70Ánima Barda - Pulp MagazineEl Libro de Irdys: Blemiaspor J. R. PlanaExtracto del Libro de Irdys, donde sedescriben muchas de las criaturas deotros mundos que viven en éste ocultasa nuestros ojos.Mi nombre es Irdys, aunque eso importapoco, pues se me conoce de muchas maneras.Algunos me llaman “la voz negra”, otros“el que sabe de muerte” y muchos procuranevitarme de todas las formas posibles. He vividodemasiado, y todo este tiempo lo he dedicadoa buscar y entender parte de la vastavariedad de oscuros horrores que horadan latierra. Escucha mis palabras con atención, yque el escepticismo no ciegue tus ojos, puesel desconocimiento de éstas es el camino másrápido para la perdida de la vida y el alma.Estos son los hechos que acaecieron a sirWilliam Whistlepown aquel fatídico día, yque sirven para observar y documentar laexistencia de las criaturas conocidas comoblemias.Si sir William hubiera sabido los terrorescon los que se iba a encontrar esanoche, habría hecho caso de las funestasadvertencias de su amigo. Pero estabaen la plenitud de la vida, era fuerte, ricoy atrevido, cualidades que son la antesalade una muerte prematura.Todo empezó el día anterior, cuandoWilliam abrió la puerta principal de suresidencia y se encontró al chico. Erauno de los miembros del servicio delord Dawn, el viejo amigo, y venía con elaliento entrecortado y la cara sofocada,lo que evidenciaba una presurosa carrera.Estirándose y tratando de no jadear,el muchacho recitó de corrido las malasnoticias. Al parecer, Lord Dawn no podríaacompañar a William en la partidade caza que tendría lugar al amanecer.Una sesión de cartas con Madame Berenicehabía tenido como resultado presagiospoco alentadores.Sir William, con la altivez propia desu condición, lamentó la estupidez de lanoticia y le dijo que transmitiera a su señorsu intención de salir igualmente decacería, trayéndole sin cuidado que losnaipes fueran o no favorables.El joven insistió, pues las órdenes desu amo habían sido tajantes: “Disuade aWilliam de ir por todos los medios, bajoningún concepto debe entrar mañanaen ese bosque. Madame ha visto cosasoscuras, malos augurios”.
71J. R. Plana - EL LIBRO DE IRDYS: BLEMIASWilliam, viendo surgir en el rostro yla voz del criado el miedo y la superstición,rió con ganas, mandando a paseoal obstinado mensajero y las tonteríasde la vieja bruja. Con la puerta cerradaen la cara, al muchacho no le quedó otraque volver por donde había venido.William desaprobaba las costumbresocultistas del anciano lord Dawn. Noera la primera vez que anulaba una caceríaporque su permanente invitada,la infalible adivina Rose Berenice, veíaalgún remoto peligro en las cartas. Lasuperstición de Dawn le provocaba irritación,pues por ella se veía privado desu compañía, que siempre era de agradeceren el enorme y sombrío bosque.Resignado a pasar una solitaria mañanade caza, sir William ocupó el restode la tarde en limpiar y preparar laescopeta, dando al anochecer un paseocon los dos podencos por la campiñaque rodeaba su casa.Salió bien de madrugada, cuando elsol ni siquiera teñía el horizonte, conla intención de estar en el puesto habitualal amanecer. Pronto dejaron atráslos grises muros de la mansión y los límitesmarcados por el seto. El prado seextendía oscuro a su alrededor, inescrutablemás allá de los pocos metros quealumbraba la suave llama de la linterna.Las nubes tapaban las estrellas, dejandoentrever ocasionalmente la blancura dela luna llena, y el silencio dominaba laestampa, roto únicamente por el silbidodel viento.Los perros marchaban cerca del hombre,a pesar de ir sin correas. Mostrabanuna actitud poco usual en ellos, que solíancorrer alrededor excitados por lajornada de caza. Ahora iban despacio,con la cabeza un poco gacha y el rabocasi entre las piernas.Después de una caminata considerable,llegaron por fin a la linde el bosque.Resultaba impresionante a la luz de lalinterna, que lanzaba grotescas sombrascontra los troncos. Para no ser vistosdesde lejos, bajó el nivel de la llama.Después de muchos años viviendo en lacomarca, conocía al dedillo las sendasy caminos, así que se bastaba con pocaluz para avanzar sin problemas. Descolgandola escopeta del hombro paratenerla a mano, se adentró en la foresta,seguido por los dos perros.Tras un trecho de esquivar raíces ypiedras, William observó que los perrosse mostraban reticentes a continuar; sedetenían cada poco tiempo y caminabanmuy pegados a su dueño. Al verlesen esa actitud, no pudo sino acordarsede las cartas de Berenice y sus nefastosagüeros. Hizo un esfuerzo por reírse delas magias en las que Dawn tanto confiaba,pero la mente ociosa, al amparode la oscuridad y el ominoso silenciodel bosque, empezó a imaginar un desfilede horrores antinaturales: amenazantescriaturas acechando agazapadasentre las sombras, diablillos de ojos brillantesy afilados dientes observando ysiguiendo sus pasos, tétricos cadáveresdevueltos a la vida surgiendo de los grisestroncos para arrastrarle con ellos.El vello se le erizó y un escalofrío estremeciósu espalda. Al instante, susmejillas se tiñeron de rojo, inundándolela vergüenza por aquel pueril comportamiento.Eso le ayudó a desterrar lasfantasmagorías, procurando centrarseen vigilar que los perros no se girarande vuelta a casa.Sin embargo, la concentración no le