>Huellas</strong> abarca la historia,<br />
el arte, las letras, la filosofía y la ciencia. La revista<br />
sigue las grandes tradiciones occidentales y orientales,<br />
<strong>del</strong> norte y <strong>del</strong> sur, de estimular el pensamiento<br />
y, de igual importancia, retar las convenciones<br />
y promover una actitud de curiosidad y reflexión,<br />
sin temer la iconoclasia. No es una revista<br />
fácil, por eso recordemos las palabras de otra voz<br />
<strong>del</strong> Caribe: “Sólo lo difícil es estimulante”, escribió<br />
Lezama Lima.<br />
«Cuando apareció por primera vez Cien años de<br />
soledad, se dijo que la novela era un elogio al lector.<br />
Es justo que <strong>Huellas</strong>, que proviene de la tierra<br />
de Macondo, continúe esa alabanza. <strong>Huellas</strong> es para<br />
los lectores que piensan, y los universitarios que<br />
sueñan. Con su crítica y su invención, nos ayuda a<br />
recordar, a valorizar la memoria y la autenticidad.<br />
Es como si nos dijera: hay que luchar contra la peste<br />
<strong>del</strong> olvido de la que nos advirtió García Márquez,<br />
45
G. Vizcaíno Mane Arrieta (E. García) Carnaval José Félix Fuenmayor Luis F. Jaramillo B. Luis F. Jaramillo B.<br />
una plaga que en nuestra época, nace en los medios<br />
de comunicación masivos, cuyos lemas realizan<br />
las terribles pesadillas de Orwell.<br />
«En su elocuencia de palabra y elegancia de imagen<br />
—concluye el profesor Morgenstern—, <strong>Huellas</strong><br />
revela los torbellinos humanísticos de un pueblo que<br />
sigue indagando sin tregua y creando sin cesar.»<br />
HUELLAS EN EL CARIBE<br />
Retomemos entonces una de las ideas <strong>del</strong> editorial<br />
que hemos transcrito de Jesús Ferro. Cuando se<br />
refiere a los foros <strong>del</strong> Caribe, y a la publicación que<br />
<strong>Huellas</strong> hace de las ponencias, anota: «Se encuentra<br />
ahí la génesis, poco estudiada, <strong>del</strong> debate sobre<br />
la identidad costeña que ha ido teniendo eco en las<br />
páginas de la revista (recuérdese el Primer encuentro<br />
Caribe, en agosto de 1986, siguiendo el mismo<br />
tema). Esa línea de reflexión sería, a mi modo de<br />
ver, la consonante académica de la preocupación<br />
política costeña por encontrar la fórmula de su autonomía<br />
regional.»<br />
Esa idea —sintetizada en el título de este ensayo,<br />
Contribución de <strong>Huellas</strong>, Revista de la <strong>Universidad</strong><br />
<strong>del</strong> <strong>Norte</strong>, en la definición de la identidad Caribe<br />
en Colombia—, se tratará de desarrollar de aquí en<br />
a<strong>del</strong>ante.<br />
Resulta bastante notoria la forma avasalladora<br />
y casi contundente como las denominaciones<br />
“Costa Caribe” o “el Caribe colombiano”,<br />
han venido desplazando a las voces<br />
“Costa Atlántica” o “Litoral Atlántico”.<br />
Si revisamos aún someramente la<br />
literatura existente sobre esta región tropical,<br />
que las geografías de Colombia que<br />
estudiábamos en la escuela primaria<br />
describían como “una extensa llanura de<br />
clima ardiente y malsano”, encontramos<br />
que el artículo que abre la primera edición<br />
de <strong>Huellas</strong> se denomina La Costa<br />
Atlántica y el programa nacional de alcohol<br />
carburante, y un segundo artículo ostenta el título<br />
de Al rescate <strong>del</strong> mar colombiano, donde, en las<br />
17 páginas que lo conforman, la palabra Caribe apenas<br />
si sale en el mapa que lo ilustra.<br />
En el segundo número, la bandera de la revista<br />
dice ahora explícitamente: «<strong>Huellas</strong> es una publicación<br />
que pone al alcance de la comunidad nuevas<br />
perspectivas y potencialidades de la Costa Atlántica.»<br />
Y en la parte final <strong>del</strong> editorial, se anota:<br />
“De ahí que un propósito esencial de la <strong>Universidad</strong><br />
sea el de imprimir un dinamismo mayor a sus<br />
funciones de investigación y extensión en favor de<br />
la Costa. Nuestra presencia en la organización <strong>del</strong><br />
Primer foro de la Costa Atlántica confirma la responsabilidad<br />
que Uninorte tiene contraída con el<br />
futuro de esta región colombiana.»<br />
Y agrega el editorialista, insistiendo y definiendo<br />
el carácter de la revista, que agradece «la positiva<br />
acogida que ha recibido esta revista, <strong>Huellas</strong>,<br />
cuyo carácter inicial hemos replanteado a partir<br />
de esta segunda entrega, para dar cabida a una<br />
acepción más amplia <strong>del</strong> término “cultural regional”,<br />
en la cual ciencia y tecnología, valores, arte y<br />
pensamiento, se articulan en un conjunto armónico<br />
para entregar a nuestros lectores una visión actual<br />
y prospectiva de la Costa Atlántica.»<br />
Hasta aquí, destaca Costa Atlántica. Sin embargo,<br />
en su artículo Esbozo de una etnología sobre<br />
el modo de ser costeño, controvirtiendo<br />
la afirmación de Enrique Caballero de<br />
que el Brasil «no ha implantado la civilización<br />
de la clámide griega sino de la<br />
tanga mulata», Jesús Ferro Bayona, ya<br />
adentrado en el noveno párrafo, afirma<br />
que no discutirá «lo propio y lo impropio<br />
de tal afirmación en cuanto desconoce<br />
la realidad tropical de la región Caribe<br />
colombiana, y en cuanto confirma la frase<br />
irónica de Borges de que “la realidad<br />
no es continuamente criolla”, gracias<br />
a Dios.<br />
46
«Pero dejemos constancias —continúa Jesús Ferro—<br />
de que la conciencia de un andino, por no decir<br />
sus hábitos y expresiones culturales, está situada<br />
a la otra orilla <strong>del</strong> trópico, en las mesetas<br />
frías en donde se suspira todavía, entre balandranes<br />
y edredones, por los antiguos virreinatos de solemnidades<br />
emperifolladas, contrariamente al furor <strong>del</strong><br />
Caribe, sensual, violento y exuberante, tierra donde<br />
se cumple la definición que Hegel daba de América<br />
como tierra <strong>del</strong> porvenir: “Es un país de nostalgia<br />
para todos los que están hastiados <strong>del</strong> museo<br />
histórico de la vieja Europa.”»<br />
¿Es ésta la primera mención que se hace en <strong>Huellas</strong><br />
de la palabra Caribe? Desde luego que lo que<br />
pretendemos decir es que, en este momento que<br />
nos ocupa, “lo Caribe” se encontraba virtualmente<br />
en desuso frente a “lo Atlántico”, si bien en Cartagena<br />
se erguía ensoñador entre olas y palmeras el<br />
hermoso Hotel Caribe, y desde Aracataca se enviaban<br />
niños a estudiar en Santa Marta en el Liceo<br />
Caribe, y en Barranquilla se editaba un periódico<br />
denominado Diario <strong>del</strong> Caribe, cuyo nombre,<br />
¿por qué no?, coadyuvó a inspirar y motivar el uso<br />
de la voz Caribe, ya que en sus páginas colaboraban<br />
gran parte de los intelectuales que hoy lideran<br />
la cultura en esta región de Colombia. Citemos algunos<br />
nombres: Eduardo Posada Carbó, Gustavo Bell<br />
Lemus, Adolfo Meisel Roca, Jesús Ferro Bayona,<br />
Ramiro de la Espriella, Tito de Zubiría, Ramón Illán<br />
Bacca, Carlos J. María, Ariel Castillo Mier, Julio<br />
Tovar de Andréis, Adolfo González Henríquez, y muchos<br />
más, que no mencionamos para no hacer prolija<br />
esta lista, y cuyos nombres se hallan vinculados<br />
a <strong>Huellas</strong>.<br />
EL CARIBE<br />
EN LOS DICCIONARIOS DE COLOMBIA<br />
Para una verificación de que la palabra “Caribe” no<br />
gozaba <strong>del</strong> uso y el prestigio de hoy, digamos que el<br />
Breve Diccionario de Colombianismos de la Academia<br />
Colombiana de la Lengua, en 1975, no la registra,<br />
pasando olímpicamente de la palabra “cariduro” a<br />
la “carimañola”, que es un manjar de nuestra región<br />
Caribe.<br />
Por su parte, publicado en 1983 por el Banco de<br />
la República y la Biblioteca Luis Ángel Arango, el<br />
Lexicón de Colombianismos, <strong>del</strong> prestigioso filólogo<br />
colombiano Mario Alario Di Filippo, oriundo él mismo<br />
de la Costa Caribe, sólo registra esta voz en la<br />
acepción que tiene de “algunos peces de los ríos de<br />
América.”<br />
“Y luego para colmo / de peras en el olmo”, como<br />
diría el Tuerto López, en el Nuevo Diccionario de<br />
Colombianismos <strong>del</strong> Instituto Caro y Cuervo, aún en<br />
1993, la palabra Caribe se asocia única y exclusivamente<br />
al significado zoológico que acabamos de<br />
mencionar de estos tales peces, que son más conocidos<br />
con el nombre de “pirañas”.<br />
Cerremos, pues, los diccionarios, y continuemos<br />
escrutando en las páginas de nuestra revista.<br />
En el número 19, en el editorial, Gustavo Bell<br />
Lemus anota: “Con motivo de la celebración de los<br />
20 años de haberse fundado nuestra <strong>Universidad</strong>,<br />
tuvo lugar el Primer encuentro cultural <strong>del</strong> Caribe”,<br />
y más a<strong>del</strong>ante agrega que <strong>Huellas</strong> publica algunas<br />
de las conferencias “con la plena convicción<br />
de que con ello estamos impulsando la formación<br />
de un foro permanente sobre el Caribe.”<br />
La conferencia inaugural de este evento, que correspondió<br />
a Jesús Ferro Bayona, se tituló El Caribe,<br />
nuestro padre mediterráneo, y de allí en a<strong>del</strong>ante,<br />
se podría decir con propiedad: el Caribe reina.<br />
EL CARIBE REINA<br />
La consolidación de la palabra Caribe hallaría su<br />
epítome en el título de la antología realizada por Gus-<br />
Haime Correa Enrique Grau Alejandro Obregón Roberto Angulo Noé León<br />
47
Alfredo Marcos y Vilma Piñeres<br />
leen esta ponencia en el Congreso<br />
de Colombianistas, acompañados<br />
por Ramón I. Bacca, José Luis Garcés<br />
y Jordi Lladó.<br />
tavo Bell El Caribe colombiano; selección<br />
de textos históricos, publicada por<br />
Ediciones Uninorte en 1988. Se reafirmaría<br />
luego en la Bibliografía histórica<br />
<strong>del</strong> Caribe colombiano, recogida<br />
por Sergio Solano, y publicada,<br />
también por Ediciones Uninorte, en<br />
1990. Más tarde, en 1994, en la Historia económica<br />
y social <strong>del</strong> Caribe colombiano, otra selección de textos,<br />
realizada por Adolfo Meisel Roca, y publicada<br />
por Ediciones Uninorte, se corroboraría el uso de la<br />
voz Caribe, que ahora seguiría orgullosa y campante<br />
en nuestras letras, y en nuestros corazones, para<br />
resplandecer luminosa y vehemente, como, especialmente<br />
para este ensayo, escribió Gustavo Bell<br />
Lemus:<br />
«Aunque parezca sorprendente, el hecho de que<br />
hasta hace escasos tres lustros los mismos costeños<br />
continuaran denominando su propia región<br />
como la Costa Atlántica, denotaba no solamente el<br />
dominio cultural que sobre nuestra propia identidad<br />
se tenía desde el interior <strong>del</strong> país, sino también<br />
una especie de vergüenza colectiva por pertenecer<br />
a esa región geográfica y natural que se llama<br />
el Caribe. Detrás de aquella falsa denominación<br />
se hallaba también la ignorancia de lo que ese<br />
mar había significado en la formación histórica de<br />
nuestra sociedad. Hasta que apareció <strong>Huellas</strong>.<br />
«<strong>Huellas</strong> —continúa— ha significado nuevamente<br />
la apertura al mar, y por ende al océano de la<br />
civilización. Las páginas de <strong>Huellas</strong> han sido las naves<br />
que nos han permitido viajar hacia el encuentro<br />
con aquellos otros pueblos que viven en sus orillas<br />
y de dónde nos llegó con toda su carga de dramatismo<br />
el mundo moderno; pero también esas<br />
mismas páginas han sido las piraguas y canoas que<br />
nos han llevado a recorrer el Magdalena arriba en<br />
un viaje de rescate de nuestras raíces.<br />
«<strong>Huellas</strong> ha sido el mascarón de proa de la aventura<br />
de volver a ser, orgullosa e integralmente, Caribes»<br />
—concluye Gustavo Bell.<br />
CARIBE FELIZ<br />
Foto de Julio Gil<br />
A ese broche de oro, ensartemos una perla que estuvo<br />
a punto de naufragar para siempre en las<br />
procelosas mareas editoriales, cuando un impresor<br />
en Me<strong>del</strong>lín extravió la última página <strong>del</strong> ensayo<br />
de Eduardo Posada Carbó Estado, región y nación<br />
en la historia de la Costa Atlántica colombiana: Notas<br />
sobre la Alianza Regional de 1919, que aparece en<br />
el libro El Caribe colombiano, y que en el último párrafo<br />
dice:<br />
«Estas aspiraciones comunes —“las reivindicaciones<br />
costeñas”, como las llamó El Tiempo— fueron<br />
menospreciadas en el Interior. “La canalización <strong>del</strong><br />
Magdalena es una palabra que carece de sentido”,<br />
Guillermo Ardila Mario Rebolledo Marco Mojica Zarita Abello Óscar Tapia<br />
48
Fotos de Giselle Massard Lozano<br />
Jesús Ferro, director de <strong>Huellas</strong>, acompañado de sus editores, Vilma<br />
Piñeres y Alfredo Marcos, revisa el machote de este número.<br />
Vilma Piñeres y Alfredo Marcos, con Munir Kharfan,<br />
diseñan <strong>Huellas</strong> en Gráficas Lourdes, donde desde hace<br />
muchos años se imprime la revista.<br />
expresó el diario capitalino; una carretera entre Barranquilla<br />
y Cartagena, según el mismo editorialista,<br />
sería “una vía de sport”, y “para satisfacer la mitad<br />
siquiera de las exigencias de nuestros compatriotas<br />
aledaños al Caribe, sería insuficiente todo el<br />
presupuesto nacional.” Más aún, “quizá ninguna<br />
sección <strong>del</strong> país” había merecido de parte <strong>del</strong> gobierno<br />
“una tan preferente atención como los departamentos<br />
de la Costa”, que eran “indudablemente los<br />
más privilegiados de la República.”<br />
«Las aspiraciones de la Liga Costeña —continúa<br />
Eduardo Posada— fueron calificadas de “suntuarias<br />
en relación con las necesidades urgentísimas de los<br />
pueblos <strong>del</strong> interior”. Para quienes opinaban como<br />
El Tiempo, “una varada en el río Magdalena es un<br />
agradable esparcimiento”, y los pueblos de la Costa<br />
eran los “menos necesitados y los más felices.”»<br />
De 1919 hasta nuestros días, ha corrido, Magdalena<br />
abajo hasta las turbulentas Bocas de Ceniza,<br />
mucha agua y mucho detritus y mucho olvido. Los<br />
índices de analfabetismo y pobreza <strong>del</strong> Caribe colombiano<br />
son escandalosos, y de ninguna manera somos<br />
hoy “los menos necesitados.” Pero conservamos<br />
intacta nuestra irrenunciable vocación de seguir<br />
siendo los “más felices”.<br />
49
DOSSIER ACREDITACIÓN<br />
La acreditación de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>*<br />
Cecilia María Vélez<br />
Ministra de Educación<br />
Es muy grato para mí estar hoy aquí con ustedes y<br />
unirme a la celebración por la Acreditación Institucional<br />
otorgada por siete años a la <strong>Universidad</strong><br />
<strong>del</strong> <strong>Norte</strong> de Barranquilla.<br />
Éste es un mérito más que debe destacarse en<br />
la labor diaria que, de manera seria y comprometida,<br />
cumple la <strong>Universidad</strong>. El esfuerzo de sus directivos<br />
y de sus profesores ha sido justamente<br />
reconocido por un equipo internacional de pares<br />
académicos y por el Consejo Nacional de Acreditación.<br />
Precisamente, uno de los mayores retos que tenemos,<br />
el Gobierno y el Ministerio de Educación<br />
Nacional en cuanto a la educación superior, es<br />
lograr una ampliación significativa de la cobertura<br />
y, en forma simultánea, mejorar la calidad de<br />
sus programas.<br />
La única forma de obtener este objetivo<br />
es a través de un esfuerzo conjunto<br />
entre todos los actores que intervienen<br />
en el sistema:<br />
• Los estudiantes, por medio de su<br />
participación, curiosidad, inquietud,<br />
ganas de investigar e interés por los<br />
temas.<br />
• Los profesores, a través de su alto nivel de formación<br />
y actualización permanente.<br />
• Y las instituciones, concientes de la altísima<br />
responsabilidad social que conlleva este proceso,<br />
*Texto leído en la ceremonia de acreditación, Barranquilla,<br />
nov. 20, 2003.<br />
a través de la búsqueda de la excelencia de los programas<br />
que ofrecen.<br />
En Colombia, el Ministerio de Educación Nacional<br />
ha asumido en forma directa la responsabilidad<br />
de la inspección y vigilancia de la educación<br />
superior. Esta responsabilidad incluye el poder dar<br />
garantía pública de un nivel de calidad en todos<br />
los programas de educación superior ofrecidos en<br />
el país. Para esto, el Ministerio ha diseñado un<br />
sistema de aseguramiento y gestión de la calidad<br />
con varios componentes:<br />
• La verificación de las condiciones mínimas<br />
de calidad para el registro calificado, establecidas<br />
en el Decreto 2566 <strong>del</strong> 10 de septiembre de 2003,<br />
condiciones obligatorias para todas las instituciones<br />
y que, por lo tanto, garantizan el nivel mínimo<br />
requerido para programas de calidad.<br />
• Y la acreditación voluntaria y de<br />
alta calidad que otorga el Consejo Nacional<br />
de Acreditación, y la acreditación<br />
institucional otorgada por el mismo<br />
Consejo, máximo reconocimiento a<br />
la calidad otorgado en Colombia.<br />
Otros componentes importantes <strong>del</strong><br />
sistema son los exámenes de calidad<br />
de la educación superior (ECAES) y el Observatorio<br />
<strong>del</strong> Mercado Laboral, que ofrecerán información<br />
acerca <strong>del</strong> resultado final <strong>del</strong> proceso<br />
de formación en cuanto a competencias, conocimientos,<br />
y facilidad y calidad de empleo.<br />
La acreditación de alta calidad permite garantizar<br />
a la sociedad que las Instituciones de Educación<br />
Superior cumplen con los más altos requisitos<br />
de calidad y que realizan sus propósitos y obje-<br />
50<br />
<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />
pp. 50-51. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
tivos. Pretende, además, ser un mecanismo para<br />
que las instituciones rindan cuentas ante la sociedad<br />
y el Estado sobre el servicio educativo que<br />
prestan.<br />
Hoy, la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong> está dando cuenta,<br />
a la región Caribe colombiana y al país, de su<br />
liderazgo, compromiso y disciplina. Y está demostrando<br />
lo que pueden hacer los caribeños cuando<br />
conjugan estos factores para lograr metas altas de<br />
desarrollo. Estamos seguros de que la acreditación<br />
que obtuvo la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong> es un reconocimiento<br />
a su desarrollo en 37 años de historia.<br />
Este reto, ineludible para las universidades <strong>del</strong><br />
país y, en particular, para las de la región Caribe,<br />
fue asumido por esta institución, y como tal debe<br />
motivar e inspirar para continuar en el proceso de<br />
ser mejores con el firme propósito de entregarle a<br />
la Costa una formación de alta calidad de su talento<br />
que contribuya significativamente al desarrollo<br />
humano y sostenible que tanto necesita esta<br />
zona <strong>del</strong> norte de Colombia.<br />
Estamos seguros de que la prioridad de Colombia<br />
para el siglo XXI debe ser consolidar un proyecto<br />
educativo capaz de desarrollar las herramientas<br />
necesarias para que pueda asegurar el<br />
bienestar de todos sus ciudadanos. Es cierto que<br />
en el mediano plazo el reto es devolver la tranquilidad<br />
a los colombianos mediante una política de<br />
seguridad ciudadana, pero, en el largo plazo, sólo<br />
la educación podrá brindarnos la garantía de la convivencia.<br />
No quiero terminar, sin antes expresarles a los<br />
miembros de la comunidad uninorteña que, hoy,<br />
ustedes asumen un gran compromiso con Barranquilla,<br />
con el Atlántico, con la región Caribe y con<br />
Colombia.<br />
Este sello de calidad es un paso más en una<br />
política de mejoramiento continuo propio de las instituciones<br />
conscientes de su papel preponderante<br />
en el desarrollo <strong>del</strong> país, y comprometidas con la<br />
formación de capital humano de alta calidad que<br />
permita la competitividad de Colombia en un mercado<br />
global. La historia los pone en una posición<br />
donde no pueden ser ajenos a estos retos, sino que,<br />
por el contrario, ustedes deben ejercer un liderazgo<br />
que contribuya con estos propósitos. En este camino<br />
siempre los acompañaremos.<br />
Arr.: La ministra de<br />
educación, Cecilia María<br />
Vélez, recibe <strong>del</strong> rector<br />
Jesús Ferro la medalla<br />
conmemorativa de la<br />
<strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>.<br />
Ab. I. a D.: Cap. de navío<br />
Gabriel Arango Bacci;<br />
Dieb Maloof, senador;<br />
Humberto Caiaffa, alcalde<br />
de Barranquilla; Cecilia<br />
María Vélez; Jesús Ferro<br />
Bayona; Alejandro Char,<br />
gobernador <strong>del</strong> Atlántico;<br />
Álvaro Jaramillo Vengoechea,<br />
presidente <strong>del</strong> Consejo<br />
Directivo de la <strong>Universidad</strong><br />
<strong>del</strong> <strong>Norte</strong>; Jaime Amín y<br />
Jorge Ceballos, representantes<br />
a la Cámara.<br />
51
DOSSIER ACREDITACIÓN<br />
La acreditación institucional de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong><br />
UN COMPROMISO CON EL FUTURO *<br />
Jesús Ferro Bayona<br />
Rector de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong><br />
EL PROCESO HISTÓRICO<br />
DE LA ACREDITACIÓN EN COLOMBIA<br />
La evaluación de las universidades, a través de<br />
unas reglas claras que les permitan ser reconocidas<br />
y tener legitimidad pública, surgió hace más<br />
de cien años, cuando en Estados Unidos la educación<br />
empezó a desarrollarse con propósitos masivos,<br />
claramente dirigidos a sustentar los procesos<br />
económicos y sociales, en un marco de autonomía<br />
y libertad. La acreditación evolucionó allá respondiendo<br />
al itinerario histórico, social y cultural <strong>del</strong><br />
país.<br />
En Colombia, el proceso tiene similitudes. A<br />
principios de los años 90 se impulsaban importantes<br />
reformas institucionales. Se habló, desde ese<br />
entonces, de autonomía de los ciudadanos y descentralización.<br />
La nueva Constitución política también<br />
le imprimió al país una mayor dinámica<br />
institucional. Las entidades públicas empezaron<br />
a hablar de calidad total, planeación, índices de<br />
gestión y desempeño.<br />
En el escenario económico, se cambió el mo<strong>del</strong>o<br />
que desde hacía 50 años funcionaba en el<br />
país. La apertura económica planteó un cambio<br />
en la estructura productiva nacional y en el propio<br />
Estado.<br />
*Este texto fue leído por su autor en la ceremonia de<br />
acreditación efectuada en el Coliseo Cultural y Deportivo<br />
de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>, Barranquilla, nov. 20 de 2003.<br />
En materia educativa, el “revolcón” de la administración<br />
<strong>del</strong> presidente César Gaviria, no se hizo<br />
esperar. La crisis de la calidad tocaba fondo, y por<br />
ello el Plan de apertura educativa 1991-1994, se<br />
propuso construir un sistema dinámico, autónomo<br />
y competitivo.<br />
El ICFES también cambió. Empezó a funcionar<br />
como un organismo técnico que impulsaría la investigación,<br />
el desarrollo docente, la cooperación<br />
interinstitucional y la información.<br />
La ley 30 de 1992, por su parte, reformó el sistema<br />
de educación superior y dejó en libertad a<br />
las universidades para adherirse al nuevo proceso<br />
de acreditación. Las universidades, a su turno,<br />
empezaron a gozar de la autonomía reconocida por<br />
la Constitución y regulada por la ley.<br />
Ése era el panorama nacional. Un país con una<br />
nueva actitud, que le abría paso a la acreditación<br />
institucional de las universidades.<br />
LA ACREDITACIÓN<br />
EN LA UNIVERSIDAD DEL NORTE<br />
En ese momento de cambios en el país, la <strong>Universidad</strong><br />
<strong>del</strong> <strong>Norte</strong> se encontraba en la mitad de su<br />
tercera década, y desde entonces sobresalía en los<br />
ambientes académicos, siempre con la convicción<br />
de que cada acto de su proceso de formación debía<br />
buscar la perfección, con la conciencia de estar<br />
52<br />
<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />
pp. 52-57. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
Arr.: Alejandro Char, gobernador <strong>del</strong><br />
Atlántico, impone al rector Jesús Ferro<br />
la medalla “Puerta de Oro de Colombia”.<br />
Ab.: Los representates Jorge Caballero y<br />
Jaime Amín, egresados de Uninorte,<br />
imponen la Orden de la Democracia<br />
“Simón Bolívar”, grado Cruz Comendador,<br />
al rector Jesús Ferro Bayona.<br />
construyendo para el futuro, y al amparo de una<br />
marcada responsabilidad social.<br />
Fue en el año dos mil, cuando asumimos el reto<br />
de trabajar por obtener la acreditación institucional.<br />
Nuestro mo<strong>del</strong>o de gestión universitaria<br />
se había basado por años en la planeación estratégica,<br />
lo cual nos llevaba a la revisión periódica de<br />
nuestras actividades con altos niveles de exigencia<br />
y estándares de calidad rigurosos.<br />
Nuestros primeros logros empezaron con las<br />
acreditaciones de los programas de pregrado. La<br />
<strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong> fue una de las primeras universidades<br />
<strong>del</strong> país, y la única en la región, en someter<br />
a prueba sus programas profesionales, en<br />
el marco de una dinámica sostenida, que hoy nos<br />
permite ser, proporcionalmente a su tamaño, la<br />
institución superior con el mayor número de carreras<br />
acreditadas.<br />
Porque hemos creído en los estándares de calidad<br />
establecidos y en la manera como el Estado los<br />
ha aplicado, dimos, luego, un salto importante, que<br />
consistió en abrir las páginas de nuestra historia<br />
para que la comunidad académica nos evaluara<br />
institucionalmente. De esta manera, le rendíamos<br />
cuentas a la sociedad a fin de que se enterara de<br />
lo que estamos haciendo, y desde nuestra percepción<br />
y la <strong>del</strong> Estado mismo, que lo hacemos con<br />
excelencia.<br />
Iniciamos con una autoevaluación interna de<br />
los procesos de docencia, investigación, extensión,<br />
y gestión administrativa y financiera para medir<br />
el grado de cumplimiento, con base en los<br />
estándares de calidad fijados por el Estado para las<br />
instituciones de educación superior. En ese<br />
autoexamen participó la comunidad entera —directivos,<br />
profesores, estudiantes, egresados, empresarios—.<br />
Por eso la acreditación que obtuvimos<br />
fue un logro de todos.<br />
CALIDAD EN EL<br />
DESARROLLO INSTITUCIONAL<br />
Hoy, nos da mucha satisfacción celebrar con este<br />
acto académico la Acreditación Institucional que<br />
la Ministra de Educación nos reconoció mediante<br />
la resolución 2085 <strong>del</strong> 5 de septiembre <strong>del</strong> 2003.<br />
Citando las palabras <strong>del</strong> Consejo Nacional de<br />
Acreditación, diversos aspectos ubican a la institución<br />
en altos niveles de calidad entre los que se<br />
destaca que “la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong> está plenamente<br />
identificada con una Misión y con un Proyecto<br />
Institucional especialmente relevantes para<br />
el progreso de la región.”<br />
Una universidad debe cumplir a cabalidad con<br />
su Misión. Cuando esta institución fue fundada<br />
en el año de 1966 por un grupo de empresarios de<br />
la ciudad, representantes de la Fundación ANDI, de<br />
INCOLDA y de la Fundación Barranquilla, hoy Fundación<br />
Mario Santo Domingo, dejaron plasmada<br />
53
esa Misión en el acta de Constitución y luego en<br />
los Estatutos.<br />
En ellos se puede ver la dimensión regional que<br />
le imprimieron al consignar que la nueva institución<br />
debía “desarrollar e incrementar la educación<br />
universitaria en la Costa Atlántica, procurando<br />
ofrecer un alto nivel académico, con profesionales<br />
idóneos y métodos adecuados.”<br />
Qué bien nos sentimos cuando 37 años después,<br />
la Acreditación Institucional señala que nuestra<br />
Misión es especialmente relevante para que la región<br />
se transforme significativamente. Con ello se<br />
está exaltando nuestra fi<strong>del</strong>idad a los propósitos<br />
fundacionales en el sentido mismo de la calidad que<br />
hemos mantenido y acrecentado. El proyecto de los<br />
fundadores nos señalaba un deber-ser, un imperativo<br />
ético que buscaba conectar nuestros esfuerzos<br />
con el progreso y desarrollo de la región. A lo cual se<br />
añadía este otro propósito trascendental: “Impulsar<br />
el desarrollo cultural, social y económico de la región,<br />
convirtiéndose en centro de investigación y<br />
análisis de los problemas <strong>del</strong> desarrollo de esta zona<br />
<strong>del</strong> país.”<br />
LA PROYECCIÓN<br />
REGIONAL DE LA UNIVERSIDAD<br />
Cómo nos honra comprobar que en la resolución<br />
de acreditación se dice que “la <strong>Universidad</strong> goza<br />
de gran prestigio, reconocimiento intelectual y credibilidad<br />
en el medio y es altamente valorada por<br />
su esfuerzo permanente de innovación.” Esa declaración,<br />
expresada en un acto formal <strong>del</strong> Estado<br />
54
Arr. I. a D.:<br />
Humberto Caiaffa, Cecilia María Vélez,<br />
Jesús Ferro y Alejandro Char.<br />
Ab.:<br />
El alcalde Humberto Caiaffa<br />
entrega al rector Jesús Ferro la Orden Civil<br />
<strong>del</strong> Mérito “Ciudad de Barranquilla”.<br />
colombiano, confirma lo que hemos venido escuchando<br />
en diversos mensajes, foros y manifestaciones<br />
públicas de felicitación.<br />
En muchísimos testimonios se ha dicho que la<br />
acreditación no es sólo para la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong><br />
<strong>Norte</strong>, sino que es también para la región. Nosotros<br />
pensamos, con humildad pero con firmeza, que<br />
estamos jalonando la excelencia de la Costa, particularmente<br />
en el importantísimo campo de la<br />
educación.<br />
Un gran número de empresarios ha expresado,<br />
por su parte, que al referirse a la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong><br />
<strong>Norte</strong> están hablando de grandes proyectos de innovación<br />
tecnológica empresariales que se están<br />
apoyando en el recurso humano, altamente capacitado,<br />
y al liderazgo incuestionable que la <strong>Universidad</strong><br />
demuestra en el campo de la innovación<br />
y la tecnología.<br />
Para nosotros, como universitarios e investigadores,<br />
son estimulantes esos testimonios que<br />
ratifican cuán decisivos fueron para la acreditación<br />
los logros que en materia de investigación ha<br />
alcanzado la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>. Vuelven esos<br />
testimonios a ponernos en el eje <strong>del</strong> cumplimiento<br />
de nuestra Misión y Proyecto Institucional, con<br />
la más alta calidad y con los avances necesarios<br />
para nuestra época.<br />
EL COMPROMISO<br />
CON EL FUTURO<br />
Hemos repetido en muchas ocasiones, una vez<br />
conocimos y divulgamos el texto de la acreditación,<br />
que no íbamos a ponernos a dormir ahora sobre<br />
un lecho de rosas. Todo lo contrario, el futuro es<br />
hoy. La tarea prosigue desde ayer y el tiempo apremia.<br />
Ya estamos pensando en la próxima acreditación,<br />
dentro de siete años, y nos urgen los grandes<br />
retos de la calidad y la innovación que continúan<br />
su curso como en el río de Heráclito. Las cosas<br />
cambian sin descanso, y ya no es posible sumergirse<br />
dos veces en la misma corriente, anota<br />
el filósofo.<br />
Es una invitación a que nuestra mente esté<br />
puesta en la anticipación, que para nosotros son<br />
los más altos compromisos que estamos asumien-<br />
55
do desde ahora con el futuro de la institución, y<br />
por ende con la ciudad, con la región y con el país.<br />
Yo diría que ese compromiso es con nosotros<br />
mismos, pues somos nosotros, todos los que pertenecemos<br />
a esta comunidad universitaria, quienes<br />
tenemos que portar el fuego prometeico con espíritu<br />
previsor, con mente visionaria y con decisión<br />
anticipatoria para mirar hacia a<strong>del</strong>ante como lo<br />
hizo Prometeo.<br />
La figura mitológica griega, que les roba el fuego<br />
a los dioses, logra, a pesar de las cadenas con que<br />
lo amarran a una roca <strong>del</strong> Cáucaso, entregar la llama<br />
de la libertad a la humanidad. Prometeo prefigura<br />
al hombre moderno frente a los grandes compromisos<br />
<strong>del</strong> futuro. Recordemos lo que de él escribió<br />
Pico <strong>del</strong>la Mirandola:<br />
Te he colocado, Prometeo, en el centro <strong>del</strong> Mundo<br />
para que puedas reconocer más fácilmente cuanto<br />
está a tu alrededor en el Mundo. No te he creado<br />
celestial, ni terrenal, ni mortal, ni inmortal para que<br />
por tu propia fuerza tengas la libertad de mo<strong>del</strong>arte<br />
a ti mismo y adquieras la forma que deseas.<br />
Ese es el gran reto prometeico. Darnos la forma<br />
que deseamos, la forma más excelsa que corresponda,<br />
como Pico titula su ensayo, A la dignidad <strong>del</strong> Hombre,<br />
porque en ese futuro que empieza hoy forjamos<br />
nuestra dignidad de hombres que luchan no un día,<br />
sino toda la vida por sus principios y sus ideales.<br />
VISIÓN DE LOS<br />
GRANDES DESAFÍOS<br />
La pregunta que surge ahora es hacia dónde vamos.<br />
Qué sigue en medio de este río que nunca<br />
descansa. La respuesta es que estamos viendo<br />
cómo se levanta en el horizonte una transformación<br />
radical de los conocimientos y de la construcción<br />
<strong>del</strong> Mundo a una intensidad y velocidad nunca<br />
antes experimentadas.<br />
La sociedad industrial moderna nos está mostrando<br />
unos planos de tendencias en las cuales<br />
nos estamos insertando, porque son los ejes <strong>del</strong><br />
futuro de una <strong>Universidad</strong> que hemos pensado y<br />
preparado para ocupar un puesto de primera línea<br />
en la Colombia moderna y progresista.<br />
La <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong> le está apostando a<br />
los nuevos retos de las ciencias y las tecnologías<br />
con su avance impresionante en el procesamiento<br />
electrónico de datos, el desarrollo cuasi infinito<br />
de redes de información, la optimización de<br />
la producción automatizada; la ingeniería<br />
genética, la reproducción asistida, y las enfermedades<br />
tropicales e infecciosas; los negocios<br />
en entornos financieros, mercadotécnicos y<br />
gerenciales que están rompiendo las fronteras<br />
nacionales y los límites <strong>del</strong> tiempo.<br />
También hacemos nuestra gran apuesta a las<br />
ciencias sociales y humanas, en búsqueda de<br />
una sociedad nueva donde sean posibles la producción<br />
de riqueza y la lucha contra la pobreza,<br />
las mutaciones <strong>del</strong> hombre y de las sociedades<br />
en un mundo todavía desconocido, la justicia y<br />
los nuevos fundamentos legales para crecer con<br />
democracia, la colosal producción de información<br />
y de redes mediáticas.<br />
Esos, y muchísimos otros desafíos, de las ciencias<br />
duras y sociales, de las tecnologías y de la<br />
información, serán abordados por una <strong>Universidad</strong><br />
cada vez más equipada con profesores-investigadores<br />
<strong>del</strong> más alto nivel, con instrumentos<br />
electrónicos siempre avanzados, con laboratorios<br />
que no descansen en su permanente modernización,<br />
con recursos bibliográficos y bases de<br />
datos que no paren de crecer, llevado todo a<br />
entornos pedagógicos que no le tienen miedo al<br />
56
cambio de mo<strong>del</strong>os<br />
ni al uso de<br />
tecnologías cada<br />
vez más nuevas<br />
y virtuales.<br />
La <strong>Universidad</strong><br />
<strong>del</strong> <strong>Norte</strong> de<br />
los próximos años<br />
será la universidad<br />
de los conocimientos<br />
más<br />
complejos y avanzados,<br />
de la investigación<br />
sin<br />
descanso en los<br />
saberes y sus<br />
aplicaciones, de<br />
la tecnologización<br />
creciente,<br />
siempre y cuando<br />
aporte valor al<br />
conocimiento.<br />
Sin embargo, no será, como no lo ha sido, una<br />
universidad de espaldas a la realidad social y humana<br />
de la ciudad, de la región y <strong>del</strong> país. Porque<br />
el más grande reto consistirá en orientar hacia la<br />
ciudad, y la solución de sus problemas, el inmenso<br />
caudal de conocimientos acumulados en estudios<br />
e investigaciones, y extender a la región, además,<br />
nuestros procesos de calidad y fortalecimiento<br />
institucional para jalonar mayor desarrollo económico,<br />
social y cultural.<br />
Ceremonia de acreditación.<br />
La acreditación<br />
institucional,<br />
lo hemos dicho,<br />
es un logro<br />
de la gente de la<br />
Costa, de sus empresarios,<br />
de sus<br />
académicos, funcionarios,<br />
profesores<br />
y estudiantes,<br />
que nos compromete<br />
de manera<br />
insigne con<br />
el Caribe colombiano,<br />
con su desarrollo,<br />
con su<br />
crecimiento con<br />
equidad, con su<br />
democracia, con<br />
su cultura, con<br />
sus habitantes.<br />
Nos compromete a seguir haciéndolo mejor que<br />
antes, de manera más excelsa, sin miedo y llenos<br />
de confianza en nuestras potencialidades, porque<br />
estamos llamados a destinos más grandes y a logros<br />
de excelencia sin igual.<br />
Queremos consignar aquí que nuestras metas<br />
son más elevadas que lo que han sido hasta ahora.<br />
Y queremos anunciar que ya empezamos a<br />
identificarlas y comenzamos a buscarlas. Le pedimos<br />
a Dios que bendiga nuestro fuego prometeico.<br />
57
DOSSIER EMISORA<br />
20 AÑOS<br />
DE UNINORTE F.M. ESTÉREO<br />
Vilma Gutiérrez de Piñeres Abello<br />
Directora de Uninorte FM Estéreo<br />
Por iniciativa <strong>del</strong> rector, Dr. Jesús Ferro Bayona,<br />
y con el apoyo <strong>del</strong> Consejo Directivo, la <strong>Universidad</strong><br />
<strong>del</strong> <strong>Norte</strong> decide, en 1981, montar una emisora<br />
cultural, para cumplir sus objetivos educativos<br />
y de extensión a la comunidad.<br />
1<br />
En septiembre<br />
de 1983, sale,<br />
pues, al aire<br />
oficialmente<br />
Uninorte FM<br />
Estéreo, en la<br />
frecuencia de<br />
103.1 megahercios.<br />
Desde ese momento, la emisora —que llega<br />
a sus 20 años continuos de existencia—, se constituye<br />
en la alternativa culta de la radio en Barranquilla.<br />
Se llenaba entonces un vacío que existía<br />
desde hacía muchos años en la ciudad, con una<br />
programación de calidad elaborada por profesionales<br />
especialistas en los diferentes géneros musicales<br />
y áreas de la cultura.<br />
Generadora de procesos culturales, la radio sigue<br />
siendo el medio de mayor influencia en América<br />
Latina, y puede decirse que ha sido el profesor<br />
para millones de habitantes en estos países<br />
en vías de desarrollo.<br />
2<br />
3<br />
1. Jesús Ferro Bayona, rector de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong><br />
<strong>Norte</strong>, se dirige a los asistentes en la ceremonia<br />
conmemorativa en el Coliseo Cultural y Deportivo.<br />
2. Vilma Gutiérrez de Piñeres.<br />
3. Braulio de Castro, jefe de programación de la emisora.<br />
4. Claudia De las Salas Acosta, secretaria de la emisora,<br />
