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AnimaBarda_Abril2012

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10Ánima Barda - Pulp Magazinepara mantenerme a su altura, procurandomantener el oído atento por si mellegaba algún ruido más.- ¿Por qué no se han llevado la daga?–le pregunté en un susurro.- Porque siempre duermo con ella.Sólo los imbéciles o los incautos dormiríandesarmados en un sitio que noconocen. –Traté de no sentirme ofendido-.Por eso me he despertado, porquehe notado que alguien tiraba del arma.- ¿Y no has visto quién era?- Obviamente no. Y ahora calla, bajemosen silencio.Nos deslizamos sigilosamente por lasescaleras, procurando no hacer crujir lamadera. Ahora llegaba hasta nosotrosun suave coro de correteos, como si unamanada de ratas estuviera suelta por elpiso de abajo.- Viene de la cocina –dijo Alric, haciendoun gesto en dirección a la puertacerrada.Se le veía seguro y decidido, mirandocon fiereza la puerta y sosteniendola daga a la altura del muslo, para cogera cualquier intruso desprevenido. Amí, sin embargo, me temblaba todo elcuerpo. No me atemorizaba la posibilidadde un combate, ya que siempre hesido diestro con las armas y he sabidodesenvolverme con facilidad. La culpaera de los sobresaltos nocturnos, queno me sentaban nada bien. Para mí nohabía nada peor que estar durmiendoplácidamente y al momento siguientedespertarte sobresaltado por un golpe,un grito o la presencia de algún visitantenocturno. El corazón me latía confuerza, y mi mente se figuraba toda clasede extrañas criaturas paseando por lacocina. Procurando serenarme, me pusea la zaga de Alric, lanzando rápidas mime.La madera era rugosa y sin pulir, yun par de astillas se me clavaron al pasarla mano por encima. Sin embargo,allí no encontré ninguna de mis armas.Alarmado, salí de la cama, olvidandopor completo la posibilidad de que unarata me mordiera en el pie. Palpé con lasdos manos, pero sólo encontré mi ropadoblada. Una risilla y un par de golpesprovenientes de algún lugar de la posadame terminaron de poner en tensión.¿Dónde estaba mi arco? ¿Y la vela queme había dado el posadero? Decidí quelo más prudente era reunirme de inmediatocon Alric.Al salir al pasillo, le oí maldecir entreresoplidos. Su puerta se abrió degolpe, tan rápido que casi me doy debruces con ella. Una luz me deslumbró,obligándome a parpadear variasveces antes de ver lo que ocurría alrededor.Respiré tranquilo cuando vi quela repentina iluminación provenía dela vela que Brewersen llevaba en unamano, mientras que en la otra sujetabasu daga. Iba con el velludo torso al airey blasfemaba como un soldado. Sus ojosestaban rojos, no sé si debido al sueño oa la ira.- ¡Qué se mueran ahogados en mierdatodos los hijos de Ulfer el lobo! ¿Quiénha osado robarme las armas?- En mi cuarto también ha entradoalguien, y también se han llevado misarmas, junto con las flechas y la vela.- ¿Has oído algo?- Sólo un correteo. Ahora me ha parecidooír unas risas y un golpe.- ¿Aquí o abajo?- Creo que era abajo.- Pues vamos para allá.Y se dirigió a grandes zancadas haciala escalera. Tuve que acelerar el paso

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