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AnimaBarda_Abril2012

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98Ánima Barda - Pulp Magazinefantasías engrandecían su mito… Peroeran tan arrogantes que iban a destruirel equilibrio.El planeta no iba a permitir que el ordencayese, ya que era como un humanoegoísta, aunque sabio. La propia Tierradecidió que aquel reino de soberbia sederrumbase bajo la perdición. Maremotos,terremotos y erupciones volcánicas,más mil horrores que sus propios hijosconcibieron desde sus pesadillas… Todosellos sepultaron e hicieron trizasaquel continente hasta convertirlo enuna leyenda. Muchos dicen que está ental o cual lugar, bajo las aguas, aguardandosu retorno.¿La moraleja de la fábula? Sam la olvidó.Supone que es: “no te metas con elmundo o el mundo te aplastará”. Samnunca fue brillante en literatura, peroconoce el nombre del lugar…- Se llamaba Centroamérica –musitaSam.Sam ignora el motivo, pero cada vezque ve la Gran Ciudad, ese cuento legolpea la mente. Siempre ha pensadoque, un día, la enorme urbe caerá. Esdemasiado grande y rompe el equilibrio.“Mosquearán a la Tierra y los mandaráa todos al infierno”.Sin imaginárselo, Sam estaba a puntode convertirse en una fisura, el nacimientode un temblor, pero eso es adelantarsea los acontecimientos, queridolector. El hecho que ocurre ahora es diferente,va sobre el demonio, el ser conel que todos hacemos pactos.En la Frontera, vive un hombre quehabita en el mundo desde los albores delos tiempos. Ha rodado y vagado muchoy, por eso, conoce todo. Está entrela Gran Ciudad y los campos. Está enel límite y el comienzo del mundo. Lodisfruta y odia, porque así es su destino.Posee muchos nombres, tantos comopara rebosar más páginas de las quenunca existirán. Él prefiere uno: Mefisto.Ese mote le vuelve loco (o, a lo mejor,siempre lo estuvo; eso no lo descarta).Mefisto vive en El Infierno, pero él noes el mal encarnado sino el mayor contrabandistadel nuevo mundo y no habitaen el averno sino en un antro conun nombre que ya no significa nada enunas tierras baldías, aquellas que hanconocido ya suficientes demonios.Sam había escuchado hablar de élen numerosas ocasiones. Dentro de losconcilios, se acusa a algunos políticoscorruptos de servir a Mefisto. CuandoSam era más joven y algo más estúpido-si ambas cosas no son sinónimo-, considerabaque debía ser una expresión.No era así. Un mafioso como Mefisto dapíldoras de aire libre y mercancías delviejo mundo (por ejemplo, figuras dedibujos animados) a unos representantesque ceden, a cambio, su voluntad. Esel sino de la política.En su día, cuando Sam fue expulsadode la Gran Ciudad, pudo ver aquellugar, entre ruinas. Contempló un viejocártel de neón, alimentado por vaporesinfectos, y donde un diablo daba saltitos,prendiendo el título con su tridentey su lengua. Allí estaban, sin duda, lasfauces de El Infierno.Y tanto tiempo después, Sam, comohijo de cultos, iba a entregarse al malcon tal de que Moloch le dijese que Lisaestaba bien. Sam sólo tiene eso en mentepara afrontar lo que le cierra el camino:la gárgola gris que vigila las puertas.- ¿Quién vive? –pregunta, con voz asfixiada,el cancerbero.- ¿Quién sabe? –responde Sam.

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