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AnimaBarda_Abril2012

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81Diego Fdez. Villaverde - EL PROMETIDO HUIDOjes la puerta abierta -dijo Eva seriamentedesde la entrada.- Bueno, y a mí tampoco me gusta quete pasees por la casa con las tetas al aire,pero nadie es perfecto, ¿no?- Anna, lo digo en serio, a saber quiénpodría haber entrado.- ¿Quién, un ladrón? ¡Los conocemosa casi todos! -Anna soltó una carcajada,y Eva luchó por no sonreír-. Además,esos niños necesitan que alguien les vigile- Cierto, ¿qué tal sus padres? -Annase acercó a la mesa de la cocina y cogióuna silla, la dio la vuelta y se sentó conlos brazos apoyados es el respaldo.- Eva, la mayoría de esos niños sonhuérfanos de padres que fueron a laguerra, madres muertas en los partoso simplemente sus dos padres trabajandía y noche para sacarlos adelante.- Eres demasiado buena, Anna.- Esta ciudad a veces es demasiadomala.Las hermanas gemelas Garibaldi eranidénticas en todo. Las dos eran pelirrojascon el pelo rizado y de ojos verdes,tenían un rostro perfecto salpicado conalgunas pecas, medían un metro setentay, aunque carecían de grandes curvas,lo compensaban con un cuerpo atlético.La diferencia más evidente es que Annaera tuerta y llevaba un parche sobre sucuenca derecha. Además, Anna era muchomás dulce, atenta y alegre que suhermana Eva. Mientras que ella lo únicoque le interesaba era abrir cerradurasy cómo salir airosa de una pelea, Annaera una gran aficionada a la botánica.Podían haberse permitido una casa másgrande, pero ésta tenía un gran patiotapiado en la parte trasera de la casa,donde podían cultivar una gran canti-dad de plantas; sin embargo, ningunade ellas tenía un fin ornamental. A unobservador desinformado le pareceríaque su pequeño jardín no estaba biencuidado. Todas las plantas que ella poseíatenían alguna propiedad útil parasu trabajo, ya fuera medicinal, como elacíbar que había usado en la cura de laniña, o tóxicas, como la belladona o latuera.Anna sacó el agua del fuego, la vertióen dos tazas de madera e introdujo enellas unas hojas de tilo. Puso una cercade donde estaba sentada Eva, con la esperanzade que la probara.- Anna, necesito tu ayuda con un trabajo-dijo Eva, cambiando a un tonomás suave.- ¿Qué clase de trabajo? -le preguntóAnna, mientras bebía su infusión-.¡Hmm! Esto necesita más tiempo paraque repose.- Al parecer un joven de Lirol, Dionisio,se ha escapado de su casa. Sus padreshabían preparado un matrimoniode conveniencia con una familia ricaque sólo tiene una hija. No sé muy bienlos detalles, pero hay una buena dote depor medio. Lo que sí sé es que ofrecenuna buena recompensa al que le lleve acasa: cien monedas de oro. Y tambiénsabemos que está aquí, en Avarittia,gastándose el dinero de sus padres enbebidas y putas.- ¿Y supongo que pedirle por favorque vuelva a su casa no vale? -volvió apreguntar Anna, mientras removía lataza con un dedo.- Puede, pero ¿quién se llevaría la recompensa?-Eva dio un sorbo a la infusiónde su hermana. Estaba asquerosa-.No, quiero capturarle yo.- Esto es nuevo, robar una persona.

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