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UNIVERSITARIO EN CHINA - Fundación ICO

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planeta, el dinero manda. Los jóvenes universitarios sueñan con ser directores de banco, brokersen la bolsa de Nueva York o directivos de una multinacional. La política importa mucho menos."La gente de mi generación no apoyamos al partido, al menos no yo. Somos muyprácticos", dice Baiyuan, un joven que hizo su Licenciatura en Economía en la Universidad deFudan y acaba de finalizar un máster de Finanzas en Beida. Baiyuan es un estudiante brillante yambicioso: la búsqueda del éxito es lo que mueve su organismo. "Pero si el gobierno nos jode,entonces no le apoyaremos", dice con contundencia.Liu Xiaoyu, que colaboró con la Cruz Roja para atender a los estudiantes en huelga dehambre durante las manifestaciones de 1989 y hoy es profesora en la Universidad de Pekín, piensalo mismo cuando analiza las diferencias entre los jóvenes de entonces y los de ahora: “antes losjóvenes leíamos más, éramos más idealistas, teníamos menos carga en la universidad... Ahora sonmás prácticos, sólo saben leer ensayos y cosas para la universidad, no piensan como nosotros en elpaís, la patria, la política...”. Lo importante para los universitarios es tener un buen trabajo yoportunidades; mientras el Gobierno cumpla con esta parte de su responsabilidad, los jóvenesestudiantes estarán de su lado.Junto a un pragmatismo absoluto, los universitarios chinos son indiferentes a la política.“Los jóvenes de hoy son más apolíticos, porque el sistema no permite que ellos participen. A losjóvenes no les interesa la política y no es sólo culpa de ellos. En el sector económico los jóvenestienen mucho que decir, pero en el político no”, dice Li Chen, que conoce los temas políticos de supaís pero no tiene cómo canalizar ese interés. La mayoría de universitarios chinos nunca hanprotagonizado ni visto un debate político. Simplemente, la política no interesa.Entre las más críticas con la educación y la forma de pensar de los jóvenes de hoy seencuentra la profesora Bang, que con su pelo largo rizado, ojeras imborrables cada mañana yropas de colores podría pasar por una hippie estadounidense de los años sesenta. “Los estudiantesde hoy no creen en nada, no tienen sus propias ideas y valores... sus cerebros están vacíos”, dicecon dureza Bang, que habla poco durante nuestra conversación pero cada vez que suelta una frasesuena como un mazazo. “A los estudiantes de hoy les han lavado el cerebro... lo único que tienenahí dentro son cosas relacionadas con el dinero”, no duda en decir esta profesora de chino, paraquien la matanza de Tiananmen supuso un antes y un después en su vida. Cada vez que hablamosdel tema se le hace un nudo en la garganta; no es por miedo a hablar, sino por la tristeza derecordar como el Partido Comunista acabó con los sueños de toda una generación.“Los jóvenes de hoy sólo entienden el yo, yo, yo”, continúa Bang, que no encuentra en losuniversitarios chinos ningún espíritu social ni deseos de mejorar el país. “El cambio que estáviviendo China es un cambio solamente económico... las ideas también han cambiado, pero nopara bien”, concluye con amargura.A pesar de la censura y control de la información, los estudiantes de Beida tienen en labiblioteca de la universidad una enorme cantidad de libros, artículos y ensayos que desmontan lamayoría de tesis que defiende su Gobierno y que tienen que estudiar en las clases de política.Algunos de estos libros se supone que están prohibidos en China, por eso es tan sorprendenteencontrarlos en las estanterías de la biblioteca al alcance de cualquiera que tenga un carnet. Entrelos libros que se pueden encontrar está Cisnes Salvajes, el conocido libro de Jun Chang quemuestra las atrocidades cometidas por el Partido Comunista durante el Maoísmo con todo lujo dedetalles; The Last Dalai Lama, de Michael Harris Goodman, quien habla de un “Tíbet que existiócomo una nación durante más de 2.000 años” y de como los comunistas comenzaron en 1950 “elexterminio sistemático de los tibetanos y su cultura”; los Selected Addresses and Messages de1998 del antiguo presidente de Taiwán, Lee Teng‐Hui, quien afirma que “Taiwán no necesitadeclararse independiente porque ya lo es”; y el excelente libro Red China Blues, de Jan Wong,55

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