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AnimaBarda_Abril2012

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18Ánima Barda - Pulp Magazinecriaturas, que reían, saltaban y nos señalaban.Esos seres, que supuse que seríanlos dokkalfar, no eran mucho más altosque un niño de diez años. Eran delgados,de finos y fibrosos músculos, con elpelo negro y la piel oscura, e iban vestidoscon jubones grises y sin mangas ycalzas del mismo color. Sus rostros estabandeformados, como ligeramenteestirados hacia las orejas, que eran unpoco más grandes de lo normal y acababanen punta. No alcanzaba a ver biensus ojos, pero me daba la sensación deque eran totalmente negros.- ¡Alric y Godert! –en el centro de lasgradas, a media altura, un dokkalfarmás alto que los demás y con unos ropajesmenos andrajosos se puso en piemientras alzaba los brazos a los lados.Los demás se callaron-. Los dokkalfaros desafiamos a enfrentaros con elfirkyrsten, que tan amablemente nos haofrecido nuestro invitado –y, haciendouna reverencia, se inclinó ante otrohombrecillo que estaba sentado a sulado. Éste, a pesar de tener un cuerposimilar, no era un dokkalfar, su piel eramás parecida a la humana, y en el rostrolucía una amplia sonrisa de pura felicidad-. ¡Ahora preparaos para morir!¡Que salga la bestia!Y la multitud bramó, aplaudiendo yvitoreando las cortas y poco descriptivaspalabras del dokkalfar líder. Recordandomi objetivo, reanudé la ascensión.Notaba que los brazos empezabana cansárseme y no era cuestión de andarperdiendo el tiempo. Un rugido se impusoa los aplausos, un sonido que noprovenía de una garganta humana. Oíque Alric bramaba en respuesta, soltandodespués una sarta de maldiciones.Sin poder aguantar la curiosidad ante lanueva amenaza, volví a girar la cabeza.Sobre el escenario se encontraba unlagarto gigante. Era una especie de lagartijatan alta como un hombre, conla espalda plagada de duras escamas yuna cola con múltiples púas.- ¡Alric! ¡¿Qué es eso?!- ¡Un lagarto de costa! ¡Aléjate de sucola, las púas tienen veneno paralizante!Alric corría y rodaba por el suelo, esquivandolas dentelladas y golpes dellagarto, mientras lanzaba inútiles cuchilladascon su daga; las escamas erandemasiado duras para que una hoja tancorta pudiera atravesarlas.Apremiado por la situación, seguísubiendo con más ímpetu. Las armasestaban a un par de codos de mí cuandosentí temblar todo el poste. A puntoestuve de caer, pero mis brazos se tensaronalrededor de la madera, evitandoel desastre.Lancé una breve mirada hacia abajo,justo lo suficiente para ver como elfirkyrsten daba fuertes golpes de colacontra el carcomido poste. El primerolo aguantó bien, al segundo crujió unpoco, y fue al tercero cuando empecé anotar como la madera se rasgaba por elinterior.Como si fuera un árbol serrado, elposte se inclinó lentamente, para ir cogiendoimpulso según cedía. Intuyendolo que me esperaba si no me soltaba rápido,me impulsé todo lo lejos que pudedel mástil cuando estaba a punto de llegaral suelo.La caída era alta, pero yo estaba acostumbradodesde pequeño a saltar y aterrizarcon el mínimo daño. Así lo hice,rodando al tocar tierra, mientras la maderase hacía añicos a mis espaldas con

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