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AnimaBarda_Abril2012

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84Ánima Barda - Pulp Magazineco del narcótico, lo abrió, vertió su contenidoen el orujo y lo volvió a guardaren la manga de la chaqueta. Si alguiense dio cuenta, no debió de importarle.- Toma, aquí está. Tu brazalete.- Qué amable. ¡Un brindis por tu caballerosidad!- ¡Salud! -dijeron los dos, y las copasde madera hicieron un ruido seco.Mientras Dionisio se bebía el líquido,Eva lo miraba fijamente. Su hermanahabía dicho que el narcótico haría efectoen unos diez minutos, pero no queríaesperar tanto tiempo.- Me preguntaba si te gustaría salir ala calle a dar un paseo, y quizás acompañarmehasta mi posada -coqueteóEva.- A sus pies, mi señora -Dionisio hizoun amago de reverencia.“No lo sabes tú bien”, pensó ella.Eva ofreció su brazo y el joven lotomó para sí. Salieron de la posada juntos.Ella le guió hasta el callejón dondeles esperaba Ricco. Cuando hubieronavanzado un poco, ella echó un vistazoa su alrededor y, al no ver a nadie, separó en seco, miró a los ojos a Dionisioy le dijo:- Llevo toda la noche esperando estemomento.Él se la acercó, con sus labios preparadospara besarla… pero lo único querecibió fue un golpe en la nuca con laempuñadura de la daga de Ricco. Dionisiocayó redondo al suelo, y lo arrastraronal callejón.- Vaya, si que le has cazado pronto-apuntó Ricco, mientras buscaba en laropa de Dionisio algo que saquear. Encontróuna pequeña navaja y una bolsade dinero con cinco monedas de oro ycuatro de plata.- Créeme, si por mí fuera hubiera sidomás rápido. -Eva se quitó la falda y se ladio a Ricco. Éste le pasó su estoque y sudaga, y las puso en su cinturón-. Esperemosque los narcóticos le hagan efectoy no se despierte hasta que lleguemos algremio.Cogieron a Dionisio por los hombrosy, antes de que pudieran salir del callejón,un hombre apareció por dondeellos habían venido.- Dejad ese chico ahora mismo -lesdijo, mientras se acercaba a ellos. Riccoy Eva se giraron para ver la nueva amenaza.Tal y como iba vestido, con unaarmadura de cuero y unos pantalonesde tela negra, un guardia no parecía. Teníael pelo moreno y largo, recogido enuna cola de caballo, y una barba espesa.También llevaba dos dagas largas en lacintura, en unas fundas de madera.- ¿Quién lo dice? -preguntó Ricco.- Soy el guarda personal de Dionisio.- He seguido a este hombre durantetres días, y es la primera vez que te veo-dijo Eva. Soltó el brazo a Dionisio yechó mano de la empuñadura del estoque-.Hay una recompensa si se entregaeste hombre a su familia, y estoy seguraque no eres más que un buitre siguiéndonos.Te sugiero que te marches si noquieres salir herido.- Ahí te equivocas, muchacha -elhombre desenvainó sus dagas, mientrascaminaba hacia ellos-. He venido desdeLirol porque me han contratado paraque este hombre no regrese nunca consu familia. Al menos vivo.“Un asesino”, pensó Eva. Ella empuñósus armas, el estoque en la derechay la daga en la izquierda, y se puso enposición de ataque.- Ricco, llévate al angelito a la casa

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