y Braulio de Castro con la directora en su oficina.<br />
5. Ismael Piñeres, jefe de grabación.<br />
6. Jaime Fernández, asistente de programación.<br />
4<br />
5 6<br />
58<br />
<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />
pp. 58-59. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
En este contexto, Uninorte FM Estéreo siempre<br />
ha contribuido al fortalecimiento de la sociedad,<br />
al fomentar el conocimiento de nuestra identidad<br />
cultural y de las bellas artes, en particular, la<br />
música, que se emite en bloques perfectamente<br />
seleccionados por nuestros programadores.<br />
Con la existencia, asimismo, de programas noticiosos<br />
y de espacios de contenido analítico especializados<br />
en diversas áreas <strong>del</strong> conocimiento,<br />
Uninorte FM Estéreo es una estación que propicia,<br />
como emisora universitaria, una atmósfera<br />
de cultura, de pensamiento plural y de reflexión.<br />
De esta manera, estamos en capacidad de ofrecer<br />
a la ciudad y a la región una mejor opción radiofónica,<br />
de expresión universitaria, de vinculación<br />
social y de divulgación de la cultura, que se<br />
oponga a la vulgaridad y la estridencia de la radio<br />
de consumo, la cual en muchos casos —es duro,<br />
pero necesario decirlo—, raya en la banalidad y la<br />
chabacanería.<br />
Toda esta labor educativa de la emisora, se ha<br />
hecho también posible gracias al patrocinio de la<br />
empresa privada, especialmente la Fundación<br />
Mario Santo Domingo y Promigás.<br />
Finalmente, quiero agradecer a mis compañeros<br />
de equipo: Braulio de Castro, Ismael Piñeres,<br />
Jaime Fernández, Eduardo de la Hoz, Claudia de<br />
las Salas y Alfredo Marcos, así como a los realizadores<br />
Rafael Bassi y Sara Neuman. De igual manera,<br />
damos la bienvenida a la nueva generación<br />
de comunicadores vinculados recientemente.<br />
El talento y el compromiso de quienes han estado<br />
en ella a lo largo de estos fructíferos años, han<br />
consolidado a Uninorte FM Estéreo como la alternativa<br />
culta de la radio en el Caribe colombiano.<br />
Conformado por egresados y estudiantes en práctica de Comunicación<br />
Social de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>, el equipo en acción <strong>del</strong><br />
programa Noticias Culturales, que se transmite por Uninorte FM Estéreo.<br />
Fotos de Julio Gil: 1, 2, 5, 11, 12.<br />
Fotos de Giselle Massard Losano: 3, 4, 6, 7, 8, 10.<br />
Foto de Vilma Piñeres: 9.<br />
7. Carolina Ethel Martínez, Ismael Piñeres.<br />
8. Johnny Insignares y Carolina Ethel Martínez<br />
con Alfredo Marcos María, editor de la Ofina de Medios.<br />
9. Giselle Massard Lozano, Carolina Ethel Martínez y Johnny Insignares.<br />
10. Giselle Massard Lozano, Carolina Ethel Martínez y Mariano Redondo.<br />
11. Mariano Redondo y Carolina Ethel Martínez en el estudio de grabación.<br />
12. Cuadro de la obra Cinco cantos en azul de Rossana Lignarolo y Claudia Lamas<br />
presentada, en el Coliseo Cultural y Deportivo, la noche de la celebración.<br />
7 8 9<br />
10<br />
11 12<br />
59
DOSSIER Voces<br />
Voces de Barranquilla<br />
Ramón Illán Bacca*<br />
EL VILLORRIO<br />
(1879-1900)<br />
Como podrá corroborarlo el lector, Voces fue una de<br />
las mejores revistas culturales hechas en Latinoamérica<br />
en la segunda década <strong>del</strong> siglo XX. ¿Qué<br />
hizo posible que en este punto <strong>del</strong> continente surgiera<br />
esta revista?<br />
Barranquilla era para finales <strong>del</strong> siglo XlX algo<br />
más que un villorrio.<br />
Las miradas de los viajeros respecto de la ciudad<br />
eran diversas. Por ejemplo, Miguel Cané, diplomático<br />
argentino, en sus memorias de viaje<br />
escritas en 1881 nos dice que el manzanillo que<br />
vio en el trayecto de Salgar a Barranquilla le recordó<br />
el aria “O Paradiso” de la Africana de<br />
Meyerbeer. Habla además de su temperatura insoportable<br />
y asegura que desde las nueve de la<br />
mañana no se ven en las calles <strong>del</strong> lugar sino perros<br />
y alguno que otro francés que con su presencia<br />
ayuda a sostener el apodo de “las salamandras”<br />
con que se les ha bautizado. Desde que pisó las<br />
costas de Colombia comprendió la anomalía de haberse<br />
concentrado la civilización nacional en las<br />
altiplanicies<br />
andinas a trescientas<br />
millas<br />
*Nació en Santa<br />
Marta. Abogado<br />
de la <strong>Universidad</strong><br />
Libre, Bogotá. Periodista<br />
y autor de<br />
varios libros de<br />
cuentos y novelas,<br />
ha sido traducido<br />
al francés, alemán<br />
y eslo-vaco.<br />
Profesor de literatura<br />
de la <strong>Universidad</strong><br />
<strong>del</strong> <strong>Norte</strong>.<br />
<strong>del</strong> mar. La raza europea —concluye— necesita<br />
tiempo para aclimatarse a las orillas <strong>del</strong><br />
Magdalena, en las riberas que bañan el Caribe<br />
y el Pacífico. 1<br />
“Quelle horrible cuisine” es el único comentario<br />
que le merece Barranquilla a otro viajero francés,<br />
M. J. Creveaux, en el mismo año.<br />
No sabemos cuáles fueron las impresiones culinarias<br />
de Fernando Lesseps al llegar a Barranquilla<br />
en diciembre de 1879; pero, en cambio, en<br />
la crónica de ese evento, hecha por el presbítero<br />
Pedro María Revollo, se da la primera noticia sobre<br />
el mundillo literario de “la Arenosa”. 2<br />
El censo arrojaba una población alrededor de<br />
quince mil habitantes.<br />
El anfitrión <strong>del</strong> banquete —para el cual horas<br />
antes se había remplazado al alcalde mulato por un<br />
comerciante blanco que hablaba un francés elemental—<br />
fue David López-Penha. Éste, un judío sefardita<br />
procedente de Curazao, rápidamente se había constituido<br />
en una de las más importantes personalidades<br />
<strong>del</strong> comercio local y también en una figura cultural,<br />
como lo<br />
demuestra la<br />
traducción que<br />
hizo de Los genios<br />
de Víctor<br />
Hugo, publicada<br />
por la Imprenta<br />
Americana de<br />
Barranquilla en<br />
1880.<br />
También<br />
asistió al banquete<br />
Joaquín<br />
Pablo Posada,<br />
60<br />
<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />
pp. 60-68. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
un poeta cartagenero <strong>del</strong> género<br />
repentista que no vaciló en<br />
lanzar su improvisación:<br />
El que Colombia aguardó<br />
anhelante aquí está.<br />
Él ha dicho que será<br />
y con sus potentes brazos<br />
hará saltar en pedazos<br />
al istmo de Panamá. 3<br />
Otros —que en el futuro escribirían,<br />
entre ellos Torcuato<br />
Ortega Palacio, José Ramón<br />
Vergara y el propio cronista—<br />
estaban afuera, en calidad de<br />
jóvenes curiosos, subidos a la<br />
ventana <strong>del</strong> Hotel San Nicolás.<br />
Todos trabajaron en el precario<br />
mundo cultural de entonces.<br />
Vergara en colaboración<br />
con Fernando E. Baena escribió<br />
en 1922 Barranquilla: su pasado<br />
y su presente, fuente necesaria<br />
para los historiadores<br />
a falta de otras obras. Torcuato<br />
Ortega, muerto muy joven,<br />
publicó Treinta sonetos, sin gran valor poético. Ernesto<br />
Palacio llegó a ser secretario de Rafael Núñez<br />
y se convirtió en un censor de prensa muy acucioso,<br />
e incluso llegó al extremo de censurar la literatura<br />
que no seguía las orientaciones <strong>del</strong> orden tradicional.<br />
Orden muy claramente establecida en un<br />
decreto de 1894, que en uno de sus apartes decía:<br />
“que la lectura de novelas en general no es conveniente<br />
para los jóvenes, que lo es menos la de aquellos<br />
que pertenecen a la moderna escuela naturalista<br />
y que las pornográficas no deben ponerse jamás<br />
en manos de la juventud.” 4<br />
Miguel Antonio Caro lo había subrayado al escribir:<br />
“No aceptamos como poesía verdadera... sino lo<br />
que se confunda con la religión, aspirando a lo infinito<br />
en cualquier forma.” 5<br />
Aunque no estuvo mirando por la ventana en el<br />
banquete ofrecido en honor de Lesseps, un caso singular<br />
lo constituye Abraham Zacarías López-Penha,<br />
hermano de David. Era poeta y novelista, corresponsal<br />
de Rubén Darío y Max Nordeau, director <strong>del</strong><br />
periódico El Siglo, dueño de la Librería Popular, la<br />
única de la ciudad, y el Salón Universal, uno de los<br />
primeros cinematógrafos, y fundador de una de las<br />
Ramón Vinyes, Barcelona, 1908.<br />
(Todas las ilustraciones de este dossier<br />
fueron tomadas <strong>del</strong> Álbum Vinyes 2002.)<br />
primeras distribuidoras de cine<br />
<strong>del</strong> país. También era teósofo y<br />
autor de la novela costumbrista<br />
Camila Sánchez (1897) y de la<br />
esotérica La desposada de una<br />
sombra (1903). En la enciclopedia<br />
Espasa-Calpe 6 se le considera<br />
como uno de los primeros<br />
cultores <strong>del</strong> modernismo en<br />
América. Publicó también varios<br />
libros de versos, entre ellos<br />
Varios a varios, un poemario en<br />
compañía <strong>del</strong> cartagenero Luis<br />
Carlos “el Tuerto” López, un poeta<br />
calificado de anti-modernista,<br />
y Manuel Cervera, otro poeta<br />
local, clasificado de romántico.<br />
El epígrafe decía: “El odio provinciano<br />
a todo lo que descuella sobre<br />
lo corriente y lo vulgar es<br />
una actitud de defensa, una de<br />
las formas en que comúnmente<br />
se traduce el instinto de conservación<br />
en las bestias-brutas<br />
que componen toda mayoría<br />
compacta.” 7<br />
Palacio y López-Penha alcanzaron<br />
alguna proyección internacional; lo demuestra<br />
la carta de José Asunción Silva a Baldomero<br />
Sanín Cano en la que se quejaba de la difusión que<br />
les daba la prensa venezolana. Sin embargo, en su<br />
libro Breve historia <strong>del</strong> modernismo Max Henríquez<br />
Ureña califica a López-Penha como “poeta de poco<br />
vuelo.”<br />
Había también un pequeño pero selecto público<br />
lector. Así, el cónsul norteamericano Elías Pellet,<br />
tipógrafo de profesión y fundador de la Imprenta<br />
Americana, editó el Shipping List, un periódico mensual<br />
cuyo tiraje era de trescientos ejemplares, de<br />
los cuales cien se distribuían en la ciudad y el resto<br />
se enviaba a <strong>Norte</strong>américa y a Inglaterra en forma<br />
de suscripciones para los comerciantes y para<br />
los interesados en las estadísticas. Esta publicación<br />
también incluía noticias culturales, como la reseña<br />
de los libros que leía Don Elías. Así mismo, eran<br />
frecuentes las referencias a las notas culturales<br />
de Review of Reviews de Londres y al Litterary Digest<br />
de Nueva York.<br />
En el Shipping List se publicó por primera vez el<br />
poema “The Muddy Magdalene” (“El revuelto Magdalena”),<br />
escrito por el norteamericano H. G.<br />
61
Summer, un capitán y propietario de algunos vapores<br />
fluviales. La traducción que hizo Rafael Pombo<br />
de esos versos no se cuenta entre lo mejor de su<br />
producción, y tal vez consciente de ello, el poeta no<br />
lo incluyó en sus traducciones poéticas. La que sí<br />
lo incluyó fue la viajera Rosa Garniege Williams en<br />
su curioso libro A Year in the Andes or Lady’s Aventures.<br />
Don Elías, que amaba la cultura griega, le escribió<br />
al primer ministro inglés de la época, W.<br />
Gladstone, para solicitarle su libro Estudio sobre<br />
Homero y la época homérica. El político inglés le contestó<br />
que no lo tenía y temía hubiera desaparecido<br />
<strong>del</strong> mercado. 8<br />
Por todo lo anterior, se podría conjeturar que el<br />
villorrio tenía en su clase dirigente buenos lectores,<br />
pero sin la disciplina y continuidad que hubiera<br />
dado la presencia de una universidad, lo cual<br />
sólo será posible más de medio siglo después.<br />
Una de las pocas figuras relevantes de ese momento,<br />
otro buen lector y que dejó obra tras de sí,<br />
fue Julio H. Palacio, de quien se han recogido sus<br />
artículos y publicado en distintas ediciones sus<br />
memorias. Era un político y personaje pintoresco<br />
de quien la tradición oral cuenta que se definía<br />
asimismo como “un áulico <strong>del</strong> poder.” También es<br />
famosa su respuesta al general Uribe Uribe cuando<br />
al reclamarle la ponencia a presentar en la Tercera<br />
Conferencia Panamericana en Río de Janeiro<br />
le respondió: “General, yo no estoy aquí para prestar<br />
servicios sino por servicios prestados.”<br />
Pero Palacio era pesimista sobre el medio cuando<br />
en su periódico El Rigoletto afirmaba:<br />
No se lee en Barranquilla ni se escribe tampoco...<br />
los pocos que pueden escribir algo no escriben porque<br />
están seguros de no ser leídos, ni comprendidos, les<br />
causa además escalofríos pensar que en las provincias<br />
persigue una muerte negra a los que llama la<br />
burguesía despreciativa e irónicamente literatos. 9<br />
Su periódico fue sin embargo de los pocos que<br />
tenían suplemento literario. Éstos se podían contar<br />
con la mano. Estaba la Revista Azul, de A. Z.<br />
López-Penha, en la que señalaba las nuevas obras<br />
llegadas a su librería. También Flores y Perlas, de<br />
Fernando Baena, y la sección “Sábados Literarios”<br />
<strong>del</strong> periódico El Progreso, bajo la dirección de<br />
Wulfran Blanco. Predominaba en ellos las traducciones<br />
de autores franceses, y la producción poética<br />
mostraban una marcada influencia de<br />
Bartrina, Campoamor y Núñez de Arce. También<br />
había algunos solitarios intentos de crítica literaria<br />
por parte de Wulfran Blanco. La influencia<br />
modernista más clara era la <strong>del</strong> mexicano Salvador<br />
Díaz Mirón.<br />
No hay que pensar que entre nuestros vates se<br />
manifestaban los elementos <strong>del</strong> decadentismo con<br />
letanías de la lujuria, voluptuosidad y muerte. No,<br />
lo que predominaba era las reuniones etílicas en<br />
el Café Roma, el nuevo centro de reunión en el<br />
entonces remo<strong>del</strong>ado Paseo Colón y donde sobresalían<br />
los versos de la picaresca local, como los de<br />
Jorge Pombo a don Esteban Márquez, en ese momento<br />
el hombre más rico <strong>del</strong> lugar:<br />
Con un placer verdadero<br />
por don Esteban yo brindo<br />
y gran homenaje rindo<br />
al Creso barranquillero.<br />
El señor le dio dinero<br />
como glorias a Mompós,<br />
por lo que estoy con Dios<br />
altamente resentido,<br />
porque muy bien ha podido<br />
repartirlo entre los dos.<br />
En el tiempo <strong>del</strong> mundo (1900-1917)<br />
En las memorias de Julio H. Palacio se menciona<br />
el paso por Barranquilla <strong>del</strong> escritor cubano<br />
Emilio Bobadilla, alias Fray Candil. Su paso, además<br />
<strong>del</strong> enfrentamiento con algún sector de la localidad<br />
—por un artículo en el que dijo la malsonante<br />
expresión de sentir en el buque en que paseaba<br />
“el olor de la carne fresca de mujer hermosa”—,<br />
tuvo también como efecto la novela A fuego<br />
lento, inspirada en Barranquilla (que aparece con<br />
el nombre de Ganga en la obra) y en la que se la<br />
describe como un lugar con una corona de gallinazos<br />
sobre la torre de la iglesia, sapos en las calles y<br />
políticos corruptos de nombres griegos y lectores de<br />
revistas francesas atrasadas.<br />
En Fraulein Emma, otra novela de la misma época,<br />
<strong>del</strong> español Juan Servert, se nos cuenta, en el<br />
capítulo que transcurre en Barranquilla, cómo las<br />
actrices de la compañía sufrieron el asedio de los<br />
petimetres de la localidad, y las funciones fueron<br />
un éxito. También se anota el contraste de que al<br />
llegar a Bogotá se les negó el permiso para sus presentaciones<br />
por considerar el teatro de variedades<br />
pecaminoso.<br />
62
A pesar de esas miradas bizcas, Barranquilla<br />
crecía. Ya para esos primeros años <strong>del</strong> siglo su población<br />
se calculaba en 45.000 habitantes y para<br />
finales de la primera guerra mundial era mayor.<br />
Theodore E. Nichols resume la situación al decir:<br />
Antes de finalizar el siglo, Barranquilla era indiscutiblemente<br />
el puerto más importante de Colombia,<br />
pasando en pocas décadas de ser un insignificante<br />
asentamiento ribereño a esta posición. Los factores<br />
políticos parecen no haber tenido mucha influencia.<br />
Las facciones iban y venían al igual que las revoluciones<br />
pero el crecimiento constante de Barranquilla escasamente<br />
se vio afectado. 10<br />
A pesar de que Barranquilla presentaba —al igual<br />
que las demás ciudades <strong>del</strong> país— altos índices de<br />
analfabetismo 10a *, esto no fue obstáculo para que<br />
los poetas la calificaran de “la Nueva York de Colombia”,<br />
“la Nueva Barcelona”, “la Nueva Alejandría”<br />
y otras comparaciones.<br />
Había varios cines, y las compañías de ópera italianas<br />
y las de teatro españolas se presentaban en<br />
la ciudad antes de emprender giras al interior <strong>del</strong><br />
país. A veces, grupos de entusiastas —generalmente<br />
miembros de la alta sociedad— montaban obras<br />
de teatro, en su mayoría sainetes de los hermanos<br />
Quintero, para obras de caridad.<br />
Son pocas las noticias en los diarios en las que<br />
se nos muestre al mundillo literario agrupado. Una<br />
de esas pocas oportunidades se produjo en el sepelio<br />
de Eduardo Ortega, jefe de redacción de El<br />
Rigoletto. Un número de este periódico dedicado a<br />
su memoria en noviembre de 1908 trae colaboraciones<br />
de Aurelio de Castro, Tomás Surí Salcedo,<br />
José F. Fuenmayor, Eparquio González, entre otros.<br />
O sea, políticos y periodistas. Algunos de ellos ocuparán<br />
puestos importantes. Por ejemplo, Surí<br />
Salcedo será ministro de hacienda y Eparquio<br />
González, un general vencedor en la guerra de los<br />
mil días, será gobernador <strong>del</strong> departamento <strong>del</strong><br />
Atlántico. La única figura con obra literaria será<br />
José Félix Fuenmayor. Se reafirma en esta lista el<br />
criterio dominante de que el escribir agregaba<br />
méritos a los hombres de pro, pero no era un mérito<br />
en sí. La categoría de escritor era subsidiaria y<br />
la escritura una actividad al servicio de los políticos.<br />
Eso explica en parte la paradoja de los pocos<br />
escritores de oficio y la cantidad de periódicos en la<br />
primera década, que sumaban alrededor de veinte.<br />
También se daba el caso curioso de que a pesar de<br />
ser Barranquilla la capital liberal de la Costa, la<br />
mayor parte de los periódicos y los más importantes<br />
eran de orientación conservadora. También los<br />
directores conservadores eran los de mayor prestigio<br />
literario y empresarial: Aurelio de Castro, Julio<br />
H. Palacio, Pedro Pastor Consuegra, Abel Carbonell<br />
y Miguel Goenaga. Hay que anotar que eran escasos<br />
los periodistas con títulos universitarios o estudios<br />
en el exterior.<br />
¿Y la bohemia literaria? En alguna forma se agruparon<br />
en el homenaje al poeta antioqueño Porfirio<br />
Barba-Jacob en su paso por la ciudad en 1906. En<br />
ella estuvieron Lino Torregrosa, Hermes Cepeda,<br />
Leopoldo y Enrique de la Rosa, Miguel Rasch Isla y<br />
Tiberio Hormechea, lo que con alguna amplitud se<br />
podría definir como nuestra bohemia. 11 El Café Roma<br />
fue su lugar de encuentro, pero sin llegar a ser “la<br />
Cueva simbólica”.<br />
Pero hacia ellos sí estaba apuntando el periódico<br />
El Estandarte, dirigido por el poeta de dura musa Jorge<br />
N. Abello, y el sacerdote Pedro María Revollo, que<br />
los calificaba como “tribu de modernistas cuya filosofía<br />
es a beber, a beber y apurar las copas de licor.”<br />
En el mismo periódico monseñor Revollo conjura<br />
otros males que siente están invadiendo la ciudad<br />
que crece: la masonería, el anarquismo, el espiritismo<br />
y el modernismo. 12 La masonería tenía<br />
logias desde 1840 y su importancia se puso de relieve<br />
con la construcción <strong>del</strong> Cementerio Universal<br />
en 1870, en el que, a diferencia de las demás<br />
ciudades de Colombia, se inhumó a hebreos, protestantes<br />
y católicos. 13<br />
El anarquismo era tan sólo un espejismo cuando<br />
monseñor Revollo en su columna “Perdigonadas”<br />
de El Estandarte acusó al joven poeta Leopoldo de la<br />
Rosa de ser un ácrata. Más a<strong>del</strong>ante, en los años<br />
veinte, va a darse un movimiento en el sector obrero<br />
con esa tendencia, que tendrá su propio periódico,<br />
Vía Libre, en el que se anunciarán representaciones<br />
teatrales de autores anarquistas como<br />
Anselmo Lorenzo y Pietro Gori.<br />
El espiritismo era una moda mundial que pasado<br />
su momento más culminante seguía, sin embargo,<br />
con muchos cultores en la ciudad, por lo general<br />
de las clases pudientes. Julio Gómez de Castro,<br />
que sería el primer director de Voces, escribía<br />
en el Diario <strong>del</strong> Comercio: “Estamos en el siglo veinte,<br />
en el de la teosofía y espiritismo con su rebaño<br />
allankardequiano.” 14<br />
63
Sobre el cultivo <strong>del</strong> gnosticismo, teosofismo, misticismo,<br />
cabalismo o alquimia sólo la tradición oral<br />
nos da el dato de la presencia de literatura ocultista<br />
en la librería de López-Penha.<br />
El modernismo (y se infiere que monseñor<br />
Revollo lo hace como una referencia al movimiento<br />
literario cuyo máximo exponente fue Rubén<br />
Darío) tenía expresiones literarias muy flojas. Para<br />
1910 sus mejores representantes en la poesía eran<br />
José Félix Fuenmayor, Miguel Rasch Isla y Leopoldo<br />
de la Rosa.<br />
Había otras manifestaciones artísticas <strong>del</strong> modernismo,<br />
tal vez no muy conscientes, como los<br />
cuadros de Francisco Valiente que con el tema de<br />
la Judith que mata a Holofernes se unía al tema de<br />
“las femmes fatales” de moda en el mundo. Pero no<br />
hay que hacerse demasiadas ilusiones sobre nuestra<br />
unión al ritmo mundial <strong>del</strong> arte. Tampoco había<br />
un mercado para objetos de arte sofisticados. No hay<br />
noticia de cuadros de autores reconocidos en la ciudad;<br />
lo que predominaba era litografías de ninfas<br />
en los rincones de las salas.<br />
Pero más que enfilarse contra “el horizonte gris<br />
de los neologismos extravagantes”, como se vituperaba<br />
a los modernistas, la preocupación principal<br />
de Monseñor Revollo era el carácter laico de la sociedad<br />
barranquillera. Ésta se manifestaba en la<br />
poca asistencia a las iglesias (de hecho había pocas<br />
con relación a otras ciudades de su misma población.<br />
Es muy diciente el dato que hasta 1877<br />
había solamente dos: una iglesia en ruinas, San<br />
Nicolás, y otra cerrada, San Roque). Se manifestaba<br />
así mismo en la abundancia de uniones libres y<br />
la frecuencia de matrimonios civiles mientras estuvo<br />
vigente ese régimen, cuya proporción fue mayor<br />
a la media nacional. “Las cifras abultadas son<br />
significativas en esta ritualidad civil debido probablemente<br />
a la actitud de acomodo por quienes lo<br />
utilizaron dentro de un escenario político, jurídico<br />
y social inestable, también por los extranjeros como<br />
libaneses, hebreos y demás que, casándose de<br />
acuerdo con el rito de sus creencias religiosas, contraían<br />
el problemático matrimonio civil para dar<br />
validez a su relación”, nos dice Dalí Miranda S. 15<br />
El hecho de no ser Barranquilla sede episcopal<br />
(dependía de la diócesis de Cartagena) y la fuerte<br />
presencia extranjera debilitaba el poder de la Iglesia<br />
y, por ende, la censura eclesiástica sobre las<br />
publicaciones.<br />
Todos estos factores fueron decisivos para el<br />
nacimiento de Voces. Sin ellos hubiera sido difícil<br />
que la revista se convirtiera en realidad. Pero no<br />
nos engañemos, hubo un factor de mucha importancia<br />
y que nos llegó en forma gratuita: la presencia<br />
de un joven catalán que huía de las rencillas<br />
<strong>del</strong> mundillo literario de Barcelona, de nombre<br />
Ramón Vinyes.<br />
VINYES ENTRE NOSOTROS<br />
La llegada de Vinyes a Barranquilla se produjo en<br />
1914. Tenía un año de estar en el país. Su primer<br />
domicilio fue en Ciénaga, adonde llegó contratado<br />
como contador de una empresa bananera. Según<br />
el dato poético que nos dio Germán Vargas, el escritor,<br />
en un momento de crisis y decidido a irse al<br />
fin <strong>del</strong> mundo (lo que quería decir Sidney o Barranquilla,<br />
las dos opciones que se le presentaron), puso<br />
a girar un globo terráqueo y el azar determinó que<br />
el dedo se posara sobre esta última ciudad.<br />
Para el investigador francés Jacques Gilard,<br />
Vinyes estaba bajo el trauma nacional de la semana<br />
trágica de Barcelona y empezaba a padecer las<br />
consecuencias de la derrota <strong>del</strong> modernismo catalán<br />
frente a la nueva generación, más prudente y<br />
burguesa, <strong>del</strong> “novecentismo”. Según Gilard, este<br />
viaje representaba una ruptura con la patria y un<br />
voluntario destierro en vida. 16<br />
Vinyes llegó a Ciénaga en 1913. El anecdotario<br />
que daba el mismo Germán Vargas refería que cualquier<br />
noche al releer la Divina Comedia Vinyes decidió<br />
reconciliarse con la literatura e irse a vivir a<br />
Barranquilla. En esta decisión también influyeron<br />
los consejos de su amigo y poeta Gregorio Castañeda<br />
Aragón.<br />
“Se marchó porque estaba hasta las narices de<br />
las envidias en los círculos literarios”, aclaró en<br />
una entrevista su hermano Joseph medio siglo después<br />
de su muerte. Y añadió: “Los Vinyes siempre<br />
hemos sido conservadores, nunca ha habido revolucionarios<br />
ni tampoco comunistas. Liberales lo<br />
hemos sido todos. Aunque nuestro padre era carlista<br />
y nuestra madre una beata.” 17 Este personaje<br />
complejo es el que se instala entre nosotros.<br />
Enrique Restrepo es otro de los nombres fundamentales<br />
en la creación de Voces. Hay pocos datos<br />
sobre él. Antioqueño, autodidacta, en la primera década<br />
<strong>del</strong> siglo trabajaba como contabilista en una<br />
empresa de libaneses. Tenía, según la pluma grá-<br />
64
fica <strong>del</strong> caricaturista Rendón, ojos<br />
diminutos, achinados, y labios<br />
que parecían una línea sobre el<br />
horizonte de su rostro. No es fácil<br />
encontrar escritos de su autoría<br />
en los periódicos de la época, pero<br />
se sabe que era muy considerado<br />
en el mundo literario. Después de<br />
Voces, Restrepo se domicilió en<br />
Bogotá, en la que tuvo un almacén<br />
de sombreros. En 1925 publicó<br />
El tonel de Diógenes (Manual <strong>del</strong><br />
cínico perfecto) y en 1938 Con razón<br />
o sin ella, libros en los que se<br />
nota la lectura atenta de<br />
Nietzsche y Bergson.<br />
Enrique Restrepo en una entrevista<br />
concedida al suplemento<br />
dominical de El Tiempo dio la siguiente<br />
relación de la fundación<br />
de Voces:<br />
María L. Salazar,<br />
esposa de Ramón Vinyes (1922).<br />
En Barranquilla vivía yo en una casita pajiza adonde<br />
concurrían por la noche varios aficionados a la lectura.<br />
Comentábamos libros que caían en nuestras manos,<br />
cambiábamos ideas en general. Asistían a nuestras<br />
tertulias Gonzalo Carbonell, lleno de fuego, de<br />
nobleza y de entusiasmo; Julio Enrique Blanco, estudioso<br />
de poesía de todos los tiempos, poseedor de una<br />
pasmosa erudición; Antonio M. Castaño, el espíritu más<br />
sutil e irónico que haya conocido; Roberto Castillejo,<br />
cuya única ocupación era la lectura; también nos visitaba<br />
Hipólito Pereyra, cuyas costumbres y actitudes,<br />
aunque eran inofensivas y honestas, constituían el<br />
escándalo de la ciudad. Hipólito jamás soñó con ser<br />
literato; la literatura fue para él otra pose de que se<br />
valió para espantar a los burgueses, cosa que constituyó<br />
su sport predilecto y a lo cual era capaz de<br />
sacrificárselo todo. [...] En una ocasión descubrí yo<br />
detrás <strong>del</strong> mostrador de una librería a un joven de presencia<br />
atractiva y de mirada inteligente que con formalidad<br />
recomendaba a sus compradores las obras de<br />
didáctica elemental o la de los autores sicalípticos españoles.<br />
Me pareció adivinar cierto sarcasmo en el fondo<br />
de estas recomendaciones que los parroquianos<br />
tomaban como sinceras. Mis sospechas se confirmaron<br />
cuando le oí elogiar con una propiedad extraordinaria<br />
las obras de un autor que claramente él no había<br />
leído. “Este es otro guasón” pensé para mis<br />
adentros y asumiendo una actitud de parroquiano que<br />
quiere informarse, y por el solo placer de oírlo, solicité<br />
su concepto o apreciación de una obra que yo conocía,<br />
creo que fue algo de Leopardi, y lo hice hablar extensamente.<br />
Aumentó mi sorpresa cuando<br />
vi que no sólo sabía sino que sabía<br />
mucho y a fondo. Seguí luego averiguando<br />
por otros libros de autores<br />
clásicos y modernos, que no existían<br />
en sus estantes y quedé maravillado<br />
de la cultura que pude adivinar en el<br />
guasón de antes. Llamé la atención<br />
de mis amigos <strong>del</strong> cenáculo (así llamábamos<br />
nuestras reuniones nocturnas)<br />
y en a<strong>del</strong>ante frecuentábamos al<br />
librero, todos con el pretexto de comprar<br />
un libro. Al poco tiempo habíamos<br />
ligado con él una franca amistad.<br />
Ese librero no era otro que el poeta<br />
Ramón Vinyes, venido de Cataluña<br />
a consecuencia, creo, de una equivocación.<br />
[...] Ramón fue para nosotros<br />
el agente de la tentación y el estímulo.<br />
A él debo haber cometido el pecado<br />
de escribir para el público o al<br />
menos publicar, pues entre nosotros<br />
no faltaban quienes fuesen ya escritores vergonzantes.<br />
Ramón fue el animador. Concurrió a nuestras tertulias.<br />
Se discutieron acaloradamente teorías literarias,<br />
estéticas y filosóficas. [...] En ocasiones nos sorprendió<br />
la madrugada en alguna controversia relativa a la<br />
irrealidad metafísica <strong>del</strong> tiempo. Y una vez, cuando<br />
menos lo pensábamos, vimos que entre Ramón y Julio<br />
Gómez de Castro se urdía la publicación de una revista<br />
decenal en que todos nos hallábamos complicados.<br />
Gómez de Castro, acendrado, reflexivo, estudioso,<br />
asumió la responsabilidad de ser su director. A él no<br />
se le ocultaba que se hacía cargo de un conato revolucionario<br />
de ideas inofensivas. Así nació la revista “Voces”,<br />
que vivió luego agonizando por espacio de sesenta<br />
números. La edición fue siempre feísima, execrable,<br />
pero el contenido la animaron siempre el entusiasmo<br />
y apasionamiento juveniles. La revista fue bien<br />
acogida, especialmente fuera <strong>del</strong> país. Nos enviaron<br />
colaboración algunos buenos españoles de habla española,<br />
entre otros que recuerde, Eugenio D’ Ors y don<br />
Manuel García Morente. Tuvo sus crisis pecuniarias<br />
forzadísimas, y en una de ellas la tomó por su cuenta<br />
Hipólito Pereyra, que había adquirido una imprenta,<br />
convirtiéndose en su director-editor. 18<br />
PASIÓN Y MUERTE DE VOCES<br />
En un ensayo sobre la narrativa latinoamericana,<br />
el crítico uruguayo Ángel Rama decía textualmente:<br />
65
“Los nuevos” es una consigna suficiente explícita<br />
a pesar de su evidente vaguedad... Esa palabra “nuevo”<br />
es la que con mayor frecuencia escribe uno de los<br />
personajes mitológicos de la literatura latinoamericana,<br />
ese Ramón Vinyes que a partir de 1917 da a conocer<br />
en una revista provinciana (Voces, publicada en la<br />
ciudad de Barranquilla, que para la fecha era el último<br />
rincón <strong>del</strong> planeta) las audacias de Dormée y<br />
Reverdy, el Traité du Narcisse de André Gide, La obra<br />
de Chesterton, dando muestras de esa fabulosa erudición<br />
de la modernidad europea que explica que uno<br />
de sus nietos intelectuales, Gabriel García Márquez,<br />
lo haya trasmutado en un personaje de novela: “el<br />
Sabio catalán”, el hombre que había leído todos los<br />
libros de los Cien años de Soledad. 19<br />
Anterior a algunas revistas como Martín Fierro<br />
(Buenos Aires, 1924-27), Amauta (Lima, 1926-30),<br />
Revista de Avance (La Habana, 1927-30), Revista de<br />
Antropofagia (Sao Paulo, 1928-29), Contemporáneos<br />
(México, 1928-31) y Mandrágora (Santiago de Chile,<br />
1938-43), que son puntos de referencia obligada<br />
cuando se habla <strong>del</strong> proceso literario de esos países,<br />
en Colombia en esa década no hay nada parecido<br />
a Voces en el resto de país. Ni <strong>Universidad</strong> (1921-<br />
22 y 1927-28), El Nuevo Tiempo y Cultura en Bogotá,<br />
ni Panida en Me<strong>del</strong>lín alcanzaron la dimensión literaria<br />
de esta revista. Entre otras cosas, porque<br />
como dice Álvaro Medina:<br />
[...] las publicaciones colombianas se mantenían por<br />
“refritos” y que su vida editorial excepto por los colaboradores<br />
nacionales, dependía en buena parte de lo<br />
ya publicado por sus colegas extranjeros. Voces es la<br />
excepción en ese sentido. Y es la excepción porque<br />
como ocurría en Mito década después recurre a las<br />
traducciones. Pero a traducciones de primera mano que<br />
Vinyes realizaba de los más diversos idiomas. El resultado<br />
fue una revista internacional con un contenido<br />
que le ofrecía a los lectores de habla hispana materiales<br />
que jamás habían leído en su propia lengua. 20<br />
Así fue pues como se tradujeron por primera vez<br />
al castellano textos de Gide, Aloysius Bertrand,<br />
Gilbert K. Chesterton, Jacques Riviere, Federico<br />
Hebbel, Lafcadio Hearn, Hugo von Hoffmannsthal,<br />
R.B. Cunninghame Graham, Guillaume Apollinaire<br />
y otros de igual importancia.<br />
¿Cómo una revista editada en un pueblo ubicado<br />
en él “último rincón <strong>del</strong> planeta”, para repetir<br />
la frase de Ángel Rama, se sitúa a la vanguardia<br />
de todas las publicaciones de su género en el continente?<br />
Con esa gran sabiduría que encierran los lugares<br />
comunes, a Voces siempre se le conoció como<br />
“la revista de Vinyes”. Los dos directores que aparecieron<br />
sucesivamente en sus sesenta números,<br />
Julio Gómez de Castro e Hipólito Pereyra, seudónimo<br />
de Héctor Parias, eran sólo los mascarones de<br />
proa, ya que por su condición de extranjero Vinyes<br />
tenía limitaciones para aparecer como director.<br />
Así pues, Vinyes, alma y voluntad de la publicación,<br />
es quien la hizo posible. No sólo tradujo y escribió,<br />
sino que además Voces recibió colaboraciones<br />
que de no haber estado él de por medio ello no<br />
hubiera sido posible. Un rasgo distintivo de la revista<br />
es el elevado número de colaboraciones de<br />
escritores catalanes y alusiones a la literatura catalana.<br />
Entre otros podemos citar a José María<br />
López Picó, Carlos Riba, Eugenio D’Ors, Alfonso<br />
Maseras y Pablo Vila. Como dice Jaques Gilard:<br />
En materia de curiosidad e información, Madrid<br />
quedaba a la zaga de Barcelona. En Cataluña se<br />
daba una contemporaneidad que la cabeza de España<br />
aún desconocía en gran parte 21<br />
La presencia de los latinoamericanos (Val<strong>del</strong>omar,<br />
Eguren, peruanos; Pellicer, Tablada, mejicanos;<br />
Zaldumbide, ecuatoriano; Huidobro y Mistral,<br />
chilenos, y Rodó, uruguayo) no era tan frecuente<br />
en las otras revistas <strong>del</strong> país.<br />
En Voces se encuentran colaboraciones de autores<br />
nacionales como Germán Pardo García, Tomás<br />
Rueda Vargas, León de Greiff, Efe Gómez, y<br />
<strong>del</strong> litoral atlántico Luis Carlos López, José Félix<br />
Fuenmayor, Gregorio Castañeda Aragón y Víctor<br />
Manuel García Herreros, entre los más destacados.<br />
Y claro, no podían faltar las colaboraciones de<br />
Julio Gómez de Castro y Héctor Parias, que no alcanzaban<br />
el nivel estético de las otras.<br />
De los pocos cuentos publicados en Voces, se<br />
encuentra Animula Vagula, <strong>del</strong> escritor y aventurero<br />
escocés R. B. Cunninghame Graham, traducido<br />
de The English Review y publicado en 1918. Para la<br />
misma época este escritor estaba por los lados de<br />
Cartagena y el Sinú. No hay ningún indicio de un<br />
encuentro entre el escocés y el catalán Vinyes.<br />
Un repaso a los números de Voces muestra lo<br />
determinante de la presencia de Vinyes. Es el<br />
quien le da el tono y orientación a la revista.<br />
Así, se encuentra la nota maliciosa, o la que<br />
66
intriga, con un sabor que no era lo frecuente por<br />
esas fechas en que la solemnidad o el oropel<br />
modernista todavía campeaba.<br />
Voces alcanzó a publicar sesenta números, y el<br />
último apareció el 30 de abril de 1920.<br />
Su muerte, como la de casi todas las revistas<br />
culturales, se debió a la asfixia económica. No recibió<br />
“pulpitazos”, como por ejemplo Panida en<br />
Me<strong>del</strong>lín, a quien el órgano de la curia —La Familia<br />
Cristiana— prohibió leer bajo pena de incurrir<br />
en pecado. Aquí, a pesar de su poder, el clero tenía<br />
una presencia más discreta, y además había una<br />
población flotante, con mucho extranjero, que le<br />
obligaba a ser más permisivo.<br />
Pero aun así, los malquerientes de Voces abundaron.<br />
No le ayudaba a granjearse simpatías la actitud<br />
retadora que animaba desde el epígrafe de<br />
su portada: “Los espíritus mediocres condenan generalmente<br />
todo lo que está fuera de su alcance”, máxima<br />
de Rochefoucauld. O sea que la revista cumplía<br />
el papel de ser: “La mala conciencia, el irreverente<br />
ante las convenciones que las sociedades constantemente<br />
tienden a sacrificar.” 22<br />
Fue pues inevitable que la publicación desatara<br />
reacciones negativas cuando tocaba temas vidriosos<br />
o golpeaba a los intocables. El Derecho, periódico<br />
local, se quejaba:<br />
Voces que ayer nos neutralizó a Núñez, nuestra<br />
gloria poética, nos neutraliza hoy a Gómez Restrepo,<br />
nuestro gran crítico. Entre la necesidad espiritual de<br />
leer a Voces y el miedo de que nos arrebate una gloria<br />
nacional, nos sucede, a cada nueva entrega, lo<br />
mismo que cuando sentimos la necesidad <strong>del</strong> remedio<br />
y le tememos al médico algún diagnóstico fatal. 23<br />
Esto fue escrito a los pocos números de haber<br />
salido Voces y cuando todavía el público se preguntaba<br />
quién era el irónico autor contra la poesía de<br />
Núñez y que firmaba con el seudónimo de Garci-<br />
Ordóñez de Barbarán.<br />
Más a<strong>del</strong>ante y ya en su segundo año de vida,<br />
Hipólito Pereyra publicó un artículo muy esclarecedor,<br />
en el que afirma, entre otras cosas, lo siguiente:<br />
Oye, Hipólito Pereyra, me dice un distinguido escritor<br />
—oye, ¿quieres que te tenga un elogio? En Voces<br />
sólo se entiende lo que tú escribes... 24<br />
Y más a<strong>del</strong>ante continúa diciendo Pereyra:<br />
Voces —dice la Curia— perdóneseme la cobardía<br />
que me embarga y que me impide consignar el adjetivo<br />
calificador: «No manden más la Revista». 25<br />
Como en la actualidad es imposible reconstruir<br />
el anecdotario de la publicación, pues ya no hay<br />
testigos presenciales, sólo se pueden inferir las<br />
dificultades que tuvo la revista para sobrevivir de<br />
la lectura de los mismos textos o por algunos otros<br />
