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La vida cristiana - Editorial Sal Terrae

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L A VIDA CRIST IANA. T EOLOGÍA MORAL F UNDAMEN TAL22no entraban en el proyecto de «libertad, igualdad, fraternidad» ni en eldel progreso científico y técnico; pero la historia tiene sus sorpresas. Elverdadero método, en todo caso, es comparar proyecto con proyecto, yrealización con realización. Por eso sería una nueva injusticia el que,por ejemplo, comparásemos ahora la moral evangélica –un proyecto–con las realizaciones de la modernidad, cosa que corremos siempre elpeligro de hacer.En el decepcionado clima de la post-modernidad, hay que recordaralgo que siempre ol<strong>vida</strong>mos: el verdadero problema lo constituyen laspersonas reales, los grupos humanos reales. Hace miles de años, y centenarestan sólo, incluso hoy mismo, ha habido personas que han cometidoinjusticias e inhumanidades, y estas personas pueden pertenecera todos los estamentos sociales y a todos los grupos humanos. No es unexceso de pesimismo pensar que esto, probablemente, será siempre así.Con los derechos humanos en la mano y en los labios, la humanidad hacometido muchas inhumanidades. El verdadero desencanto de hoy noes sobre los grandes lenguajes, ni sobre la justicia o la democracia en simismas, sino sobre los hombres reales, los que han ocupado cargos olos simples ciudadanos. En el interior de las estructuras y de los climasculturales más nobles, los hombres reales hemos hecho y podemos seguirhaciendo toda clase de barbaridades. A partir de aquí, no es desacertadosospechar que la pretendida victoria de la modernidad sobreel mundo religioso, de la justicia y la libertad sobre el oscurantismo(«¡Dios ha muerto!»), no era en el fondo una victoria, sino una decepciónrespecto de Dios, porque había propiciado muchas injusticias. Y,aún más profundamente, no era una decepción respecto de Dios, sinorespecto del propio ser humano, que con el Evangelio en la mano y lafe en Dios en los labios había podido cometer todas esas injusticias.Probablemente, más que el nietzscheano «Dios ha muerto», refleja másfielmente el espíritu de la modernidad esta otra expresión, también deNietzsche: «El peor pecado de Dios es que no exista.»<strong>La</strong> pregunta más decisiva, y quizá también la más terrible, es ésta:¿Es posible el ser humano?; ¿no está abocado a la búsqueda de una <strong>vida</strong>éticamente plena que nunca podrá conseguir? Según Sartre, «elhombre es una pasión inútil»; ¿es también imposible? A veces da la impresiónde que muchas discusiones a nivel moral tropiezan en un problemaque no se plantean: el del mismo ser humano. Todo proyecto éticotiene que contar con el «factor humano», capaz de recortar todas lasalas, de poner el veneno del mal en el proyecto más noble. Confundirel fracaso de las realizaciones con la falsedad del proyecto ético es unerror. El que un proyecto moral sea imposible no significa que sea fal-

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