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12. Fundación e Imperio

Fundación e Imperio es la segunda novela del Ciclo de Trántor escrita por el norteamericano Isaac Asimov en 1952. Es el segundo libro de la Trilogía original de la Fundación.

Fundación e Imperio es la segunda novela del Ciclo de Trántor escrita por el norteamericano Isaac Asimov en 1952. Es el segundo libro de la Trilogía original de la Fundación.

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6. EL FAVORITO<br />

Las diminutas naves habían surgido de las profundidades del vacío y volaban a toda<br />

velocidad hacia el centro de la Armada. Sin un disparo o una ráfaga de energía se<br />

introdujeron en el área atestada de naves para salir luego disparadas de un lado a otro,<br />

mientras las naves imperiales se dirigían hacia ellas como torpes animales de carga.<br />

Hubo dos relámpagos inaudibles que brillaron en el espacio cuando dos de los<br />

minúsculos mosquitos se fundieron por el impacto atómico, pero el resto desapareció.<br />

Las grandes naves buscaron, y después volvieron a su misión original, y, mundo tras<br />

mundo, la gran red del cerco continuó tejiéndose.<br />

El uniforme de Brodrig era majestuoso; cuidadosamente cortado y lucido con el mismo<br />

esmero. Sus pasos por los jardines del oscuro planeta Wanda,<br />

transitorio cuartel general del <strong>Imperio</strong>, eran pausados, y su expresión, sombría.<br />

Bel Riose caminaba junto a él con el cuello de su uniforme de campaña desabrochado,<br />

lúgubre en su monótono gris y negro.<br />

Riose indicó el banco negro colocado bajo el fragante helecho, cuyas grandes hojas en<br />

forma de espátula se elevaban contra la blancura del sol.<br />

-Mire esto, señor. Es una reliquia del <strong>Imperio</strong>. Los bancos ornamentados, construidos<br />

para los enamorados, subsisten en toda su frescura y utilidad, mientras las fábricas y los<br />

palacios se derrumban y se convierten en ruinas olvidadas.<br />

Se sentó mientras el secretario privado de Cleón II permanecía en pie ante él y cortaba<br />

las hojas a su alcance con golpes precisos de su bastón de marfil.<br />

Riose cruzó las piernas y ofreció a Brodrig un cigarrillo. Con el suyo entre los dedos,<br />

observó -Era de esperar de la eximia sabiduría de Su Majestad Imperial que enviara a un<br />

observador tan competente como usted. Ello alivia la ansiedad que yo sentía de que<br />

asuntos más importantes y urgentes pudieran relegar a la sombra una pequeña campaña<br />

en la Periferia.<br />

-Los ojos del Emperador están en todas partes -repuso Brodrig mecánicamente-. No<br />

subestimamos la importancia de la campaña; sin embargo, parece que se da un énfasis<br />

excesivo a su dificultad. Seguramente esas pequeñas naves no constituyen un obstáculo<br />

que requiera la complicada maniobra preliminar de un cerco.<br />

Riose enrojeció, pero no perdió la serenidad. -No puedo arriesgar la vida de mis<br />

hombres, que no son muchos, ni la destrucción de mis naves, que son irreemplazables,<br />

con un ataque precipitado. El establecimiento de un cerco ahorrará muchas vidas en el<br />

ataque final, sea cual sea su dificultad. Ayer me tomé la libertad de explicar las razones<br />

militares para ello.<br />

-Está bien, está bien; yo no soy un militar. En cualquier caso, usted me asegura que lo<br />

que parece patente y obviamente acertado es, en realidad, un error. Admitámoslo. Pero<br />

sus precauciones van mucho más allá. En su segundo comunicado usted pidió<br />

refuerzos, y eso que eran para luchar contra un ene. migo débil, reducido y bárbaro, con<br />

el que aún ni siquiera se había enfrentado. Desear más fuerzas bajo esas circunstancias<br />

haría casi pensar en cierta incapacidad o en algo peor, de no dar su carrera anterior<br />

pruebas suficientes de su osadía e imaginación.<br />

-Se lo agradezco -dijo fríamente el general-, pero me gustaría recordarle que existe una<br />

diferencia entre la osadía y la ceguera. La acción decisiva está indicada cuando se<br />

conoce al enemigo y se pueden calcular aproximadamente los riesgos; pero moverse<br />

contra un potencial desconocido ya supone una osadía de por sí. Sería lo mismo que<br />

preguntar por qué un hombre salta con éxito en una carrera de obstáculos durante el día<br />

y tropieza con los muebles de su habitación por la noche.<br />

Brodrig desechó las palabras del otro con un expresivo ademán.<br />

-Contundente, pero no satisfactorio. Usted mismo ha estado en ese mundo bárbaro.<br />

Tiene además a un prisionero enemigo, ese comerciante a quien cuida tanto. Estos dos<br />

factores ya significan cierto conocimiento.<br />

-¿Lo cree usted así? Le ruego que recuerde que un mundo que ha evolucionado en<br />

completo aislamiento durante dos siglos no puede ser interpretado hasta el punto de<br />

poder atacarlo inteligentemente sobre la base de una visita que duró un solo mes. Soy<br />

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