indicios. Por ejemplo, el número doble 49-50, a cargo<br />
de Hipólito Pereyra (la ausencia de Vinyes es<br />
diciente), es insólito, por decir lo menos. Lo encabeza<br />
un retrato a toda página <strong>del</strong> general Eparquio<br />
González, en ese momento presidente de la Asamblea<br />
<strong>del</strong> Atlántico. Además <strong>del</strong> retrato hay un artículo<br />
ditirámbico <strong>del</strong> mismo Hipólito Pereyra acerca<br />
de aquél, y peor aun, versos patrióticos <strong>del</strong> general.<br />
He aquí una muestra:<br />
Oh poderoso mar. Oh mar Atlante<br />
permíteme que en tus aguas dilate la mirada,<br />
busco esa historia que contigo vive,<br />
le escucho entre tus voces de Júpiter tonante...<br />
De hecho, era una llamada de auxilio. El editorial<br />
quejumbroso decía:<br />
Nuestra política fue la de la puerta abierta, pues<br />
siempre tuvimos la de nuestra revista abierta de par<br />
en par para recibir con los brazos abiertos a todos los<br />
intelectuales que quisieran llegarse a nuestra casa.<br />
Llegaron muy pocos, la mayoría se mostró reacia...<br />
Conociendo lo selectivo que era Vinyes, hay que<br />
dudar sobre “la puerta abierta”, pero de todas maneras<br />
hubo un intento de reconciliarse con parte<br />
de la “intelligentzia” local que había quedado por<br />
fuera. No les valió. Tres años más tarde, el mismo<br />
general González, al ser nombrado gobernador y<br />
en una historia turbia, extrañó <strong>del</strong> país a Ramón<br />
Vinyes tildándole de “extranjero indeseable.”<br />
Pero los peligros no sólo provenían <strong>del</strong> poder político<br />
sino también <strong>del</strong> mismo medio social, tan<br />
estrecho, que obligaba a Julio Enrique Blanco a<br />
negar la autoría de sus artículos filosóficos a sus<br />
corresponsales comerciales, porque eso podía restarle<br />
compradores a sus productos farmacéuticos.<br />
A todo esto hay que sumarle la insolidaridad gremial,<br />
que la misma revista denunciaba:<br />
67
Hemos visto desaparecer la notable revista de<br />
Me<strong>del</strong>lín “Panida” entre la más completa indiferencia.<br />
Hemos visto salir el libro Pensamiento de un viejo<br />
de A. González, sin que nadie se ocupara de él. Hemos<br />
visto en torno <strong>del</strong> libro Máscaras de bronce, de<br />
Castañeda Aragón, la más marcada indiferencia. Sólo<br />
los amigos, y uno que otro crítico, habló <strong>del</strong> libro. [...]<br />
¿Es egoísmo? ¿Es que nos encontramos incapacitados<br />
para dar un comentario original? 26<br />
Todos esos factores acabaron con la aventura. El<br />
posterior incendio de la librería 27 de Vinyes, seguido<br />
de su extrañamiento, terminó con las pocas esperanzas<br />
de revivir la revista. Ni la efímera Caminos,<br />
dirigida por Víctor Manuel García Herreros, ni<br />
la comercial Civilización, de Adalberto <strong>del</strong> Castillo,<br />
pudieron reemplazarla. Hay que esperar más de dos<br />
décadas para que aparezca Crónica, un semanario<br />
que después aglutinará a los integrantes <strong>del</strong> llamado<br />
“Grupo de Barranquilla”, y que constituirá otro<br />
hito cultural de la ciudad.<br />
Voces no ha sido estudiada con intensidad. Sin<br />
embargo, es frecuente encontrar en las pocas<br />
aproximaciones al tema el juicio de ser una publicación<br />
que no tenía una real correspondencia con<br />
el medio que la producía. El crítico Ernesto<br />
Volkening dice en forma rotunda:<br />
Más ahí, precisamente, está el busilis: por sus mismas<br />
excepcionales cualidades y virtudes, unos textos<br />
como los de Vinyes o, por citar un tercer ejemplo no<br />
menos diciente, los estudios filosóficos <strong>del</strong><br />
barranquillero Julio Enrique Blanco sobre Kant y<br />
Herbart, se ven un tanto exóticos... Dicho sea sin ambages:<br />
se nota cierto desequilibrio entre el cosmopolitismo,<br />
casi se dijera la posición de vanguardia, que<br />
bajo las alas de tan rara ave literaria mantiene una<br />
minoría selecta de intelectuales y la provincialidad<br />
apacible y gratamente vegetativa <strong>del</strong> ambiente en que<br />
viven, piensan, escriben, platican... 28<br />
Y más a<strong>del</strong>ante nos dice el mismo crítico colocando<br />
el dedo en algo que podría ser tema de muchos<br />
y encontrados puntos de vista:<br />
...en aras de su universalidad “Voces” ha sacrificado<br />
el colorido local, el rasgo inconfundible que nos revele<br />
su ubicación en un puerto <strong>del</strong> Caribe reverberante<br />
de luz y sumido en el lúbrico calor <strong>del</strong> Mediodía. 29<br />
Que la revista continuaría juzgada como “exótica”<br />
en el futuro, lo intuyó el mismo Enrique Restrepo,<br />
que tal vez por eso escribió premonitoriamente<br />
en el último número:<br />
La cultura como “flor extrema” de toda civilización<br />
es un lujo, lugar común, pero no por común<br />
menos evidente. 30<br />
NOTAS<br />
1<br />
CANÉ, Miguel, Notas de viaje sobre Venezuela y Colombia. Bogotá,<br />
Colcultura, 1992. Biblioteca V Centenario.<br />
2<br />
REVOLLO, Pedro María, “Reminiscencia”. En Mejoras, Vol. 3, Nº 28.<br />
Barranquilla, septiembre de 1935, p. 92.<br />
3 Ibid.<br />
4<br />
SOLANO, Sergio, Política e intelectuales en el Caribe colombiano<br />
durante la Regeneración (1886 – 1899). En Memorias <strong>del</strong> IV seminario<br />
internacional de estudios <strong>del</strong> Caribe. Barranquilla, <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> Atlántico,<br />
1999.<br />
5 Ibid.<br />
6 Enciclopedia Universal Ilustrada. Madrid, Espasa-Calpe, 1987, tomo<br />
31, p. 176.<br />
7<br />
LÓPEZ, Luis C.; LÓPEZ-PENHA, Abraham Z. y CERVERA, Manuel, Varios<br />
a varoios. Madrid, Pueyo, 1910.<br />
8 Colección de clásicos costeños. Barranquilla, Editorial Efemérides,<br />
1995, p. 1-51.<br />
9 El Rigoletto, Barranquilla, 11 de septiembre, 1902.<br />
10<br />
NICHOLS, Theodore E., Tres puertos de Colombia. Bogotá, Banco<br />
Popular, 1973.<br />
10a En el censo de 1918, entre los 135.797 habitantes <strong>del</strong> departamento<br />
<strong>del</strong> Atlántico se contaban de 51.300 alfabetos y 75.406 analfabetos.<br />
11<br />
PARDEY, Carlos M., La estada de Barba-Jacob en Barranquilla. El<br />
Heraldo, 19 de abril de 1976.<br />
12<br />
CONDE CALDERÓN, Jorge, “El Estandarte”, insignia y opinión de un<br />
proyecto católico en el Caribe colombiano. En Historia Caribe, Vol. 1, Nº 2,<br />
1996.<br />
13 EL Misionero, año 1, Nº 5. Barranquilla, 9 de junio de 1993.<br />
14<br />
GÓMEZ OLACIREGUI, Aureliano, Prensa y periodismo en Barranquilla<br />
siglo XX. Barranquilla, ediciones Lallemand-Abramuck, l979, p. 12.<br />
15<br />
MIRANDA, Dalí, Familia , matrimonio y mujer: el discurso de la<br />
Iglesia católica en Barranquilla (1863-1930). En Historia Crítica Nº 23,<br />
enero-junio, 2002.<br />
16 Selección de textos de Ramón Vinyes, tomo I, p. 23. Bogotá,<br />
Colcultura, 1982. Selección y prólogo de Jacques Gilard.<br />
17<br />
MARTÍ GÓMEZ, José, Josep Vinyes o el circo de la vida. En el Magazín<br />
Dominical de El Espectador (sf).<br />
18 Lecturas Dominicales de El Tiempo, 26 de septiembre de 1926.<br />
19<br />
RAMA, Ángel, La novela latinoamericana 1920-1980. Bogotá,<br />
Procultura, 1982.<br />
20<br />
MEDINA, Álvaro, Don Ramón, el maestro catalán de “Cien Años de<br />
Soledad”. En revista Pluma, Nº 31 (nov. de 1975).<br />
21<br />
GILARD, Jacques, Voces (1917-1920): un proyecto para Colombia.<br />
En <strong>Huellas</strong>, revista de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>, Nº 31 (abril,1991).<br />
22<br />
GARCÍA CANCLINI, Héctor, Cruces, arriagos y deslindes. En el Magazín<br />
Dominical de El Espectador, Nº 447 (17 de noviembre de 1991).<br />
23 Voces (1917-1920). Selección de textos. Germán Vargas (ed.). Bogotá,<br />
Instituto Colombiano de Cultura, 1977, p. 12.<br />
24 Ibid, p. 13.<br />
25 Idem.<br />
26 Voces, Nº 11 (nov., 1917).<br />
27 En el artículo “Una librería que hizo escuela”, publicado en El<br />
Tiempo (30 agosto de 1987), Javier A. Lara sostiene que el incendio fue<br />
debido a unos fumadores descuidados, mientras que Pere Elies i Busquet<br />
sostiene que fue a causa de unos petardos lanzados en una manifestación<br />
política.<br />
28 VOLKENING, Voces y el silencio <strong>del</strong> trópico. En Evocación de una<br />
sombra. Bogotá, Ariel, 1998, p. 158.<br />
29 Ibid., p. 388.<br />
30 Voces, Nº 59, abril de 1920.<br />
68
DOSSIER Voces<br />
Voces<br />
La revista de Ramón Vinyes<br />
Graciela Gliemmo*<br />
ORIGEN DE VOCES<br />
Ramón Vinyes, cansado <strong>del</strong> mezquino y asfixiante<br />
ambiente cultural español, llega casi por azar a Barranquilla<br />
en 1914, sin imaginar que su presencia<br />
sería determinante para el desarrollo de la literatura<br />
costeña. El escritor colombiano Enrique Restrepo<br />
se topa por primera vez con él en la librería que<br />
Vinyes monta a poco de su arribo y queda maravillado<br />
por sus conocimientos, inmortalizados varios años<br />
después en la figura <strong>del</strong> “sabio catalán” de Cien años<br />
de soledad. Enseguida se conforma un grupo con Julio<br />
Enrique Blanco, Gonzalo Carbonell, Hipólito<br />
Pereyra, Roberto Castillejo y Antonio M. Castaño.<br />
Restrepo cuenta que las primeras<br />
reuniones se hacían en “una casita<br />
pajiza donde concurrían por la noche<br />
estos jóvenes inquietos, aficionados<br />
a la lectura”. Vinyes se convierte en<br />
el promotor de las discusiones sobre<br />
literatura, estética y filosofía, y pone<br />
al grupo en conocimiento de los autores<br />
extranjeros <strong>del</strong> momento. Entre<br />
libros y ron, surge la idea de sacar entre<br />
todos una revista.<br />
Voces, que nace durante la primera<br />
guerra mundial y a meses de la<br />
revolución rusa, da cuenta de las repercusiones<br />
de la lucha desde una<br />
ciudad que comienza a dar muestras<br />
de ciertos rasgos de modernidad. Por<br />
ejemplo, retoma una nota <strong>del</strong> Mercure<br />
de Francia, donde Watelin observa que<br />
la poesía ocupa “un vasto campo en la biblioteca portátil<br />
<strong>del</strong> soldado, generalmente limitada a un volumen”<br />
y que los combatientes son aficionados al género<br />
policial y leen también a clásicos como Pascal,<br />
*Nacida en Buenos Aires (Arg.), 1957. Docente universitaria, ensayista<br />
y narradora. Ha desarrollado investigaciones sobre literatura,<br />
cultura e historia latinoamericana como becaria <strong>del</strong> CONICET y de la<br />
<strong>Universidad</strong> Nacional Autónoma de México.<br />
Ramón Vinyes, años 30.<br />
Racine y Voltaire. Y entre los “modernos”, a Musset,<br />
Daudet y Bourget.<br />
A la redacción llegan publicaciones de Francia,<br />
Inglaterra, Portugal, España, Italia. Vinyes transmite<br />
en una nota de noviembre de 1918 su sorpresa<br />
ante las revistas científicas, que se muestran inmutables<br />
frente a la guerra, y deja oír su comentario<br />
mordaz: “Para los sabios no existe en el mundo<br />
más que la ciencia. Tal vez los llene el horror al cataclismo<br />
pero se cierran en ellos como en un laboratorio<br />
y su pensamiento sigue sereno las complicadas<br />
rebuscas y los cauces torturosos. El hoy es un<br />
accidente para los sabios; su vista va fija al futuro.<br />
Trabajan para los que vendrán.”<br />
Entre la literatura bélica que se comenta,<br />
se destacan Vie des martyrs de<br />
Georges Duhamel y Méditations d’un<br />
solitaire de León Bloy, considerado “el<br />
más alto espiritualista de la guerra”.<br />
También se recoge una consulta realizada<br />
a artistas y escritores franceses<br />
sobre qué debe hacerse con lo que<br />
queda en pie de la catedral de Reims,<br />
y se reproducen algunas opiniones,<br />
entre ellas la de Rodin, quien plantea<br />
una defensa de las ruinas y está contra<br />
todo tipo de restauración.<br />
Voces es más que un producto local.<br />
Es absolutamente cosmopolita.<br />
Gómez de Castro dirige los primeros<br />
doce números y Armando Pereyra se<br />
encarga de los restantes. Sin embargo,<br />
es Vinyes quien está tras la selección de textos y<br />
el que consigue las colaboraciones, sobre todo de autores<br />
catalanes. Incluso, aunque no aparece su firma,<br />
es el principal traductor y también el responsable<br />
de las “Notas”, la interesante sección que informa<br />
sobre la actualidad cultural. Sólo se publican textos<br />
originales y por primera vez se traducen al castellano,<br />
unos años antes de que lo hicieran algunas<br />
<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />
pp. <strong>69</strong>-70. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537<br />
<strong>69</strong>
econocidas revistas vanguardistas, a André Gide,<br />
Guillaume Apollinaire, Gilbert K. Chesterton,<br />
Jacques Rivière, Federico Hebbel, Cunninghame<br />
Graham, y Hugo von Hoffmannsthal, entre otros.<br />
Esta revista decenal muestra las paradojas propias<br />
<strong>del</strong> momento: se advierte aún cierta solemnidad<br />
y tradicionalismo y, a la par, hay en algunos más<br />
irreverencia, como en las notas de Restrepo, en los<br />
poemas en prosa de Pereyra y en algunas opiniones<br />
de Vinyes. Siempre se aclara que no hay detrás un<br />
programa político ni partidismos. Se reclama libertad<br />
y autonomía literaria.<br />
LOS PRIMEROS “ISMOS”<br />
Esta es una época en la que comienzan a caer viejos<br />
conceptos. La literatura ya no reproduce la realidad,<br />
anuncia su desvinculación de la moral y exhibe signos<br />
de fragmentación. Se cumplen cincuenta años<br />
de la muerte de Bau<strong>del</strong>aire y es el momento en que<br />
la reimpresión de sus versos hace que los poetas lo<br />
vean como el precursor <strong>del</strong> simbolismo. Ha muerto<br />
Rubén Darío. Los poetas franceses y los autores rusos<br />
marcan la ruta a seguir.<br />
Y aunque Voces publica los innovadores poemas<br />
en prosa de Hipólito Pereyra, que ofrecen un nuevo<br />
imaginario y una forma híbrida, y da espacio a la<br />
obra inicial de León de Greiff, quien será central en<br />
el grupo de Los Nuevos una década después, no es<br />
una revista vanguardista, ya que rechaza la pelea<br />
frontal: “Voces se ha convertido en Colombia en el<br />
fantasma de los mediocres porque fustiga sin compasión,<br />
porque cada día rompe nuevos ídolos, porque<br />
duda de las consagraciones, porque renueva el ambiente<br />
literario. Pero este ‘fantasma’ al mismo tiempo<br />
que es nuestro exponente de dinamicidad literaria<br />
no tiene la odiosidad de la polémica ni la vulgaridad<br />
de los vocablos plebeyos.”<br />
Se recogen muchos textos que anuncian un cambio<br />
de poética, pero es el número 42, <strong>del</strong> 30 de noviembre<br />
de 1918, el que está dedicado en forma completa<br />
a la renovación literaria que se gesta en Europa.<br />
La edición promete dar a conocer “las últimas<br />
teorías en arte y las obras de los nuevos teóricos.”<br />
No se trata de avalar sino de mostrar y sostener estos<br />
interrogantes: “¿Serán flor de un día las nuevas<br />
doctrinas?” “¿Traerán una profunda revolución en<br />
el arte?” La posición es abierta, plural, comprensiva,<br />
pero no cómplice. Es solidaria y, a la vez, mantiene<br />
una discreta distancia con las nuevas producciones<br />
literarias, dejando en claro que se trata de una<br />
época de experimentación más que de precisiones:<br />
“La revolución en arte es total. No tenemos, hoy por<br />
hoy, obra decisiva... y, diríamos más, ni senda segura.<br />
Pero los tanteos merecen respeto. ¿Qué pueden<br />
revelar estos tanteos mañana?”<br />
Se defiende aún el significado de la palabra, también<br />
el plano sonoro, sin excluir las últimas tendencias<br />
que están ofreciendo un quiebre más estructural,<br />
visible incluso en la disposición tipográfica que<br />
toma la letra en la página. Los términos “futurismo”,<br />
“cubismo”, “vibrismo” son centrales, junto con los<br />
textos y reflexiones de Apollinaire, Pierre Albert-Birot,<br />
Paul Dermée, Luciano Folgore, Pierre Reverdy, Max<br />
Jacob, Lino Cantarelli y Vicente Huidobro.<br />
La transición se advierte en los comentarios de<br />
Vinyes sobre estos autores: aunque no adhiere a las<br />
nuevas tendencias, juega con las formas cuando escribe<br />
sus argumentos, como si se tratara de prosa<br />
poética, desplazando las líneas hacia la derecha,<br />
dándole un ritmo desintegrado, más rápido e instantáneo<br />
que el de aquellos otros artículos y notas<br />
publicados en los números anteriores de la revista.<br />
Estos comentarios tienen el tono de los apuntes, de<br />
las observaciones frescas, cortadas, escritas como<br />
al pasar y al descuido. Su diagnóstico de los tiempos<br />
que corren surge espontáneo y recurrente: “Una profunda<br />
inquietud se ha apoderado <strong>del</strong> arte. Un deseo<br />
de renovación lo sacude.” E insiste: no hay “nada<br />
aún definitivo en las corrientes nuevas.”<br />
Aunque tal vez asusta, no se niega la ruptura. La<br />
revista hace suyas las observaciones de algunos indiscutibles.<br />
Albert-Birot, tras un poema suyo con<br />
onomatopeyas y notas que señalan cómo deben pronunciarse<br />
ciertos versos, lanza una rotunda afirmación:<br />
“El arte moderno se encamina a dar obras originales.<br />
Hasta hoy el arte ha dado únicamente traducciones.”<br />
Pierre Reverdy propone crear una sintaxis<br />
nueva para lograr una verdadera revolución<br />
en el arte. Y prefigura lo que será ley, unas décadas<br />
después, para la poesía concreta en Brasil: la necesidad<br />
de lograr una disposición tipográfica diferente<br />
que se apareje con una sintaxis nueva.<br />
El gran impacto de las revistas literarias latinoamericanas<br />
<strong>del</strong> 20, producidas en general en las capitales,<br />
opacó aquellas que fueron publicadas fuera<br />
de ese canónico recorte temporal y espacial. Voces,<br />
que puso en circulación durante tres años sesenta<br />
números, es una de ellas. Sin duda, esta reimpresión<br />
ayudará a comprender mejor un momento de ruptura<br />
y ebullición literaria de comienzos <strong>del</strong> siglo XX.<br />
70
DOSSIER Voces<br />
Ramón Vinyes y Voces<br />
Una perspectiva catalana de diálogo<br />
entre Europa y América *<br />
Jordi Lladó**<br />
La huella colombiana de<br />
Vinyes es conocida desde<br />
que en 1915 fundó su librería<br />
junto a Xavier<br />
Auqué, padre <strong>del</strong> escritor<br />
Javier Auqué Lara, hasta<br />
su labor en el Grupo de<br />
Barranquilla. Ningún reconocimiento<br />
ha superado<br />
al de García Márquez a<br />
través <strong>del</strong> “Sabio Catalán”<br />
en Cien años de soledad:<br />
la gran difusión de su autor<br />
—que se ha referido de<br />
nuevo a Vinyes en Vivir<br />
para contarla—, ha consagrado<br />
una figura arrinconada<br />
al recuerdo <strong>del</strong> gran<br />
orientador o a escasas líneas<br />
en los manuales de<br />
literatura catalana. Este<br />
trabajo aborda el sustrato<br />
catalán en la tarea que efectuó como alma de la<br />
revista Voces entre 1917 y 1920. La publicación de<br />
Barranquilla, felizmente reeditada y presentada en<br />
este congreso, 3 gozó de una amplitud de compás<br />
que ya remarcó Germán Vargas, 4 con autores como<br />
Julio Enrique Blanco o Enrique Restrepo, que en<br />
sus ensayos filosóficos contrapuntaron el interés<br />
literario que centraba la labor de Vinyes. 5 Varios<br />
estudiosos han subrayado la actitud iconoclasta de<br />
*Quisiera agradecer, de entrada, la amable invitación<br />
de Adolfo González y de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong> al presente<br />
congreso de colombianistas. Va especialmente mi<br />
gratitud a Lucila González y a Ramón Illán Bacca por su<br />
gran acogida, así como a Carmen Viveros por su hospitalidad.<br />
Debo también un reconocimiento al aliento <strong>del</strong> Dr.<br />
Jacques Gilard 1 y un recuerdo a don Josep Vinyes y doña<br />
Lluïsa Riera, que tanto me apoyaron en mi tesis sobre el<br />
teatro de Ramon Vinyes, dirigida por este gran estudioso<br />
de la literatura catalana que es Jordi Castellanos. 2<br />
**Universitat Autònoma de Barcelona. Congreso de<br />
Colombianistas de Barranquilla, agosto de 2003.<br />
Vinyes en el escenario se dirige al público después <strong>del</strong><br />
estreno de El Bufanúvols, Cerdanyola <strong>del</strong> Vallés,1952.<br />
la revista, que en el contexto<br />
posmodernista americano,<br />
representó una excepcional<br />
plataforma. 6 La<br />
posición central que el catalán<br />
ocupó en ella tenía<br />
base en su trayectoria<br />
como hombre de letras antes<br />
de su llegada a Colombia,<br />
en 1913. Vinyes se había<br />
implicado en el catalanismo<br />
cultural, con el<br />
sello de modernización<br />
que Barcelona, la capital<br />
catalana, encarnaba. La<br />
comparación se impone: el<br />
Madrid capitalino que añoraba<br />
el imperio, sería<br />
equivalente al oficialismo<br />
de Bogotá, y la Barranquilla<br />
costeña reflejaría una<br />
apertura análoga a la de la<br />
Barcelona mediterránea. Es una postura reflejada<br />
en posicionamientos de nuestro autor, quien, conocedor<br />
de la literatura castellana de España, raras<br />
veces ocupa su atención, contrastando con su<br />
ingreso explícito en el ámbito iberoamericano proclamado<br />
en la revista y el interés creciente por su<br />
país adoptivo.<br />
Vinyes nació en 1882 en la ciudad pirenaica de<br />
Berga y creció en un entorno favorable a las inquietudes<br />
culturales y al catalanismo político que<br />
irradiaba desde Barcelona, y con él, la voluntad de<br />
equiparar la literatura en catalán a otras más consolidadas.<br />
En El calvari de la vida, su primera obra<br />
de renombre estrenada en 1904, un personaje definía<br />
a Barcelona como “el cerebro <strong>del</strong> pueblo catalán”,<br />
un hervidero de ideas opuesto al aldeano localismo.<br />
7 Dos años después, ya instalado en la capital<br />
catalana, inició su colaboración en un diario<br />
denominado precisamente El Poble Català, órgano<br />
<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />
pp. 71-75. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537<br />
71
de un partido izquierdista donde publicó una vasta<br />
producción lírica salpicada de estéticas finiseculares.<br />
Partiendo <strong>del</strong> paisaje montañés de su<br />
juventud luminosamente reelaborado, aportaba un<br />
aire experimental a la lírica en su lengua. Con el<br />
prosario L’ardenta cavalcada, en 1909, confirmó su<br />
fama de “maldito”, que afectó a la recepción de su<br />
obra por su audacia estética y temática.<br />
Algunos críticos acusaron al autor de modernista,<br />
término asociado a los tópicos de dicha corriente.<br />
No es impropio situarle en los últimos compases<br />
de este movimiento, aunque en transición a otras<br />
posiciones. En El Poble Català coincidió con dos<br />
críticos que asoman en Voces: Manuel de Montoliu<br />
y Gabriel Alomar, autor en 1904 de la conferencia<br />
El futurismo, cuyo título, según Vinyes advierte en<br />
la revista de Barranquilla, heredó Marinetti; los<br />
dos concebían al escritor como un Mesías capaz de<br />
conmover a las nuevas multitudes urbanas. Un<br />
instrumento regenerador sería el teatro, con un<br />
afán de elevación que alejara lo catalán <strong>del</strong> folklorismo<br />
y <strong>del</strong> realismo <strong>del</strong> siglo XIX: lo mismo que,<br />
en términos generales, preconizó Vinyes para la<br />
literatura colombiana y americana.<br />
En 1908, nuestro escritor formuló en la conferencia<br />
De la Tragedia, una visión moderna de este<br />
género, fundamentada en Ibsen, Maeterlinck,<br />
Hauptmann y D’Annunzio. 8 Esa concepción renovada<br />
de lo trágico, constituía el principal horizonte<br />
literario <strong>del</strong> autor de Berga entre 1910 y 1912, a<br />
las puertas de su viaje americano. A pesar de las<br />
buenas relaciones con el patriarca de la escena<br />
local, Àngel Guimerà, obras como L’arca i la serp o<br />
Al florir els pomers, estrenada en 1910, fueron cuestionadas<br />
por el entono escénico barcelonés, 9 donde<br />
primaban géneros como la comedia y se desconfiaba<br />
de esa apuesta en la que el autor de Berga<br />
creía fervientemente.<br />
EL PRIMER DESENGAÑO.<br />
¿VINYES, VÍCTIMA DEL NOVECENTISMO CATALÁN?<br />
MATICES DE UNA RUPTURA<br />
Es cierto, pues, que nuestro escritor sufrió un desengaño<br />
precoz, como relató a Alfonso Fuenmayor<br />
en la revista Cromos. 10 Algunos estudiosos han<br />
considerado a Vinyes como víctima <strong>del</strong> Noucentisme<br />
(novecentismo), el movimiento neoclásico que desde<br />
1911 se impuso en Cataluña. Pero las páginas<br />
que en Voces dedica a la poesía catalana desmienten<br />
el choque: es Josep Carner, el poeta luminoso<br />
de los pinos mediterráneos y el lirismo íntimo,<br />
quien encarna el nuevo canon. Vinyes y Carner<br />
habían mantenido relación desde 1906 y la posición<br />
<strong>del</strong> bergadán sobre el modernismo en Voces<br />
aborda el movimiento —tan ligado a América—<br />
como fase necesaria pero superada, en desmarque<br />
de todo preciosismo. Uno de sus textos más brillantes<br />
en Voces, “El sentimiento de la naturaleza<br />
en John Keats”, clarifica ese punto: lo primordial<br />
es rechazar la decoración, el “catálogo” de nombres<br />
griegos en favor de lo esencial. Cualquier tendencia,<br />
llámese modernismo, romanticismo o clasicismo,<br />
no deberá velar la personalidad autoral,<br />
concepto básico en sus parámetros críticos.<br />
Durante estos años constatamos una evolución<br />
en sus poemas, acercados a esa depuración: así,<br />
la “Cançó” publicada en La Revista de Barcelona,<br />
en el año 1917. 11 La Revista fue la publicación<br />
emblemática <strong>del</strong> novecentismo y no tuvo reparos<br />
en acoger a Vinyes ni en aplaudir la divulgación<br />
catalana efectuada en Voces. Creada en 1915 bajo<br />
la inspiración de Josep María López Picó, autor<br />
muy difundido en la publicación atlántica, constituye<br />
un mo<strong>del</strong>o de la dirección que el sabio catalán<br />
imprimió a Voces: de ella adoptó el eclecticismo<br />
selecto preconizado en el pórtico <strong>del</strong> primer<br />
número de la publicación de Barranquilla. Igualmente,<br />
la acogida de los ismos es paralela en La<br />
Revista y en Voces, atentas a las gacetas europeas<br />
que apoyaban esos movimientos de vanguardia.<br />
Vinyes tenía conocimiento de autores como<br />
José Asunción Silva o Guillermo Valencia antes<br />
de llegar a Colombia. 12 Remarcamos el artículo<br />
sobre Valencia publicado en 1915 en el diario barcelonés<br />
El Correo Catalán, base <strong>del</strong> que redactó en<br />
Voces. En él, y a partir de los términos de Baldomero<br />
Sanín Cano en su trabajo sobre Ritos en 1914 interpreta<br />
una desalejandrinización en el poeta que<br />
preludia una vía personal más genuina. Nuestro<br />
crítico laboraba, por tanto, en un amplio campo de<br />
lecturas a ambos lados <strong>del</strong> Océano, sin cortar amarras<br />
con el entorno catalán y trazando argumentadas<br />
impresiones sobre colombianos a quien abría<br />
su enfoque, como Valencia o Tomás Carrasquilla. 13<br />
El Vinyes crítico de Voces tuvo como mo<strong>del</strong>os<br />
catalanes a Alomar, y a Eugenio d’Ors, caudillo <strong>del</strong><br />
novecentismo, que desde el diario La Veu de<br />
Catalunya dictaba pautas. El sabio catalán fue, no<br />
obstante, menos programático que Ors: se pronuncia<br />
a menudo contra lo sistemático, y reclama una<br />
“belleza de facetas múltiples.” 14 Pero hubo una relación<br />
entre ambos, testimoniada en Voces o en<br />
72
una carta de Ors fechada en 1919 conservada en<br />
el fondo Vinyes de Berga. Ors era un esteta que<br />
también provenía <strong>del</strong> modernismo y cultivaba en<br />
el presente una ironía cercana a la Risa revulsiva<br />
de Voces:<br />
“Hagamos un elogio de la risa de Voces (...) que<br />
nos sirve de valla y que nos sirve de látigo. (...) Faltándonos<br />
ella ¿qué nos quedaría para estos cronistas<br />
que, sin argumentos ni lecturas, exhiben por único<br />
bagaje intelectual, como las botellas de los vinos<br />
malos, la pequeña dosis de agresividad mal intencionada<br />
que tienen en el alma?” 15<br />
“Risa” era un concepto poco adecuado al Vinyes<br />
anterior a 1913, indómito defensor de la tragedia.<br />
Y, sin embargo, ejerce en Voces esa tarea de guía<br />
irónico a la que reconvierte la función mesiánica<br />
<strong>del</strong> escritor modernista. En ese sentido, el Caribe<br />
representó la Tierra Prometida: no la de los negocios,<br />
como confirma a Fuenmayor al evocar que no<br />
se enriqueció con los bananos, sino la <strong>del</strong> escritor<br />
que en su desubicación se halló a sí mismo como<br />
crítico. Ya en 1918 era el “hombre que ha leído todos<br />
los libros”, término que acuñó el testimonio de<br />
la revista de Bogotá Cultura que años después tomó<br />
prestado García Márquez. 16 Fue, en suma, un catalizador<br />
<strong>del</strong> mundo cultural barranquillero.<br />
En carta a Vargas poco antes de morir en 1952,<br />
Vinyes se refirió a la “rizada frivolidad” de su estilo<br />
en Voces, como contrapunto a los “bloques<br />
monolíticos” de Julio Enrique Blanco. Y Blanco,<br />
meses después, recalcó<br />
en El Heraldo que la eficacia<br />
de Vinyes residía<br />
en el análisis: “Fue más<br />
un esteta que un teórico”,<br />
nos aclara y en ese<br />
sentido seguía la huella<br />
de Ors en el ensayo brillante<br />
o la imagen incisiva<br />
y eficaz. 17 A propósito<br />
de Alfonso Reyes y la<br />
crítica impresionista,<br />
Vinyes subscribe en un<br />
apunte de los años 40 las<br />
tesis de Thomas S. Elliot,<br />
en el sentido que “actúa<br />
por fecundación”, en plena<br />
fusión entre sujeto y objeto, típica <strong>del</strong> modernismo.<br />
18 Así lo muestran sus conferencias o el<br />
equilibrio de artículos de Voces como “Hombres <strong>del</strong><br />
<strong>Norte</strong>” o “El sentimiento de la naturaleza en John<br />
Keats”; en ellos une sin mella de la unidad de estilo<br />
el rigor argumentativo con un lirismo sugerente.<br />
Esa labor fue tan importante como el magisterio<br />
oral en su librería, en el Grupo de Barranquilla<br />
durante los años 40, o en círculos de la Barcelona<br />
de los años 20 y 30.<br />
El escritor de Berga era deudor <strong>del</strong> romanticismo,<br />
con una visión <strong>del</strong> paisaje y la patria que de él<br />
asumió el modernismo catalán. En él destacó Joan<br />
Maragall, y sus “voces de la tierra”, plasmación <strong>del</strong><br />
alma catalana colectiva. Hubo <strong>del</strong> mismo modo la<br />
versión tenebrosa de ese cosmos, que una novelista<br />
admirada por Vinyes, Víctor Català (pseudónimo<br />
de Caterina Albert), encarnó en Soltiud. 19 Ambos<br />
autores mostraban un universo teñido de visos<br />
mágicos. Desde ese prisma enfocamos la visión<br />
americana <strong>del</strong> primer Vinyes. En el poema “Altes<br />
montanyes <strong>del</strong>s Andes” publicado en El Correo Catalán,<br />
en 1916, 20 evoca el déu de la morta raça, y funde<br />
el alma <strong>del</strong> imperio inca en el marco andino; es<br />
una visión apocalíptica y retórica, pero muy vívida,<br />
según traducimos:”Fuerte nudo de montañas, bello<br />
de tan salvaje, /para alabarte, el inca ha aprendido<br />
los vientos /y, con manos de oro, el sol estrangula los<br />
días, /y a tus pies lanza la sangre de los ponientes”.<br />
Otro poema de tema americano conservamos anterior<br />
a éste (“Holanda en els trópichs”, 1914). 21 Consiste<br />
en una visión de Curaçao, donde bajo unas<br />
sencillas pinceladas, surge el choque de lo holandés<br />
en el Caribe. En ambos textos captamos una<br />
angustia existencial, lejana al mero exotismo.<br />
Algunos escritos en<br />
Voces y otros periódicos<br />
corroboran la epifanía<br />
americana. Especulando<br />
con puntos cardinales,<br />
se aleja de las brumas<br />
<strong>del</strong> <strong>Norte</strong> y la sensualidad<br />
de Oriente para<br />
adherirse a la tierra que<br />
en narraciones como El<br />
chico de Bagá denomina<br />
“La América”: es el artículo<br />
trascendente <strong>del</strong><br />
“Pórtico” de Voces o <strong>del</strong><br />
Teatro Municipal de Barranquilla, 1913.<br />
texto que dirigió en <strong>Universidad</strong><br />
de Germán<br />
Arciniegas a García Herreros<br />
y su narración Lejos <strong>del</strong> mar, en 1921. En<br />
esta crítica contempla la población de Cabuyaro<br />
como alma de la obra, como lo era la naturaleza en<br />
la narrativa modernista catalana. 22 América era<br />
73
I.: Ramon Vinyes, a su regreso de América,<br />
en un paseo en automóvil por Berga, 1920.<br />
D.:Postal autografa fechada en Ciénaga, 1912.<br />
el espacio proteico dónde edificar una nueva cultura<br />
y el escrito sobre Valencia ilustra la comunión<br />
con la nueva tierra a raíz <strong>del</strong> poema dedicado<br />
a Popayán: “La ardiente vaguedad de ayer y de hoy<br />
pueden hacer <strong>del</strong> poeta, catalogado alejandrino, el<br />
primer poeta revelador <strong>del</strong> alma americana”.<br />
Voces, por otra parte, se proyectaba más allá <strong>del</strong><br />
país, y Gilard notó en ello dos direcciones: por un<br />
lado, una dirección nacional reduccionista y, en<br />
un cariz opuesto, la dimensión panamericana heredera<br />
de Rodó, Martí o Bolívar, más cosmopolita.<br />
No obstante, considero que la clave colombiana es<br />
comprensible también en un sentido pragmático:<br />
así, el texto de Vinyes dirigido a Max Grillo donde<br />
diseña un teatro futuro, 23 sigue a la que en 1908<br />
había efectuado en Cataluña. En ambos casos, su<br />
propuesta (estéticamente discutible en cuanto a<br />
su grado de innovación) pretende ser dinamizadora<br />
en la búsqueda de un nuevo sentido trágico. Otro<br />
ejemplo de esa voluntad de implicación lo vemos<br />
en 1940 cuando evoca el texto dedicado en Voces a<br />
Tomás Carrasquilla, y la polémica y adhesiones<br />
que produjo. En suma, es difícil deslindar el<br />
americanismo <strong>del</strong> catalán de esta imbricación<br />
cultural colombiana, en una idéntica línea de apertura.<br />
Es paralela, en ese sentido, la clarividente<br />
acogida a autores <strong>del</strong> país en proceso de consolidación<br />
como Luis Carlos López o León de Greiff, al<br />
lado de extranjeros como Vicente Huidobro, Juan<br />
José Tablada, Gabriela Mistral o Alberto Hidalgo. Y<br />
a la par, el catalán divulgaba y traducía a autores<br />
europeos diversos y selectos como Chesterton,<br />
Clau<strong>del</strong>, Apollinaire o Reverdy. En suma, su círculo<br />
propicia un diálogo intercontinental fecundo que<br />
intentó sacudir el entorno de convencionalismos<br />
y lo logró en buena medida; no negamos, como afirma<br />
Gilard, cierto repliegue: al lado <strong>del</strong> caligrama<br />
“Araña de mis deseos” de Hipólito Pereyra, aparece<br />
la concesión a los poemas <strong>del</strong> gobernador Eparquio<br />
González, próximo al anterior y que acabaría<br />
expulsando a Vinyes, en 1925. Sin entrar ahora<br />
en la anécdota, constatamos que la revista tuvo<br />
que efectuar equilibrios entre el nacionalismo más<br />
provinciano y aquella voluntad de innovar: los<br />
condicionamientos de toda índole debían de pesar.<br />
El catalán, en todo caso, busca lo moderno en el<br />
alma de “la” América, de Colombia, de lo indígena<br />
(con tintes adversos hacia la España de los conquistadores<br />
explicables en su substrato catalanista;<br />
años después, en El Heraldo, asoma su curiosidad<br />
por la literatura negrista y por el indigenismo).<br />
En este sentido, y a pesar de acoger a las<br />
vanguardias más revulsivas y a la alta literatura<br />
europea, el esteta de Voces tuvo una gran intuición:<br />
el camino de Colombia y América latina, aunque<br />
fecundado de influencias foráneas, tendría que<br />
surgir de lo propio; con la corriente telúrica en los<br />
años 20, con el “realismo mágico” a partir de los<br />
40. Y esta convicción era coherente con su formación<br />
catalana: el anhelo de europeizar su país siendo<br />
fiel a su lengua y paisaje, pero audaz e innovadoramente.<br />
Cataluña y el Caribe, resultaban, pues,<br />
ámbitos equiparables.<br />
Este Vinyes nunca bien reconocido en su país,<br />
el lector voraz, el autodidacta, el polemista, halló<br />
desde esta primera singladura en Voces, su puesto<br />
en Barranquilla. En correspondencia, esta ciu-<br />
74
dad, el Caribe, Colombia, América, aportaron a<br />
algunas de sus mejores obras de ficción (las narraciones<br />
reunidas bajo los títulos En la boca de<br />
las nubes y Entre sambas y bananas, 24 su drama<br />
Arran <strong>del</strong> Mar Caribe 25 ) una dimensión de contraste<br />
integrada en su perpetua doble añoranza que<br />
García Márquez concretó en la imagen <strong>del</strong> reflejo<br />
en dos espejos. Y el desairragado Vinyes plantó<br />
raíces en tierra lejana y se convirtió, quizá sin<br />
proponérselo, en profeta fuera de su tierra sin<br />
renegar de ella.<br />
NOTAS<br />
1<br />
V. R. VINYES: Selección de textos, selección y prólogo de Jacques<br />
Gilard, Instituto Colombiano de Cultura, vols. I. y II, trad. de Jacques<br />
Gilard y María Fornaguera de Roda. Bogotá, 1982. Sigue siendo el trabajo<br />
de referencia sobre el Vinyes americano, aparte de divulgar y traducir<br />
lo más selecto de su obra no teatral. Es igualmente esencial su investigación<br />
de la narrativa de Vinyes (en parte como precedente <strong>del</strong> “realismo<br />
mágico”) y de su teatro de tema americano: Entre los Andes y el Caribe.<br />
(La obra americana de Ramón Vinyes), <strong>Universidad</strong> de Antioquia,<br />
Me<strong>del</strong>lín, Colombia, 1989. Anteriormente a los trabajos <strong>del</strong> investigador<br />
francés se publicó la biografía de Pere ELIES: Ramon Vinyes i Cluet: un<br />
literat de gran volada, Rafael Dalmau, Barcelona, 1972. Nació de los<br />
contactos con Vinyes desde 1950 hasta su muerte, en 1952, y de la<br />
consulta <strong>del</strong> entorno familiar catalán. Aunque inexacta en algunos aspectos<br />
y condicionada por el franquismo, cabe estimar muchos de sus<br />
datos.<br />
2 Jordi LLADÓ: Ramon Vinyes i el teatre (1904-1939). Tesis doctoral<br />
dirigida por el Dr. Jordi Castellanos de la Universitat Autònoma de<br />
Barcelona, leída el 28-XI-2002. Ha publicado varios trabajos relacionados<br />
con Vinyes, entre los cuales destacamos junto a Jaume Huch: Àlbum<br />
Vinyes. Prólogo de Jordi Castellanos. Institut Municipal de Cultura de<br />
Berga. Edicions L’Albí. 2002.<br />
3 Voces, 1917-1920. Edición Íntegra. Ediciones Uninorte, Vols. I, II,<br />
III. Barranquilla, 2003. Según relata Ramón Bacca, hubo que recurrir a<br />
ejemplares dispersos para elaborar la reedición. El autor la conservó<br />
íntegra en su librería y actualmente está depositada en el archivo de<br />
Berga junto al resto <strong>del</strong> fondo <strong>del</strong> autor que conservó su hermano, Josep<br />
Vinyes, y donó al ayuntamiento bergadán en el año 2000 su cuñada<br />
Lluïsa Riera.<br />
4 VARGAS, Germán: Voces 1917-1920. Selección de textos. Instituto<br />
Colombiano de Cultura, Bogotá, 1977. En las recientes polémicas sobre<br />
el vínculo de Vinyes y Voces, de las que me ocupo en un texto que he<br />
remitido a Tablero, nos alineamos con la posición de Vargas, Gilard,<br />
