VE-25 JUNIO 2016
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El tío Juan<br />
—Imbécil, no sabés nada de la vida… —Siguió diciendo mi tío,<br />
mientras yo le miraba incrédulo. Los ataques no cesaban y él insistía.<br />
—¿A qué viniste? No sabés nada de la vida, pendejo choto. Tu<br />
primo es un gobernado, un pelotudo y su mujer una mala persona.<br />
¿Querés que vaya arrastrándome a pedirles perdón? Incrédulo. Sos<br />
muy infantil. A mí me tendría que pedir perdón.<br />
—Tío, no te pongás así. Yo sólo te digo que no es el momento.<br />
Tenemos que estar unidos y dejar todos estos quilombos a un lado...<br />
—¿Qué te creés, que soy yo el que arma esto? No, no te<br />
equivoqués. Es ella.<br />
—Ya lo sé —dije tratando de seguirle el apunte—, ya lo sé, pero<br />
pensá un poco. Ahora no podemos andar con estas cosas...<br />
Una explosión cayó muy cerca de nuestro búnker, retumbaron<br />
las paredes y las tacitas tintinearon con violencia dentro del armario<br />
del salón.<br />
—Vos parece que venís de su parte ¿Sabés como empezó todo?<br />
¿Sabés por qué no viene más a esta casa? Se metió donde no le<br />
llamaron, en mis cosas. ¿Sabés? Y después ella vino como una furia y<br />
me mandó a la mierda y...<br />
Yo había oído la historia, pero contada de otra manera, por otras<br />
lenguas y en otro tono. No coincidían en absoluto.<br />
—Mirá pendejo, vos no me vengás a decir nada a mí —un gran<br />
estruendo iluminó su cara. La luz, de forma circular, como la<br />
claraboya que le permitía entrar, resaltó las arrugas de Juan—. Vos<br />
querés que yo me rebaje ante ella.<br />
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