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AnimaBarda_Abril2012

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20Ánima Barda - Pulp Magazineque huían frenéticamente. El líder seechó las manos a la cabeza y, agitandoel puño hacia mí, giró sobre sí mismo ydespareció.Solucionado el problema de losdokkalfar, pasé a centrarme en el lagarto.Con cierto regodeo, llegué a contemplarcomo Alric esquivaba otro golpepara después descargar el mandoble,con todas sus fuerzas, sobre la cola delanimal. Ésta se partió limpiamente,provocando un estremecimiento en elfirkyrsten, que se giró lanzando dentelladasrabiosas. Brewersen no titubeó y,poniéndose a su lado, lanzó un tajo alcuello. La espada cortó carne, pero nollegó a separar la cabeza del tronco. Alricrepitió la acción varias veces hastaque, con una sacudida, el cráneo del lagartode costa se desprendió del cuerpo.Alric lanzó un grito triunfal, buscandodesafiante más enemigos a su alrededor.Me pareció ver una breve expresiónde lástima cuando se percató deque los dokkalfar huían despavoridos,saliendo a toda prisa de la hondonada.Sus ojos se estrecharon cuando detuvola mirada en un punto de las gradas. Almirar hacia allí, vi que el misterioso invitadoaplaudía, sonriente, la proeza deBrewersen. Sin parar, se levantó de susitio y comenzó a bajar hacia nosotros.- ¡Muy bien! ¡Un espectáculo dignode admirar! –su sonrisa era exageradamenteancha. Sus rasgos eran grotescosy también tenía orejas puntiagudas.Vestía una camisa blanca y sucia sobreun andrajoso chaleco marrón, así comocalzas grises y zapatos igual de sucios-.Un lástima que hayáis acabado con mimascota, pero qué le vamos a hacer, ¡estabaaquí para matar o ser aniquilada!¡Ji, ji, ji, ji!Su risa era aguda y altisonante. Seaproximó a nosotros frotándose las manos.Sus ojos azules, anormalmente claros,daban saltos de uno al otro, mirándonoscon expresión de codicia.- Bien, bien, bien, muy interesante,muy interesante.- ¿Quién eres tú? –la pregunta salióa golpes de mis labios, en tres tiempos.Alric sujetaba su espada con aire amenazador,listo para cortar por la mitad anuestro interlocutor.- ¡Oh! ¡Eso de momento no importa!– Tenía un acento extraño, acentuandolas palabras en la penúltima sílaba-. Loimportante ahora es que habéis salidocon vida de un reto dokkalfar. ¡Nada fácil!¡No, no, no!- ¿Qué diablos quieres? –dijo Alric, enun tono nada amigable.- ¡De momento nada! ¡Nada de nada!Sólo quería saludaros.- Pues no es muy educado saludar aalguien sin antes presentarte tú primero.–No pude evitar entrar en su juego.- ¡Ah! ¡Ahí me has pillado! –y dio trespalmadas rápidas-. Vosotros ya sé quiénessois, ¡Alric y Godert, compañerosde aventuras por pura casualidad! Quesepáis que habéis captado mi atención.¡Sí, sí, sí! Por ahora podéis llamarmeRey de los Duendes, y quién sabe si másadelante llegaréis a conocerme mejor.- Por mi parte no tengo el menor interés–contestó Alric.- ¡Ah! Pero eso no está en tu mano,Brewersen. –Sonrío más aún, mostrandosus dientes sucios y amarillos. Lapiel entorno a sus ojos, de un tono másgrisáceo que la nuestra, se plegó enmúltiples arruguillas-. ¡Ha sido un placer,pero me tengo que ir! ¡Tened por seguroque nos volveremos a encontrar!

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