Bacca y todos cuantos han leído con atención la publicación y han<br />
comprobado que la dirección de la revista a cargo de Julio Gómez de<br />
Castro e Hipólito Pereyra (Héctor Parias) fue un hecho coyuntural frente<br />
al mayor peso e intervención de Vinyes, Julio Enrique Blanco o Enrique<br />
Restrepo. Y en cuanto a la indudable autoría de los comentarios de la<br />
revista, véase: “Nota a las Notas”, Voces, V, 46, 10-VII-1919.<br />
5 Cito trabajos que desde Barranquilla han publicado, entre otros,<br />
Ariel CASTILLO, Julio NÚÑEZ MADACHI, Ramón BACCA (“Presencia de Voces<br />
en la narrativa <strong>del</strong> Atlántico”, <strong>Huellas</strong>, 36, Uninorte, Barranquilla, diciembre,<br />
1992, “El modernismo en Barranquilla”, Boletín Cultural y<br />
Bibliográfico, vols. 30, 33, 1993). Recientemente Guillermo Henríquez ha<br />
ofrecido datos nuevos en cuanto a la influencia de la familia García<br />
Juliao en la contratación de Vinyes y subsiguiente instalación en Ciénaga,<br />
en 1913 (Guillermo HENRÍQUEZ TORRES: El misterio de los Buendía. El<br />
verdadero trasfondo histórico de Cien años de soledad. Ed. Nueva América,<br />
Bogotá, 2003, págs. 298-306). En el fondo Ramón Vinyes <strong>del</strong> Archivo<br />
Histórico Comarcal de Berga se conservan cartas <strong>del</strong> autor fechadas<br />
en Ciénaga en 1913, mientras que a partir de 1914 rastreamos su<br />
traslado a Barranquilla, y conservamos testimonios de su librería en la<br />
misma ciudad desde 1915.<br />
6 Citemos la valoración de Ángel Rama, remarcada por Ramón Bacca<br />
o más recientemente, Hervé LE CORRE: Poesía hispanoamericana<br />
posmodernista. Historia, teoría, prácticas. Ed. Gredos, Madrid, 2001<br />
(págs. 111-112 y otras).<br />
7 El calvari de la vida. Drama en tres actes i en prosa. Biblioteca<br />
l’Escon, 11, Barcelona, 1906.<br />
8 De la tragèdia. Teatralia, 3, Barcelona, 22 de noviembre de 1908.<br />
9 Así lo constató Jaume HUCH: Ramon Vinyes jove. Tesis de licenciatura<br />
dirigida por Joaquim Molas, Universitat de Barcelona, 1986. Es el<br />
estudio más completo sobre la trayectoria <strong>del</strong> joven literato.<br />
10 “Ramon Vinyes tuvo que elegir entre los bananos y la literatura”,<br />
Cromos, 27-I-1945, Selección de Textos, II, op. cit., págs. 370-379.<br />
11 “Jérica”, “Encantament”, “Cançó”, “Hora capvespral”, La Revista,<br />
III, L, Barcelona, 16-X-1917, págs. 371-372.<br />
12 Ver su artículo evocativo de 1940 en El Heraldo “Tomás<br />
Carrasquilla”, Selección de Textos, I, op. cit., págs. 355-356, y <strong>del</strong><br />
mismo año “Sanín Cano”, ibid., págs. 281-282. Destacamos también su<br />
admiración por Darío (“Correspondència”, Assumpta CAMPS: La recepció<br />
de Gabriele d’Annunzio a Catalunya, vol. II, Traduccions i textos inèdits.<br />
Curial, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, Barcelona, 1999, págs.<br />
189-193.)<br />
13 “Un gran poeta colombiano. Guillermo Valencia”, El Correo Catalán,<br />
13.415, Barcelona, 4-XI-1915. Ídem: “Guillermo Valencia”, Voces,<br />
I, 4, 10-IX-1917, págs. 106-110. Ver también: “Tomás Carrasquilla”,<br />
Voces, III, 21 30-IV-1918, págs. 60-66.<br />
14 “Tomás Carrasquilla”, Voces, art. cit.<br />
15 “Notas”, Voces, 25, 10-VI-1918, págs. 218-220.<br />
16 “Dinámicos” “Notas”, Voces, III, 27, 30-VI-1918, págs. 287-289.<br />
17 Ver carta de Ramon Vinyes a Germán Vargas. Barcelona, 14-II-<br />
1952, Selección de Textos, I, op. cit., p. 98. Ídem, Julio Enrique BLANCO:<br />
“Ramón Vinyes”, El Heraldo, Barranquilla, 27-V-1952, Selección de Textos,<br />
I, op. cit., págs. 95-97.<br />
18 “Alfonso Reyes: La experiencia literaria”, Quadern 16. Fondo<br />
Ramón Vinyes. Berga.<br />
19 Así nos lo evoca en una publicación <strong>del</strong> exilio catalán en México<br />
dirigida por el editor Avel.lí Artís: “Víctor Català”, “Record de Solitud”,<br />
“Una tercera fitxa de Víctor Català”, La Nostra Revista, I, 11, México<br />
D.F., 15 noviembre de 1946, págs. 411-412.<br />
20 “Altes montanyes <strong>del</strong>s Andes”, El Correo Catalán,<br />
13.505, Barcelona, 17-II-1916.<br />
21 “Holanda en els tròpichs. Curaçao”, “Página Literaria”, El Correo<br />
Catalán, 13.235, Barcelona, 1-I-1915. Éste y el anterior poema están<br />
incluidos en Antologia poètica Ramon Vinyes i Cluet. Ajuntament de<br />
Berga, 1982. También hay una considerable parte de su producción<br />
lírica en Hora d’Argent, antologia poètica I: abans de 1901; prólogo de<br />
Jordi Lladó; introducciones y coordinación de Joan Tuneu i Torra. (Ed.<br />
L’Albí, Berga, Ed. Proa, Barcelona, 2000, págs. 249-309.)<br />
22 Selección de textos, I, op. cit, págs. 124-126.<br />
23 “Todo llega; conversemos”, Voces, IV, 37, 10-X-1918. págs. 286-<br />
294.<br />
24 Seis de los once cuentos de A la boca de las nubes fueron<br />
traducidos por María Fornaguera en Selección de Textos, vol. I.,op. cit.,<br />
junto al cuento “Un caballo en la alcoba” (el único escrito en castellano<br />
originalmente) que apareció en Crónica en 1950 dedicado a García<br />
Márquez. A la boca <strong>del</strong>s núvols ganó el premio Concepció Rabell en los<br />
Juegos Florales de la Lengua Catalana de Bogotá en 1945 y fue editada<br />
en Méjico: A la boca <strong>del</strong>s núvols, Ed. Col·lecció Catalònia; 11 México<br />
D.F., 1946; segunda ed.: Bruguera, Barcelona, 1984, prólogo de Jacques<br />
Gilard.: “Ramon Vinyes, contista”. Al año se editaron el resto de cuentos:<br />
Entre sambes i bananes., Bruguera, Barcelona 1985, prólogo de Jacques<br />
Gilard, “Nous aspectes de la contística de Vinyes”; Entre sambas y<br />
bananas, trad.: Montserrat Ordóñez, Ed. Norma, Bogotá, 1985 (2ª ed.:<br />
Norma, 2001). Esta reedición incluye trabajos de Ordóñez (“Entre mundos<br />
y fuera de lugar: monstruos entre espejos enfrentados”), Gilard<br />
(“Ramón Vinyes, figura de la literatura colombiana <strong>del</strong> siglo XX”) y Bacca<br />
(“Vinyes en Barranquilla”). En catalán destaca la edición completa Tots<br />
els contes, Columna, Barcelona, 2000. Ed. de Jaume Huch.<br />
25 Sus mejores piezas se editaron en: Teatre. Viatge. Ball de titelles.<br />
Arran <strong>del</strong> mar Caribe. Ed. L’Albí, Berga, 1988. Edición y prefacio: Jaume<br />
Huch. Prólogo: Jacques Gilard.<br />
75
DOSSIER Voces<br />
Voces y la mitomanía sobre “el Sabio catalán”<br />
Eduardo Bermúdez Barrera*<br />
La publicación de la revista Voces por Ediciones<br />
Uninorte debe ser saludada con beneplácito por<br />
todos quienes nos interesamos en la historia cultural<br />
de nuestra ciudad. Es un esfuerzo editorial<br />
que permite, en los albores <strong>del</strong> siglo XXI, una lectura<br />
que nos conduzca a la reflexión crítica sobre<br />
lo que fue en verdad Voces.<br />
El apéndice <strong>del</strong> Tomo 1 acoge media docena de<br />
artículos bajo el epígrafe de “Aproximaciones a Voces”.<br />
Sus autores son: Álvaro Medina, con el título:<br />
“Don Ramón, el maestro catalán de Cien años de<br />
soledad”; Germán Vargas Cantillo con “Revisión de<br />
Voces”; E. Volkening con “Voces y el silencio <strong>del</strong> trópico”;<br />
J. Gilard con “Voces (1917–1920): Un proyecto<br />
para Colombia”; Amparo Lotero B. con “Voces,<br />
una renovación irreverente”; y Gilberto Loaiza<br />
Cano con “Voces de Vanguardia (Barranquilla,<br />
1917–1920).<br />
La historia no es algo que se escribe y ya está.<br />
No es algo acabado. La historia es algo que está continuamente<br />
moviéndose con nosotros, y la historia<br />
de la cultura en Barranquilla no es la excepción.<br />
En algunos de estos artículos sobre la revista<br />
Voces, hay una remembranza de las viejas crónicas<br />
que tenían por costumbre narrar las historias<br />
con un gran protagonista: el rey o, en su defecto,<br />
el rico señor de la comarca. No contaban los demás,<br />
pues el que hacía la historia marcaba el rumbo<br />
cual omnisapiente deidad terrena; el resto de<br />
los mortales sólo se conformaba con el papel de<br />
actores secundarios.<br />
*Barranquillero. Lic. en Filosofía y Letras, U. Metropolitana,<br />
1982. Magíster en Filosofía, U. <strong>del</strong> <strong>Norte</strong> - U. <strong>del</strong><br />
Valle, 2002. Ponente, Congreso Centenario K. Popper,<br />
Viena, 2002. Profesor, U. <strong>del</strong> Atlántico; catedrático, U.<br />
Simón Bolívar. Colaborador, Maestría en Filosofía, <strong>Universidad</strong><br />
<strong>del</strong> <strong>Norte</strong>.<br />
Hoy día aún persisten notables rastros de este<br />
mito, así como existe todavía en muchos libros de<br />
historia el falaz hábito de marcar épocas históricas<br />
a partir de reinados y papados. Es claro que<br />
para la historia de la cultura artística, filosófica,<br />
literaria y científica barranquillera, es indispensable<br />
erradicar el mito de que la revista Voces fue<br />
un proyecto de Ramón Vinyes.<br />
La mitomanía comienza a mediados <strong>del</strong> decenio<br />
de los setenta, cuando, estimulados por el boom<br />
latinoamericano en literatura, y el creciente prestigio<br />
<strong>del</strong> escritor colombiano Gabriel García<br />
Márquez, algunos críticos literarios locales, nacionales<br />
e internacionales, intentan descubrir y explicar<br />
el fenómeno de un escritor exitoso.<br />
En el primero de los citados cuatro artículos, que<br />
en mi opinión han contribuido a crear la<br />
mitomanía aludida, Álvaro Medina nos dice: “La<br />
influencia que ejerció Vinyes en la formación de<br />
GGM, la ha reconocido este último numerosísimas<br />
veces, y sin embargo, todavía en Colombia no sabemos<br />
exactamente quién y cuál fue su labor de<br />
autoexiliado entre nosotros.” De ahí en a<strong>del</strong>ante<br />
se va montando la maniática mentira de un tal<br />
sabio catalán que se había leído todos los libros y<br />
se los prestaba a todos los jóvenes escritores de la<br />
ciudad para que uno de ellos ganara el premio Nobel<br />
de Literatura, como alguna vez lo ganó W. Faulkner.<br />
Con respecto a la llegada de Vinyes a Barranquilla,<br />
el señor Medina afirma impunemente lo<br />
siguiente: “... con la presencia de Vinyes, Barranquilla<br />
se convierte en un centro cultural de gran<br />
repercusión en el ámbito nacional de entonces”.<br />
Yo pregunto: ¿Acaso Vinyes habría podido hacer su<br />
revista desde Ciénaga, Puerto Colombia, o Pueblo<br />
Viejo? ¿Por qué en este puerto fluvial y marítimo<br />
sí pudo trabajarse una revista de las características<br />
de Voces? Respondo: porque aquí sí había un<br />
grupo de pensadores, poetas y aficionados a la ciencia<br />
como Enrique Restrepo, Julio Enrique Blanco,<br />
Julio Gómez de Castro, Gonzalo Carbonell, Hipólito<br />
Pereira, Gregorio Castañeda Aragón, Abraham<br />
Zacarías López-Penha que se reunían en casa <strong>del</strong><br />
76<br />
<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />
pp. 76-79. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
primero de los nombrados a discutir teorías literarias,<br />
estéticas y filosóficas —y otras veces en la<br />
residencia de José Félix Fuenmayor—, no por casualidad.<br />
De allí que el primer número de la revista<br />
lleva el titular: “Voces, revista de Ciencias, Letras<br />
y Artes.”<br />
“No es casual que aquellos centros portuarios<br />
de febril actividad mercantil, punto de confluencia<br />
de viajeros de muchas latitudes y cuando la<br />
comunicación más avanzada era la marítima, hayan<br />
sido terreno fértil para el florecimiento <strong>del</strong><br />
saber y de la actividad intelectual. Con las mercancías<br />
llegaban también las nuevas tendencias<br />
<strong>del</strong> pensamiento, que se instalaban bien en las<br />
mentes despiertas por tanta actividad y novedad.<br />
La historia brinda numerosos ejemplos de este<br />
hecho: Jonia en la Antigüedad, los puertos italianos<br />
<strong>del</strong> Renacimiento, Londres durante los siglos<br />
XVII–XIX” (Amparo Lotero Botero, Voces, Ediciones<br />
Uninorte, p. 545). Barranquilla, por supuesto, compartía<br />
muchas de estas características<br />
hacia los primeros lustros<br />
<strong>del</strong> siglo XX, y por aquellas mismas<br />
calendas, cien años atrás, se<br />
publicaban en la ciudad más periódicos<br />
que hoy día, lo cual es<br />
muy significativo dentro <strong>del</strong> contexto<br />
que estamos analizando.<br />
Una investigación histórica<br />
bien documentada debería erradicar<br />
el equívoco de la “revista de<br />
Vinyes”, o que “el cerebro de ella<br />
[la revista Voces] fue Ramón<br />
Vinyes, o “... la fabulosa vida intelectual<br />
de Vinyes entre nosotros”,<br />
etc. Porque una cosa es que en<br />
una novela magistral como Cien<br />
años de soledad se mencione<br />
como una bien elaborada ficción<br />
la figura fugaz de un “sabio catalán”,<br />
y otra muy distinta es la<br />
mitomanía de “Vinyes, el hombre<br />
que se había leído todos los libros<br />
<strong>del</strong> mundo.”<br />
Es claro que me refiero a la mitomanía <strong>del</strong> Sabio<br />
catalán y no al brillante profesor de la Escuela<br />
de Señoritas, actor y escritor de teatro, hombre de<br />
carne y hueso, políglota y sin duda lector empedernido.<br />
“El hombre que podía distinguir catorce<br />
mil matices <strong>del</strong> verde y advertía cuando a la mayonesa<br />
le sobraba una gota de aceite”, es sin duda<br />
Caricatura de Ramón Vinyes por<br />
Masgoumiery.<br />
más una hipérbole literariamente afortunada de<br />
un joven pupilo de Vinyes en 1951 (Alfonso Fuenmayor),<br />
que algo para tomarlo en serio desde el<br />
punto de vista documental.<br />
De los artículos de Germán Vargas y E. Volkening<br />
sólo quiero decir aquí que presentan a Voces<br />
como una revista puramente literaria. Olvidan, por<br />
amor a la literatura, que en Voces se reseñaron<br />
muchos libros y eventos de ciencia y filosofía; para<br />
destacar algunos: la celebración <strong>del</strong> centenario <strong>del</strong><br />
químico francés Adolfo Wurtz, quien contribuyó a<br />
configurar la teoría atómica moderna o el “Tratado<br />
de química orgánica”, <strong>del</strong> profesor de la <strong>Universidad</strong><br />
de Madrid, José R. Carracedo, probablemente<br />
escritos por Julio Enrique Blanco, quien destaca<br />
el notable capítulo titulado “Ciclo bioquímico de<br />
la materia” (agosto 1917), mención que coincidió<br />
con los intereses mostrados en sus ensayos publicados<br />
en Voces: “Causalidad en biología”, “De<br />
Herbart a hoy” y “El vitalismo síquico de Bergson”.<br />
En filosofía se reseña por ejemplo<br />
el libro: “La filosofía griega de Tales<br />
a Platón”, de John Burnet; la<br />
mención de los nombres de Tales,<br />
Leucipo, Pitágoras, Heráclito,<br />
Parménides, Empédocles, Anaxágoras,<br />
Sócrates y Platón, los cuales<br />
eran estudiados por los jóvenes<br />
<strong>del</strong> cenáculo que se reunían<br />
en el parque frente a la Iglesia<br />
San José. En el mismo número<br />
se estima que Unamuno vale<br />
más por sus libros Del sentimiento<br />
trágico de la vida y Vida de Don<br />
Quijote y Sancho, que por sus novelas.<br />
También se reprodujeron<br />
artículos de filósofos como Manuel<br />
García Morente, Eugenio<br />
D’Ors, Moisés Vicenzi, José Ingenieros,<br />
Isabel Nietzsche (hermana<br />
<strong>del</strong> famoso Federico), John<br />
Dewey, se escribió también sobre<br />
científicos como Isaac Newton, J.<br />
Maxwell, E. Mach, H. Poincaré, J.<br />
Galton, Ch. Darwin, E. Haeckel. Sobre premios<br />
Nobel de ciencias como Wilhem Oswald, Paul<br />
Elhrich, Men<strong>del</strong>iev, etc.<br />
Para los adalides máximos de la mitomanía <strong>del</strong><br />
Sabio catalán todo lo que está sin firma lo habría<br />
escrito Vinyes. Gilard, por ejemplo, atribuye sin<br />
análisis de contenido todos los anónimos al catalán.<br />
Yo diría que muchos de esos que se le atribu-<br />
77
yen a Vinyes, son por su<br />
contenido atribuibles con<br />
mayor probabilidad a Enrique<br />
Restrepo y a Julio Enrique<br />
Blanco. Pero como<br />
los argumentos y comentarios<br />
hay que sustentarlos,<br />
tomemos unos testimonios<br />
documentales suministrados<br />
por el investigador<br />
de la cultura atlanticense,<br />
Julio Núñez Madachi,<br />
los cuales me ha<br />
permitido citar para acompañar<br />
estas apreciaciones.<br />
En una carta de Enrique<br />
Restrepo a JEB, de<br />
enero 7 de 1917 se dice lo<br />
siguiente: “Era Vinyes el<br />
polo opuesto de Ud. Casi<br />
puedo afirmarle que detestaba<br />
de todo escrito que no<br />
fuera eminentemente poético<br />
o literario. Pero ahora<br />
evoluciona en un sentido que acabará por aproximarlos.<br />
Sin perder más de su riquísima personalidad<br />
anterior, la va enriqueciendo con matices<br />
nuevos y prestándole mayor colorido; lee con detalle<br />
a Poincaré y a Bergson, y acabará por amar,<br />
como nosotros, la belleza apolínea <strong>del</strong> silogismo.”<br />
Llama la atención la contraposición que establece<br />
Restrepo entre Vinyes y Julio Enrique Blanco como<br />
dos polos opuestos. Se alude también a cierta aversión<br />
de Vinyes por lo que no fueran escritos ornamentales<br />
poéticos o literarios. Subyace allí una<br />
crítica <strong>del</strong> escritor y pensador antioqueño —compartida<br />
seguramente con Blanco— hacia esta aversión<br />
de Vinyes. Cuando Restrepo le escribe a Blanco<br />
que Vinyes “evoluciona” y que su riquísima personalidad<br />
se irá enriqueciendo con matices nuevos<br />
pues ya lee con <strong>del</strong>eite a H. Poncaré y a H.<br />
Bergson, no estamos hablando de un sabio, sino<br />
de un extranjero cultivado en artes, teatro y literatura,<br />
que no sentía ninguna seducción por la<br />
“belleza apolínea <strong>del</strong> silogismo.”<br />
Postal de Barranquilla y membrete de la librería<br />
de Ramón Vinyes.<br />
Me llama la atención la situación de la inflexión<br />
verbal “evoluciona” para referirse a Vinyes, pues<br />
quienes la usan (E. Restrepo y J.E. Blanco) ya conocían<br />
bien la teoría evolucionista darwinista, su<br />
versión haeckeliana primero, y luego la versión<br />
original, como se puede comprobar revisando la<br />
crítica que hizo Restrepo al Vitalismo de Bergson<br />
aparecida en los primeros números de Voces y algunos<br />
textos de la época,<br />
en su idioma original,<br />
que aún reposan<br />
en la biblioteca de Julio<br />
Enrique Blanco.<br />
A propósito de este<br />
último, fue a este filósofo<br />
y hombre de amplia<br />
cultura, a quien alguna<br />
vez le escuché decir<br />
una frase que se convertiría<br />
en la clave para<br />
el origen y posteriores<br />
indagaciones que se<br />
muestran en este trabajo;<br />
recuerdo que era<br />
una tarde sabatina con<br />
tenues brisas decembrinas,<br />
cuando a la<br />
hora nona, según lo<br />
acordado, arribamos al<br />
portón metálico de su<br />
casa en la esquina de<br />
la carrera 56 con calle 82, Julio Núñez Madachi y<br />
el suscrito. Ese día el filósofo nos recibió con una<br />
insistente preocupación sobre la imagen que en<br />
los escritos sobre el Grupo de Barranquilla se le<br />
daba a Ramón Vinyes; la frase que aún resuena<br />
en mi memoria auditiva la repitió una y otra vez:<br />
“Ese Vinyes no es el Vinyes que yo conocí... no es<br />
el Vinyes que yo conocí.”<br />
Tal vez una carta de Vinyes a Blanco <strong>del</strong> 18 de<br />
marzo de 1918 pueda relatar un poco mejor lo que<br />
he dicho <strong>del</strong> filósofo de aquella tarde sabatina:<br />
“Estimado Julio Enrique:<br />
[...] ya pesa la revista sobre nosotros como una<br />
piedra; eso que es ahora cuando la popularidad viene.<br />
La Revista Filosófica de Buenos Aires habló de<br />
usted en la sección que escribe Ingenieros. Reprodujo<br />
la nota que Enrique puso al frente de su<br />
Causalidad Biológica y añadió de su cosecha que<br />
mandaba un apretón de manos al filósofo que es<br />
astro <strong>del</strong> cielo colombiano [...] ¿En qué estás trabajando<br />
amigo? Es más interesante saber esto que nuestra<br />
revista, la que creo ha dado ya su último suspiro.<br />
¿Sigue el estudio de la psicología española? Aquí<br />
perdemos nuestro tiempo. Ni Enrique dice nada<br />
ni yo hago nada. [Ni se diga] de Antonio Luis<br />
McCausland, que no ha hecho nada nunca. Le acuso<br />
recibo de la “Vie Litteraire” y de la Gramática Latina.<br />
Escríbame sobre sus estudios, ya que usted es<br />
78
el único de todos nosotros que conserva encendida<br />
su lámpara. Poco podré decirle de ellos por mis pocos<br />
conocimientos de las materias que usted trata.<br />
De todas maneras me servirá para que mi fantasía<br />
trabaje.”<br />
En esta otra carta es claro que Vinyes habla en<br />
primera persona <strong>del</strong> plural “nuestra revista”. Además<br />
en el intercambio epistolar se nota respeto<br />
por el trabajo intelectual <strong>del</strong> joven filosofo<br />
barranquillero, un interés por ponerse al día en<br />
algunos tópicos de estudio y una prudencia respecto<br />
a los temas de ciencia y filosofía de los cuales<br />
él poco se ocupaba.<br />
Quiero decir que hay una imperiosa necesidad<br />
de distinguir entre el teatrero, actor, políglota catalán<br />
de treinta y tantos años que se dedicó al comercio<br />
de libros y a colaborar activamente en una<br />
revista hacia finales <strong>del</strong> segundo decenio <strong>del</strong> siglo<br />
XX en Barranquilla, y el sexagenario autor de teatro<br />
que aparecía en la Enciclopedia Espasa y tomaba<br />
Coca-Cola en las tertulias de alguna librería<br />
barranquillera a finales de los cuarenta y albores<br />
de los cincuenta.<br />
Se pretende llevar al personaje ficticio (“Sabio<br />
catalán”) de la novela de GGM a la realidad de Voces<br />
como revista cultural. Se insinúa, por parte de<br />
Gilard, que “el viejo que había leído todos los libros”,<br />
era el mismo joven treintañero que llegó al<br />
muelle de Puerto Colombia. Esto no se podría decir<br />
ni siquiera de Darwin o Humboldt, quienes adquirieron<br />
gran parte de su sabiduría en el contexto<br />
americano. La diferencia es que a Darwin y a<br />
Humboldt sí se les reconoce como sabios, mientras<br />
que a R. Vinyes, la sola mención en una enciclopedia<br />
no lo hace tal. Recordemos una vez más<br />
que lo de “sabio catalán” es sólo una ficción. La<br />
verdad, monda y lironda, es la de un actor y autor<br />
de teatro cuya calidad artística no está en discusión<br />
aquí, mas no por ello hay que dejar de decir<br />
que su rango estético no alcanza las calidades de<br />
otros autores ibéricos como Alejandro Casona,<br />
García Lorca o Fernando Arrabal. Vinyes sigue<br />
siendo un autor prácticamente desconocido, e insisto,<br />
si no fuera por unas menciones breves en<br />
Cien años de soledad, en donde no alcanza a configurarse<br />
siquiera como personaje, y por la interpretación<br />
histórica equivocada de los autores ya<br />
señalados, no estaríamos ocupándonos de él y no<br />
estaríamos llamando mitomanía a un enfoque sesgado<br />
de la historia cultural de Barranquilla que ya<br />
tiene repercusiones significativas en el ámbito<br />
nacional e internacional.<br />
J. Gilard es, quizá, el mitómano mayor en este<br />
caso. Baste revisar sus exageraciones y suposiciones<br />
sin fundamento sobre el “Sabio catalán”.<br />
Decía, por ejemplo, acomodando un editorial de la<br />
revista escrito por su segundo director, Hipólito<br />
Pereira, que “el verdadero guía <strong>del</strong> equipo de Voces<br />
era el intelectual y escritor catalán Ramón Vinyes.”<br />
Pero, si se lee con atención al editorialista, también<br />
conocido como Héctor Parias, éste nos explica<br />
que fue Julio Gómez de Castro “quien cristalizó<br />
la idea que ya se venía acariciando; a él se le debe<br />
exclusivamente la existencia de Voces.” A renglón<br />
seguido el editoralista nos dice que Julio Gómez<br />
de Castro tuvo que dejar la dirección de la revista<br />
por “otras ocupaciones productivas”. Además, el<br />
profesor Gilard confunde el lugar de reunión de la<br />
revista cuando ya se publicaba, con su origen, que,<br />
por testimonios epistolares de Enrique Restrepo,<br />
Julio Enrique Blanco, H. Vengoechea y otros, se<br />
originó en las tertulias de los ya citados <strong>del</strong> “conventículo”,<br />
en el llamado parque San José. Algunos<br />
años después de fenecida la revista ra:Voces,<br />
su primer director J. Gómez de Castro, en una<br />
entrevista concedida a la revista Civilización, afirmaba<br />
que Enrique Restrepo y Julio Enrique Blanco<br />
se encargaban de los contenidos filosóficos de<br />
la revista.<br />
Por ello es necesario reconsiderar la valoración<br />
que se ha hecho de Voces hasta el presente y seguir<br />
en la senda de investigadores como es el caso<br />
de Germán Loaiza, Julio Nuñez y Amparo Lotero,<br />
asumiendo nuestro punto de vista desde lo real<br />
caribeño universal y no desde el irreal<br />
provincianismo afrancesado.<br />
El esfuerzo editorial de Ramón Bacca y el apoyo<br />
intelectual <strong>del</strong> rector de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong><br />
de Barranquilla, Jesús Ferro Bayona, al reimprimir<br />
Voces, son ya una confirmación en este sentido.<br />
El documento está ahí, vuelto a publicar, para<br />
reinterpretarlo desde un nuevo enfoque más acorde<br />
con la historia construida desde América y no<br />
desde Europa. edyedzer@yahoo.com.<br />
79
DOSSIER Voces<br />
Sobre Ramón Vinyes y “la mitomanía”*<br />
Rodolfo Insignares <strong>del</strong> Castillo**<br />
Desmitificar la figura de Ramón Vinyes en la cultura<br />
local es una cosa y minimizar su importancia<br />
es otra. Comenzando porque la frase acuñada<br />
por algunos historiadores para referirse a Voces,<br />
“la revista de Vinyes”, no es totalmente incorrecta.<br />
Si bien es cierto que Julio Enrique Blanco y<br />
Enrique Restrepo “atendían en aquella revista el<br />
matiz sesudo y filosófico”, según lo expresa Julio<br />
Gómez de Castro en 1926; y que en torno a ellos se<br />
agrupaban Gonzalo Carbonell, Antonio Luis<br />
McCausland y otros amantes de tales temáticas<br />
—aunque no escribiesen algo significativo en Voces—,<br />
no es menos cierto que en la práctica Vinyes<br />
fungía como su director, coordinador, editor, o como<br />
quieran llamarlo, aun cuando por razones personales<br />
o de nacionalidad no exhibiera ninguno de<br />
esos rótulos. Pero era la voz cantante en el tejemaneje,<br />
configurando globalmente la obra y preocupándose<br />
<strong>del</strong> ritmo de producción, el nivel de las<br />
publicaciones y el perfil de la tribuna. Y conste que<br />
no estamos hablando aquí de la función tipográfica,<br />
porque ése no es el asunto, y bien sabido es<br />
que Hipólito Pereira (Héctor Parias) fue el encargado<br />
de este frente hacia la época final de ese “cuaderno,<br />
simpático por su permanente inquietud y<br />
por su demoledora locuacidad”; y que Julio Gómez<br />
de Castro coordinó la composición y reproducción<br />
en la primera época y es también reconocido por<br />
“haber cristalizado la idea de la revista en el marco<br />
<strong>del</strong> palique.” De allí que, en justicia, a Pereira y<br />
De Castro se les llame directores protocolarios.<br />
*En respuesta al artículo de Eduardo Bermúdez Barrera,<br />
“Voces y la mitomanía sobre el Sabio Catalán”, el<br />
cual discutí con él antes de entrar en circulación.<br />
**Administrador de empresas. Profesor Cátedra Gabriel<br />
García Márquez, C.C., Escuela Normal Superior La Hacienda,<br />
ENSH. Profesor de Investigación, Corporación<br />
Universitaria de la Costa, CUC, <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> Atlántico,<br />
ENSH. Colciencias, 2002.<br />
Mas el director, coordinador o editor en ejercicio<br />
de una revista intelectual es quien busca, recibe<br />
y selecciona material idóneo; quien rastrea<br />
el recorrido de su trabajo una vez entra en circulación,<br />
e incita a sus mejores aportantes a que<br />
prosigan remitiéndoles y manteniendo o superando<br />
el nivel de sus escritos. La comunicación de Vinyes<br />
a Blanco, citada por Eduardo Bermúdez en su candente<br />
artículo, simplemente muestra la actitud <strong>del</strong><br />
editor que se inquieta por saber en qué anda uno<br />
de sus colaboradores estrella; que indaga por su<br />
actual producción y hasta lo lisonjea para elevarle<br />
su autoestima —“escríbame sobre sus estudios,<br />
ya que usted es el único de todos nosotros que conserva<br />
encendida la lámpara”—. Por tanto, desconocer<br />
la importancia de Vinyes en Voces no sería<br />
un exabrupto pero sí una injusticia histórica que<br />
debemos evitar a toda costa.<br />
Porque en el supuesto de que una nueva leyenda<br />
estuviere acuñándose y amenazando con reemplazar<br />
a otra, nos preguntaríamos: ¿Sin editores<br />
de la condición de Vinyes se darían colaboradores<br />
estrella? ¿Sin la atención e insistencia de<br />
Vinyes se habría logrado que Blanco publicara con<br />
la asiduidad y notoriedad como lo hizo en Voces?<br />
¿Sin la intervención de Vinyes —tal como lo relatan<br />
Julio Núñez Madachi, Germán Vargas Cantillo<br />
y Ramón Illán Bacca—, habría podido salir Blanco<br />
de la postración anímica en que lo sumieron las<br />
burlas de que fue objeto por sus artículos filosóficos?<br />
Por cierto, ¿quién le comunicó al filósofo la<br />
noticia <strong>del</strong> comentario favorable que le hizo José<br />
Ingenieros a su artículo en la revista de Buenos<br />
Aires? Y haciendo avanzar el tiempo...: ¿Sin<br />
Vinyes, GGM se habría recuperado <strong>del</strong> despiadado<br />
rechazo <strong>del</strong> crítico argentino Guillermo de Torre a<br />
su primera novela? ¿Quién le corrigió párrafo por<br />
párrafo La Hojarasca luego de esa fatídica carta en<br />
la que De Torre le aconseja al futuro Nobel olvidarse<br />
de ser escritor?<br />
Es evidente que Voces no es solamente literaria<br />
sino también filosófica, aunque no pocos historiadores<br />
y críticos —no creo que de manera intencionada<br />
o “impune”— hayan pasado por alto este<br />
irrebatible hecho; pero también es evidente que<br />
80<br />
<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />
pp. 80-84. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
el trabajo literario montado y dirigido por Vinyes<br />
fue el que generó el impacto inmediato y directo<br />
en la ciudad y por eso se ha constituido en el principal<br />
atractivo de Voces más allá de su tiempo. Y<br />
no podría esperarse algo distinto, porque pronunciarse<br />
con nombre propio en contra de Antonio<br />
Gómez Restrepo, cuestionándole que lo llamaran<br />
“el Príncipe de la crítica colombiana” tan sólo —<br />
según Vinyes— por hacer crítica de obras ya criticadas<br />
cientos de veces; o contra Max Grillo, emblema<br />
<strong>del</strong> teatro nacional, o contra Tomás<br />
Carrasquilla, Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro<br />
—nuestros máximos exponentes literarios de finales<br />
<strong>del</strong> siglo XIX e inicios <strong>del</strong> XX—; y pronunciarse<br />
así en un momento político tan álgido en el<br />
que tales nombres eran reverenciados por la sociedad<br />
colombiana, no podía granjearle sino animadversiones<br />
y vituperios al catalán; los mismos<br />
que igualmente le granjearon sus traducciones de<br />
escritores ingleses y franceses de avanzada, los<br />
cuales constituían una seria amenaza para el ordenamiento<br />
imperante, recordando que para Miguel<br />
Antonio Caro y los conservadores de esos<br />
tiempos la literatura que debía conocerse y estudiarse<br />
era la que contribuía a preservar la moral y<br />
el espíritu católico. Y muchos de tales escritores<br />
eran protestantes y/o de tendencias liberales, sin<br />
mencionar a los temidos y odiados masones. En el<br />
caso de Chesterton, el gran mo<strong>del</strong>o de Vinyes, es<br />
quien inicia en Inglaterra la literatura irreverente,<br />
mordaz y satírica, enfrentando con ésta, y de<br />
algún modo resquebrajando, los sólidos esquemas<br />
victorianos. Por ende, las traducciones <strong>del</strong> catalán<br />
sí fueron consideradas atentatorias en dicho<br />
momento y de ahí la posición final de la Curia frente<br />
a o :Voces, posición que anecdótica y magistralmente<br />
registra Vargas Cantillo en su libro clásico:<br />
“Perdónenme la cobardía que me embarga y que<br />
me impide consignar el adjetivo calificador: ¡No<br />
manden más la revista!”<br />
En cambio, no me atrevería a considerar tan<br />
amenazadores los aportes de Blanco y Restrepo,<br />
pues si bien éstos trabajaban pensadores franceses,<br />
alemanes e ingleses —más próximos al ateísmo—,<br />
“afortunadamente” para dicho ordenamiento<br />
aquí pocos los entendían. (Aunque habría cierto<br />
testimonio de una confrontación casi física entre<br />
los filósofos y el padre Revollo).<br />
Arr.:El grupo de Barranquilla.<br />
Ab.: “El sabio catalán” paseando por Bogotá con<br />
Germán Vargas (ext. izq.) y otros amigos.<br />
Pero aparte de editor y traductor, Vinyes cumplía<br />
una función pedagógica en la ciudad; tanto a<br />
través de Voces y otros medios escritos posteriores,<br />
como directamente con los jóvenes en cafeterías<br />
o librerías o en el aula. A propósito, pareciere<br />
existir un error en el recuento histórico de Vinyes<br />
en Barranquilla; desde Gilard, al menos, todos citan<br />
que el catalán dictaba clases en un colegio de<br />
señoritas. Esto habría que revisarlo con mayor<br />
cuidado, porque hemos encontrado su fotografía<br />
como profesor en los archivos de la Escuela Normal<br />
Superior La Hacienda de 1950, institución que<br />
para la época responde al nombre de Escuela Normal<br />
para Varones <strong>del</strong> Litoral Atlántico. Sucede —y<br />
creo que allí podría estribar el generalizado error<br />
si acaso lo es—, que esta última entidad, según<br />
los datos <strong>del</strong> historiador Francisco Vargas<br />
Hernández, “funcionó de 1919 a 1932 en las instalaciones<br />
ubicadas en lo que actualmente corresponde<br />
a predios <strong>del</strong> Colegio de Barranquilla para<br />
Señoritas”.<br />
De cualquier manera, el descubrimiento de<br />
Vinyes en el pasado de La Hacienda nos impulsó a<br />
81
indagar más sobre su trabajo pedagógico y por ello<br />
los estudiantes Katia Sinning Pérez y Anderson<br />
Gómez Castellanos, <strong>del</strong> Ciclo Complementario,<br />
contactaron a un alumno suyo que nos ha informado<br />
sobre el tipo de enseñanza flexible que aquél<br />
desarrollaba y sobre otros aspectos enaltecedores<br />
de su figura como maestro, destacando, en particular,<br />
que sus pupilos se disputaban los primeros<br />
asientos <strong>del</strong> salón para escuchar mejor sus clases,<br />
situación característica que no ocurría entonces<br />
con ningún otro docente; e igualmente, que<br />
su didáctica era de estilo conversatorio y sus evaluaciones<br />
bastante flexibles, en una época en donde<br />
la flexibilidad de la enseñanza en nuestro medio<br />
era apenas un rumor.<br />
Mas esto último no sería muy nuevo, porque<br />
Alfredo de la Espriella ya ha señalado al ibérico como<br />
un “excelente profesor”; pero nos sirve lo tratado<br />
para apuntalar que además de editor o director en<br />
las sombras de la revista Voces, y de traductor e<br />
introductor de la literatura europea de vanguardia<br />
en Barranquilla y Colombia, Vinyes también debe<br />
ser reconocido y ponderado como pedagogo, función<br />
que todavía no ha sido detallada prolijamente en<br />
sus marcos formales, aunque sí con referencia al<br />
Grupo Barranquilla; porque, entre otras cosas, un<br />
políglota, fundamentado y culto personaje que orienta<br />
las lecturas de jóvenes y promueve conversaciones<br />
temáticas dentro y fuera <strong>del</strong> aula, y quien en<br />
el contexto de una escolaridad surcada por la rigidez<br />
prefiere hacer fluir en ellos el conocimiento<br />
antes que el rendimiento o la disciplina, no puede<br />
llamarse de otra manera. Que la figura de Ramón<br />
Vinyes no alcance a consolidarse como personaje<br />
en la trama de Cien años de soledad no significa<br />
nada. En diversas instancias públicas y privadas<br />
GGM ha rendido tributo a la orientación recibida<br />
<strong>del</strong> maestro, al que sin mayores pretensiones<br />
lingüísticas, pero sí metafóricas, llamó “el viejo que<br />
había leído todos los libros”.<br />
Si Julio Enrique Blanco y Enrique Restrepo sabían<br />
de filosofía y él no —como ciertamente lo confirman<br />
diversos testimonios y documentos—, no<br />
es tan relevante para eclipsar la representatividad<br />
de Vinyes en la revista de 1917/1920. De hecho,<br />
el trabajo filosófico en Voces, desde el punto de vista<br />
de la trascendencia de su contenido, no tendría<br />
incidencia alguna en la ciudad y el país sino hasta<br />
los años ochenta, cuando dos jóvenes estudiantes<br />
de filosofía de la <strong>Universidad</strong> Metropolitana,<br />
Eduardo Bermúdez Barrera y Julio Núñez Madachi,<br />
por voluntad propia y con gran entusiasmo, abordan<br />
al octogenario filósofo fundador de la <strong>Universidad</strong><br />
<strong>del</strong> Atlántico e inician así el redescubrimiento<br />
que tantos frutos ha rendido y seguirá rindiendo,<br />
especialmente con la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>,<br />
la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> Atlántico y El Heraldo, de paso<br />
causando asombro entre no pocos especialistas<br />
nacionales y extranjeros; que Blanco debatiera y<br />
escribiera críticamente sobre Kant, Haeckel,<br />
Poincaré, Bergson, Herbart, Husserl, previa lectura<br />
en idioma original, y que intentase resolver los<br />
problemas de la filosofía de la ciencia de la época y<br />
estuviere por ello a la par de la cultura filosófica y<br />
científica europea, es un fenómeno sorprendente<br />
que obliga a recomponer la historia de la filosofía<br />
en Colombia y Latinoamérica, como ya está ocurriendo;<br />
mas no necesariamente, en procura de<br />
tal finalidad, oscureciendo los aportes de Ramón<br />
Vinyes en otros tantos frentes de la cultura y la<br />
educación.<br />
Por ende, y aun cuando es muy saludable que<br />
se abra la polémica respecto a Voces y surjan así<br />
nuevas perspectivas en torno a este patrimonio<br />
cultural barranquillero —perspectivas que habrán<br />
de incrementarse con el correr <strong>del</strong> tiempo por la<br />
notable contribución de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong><br />
al reeditar dicha revista—, recomiendo amablemente<br />
se evite la tentación de desconocer pergaminos<br />
en procura de resaltar otros, tal como le fueron<br />
desconocidos socialmente a Julio Enrique Blanco,<br />
muy a pesar de que El Heraldo y la <strong>Universidad</strong><br />
Pontificia Bolivariana, principalmente, se constituyesen<br />
en receptores y divulgadores de su trabajo<br />
desde mediados <strong>del</strong> siglo anterior.<br />
Si no se le debe llamar “sabio” porque no manejó<br />
la filosofía de la ciencia o porque tenía baches<br />
en la cultura científica, pues llamémoslo de otro<br />
modo y sanseacabó. Pero no considero que haya<br />
mitomanía o afirmaciones “impunes” porque no<br />
pocos historiadores se hayan dejado encandilar por<br />
una figura <strong>del</strong> género, en torno a la cual todos quienes<br />
lo conocieron coinciden en afirmar que era<br />
definitivamente magnética; tanto por la forma<br />
como socializaba sus conocimientos y por estos<br />
