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198 - Scherzo

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2OPINIÓNEDITORIALOPINIÓNPAISAJE CON LA RED AL FONDOEl disco vive momentos de crisis. El círculo que se abrió a principiosdel siglo XX, que expandió la deliciosa imagen de un perritoescuchando la voz de su dueño a través de un gramófono, se cierrade manera bastante más sórdida, sobre una manta vieja en lasaceras de cualquier ciudad, preferentemente española. Esa es la trayectoriaaparente de una de las grandes invenciones del ser humano para ladifusión de la cultura. Siempre incompleto, siempre perfectible, quizá elerror del disco haya sido no prepararse para las vacas flacas, como hizoel libro cuando aparecieron sus posibles competidores en forma desoportes distintos al papel. El disco, además, sostenía parte de su vitalidaden su propia evolución tecnológica, y a nuevas formas y nuevosreproductores, de modo que se producía una alimentación mutua deambas industrias, a veces, incluso, hijas de los mismos padres. Con laaparición de las alternativas informáticas, la familia se ha roto y han llegadonuevos parientes al reparto de la herencia de un muerto que todavíaestá vivo. Y, además, con malas noticias: los discos no son imprescindibles.Sería más grave, desde luego, que lo que desapareciera fuerala música misma, pero sus nuevas posibilidades de difusión, la falta derespeto a las reglas de la propiedad intelectual —y, por ende a los propioscreadores—, y lo volátil de las actuaciones legales hacen que el findel continente influya decisivamente en las cualidades —mejores o peores—del contenido.En lo que respecta a la música clásica, la crisis no es, indudablemente,tan grave como en el mundo del rock o de lo que, más extensamente,se llama hoy música popular. El público de la música clásica,como el del jazz, ha aprendido a fidelizarse más o menos críticamentey depende mucho menos de campañas puntuales que, sin embargo,pueden servir para refrescar económicamente los resultados de las multinacionales.En parte por esa razón —y porque todavía el disco formaparte del aprendizaje cultural de generaciones enteras—, las ventas declásico se han estabilizado en los últimos años, hasta llegar incluso acrecer, poco pero significativamente. En ello, sin duda, han tenido quever los pequeños sellos independientes que han sabido explorar nuevosrepertorios.Al fondo de este paisaje, internet espera con avidez cada vez mayor,apoyada inconscientemente por otra gran crisis: la del punto de venta.El clásico ocupa cada vez menos en las grandes superficies y tiendasque hicieron de ese repertorio seña de identidad cierran para siempre.La importancia relativa del negocio del clásico ha hecho que la descargailegal del mismo a través de la red no haya llegado nunca a ser significativa,lo que ha permitido la implantación de la de pago, cuya realidades pronto para ser juzgada. Sí parece cada vez más asentada entrelos aficionados la compra directa de discos a través de las distintas posibilidadesque, dentro y fuera de España, se ofrecen en internet. Los grandesdistribuidores y vendedores de nuestro país están ya en ello, bienconscientes de que, ahí, el futuro hace tiempo que ha llegado.Adecuación de precios —como sucede con los libros en relación asus costes de creación y producción—, renovación del repertorio, aprovechamientode los fondos de catálogo debieran ser los cimientos deuna nueva política que apueste por la pervivencia del disco y su relación,no necesariamente hostil, con lo que podríamos llamar la reproducciónsin soporte físico. Si los nuevos nombres carecen del carismade los antiguos y se venden más caros llevarán siempre las de perder. Elhecho de que sea sobre todo en la música antigua donde están naciendolos nuevos héroes del público melómano, no deja de ser significativoa ese respecto. Y eso, no lo olvidemos, en un momento en el que el finalde los derechos de explotación de los grandes artistas de los años cincuenta—y, por tanto, de una época en la que ya los discos se escuchabanmás que decentemente— deja un inmenso patrimonio al alcancede quien lo sepa gestionar por el medio que prefiera. El mercado, pues,está más abierto que nunca.

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