You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
ERUBIEL TIRADO<br />
La otra caída del sistema<br />
El Estado no puede, ni debe, combatir la ilegalidad… con ilegalidad.<br />
Miguel Ángel Granados Chapa<br />
Tlatlaya y Ayotzinapa son la<br />
expresión grave del colapso de la<br />
estrategia de seguridad punitiva<br />
y militarista trazada por al menos<br />
dos sexenios panistas, junto<br />
con la falta de voluntad del actual<br />
gobierno priista de cambiarla de<br />
fondo. Si bien la atención mundial<br />
se concentra en Guerrero,<br />
las cuestiones que involucran los<br />
dos hechos se entrelazan para<br />
formar un escenario poco halagüeño<br />
sobre el futuro del país. Se<br />
afecta gravemente no sólo la seguridad<br />
sino las estructuras políticas<br />
y el tejido social en varias<br />
regiones del país (tenemos ya<br />
niños secuestradores además de<br />
niños sicarios).<br />
Los números oficiales de incidencia<br />
delictiva son exaltados<br />
según el interés del gobierno;<br />
por ejemplo la tasa de homicidios<br />
dolosos a la baja, cuando en<br />
realidad está muy por encima<br />
de la ocurrida hace una década. Otros<br />
parámetros permanecen igual o a la<br />
alza, como la extorsión y el secuestro.<br />
Se aplican medidas contrainsurgentes<br />
como la permisividad de los grupos de<br />
autodefensa en Michoacán, la Gendarmería<br />
se estrena para proteger del secuestro<br />
zonas de altos ingresos (Valle<br />
de Bravo) y el silencio sobre lo que pasa<br />
en las calles con las manifestaciones<br />
delictivas violentas favorece al crimen<br />
organizado, como lo demuestra el asesinato<br />
de Rosario Fuentes en Tamaulipas,<br />
el miércoles 15.<br />
La situación no está bajo control pese<br />
al silencio que se impuso a la mayoría de<br />
los medios de comunicación. En las pocas<br />
intervenciones públicas que tuvo como<br />
asesor del gobierno peñista, el general<br />
colombiano Óscar Naranjo se refería a<br />
nuestra situación como una “crisis humanitaria”.<br />
Los adjetivos palidecen ahora si<br />
se compara con las expresiones de preocupación<br />
y condena de los organismos in-<br />
ternacionales multilaterales y ONG<br />
de derechos humanos.<br />
Desencanto verde olivo<br />
El pasado 22 de octubre el presidente,<br />
siguiendo un ritual antiguo<br />
del sistema político, utilizó su investidura<br />
para proteger y cubrir la<br />
responsabilidad de las fuerzas armadas<br />
en el asesinato de 22 civiles<br />
en Tlatlaya, Estado de México. No<br />
fue casual la referencia discursiva.<br />
Un día antes la CNDH había dirigido<br />
la recomendación 51/2014 a la<br />
Segob y la Sedena, con conclusiones<br />
contundentes (que los medios<br />
no destacaron): Los militares cometieron<br />
un crimen de lesa humanidad<br />
(15 ejecuciones, 3 de ellas sin<br />
definir la manera en que ocurrieron<br />
los asesinatos).<br />
Así contradice la versión de la<br />
propia PGR (que reconoce sólo ocho<br />
ejecuciones) y deja mal parada a<br />
la Sedena, que desde el primer momento<br />
mintió (como lo hiciera el gobernador),<br />
y luego, cuando fue imposible ocultar su<br />
responsabilidad, procuró que todo quedara<br />
en meras cuestiones de indisciplina<br />
militar, sin importar las implicaciones de<br />
su comportamiento: Falta de cumplimiento<br />
de sus propias normas (el Manual del uso<br />
de la fuerza, que por cierto prevé que si hay<br />
bajas civiles en su aplicación, los militares<br />
involucrados sólo serían responsabilizados<br />
penalmente por homicidio no intencional),<br />
66 <strong>1985</strong> / 16 DE NOVIEMBRE DE 2014