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Eliahu Toker

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comunicantes se establecen entre la filosofía helénica y la judía, a<br />

veces para armonizar y a veces para impugnarse, pero de todas<br />

maneras para fertilizar el campo intelectual de la Europa en que, a la<br />

sazón, avanzaba victoriosamente el pensamiento cristiano.<br />

Es indudable que la entrada del cristianismo en Europa fue<br />

triunfal, si bien más por las ideas de San Agustín que por influjo<br />

directo de la Biblia. Esta victoria del cristianismo, alcanzada con las<br />

armas del intelecto agustiniano, que puso bajo su dominio al mundo<br />

pagano de Occidente, sirvió de acicate al pensamiento judío. Las<br />

diferencias entre la concepción-madre, la judía, y la concepción-hija,<br />

la cristiana, se pusieron de manifiesto en forma definitiva.<br />

Reservándole la bienaventuranza celestial únicamente y cercenando<br />

las alas al libre albedrio, San Agustín privaba al hombre de su<br />

participación activa en el advenimiento del reino de Dios en la tierra.<br />

"Todo el proceso de la conciencia que se desarrolla, así como el<br />

camino abierto por la historia humana con fines de llegar a la<br />

perfección humana —dice Erich Kahler— queda eliminado en la<br />

doctrina de San Agustín. La voluntad del hombre queda sujeta a la<br />

divina gracia que obra mediante la predestinación y los actos<br />

sacramentales; sólo y desprovisto de libre albedrio, el hombre queda<br />

privado de toda intervención eficiente en el reino de Dios; por causa<br />

de la caída de Adán, el hombre es constitucionalmente pecaminoso y<br />

sigue así. fluctuando entre Caín y Abel, entre seres providencialmente<br />

salvables y seres condenables, hasta alcanzar, por fin, la bienaventuranza<br />

celestial. Cuando el hombre aprende que en sí mismo no es<br />

nada —dice San Agustín en su comentario al Salmo 138, según cita de<br />

Momsen— y que no encuentra auxilio por sí mismo, sus armas se<br />

hacen pedazos". En suma, el hombre es nada, para San Agustín, y<br />

nada puede esperar de sí mismo. En la doctrina judía, en cambio, lo<br />

que se da en llamar la caída de Adán, relato de candidez mística,<br />

cobra un significado puramente simbólico, mundo de los efectos<br />

apocalípticos. El libre albedrío, don precioso del hombre, lo habilita a<br />

escoger su destino con plena autonomía, incluso a incurrir en<br />

pecado 19 . Así como el error es el escollo que encuentra el hombre en<br />

19<br />

La Torá es la Ley que enseña al hombre seguir a Dios, indicándole cuáles son<br />

acciones justas y cuáles injustas.<br />

Erich Fromm, You shall be as God

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