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ANÁLISIS<br />
pretender individualizar la culpa en unos<br />
mandos intermedios y efectivos (detenidos<br />
en instalaciones militares, irregularmente<br />
consignados por la PGR, que no<br />
aclara si lo hizo ante un juez penal militar)<br />
y no entorpecer el protagonismo e influencia<br />
que tendrá, junto con la Marina, con la<br />
anunciada Ley de Seguridad Interior.<br />
Preocupa en este sentido la alusión presidencial<br />
en el reconocimiento a las Fuerzas<br />
Armadas por su desempeño en estas<br />
tareas de seguridad, porque infiere que no<br />
hay ni habrá rectificación sobre el uso y<br />
abuso de los militares, pase lo que pase.<br />
Un matiz de diferencia con el pasado<br />
es que el sector castrense asume su propia<br />
defensa institucional (hace tiempo<br />
que la Segob abandonó la práctica de hablar<br />
por los militares cuando son señalados<br />
públicamente en forma crítica). De<br />
ahí las acciones que van desde sus comunicados,<br />
pasando por la mediatización y<br />
cooptación de las víctimas o sus familiares,<br />
de violación a los derechos humanos<br />
(por eso la disminución de quejas ante la<br />
CNDH, que presume el presidente en su<br />
segundo informe), hasta deformar la acción<br />
de la justicia civil (con todo y el nuevo<br />
marco legal aplicable) imponiendo el<br />
fuero militar como medida de protección<br />
(no de la disciplina sino de la institución)<br />
e incluso de chantaje político.<br />
El sexenio pasado se documentó que<br />
las procuradurías general y estatales cedieron<br />
su potestad legal de consignar<br />
militares que delinquían ante jueces del<br />
orden común y los entregan a la Procuraduría<br />
Militar (donde la justicia depende<br />
del secretario y no del Poder Judicial);<br />
también, que muchos secretarios y funcionarios<br />
de seguridad pública estatales y<br />
municipales son de origen castrense o deben<br />
pasar por el visto bueno de la Sedena.<br />
Segundo acto<br />
“Nos cayó la contra…”, fue la expresión,<br />
según el reporte de la CNDH, de una de<br />
las víctimas de Tlatlaya, lo cual abona a<br />
la hipótesis de In Sight Crime y ni siquiera<br />
forma parte de una línea de investigación<br />
oficial. La ausencia de aplicación<br />
de protocolos de actuación, la supuesta<br />
falta de comunicación con los superiores<br />
de la zona militar, entre otras, significaba,<br />
según esta versión, que el batallón<br />
estaba el servicio de una banda criminal<br />
rival a aquella a la cual pertenecían las<br />
víctimas. Por desgracia los precedentes<br />
de infiltración no son pocos (recuérdese<br />
a Los Zetas o al general Gutiérrez Rebollo,<br />
por mencionar dos casos) y lo más<br />
lamentable es la ausencia de autocrítica<br />
gubernamental, con la falta de medidas<br />
que eviten estas desviaciones ilegales<br />
con consecuencias cada vez más graves.<br />
Estamos ante el paradigma de una<br />
debilidad estructural del sistema político<br />
(y no de zonas institucionales focalizadas<br />
como apuntó el presidente) que se<br />
vuelve contra la institucionalidad democrática<br />
que se busca construir. Hay una<br />
grave paradoja en el último reducto de<br />
fuerza estatal al que se recurre ante la<br />
ineficiencia y corrupción de las estructuras<br />
policiales y de nuestros políticos,<br />
una y otra vez, desde hace dos décadas:<br />
los militares son salvación y peligro de la<br />
población civil. Esta es la coartada de los<br />
sectores duros y autoritarios del país.<br />
De la narcopolítica a la narcoelección<br />
Los puntos de contacto en los fracasos de<br />
la estrategia se multiplican en la medida<br />
en que el gobierno actual sigue experimentando<br />
con funcionarios y acciones<br />
en el ámbito federal sin recomponer del<br />
todo o en forma muy lenta (desde hace<br />
casi 20 años) las capacidades de seguridad<br />
en los estados y municipios (esta<br />
parte de la estrategia se basa en el “mando<br />
único”, herencia calderonista que tiene,<br />
para variar, un fuerte componente<br />
