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AYOTZINAPA<br />
El país de las<br />
masacres<br />
Mario Vázquez de la Torre<br />
JOSÉ REVELES<br />
Más allá del horror del presunto<br />
asesinato y quema<br />
de 43 cuerpos en el basurero<br />
de Cocula, Guerrero,<br />
México en años recientes<br />
se ha convertido en el<br />
país de las masacres, con o sin entierro de<br />
las víctimas en fosas clandestinas.<br />
Militares, policías, falsos o supuestos<br />
zetas y matazetas, traficantes, sicarios,<br />
pero sobre todo ciudadanos sin nexo delincuencial<br />
alguno –la identidad de miles<br />
jamás llega a conocerse–, forman un bárbaro<br />
saldo de muertes cuya autoría los gobiernos<br />
suelen atribuir, de entrada y casi<br />
sin excepción, a la delincuencia organizada,<br />
a enfrentamientos entre criminales o<br />
a una respuesta de las Fuerzas Armadas<br />
contra ataques de grupos criminales.<br />
Hay matanzas cuyas memoria y exigencia<br />
de castigo se prolongan años, como<br />
la de 45 hombres, mujeres y niños de<br />
Acteal, Chiapas, en diciembre de 1997; o la<br />
de 17 campesinos en Aguas Blancas, Guerrero,<br />
en 1995, ambas con involucramiento<br />
de autoridades; la de 72 indocumentados<br />
centroamericanos en San Fernando, Tamaulipas,<br />
en agosto de 2010; la de 15 estu-<br />
La tragedia de Ayotzinapa conmovió a la sociedad<br />
mexicana. Pero no es la única acción criminal contra<br />
inocentes; han sido ya tantas las matanzas en los años<br />
recientes que parecerían ocurrir en un país aletargado,<br />
acostumbrado a una insana acumulación de cadáveres.<br />
San Fernando, Tlatlaya, Villas de Salvárcar o el bar Heaven<br />
son sólo algunos de los nombres asociados a esa<br />
lista de la locura.<br />
diantes en una fiesta en Villas de Salvárcar,<br />
Ciudad Juárez, en enero de 2010, una y otra<br />
atribuidas a delincuentes desalmados.<br />
Grupos criminales derivados de escisiones<br />
del Cártel de los Beltrán Leyva –cuando<br />
disputan rutas y territorios sobre todo en<br />
Guerrero, Morelos, Michoacán y Estado de<br />
México– no le van a la zaga en el número y<br />
frecuencia de crímenes colectivos a Los Zetas<br />
y otros cárteles del norte del país.<br />
Guerreros Unidos, Cártel del Pacífico<br />
Sur, Los Rojos, La Barredora, Comando del<br />
Diablo, Cártel Independiente de Acapulco,<br />
Los Pelones, Los Negros, Cártel de la Sierra,<br />
Los Ardillos, La Mano con Ojos, Los<br />
Granados, Los Titos, Los Negros… la lista<br />
parece interminable y todos derivan de la<br />
organización Beltrán Leyva, a su vez desprendida<br />
desde enero de 2008 del Cártel<br />
de Sinaloa. Esta añeja ruptura se dio tras<br />
el arresto de Alfredo Beltrán, El Mochomo,<br />
traicionado y entregado al ejército por<br />
Joaquín El Chapo Guzmán, según los hermanos<br />
Beltrán Leyva, en la génesis de una<br />
cruenta batalla que no ha cesado en los<br />
últimos seis años.<br />
A estos minicárteles ultraviolentos se<br />
les atribuye oficialmente la vesania expresada<br />
en varios asesinatos colectivos desde<br />
que vivía Arturo Beltrán, abatido por ma-<br />
<strong>1985</strong> / 16 DE NOVIEMBRE DE 2014 19