mismos, como por los restantes atributos de su<br />
personalidad cultural y social. Valga la pena rememorar<br />
las palabras con que Enrique Restrepo<br />
informaba sobre los motivos de su invitación a<br />
Vinyes a las tertulias en las que servía de anfitrión,<br />
desde la primera vez que lo escuchó hablar<br />
con los clientes de su librería “Vinyes Auqué Ltda.”;<br />
palabras que han quedado registradas para la historia<br />
y han sido publicadas en distintas fuentes.<br />
82
Coincidiré, por supuesto, y porque lo he escrito<br />
también, en que la relación Vinyes - Grupo Voces<br />
no es la misma relación Vinyes - Grupo Barranquilla;<br />
en que la personalidad intelectual <strong>del</strong> catalán<br />
es distinta y casi antagónica a las de Blanco y<br />
Restrepo; en que al llegar en 1914 a Barranquilla<br />
Vinyes no era el único individuo culto en ésta y<br />
tampoco quien nos quitó el taparrabo —a pesar de<br />
lo escrito por Fray Candil—; y en que, de buena fe<br />
o por falta de acuciosidad, los historiadores cometieron<br />
deslices asignándole a Vinyes la autoría de<br />
artículos no firmados en Voces.<br />
y los cuales cristalizaron en octubre 15 de 1925 con<br />
el asesinato de Pedro Pastor Consuegra a manos<br />
de Héctor Parias en el teatro Cisneros.<br />
Pero hay otros muchos aspectos de extraordinaria<br />
riqueza por estudiar, sin querer decir que la<br />
insistencia en el perfil filosófico de Voces no sea<br />
importante; por ejemplo, el estilo de escritura <strong>del</strong><br />
catalán no ha sido trabajado a fondo en la ciudad,<br />
si bien se localiza buena parte de su notable volumen<br />
de producción con relativa facilidad, y por lo<br />
que, además de editor, traductor, innovador y pedagogo,<br />
también debe ser admitido entre los escritores<br />
estrella de “su” propia revista, y obviamente<br />
más allá de la misma; en especial identificándolo<br />
como experimentador público de la palabra escrita,<br />
un señalamiento ya establecido por el “mitómano<br />
mayor”, Jacques Gilard, en atención a la diversidad<br />
de formatos con los que aquél laboraba,<br />
que podría también ser uno de los motivos de la<br />
dificultad para identificar determinados artículos<br />
suyos que aparecieron sin firma o bajo seudónimo<br />
en Voces y otros medios. (No olvidemos la inocentada<br />
aquella de Vinyes a Francisco Pardo Fuenmayor,<br />
“Paco Lince”, enviándole un mensaje escrito<br />
en el que se hacía pasar por Vargas Vila y<br />
aquél creyéndoselo.)<br />
Hasta donde mi modesta sensibilidad me lo ha<br />
permitido, este políglota, librero, dramaturgo,<br />
teatrero poco reconocido como tal en su país —a lo<br />
mejor sólo mencionado por la Enciclopedia Espasa<br />
o por la biblioteca que en Barcelona hoy lleva su<br />
nombre—, aprendió a manejar como maestro el<br />
esquema de las “dos lenguas”, es decir, a escribir<br />
simultáneamente con dos sentidos diferentes para<br />
darle contentillo a unos y a otros cuando la ocasión<br />
lo ameritaba o se veía forzado, pretendiendo, de esta<br />
forma, no comprometerse tan peligrosamente como<br />
lo hizo durante su primera y conflictiva época en<br />
Barranquilla, ciudad de la que saldría disparado<br />
hacia España por el calificativo de “extranjero indeseable”<br />
que le endilgó el gobierno local, o por el<br />
incendio aparentemente accidental de su librería,<br />
o por los amagos de tragedia que ya se insinuaban<br />
Arr.: Iglesia de San Nicolás.<br />
Ab.: Calle <strong>del</strong> Recreo. Barranquilla, h. 1913.<br />
Por cierto, recordaremos que mientras Julio<br />
Enrique Blanco se refugiaba en sus negocios de<br />
familia y con justificada razón iba fraguando el<br />
concepto y la actitud <strong>del</strong> “intelectual solitario”; y<br />
que mientras Enrique Restrepo preparaba maletas<br />
para largarse de ésta y no regresar jamás, Ramón<br />
Vinyes soportó con mayor rigor el encono generado<br />
por su osadía cultural. Pero aún así, siguió<br />
insistiendo en su función comunitaria, contestataria,<br />
pues al año siguiente <strong>del</strong> fallecimiento de<br />
Voces, reaparecería en el diario La Nación junto<br />
con Clemente Manuel Zabala y otros, bajo la<br />
combativa bandera enarbolada por Pedro Pastor<br />
Consuegra. En dicha tribuna insistiría y contribuiría<br />
con sus aportes a la renovación intelectual<br />
<strong>del</strong> periodismo local y nacional, tal como de modo<br />
amplio y detallado lo expone Núñez Madachi en<br />
Periodismo y modernidad en la Costa Atlántica.<br />
83
Y regresando al pintoresco asunto de las “dos<br />
lenguas”, ya para finalizar lo presente, recogeremos<br />
la respuesta dada por Vinyes a la solicitud de<br />
opinión que le fue cursada sobre la propuesta de<br />
Luis Felipe Pineda de coronar al poeta Miguel Moreno<br />
Alba. Al respecto escribe el ibérico: “Adalberto<br />
<strong>del</strong> Castillo glosa la idea y pide concepto a sus camaradas<br />
<strong>del</strong> equipo intelectual de la ciudad. Por<br />
hallarme ahora entre los camaradas <strong>del</strong> equipo —<br />
esta vez juego en el centro—, no me inhibo de dar<br />
la opinión que se me pide [...]” Y concluye manifestando<br />
que el mejor homenaje que se le puede<br />
hacer al poeta Moreno Alba es editarle, por cuenta<br />
de la administración departamental, su amplia y<br />
dispersa producción. Pero en particular, la idea precedente,<br />
cuando en su columna de El Heraldo, “Reloj<br />
de Torre”, se refiere a los 15 años de vida de la<br />
revista Civilización en 1950 —tal como se reproduce<br />
e ilustra en Cátedra GGM N° 3, p. 14—, ofreciendo<br />
un comentario en el que si bien reconoce las<br />
bondades de dicha tribuna, deja intactas sus preferencias<br />
literarias e intelectuales, hartamente<br />
disímiles a las de aquélla. Un mo<strong>del</strong>o de escritura<br />
que, por cierto, hoy sólo he visto reproducido en uno<br />
de los últimos trabajos públicos <strong>del</strong> crítico Ariel<br />
Castillo Mier.<br />
BIBLIOGRAFÍA<br />
BACCA, Ramón Illán. Escribir en Barranquilla. Barranquilla:<br />
Ediciones Uninorte, 1999.<br />
BERMÚDEZ BARRERA, Eduardo. Voces y la mitomanía sobre el Sabio<br />
Catalán. Barranquilla, junio de 2003.<br />
BLANCO, Julio Enrique. “Diálogo sobre Haeckel: Juicio crítico<br />
sobre el célebre profesor.” En: Revista <strong>Universidad</strong> de<br />
Antioquia. Me<strong>del</strong>lín. (My, 1938); p. 505-538. (Reconstrucción<br />
de una tertulia sobre este tema en la que también<br />
intervienen Ramón Vinyes, Gonzalo Carbonell, Enrique<br />
Restrepo y Antonio Luis McCausland. En ella se<br />
observa que Vinyes participa como una especie de moderador<br />
y sin tocar directamente el asunto tratado en<br />
la discusión).<br />
CANDIL, Fray. A fuego lento. Biblioteca de Autores Cubanos<br />
31. La Habana: La <strong>Universidad</strong>, 1965.<br />
DEL CASTILLO MARTÍNEZ, Adalberto. Eslabones. Barranquilla: Civilización,<br />
1953.<br />
GILARD, Jacques. “Ramón Vinyes y la temática <strong>del</strong> exilio.”<br />
En: El Heraldo. Revista Dominical. Barranquilla (7, feb,<br />
1988).<br />
GÓMEZ DE CASTRO. “El tonel de Diógenes”. En: Revista Civilización.<br />
Barranquilla (30, jun., 1926); N° 13.<br />
INSIGNARES DEL CASTILLO, Rodolfo. “Dimensión histórica, cultural<br />
y literaria de la revista Civilización”. En: Revista Cátedra<br />
GGM. Barranquilla: Escuela Normal Superior La<br />
Hacienda (ago., 2001); N° 3.<br />
———. “Voces”. En: Revista Cátedra GGM. Barranquilla:<br />
ENSH. (Sep, 2000); N° 2.<br />
LOAIZA CANO, Gilberto. “Voces de vanguardia (1917-1920)”.<br />
En: <strong>Huellas</strong>, Revista de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>. Barranquilla<br />
(abr.-ago., 1995); N° 50.<br />
NÚÑEZ MADACHI, Julio. Correspondencia filosófica 1917-1966:<br />
Julio Enrique Blanco y Luis López de Mesa. Barranquilla:<br />
Uninorte, 1987.<br />
———. “Periodismo y modernidad en la Costa Atlántica”.<br />
En: Revista Cátedra GGM. Barranquilla: ENSH (sep.,<br />
2000); N° 2.<br />
SALDÍVAR, Dasso. García Márquez: El viaje a la semilla, la biografía.<br />
Madrid: Alfaguara, 1997.<br />
SINNING PÉREZ, Katia y GÓMEZ CASTELLANOS, Anderson. Ramón<br />
Vinyez I Cluet. En: Revista Voces de La Hacienda. Barranquilla:<br />
ENSH (jun 2003); N° 2.<br />
VARGAS HERNÁNDEZ, Francisco. Historia de la Escuela Normal<br />
Superior La Hacienda. Reseñas varias.<br />
VARGAS, Germán. Voces (1917-1920): Selección de textos.<br />
Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1977.<br />
———. “Ramón Vinyes (1980)”. En: Sobre literatura colombiana.<br />
Bogotá: Fundación Simón y Lola Guberek, 1985.<br />
84
Entre ráfagas de viento*<br />
Claudine Bancelin**<br />
A Ray y Manuela<br />
El mayor triunfo de los amantes está en la derrota<br />
de la razón.<br />
Alejo Carpentier<br />
Desafiando códigos y huracanes y para sentirte vivir<br />
plenamente, para hacerte a tu medida una modesta<br />
epopeya de héroe en este siglo desventurado<br />
en que no hay nada por qué luchar, siglo sin ideales<br />
y sin gloria en que los sucesores de Ulises y<br />
Palinuro son oscuros sabios o siniestros generales<br />
que firman nóminas para hacer estallar el planeta.<br />
Hoy es imposible escribir Eneidas, y por eso canto<br />
tu hazaña de contrabandista.<br />
Gonzalo Arango<br />
* Primer capítulo de la obra Entre ráfagas de viento, finalista<br />
de la VII Bienal Nacional de Novela José Eustasio<br />
Rivera 2003, cedido por su autora especialmente para <strong>Huellas</strong>.<br />
**Barranquillera. Periodista, <strong>Universidad</strong> Javeriana,<br />
Bogotá. Especialista en Literatura, <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> Atlántico.<br />
Diplomada en Periodismo contemporáneo, <strong>Universidad</strong><br />
<strong>del</strong> <strong>Norte</strong>.<br />
I<br />
Tres días después, al encontrarse tras las rejas, supo<br />
que sólo era libre al dormir.<br />
Ya habían pasado los largos días de incomunicación<br />
en esa celda lóbrega e inconclusa, cobijada por<br />
la oscuridad, que se abrió de repente al segundo día<br />
cuando una horda de periodistas interrumpió su<br />
aislamiento para retratar su rostro y anunciar al<br />
país la captura de otro extraditable. Las luces de<br />
más de veinte cámaras lo iluminaron por un momento,<br />
que transcurrió en amargo silencio. Sólo<br />
existía su mirada de desconcierto, las expectantes<br />
de los fotógrafos y las victoriosas de los militares.<br />
Tomaron fotos y grabaron imágenes; la misma imagen<br />
con los ojos lánguidos y el vacío en el rostro que<br />
Micaela recortaría de los diarios y guardaría dentro<br />
de sí para siempre. Cuando todos se iban, un reportero<br />
se acercó a Santiago y le contó en voz baja que<br />
su familia había contratado a un abogado.<br />
—Muchas gracias, dígales que estoy bien.<br />
No era cierto. La desolación lo embargaba. La certidumbre<br />
de una cárcel llena de criminales que le<br />
caerían encima tan pronto pusiera sus pies adentro<br />
lo inquietaba. Sus manos no dejaban de sudar.<br />
Pero ahora sabía que un abogado trabajaba en su<br />
favor. Así se lo había confirmado un viejo amigo de<br />
su hermano a quien le había correspondido cubrir<br />
la noticia en representación <strong>del</strong> diario para el cual<br />
escribía. Él también se movía en el frenesí de la<br />
magnífica primicia que tenía alborotadas las salas<br />
de redacción, salpicadas de noticias insulsas desde<br />
días atrás; pero el revuelo duró poco porque entre<br />
los anales de la justicia no encontraron más<br />
antecedentes sobre el protagonista <strong>del</strong> día.<br />
—De todas maneras va en primera página. ¿Concedió<br />
declaraciones?<br />
—No.<br />
—Entonces va la foto con la leyenda al pie.<br />
La escena se repetía de igual manera en todos<br />
los diarios y en las salas de prensa de la televisión y<br />
la radio. Mientras tanto, Santiago se sumergió en<br />
sus recuerdos: a pesar de que había podido conseguir<br />
un lujoso carro, de tercera, pero lujoso al fin y al<br />
cabo, un curso de piloto que nunca concluyó y una<br />
motocicleta de cross, entre otros juguetes, como él<br />
los llamaba, había perdido, como siempre, la mayoría<br />
de las ganancias. El primer percance se presentó<br />
en su propia casa cuando una esmeralda recibida<br />
en parte de pago se esfumó entre las manos <strong>del</strong> comprador<br />
y su supuesta novia en cuestión de segundos.<br />
Al parecer, la bella mujer se tragó la piedra en<br />
un momento de descuido, pero él no tuvo el coraje<br />
para obligarla a quitarse la minifalda a cuadritos y<br />
hacerla defecar con un poderoso laxante; su espíritu<br />
<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />
pp. 85-89. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537<br />
85
de aventura no llegaba a esos límites donde las buenas<br />
maneras dejaban paso a la locura.<br />
—Dejémoslos ir —le susurró a su socio, mientras<br />
revisaban a fondo la caja fuerte. La pareja se<br />
fue de inmediato.<br />
Desde entonces, Santiago se volcó con vehemencia<br />
en los campeonatos de cross, encima de la tremenda<br />
moto amarilla que había conseguido. Quería<br />
ser campeón y descollar; realmente su última<br />
actuación fue inimitable. Al cabo de la tercera manga<br />
brincó demasiado alto y luego se despeñó en el<br />
barranco. La moto cayó sobre él. No sintió dolor. La<br />
humillación inmensa lo cobijaba y por ello tampoco<br />
oía las voces provenientes <strong>del</strong> enjambre de hombres<br />
que le quitaban la moto de encima, le tomaban<br />
el pulso, lo atendían... Su palidez, su silencio y<br />
su mirada perdida preocupaban a todos. Él, mentalmente,<br />
reconstruía los hechos. De pronto, gritó adolorido.<br />
Todos retrocedieron. “Inyéctenme morfina.<br />
Regreso a Colombia.”<br />
Poco después viajaba de regreso a su casa, aletargado<br />
por los efectos <strong>del</strong> soporífero. Pasaron varias<br />
semanas. Cuando los yesos y vendajes aún<br />
envolvían su cuerpo vio en la televisión que era<br />
parte importante de las noticias <strong>del</strong> día.<br />
Su historia se remontaba a cuatro años atrás,<br />
cuando después de varios meses de pesquisa el<br />
servicio especial antidrogas de Estados Unidos decidió<br />
capturar a un grupo de hombres que se movía<br />
en el mundo de la ilegalidad. Todos el mismo<br />
día, en la operación que bautizaron “Cinco Estrellas”.<br />
A Santiago no lo encontraron y eso lo convirtió<br />
en prófugo internacional. Se iniciaron enseguida<br />
cuatro años de intranquilidad, de huidas, de<br />
viajar de playa en playa y de isla en isla, buscando<br />
un escondite ideal, un pasatiempo o un oficio donde<br />
no necesitara identificarse, pues su nombre era<br />
un lujo que no podía permitirse por esos tiempos<br />
cuando vivía protegido por su propia sombra, por<br />
aquel fantasma creado de la nada para no ser nadie<br />
y para no perturbar el rededor de quienes se<br />
atrevían a acompañarlo. Camilo González era el<br />
nombre que había escogido para ese fantasma de<br />
papeles falsos.<br />
A pesar de todo la sonrisa no lo abandonaba.<br />
En su recuerdo se arremolinaba la visita de los<br />
funcionarios de la Dea, temida y esperada durante<br />
esos años. El plan trazado pretendía una detención<br />
callejera, frustrada por el continuo encierro de Santiago.<br />
La segunda noche de vigilia perdieron la paciencia<br />
y decidieron entrar a su casa. “Ese hombre<br />
no sale nunca, vamos por él”, se dijeron, y, aún disfrazados<br />
de turistas, con pantalonetas y cachuchas,<br />
dejaron a un lado las cuatrimotos, apartaron la enclenque<br />
reja sin candado, atravesaron por la puerta<br />
abierta, y entraron al enorme salón sin muebles<br />
donde lo encontraron reposando en la hamaca a<br />
rayas.<br />
Aquella misma hamaca donde se acomodaba con<br />
Micaela para viajar por el mundo que les estaba<br />
vedado y que sólo en su parsimonioso vaivén se atrevían<br />
a desafiar. Se había convertido, por acuerdo<br />
tácito, en el único lugar para imaginar, en el símbolo<br />
de la libertad, pues fuera de ella únicamente<br />
existía el presente y, tal vez, el último día. Ante el<br />
enclaustro preventivo, desde allí viajaban por los<br />
puertos <strong>del</strong> Caribe y <strong>del</strong> Oriente, desembarcaban<br />
en el África para conocer el andar privilegiado de<br />
los animales salvajes o dejaban que el rumor <strong>del</strong><br />
velero sobre las olas cubriera su silencio. También<br />
comían en París saboreando un foie gras y un vino<br />
tinto, iban al corazón <strong>del</strong> Amazonas a contemplar<br />
las estelas de neblina que reposaban por encima<br />
de <strong>del</strong>fines rosados o subían a la luna y caminaban<br />
ingrávidos por ella. “También me gustaría ir a los<br />
polos para ver el principio y el fin.” “Iremos”, le contestaba<br />
Santiago y seguían su viaje interminable y<br />
hablaban de los hielos inmensos, <strong>del</strong> paisaje blanco.<br />
Y todo lo prohibido lo hacían posible allí echados,<br />
intercalando utopías con las noticias que diariamente<br />
traía Micaela desde el pueblo y con las aventuras<br />
vividas por Santiago en el mar, adonde saltaba<br />
desde su habitación sin límites, hacia los amaneceres<br />
irreverentes <strong>del</strong> Caribe, para navegar sin<br />
tregua aferrado a una vela de colores buscando fortalecer<br />
su espíritu y avasallar su cuerpo, que retornaba<br />
precediendo a la penumbra.<br />
Salían muy poco juntos, casi siempre en las noches,<br />
por el agua y a bordo <strong>del</strong> bote restaurado durante<br />
meses de paciente labor, a la cual se habían<br />
sumado pescadores vecinos y amigos desocupados.<br />
Elegían de antemano el sitio, bordeaban la costa<br />
hasta divisarlo, desembarcaban e iban directo al<br />
médico, al almacén o al restaurante, deambulando<br />
muy poco por entre la gente y desapareciendo nuevamente<br />
en el mar. Preferían la noche, cuando los<br />
ánimos <strong>del</strong> pueblo habían disminuido, cuando se<br />
acercaba entre el crepúsculo la complicidad de lo<br />
nocturno. Entonces los riesgos se volvían otros: la<br />
oscuridad, los límites; pero también existían como<br />
alternativa real que hacía parte de ese universo<br />
habitado por disidencias y sueños de consistencias<br />
frágiles, pero afortunados. El viaje al supermercado<br />
por entre los senderos de barcos encallados y los<br />
manglares iluminados por la luna, era un recuerdo<br />
tan vívido como aquella primera invitación a almorzar<br />
que le hizo Santiago luego de transitar la misma<br />
ruta marítima, desembarcar en la playa solita-<br />
86
ia de un hotel abandonado, bajar la bicicleta y recorrer<br />
a pedal un pedacito de la isla con los zapatos<br />
llenos de arena y su enorme sonrisa.<br />
Les gustaba visitar aquel restaurante construido<br />
sobre el mar donde se fueron enamorando entre<br />
botella y botella de Cousiño Macul, para <strong>del</strong>eitarse<br />
con los pargos, fritos al calor de la leña. También<br />
les gustaba saborear las albóndigas de caracol molido<br />
con pimentones que vendían las isleñas en las<br />
mesitas colocadas bajo los árboles a la vera <strong>del</strong> camino<br />
o las langostas compradas a los pescadores<br />
cuando regresaban <strong>del</strong> mar y que ellos mismos preparaban<br />
salteadas en ajo y mantequilla.<br />
Precisamente fue de noche cuando llegaron por<br />
él. Sabía que eran ellos. “¿Quién es Santiago<br />
Linares?”, preguntaron. Él se levantó para resaltar<br />
de inmediato y colocó de lado el balde repleto de<br />
muelas de cangrejo que compartía con sus amigos<br />
<strong>del</strong> barrio, quienes hacían escala en su casa antes<br />
de llegar a las suyas. “Soy yo —se identificó Santiago—.<br />
Desde hace cuatro años los estoy esperando.”<br />
Luego entregó un arma, desgastada por el tiempo,<br />
una escopeta para defenderse en el mar de piratas<br />
por el que navegarían no sólo a bordo de la<br />
hamaca dignificante. Finalmente, sin oponer resistencia,<br />
con temor, pero con<br />
cierto alivio, se fue con las autoridades.<br />
Al perderse en la noche<br />
después de atravesar la<br />
reja de madera, Santiago<br />
intuyó que no sería una como<br />
esa, construida por él con unos<br />
palos y mallas, que al abrirse<br />
completamente obstruía la carretera,<br />
sino otra más fuerte la<br />
que iba a guardarlo. Pocas veces<br />
la abría <strong>del</strong> todo: cuando sacaba<br />
el jeep, por ejemplo; entonces<br />
los vecinos y los conductores<br />
observaban atónitos la larga<br />
puerta que interrumpía sin<br />
remedio el tráfico. Pero nadie<br />
comentaba nada sobre la extraña<br />
obra de carpintería levantada<br />
sobre unos rodachines para<br />
facilitar su movimiento torpe y<br />
descoordinado, pero efectivo,<br />
porque cumplía su función a<br />
cabalidad. Sólo Santiago exclamaba,<br />
imitando las voces isleñas:<br />
“Me fock”, y proseguía el silencio.<br />
Muchas obras isleñas<br />
eran como su reja: fabricadas<br />
con ingenio para contrarrestar<br />
la escasez de materiales en la isla y la falta de<br />
‘toderos’ que hicieran ese tipo de trabajos.<br />
Frecuentemente recordaba su traslado a la cárcel<br />
en su propio jeep, en el cual había recorrido tantas<br />
veces el sur y los caminos polvorientos de la<br />
isla buscando paisajes deshabitados, pero llenos de<br />
vida silvestre para <strong>del</strong>eitar su existencia entre los<br />
mangos que caían maduros y el aroma a flores, a<br />
boñiga y a mamones destripados por las pezuñas de<br />
las vacas. Su primera noche en el calabozo de la<br />
estación de policía tomó por sorpresa al comandante<br />
local, ignorante de la presencia de una alianza<br />
internacional que se movía por su isla desde hacía<br />
varios días. En el calabozo hediondo a orín y plagado<br />
de mosquitos sólo estaba el piso raso, donde era imposible<br />
recostarse. Así que recorrió la noche, sentado<br />
y sudoroso, más por la ansiedad que por el calor.<br />
—Cabo, regáleme un cigarrillo, por favor.<br />
—No hay nada —le contestó el cabo sin lástima,<br />
sin ningún sentimiento.<br />
Santiago no podía aplacar su inmenso desasosiego;<br />
no lo hubiera logrado tampoco con ese cigarrillo<br />
que anhelaba con desespero, a pesar de que<br />
ese vicio no era suyo.<br />
El anuncio de la mala nueva tantas veces esperado<br />
por Micaela llegó de improviso,<br />
pero no a destiempo.<br />
Frida, pintora y amiga común,<br />
la localizó a la mañana siguiente,<br />
la víspera de su regreso<br />
a la isla.<br />
—Micaela, te tengo una<br />
mala noticia.<br />
—¿Se trata de Santiago?<br />
—Sí.<br />
—¿Desapareció en el<br />
mar?<br />
—No. Lo detuvieron anoche<br />
y creo que ahora mismo<br />
lo están embarcando en un<br />
avión rumbo a la capital.<br />
Fue Micaela la que sintió<br />
entonces una desolación infinita,<br />
pero se sobrepuso para<br />
averiguar que el aparato se<br />
detendría unos momentos en<br />
otra ciudad <strong>del</strong> Caribe, aquella<br />
justamente donde ella acababa<br />
de vencer las fiebres de<br />
un dengue tropical que la<br />
habían sumido durante diez<br />
días en <strong>del</strong>irios vespertinos.<br />
Diseño de portada, Cristina López. La novela<br />
será publicada por Editorial Maremagnun.<br />
Alcanzó a llegar al aeropuerto<br />
poco antes <strong>del</strong> aterrizaje de<br />
87
la nave, y, empujada por la ansiedad de abrazar por<br />
última vez a quien probablemente se iba para siempre,<br />
pudo atravesar, con una cómplice fortuita, todas<br />
las barreras oficiales. Esperó a que bajaran los<br />
primeros pasajeros; aquellos que culminaban allí<br />
su viaje, e inició su ascenso por la escalerilla, mientras<br />
planeaba una segunda estrategia para seguir<br />
avanzando, pero nada se le ocurría; de pronto un<br />
pasajero de la primera fila cruzó las piernas y apareció<br />
el zapato marrón que habían comprado juntos<br />
en el almacén <strong>del</strong> turco malgeniado. Respiró profundo.<br />
Uno que otro pasajero salía de la nave todavía.<br />
Entonces aprovechó esos intervalos para dejarse<br />
ver de Santiago por algunos segundos. Se retiró<br />
de nuevo y se volvió a asomar para permitirle preparar<br />
el ya inevitable encuentro. Luego, entró al<br />
avión. Santiago, pálido a pesar de la advertencia,<br />
contestó el saludo.<br />
—¡Hola! ¿Qué haces por aquí? —le preguntó<br />
Micaela<br />
—Voy para Bogotá. ¿Y tú?<br />
—Busco a Mr. Howard, que me trae algunos papeles.<br />
¿Lo has visto?<br />
Ambos sabían que ese era un apellido que no<br />
existía en la isla. Que era aquel que ellos se habían<br />
inventado una vez para hacerse bromas.<br />
Micaela quería ganar tiempo. Acercarse más. Le<br />
dio un beso en la mejilla, se separó de él y miró al<br />
fondo, al resto de pasajeros que aún quedaban en<br />
la nave y seguían para la capital. “Parece que no<br />
vino”, concluyó Micaela y se arrojó en sus brazos<br />
sin más preámbulos, sin saber aún que estaba<br />
engañando a la Dea. Los agentes se levantaron<br />
incómodos ante la situación inesperada que logró<br />
descontrolarlos, hasta cuando la falsa casualidad<br />
se volvió evidencia con el desesperado beso que se<br />
prolongaba, mientras la cabinera y la ley discutían<br />
acaloradamente. “Aquí no está prohibido besarse”,<br />
argumentó contundentemente la azafata,<br />
maravillada ante la historia de amor que defendía<br />
con la investidura de su uniforme. Esos minutos<br />
bastaron para reconfortarlos, averiguar por su destino<br />
inmediato y entregarle una fotografía que los<br />
de la Dea revisaron con desagrado. Todos aguardaban.<br />
La discreción de su desplazamiento ya estaba<br />
destruida y la tripulación y el resto de pasajeros<br />
respaldaban mudos y de pie el romance fatal.<br />
Santiago pudo quedarse con la foto que le había<br />
llevado Micaela como contraprestación por el retiro<br />
inmediato de ella. Ese fue el trato. “Fue suficiente.<br />
Ahora, por favor, ¡váyase!”<br />
Dos días más demoró su ingreso a la cárcel;<br />
mientras tanto lo reseñaban, lo mostraban al país<br />
y preparaban ciertos papeles. Finalmente llegó a la<br />
prisión donde se sucedieron la toma de huellas, los<br />
registros, los guardianes...<br />
Adentro lo esperaban quienes serían sus compañeros<br />
de enclaustramiento, aquellos que a través<br />
de la radio se habían enterado de su captura.<br />
Estaban a la expectativa y por ello lo aguardaban<br />
con una celda vacía que previamente habían desocupado<br />
de chécheres; pero Santiago ingresó con<br />
un maletín de artesanía guatemalteca que contenía<br />
una sola muda: un bluyín y una camiseta multicolor<br />
de pájaros y palmeras.<br />
—Te aguardábamos —le dijo un grupo de hombres<br />
tan pronto entró.<br />
Santiago abrió los ojos preocupado, pero su ánimo<br />
cambió al descubrir, de repente, que su condición<br />
no era única, que la vida continuaba con más<br />
vitalidad que nunca, que el cariño también podía<br />
provenir de los recién conocidos. Fue un aliento<br />
renovador para alejar la desdicha que se le había<br />
clavado en el pecho desde tres días atrás.<br />
Los diez extraditables, esos hombres destinados<br />
a pagar en otros países sus irremediables culpas,<br />
estaban confinados en una torre fortificada, separada<br />
<strong>del</strong> resto de presos, desde donde libraban batallas<br />
judiciales para impedir su salida <strong>del</strong> país y, por<br />
lo menos, purgar una condena en su tierra, con el<br />
aliciente de poder recibir la visita semanal de los<br />
suyos. Sin embargo, ninguno tenía cargos en Colombia<br />
y sólo estaban detenidos con miras a la extradición<br />
futura. Allí dentro, los extraditables compartían<br />
un largo comedor, un baño y, especialmente,<br />
el oratorio, donde todos los días pedían a la Virgen<br />
un milagro, pues la religión empezaba a ocupar<br />
el primer plano. El fervor los había hecho devotos<br />
<strong>del</strong> Santo Rosario, que invariablemente rezaban<br />
con el estallido <strong>del</strong> crepúsculo, alrededor <strong>del</strong><br />
altar que ellos llamaban capilla, donde no faltaba el<br />
tapetico bordado en frivolité, unas flores de papel y<br />
las veladoras traídas por la hermana de un preso,<br />
que iluminaba a la conocedora de sus congojas: la<br />
Virgen de las Mercedes, patronas de los presos. El<br />
domingo madrugaban para asistir en recogimiento<br />
absoluto a la misa que allí mismo oficiaba un sacerdote,<br />
asistido por diez acólitos. Ellos no querían<br />
desaprovechar la oportunidad de acercarse más a<br />
Dios, a ese Dios de bondad infinita, al cual también<br />
se habían encomendado en sus negocios prolíficos;<br />
aquel al que habían dicho: “Diosito mío, ayúdame a<br />
coronar el embarque.” El mismo que los había escuchado<br />
muchas veces y ahora parecía dispuesto a<br />
ayudarles de nuevo.<br />
Ese día fueron recompensados con la llegada de<br />
sus esposas. Micaela también fue a visitarlo. Desde<br />
las cinco de la mañana ya estaban en fila con<br />
88
Alma feliz, alma marchita de Tomás Martínez (ensamblaje, acrílico/lienzo/aluminio 28x36 cm c/u tríptico, 2002)<br />
muchas otra mujeres. No sabía si las otras también<br />
se habían turbado al desechar prendas que<br />
no podían usarse: correas, bufandas, medias de colores<br />
y faldas negras o azules. Seguramente era<br />
para diferenciarlas rápidamente de los guardias,<br />
vestidos con esos tonos.<br />
Las exigencias y restricciones se iniciaron desde<br />
afuera y concluyeron en el momento más incómodo,<br />
cuando cada una de las mujeres, sin importar<br />
su edad o su condición, se agachó, abrió sus<br />
genitales y su ano a la guardiana machona para<br />
demostrar que no llevaba nada dentro, ni siquiera<br />
sangre menstrual. Entonces aparecieron rejas, corredores,<br />
puertas, patios y más puertas, que se<br />
abrieron y cerraron a su paso. Tras una de ellas<br />
apareció Santiago. Estaba pálido, recién afeitado,<br />
con el cabello al ras y una sonrisa enorme. Se sintieron<br />
afortunados y se abrazaron largamente. Luego<br />
empezaron las presentaciones. Las mujeres de<br />
otros presos saludaron desde lejos con una leve<br />
inclinación de cabeza. Entonces recorrieron la<br />
estancia y observaron la cocina blanca, las habitaciones<br />
sin ventanas, la capilla minúscula y la<br />
larga mesa, que era comedor o sala según los acontecimientos.<br />
Se amaron por última vez, así lo creyeron;<br />
luego hablaron durante toda la tarde,<br />
develaron secretos y disiparon dudas. “Te voy a<br />
esperar”, le dijo Micaela antes de marcharse.<br />
El aislamiento comenzó con sorpresas que se<br />
convirtieron pronto en rutinas, como el partido de<br />
ping pong de todos los días en la mesa acomodada<br />
en el salón que compartían, por el cual, ante la ausencia<br />
de horarios, deambulaban a su antojo. También<br />
diariamente llegaban los presos pobres de otros<br />
patios, quienes limpiaban y cocinaban por un puñado<br />
de monedas que adquirían un valor especial.<br />
Una vez por semana podían salir al patio a disfrutar<br />
<strong>del</strong> sol y <strong>del</strong> aire libre, al mismo tiempo que<br />
unos muchachos acusados <strong>del</strong> asesinato de un<br />
ministro, que cumplían veinte años de condena.<br />
Les dieron un balón de fútbol y el resto fue muy<br />
fácil, pues ante los lazos fuertes que germinaron<br />
no había cabida para escandalizarse por las culpas<br />
ajenas. Los unía el hecho de estar en prisión, ese<br />
lugar donde se sabía aplicar con destreza el arte<br />
de castigar a aquellas almas altivas e independientes<br />
que no estaban interesadas en acatar las normas<br />
establecidas por la sociedad. Ya eran suficientes<br />
afinidades. Sin embargo, la cárcel seguía siendo<br />
un infierno amurallado con un cielo encima. Un<br />
infierno que se vivía en el alma de aquellos con<br />
largas condenas, quienes ya habían renunciado a<br />
sus pasiones. Eran lujos como la imaginación o<br />
los recuerdos que no podían permitirse, pues ya<br />
estaban muertos en vida, en el vacío, en la larga<br />
espera. Eran presos dos veces: entre los barrotes y<br />
en sus ensueños. Santiago, por el contrario, que<br />
todavía era libre en sus en sus sueños, cambió su<br />
temor por esperanza. Y aunque se había iniciado<br />
una nueva vida de privaciones y abogados, donde<br />
angustiosos trámites buscaban impedir su salida<br />
<strong>del</strong> país, por fin, luego de cuatro años de descansos<br />
nocturnos interrumpidos, durmió en sosiego ante<br />
la evidencia <strong>del</strong> momento definitivo.<br />
89
Poesías de Olga Gómez*<br />
SOÑANDO LA PAZ<br />
(2001)<br />
Dolor<br />
¡Paren la danza!<br />
que me duele el aire,<br />
¡me quema, me atosiga!<br />
¡Paren la música!<br />
¡que el dolor vibra con sus notas!<br />
¡Me arde, me duele,<br />
me lastima<br />
este pobre corazón<br />
que he recosido tantas veces!<br />
¡Déjenme el silencio!<br />
suave, anhelante<br />
que permita la entrada<br />
de ella, de mi soledad amada<br />
con sus ungüentos<br />
y sus suaves manos<br />
que acarician suave,<br />
suavemente<br />
¡esta herida abierta y sangrante!<br />
El miedo hermana a los distintos<br />
El miedo<br />
los volvió uno solo,<br />
se encerraron en sus casas<br />
bajo llaves y candados<br />
que decidieron no volver a abrir.<br />
*Olga Gómez Mendoza, nacida en Barranquilla, es profesora<br />
catedrática <strong>del</strong> Instituto de Idiomas y el Programa de<br />
Relaciones Internacionales de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>.<br />
Se redujeron los espacios,<br />
se entremezclaron cuerpos, sudores, llantos<br />
hasta aparecer a los otros<br />
como un todo<br />
como una nada<br />
que repetía estribillos<br />
que comenzaron a aparecer<br />
en todos los vehículos de la palabra.<br />
Y llegaron algunos,<br />
los que se sentían tocados por el otro,<br />
a poner orden:<br />
a separar a los borregos de los lobos.<br />
Y se crearon fronteras<br />
fuertemente resguardadas<br />
para que de la nada a la nada<br />
no pudiesen colarse transgresores,<br />
que en otros idiomas<br />
hablasen a la gente<br />
de nuevas salidas, de nuevos horizontes.<br />
Se inició así<br />
una cruzada por el hombre<br />
donde lo que no correspondiese<br />
a las fotos de periódico,<br />
a las páginas sociales<br />
y editoriales<br />
no podía<br />
no debía seguir con vida.<br />
Cayeron los pensantes,<br />
cayeron los dolientes<br />
de un país<br />
que quería ser inventado nuevamente<br />
que quería seguir caminando<br />
90<br />
<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />
pp. 90-94. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
por un camino nuevo<br />
donde las huellas de los de a<strong>del</strong>ante<br />
no estuvieran manchadas de sangre.<br />
Esta herida que no cesa de sangrarme<br />
Me duele…<br />
aunque mi risa, explosiva<br />
resuene en los recintos familiares.<br />
Me duele…<br />
aunque cierre los ojos<br />
a la imagen que me lo grita.<br />
Me duele…<br />
aunque de mi boca,<br />
mis sesos y mis sueños<br />
siga brotando la esperanza<br />
cada vez con más fuerza.<br />
un porvenir distinto,<br />
y que hoy van a parar<br />
al paraíso de los ires,<br />
o a los recintos de los que regresan,<br />
a la fuerza,<br />
la historia,<br />
al ghetto de los que tercamente<br />
no quieren sentir.<br />
Y rebusco entre mis cosas<br />
una nueva forma de ver,<br />
una nueva forma de lenguar<br />
que me permita<br />
de alguna forma u otra<br />
rebuscar la esperanza,<br />
de alguna forma u otra<br />
entender lo que pasa.<br />
Me duele…<br />
aunque pretenda justificar en otros<br />
mi propia desidia.<br />
Me duele…<br />
esa sangre que corre,<br />
acompañada de los sueños, fantasías<br />
perversiones y placeres ocultos<br />
de aquellos<br />
que han caído primero<br />
en esta carrera loca que no sé como detener.<br />
Me duele…<br />
cuando oigo el discurso<br />
que como un remolino,<br />
nunca va a ninguna parte,<br />
pero que succiona<br />
la alegría, la creatividad<br />
y la esperanza<br />
de aquellos que aún<br />
siguen en pie.<br />
Me duele…<br />
aunque todos los días me levante<br />
a proclamar la vida<br />
a los cuatro vientos.<br />
Me duele…<br />
cada vez que veo<br />
que <strong>del</strong> árbol de los visionarios<br />
van desapareciendo<br />
hojas, flores y frutos<br />
que alguna vez presagiaban<br />
Victoria de la paz (1982) de Alejandro Obregón.<br />
Lloremos nuestros muertos<br />
Los muertos de siglos,<br />
no llorados<br />
se apilan,<br />
unos sobre otros<br />
en las catacumbas de nuestras conciencias.<br />
Y se convierten<br />
día tras día<br />
en fantasmas que rondan<br />
nuestros sueños,<br />
nuestros pasos<br />
y nuestras querencias.<br />
91
Han decidido,<br />
una vez por todas,<br />
mostrarnos sus dientes feroces<br />
desde los cuerpos de aquellos<br />
que han hecho de la muerte<br />
la única salida.<br />
Y todos los días se presentan<br />
bajo las mil máscaras de la violencia,<br />
sedientos de la sangre<br />
que alguna vez perdieron<br />
a causa de nuestros silencios<br />
de nuestras anuencias<br />
de nuestra avaricia<br />
por querer asegurar nuestra propia muerte.<br />
Desplazados<br />
Perdidos,<br />
nominados por el otro<br />
incorporados,<br />
a un universo ajeno<br />
donde la voluntad y la esperanza<br />
se pierden<br />
entre las largas filas de mendigos<br />
que esperan el turno<br />
para recibir, al fin,<br />
una mirada <strong>del</strong> gran padre.<br />
Desplazados<br />
fuera de su lugar,<br />
fuera de su entorno familiar<br />
y condenados,<br />
a fuerza<br />
de la impotencia,<br />
a seguir huyendo,<br />
<strong>del</strong> hambre,<br />
<strong>del</strong> miedo,<br />
<strong>del</strong> actuar.<br />
Muerte a pedazos<br />
Jirones de sueños<br />
llevados por el viento<br />
junto con el polvo levitante de la tarde.<br />
Testimonios fieles<br />
de tantas vidas perdidas<br />
buscando la muerte<br />
creyendo buscar la vida.<br />
Sueños inconclusos<br />
desperdigados por el aire<br />
solo sentidos<br />
desde algún rincón <strong>del</strong> alma<br />
expectante y solitaria.<br />
Los pedazos de sueños de los muertos<br />
nos visten la tarde<br />
en sus ocasos<br />
para recordarnos<br />
que también se muere a pedazos.<br />
DESCORRIENDO VELOS NUEVAMENTE<br />
(2003)<br />
Despedida<br />
Adiós princesa tejedora de vida.<br />
Desde las sombras de ese mundo<br />
que no veo<br />
te miro a veces llegar<br />
riendo, gritando<br />
como deseando la última foto<br />
antes de la gran partida.<br />
Te vas.<br />
Desgranando lentamente<br />
pedazos de tu vida y mis recuerdos<br />
de una calidez ansiada<br />
de abrazos a medianoche<br />
locuras de zapatos,<br />
carteras, perfumes<br />
escondidos de los hijos y <strong>del</strong> padre<br />
y sólo compartidos<br />
92
en tus salones <strong>del</strong> reino solitario<br />
reservado sólo para ti<br />
y tus caprichos.<br />
Adiós princesa,<br />
tu hija te saluda<br />
gracias por el mar,<br />
la danza, los vestidos<br />
aunque estrechos<br />
¡gracias por la vida!<br />
Ojos fijos<br />
Inútil la mirada<br />
silentes las palabras<br />
que intentan cruzar<br />
el gran océano<br />
de distancias.<br />
Las palabras<br />
pasaron por los cuerpos<br />
atravesándolos<br />
sin que quedara un signo<br />
testigo de haber estado allí<br />
como si un muro invisible<br />
