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UNIVERSITARIO EN CHINA - Fundación ICO

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Aún así, los profesores de Beida tienen suerte: la universidad no les paga mucho en dinero,pero sí en prestigio. Los mejores profesores aumentan sus beneficios anuales gracias aconferencias, artículos y libros. Algunas instituciones y empresas están dispuestas a pagar a golpede talonario a los mejores profesores del país, así que una parte importante de su sueldo viene deforma indirecta gracias al prestigio de Beida.En muchos casos, cada vez más, los profesores cuentan con ayudantes (denominadoszhujiao) que les apoyan en el desarrollo de sus clases. Su función es facilitar el contacto con losestudiantes, corregir trabajos, preparar los ordenadores antes de las clases y echar una mano encualquier tarea que necesite el profesor. Los ayudantes suelen ser estudiantes de máster y cobranunos 500 yuanes ‐50 euros‐ al mes por asignatura. No es un fenómeno tan generalizado y biendesarrollado como en las universidades norteamericanas, pero lo cierto es que libera a losprofesores y ayuda a los estudiantes.“Repite, repite”Wugang es un pequeño pueblo situado al sur de la provincia de Henan, en el centro‐estede China. Para llegar hasta allí primero hay que coger un tren hasta Luohe y después una de lasfurgonetas que se encargan del transporte hasta los lugares más remotos. En todo el pueblo nohay ningún lugar donde comer pizza y sólo un sitio, el hotel, donde se puede tomar café. Estepueblo, rodeado de montañas, un lago inmenso y flores que cambian de color en cada estación, esprobablemente uno de los lugares en el que los niños tienen menos oportunidades de llegar a unabuena universidad.Kevin lo sabe y por eso ha decidido volver. Después de estudiar inglés en la Universidad deXian y un máster de Derecho en Beida, decidió que lo mejor que podía hacer con su vida eraregresar a Wugang y mejorar las oportunidades de sus pequeños estudiantes. Contactó conguarderías e institutos y, acompañado de su mujer, comenzó a dar clases de inglés y realizaractividades relacionadas con el extranjero. Kevin suele traer occidentales de la capital de Chinapara ayudarle con las clases, a los cuales invita a su casa con la mayor hospitalidad china que unopueda imaginar.Cuando estuve en la guardería de este pueblo de Henan, me quedé prendado de unaestudiante de cinco años llamada Mia. Era una de las chicas más inteligentes de la clase, siempredespierta, atenta a las explicaciones y con ganas de participar. Su entusiasmo se combinaba conun gran respeto por el profesor: sabía cuándo había que callarse y no impedía el desarrollo de laclase. Cuando le pregunté a Kevin por ella, se puso triste de inmediato: “es una estudiante muyinteligente, muy activa, le gusta siempre contestar a las preguntas de los profesores... y esto aellos no les gusta”. Según Kevin, los profesores están intentando por todos los medios rebajar laactividad e iniciativa de Mia, incluso hablando con sus padres. “A los profesores les gustan losestudiantes tranquilos y obedientes, de esta forma se pueden ocupar de los 60 alumnos quetienen por clase”, dice Kevin, que aunque no comparte esta forma de enseñanza, reconoce que laúnica forma de dar clases con tantos alumnos (en los institutos puede llegar a haber más de 100estudiantes por clase y algunos profesores utilizan micrófono) es sin participación.Una de las críticas al sistema chino, desde la educación primaria hasta la universidad, es suexcesivo énfasis en la memorización y la pasividad de sus estudiantes. Zhang Li, que estudió en laUniversidad Pedagógica de Pekín, recuerda como “el profesor nunca te pregunta `¿qué opinas?´`¿Qué piensas?´ Siempre dice: `repite, repite´”. Hasta que asistió a clases de idioma en un centroextranjero, Zhangli siempre había considerado este método como algo normal. “Los profesores30

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