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La vida cristiana - Editorial Sal Terrae

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2.2. <strong>La</strong>s ciencias humanasAl lado de la revelación, también son luz para la Teología Moral, la razóny la ciencia, especialmente las ciencias humanas: psicología, sociología,historia, pedagogía, ética, antropología... El mensaje moralcristiano es una revelación sobre la plenitud y la realización del hombreen el Espíritu. <strong>La</strong> fuente básica es el mismo misterio de Jesús, precisamenteporque él es el hombre pleno en Dios. Por eso a la TeologíaMoral le interesa todo aquello que pueda decir alguna cosa sobre elhombre, su manera de ser y su comportamiento ético. El Evangelio nopretende hacer una moral parcial o regional, sino entender la maneraverdaderamente humana de vivir: «¿De modo que tampoco vosotrosentendéis? ¿No comprendéis que nada de lo que entra en el hombrepuede mancharlo, puesto que no entra en su corazón, sino en el vientre,y va a parar al estercolero?» (Mc 7,18-19). Es ya un intento de hacerantropología ética que, además, se considera evidente que puede entenderse.<strong>La</strong> razón humana es capaz de buscar y encontrar la verdad sobreel hombre, sobre su manera de ser y su comportamiento moral, individualy colectivo. <strong>La</strong>s ciencias humanas son el fruto de esta búsqueda.cuestiones: por una parte, los fundamentos antropológicos y éticos de los argumentosy, por otra, su comprensión por parte de los católicos. Es muy respetuosala reflexión de la Conferencia Episcopal del Canadá a propósito de la encíclicaHumanae Vitae de Pablo VI: «Es un hecho: un cierto número de católicos,aun sintiéndose obligados por la enseñanza de la encíclica, encuentran extremadamentedifícil, por no decir imposible, apropiarse de todos los elementos deesta doctrina. En particular, los argumentos y los fundamentos racionales de laencíclica, indicados muy brevemente, no han conseguido, en ciertos casos, obtenerel asentimiento del hombre de ciencia y de alta cultura, formado en la manerade pensar empírica y científica de nuestra época» (DdE XVII [1969] 168).Una situación así es, sin duda, muy dolorosa. Es bueno recordar la humildad delConcilio: «la Iglesia, que guarda el depósito de la Palabra de Dios, de donde sederivan los principios del orden religioso y moral, sin que tenga siempre a puntouna respuesta a cada pregunta, desea sumar la luz de la revelación a la periciade todos» (GS, 33); se ha hecho notar que esta constatación humilde es ol<strong>vida</strong>daen el Catecismo y en la referencia que le dedica VS, 3 (J. REGNIER,«Morale conciliaire, morale du Catéchisme romain»: Ensemble 50 [1993] 5-12;J. VICO PEINADO, «Ética y Magisterio en Veritatis Splendor»: Moralia 17 [1994]79; J.R. FLECHA, Moral Fundamental, 32). También es aleccionador el hechosintomático del reconocimiento del pecado y la petición de perdón por parte delPapa sobre acciones graves del pasado, no solamente fácticas, sino justificadasen su momento con argumentos teológicos (véase JUAN PABLO II, «Perdonar ypedir perdón», DdE XXXV [2000] 289-292). Hay que continuar promoviendoel diálogo respetuoso en la Iglesia, con vistas al servicio más fiel posible a laPalabra de la Revelación y al «derecho de los fieles a recibir la doctrina católicaen su pureza y en su integridad» (VS, 113).C APÍTULO PRIMERO - L A CUEST IÓN ÉTICA Y L A MORAL CRIST IANA31

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