de penas y silencios<br />
se empeñara obsesionado<br />
en mantenerlos distantes<br />
por fuera de la mirada.<br />
Destino<br />
Y no soy un ser simple<br />
y no puedo andar por ahí<br />
navegando en las aguas<br />
que aseguran el no ahogarse.<br />
Soy de ese metal blando<br />
ingrávido y precioso<br />
que sólo adquiere valor y brillo<br />
en las aguas tumultuosas de un océano<br />
que no tiene regreso.<br />
Y no soy la luz eterna<br />
de los viajeros cansados<br />
sólo puedo ser el fuego<br />
cuando existe el aire<br />
que me da mi aliento<br />
y existe la madera<br />
sobre la cual encarnarme.<br />
Y no puedo cantar<br />
los cantos ajenos;<br />
solamente aquellos<br />
que desbordan mi mente.<br />
Y no esperes jamás<br />
que aquella que dejaste<br />
hubiese seguido allí<br />
congelada de muerte.<br />
Mudo<br />
No tienes palabras<br />
para decir que me amas:<br />
se gastaron todas en el engaño.<br />
Te quedaste mudo, inmóvil<br />
y regresaste a buscar<br />
hacia atrás<br />
lo que alguna vez perdiste.<br />
93
Tratar de construir con lo marchito<br />
es asegurar la desesperanza<br />
y la caída en la nada<br />
profunda y sin salida.<br />
La muerte de un pájaro<br />
A María Mercedes Carranza<br />
Lo pensaste muchas noches<br />
viendo jugar las llamas en la casa iluminada<br />
por la combustión de la esperanza.<br />
Caminaste silenciosa esos corredores<br />
conocidos de ese hogar, tan tuyo.<br />
buscaste en todos los rincones, en cada mueble<br />
en cada esquina,<br />
pero siempre te resultaban las manos vacías.<br />
Llamaste un contingente enorme de cantores<br />
para ver si en multitud<br />
el dolor perdía su fuerza.<br />
Fue inútil.<br />
Faltaba la esperanza<br />
gastada en la palabra<br />
que estallaba<br />
impotente,<br />
contra el vacío y la muralla levantada<br />
alrededor de las conciencias.<br />
La decisión llegó de repente<br />
fugaz, pasó por tu memoria,<br />
esa de vida de luchas y sobresaltos<br />
pesaron más las penas<br />
en esa inquisición <strong>del</strong> alma<br />
y te fuiste,<br />
con la sonrisa en los labios.<br />
Y soñando que después de ti<br />
nos volverían a crecer alas.<br />
Catalina<br />
Cata cata Catalina<br />
fina, lina, mina, lira<br />
con los dedos lentamente<br />
acompañando a la desgracia<br />
pulsas cuerdas de infinita resonancia<br />
en un mundo de mujeres<br />
que se pierde en la distancia.<br />
Cata, cata, Catalina<br />
niña y dueña, hijos, casa<br />
cuerda, lira<br />
amarre, trampa<br />
desgarrada y silenciada<br />
disonante y disentida<br />
tan presente que se olvida.<br />
Cata, cata, Catalina<br />
flores, cuadros, serpentinas<br />
avidez, manjar, cocinas<br />
con tu propia medicina<br />
la salida de la trampa.<br />
94
Textos y poesías de Silvia Reyes*<br />
UN TENUE AROMA A JAZMINES SECOS<br />
(Cuento, mayo 2003)<br />
La mujer entró con pasos lentos al café. Pasó junto<br />
a Ramón, que bebía de pie su acostumbrado café<br />
de las cinco de la tarde con sus compañeros de<br />
oficina. Ella no lo miró, pero el aire que movió al<br />
pasar lo rozó como un aletazo húmedo. Se le aflojaron<br />
las manos y la taza que sostenían cayó al<br />
piso produciendo un estallido tan súbito, que envolvió<br />
al mundo en un sólido silencio en el que<br />
sólo resonaban los tacones de la mujer sobre las<br />
baldosas azules con el ritmo que le imprimía el<br />
movimiento de su cadera.<br />
—No puede ser —murmuró.<br />
—¿Qué pasa? —le preguntó José Antonio inclinándose<br />
a recoger la taza, y con su pregunta el<br />
café recobró la rutina de sus ruidos.<br />
—Nada —dijo Ramón.<br />
—Entonces vámonos, que ya es la hora.<br />
—Sigan ustedes, ya los alcanzo —dijo Ramón<br />
con la mirada fija en la espalda de la mujer acodada<br />
sobre el mostrador.<br />
José Antonio siguió su mirada y luego se marchó<br />
torciendo la boca en una sonrisa burlona de<br />
conocedor.<br />
Ramón se dirigió al mostrador <strong>del</strong> café y llegó<br />
junto a la mujer, a quien tomó con firmeza <strong>del</strong> codo<br />
haciéndola volver hacia él. Ella lo miró con un rostro<br />
inexpresivo en el que resaltaban sus ojos de<br />
un color gris verdoso y que no reflejaban nada, como<br />
lagos quietos en una tarde de lluvia.<br />
—¿Eres tú? —preguntó con voz apagada, aun cuando<br />
estaba casi seguro de que era ella, excepto por el<br />
color de los ojos, que en sus vagos recuerdos eran<br />
verdes y brillantes. No recibió respuesta; la mujer<br />
soltó su brazo de la mano de él con un movimiento<br />
*Silvia Isabel Reyes Cepeda (Barranquilla 9 dic. 1959)<br />
es abogada de la Pontificia <strong>Universidad</strong> Javeriana, con especializaciones<br />
en las universidades de los Andes y <strong>del</strong><br />
Rosario, actualmente reside en Bogotá. Ha publicado en<br />
revistas y suplementos literarios <strong>del</strong> país. Es miembro <strong>del</strong><br />
Taller de Escritores de la <strong>Universidad</strong> Central de Bogotá.<br />
promoción 2002-I, que dirige el maestro Isaías Peña, <strong>del</strong><br />
cual surgió el libro de cuentos El jardín <strong>del</strong> dragón, obra colectiva<br />
de dieciséis autores miembros <strong>del</strong> taller.<br />
leve, terminó de tomar su té, y sin decir nada, ni<br />
sonreír siquiera, se dirigió hacia la salida <strong>del</strong> café.<br />
Ramón la vio alejarse, taconeando sin prisas, por<br />
un túnel oscuro que al final conducía a la luz mortecina<br />
de la tarde. Reaccionó unos instantes después<br />
y salió apresuradamente <strong>del</strong> lugar; la vio doblar la<br />
esquina de la calle, hacia el sur y sin pensar en lo<br />
que hacía, la siguió. Sin embargo, cuando se asomó<br />
a la esquina por la que ella acababa de cruzar, ya no<br />
la encontró; recorrió la calle y otras más, engañado<br />
por el aroma a flores secas de su perfume que percibía<br />
a cada golpe <strong>del</strong> aire, hasta que desistió, cansado.<br />
Eran ya las siete de la noche y no había regresado<br />
al trabajo. Suspiró y desanduvo el camino pensando<br />
en la excusa que diría al llegar.<br />
Esa noche no pudo dormir, desvelado por un rastro<br />
de jazmín que percibía a su alrededor y que lo<br />
hacía recordar una y otra vez una habitación en<br />
penumbras en Macao y a una mujer de ojos verdes<br />
que relucían como los de los gatos en la oscuridad.<br />
Se esforzó por recordar más, pero la memoria lo<br />
transportaba sin transiciones a la orilla de un río<br />
cenagoso sobre el que flotaba una bruma pesada.<br />
Al día siguiente volvió solo al café, a las cuatro<br />
y treinta de la tarde, y se sentó en un taburete de<br />
la barra; pidió su acostumbrado café y luego otro, y<br />
se sorprendió al reconocerse expectante. Sin embargo<br />
ella no apareció. Ramón pensaba en el color<br />
de sus ojos, extraños, velados; recordó otra vez<br />
aquellos ojos verdes de la mujer en Macao: serios,<br />
no reían, sólo lo miraban fijamente, como queriendo<br />
abrirle el pecho hasta llegar a su corazón y devorarlo.<br />
Se estremeció involuntariamente preguntándose<br />
por qué, entonces, ahora eran grises si<br />
tan bien los recordaba y si estaba casi seguro de<br />
que era la misma mujer. ¿Cómo era que se llamaba?<br />
Tenía un nombre poco usual, portugués, sí, era<br />
portugués. Una palmada en la espalda lo devolvió<br />
al presente; José Antonio lo miraba sonriente:<br />
—Nos abandonaste antes. ¿Qué pasa? ¿Es que<br />
no vino?<br />
—¿Quién? —preguntó Ramón confundido—. No<br />
pasa nada, hombre, ni espero a nadie —dijo, por<br />
<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />
pp. 95-98. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537<br />
95
fin, cayendo en la cuenta de qué<br />
le hablaba el otro.<br />
—A mí no me engañas, amigo,<br />
pero, en fin, si quieres guardártelo,<br />
está bien. Vamos, que<br />
ya casi empieza la reunión con<br />
los auditores —dijo José Antonio<br />
volviendo a palmearle la<br />
espalda.<br />
Ramón se bajó sin ganas <strong>del</strong><br />
taburete y se dirigió hacia la<br />
puerta, repasando rápidamente<br />
las mesas con una mirada<br />
furtiva.<br />
Al salir <strong>del</strong> trabajo volvió a<br />
recorrer las calles por las que<br />
ella había tomado el día anterior.<br />
Ya había anochecido. De<br />
las sombras de una esquina<br />
surgió de pronto, como una vaharada,<br />
un insólito aroma a río,<br />
a vegetación acuática, a trópico<br />
húmedo.<br />
Extrañado, continuó su paseo<br />
sin rumbo preciso, envuelto en<br />
el olor a río. Al llegar a la esquina<br />
en donde la mujer se había esfumado, se encontró<br />
frente a un río de remolinos turbios, por el que<br />
pasaban velozmente ramas desgajadas de palmeras,<br />
un tronco de mangle, flores bulbosas de otras tierras.<br />
Entre la bruma que flotaba sobre el agua, le<br />
pareció ver un trozo de tela verde que desaparecía<br />
en la vorágine <strong>del</strong> río, y un brazo que se hundía como<br />
el mástil de un velero. Corrió gritando hacia el río:<br />
—¡Edoarda!<br />
El chirrido de unas llantas al frenar abrup–<br />
tamente, la bocina <strong>del</strong> auto lanzando su grito amenazante<br />
seguido de un insulto, lo hizo detenerse<br />
en seco. Estaba en la mitad de la calle. No había<br />
ningún río frente a él. Se pasó una mano que temblaba<br />
violentamente por la frente sudorosa.<br />
—¡Quítese de en medio, so imbécil! —le gritó el<br />
conductor <strong>del</strong> auto detenido—. ¡Si se quiere suicidar,<br />
tíresele al carro de su madre!<br />
Ramón se dirigió a la acera con paso vacilante.<br />
El insulto le resbaló sin tocarlo. Sólo atinó a preguntarse:<br />
“¿De dónde salió ese río? ¿Estaré loco? ¿O embrujado?<br />
Ese río... sí, es el río de Macao, ¿cuál era?<br />
Zhujiang, algo así, y el nombre de ella, Edoarda,<br />
¿sí era ése?”<br />
Ofuscado, Ramón se dirigió a su casa. Al pasar<br />
por el Hotel Lisboa recordó de pronto a otro hotel<br />
con el mismo nombre y un casino bullicioso en<br />
Esta antología incluye de Silvia Reyes los cuentos<br />
Vuelo imposible, El desafio, El silencio de los pájaros<br />
y Corazón de coral.<br />
donde él estaba jugando póker<br />
con desconocidos, casi todos<br />
asiáticos, mientras bebía<br />
whisky sin hielo. Se vio volteando<br />
a mirar hacia su espalda<br />
para contemplarla de pie<br />
allí, esperándolo; ella le sonrió<br />
de manera fugaz, como<br />
dándole ánimos, y él ganó esa<br />
partida y otras dos más; antes<br />
de comentar otra ronda, sintió<br />
su mano tocándole suavemente<br />
en un hombro, indicándole<br />
así que debía dejar de jugar,<br />
o por lo menos él entendió<br />
eso; se levantó de la mesa<br />
trasta–billando; estaba ebrio,<br />
y ella lo llevó hasta una casa<br />
con un jardín que olía a río, a<br />
salitre y a jazmines florecidos.<br />
Esa noche tampoco pudo<br />
conciliar el sueño. Caía en una<br />
duermevela, en un sopor anormal<br />
en una ciudad de clima<br />
frío, como ésta que había elegido<br />
para vivir, lejos de cualquier<br />
río o de cualquier selva inhóspita; no podía precisar<br />
por qué no le gustaban los ríos, sólo que no le gustaban;<br />
despertaba sobresaltado, sintiendo que unos<br />
ojos verdes y brillantes lo miraban, hasta que decidió<br />
dejar la luz encendida y abrir las ventanas para<br />
que entrase la brisa de la madrugada.<br />
Sentado en la cama, se dispuso a ordenar lógicamente<br />
esos recuerdos que estaban regresando<br />
a su memoria en pantallazos esporádicos, y los<br />
sucesos de los últimos dos días, como correspondía<br />
a un ser civilizado y pragmático capaz de separar<br />
la vida real de las alucinaciones o los sueños:<br />
Sí, alguna vez estuvo en Macao cuando trabajaba<br />
para la West Line, y conoció a una mujer, medio<br />
china y medio portuguesa, hermosa, sí, con unos<br />
extraños ojos verdes. La conoció en el casino <strong>del</strong><br />
Hotel Lisboa y se llamaba Edoarda, sí, el nombre<br />
brillaba ahora en la memoria. Esa noche él había<br />
ganado en el póker, y creyó que ella le había traído<br />
suerte; había bebido mucho, pero recuerda que se<br />
fueron juntos a una casita pequeña con un jardín<br />
selvático junto al río, y que allí siguió bebiendo;<br />
hicieron el amor, seguro; ahora recuerda el olor a<br />
jazmines de su pelo mezclado con el olor incisivo<br />
<strong>del</strong> río cercano; le pidió que se fuera con él a otro<br />
mundo y..., ¿qué fue lo que dijo ella? Hasta ahí llegaba<br />
la estructura de recuerdos que podía reconstruir;<br />
luego seguía un inmenso vacío, como un<br />
96
pantano oscuro que no podía cruzar, más allá <strong>del</strong><br />
cual no había nada.<br />
Atontado por el desvelo y acuciado por el deseo<br />
de aclarar <strong>del</strong> todo qué estaba pasando, se fue desde<br />
la mañana al café, a esperarla; tenía que venir,<br />
lo presentía. A las dos horas de estar allí la vio<br />
entrar, con su andar cadencioso. Llevaba un vestido<br />
verde que se ceñía a su cuerpo. La luz que<br />
entraba por la puerta formaba un halo dorado alrededor<br />
de ella creando la ilusión de que flotaba en<br />
el aire. De repente, en un fogonazo súbito desde el<br />
fondo de su memoria, escuchó una voz que le decía,<br />
en una mezcla de portugués y español: “Debes<br />
irte ya, no tardará en llegar”.<br />
“¿Quién?”, escuchó decir a su propia voz.<br />
“Debes irte, nos matará”.<br />
“Si no vienes conmigo, seré yo quien te mate”,<br />
dijo su voz, arrastrando las palabras.<br />
Como en una película que pasase rápida ante<br />
sus ojos, la vio correr atravesando el jardín hacia<br />
el río; se vio a sí mismo loco de furor, siguiéndola,<br />
tomándola <strong>del</strong> brazo, halándola hacia él; ella se zafó<br />
bruscamente, retrocedió dos pasos, tal vez tres, y<br />
cayó por el muelle; la corriente la arrastró y en la<br />
bruma de la noche sólo brilló por un momento un<br />
vestido verde río abajo, un brazo blanco que relumbró<br />
en el agua, y luego nada, nada.<br />
Ella se detuvo junto a él.<br />
—Estás viva —dijo Ramón en un susurro.<br />
Ella lo miró con sus ojos opacos, y él sintió que<br />
un viento helado lo golpeó en el pecho.<br />
—No —le contestó—. Yo morí en aquel río.<br />
Su voz era neutra, sin traslucir emoción alguna.<br />
—Y... entonces, ¿cómo es que estás aquí? —preguntó<br />
Ramón con la voz apretada por un miedo sordo<br />
que se le había estacionado en la sangre.<br />
—Las lagunas de tu memoria no me dejaban<br />
en paz —respondió la mujer mirándolo fijamente.—<br />
Vine a devolverte mi recuerdo.<br />
—Edoarda... —comenzó a decir Ramón bajando<br />
la mirada—. Edoarda... yo no sé cómo...<br />
Levantó los ojos para encararla, pero ella ya no<br />
estaba frente a él. En el aire se desvanecía un tenue<br />
aroma a jazmines secos.<br />
SILENCIOS<br />
1<br />
No quiero olvidar que reías<br />
en tu montaña verde<br />
cuando llegó la guerra<br />
y te apagó los ojos.<br />
No conocí tu nombre<br />
ni tu rostro,<br />
niño,<br />
pero quiero creer<br />
que la muerte no pudo<br />
borrarte la alegría.<br />
A nosotros sí.<br />
2<br />
¿Hasta cuándo seguirás inmóvil,<br />
o gozando inconsciente<br />
de una vida prestada,<br />
mientras los pueblos caen<br />
y la gente se dispersa<br />
por caminos de lluvia<br />
y desamparo?<br />
¿Hasta cuándo callarás tu voz,<br />
tu grito, tu palabra?<br />
El silencio te hace cómplice<br />
aunque no quieras.<br />
Tu silencio,<br />
este silencio ominoso,<br />
también mata.<br />
3<br />
Yo callo.<br />
Tú callas.<br />
Todos callamos.<br />
Hasta Dios, allá,<br />
en sus esferas luminosas,<br />
calla.<br />
Y es una caverna<br />
el silencio,<br />
una tumba llena de niños<br />
97
que miran con los ojos<br />
espantados,<br />
de sueños desleídos,<br />
de nombres que se van<br />
evaporando<br />
con los días.<br />
Hemos perdido<br />
la voz.<br />
Nos quedan aún<br />
palabras sueltas<br />
que junto aquí,<br />
en este espacio húmedo<br />
de sangre y pesadumbre<br />
para reconstruir el lenguaje<br />
de la vida.<br />
Quiero creer que un verso<br />
puede cerrar la boca <strong>del</strong> fusil<br />
y abrirle el pecho<br />
y alcanzar su corazón<br />
y transformarlo en canto.<br />
4<br />
Quiero que calles tú,<br />
fusil.<br />
No yo.<br />
No importa quién te porte,<br />
ni en nombre de quién<br />
accione tus mortales mecanismos.<br />
Quiero que calles.<br />
Soy la voz<br />
de quien no tiene voz<br />
porque tú se la robaste.<br />
No sé quién era,<br />
pero sé que era mi hermano,<br />
mi vecino, mi amigo,<br />
mi niño adorado,<br />
mi mujer ilusionada,<br />
mi campesino, mi soldado,<br />
mi gente, mi gente,<br />
mi gente,<br />
y tú, fusil,<br />
en otra mano hermana,<br />
silenciaste para siempre<br />
su ancho corazón.<br />
No tengo nada.<br />
Sólo esta voz<br />
y estas palabras,<br />
y este dolor<br />
quemándome la sangre<br />
y este pedazo de patria,<br />
fusil,<br />
esta patria que me estás<br />
convirtiendo en sombra.<br />
LA MÚSICA DEL AGUA<br />
Todavía recuerdo esa tarde, esa maravillosa tarde<br />
de julio de aquel 1717, tan lejano ya: el cielo límpido<br />
y claro, el Támesis semejando una cinta verde<br />
que espejeaba al sol; la adornada barca <strong>del</strong> rey Jorge<br />
detrás de la cual íbamos nosotros —cincuenta<br />
músicos— apretados en dos enormes barcazas que<br />
navegaban lentas de Whitehall a Chelsea, y luego<br />
de vuelta, tocando la hermosa música compuesta<br />
por el Maestro para ese día: primero suave, como<br />
midiendo el agua, como rompiendo con cuidado el<br />
silencio <strong>del</strong> verano; luego con más brío, subiendo<br />
hacia el cielo como por una escalera de aire, haciendo<br />
que todos callasen y que las mujeres dejasen<br />
de reír para escuchar, al tiempo que acometíamos<br />
el Allegro-andante-allegro de la primera suite;<br />
y luego los Menuett, que hacían saltar el corazón<br />
como gotas de agua sobre una superficie quieta,<br />
mientras el chapoteo de las largas pértigas que<br />
impulsaban a las barcas constituía el eco perfecto<br />
para esta música que tocábamos, ya no tanto para<br />
el rey, sino para el antiguo dios <strong>del</strong> río, de todos los<br />
ríos, de todas las aguas <strong>del</strong> mundo, ¡ah! y ver cómo<br />
sonreía el rey, y cómo Han<strong>del</strong> se inclinaba hacia<br />
él en una lenta y graciosa reverencia, y escuchar<br />
a su Alteza pidiendo una y hasta dos veces más<br />
que tocásemos de nuevo las tres suites completas...<br />
y nosotros, acalorados pero ebrios de música,<br />
de agua, de sol, tocábamos y tocábamos, y mis<br />
dedos adoloridos volaban sobre la flauta, como ágiles<br />
mariposas impulsadas por el húmedo aliento<br />
de un ángel acuático que no me permitía desfallecer;<br />
porque era su música, la música <strong>del</strong> agua, la<br />
que tocábamos mientras la tarde moría anaranjada,<br />
dorando el Támesis.<br />
98
Suspiro<br />
Carolina Duncan*<br />
Cíclica como mi cerebro<br />
húmeda y voluble<br />
condiciono<br />
mi estado <strong>del</strong>iberado<br />
de viajes profundos<br />
sumergida en ti.<br />
Tan suave confundida<br />
en ese vapor oscuro<br />
marco<br />
un camino atravesándome<br />
no hay señales de desvío<br />
sólo una sentencia.<br />
No hay nada sobre la mesa<br />
mucho menos estas tú<br />
dolor líquido mi cuerpo.<br />
Me derramo entre grietas<br />
de un dios ausente<br />
caigo en un vaso vacío.<br />
Lloro como un reloj de sollozar<br />
rítmico a cada tic desconcertado.<br />
No llores luna<br />
el agua corre tic<br />
no llores oscuridad<br />
el sol es denso tic<br />
no llores niña<br />
ahí esta el tac<br />
es el tiempo <strong>del</strong> suspiro<br />
río claro bajo la tierra.<br />
*Nacida en Barranquilla en 1982. Estudia teatro en<br />
Chicago, Estados Unidos.<br />
<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />
pp. 99-99. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537<br />
99
Textos y poemas de Martín Txeis*<br />
Ilustraciones <strong>del</strong> autor<br />
CARTA A SANTA PENÉLOPE<br />
6:30 p.m. (Barranquilla, calle 37 / carrera 43)<br />
Una invasión de luces proxenetas se instala en mi<br />
cerebro. Mientras el cielo (que testigo ha sido de<br />
tantos azares) cambia el claro traje que justifica el<br />
cansancio de tantos mortales, por un claroscuro<br />
melancólico.<br />
La ciudad se sumerge en un letargo venenoso, los<br />
ojos de la multitud sólo reflejan el hastío por esta<br />
vida, cuando todos van camino de sus casas y una<br />
luna muy tímida anuncia el pronto arribo <strong>del</strong> demonio<br />
de la noche.<br />
7:05 p.m. (en algún lugar <strong>del</strong> centro de la ciudad)<br />
En un prender de cigarrillos y apagar de fósforos...<br />
me sorprendieron las estrellas, y el cosmos con todo<br />
su esplendor me incita a la evocación de nuestra<br />
ceremonia, mientras a ti (bella ninfa de mi asfalto)<br />
te incita a olvidarme entre los brazos<br />
de aquel ungido, a quien, en desalmado<br />
juicio, el destino le cedió la dicha de<br />
tu aliento.<br />
7:30 p.m. (Bar Los Laureles)<br />
En las lágrimas que empapan tu ausencia<br />
no hay consuelo para mis versos.<br />
9: 05 p.m. (en algún lugar <strong>del</strong> centro<br />
de la ciudad)<br />
Todas las almas esclavas <strong>del</strong> jornal<br />
emigraron a sus guaridas.<br />
9:30 p.m. (cle. 37 / cra. 40)<br />
El bullicio de una calle contigua con<br />
toda su música y su perfume de concupiscencia<br />
emite un llamado, al que<br />
me es preciso ser obsecuente.<br />
*Hijo de padres oriundos de Aracataca, Elkin Díaz Puertas<br />
nació en Barranquilla, 1983, donde cursó la primaria y el bachillerato;<br />
recibió de su padre la orientación poética y literaria.<br />
11:15 p.m. (Cabaret El Túnel <strong>del</strong> Amor)<br />
El dolor de esta llaga y su podredumbre, parecen<br />
disiparse cuando sumergido en el alcohol no aspiro<br />
a evaporarme.<br />
11:30 p.m. (Entrada de El Túnel)<br />
La ciudad se levanta como templo. Es pérfido paraíso<br />
donde, en ritual pagano, se degüella la inocencia<br />
para ser ofrendada a su majestad la noche.<br />
En mi statu quo de poseído por una legión de ánimas<br />
/dionisíacas<br />
Venus parece emerger de todas las mujeres. Hay en<br />
toda la atmósfera, un perfume que incita a sumergirse<br />
en las libidas aguas de un femenil océano.<br />
12:40 a.m. (El Túnel)<br />
Ha pasado ante mí una bella trigueña con toda la<br />
música <strong>del</strong> mar en sus caderas,<br />
toda la majestad <strong>del</strong> tiempo en su pecho,<br />
rostro de ángel y ojos feroces de emperatriz<br />
infernal.<br />
La he buscado tan indiscretamente con<br />
el lujurioso brillo de mis ojos, que al parecer<br />
esta mujer de cuerpo asequible y<br />
corazón inalcanzable se ha enterado de<br />
mis banales anhelos.<br />
1:00 a.m. (El Túnel)<br />
Igual que en aquella ocasión en que lo<br />
hice para comprarte una rosa, mis manos<br />
exploran el ilíquido universo de mis<br />
bolsillos para irme con ella.<br />
2:15 (Hostal XXX)<br />
Cuando mi deseo hace síntesis en piel<br />
y mi solapada conciencia flagela con sus<br />
cuestionamientos a mi “glorificado”<br />
instinto, se abren nuevas dimensiones<br />
a mi karma mientras caigo extasiado al abismo de<br />
tu olvido.<br />
100<br />
<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />
pp. 100-104. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
Amada musa de mi inerme poesía... quiero<br />
/desvanecer mi pena<br />
mi karma en dolorosa confesión:<br />
quise estar con ella en cuerpo y alma<br />
pero con ella... solo estuvo mi cuerpo<br />
porque mi alma se quedó prisionera<br />
en el baúl<br />
que guarda nuestra historia.<br />
VÉRTIGO<br />
Él<br />
solía ser sonámbulo<br />
hasta que habitó el 401.<br />
En noches de luna llena<br />
hombre lobo<br />
todo un chef<br />
que cocinaba para nadie,<br />
durmiente transeúnte<br />
que copula papayuelas.<br />
En noches estrelladas<br />
testigo silente<br />
de la noche en el balcón,<br />
sobrio orador de<br />
discursos incoherentes,<br />
hábil conversador<br />
con fantasmas en la sala.<br />
Dicen<br />
que solía ser sonámbulo<br />
hasta que habitó el 401.<br />
Dicen también que una tarde muy azul cuando caminaba<br />
como autómata por esa avenida que conduce<br />
a la nada, la arquitectura agraciada de un<br />
edificio de apartamentos le llamó poderosamente<br />
la atención, y que en este edificio de ventanas y<br />
balcones multiformes consiguió vivir luego de algunas<br />
firmas, y un par de llamadas telefónicas.<br />
La sexta noche en el 401<br />
por primera vez sintió levitar.<br />
¿Que cómo lo hizo?<br />
Es cuestión de sonámbulos.<br />
Caminaba sobre las aguas sin inmergirse<br />
circense caminando en cuerda floja<br />
¡el viento!<br />
coro de ángeles que presagia la gloria<br />
—¿Hasta dónde capitán?<br />
—¡Hasta la gloria!<br />
Una estrella fugaz,<br />
y los gritos de pavor<br />
de algunos transeúntes<br />
noctámbulos desprevenidos,<br />
le despertaron.<br />
Y ¡el viento!<br />
ángelus demoníaco que convoca a la muerte.<br />
Corriente de aire en el cable de alta tensión<br />
¡le devoró el vértigo!<br />
Sabía que caería al vacío pero aún se preguntaba<br />
cómo había llegado allí.<br />
La historia concluye con fotografías de un periódico<br />
amarillista<br />
quizás es así como los artificios <strong>del</strong> ensueño nos<br />
dan a conocer la gloria<br />
pero solo gloria de ensueño.<br />
Él<br />
solía ser sonámbulo<br />
hasta que habitó el 401.<br />
RUIDO<br />
Hay mucho de mitológico en mi realidad abstracta.<br />
Existencia ausente<br />
música de motores<br />
y musas de fermentada vendimia<br />
con ojos absortos<br />
en imágenes vía satélite.<br />
Relámpago a fin<br />
luz cegadora...<br />
soy un navío que naufraga<br />
en la nada.<br />
Relámpago a fin<br />
luz cegadora...<br />
soy faro que vuela<br />
con alas etéreas.<br />
SONATA<br />
Ese día ella celebraría sus cuarenta primaveras.<br />
Un cielo muy azul, un sol muy amable, y los saludos<br />
deferentes de los niños, que camino de la escuela<br />
pasaban por su puerta le hicieron sentir que<br />
Dios le incitaba a una orgía. Las flores no prescindieron<br />
de las caricias <strong>del</strong> rocío y el carmesí de sus<br />
pétalos lo decía a silentes gritos.<br />
101
Su único hijo, Jean Paul, no había salido<br />
de su habitación y ella no quiso despertarle<br />
para tomar alimentos.<br />
Al llegar la noche y concurrir todos sus<br />
amigos y familiares, ¡la música! Se dispuso<br />
de baile y no habría sido jamás ruda tarea<br />
encontrar en aquella sala una sonrisa.<br />
Jean Paul, su único hijo, no había salido<br />
de su habitación y el brindis y las fotografías<br />
no podían retrasarse, por más noble que<br />
fuera el artificio de su sorpresa. De modo<br />
que ella y algunos de sus amigos y familiares<br />
más queridos subieron en busca <strong>del</strong> jovial<br />
muchacho.<br />
Casualmente la música cesó cuando abrieron<br />
la puerta... ¡nadie lo podía creer! ¡poco menos ella!<br />
Ninguno de los presentes había visto cosa parecida,<br />
tanto esplendor e ingenio en un presente de<br />
cumpleaños: Jean Paul colgaba de un travesaño.<br />
Un grito de pavor de la cumplimentada rompió el<br />
silencio imperante.<br />
La noche <strong>del</strong> día en que hubo una mañana tan<br />
bella se tornó tétrica. Jean Paul, colgado de manera<br />
magnifica, rindió con su vida un tributo al nihilismo<br />
como sólo los verdaderos amantes de la muerte<br />
podrían hacerlo<br />
Pero esto necesitaba una explicación, por lo menos<br />
algo que consolara a mamá.<br />
Cerca de la ventana una tarjeta de cumpleaños<br />
y en ella unas palabras:<br />
Hoy volar ha sido mi axioma y no prescindí de alas.<br />
Una vez más gracias a ti mamá. Gracias por la soga.<br />
Hoy he querido amistarme con una legión de demonios<br />
y elevarme en espiral hasta el sueño más<br />
etéreo para infestar el último cielo con un abominable<br />
olor a azufre.<br />
La rosa de tus treinta años se marchitó con tu<br />
/olvido como tantos presentes de cumpleaños<br />
...pero éste, mamá, se qué no podrás olvidarlo.<br />
Mi cuerpo colgado se perpetuará en tu memoria<br />
¡yo ya no estoy contigo!<br />
Porque mucho me has querido...<br />
poco te pido que llores<br />
he triunfado contra todo pronóstico,<br />
si alguna vez vienes me verás sentado en silla<br />
/de dioses<br />
he triunfado contra todo pronóstico,<br />
así luce quien hace méritos a Dafne,<br />
así luce un triunfador.<br />
Con todo mi amor<br />
Feliz cumpleaños, mamá.<br />
Jean Paul<br />
PD: ...Y de la caja de música que robara un<br />
día la princesa <strong>del</strong> paraíso, manaba una sonata<br />
para soga y funeral.<br />
CARTA A TEO<br />
Querido Hermano: Desde tu partida al puerto de San<br />
Rafael, no me ha sido posible escribirte. Sé que te<br />
estarás preguntando cómo estoy, y te diré que ha<br />
llovido con insistencia desde hace varios días, y sabes<br />
de mi ánimo cuando siento caer la lluvia. Pero<br />
estas son pendejadas. Te escribo en realidad para<br />
comunicarte que tras un profundo cavilar, he decidido<br />
que transcurra lo que queda de mi otoño en el<br />
sanatorio mental de San Patricio. He dejado el opio<br />
hace ya algunos años, y aunque avanzado en edad,<br />
¡te recuerdo! ¡Eres mi hermano mayor! Y por lo tanto<br />
me niego rotundamente a que tomes lo decidido<br />
por un capricho senil. No pensé jamás que hablaría<br />
de cosas de este tipo. Todo cuanto en a<strong>del</strong>ante narro<br />
es mi verdad inalterada y el motivo de mi decisión.<br />
Te conozco, amado Teo, y por eso te pido que<br />
no me juzgues, no me condenes a ser tenido por ti<br />
como un insensato.<br />
Hallábame en el balcón de mi casa con vista al<br />
cementerio. Había llovido toda la tarde, era casi media<br />
noche y como testimonio de lluvia y soledad la<br />
neblina infestaba las calles, apenas iluminadas por<br />
algunos faroles que no sé cómo ni por qué se habían<br />
hecho intermitentes. Apenas cerraba mi libro<br />
cuando la vi, ¡espectral!, sentada en una banca <strong>del</strong><br />
cementerio a espaldas de la tumba de un fraile<br />
muerto de manera confusa y de quien se dice sangraba<br />
de manera inexplicable. La brisa golpeaba mi<br />
rostro pálido con su frío de agujas. La calavera, que<br />
seguía sentada absorta en una ceiba inmensa de<br />
seco follaje, fijó su mirada con tanta pasión que a<br />
sus ojos se hizo translucido el árbol. Dos amantes,<br />
él en ella, ella en él, con ardiente deseo entregándose,<br />
haciendo derroche de sus carnes, fueron divisados<br />
por la espectral figura detrás de la ceiba.<br />
Caminó hasta ellos con la serenidad de quien no<br />
espera nada de la vida ni de la muerte, acarició el<br />
102
seno de pezón erecto de la joven que aunque<br />
extasiada, sabía perfectamente que su poseedor sólo<br />
tenía dos manos. Un grito penetrante buscaba la<br />
luna en la penumbra. Los amantes casi desnudos y<br />
despavoridos se perdieron en la niebla, me invadió<br />
el estupor, y no supe de mí.<br />
Al amanecer me di a la búsqueda de pruebas fehacientes<br />
de tan tétrico hecho, pretendiendo no encontrar<br />
ninguna y atribuirlo todo a un senil <strong>del</strong>irio.<br />
Pero adentrado en el corazón <strong>del</strong> cementerio, esa<br />
mañana tan gris, un crujir de ramas me atrajo. Caminaba<br />
en busca de su lugar de origen sobre la seca<br />
hojarasca cuando di de frente con su exánime arquitectura,<br />
y vaya mi sorpresa y decepción: la calavera...<br />
¡se había ahorcado!<br />
Ya me conoces y sabrás cómo me siento. Parto a<br />
San Patricio mañana al amanecer.<br />
DEJA VU<br />
Por lo general, cuando le hablaban de una mujer de<br />
arquitectura ágil, imaginaba a una mujer<br />
supremamente seductora, que sólo lo seducía a él,<br />
tanto así, que ni ella misma sabía que lo seducía y<br />
a nadie más le parecía que ella pudiera seducir a<br />
cosa alguna sobre la tierra.<br />
Manaba un perfume negro que casi hacía alucinar<br />
tragedia.<br />
Era todo un soñador y de los más sensibles. Tras<br />
haber cerrado su antología surrealista, durmió. Y<br />
despertó sintiéndose octasensorial y hasta creyó posible<br />
ver por el culo.<br />
Alguna vez se fue a un<br />
cerro frente al mar, a la<br />
espera de que alguien le<br />
fuese a buscar. Y no llegó<br />
nadie, solo sigo mismo,<br />
tan conocedor y tan conocido.<br />
Sin Sócrates al uso,<br />
pudo saber que su alter<br />
ego había asistido a todos<br />
los episodios de su vida. Le<br />
miró con ira y gritó: "¡No<br />
más!"<br />
Bajó a la ciudad la mañana<br />
siguiente sintiendo<br />
los insuflos de una purificación. Pero en realidad tenía<br />
aspecto de enfermo.<br />
Sus amigos narran desde entonces historias suyas<br />
carentes de sentido, de sentido común.<br />
En realidad, su vida desde su visita al cerro no fue<br />
la misma. Había inhalado en algún sitio una maldición<br />
tropical, que hacía los pasillos más largos, la<br />
vida más decodificada, la casa inmensa y la cama<br />
insoportable.<br />
La fascinación, el amor íntimo con la luna, y esa<br />
manía de pintor de verlo todo asignando a cada cosa<br />
merecida prioridad, todo aquello que lo confortaba<br />
desde dentro, se había extraviado una noche de distracción<br />
en los hangares <strong>del</strong> insomnio.<br />
Una palabra al sensible atormentaba: alienacion.<br />
Caviló tanto al respecto y decidió nada. Caviló sin<br />
cesar. Caviló hasta el fondo (si hay un fondo en las<br />
cavilaciones). Y cuando ya cansado se miró en el<br />
espejo, no vio al alienado <strong>del</strong> que tanto había querido<br />
huir. Era alguien diferente, no mejor, diferente.<br />
Recordó entonces aquel domingo <strong>del</strong> mes pasado<br />
cuando preguntó la hora a un tipo en un callejón, y<br />
el tipo lo miró como si no estuviera. Recordó muchos<br />
sucesos extraños de su vida; quiso tomar el<br />
autobús pero por más que manoteó, el conductor no<br />
lo vio.<br />
Ante sus ojos la calle devoraba el autobús. Y el<br />
supo que se había hecho invisible, que había muerto<br />
en el cerro una noche de tormenta.<br />
ÁCIDOS CUENTOS DE TORONJIL<br />
Traburno 1<br />
Nadie tan lánguido<br />
tan venenoso<br />
tan buen pintor como usted,<br />
señor sin filtro.<br />
... Y al parecer a nadie más<br />
en cielo<br />
infierno...<br />
o tierra le fue concedida<br />
tan magnífica virtud:<br />
contener en sí<br />
todo el secreto <strong>del</strong> viento<br />
la música<br />
y la belleza.<br />
103
Traburno 2<br />
Quebrado yace el reflejo de mi alma en el espejo<br />
/pérfido de un sueño.<br />
Alguien arroja una colilla y...<br />
<strong>del</strong> pezón erecto a un gemido en espiral.<br />
Narciso muere al arrullo de una gotera y un amor...<br />
concedido a sí mismo.<br />
La concurrencia era toda de estrellas<br />
el teatrino fue todo de nubes.<br />
Venus tiritaba y la luz se hizo eco de belleza<br />
todo<br />
un poema perdido en el paroxismo<br />
de la distancia que no alcanzará jamás<br />
pluma alguna.<br />
Soplurno<br />
El diablo se esconde tras cada cosa,<br />
es el privilegio <strong>del</strong> ojo agudo.<br />
Él habita tras la retina inmensa que<br />
/siempre enfoca un río claro y eléctrico<br />
junto a un rígido David de Marta Traba<br />
con su paladar infinito viajando a los<br />
confines de la nada: siempre<br />
/profiláctica y amarga.<br />
DELIRIUM TREMENS<br />
Aquella fue una noche en que el ocio<br />
las alucinaciones el humo las desinhibiciones<br />
y la coca cantaban la canción<br />
apasionada al unísono noche inmortal<br />
en su memoria pero como todas las<br />
noches finita un trago de madrugada<br />
concedido a sí mismo de manera mecánica<br />
solo un parpadeo y se vio tirado en una calle<br />
cerca de su domicilio a merced de un mundo que<br />
ya despierto empezaba su tediosa marcha sobre los<br />
rieles de la rutina caminó por las calles como manipulado<br />
desde un satélite en la nada pero con un<br />
objetivo claro la cama y ahí estaba la cama amplia<br />
solo para él hubo luego mucha gente en torno a un<br />
cuerpo sin vida con el cráneo reventado por los neumáticos<br />
de un tráiler y gente uniformada tensamente<br />
tranquila abordando con preguntas de rutina<br />
al conductor que grita neurótico que no sabia<br />
que el chico se tiraría bajo sus llantas<br />
PLENILUNIO<br />
...y fue todo aquella noche;<br />
su majestad la Luna<br />
desde su teatrino en el cielo<br />
en noche muy húmeda ofrecía recital.<br />
DILUVIO<br />
Aquella mañana el teléfono llamó<br />
a su puerta.<br />
Ella se fue y sus pies y sus grifos<br />
nunca lloraron.<br />
Mientras tanto caía la lluvia sobre un<br />
/cable de alta tensión.<br />
Del otro lado quien marcó se<br />
/desangraba.<br />
OCASO<br />
Hay cumbias que son como un adiós<br />
que suenan distantes y atraviesan la<br />
/ventana<br />
detrás de la cual un hombre viejo<br />
de abismales reflexiones exhibe sus<br />
/arrugas.<br />
Despertar cada día<br />
cansado de llevar sobre la vida el peso de la muerte<br />
hace que los ojos <strong>del</strong> viejo se pierdan en el muelle<br />
le lleva a sentirse parte de un todo que se resume<br />
en nada.<br />
Concibe estéril juzgar al mundo<br />
sólo juzga sus actos buenos y malos<br />
siendo sabio justificador de faltas<br />
y si no hay excusas para fulanas faltas<br />
no le queda al hombre más que perdonarse<br />
escudándose en el ser "humano".<br />
Y para que el sueño de fin de paseo tenga poesía<br />
al viejo su cavilar le depura los sentidos<br />
entiende a los niños<br />
y la naturaleza irrumpe en la cansada retina<br />
con voluptuosidad sublime.<br />
104
CUENTO<br />
Huevos revueltos para el desayuno<br />
Gerardo Ferro Rojas*<br />
“Todo su cuerpo con espinas<br />
y a mí me siguen las moscas.”<br />
Fito Páez<br />
„Track 1: Bill Evans, “What are you doing the<br />
rest of your life?”<br />
Apago el computador. No puedo seguir escribiendo,<br />
no logro concentrarme. El ruido de allá afuera no<br />
me deja pensar bien. He cerrado las ventanas pero<br />
aún así sigo escuchando las detonaciones. Las bombas<br />
siguen estallando. La ciudad entera se derrumba.<br />
De algún lugar no muy remoto proviene todo el<br />
ruido.<br />
Enciendo el televisor. Sólo he visto las noticias<br />
estas últimas semanas. La señal no es muy buena.<br />
Voy hasta la cocina y abro la nevera. Bebo un<br />
vaso de agua. Compruebo que no hay huevos para<br />
el desayuno. Debo comprar huevos para el desayuno.<br />
Suena el teléfono. Obviamente es Mariana.<br />
Vuelve a sonar. Debo contestarlo pero lo pienso<br />
primero. Es inútil pensarlo. De tres zancadas llego<br />
al teléfono.<br />
—Hola, soy yo.<br />
—Lo imaginé. ¿Cómo estuvo el viaje?<br />
—Acabo de llegar... Todo esto está terrible, me<br />
da miedo. No puedo creer que siguas viviendo en<br />
esta ciudad.<br />
Nacido en Cartagena, 1979. Comunicador Social y Periodista,<br />
<strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>. Finalista, X Concurso Nacional<br />
de Cuento, <strong>Universidad</strong> de Antioquia, 2002. Ganador<br />
en el Concurso Nacional de Cuento Ciudad de Bogotá, categoría<br />
jovenes, 2003. Ha publicado en la Revista de la <strong>Universidad</strong><br />
de Antioquia, El Malpensante y Número. Ha sido parte de<br />
antologías de narrativa jóven, Tinta fresca (Ed. Uninorte, 2001)<br />
y De 1 a 10 (IDCT, Bogotá, 2003). Primer lugar en la 3 a Convocatoria<br />
de Premios Literarios <strong>del</strong> Instituto de Patrimonio<br />