militar en su implementación).<br />
Ayotzinapa no es un caso de narcopolítica<br />
limitado a la región de Iguala (Calderón<br />
la señaló en su momento hacia<br />
Tamaulipas). Poco se dice del significado<br />
de que los partidos, el gobierno estatal y<br />
el aparato de inteligencia civil y militar sabían<br />
del involucramiento de las autoridades<br />
municipales con el crimen organizado.<br />
No se actuó porque, hay que decirlo,<br />
desde hace tiempo la información<br />
político-electoral con estas características<br />
es utilizada en forma facciosa por<br />
los actores políticos para negociar y cubrirse<br />
mutuamente comportamientos<br />
punibles, entre el gobierno en turno y el<br />
partido que sea. El Cisen a lo largo de su<br />
historia se ocupó, en forma indebida y en<br />
varios momentos, de investigar y dar seguimiento<br />
a procesos electorales. En un<br />
principio para preservar el dominio político<br />
del PRI; con el cambio de gobierno y<br />
la crisis de seguridad, para advertir la penetración<br />
del narco en la política. Es un<br />
hecho que ha existido un uso manipulador<br />
de esta extensión de las funciones de<br />
inteligencia del Estado y que ahora abarcan<br />
el estamento militar.<br />
Por el lado de los actores políticos e<br />
institucionales la situación es de grave<br />
riesgo ante el “blindaje electoral” que<br />
ahora se anuncia. Pero éste se limita a los<br />
discursos y al desgarramiento de vestiduras<br />
(“no criminalizar la política”). Con<br />
el argumento de que no es Ministerio<br />
Público, la autoridad electoral, el INE, se<br />
niega a ejercer su atribución de calificar<br />
la fama pública y a la revisión de expedientes<br />
de precandidatos en ciernes para<br />
el proceso en marcha desde el 7 de octubre<br />
(18 mil 500 millones de pesos no alcanzan<br />
para una actividad más).<br />
La Segob y los partidos firman convenios<br />
de buena voluntad para afinar el<br />
tino en la selección de sus candidatos;<br />
pero de acciones conjuntas y consecuencias<br />
(cárcel, renuncia al cargo o cualquier<br />
otra medida), nada. Se apuesta al olvido<br />
social y la anestesia que causa el horror<br />
de la violencia luego de las manifestaciones<br />
de protesta (2005, 2008 y 2011). Hace<br />
tiempo que los políticos no sólo duermen<br />
con el enemigo sino que comen de<br />
su mano, y eso también está alcanzando<br />
su reflejo en el campo político-electoral.<br />
Lo cierto es que esta descomposición no<br />
se evitará con discursos, por muy encendidos<br />
que sean.<br />
¿Inteligencia para la represión Sin<br />
un marco legal claro y menos con contrapesos<br />
de control interno o externo (Congreso),<br />
el gobierno ha dividido al país en<br />
regiones donde las instancias de inteligencia<br />
(fusión es la palabra de la nueva<br />
tendencia) del sector seguridad y defensa<br />
(civiles y militares) pretenden coordinarse<br />
para, según el Plan Nacional de Desarrollo,<br />
preservar la existencia del Estado.<br />
El mecanismo en realidad se ha limitado<br />
a apoyar operativos contra el crimen<br />
organizado y el narcotráfico, según se desprende<br />
entre líneas de los anuncios oficiales.<br />
Junto con la Ley de Seguridad Interior,<br />
la pinza de la –esa sí– renovada visión<br />
punitiva del gobierno se cierra con otro<br />
ordenamiento anunciado: la Ley del Sistema<br />
de Inteligencia Nacional, al margen<br />
de lo que ya establece la Ley de Seguridad<br />
Nacional.<br />
El planteamiento esbozado sólo permite<br />
advertir que en cuestión de tiempo<br />
va a derivar en el fortalecimiento de medidas<br />
represivas contra manifestaciones<br />
sociales de frustración e impotencia. El<br />
escenario está puesto con una guerrilla<br />
(EPR, ERPI y subdivisiones) que se mira<br />
“buena” y antes fue “mala”, según el<br />
maniqueísmo priista de los noventa, y<br />
sectores que esperan a los iluminados de<br />
la mano dura, que ahí están, ocupando<br />
los espacios que no llena nuestra frágil<br />
democracia. <br />
<strong>1985</strong> / 16 DE NOVIEMBRE DE 2014 67