Cultural de Cartagena de Indias, 2003. Su primer libro de<br />
cuentos fue Un día de lluvia, 1996. Cadáveres exquisitos, otro<br />
libro de cuentos, está en prensa. Trabaja en su primera novela.<br />
Realizador de videos argumentales y documentales para<br />
televisión y guinista de una serie infantil animada, es productor<br />
<strong>del</strong> canal de televisión de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>.<br />
—Deberías apurarte, más tarde las cosas son<br />
peores.<br />
—OK, entonces nos vemos en un rato.<br />
—¡Espera, no cuelgues!!!<br />
—¿Qué?<br />
—¿Puedes comprar algunos huevos en el camino?<br />
—¿Huevos?<br />
—Sí, huevos para el desayuno.<br />
—OK.<br />
Me gusta comer huevos revueltos con cebolla y mucha<br />
mantequilla. Los acompaño con pan y un buen<br />
café negro. Listo. El mejor desayuno <strong>del</strong> mundo.<br />
Me asomo al balcón. El horizonte está incendiado.<br />
Hay bocanadas de fuego irradiando a lo lejos.<br />
La ciudad solloza, grita, se desgarra. El sonido<br />
de una ráfaga de metralla me saca de mi contemplación.<br />
Ahora trato de concentrarme en ella.<br />
Mariana está a punto de entrar por la puerta de<br />
este apartamento. Después de cinco años ha regresado.<br />
Y en el peor momento de todos. Yo estoy<br />
hecho añicos y la ciudad también. En tres días<br />
recibiré un premio otorgado por la respetabilísima<br />
Sociedad de Escritores de Autosuperación <strong>del</strong> país.<br />
¿A quién se le ocurre entregar premios en esta<br />
época? Es cosa de locos. En todo caso, a la única<br />
persona que podría invitar era a Mariana. Reviso<br />
en mi mente y no encuentro otro nombre posible<br />
para la lista. Nadie más se merece como ella ver<br />
mi último destello. La última cuchillada. Por eso<br />
me atreví a llamarla. Soy un masoquista.<br />
Vuelvo al estudio. Enciendo el computador. Me<br />
sirvo un trago mientras el aparato se enciende.<br />
Regreso a la sala. Agarro el control remoto. El noticiero<br />
da cifras extraoficiales de los muertos. Aterrador.<br />
Desastroso. Terrorífico. Podría mencionar<br />
miles de adjetivos. Coloco algo de Bill Evans para<br />
ambientar. El contraste <strong>del</strong> piano con el ruido de<br />
las detonaciones es hermoso. Miro la pantalla <strong>del</strong><br />
<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />
pp. 105-111. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537<br />
105
computador. Las manos me<br />
tiemblan. Mis dedos apenas rozan<br />
el teclado.<br />
No puedo escribir nada. Hace<br />
meses que he estado intentando<br />
escribir algo serio. Un último<br />
cuento que me saque <strong>del</strong> hueco,<br />
el más difícil de todos. Un cuento<br />
de amor en medio de un mundo<br />
devastado. Pero ha sido imposible.<br />
En un principio, por lo menos,<br />
los cuentos salían, aunque<br />
nadie les prestara atención. Llegué<br />
a escribir dos libros de cuentos,<br />
una novela y varios poemarios.<br />
Todos inéditos. Nadie los<br />
conoció. Nadie los leyó. Rechazados<br />
en todos lados. Muy pocos<br />
saben esa parte de mi vida. Ahora<br />
ni siquiera logro hilar dos buenos<br />
párrafos. Soy un asco como<br />
escritor serio. Mi fracaso estimuló<br />
mi genialidad para la charlatanería.<br />
Pero ahora ni siquiera esos libracos de<br />
autoestima me interesan. Deben ser las bombas<br />
que están estallando por todos lados. O talvez sea<br />
porque Mariana está cada vez más cerca. En todo<br />
caso, lo mejor es pensar que se me acabó la mecha.<br />
Ya, eso fue todo. Al final <strong>del</strong> camino, un premio<br />
absurdo en medio <strong>del</strong> absurdo. Nada para dejar<br />
al mundo. Nada valioso para recordar. Nada suficientemente<br />
grande como para evitar la corrosión.<br />
Moriré impunemente en este apartamento<br />
sin que nadie recuerde mi nombre. Amén.<br />
Tocan el timbre. Es Mariana, no puede ser nadie<br />
más. Miro por el ojo de la puerta y compruebo<br />
que es ella. La observo un instante, me tomo mi<br />
tiempo. Después de cinco años Mariana parece<br />
más hermosa. Abro la puerta. Nos miramos sin<br />
saber qué decirnos. No hay sonrisas. No hay besos.<br />
No hay abrazos efusivos. Somos dos partículas<br />
de polvo en medio de una explosión. El sonido de<br />
una bomba nos saca de nuestro estado. La invito a<br />
seguir. Agarro su maleta pero Mariana no me lo<br />
permite. Me dice que ella puede sola.<br />
—¿Dónde dejo los huevos? —me pregunta mostrándome<br />
la bolsa con la compra.<br />
—En la nevera, sigue estando en el mismo lado.<br />
Mariana deja la maleta en la sala y va hasta la<br />
cocina. Le pregunto si quiere beber algo. Mariana<br />
desea un whisky. Preparo los tragos. Mariana sale<br />
de la cocina y se sienta en el sofá. Le entrego su<br />
whisky y me siento frente a ella. Bebemos.<br />
—El apartamento está prácticamente igual —me<br />
dice tomándose el primer sorbo.<br />
—Sí, un poco más desordenado.<br />
Mariana ni siquiera le presta<br />
atención a mi comentario.<br />
Nuestros rostros están algo tensos.<br />
Siento el aire viciado que<br />
nos envuelve, nos atrapa, nos asfixia.<br />
Permanecemos callados.<br />
No sabemos de qué hablar.<br />
—¿Tuviste problemas para llegar?<br />
—le pregunto.<br />
—La ciudad está horrible, no<br />
sé cómo puedes seguir viviendo<br />
aquí —me repite Mariana—. Pero<br />
no, no tuve problemas. El taxista<br />
conocía rutas alternas. Nos demoramos<br />
porque paramos a comprar<br />
tus estúpidos huevos. Me<br />
contó que la gente está yéndose<br />
a vivir a las azoteas y tejados.<br />
—Sí, un éxodo masivo a las<br />
azoteas de la ciudad. Imagino<br />
que se sienten más seguros allí.<br />
—No puedo creer que a alguien se le haya ocurrido<br />
darte un premio en estos momentos.<br />
Mariana escucha el sonido de las bombas sin<br />
estremecerse. No me quita la mirada de encima.<br />
Sus ojos me asustan. Se lleva el vaso a la boca y<br />
se toma el último trago de su whisky. Mariana dice<br />
estar cansada por el viaje. Quiere irse a dormir.<br />
Su cuarto está al fondo <strong>del</strong> pasillo, al lado <strong>del</strong> mío.<br />
Ella misma lleva sus maletas. Yo ni siquiera me<br />
muevo de mi puesto. La observo atravesar la sala<br />
y detenerse a la entrada <strong>del</strong> estudio. Observa el<br />
computador y los papeles regados en el escritorio.<br />
—¿Estás escribiendo algo? —me pregunta sin<br />
dejar de mirar el computador.<br />
No sé qué responderle. No sabría cómo<br />
engañarla. Me aventuro:<br />
—No, sólo estoy revisando material viejo.<br />
Mariana sigue su camino, cruza el pasillo y se<br />
encierra en su habitación.<br />
Espero que la pasemos bien estos días.<br />
Foto de Rafael Guerra<br />
„Track 2: Miles Davis, “Don’t blame me”<br />
Yo mismo preparo el desayuno. Huevos revueltos<br />
con cebollas, pan y café negro. El mejor desayuno<br />
<strong>del</strong> mundo. Mariana dice que prefiere desayunar<br />
cereal. Sospecho que ha sido un error haberla invitado.<br />
Me pregunta qué estoy escribiendo ahora. Es<br />
una pregunta inocente para envenenar el desayuno.<br />
Mariana dice que siente mucha intriga por saberlo.<br />
Le digo que estoy trabajando en un cuento.<br />
Anoche por fin logré sacar algo interesante. Maria-<br />
106
na ha dejado de comer su cereal y ha levantado la<br />
cabeza para mirarme. Me sonríe. Conozco su sonrisa.<br />
Mariana quiere que le cuente el argumento.<br />
Imposible. Le digo que no pienso decirle nada hasta<br />
que esté listo. Mariana parece no estar de acuerdo<br />
pero no insiste. Sonríe y sigue desayunando su<br />
cereal. Por primera vez en mucho tiempo he logrado<br />
atrapar una buena historia: En mi cuento<br />
una mujer hermosa y desconocida llega por casualidad<br />
al apartamento de un psicópata. Imagino que<br />
la presencia de Mariana tiene algo que ver con<br />
este último intento por escribir algo importante.<br />
Por lo menos servirá de algo su presencia.<br />
Permanecemos un rato en el balcón. El humo<br />
en el horizonte se confunde con el cielo gris. Hay<br />
viento de lluvia.<br />
—Supongo que es imposible salir a caminar —<br />
dice Mariana.<br />
—Es posible, pero lo mejor es que permanezcamos<br />
aquí dentro.<br />
Empieza a llover. Volvemos a la sala. Mariana<br />
coloca algo de Lester Young. Buena elección. Me<br />
siento en el sofá y sintonizo el noticiero. Más cifras<br />
de muertos. Más escombros. Más éxodo hacia<br />
las azoteas. Mariana se aburre. Camina por el apartamento<br />
revisando los cuadros. Mariana ya conoce<br />
todos y cada uno de los cuadros, ella misma los<br />
compró y los ubicó en el apartamento. Vivimos juntos<br />
tres años y nueve meses. Suficiente tiempo.<br />
Conocí a Mariana en una de mis conferencias a<br />
raíz <strong>del</strong> último libro que había publicado. Se titulaba<br />
Ovejas y coyotes, un manual para encontrar el verdadero<br />
yo. En esa época, Mariana era una aspirante<br />
a actriz con problemas de autoestima. Yo era<br />
una especie de gurú para las almas perturbadas<br />
como ella. Fue muy fácil llevármela a la cama.<br />
Imagino que fue igual de fácil para ella salirse de<br />
allí tres años y nueve meses después. Dijo que se<br />
iría a probar suerte como actriz. La he visto aparecer<br />
en un par de comerciales. Sobre todo me gusta<br />
ese donde es la mo<strong>del</strong>o de una marca de toallas<br />
higiénicas.<br />
—Pensé que echarías todo esto a la basura —me<br />
dice Mariana refiriéndose a los cuadros.<br />
—Estuve a punto de hacerlo —le contesto sin<br />
dejar de ver el televisor—. Pero me di cuenta que<br />
me gustaban y no me hacían daño.<br />
Mariana no dice nada, entra al estudio y revisa<br />
la biblioteca. Ojea algunos libros y los vuelve a dejar<br />
en su sitio.<br />
—Anoche estuviste escribiendo, ¿no vas a decirme<br />
qué era?<br />
—¿Me escuchaste? —le pregunto algo intrigado.<br />
—No, pero supuse que te quedaste escribiendo.<br />
Mariana pasa su mano por el escritorio y el computador.<br />
La observo detenidamente. Conozco sus<br />
movimientos. Revisa algunos papeles. Anotaciones<br />
sin importancia.<br />
—¿Entonces, no vas decirme?<br />
—Te lo mostraré cuando esté terminado.<br />
—Pero anoche estabas escribiendo, ¿verdad?,<br />
quisiera leerlo.<br />
Me molesta esta actitud de Mariana.<br />
—No pienso mostrarte nada —le digo de la manera<br />
más tajante que encuentro.<br />
—OK, disculpa, el señor autosuperación no puede<br />
mostrarle a nadie lo que escribe.<br />
Odio que me llame así. Mariana sale <strong>del</strong> estudio<br />
y se encierra en su cuarto.<br />
He vuelto a escribir en la tarde. Las palabras fluyen<br />
con soltura como en mis inicios. Es increíble.<br />
El cuento ha tomado giros inesperados. La mujer<br />
desconocida y el psicópata empiezan a sentirse<br />
atraídos. Me gusta. Eso me gusta. Mariana no ha<br />
salido de su habitación. En dos oportunidades pegué<br />
mi oreja a su puerta. Dormía. Mariana no ha<br />
hecho otra cosa diferente a dormir y pasearse por<br />
el apartamento como un fantasma. Tampoco hay<br />
mucho que hacer.<br />
Mariana sale de su cuarto y va directo a la sala.<br />
Agarra el teléfono y marca un número. La llamada<br />
no le entra. Vuelve a intentarlo. Imposible. Se desespera<br />
y estrella el auricular contra el aparato.<br />
Agarra el control remoto y enciende el televisor.<br />
El noticiero sigue dando cifras.<br />
—¿No sirve el teléfono? —le pregunto desde el<br />
estudio.<br />
—Algo debe estar pasando con las líneas. Mi<br />
celular tampoco tiene señal.<br />
—¿Con quién necesitas hablar?<br />
Mariana hace zapping sin detenerse.<br />
—Con mi representante —me dice—. Después<br />
de tu maldito premio tengo una audición para un<br />
papel importante en una telenovela.<br />
Levanto la mirada <strong>del</strong> computador y me concentro<br />
en los movimientos de Mariana que no logra<br />
acomodarse en el sofá.<br />
—Este apartamento me desespera, me asfixia.<br />
¿A qué hora empiezan las bombas?<br />
—No sé, como diablos voy a saberlo.<br />
—Necesito distraerme con algo.<br />
Mariana se levanta, va hasta el equipo y coloca<br />
un buen tema de Miles Davis a todo volumen. Sabe<br />
muy bien que no puedo escribir con la música a<br />
todo volumen. Apago el computador. Mariana se<br />
sirve un buen trago de whisky y sale al balcón.<br />
Dentro de poco anochecerá. Yo también me sirvo<br />
107
la misma medida de whisky y me siento frente al<br />
televisor. Los noticieros dicen las mismas porquerías<br />
a toda hora.<br />
Las bombas empiezan con la noche. Mariana está<br />
borracha. Cada vez que estalla una bomba se ríe a<br />
carcajadas. Yo sigo con la mirada puesta en la pantalla<br />
<strong>del</strong> televisor. Miles Davis sigue soplando su<br />
trompeta como un negro desquiciado. Imagino situaciones<br />
absurdas para mi cuento. También estoy<br />
borracho. Muy borracho. Me siento como hace<br />
mucho no me sentía. Voy al balcón. Me quedo al<br />
lado de Mariana. La observo. Ella no para de reírse<br />
con cada bomba que estalla. Un aire perverso nos<br />
intoxica. Hay fuego por toda la maldita ciudad. Me<br />
atrevo a agarrarle el culo. A ella no le importa. Nos<br />
besamos. Mariana me mira a la cara y se echa a<br />
reír. Yo le agarro las tetas y las meto en mi boca.<br />
Nos tiramos en el piso <strong>del</strong> balcón y lo hacemos.<br />
Mariana tiene un orgasmo. Lo hacemos como locos<br />
en el sofá, el comedor, la cocina, el baño, el<br />
escritorio, el pasillo, al lado <strong>del</strong> televisor, y en cualquier<br />
otro lado que se nos ocurra. Las detonaciones<br />
no paran. Las carcajadas de Mariana son cada<br />
vez más fuertes. La trompeta de Miles Davis nos<br />
derrite. Mariana se levanta <strong>del</strong> piso, agarra su ropa<br />
y sale corriendo a su habitación. Está loca. Voy<br />
detrás de ella. Cierra la puerta y le pone seguro.<br />
Le grito que es la mujer más desquiciada que he<br />
conocido en mi desgraciada vida. Mariana me contesta.<br />
Me grita que no debí haberla invitado a mi<br />
insignificante premiación. Tiene razón. Ha debido<br />
quedarse en su castillo de espejismos haciendo<br />
comerciales de toallas higiénicas. Mariana dice<br />
que he debido suicidarme hace mucho. Dice que<br />
soy un maniático. Le doy una patada a su puerta y<br />
salgo directo al estudio. Trabajo en mi cuento el<br />
resto de la noche.<br />
„Track 3: Charlie Parker, “After you’ve gone”<br />
Huevos revueltos con cebolla, pan y café negro. El<br />
mejor desayuno <strong>del</strong> mundo. Mariana ni siquiera<br />
asoma su cara por la cocina. No ha salido de su<br />
habitación. Yo dormí sobre mi escritorio. Escribí<br />
en la madrugada hasta que el sueño me venció. El<br />
cuento avanza rápidamente. Parece haber algo<br />
indescifrable entre la mujer desconocida y el psicópata,<br />
como si cada uno conociera los secretos<br />
<strong>del</strong> otro y no se atrevieran a decirlos.<br />
La mañana amanece nublada. No sé realmente<br />
qué pasó anoche pero la presencia de Mariana<br />
en la habitación es una tentación constante. Me<br />
acerco a su puerta. Continúa durmiendo. El noticiero<br />
da un resumen sobre las últimas noticias de<br />
la semana. Sé que es demasiado temprano para<br />
beber pero no me importa. Me sirvo un baso de<br />
whisky. Coloco un CD con las mejores cantantes<br />
de jazz. Me siento en el sofá a escuchar la voz<br />
cabaretera de Billie Holiday. Mariana sale de la<br />
habitación. Está espelucada y desaliñada. Se ve<br />
horrible. Agarra el teléfono<br />
y vuelve a marcar<br />
un número. Las líneas<br />
siguen muertas. Le pregunto<br />
si quiere huevos<br />
revueltos para el desayuno.<br />
Mariana no me<br />
responde, va a la nevera<br />
y se sirve una taza de<br />
cereal. Regresa a su habitación<br />
y se encierra.<br />
Será mejor así.<br />
El premio que me darán<br />
mañana sólo reafirmará<br />
mi condición de es-<br />
MABG<br />
critor frustrado. Mariana tiene razón. Pienso en<br />
eso cuando la veo salir de su cuarto y sentarse en<br />
el sofá a ver televisión. Tiene el mismo aspecto<br />
desastroso de esa primera vez, cuando la vi sentada<br />
entre las últimas filas <strong>del</strong> auditorio escuchando<br />
mi conferencia. Por más que queramos no somos<br />
más que estúpidas ovejitas devoradas por siniestros<br />
e indomables coyotes. ¿Quienes son las<br />
ovejas y quienes los coyotes? Siempre hay intercambio<br />
de roles. Recuerdo que esperé hasta el final<br />
y luego la abordé en la cafetería <strong>del</strong> hotel. Algo<br />
en ella me atrajo. Quizá fueron sus ojeras y su<br />
bajo perfil. Le pregunté si le había gustado la charla.<br />
Mariana me miró con cara de ovejita desquiciada<br />
y yo afilé mis dientes de coyote. Supongo que<br />
Mariana entendió a la perfección el mensaje de<br />
aquella conferencia ridícula. Toda ovejita tiene<br />
complejo de coyote.<br />
Mariana se levanta y pone algo de Nina Simone.<br />
Al menos aún conserva el buen gusto. Me siento<br />
orgulloso de eso. Fui yo quien le enseñó a escuchar<br />
jazz. Antes sólo tenía oídos para las baladas<br />
románticas en inglés y las retahílas de Silvio<br />
Rodríguez que le enseñaron sus amigos de Arte<br />
Dramático. Apago el computador y salgo a la sala.<br />
Nos miramos con odio sin decirnos nada. Me siento<br />
a una distancia prudente. Mariana quiere saber<br />
exactamente por qué razón la invité. No lo sé.<br />
Mariana se agarra la cabeza con desespero. Dice<br />
que estar en este apartamento siempre la ha asfixiado.<br />
Yo le recuerdo que ha estado asfixiada desde<br />
antes de conocerme. Mariana se levanta y se<br />
108
prepara un buen trago. Yo hago lo mismo. Revisa<br />
su reloj y mira por el balcón. Aún faltan algunas<br />
horas para que empiecen las explosiones. Le pregunto<br />
el nombre de la telenovela en que actuará.<br />
Mariana no responde, se sienta en el sofá y encoge<br />
su cuerpo. Dice que su agente le conseguirá<br />
trabajo en la mejor<br />
telenovela de todas. Me<br />
la quedo mirando.<br />
—No lo dudo, estoy<br />
seguro que será la mejor<br />
telenovela de todas.<br />
Mariana me observa.<br />
Sus ojos están llenos<br />
de lágrimas. Yo conozco<br />
sus lágrimas. Me<br />
río en su cara. Mariana<br />
me tira su vaso de<br />
whisky. Me golpea en el<br />
ojo. La herida me saca<br />
Mujer de Miguel Á. Berdugo Galezo, 2004<br />
sangre. Mariana se me<br />
tira encima como una<br />
bestia y me coge a patadas. Le agarro una pierna y<br />
logro tirarla al piso. Mariana grita como una desesperada.<br />
—¡ERES UN EGOÍSTA!!!!<br />
Le tapo la boca. Le arranco la blusa y le agarro<br />
las tetas. Mariana me muerde uno de mis dedos.<br />
Me muerde con mucha fuerza. Su boca se llena<br />
con mi sangre. La agarro <strong>del</strong> cabello y la golpeo<br />
contra el piso. Mariana logra zafarse. Se me monta<br />
encima y me inmoviliza los brazos con sus muslos.<br />
Me da un beso profundo y me arranca una parte<br />
<strong>del</strong> labio. En poco tiempo quedamos desnudos y<br />
llenos de sangre. Lo hacemos con rabia, con odio,<br />
con todo el desenfreno posible.<br />
Pasamos el resto de la tarde desnudos, bebiendo<br />
y escuchando un CD en vivo de Charlie Parker.<br />
Mariana insiste en que le muestre mi cuento. Yo<br />
no pienso mostrarle nada. Le pido a Mariana que<br />
me recite uno de los parlamentos de su próxima<br />
telenovela. Quiero escucharla en su estado más<br />
natural y salvaje. Mariana no me presta atención.<br />
Se pasea por los pasillos <strong>del</strong> apartamento manchando<br />
las paredes con la sangre que brota de su<br />
cabeza por el golpe que le di. Luego corre y vomita<br />
en la cocina. Yo busco un canal que me distraiga<br />
mientras llegan las bombas. Nada. Tengo los huevos<br />
revueltos como mis desayunos. Mi dedo está<br />
hinchado por el mordisco de Mariana. Me he amarrado<br />
un trapo para detener la hemorragia. Mariana<br />
regresa de la cocina con más licor. Ahora está<br />
destrozando uno a uno los cuadros de las paredes.<br />
Dice que tiene todo el derecho de hacerlo.<br />
—Tiene toda la razón, nena, puedes destrozar<br />
esos malditos cuadros si se te da la gana.<br />
Me río. Detengo mi zapping en el noticiero. Más<br />
cifras. Más escombros. Más personas huyendo a<br />
las azoteas. Más mierda por todos lados. Mariana<br />
ha pasado a destrozar los adornos de la sala, el estudio<br />
y el comedor. En ese preciso instante suena<br />
un primer estallido. Mariana salta de felicidad. Sale<br />
corriendo al balcón y yo voy detrás de ella. La ciudad<br />
se ve hermosa en medio <strong>del</strong> fuego y las bombas.<br />
Gente volando en pedazos. Edificios destruidos<br />
por todos lados. Sangre en las paredes. Huevos<br />
revueltos. Mariana está desnuda y es hermosa.<br />
Yo también estoy desnudo pero soy feo y gordo y<br />
patético y soy nada. Somos dos pájaros en medio<br />
de las explosiones. Empiezo a tener una erección<br />
fuerte, alucinante, maravillosa. Imagino a Mariana<br />
surgiendo de los escombros bañada de fuego y<br />
luz. Me excito al verla con ese fondo de la ciudad<br />
en llamas. Reímos a carcajadas con cada estallido.<br />
Mariana se agarra a mi cuello y me aprieta.<br />
Está ahorcándome. La muy sucia está ahorcándome.<br />
Le doy un golpe en la barriga. Mariana cae de<br />
rodillas. Nota mi erección y me agarra la verga. La<br />
baña de whisky y la mete en su boca. Me arde.<br />
Mariana pasa sus dientes como si fueran rastrillos.<br />
Le doy una cachetada y deja de chuparme.<br />
Nos tiramos en el balcón y volvemos a hacerlo.<br />
Mariana tiene un orgasmo con cada bomba que<br />
explota. Nuestros cuerpos se mezclan como dos fluidos<br />
venenosos, sanguinolentos, ácidos. Terminamos<br />
rendidos en el piso, sedientos, boquiabiertos,<br />
como dos pájaros degollados. Mariana se arrastra<br />
por el piso y logra llegar al sofá. Yo vomito boca<br />
arriba y por poco me ahogo en mi propio vómito. La<br />
ciudad sigue derrumbándose. Charlie nos escupe<br />
dardos desde su maldito saxofón. Mañana recibiré<br />
ese puto premio de una buena vez.<br />
„Track 4: Ornette Coleman, “The duel”<br />
Huevos revueltos. Café negro. Mucho café negro.<br />
Mi cabeza estalla como las bombas de anoche.<br />
Mariana ha debido entrar a su cuarto en la madrugada<br />
porque no la veo en el sofá. Pego mi oreja<br />
a la puerta. Ronca con gusto y tranquilidad. Coloco<br />
Ornette Coleman a todo volumen para que se levante.<br />
Mariana sale más desaliñada que ayer. Creo<br />
que no nos hemos bañado en todos estos días. Me<br />
dice que soy un psicópata por haberla levantado de<br />
esa forma. Sí, talvez sea como el psicópata de mi<br />
cuento. Talvez ella sea la mujer desconocida que<br />
entra al apartamento. ¿Cómo terminará todo? Seguiré<br />
escribiendo el resto de la mañana.<br />
Ha sido difícil escribir con el dedo como lo ten-<br />
109
go. Sin embargo me acerco cada vez más al final.<br />
Espero tener listo el cuento esta noche antes de<br />
salir a la ceremonia de premiación. Mariana ha<br />
pasado bebiendo sin levantarse <strong>del</strong> sofá. Desde ahí<br />
me grita las cifras de los muertos que dictan los<br />
noticieros. El éxodo masivo a las azoteas continúa.<br />
Yo no he salido <strong>del</strong> estudio, aunque a veces sólo<br />
mire la pantalla <strong>del</strong> computador sin atreverme a<br />
presionar una sola tecla. No puedo. Pero sigo luchando<br />
y empujando el cuento hacia a<strong>del</strong>ante.<br />
También tengo mi provisión personal de whisky a<br />
la mano. Necesito estar bajo un estado alterado de<br />
conciencia si quiero recibir el premio que tan<br />
honrosamente me otorga la Sociedad de Escritores<br />
de Autosuperación <strong>del</strong> país. Me doy asco.<br />
Mariana entra al estudio. Ronda la biblioteca.<br />
Sé que algo se trae entre manos. Puedo olerlo. Intenta<br />
revisar lo que escribo pero soy más rápido y<br />
apago el monitor <strong>del</strong> computador.<br />
—Tengo que leer lo que estás escribiendo, maldito<br />
psicópata enfermo.<br />
—No hasta que me recites desnuda una de tus<br />
líneas, puta actriz de pacotilla.<br />
Mariana me muestra sus dientes. Yo le muestro<br />
los míos. ¿Qué significa todo esto? ¿Dónde diablos<br />
estamos metidos? ¿Qué hormigas nos han picado<br />
el cerebro? Mariana busca entre los libros de<br />
la biblioteca y saca uno <strong>del</strong> estante. Se trata de<br />
uno de los primeros libros de autosuperación que<br />
escribí. Lo único que me gusta de ese libro es su<br />
título: Dile a mamá que ya no me orino en la cama.<br />
Mariana empieza a deshojarlo sin ningún cuidado.<br />
Luego agarra las hojas y sale <strong>del</strong> estudio.<br />
—Voy al baño a echar una cagada —me dice sin<br />
ni siquiera mirarme.<br />
La espero en el sofá hasta que sale <strong>del</strong> baño. La<br />
observo entrar al estudio y sacar uno a uno todos<br />
mis libros. Los lleva a la cocina y los tira en el<br />
piso. Voy detrás de ella, no quiero perderme un<br />
solo momento <strong>del</strong> espectáculo. Mariana se desnuda.<br />
Se sienta en el piso y empieza a arrancar cada<br />
hoja para hacer una hoguera con ellas. Maravilloso.<br />
La dejo allí. Bajo el volumen al CD de Ornette<br />
Coleman y me siento a escribir.<br />
He terminado el cuento justo a tiempo. Calculo que<br />
en media hora anochecerá. Mariana ha seguido con<br />
sus hogueras. Las ha ido haciendo por todo el apartamento.<br />
Ha reventado los bombillos con un palo de<br />
escoba para permanecer a oscuras. A mí me gusta<br />
escribir a oscuras. Me siento en mi estado natural<br />
en medio de la oscuridad y rodeado por hogueras<br />
hechas con mis estúpidos libros. He terminado el<br />
cuento. Apago el computador y voy a mi cuarto a cambiarme.<br />
Mariana también se ha encerrado en el<br />
suyo. En un par de horas tenemos que estar en el<br />
centro de convenciones donde se llevará a cabo la<br />
premiación de la Sociedad de Escritores de<br />
Autosuperación, que este año me honra entregándome<br />
un premio por toda una vida dedicada al fracaso<br />
y las mentiras. Me coloco el único esmoquin que<br />
tengo. Salgo a la sala y enciendo el televisor. Ornette<br />
Coleman aún sigue sonando, es perfecto para este<br />
caos. Mariana sale al rato y sube el volumen de la<br />
música al máximo. Trae un vestido rojo muy ajustado<br />
y elegante. Tiene la cara tiznada con el humo de<br />
sus hogueras y el cabello desordenado. Me da risa de<br />
sólo verla. Se sienta a mi lado. No nos decimos nada.<br />
Dejamos que el humo de las hogueras termine de<br />
infectarnos. Miramos por el balcón esperando a que<br />
la diversión empiece. La primera bomba estalla.<br />
Mariana se me tira encima y me abre la bragueta.<br />
Yo le subo la falda hasta la cintura. Lo hacemos en<br />
el sofá, frente al televisor y con todas esas explosiones<br />
al fondo. Es maravilloso. La ciudad entera se viene<br />
abajo y a nosotros no nos importa. Mariana me<br />
quita la chaqueta y me abre la camisa. Me muerde<br />
los hombros, los brazos y el pecho. Mi cuerpo chorrea<br />
sangre. Estoy a punto de venirme. Estoy a punto<br />
de tener mi mejor orgasmo en mucho tiempo.<br />
Entonces Mariana se detiene. Se levanta <strong>del</strong> sofá y<br />
se alisa la falda. No entiendo. En realidad no entiendo<br />
nada de lo que ha ocurrido estos últimos tres días.<br />
Me siento en el sofá. Nos miramos. Mariana bebe<br />
un largo sorbo directamente de la botella, la agarra<br />
con fuerza y me la parte en la cabeza. Caigo en el<br />
piso totalmente inconsciente.<br />
Me levanto cinco o diez minutos después. Toda<br />
mi cara está bañada en sangre. Busco a Mariana<br />
por la sala. No la encuentro. Entonces me doy cuenta<br />
de lo que ha pasado. La muy puta se ha encerrado<br />
en mi estudio con llave. Desde este lado logro ver la<br />
luz <strong>del</strong> computador encendido. No puedo caminar<br />
bien. Agarro uno de los muebles de la sala y lo estrello<br />
contra la puerta de vidrio <strong>del</strong> estudio. Los cristales<br />
estallan en mil pedazos. Mariana se me tira<br />
encima con el palo de escoba. La tiro a un lado y<br />
corro hasta el computador. Es demasiado tarde, ha<br />
logrado leer lo que he escrito.<br />
—¡HAS LEÍDO LO QUE ESTABA ESCRIBIENDO, MALDITA BRUJA!!!<br />
—¡Eres un enfermo... un psicópata... un egoísta<br />
y un mentiroso! Sabes muy bien que no has escrito<br />
¡NADA! Te has pasado todos estos días viendo la<br />
pantalla blanca <strong>del</strong> computador. De tu cerebro sólo<br />
salen cucarachas, imbécil.<br />
Está bien. Mariana tiene toda la razón. De mi<br />
cerebro sólo salen cucarachas y libritos insulsos de<br />
autosuperación. Nada más. Me le acerco con sigilo.<br />
110
Poco a poco. Con cuidado. Mariana alista el palo de<br />
la escoba para pegarme. Podríamos matarnos y nadie<br />
lo sabría. Dos muertos más para aumentar la<br />
cifra. Nada importante. Las bombas estallan una tras<br />
otra sin tregua. Los violines de Ornette Coleman nos<br />
rayan el cerebro. Presiento que esta noche todo se<br />
terminará de venir abajo. Todo se acabará. Estoy a<br />
punto de lanzarme contra Mariana cuando escuchamos<br />
una noticia que nos paraliza. El presentador <strong>del</strong><br />
noticiero dice que el centro de convenciones donde<br />
iba a llevarse a cabo esta noche la entrega <strong>del</strong> premio<br />
de la Sociedad de Escritores de Autosuperación<br />
<strong>del</strong> país acaba de ser destruido por una bomba. Hasta<br />
el momento no se registran muertos. El golpe seco<br />
<strong>del</strong> palo de escoba en mi cabeza me saca<br />
<strong>del</strong> estupor. Me tambaleo. Mariana se ríe.<br />
Me grita algo pero no le entiendo. Antes<br />
de caer al piso saco fuerzas de donde no<br />
las hay. Cierro mi puño y lo estrello contra<br />
la cara de Mariana que sale volando al<br />
otro lado de la sala y se estrella contra la<br />
pared. Yo caigo de rodillas y luego me desplomo<br />
en el centro <strong>del</strong> apartamento.<br />
MABG<br />
„Track 5: John Coltrane, “Spiritual”<br />
Soy el personaje absurdo de un cuento de<br />
autosuperación titulado Huevos revueltos<br />
para el desayuno. Así me siento. Me despierto al<br />
amanecer. No veo a Mariana contra la pared donde<br />
quedó anoche. Debe estar durmiendo en su habitación.<br />
El televisor está dañado. Todos los canales<br />
están dañados. Las bombas han debido alcanzar las<br />
antenas retransmisoras. La cabeza aún me duele<br />
por el golpe. La sangre de mi rostro está seca y cuarteada.<br />
Me levanto como puedo. Me agarro de las<br />
paredes <strong>del</strong> pasillo para no caerme. Entro al baño<br />
para orinar. Me lavo la cara. Voy hasta la cocina.<br />
Necesito el mejor desayuno <strong>del</strong> mundo. Abro la nevera<br />
pero no encuentro ni un solo huevo. Imposible.<br />
Mariana compró suficientes para estos días. Voy<br />
hasta la habitación de Mariana pero no está allí.<br />
Voy a mi habitación y tampoco está. La busco por<br />
todo el apartamento pero no la encuentro. ¿Dónde<br />
diablos está metida? Vuelvo a la sala. Necesito pensar.<br />
Busco un CD de jazz pero tampoco los encuentro.<br />
Todos mis CD de jazz han desaparecido. La muy<br />
bruja se robó mis huevos y mis CD de jazz. Me siento<br />
en el sofá. Estoy solo. Sólo entonces caigo en cuenta<br />
de los pasos. Al principio no los distingo bien.<br />
Pero escucho con detenimiento y logro descifrarlos.<br />
Son los pasos de personas en el pasillo <strong>del</strong> edificio.<br />
Cientos de personas corriendo por los pasillos.<br />
Permanezco estático, inmóvil, petrificado como<br />
una estatua corroída. Sigo escuchando los pasos<br />
confundidos con el sonido <strong>del</strong> televisor dañado. Entonces<br />
entiendo lo que ocurre. Entiendo perfectamente.<br />
Me levanto y abro la puerta <strong>del</strong> apartamento.<br />
Toda la gente <strong>del</strong> edificio está subiendo por las<br />
escaleras. Llevan ropa, mubles, televisores, grabadoras,<br />
estufas eléctricas y todo tipo de cosas. Nadie<br />
parece darse cuenta de mi presencia. Es mejor así.<br />
Cierro la puerta de mi apartamento sin mirar atrás.<br />
No tengo nada. No me importa nada. Cualquier lugar<br />
será mejor. Me uno al éxodo de gente y subo<br />
con ellos las escaleras.<br />
Llego a la azotea. Muchos ya están<br />
instalados. Otros luchan por un<br />
poco de espacio. Está amaneciendo.<br />
El sol empieza a salir en el horizonte.<br />
Camino hasta el borde de la azotea.<br />
La ciudad entera yace destruida.<br />
El humo se levanta entre las ruinas.<br />
Allá abajo la gente huye despavorida<br />
buscando refugio. Una niña me<br />
toca la pierna. Nunca antes la había<br />
visto en el edificio. La niña me señala<br />
con su dedo el otro lado de la azotea.<br />
Más allá, en un pequeño rincón,<br />
distingo a Mariana. Me hace señas con la mano.<br />
Tiene gafas de sol y su cara está más hinchada<br />
que la mía. La niña se queda al borde de la azotea.<br />
Yo camino hasta el rincón donde me espera Mariana.<br />
Ha colocado dos sillas que miran al horizonte.<br />
Tiene una grabadora con los CD al lado. Saca<br />
uno de John Coltrane y lo coloca. Tenemos la mejor<br />
banda sonora. Me siento en la silla. Al lado nuestro,<br />
un hombre prepara unos huevos revueltos en<br />
una estufa eléctrica.<br />
—¿Quieres huevos revueltos?—me pregunta<br />
Mariana.<br />
No le digo nada. Ella sabe la respuesta. Mariana<br />
se sienta en la otra silla y contempla el horizonte<br />
a mi lado. Estoy a punto de preguntarle qué<br />
pasará con la supuesta telenovela donde actuará.<br />
Pero decido no hacerlo. La pregunta sobra. Yo también<br />
sé la respuesta. Nos quedamos en silencio.<br />
Mariana y yo nos conocemos demasiado el uno al<br />
otro como para preguntar estupideces. Sabemos<br />
que no somos nada, que no somos nadie. Somos<br />
dos bombas que estallan en el horizonte. Escombros.<br />
Ruinas. El aire nos acaricia, nos libera.<br />
La de hoy será una hermosa mañana.<br />
111
Noticias sobre uno que va por ahí<br />
luciendo su impecable vestido blanco<br />
Henry Stein*<br />
I<br />
Vitam impendere vero.<br />
Juvenal<br />
Hasta el sol de hoy, a punto de ingresar al poco atractivo<br />
y nada envidiable club de los cuarentones —<br />
club de hipertensos y desilusionados—, a Fulano<br />
de Tal no le ha ocurrido nada importante ni se ha<br />
atrevido a nada digno de ser recordado.<br />
Aunque ha tenido suficientes motivos de peso y<br />
en no pocas ocasiones se ha visto tentado a ello,<br />
jamás le ha roto un diente, la nariz, un brazo o una<br />
pierna a nadie, ni ha sido protagonista de un escándalo,<br />
ni siquiera de un lío de faldas o de un incidente<br />
callejero. Nunca ha recibido un insulto por<br />
haberle pellizcado el trasero a una esbelta mulata<br />
o por haber agarrado un turgente seno de mujer<br />
bonita. Nunca jamás ha gritado en público una palabrota<br />
a todo pulmón, ni le ha jugado una broma<br />
pesada a un amigo, ni mucho menos ha hecho trampa<br />
a un semejante. Jamás de los jamases, ni aun<br />
en las circunstancias más difíciles o en sus<br />
infrecuentes momentos de rabia, ha perdido el control<br />
y la compostura. En otras palabras, y para no<br />
extendernos en detalles engorrosos, digamos de una<br />
vez por todas que Fulano de Tal pertenece a la honorable<br />
estirpe de aquellos que por ningún motivo,<br />
y aunque lo deseen intensamente, se atreven a<br />
romper un plato. Gris y minoritaria estirpe en vías<br />
de extinción, según palabras <strong>del</strong> más iconoclasta<br />
de mis amigos.<br />
*Henry Orejuela Rodríguez, Cali, 1957. Ha publicado Viaje al domingo<br />
(cuentos, 1986), Sesgos (textos de humor, 1993) y Dentro de poco sonará<br />
el despertador (relatos, 2000). En los 80s y 90s formó parte <strong>del</strong> colectivo<br />
literario El comején, y fundó y dirigió la revista Muestra y el plegable esto.<br />
Residente desde hace más de 30 años en Barranquilla, es editor externo<br />
de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong>.<br />
Con febril entusiasmo ha dedicado su vida a hacer<br />
cosas, muchas cosas demasiadas cosas. Ignorante<br />
quizás de la inutilidad de todo lo que se planea<br />
y ejecuta en la tierra, o tal vez porque le importa<br />
poco lo que se dice en el Eclesiastés al respecto<br />
—“¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo<br />
con que se afana debajo <strong>del</strong> sol?”—, o porque ha<br />
adoptado como divisa el pragmático eslogan “time<br />
is money”, sea por lo que fuere, lo cierto es que ha<br />
trabajado con fervor de fanático y sin concederse<br />
un minuto de reposo. De manera pues que en cada<br />
jornada ha puesto el excesivo y vano entusiasmo<br />
de quien olvida que no es otra cosa que un simple<br />
mortal, una “llama al viento”.<br />
Como todo “bon vivant”, sólo piensa en lujo y confort,<br />
en marcas de autos, de equipos de audio y video,<br />
en costosas y exóticas fragancias, en vinos<br />
franceses, en ropa inglesa y en comida italiana.<br />
Por eso, porque no suele preocuparse por otra clase<br />
de asuntos, porque no suele dedicar ni un minuto<br />
de su existencia a reflexionar, por ejemplo, acerca<br />
de lo fugaz y accidentada que resulta la estadía <strong>del</strong><br />
hombre en el mundo, no ha tenido jamás un motivo<br />
grande para afligirse o emborracharse como un<br />
desesperanzado.<br />
Con sus escasos y selectos amigos —que piensan,<br />
actúan y visten como él— habla exclusivamente<br />
de la bolsa de valores, de operaciones bursátiles,<br />
de grandes cifras que sobrepasan los seis<br />
ceros y de fantasiosos proyectos comerciales. En<br />
esas charlas sabatinas, apagadas, casi fúnebres<br />
—en las que nadie levanta la voz más de lo debido,<br />
ni palmotea, ni ríe a carcajadas, ni dice palabras<br />
obscenas, ni refiere chistes subidos de color—,<br />
charlas matizadas de vez en cuando con una botella<br />
de excelente whisky pero sin cigarrillos y sin<br />
mujeres, Fulano de Tal suele referirse también,<br />
112<br />
<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />
pp. 112-115. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
con un tono de compasión —y algunas veces con<br />
un leve pero mal disimulado matiz irónico—, a esos<br />
“hombrecitos” que, en su opinión, “malgastan su<br />
vida miserablemente en asuntos que carecen de<br />
la más mínima importancia”.<br />
cómo este hombre de pocas palabras se deja arrastrar<br />
por un vertiginoso monólogo de autoelogios que<br />
puede prolongarse, como una pesadilla a plena luz<br />
<strong>del</strong> día, por varias horas sin disminuir un ápice su<br />
intensidad.<br />
Durante su adolescencia —cuando obviamente<br />
no tenía lo que tiene hoy ni era lo que es en la<br />
actualidad— se la pasó soñando con llegar a ser<br />
un destacado profesor de literatura, pero tan pronto<br />
como concluyó la universidad se olvidó por completo<br />
<strong>del</strong> asunto, de ese “candoroso sueño de juventud”,<br />
como él mismo lo define ahora a sus amigos<br />
con una radiante sonrisa de hombre práctico y<br />
realizado.<br />
Contrario a lo que pudieran pensar algunos, su<br />
cambio de parecer no se debió a que haya considerado<br />
seriamente que la humanidad ha tenido demasiados<br />
e ilustres profesores de literatura, sino<br />
a que se dejó convencer de su padre<br />
que tal actividad, si bien loable y<br />
gratificante, no valía la pena si se<br />
tenía en mente otras aspiraciones,<br />
metas más elevadas y provechosas,<br />
es decir, no era rentable. Y a él, desde<br />
luego, sólo le interesa lo que produce<br />
excelentes beneficios, bienestar<br />
y seguridad.<br />
Por lo general parco en casi todas<br />
sus manifestaciones, suele excederse<br />
en cambio —hasta rayar en la inmodestia<br />
y la arrogancia— cuando<br />
habla de su conducta, de sus cualidades<br />
y de sus logros personales. En<br />
esos días en que amanece con ganas<br />
de hablar de sí mismo, cualquier<br />
oportunidad, pretexto o conversación<br />
trivial —incluso cuando comenta con<br />
algún vecino sobre el estado <strong>del</strong> tiempo—<br />
la aprovecha al máximo para<br />
hacer una minuciosa reseña de sus<br />
buenas y edificantes acciones, de su “ejemplar”,<br />
como él mismo la califica, actuación entre sus semejantes.<br />
Cuando decide hablar de sí mismo, repito, Fulano<br />
de Tal pierde la moderación que lo distingue<br />
y se transforma de improviso en otro individuo totalmente<br />
desconocido que protagoniza —sin percatarse<br />
de ello quizás— un bochornoso espectáculo<br />
ante quienes tienen la mala suerte de acompañarlo<br />
en esos instantes, que, sorprendidos, ven<br />
Fiestas (digit.) de Lorenzo Jaramillo<br />
En esos instantes de frenesí se abstrae de la realidad,<br />
pierde la noción <strong>del</strong> tiempo, se eleva, se<br />
agiganta, impulsa su excitado espíritu hacia lo alto<br />
y se queda flotando solo en el universo —sostenido<br />
milagrosamente por su densa verborrea—, sin iguales,<br />
sin semejantes, como un dios ególatra embriagado<br />
con el tufo de su insoportable perorata.<br />
Cuando su autobombo alcanza el punto más alto,<br />
el clímax, de súbito sus palabras comienzan a perder<br />
el lustre y la vehemencia iniciales y poco a poco<br />
se van apagando hasta que finalmente de aquel aluvión<br />
verbal sólo queda una débil estela —unos pocos<br />
y espaciados monosílabos, pronunciados sin<br />
énfasis, como las últimas gotas de un<br />
torrencial aguacero que se deslizan<br />
por el tejado—, que muy pronto se disuelve<br />
también y todo vuelve a la normalidad.<br />
Exhausto, jadeante, sudoroso —<br />
como si acabara de convulsionar o<br />
sufrir una repentina crisis nerviosa—<br />
, con los pies y la mente de nuevo sobre<br />
la tierra, mortal de carne y hueso<br />
otra vez, decide guardar absoluto silencio,<br />
para regocijo de quienes lo<br />
acompañan en ese momento, que aún<br />
no salen de su asombro.<br />
Temeroso de que el lector termine<br />
desesperándose por haberme detenido<br />
más de la cuenta en este aspecto<br />
de tan atrayente personalidad, que<br />
bien lo merecía, me apresuro a continuar<br />
con la escritura de esta semblanza<br />
sui géneris.<br />
Como es apenas lógico, los padres de Fulano de<br />
Tal no disimulan el orgullo que les produce el hecho<br />
de haber sido los artífices de la vida de este<br />
singular espécimen de la vilipendiada y tristemente<br />
célebre raza humana y de ser los responsables<br />
de haber moldeado sus atributos más sobresalientes.<br />
Además están seguros de que hará muy feliz a<br />
la afortunada mujer que elija para formar su dulce<br />
y envidiable hogar; mujer que ha de ser también<br />
pura, honesta y respetuosa de las costumbres y prin-<br />
113
cipios morales establecidos. Así mismo, están plenamente<br />
convencidos de que será un amoroso y<br />
abnegado padre de familia.<br />
Este hombre casto, mesurado y bonachón, cumplidor<br />
<strong>del</strong> sagrado deber, de las reglas y de nueve de<br />
los diez mandamientos —a quien al parecer la maldad<br />
<strong>del</strong> mundo no lo ha afectado en lo más mínimo—<br />
vive soñando con la época dorada en que les<br />
tocó vivir a sus ilustres antepasados; supuesta época<br />
edénica en que la bondad, la tolerancia, el decoro,<br />
la honradez y la solidaridad eran consideradas<br />
virtudes excelsas que enaltecían y llenaban de orgullo<br />
a los humanos porque los diferenciaban de los<br />
salvajes y de los seres inferiores e irracionales.<br />
Cuando alguien lo ofende o reta a una partida<br />
de trompadas —fiel a su estoica conducta de mantener<br />
la serenidad en cualquier situación— se<br />
hace el indiferente, el sordo, el loco o voltea la cabeza<br />
hacia otro lado, como si la cosa no fuera con<br />
él, o trata de convencerle de que no hay por qué<br />
pelear, de que la violencia sólo produce más violencia,<br />
de que el hombre civilizado arregla sus problemas<br />
y discrepancias por medio <strong>del</strong> diálogo y no<br />
con la fuerza bruta, etc.<br />
De manera pues que Fulano de Tal jamás ha<br />
experimentado el exquisito placer de injuriar a<br />
un desalmado, recordarle la madre —en buen romance<br />
y con buena entonación— a un cretino<br />
que se haya querido pasar de listo con él o propinarle<br />
un puñetazo en pleno mentón a un impertinente.<br />
De verdad que es una gran lástima, pues<br />
no sabe de lo que se pierde, diría en este punto<br />
algún socarrón.<br />
Consecuente con sus principios, a Fulano de<br />
Tal le importa poco que sean otras prácticas las<br />
que estén en boga; prácticas, desde luego, más<br />
acordes con la compleja y desconcertante naturaleza<br />
humana y con estos tiempos de confusión, de<br />
barbarie e insensibilidad, aunque a algunos no les<br />
guste reconocerlo. Por eso no trata de convencer a<br />
sus detractores de que cada quien actúa de acuerdo<br />
con sus principios, ni se enfrasca en inútiles<br />
discusiones doctrinarias y moralizantes. Así mismo,<br />
prefiere ignorar los comentarios hirientes y<br />
venenosos de quienes se burlan en su cara por su<br />
manera de razonar y comportarse, pues según ellos<br />
resultan anticuadas y extravagantes, es decir, ridículas.<br />
Pero, obviamente, el pacífico y sensato Fulano<br />
de Tal no presta atención a tales comentarios<br />
inicuos y prosigue su camino con la cabeza<br />
en alto y con sus convicciones intactas, aunque al<br />
alejarse le griten con saña: ¡cobarde!, ¡gallina!<br />
Como casi siempre ha vivido en el otro lado de<br />
su amada ciudad y sólo frecuenta los sitios que<br />
muestran la cara amable y maquillada de ésta, por<br />
eso está plenamente convencido de que es una de<br />
las más hermosas <strong>del</strong> mundo, que sus habitantes<br />
son muy afortunados, que muy pocos duermen a<br />
la intemperie o pasan hambre y que en ella rara<br />
vez ocurre un incidente que pueda catalogarse de<br />
grave. En otras palabras, para él su amada ciudad<br />
es una especie de Arcadia donde todos conviven<br />
en armonía e impera la felicidad.<br />
De la alta noche sólo conoce lo que han mostrado<br />
los documentales y las truculentas películas<br />
norteamericanas que suele ver por TV cable los<br />
sábados por la noche en su confortable habitación<br />
de solterón empedernido, pues nunca, por ningún<br />
motivo, ha salido a su encuentro. Ni siquiera por<br />
una cita de amor o de placer. Fulano de Tal se mete<br />
en la cama —en su propia cama— tan pronto como<br />
sale de la oficina, es decir, cuando comienza a oscurecer,<br />
como las gallinas, o mejor, como todos los<br />
hombres decentes —y aburridos, agregaría un bocazas—<br />
de este mundo bullicioso y trasnochador.<br />
Este dechado de virtudes —la expresión es de<br />
su santa madrecita— siempre ha guardado silencio<br />
en los lugares donde supuestamente hay que<br />
guardar silencio y ha respetado como un niño sumiso<br />
esos molestos letreritos —“No pase sin ser<br />
invitado”, “No fume”, “Espere su turno”, “Guarde<br />
silencio”, etc.— que fijan en las puertas de las empresas<br />
y oficinas. Jamás se ha atrevido a estornudar<br />
en un restaurante ni a bostezar en la iglesia a<br />
la que asiste religiosamente todos los domingos<br />
por la mañana a agradecerle a Dios, con un profundo<br />
recogimiento digno de su alma pura, por ser<br />
tan generoso y especial con él, con los suyos y con<br />
sus amigos.<br />
Toda la vida Fulano de Tal ha pedido perdón y<br />
se ha disculpado por cualquier tontería, es decir,<br />
aun en los casos en que no era necesario. Toda<br />
la vida ha respetado las señales de tránsito, ha<br />
cedido su puesto en las colas de los bancos a las<br />
señoras y a las embarazadas y ha ayudado a los<br />
ancianos, ciegos y lisiados a cruzar las calles.<br />
Como se ve —y esto lo decimos con profunda admiración<br />
por este raro ejemplar de la raza humana—,<br />
Fulano de Tal no escatima esfuerzo ni desaprovecha<br />
ninguna oportunidad para representar<br />
114
su honroso papel de hombre de<br />
bien y para expresar su exacerbado<br />
amor al género humano.<br />
Esas pequeñas acciones cotidianas<br />
sin duda le producen una<br />
gran satisfacción y purifican su<br />
beatífica alma de cordero —poética<br />
expresión con que lo definió en<br />
una ocasión su amado padre. Acciones<br />
que seguramente le permitirán<br />
obtener un boleto de primera<br />
para el cielo, alcanzar la gloria<br />
eterna y disfrutar de ésta sentado<br />
a la diestra <strong>del</strong> Todopoderoso. Ojalá<br />
así sea, pues nadie como él se<br />
merece tal privilegio.<br />
A este hombre que muy pocas<br />
veces habla mal de sus semejantes, que, como ya<br />
se dijo, sólo se excede <strong>del</strong> término medio cuando se<br />
refiere a sí mismo, a sus virtudes, méritos y logros,<br />
que no bebe en exceso y jamás se ha fumado un<br />
cigarrillo, que no trasnocha ni desea la mujer <strong>del</strong><br />
prójimo, que da limosnas a los mendigos cuando<br />
sale de misa y que se compadece de la suerte de los<br />
menesterosos, que se confiesa todos los domingos<br />
a pesar de tener la conciencia tranquila, que, en<br />
fin, es incapaz de infringir una sola de las normas,<br />
de cometer un pecado venial y que no alza la voz ni<br />
cuando está enojado, a este excepcional hombre lo<br />
único que le hace falta para sentirse el mortal más<br />
afortunado <strong>del</strong> planeta es que una de esas asociaciones<br />
cívicas que premian el buen comportamiento<br />
de los ciudadanos lo elija personaje <strong>del</strong> año, le cuelgue<br />
en el pecho una medalla que lleve grabadas las<br />
bellas palabras de Juvenal con que se define y exalta<br />
al hombre probo y finalmente lo convierta en paradigma<br />
de la sociedad. Eso lo haría muy feliz.<br />
II<br />
“¿Quieres que te dé en la cara por perfecto?”<br />
(Palabras de Franti, personaje de Edmundo de Amicis)<br />
Antipáticos como son y conociendo su fervor por llevar<br />
la contraria y generar polémicas y su enfermiza<br />
antipatía por todo aquello que los demás mortales<br />
consideramos emblemático, ejemplar y digno de<br />
exaltación y respeto, y fieles a su inveterada costumbre<br />
de fastidiar a sus semejantes, de tiznar su<br />
honra y sus virtudes, de enlodar sus triunfos y poner<br />
en solfa su prestigio, los irreverentes podrían<br />
llegar a pensar, y de hecho lo hacen, con sorna y<br />
Danzante (frag.) de Lorenzo Jaramillo<br />
sonrisa mefistofélica, que Fulano<br />
de Tal ha vivido sacándole el<br />
cuerpo a la vida —a la multicolor<br />
y sabrosa vida, no exenta, por su<br />
puesto, de peligros, que fluye incesante<br />
allá afuera, lejos de las<br />
cuatro paredes de su pulcra y ordenada<br />
habitación de hombre<br />
casto, en los zaguanes de la<br />
lujuriosa noche, en las calles, recovecos,<br />
hoteluchos y tabernas de<br />
la ciudad insomne—, sin atreverse<br />
a correr riesgos y evitando los<br />
errores —que son el reflejo de la<br />
intensidad con que asumimos la<br />
existencia—, cuidándose muy<br />
bien de tropezar dos veces con la<br />
misma piedra —¡con todo el provecho<br />
que se saca de ello!—, y escondiéndose<br />
en su torre de marfil, detrás de su decoro,<br />
de su mesura, de sus buenas maneras y debajo<br />
de las faldas de su madre como un niño temeroso<br />
o como un cobarde.<br />
Según los mismos irreverentes, es así como el<br />
manso y cándido Fulano de Tal ha podido llegar a la<br />
edad que tiene sin que la haya ocurrido nada importante,<br />
sin haber vivido de verdad, con pasión,<br />
con vehemencia, y sin que se haya atrevido a nada<br />
que merezca ser recordado, aparte de empecinarse,<br />
como un iluso, en ser un hombre virtuoso durante<br />
las veinticuatro horas de los trescientos sesenta y<br />
cinco días de cada año, en cualquier circunstancia<br />
y lugar, que es algo en lo que casi nadie repara,<br />
pues “lo bueno casi no se nota”, y además en esta<br />
época dicho comportamiento resulta impopular y<br />
objeto de burlas.<br />
Es por eso que su cara y su corazón no tienen<br />
ninguna cicatriz. Es por eso también que a pesar<br />
de que vivimos entre el lodo, él sigue luciendo por<br />
ahí —con un molesto aire de placidez— su sonrisa<br />
profidén, su rotundo optimismo, su impúdico entusiasmo<br />
de desinformado —o de insensible— y su<br />
impecable vestido blanco, como si no sucediera nada<br />
grave, como si no formara parte de este estercolero,<br />
como si no habitara en este convulsionado mundo<br />
de hombres de carne y hueso que de vez en cuando<br />
aman, pero también, y sobre todo, odian, agreden,<br />
hacen trampa y matan con furor todos los días, sino<br />
en ese hipotético y apacible lugar —¿la Tierra Prometida?—<br />
con que viven soñando todos los incautos<br />
<strong>del</strong> universo, concluyen con tono enfático los<br />
terribles irreverentes, aguafiestas por vocación.<br />
115
COLOMBIA<br />
una tierra que no resiste más violencia<br />
Hernán Díaz<br />
Especial para <strong>Huellas</strong><br />
Una forma común de iniciar una entrevista es la<br />
de preguntar al entrevistado: ¿Dónde estaba usted<br />
cuando asesinaron a Kennedy? o ¿cómo se<br />
enteró <strong>del</strong> Che Guevara, o de la princesa Diana<br />
o qué estaba haciendo cuando asesinaron a<br />
Gaitán o dónde estaba Ud. cuando Bin Laden<br />
borró las Torres Gemelas de Nueva York? Uno no<br />
recuerda las fechas, pero nunca olvida el instante,<br />
y es casi un pasatiempo rememorar el<br />
momento, porque el haber vivido la experiencia<br />
nos convierte en historiadores. Cuando mataron<br />
a Pablo Escobar me enteré casi al instante por la<br />
radio, y sólo hasta la noche por la TV pude concretar<br />
mi realidad, sin estupor, porque era la<br />
culminación de “una muerte anunciada”. Tenía<br />
la seguridad de haber visto esa imagen antes,<br />
en alguna parte alguna vez. Llamé a Gabo<br />
porque la semana anterior habíamos hablado de<br />
la postura de El Ahogado más Hermoso <strong>del</strong> Mundo<br />
un proyecto fotográfico sobre este cuento que<br />
me había regalado, y le comenté que la foto de<br />
Pablo Escobar, no sé por qué, me recordaba una<br />
escena de la Crónica de una Muerte Anunciada<br />
cuando Victoria Guzmán “arrancó de cuajo las<br />
entrañas de un conejo y les tiró a los perros el<br />
tripajo humeante. Pero no pudo eludir una ráfaga<br />
de espanto al recordar el horror de Santiago<br />
Nasar. —No seas bárbara —le dijo él— imagínate<br />
que fuera un ser humano.” Gabo opinó que había<br />
un significado pero me dijo que “la vida es la<br />
que escribe el próximo capítulo.” Como tenía<br />
entre manos el proyecto de fotografiar un muerto,<br />
el ahogado, y la imagen de Escobar me había<br />
producido un revolcón emocional como el Che,<br />
como Guiliano, como Camilo Torres, escogí como<br />
mo<strong>del</strong>o la figura de un joven boxeador colombiano<br />
que había perecido ahogado en un canal<br />
de Miami, los brazos en alto y los puños cerrados.<br />
Pero me hice una regresión, atrás, bien<br />
atrás, hasta llegar a un día de 1962 en Barranquilla<br />
a un llamado de Alejandro Obregón que<br />
en su acostumbrado lenguaje críptico me invitaba<br />
a una “visión”. Hacía varios meses estaba<br />
encerrado en un galpón que había construido<br />
en la vía cuarenta, y allí recostado contra el fondo<br />
de cemento estaba aun fresco un cuadro que<br />
me produjo un frío en el estómago. Era una cordillera<br />
en forma de mujer embarazada con el rostro<br />
destrozado acostada sobre un valle oscuro<br />
contra un cielo rojizo. “Es Colombia —me dijo—<br />
y allí en el rincón hay un boceto para La Masacre...,<br />
éste lo llamaré La Violencia.” Afortunadamente<br />
tenía mi cámara a la mano, cosa que<br />
ayuda mucho a recordar. Descubrí dónde había<br />
visto la imagen de Escobar sobre un tejado, el<br />
vientre expuesto y la cara destruida, y vino a mi<br />
memoria ese momento de Obregón, el visionario,<br />
y me pregunto cómo hizo para calcar desde<br />
el futuro no sólo la forma sino el destino de una<br />
tierra que no resiste más violencia.<br />
116<br />
<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />
pp. 116-117. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
Fotos, collage y composición de Hernán Díaz.<br />
117
RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS<br />
VENDIMIA DE LOS DIAS<br />
Ramón Aycardi<br />
Barranquilla, Antillas, 2002, 187 p.<br />
El Heraldo reprodujo una columna de<br />
García Márquez escrita en 1950 en la<br />
que él contaba su visita a Santa Marta.<br />
Daba sus impresiones de una ciudad<br />
silenciosa sólo perturbada por un<br />
inconcluso ejercicio al piano tocado por<br />
una muchachita soñadora. Esa ciudad<br />
era la que vivía Ramón Aycardi, y<br />
fue la de mi adolescencia. Pero ese<br />
silencio era perturbado por su tonante<br />
voz cuando en la tienda <strong>del</strong> chino<br />
hablaba a gritos. Así fue como lo escuché<br />
por primera vez y en la que oí<br />
algo sobre el siglo de oro español, pues<br />
salpicados de malas palabras, recitó<br />
algunos versos satíricos de Quevedo.<br />
No es tan confuso el recuerdo, ya que<br />
sí tengo presente que con un compañero<br />
<strong>del</strong> Liceo Celedón discutí sobre<br />
quién sabía más literatura, si Hugo J.<br />
Bermúdez, mi profesor de la materia,<br />
o el Monche Aycardi. Creo que la discusión<br />
se resolvió a puños, y yo perdí.<br />
Lo que queda en claro es que dentro<br />
de ese limitadísimo mundo literario<br />
<strong>del</strong> Santa Marta de la época, él ocupaba<br />
un lugar destacado. Como para<br />
esas fechas no había universidad en<br />
el Magdalena, al hombre de inquietudes<br />
literarias no le quedaban sino muy<br />
pocos caminos: la enseñanza en los<br />
colegios de secundaria o el periodismo.<br />
En este caso era más duro el asunto,<br />
porque en los cincuentas sólo existían<br />
tres periódicos, El Libertador, periódico<br />
conservador, y El Estado y Vanguardia<br />
Liberal, liberales. En el primero<br />
el director era Antonio Cardona,<br />
alias Antocar, un buen cuentista de<br />
Caldas que se murió en la misma Santa<br />
Marta. Y hago esta anotación porque<br />
este nombre era de los pocos que<br />
tenían cabida en los suplementos literarios<br />
capitalinos. Empecé a leer a<br />
Ramón Aycardi en sus columnas de<br />
El Informador tal vez desde 1958. En<br />
ese periódico yo también escribí una<br />
columna semanal en 1968 después<br />
que regresé <strong>del</strong> interior <strong>del</strong> país donde<br />
viví 12 años. Ahí me reencontré con<br />
el Monche, pues éramos compañeros<br />
de página. Su columna tenía el nombre<br />
de Vendimia de los días y era la más<br />
popular <strong>del</strong> periódico. No sé como sería<br />
su arreglo económico con esa publicación<br />
pues en esos tiempos uno<br />
escribía porque le daba la real gana de<br />
hacerlo, porque lo haría aunque no le<br />
pagaran. Aunque estábamos juntos en<br />
la publicación, nos veíamos poco. La<br />
gente nos asociaba como las columnas<br />
de los dos Ramones. (En realidad<br />
esa expresión se la oí a una prima mía<br />
y por vanidad la estoy generalizando.<br />
Me gustaría que nos hubiesen asociado.)<br />
Cuando se publicó la primera<br />
edición de este libro, si mi memoria<br />
no falla, fue impreso en la Tipografía<br />
Escofet. (He rebuscado en mi biblioteca<br />
un ejemplar, pero está lo que se<br />
dice refundido). Tuve entonces, y la ratifico,<br />
la impresión de que era un libro<br />
más importante que bueno. Si se quiere<br />
entender el proceso de la vida intelectual<br />
samaria hay que tener este libro.<br />
Es una obra desigual. Su autor<br />
escribía esta columna entre los afanes<br />
de su trajín diario, así que hay<br />
columnas medianamente logradas al<br />
lado de unas luminosas. También en<br />
su columna publicaba de pronto cuentos<br />
como La venganza, en la que lamenté<br />
después de leerlo que tuviera<br />
que por razones de espacio limitarlo<br />
pues necesitaba más respiración. Porque,<br />
aclaro, además <strong>del</strong> periodismo,<br />
nuestro autor cultivaba también los<br />
géneros <strong>del</strong> cuento y la novela. En 1978<br />
fue ganador <strong>del</strong> primer concurso de<br />
cuentos de la Casa de la Cultura <strong>del</strong><br />
Magdalena, y fue autor de la novela El<br />
retomo y la fuga. Esta novela se la presté<br />
a Germán Vargas y nunca me la devolvió.<br />
Como Germán le vendió toda<br />
su biblioteca de autores colombianos<br />
a la <strong>Universidad</strong> de San Luis en Colorado<br />
(USA) allá debe reposar en algún<br />
estante el libro de Aycardi. Tal vez una<br />
búsqueda en internet nos resuelva esta<br />
duda. Vuelvo a insistir en la fuerte presencia<br />
de Aycardi en la vida cultural de<br />
esa Santa Marta de los cincuentas y<br />
sesentas. En su libro Sucesos en el Magdalena<br />
en el siglo XX, Jaime Villarreal<br />
Torres nos da una lista de quién es<br />
quién en el mundo literario de ese departamento,<br />
y los nombres son los de<br />
José Francisco Socarrás, Marzia de<br />
Lusignan, Carlos H. Escobar, Mariano<br />
Barreneche, Porthos Campo Pineda,<br />
Lino Torregrosa Borja, Eduardo Pachón<br />
Padilla, Rafael Caneva Palomino y un<br />
jovencísimo García Márquez, entre<br />
otros. El criterio que maneja Villarreal<br />
es más que discutible porque afirma<br />
que lo máximo que se ha escrito en<br />
esa región es el Proyecto de Código de<br />
lo Contencioso Administrativo de Ramón<br />
Miranda y Luis Rafael Robles. Pues<br />
bien, casi todos los escritores nombrados<br />
residían en Bogotá. Ramón<br />
Aycardi era la presencia literaria visible<br />
en Santa Marta para la muchachada<br />
que como yo se daba puños para determinar<br />
quién era mejor poeta. (En<br />
el siglo XIX en el mundo andino se mataban<br />
para determinar quién era mejor<br />
escritor, si Vargas Vila o Víctor<br />
Hugo). En las últimas páginas de este<br />
libro se encuentran unos excelentes<br />
perfiles de algunas figuras literarias.<br />
Es antológica la que da <strong>del</strong> poeta de<br />
Gaira, traductor de Omar Khayyam, a<br />
quien ve morir casi de hambre porque,<br />
como los viejos leones, él tampoco<br />
tenía dientes para mascar. También<br />
hay un desfile de los escritores<br />
<strong>del</strong> momento: Luis C. López, Castañeda<br />
Aragón, Adolfo Martá, Armando<br />
Cañavera, que ayuda mucho a entender<br />
ese momento cultural. Pero creo<br />
que sus mejores columnas en este<br />
libro son las de momentos de iluminación<br />
ya sea frente a las mujeres bañándose<br />
en la bahía o las que dedica<br />
al paisaje. (Este artículo empieza así:<br />
“Alguien dijo que no hay nada tan extraordinariamente<br />
bello que no pueda<br />
caber en una frase feliz.”) Y naturalmente<br />
no faltan sus descripciones<br />
sobre la tienda <strong>del</strong> chino de la esquina,<br />
un lugar que le marcó. También<br />
hay momentos como en el que, trasnochado,<br />
se da una vuelta por la playa<br />
y ve a una sílfide la cual nos describe,<br />
y entre otras cosas nos dice que ”de<br />
sus axilas brotó un olor sacrosanto<br />
como brotado de un altar.” Siempre<br />
he sostenido que lo que un escritor<br />
dice en un determinado número de páginas<br />
—en este caso ciento ochenta y<br />
tres—, el lector para saber su contenido<br />
debe leer el mismo número de<br />
ellas, ni una menos. A eso invito con<br />
esta vendimia de Ramón Aycardi, que<br />
nos lleva a una honda meditación<br />
cuando nos dice: “Para vivir hay que<br />
sentir la vida tan honda que haga<br />
daño.”<br />
Ramón Illán Bacca<br />
Profesor de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong><br />
118<br />
<strong>Huellas</strong> <strong>69</strong> y 70. Uninorte. Barranquilla<br />
pp. 118-120. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
EL ANDAMIO<br />
Luis Fernando Pabón Hernández<br />
Barranquilla, s.e., 2002, 255 p.<br />
Este libro aparece cuando el realismo<br />
mágico está agotado. Siempre la crítica<br />
literaria le busca influencias al escritor.<br />
No sé que tantas lecturas tiene<br />
Pabón, él incluso hace alardes de<br />
no tener demasiadas. De haber, y eso<br />
lo explica su profesión, tendría más<br />
lecturas técnicas. Pero hay un eco de<br />
Samuel Becket. Qué tan cercano o qué<br />
tan lejano lo dirán los críticos que se<br />
ocupen de esta novela. La más reciente<br />
pero no la última pues ya sabemos<br />
que Femando Pabón está en una calma<br />
chicha y de pronto irrumpe con otra<br />
obra. Después de su El panteón de los<br />
condenados (Plaza y Janés, 1991) y<br />
Después <strong>del</strong> amor (Nobel Editores,<br />
1993), diez años después se nos presenta<br />
con El andamio. Allí se trata de<br />
las lucubraciones de un personaje gris,<br />
un tanto detestable que hace un recuento<br />
de su vida. Triste vida, pero de<br />
la que él, un hombre adocenado, está<br />
conforme. Sólo hay que entrar en esa<br />
corriente de la conciencia <strong>del</strong> personaje,<br />
<strong>del</strong> que además nunca sabremos<br />
su nombre, para que contemplemos<br />
desde adentro una vida mezquina.<br />
“Los pájaros somos como las flores,<br />
nacemos para marchitarnos”; ”Jamás<br />
pensé que la sumatoria de unos simples<br />
días llegara a sumar tanto. Es lo<br />
mismo que sucede con los granos de<br />
arena. Sumados todos producen una<br />
playa”, “gracias a Dios que no fui un<br />
pollo, de esos que terminan dando<br />
vueltas en una vitrina de Kokorico”, o<br />
“A la hora de la verdad, toda reflexión<br />
sobre la existencia humana es inútil.”<br />
Y así podríamos seguir con muchos<br />
ejemplos que nos muestran a este<br />
personaje prototipo <strong>del</strong> desencanto.<br />
(Para nosotros, no para él que está<br />
satisfecho). A pesar de que su título<br />
intriga no es una novela que esté en<br />
la corriente naturalista. ¿Se ha vuelto<br />
Pabón otro Zola y me va a internar en<br />
el mundo de los albañiles <strong>del</strong> que él<br />
como ingeniero algo debe saber? Me<br />
pregunté al ver el libro en esa edición<br />
príncipe que me entregó. Pero no, ni<br />
siquiera se parece al libro de Vicente<br />
Leñero Los albañiles a la que la asocié<br />
en un principio. Pero es que el personaje<br />
—<strong>del</strong> que nunca sabremos el nombre—<br />
es asesor en la sección de contabilidad<br />
de una fábrica de comidas<br />
para perros, empleo que detesta pero<br />
<strong>del</strong> que nunca se saldrá pues le teme<br />
a la vida. “Si mi papá no hubiera tenido<br />
relaciones sexuales con mi mamá<br />
sencillamente yo no existiría”, nos dice<br />
en una revelación muy meditada. Más<br />
a<strong>del</strong>ante nos dice: “Lamento que estas<br />
reflexiones me hayan llegado tarde.”<br />
Claro que todo esto que he<br />
pergeñado queda demeritado cuando<br />
leo en la contratapa de esta novela la<br />
afirmación <strong>del</strong> autor cuando nos dice:<br />
“Cada ser humano está destinado a<br />
construir su propio andamio.” Y más<br />
a<strong>del</strong>ante dice “la lógica ya no es necesaria<br />
por lo tanto hablar de andamios<br />
resultaría absolutamente inútil.” Para<br />
mí esta nota es la explicación de que<br />
posiblemente sin querer, Pabón nos<br />
está dando una obra que entra de las<br />
que llamaba Cortázar de “la Patafísica”.<br />
Además, el profesor Rubén Maldonado,<br />
a quien consulté al escribir esta<br />
nota, me recordó que en su Discurso<br />
<strong>del</strong> método Descartes relaciona su lógica<br />
con términos de albañilería incluyendo,<br />
obvio, los andamios. El libro de<br />
Pabón es excéntrico respecto a las<br />
nuevas tendencias de la novela que<br />
se escribe actualmente en el país. La<br />
virgen de los sicarios se ha vuelto un<br />
paradigma. El año pasado [2002] cuando<br />
fui jurado <strong>del</strong> concurso de novela<br />
de la <strong>Universidad</strong> de Antioquia, pude<br />
comprobar que en las cuarenta y seis<br />
novelas presentadas la mayoría tenía<br />
los elementos de sicariato, mafia,<br />
marginalidad, droga, de lo que estamos<br />
rodeados, elementos más visibles<br />
en la sociedad antioqueña. Otra constante<br />
en la nueva novela que se está<br />
escribiendo es el desencanto de los<br />
jóvenes revolucionarios de los setenta<br />
con lo que vino después. Amariles<br />
en bicicleta de Joffre Peláez o Amábamos<br />
tanto la revolución de Víctor<br />
Bustamante, libros de culto ya que no<br />
de venta masiva, así lo demuestran.<br />
Algunos novelistas premiados, pienso<br />
en Orlando Mejía, hablan de cuán<br />
distante están los escritores <strong>del</strong> boom<br />
de ellos. Los ven tan importantes y<br />
tan lejanos como a Homero o Cervantes.<br />
Se sienten más influidos por<br />
X-Men, los Simpsons y la llamada japoanimación<br />
u otros seriados de la T.V. No<br />
puedo hablar con propiedad de esa otra<br />
novela internacional, como son las últimas<br />
de Abad Facio Lince o la de Santiago<br />
Gamboa porque no las he leído,<br />
uno no puede leer todo. Así pues, siento<br />
una insularidad en esta novela entre<br />
nosotros. El autor no es un recién<br />
llegado a la escritura. Las dos novelas<br />
referenciadas antes demuestran que<br />
Pabón es un hombre terco y, se ocupe<br />
de él la crítica o no, él seguirá escribiendo<br />
sus novelas porque siente que<br />
debe hacerlo y porque le da la real ganas<br />
de hacerlo, ¿y qué? Si uno abre la<br />
internet allí está con otros autores de<br />
su misma especie. Con la pluma lista<br />
para escribir (no, no soy tan anacrónico)<br />
con el computador encendido para<br />
ser usado. No sé si Pabón conoce estos<br />
versos de Wallace Stevens, pero<br />
al leerlos pensé que gente como<br />
Femando está en esos versos cuando<br />
el poeta nos dice: Yo era ese mundo en<br />
que avanzaba / y lo que pude ver, oír o<br />
sentir / brotaba de mí mismo. / Y así me<br />
descubrí / más cierto y más extraño.<br />
Ramón Illán Bacca<br />
Profesor de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Norte</strong><br />
LA PROFESIONALIZACIÓN ACADÉMICA EN COLOMBIA<br />
Fernando Uricoechea<br />
Bogotá, Tercer Mundo Editores - Instituto de Estudios Políticos y Relaciones<br />
Internacionales, <strong>Universidad</strong> Nacional de Colombia, 1999, 156 p.<br />
Norbert Elías, uno de los exponentes<br />
más originales de la sociología contemporánea,<br />
observó alguna vez cómo<br />
el Frankfurt de los años 20s y 30s co-<br />
ciones que incluía partes de la sociedad<br />
de la ciudad... Era absolutamente<br />
natural que hombres y ante todo<br />
mujeres... asistieran con alguna remenzaba<br />
a construir una universidad<br />
moderna orientada hacia la ciencia: “la<br />
<strong>Universidad</strong> formaba uno de los centros<br />
de una amplia red de comunica-<br />
119
gularidad a conferencias de profesores<br />
universitarios interesantes e incitantes.<br />
Los problemas que allí surgían<br />
se convertían en tema de conversación<br />
de fiestas y reuniones sociales<br />
de todo tipo; la información sobre<br />
la vida personal de los profesores universitarios<br />
prominentes también<br />
fluía con rapidez por los canales de<br />
las conversaciones de estos dilatados<br />
círculos sociales que... incluían... a editores<br />
y libreros, sindicalistas y empresarios<br />
tanto como a funcionarios<br />
municipales y estatales” (Respeto y<br />
crítica, Revista Colombiana de Sociología,<br />
nueva serie, Vol. III Nº 2, 1997,<br />
p. 82). Se aprecia, en este cuadro de<br />
una universidad intelectualmente estimulante<br />
y ligada a los problemas sociales,<br />
que su eje es el profesor de<br />
gran calado científico, el héroe académico<br />
que necesitamos construir en la<br />
región costeña. No por azar la sociología<br />
<strong>del</strong> campo intelectual, de la universidad<br />
y <strong>del</strong> saber en general tienen<br />
en el profesor universitario uno de los<br />
temas más importantes y atractivos<br />
de la actualidad. Más importante, por<br />
increíble que parezca, que el de los<br />
héroes de la cultura de masas (deportistas,<br />
mo<strong>del</strong>os, políticos, detergentes<br />
y demás) porque se trata nada menos<br />
que <strong>del</strong> responsable inmediato de la<br />
educación, de un personaje tan poco<br />
valorizado como vital e insustituible<br />
en cuanto al cultivo de la mente. Es<br />
necesario que la sociedad costeña<br />
aprenda a tratar a los buenos profesores<br />
universitarios con la misma consideración<br />
y el mismo respeto que le<br />
otorga, por ejemplo, a los mejores<br />
futbolistas. En una palabra, es necesario<br />
crear en la sociedad moderna, y<br />
sobre todo en nuestras pobres sociedades<br />
de provincia, un nuevo espacio<br />
de valor simbólico: el héroe académico,<br />
un ejemplo social construido a partir<br />
<strong>del</strong> mérito intelectual que contribuya<br />
a desplazar, al menos en parte, la<br />
atención que ahora se brinda a personajes<br />
varios de toda condición ética y<br />
moral. Íntimamente ligado a esto hoy<br />
se hace necesario introducir un tema<br />
poco mencionado en la sociología <strong>del</strong><br />
saber aunque indispensable en una<br />
necesaria y futura organización<br />
estratificada de la educación superior<br />
colombiana: la necesidad que tiene<br />
nuestro medio de una universidad de<br />
investigación (research university, según<br />
la sociología norteamericana), dedicada<br />
fundamentalmente a la generación<br />
de conocimientos, basada en programas<br />
de doctorado y apoyada en una<br />
planta docente de tiempo completo y<br />
alta titulación. Se trata de un elemento<br />
de soberanía nacional y desarrollo<br />
social indispensable en tiempos de<br />
globalización; además, para una región<br />
como la costeña, se trata de una estrategia<br />
de calidad de la educación y<br />
de la vida social en general, aún más,<br />
debería ser la principal prioridad para<br />
el Caribe colombiano. La universidad<br />
de investigación así concebida es necesariamente<br />
una universidad pública:<br />
en las estrechas condiciones de<br />
un país tercermundista, sólo el Estado<br />
puede asumir el compromiso económico<br />
de construir un entorno específico<br />
para la ciencia y el arte. Pensar<br />
en estos términos exige superar el<br />
tratamiento superficial de la educación<br />
superior, pasto generalmente de candidatos<br />
y habladurías, para concentrarse<br />
en el análisis científico de la<br />
universidad y <strong>del</strong> profesor universitario.<br />
El sociólogo costeño Fernando<br />
Uricoechea ha dedicado a este tema<br />
un libro importante: La profesionalización<br />
académica en Colombia, que<br />
contó con el apoyo <strong>del</strong> Instituto de<br />
Estudios Políticos y Relaciones Internacionales<br />
(IEPRI) de la <strong>Universidad</strong><br />
Nacional, la Fundación Ford y<br />
Colciencias. Nacido en Sucre (Sucre),<br />
sociólogo de la <strong>Universidad</strong> Nacional<br />
con maestría y doctorado en sociología<br />
de la <strong>Universidad</strong> de California<br />
(Berkeley), Uricoechea identifica el proceso<br />
de profesionalización académica<br />
como uno de los cambios más importantes<br />
vividos en las últimas décadas<br />
por la universidad colombiana: de ocupación<br />
más o menos marginal, el profesorado<br />
universitario o la educación<br />
de profesionales se ha convertido en<br />
una profesión en sí misma que exige<br />
dedicación de tiempo completo como<br />
criterio básico de calidad. Según<br />
Uricoechea, la voluntad de hacer ciencia<br />
que pueda tener una universidad<br />
está determinada por dos factores: alta<br />
dedicación (número y proporción de<br />
profesores de tiempo completo) y alta<br />
titulación (docentes con magíster y/o<br />
doctorado). Basado en una muestra<br />
estadística aplicada a los profesores<br />
de las dos instituciones bogotanas<br />
más parecidas a una universidad de<br />
investigación (<strong>Universidad</strong> Nacional y<br />
<strong>Universidad</strong> de los Andes) elabora una<br />
tipología <strong>del</strong> profesor universitario que<br />
destaca al docente ideal: el profesional<br />
académico, profesor de tiempo completo<br />
y alta titulación, un académico moderno<br />
que reúne las condiciones mínimas<br />
para el proceso de creación científica<br />
de acuerdo con los estándares<br />
de la comunidad científica internacional;<br />
se trata de un docente que, como<br />
ningún otro tipo social, hace suyas las<br />
convenciones <strong>del</strong> mundo académico,<br />
es decir, la “meritocracia” intelectual<br />
que constituye la esencia de una universidad<br />
moderna (Kant destacó el<br />
papel de los méritos intelectuales al<br />
definir la característica central de los<br />
procesos académicos: que el sabio controle<br />
al sabio, no el príncipe ni el burócrata,<br />
siendo éste el verdadero significado<br />
de la autonomía universitaria<br />
tan mentada como incomprendida).<br />
Asimismo es, en el contexto de la educación<br />
superior, quien publica más y<br />
sobre todo mejor, quien tiene más<br />
prestigio e influencia tanto en la sociedad<br />
como en su respectiva institución,<br />
y quien tiene más sentido crítico<br />
y mejor forma opinión cimentando<br />
sólidamente las costumbres democráticas.<br />
A través de los contrastes obligados<br />
con los otros tipos docentes<br />
(profesor disciplinario, de tiempo completo<br />
sin alta titulación y perteneciente<br />
a una de las disciplinas académicas<br />
que se dedica a la reproducción<br />
<strong>del</strong> conocimiento antes que a la investigación;<br />
profesor profesionalizante,<br />
de tiempo completo sin alta titulación<br />
y perteneciente a una profesión que<br />
se concentra en transmitir las destrezas<br />
instrumentales <strong>del</strong> saber pensando<br />
en el mercado de trabajo; y profesor<br />
de medio tiempo, más una supervivencia<br />
de tiempos pasados o una<br />
expresión de clientelismo que un profesional<br />
de la vida académica) se<br />
intuyen elementos de calidad de la<br />
educación poco mencionados por discursos<br />
y medios de comunicación. Por<br />
supuesto, el libro de Uricoechea dice<br />
muchas cosas más y debería ser lectura<br />
obligatoria para directivos y profesores<br />
y aún estudiantes de la universidad<br />
pública costeña; al cerrarlo<br />
se tiene la sensación agridulce de haber<br />
leído un texto serio sobre un asunto<br />
doloroso y esencial.<br />
Adolfo González Henríquez<br />
Departamento de Sociología,<br />
<strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> Atlántico<br />
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