LA ARQUITECTURA COMO OBJETO DE PROYECTO Y COMO OBJETO DE INVESTIGACIÓN
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deben poseer presencia y cierto poder. (Curtis, 1998).<br />
No encontramos aquí exhaustivos análisis acerca del tema de la forma. Curtis solo nos dice<br />
que esta debe tener presencia y poder. Una obra de arquitectura hace que nos detengamos en ella,<br />
que la veamos como arquitectura, no sólo como un edificio que satisface un fin. La arquitectura es<br />
forma, construcción, y muchas otras cosas. Pero, lo esencial, es que nos obliga a que nos<br />
concentremos en ella, reteniendo nuestra imaginación y nuestros sentidos.<br />
Incluimos una última definición en esta categoría:<br />
Enrique Peñalosa (1954)<br />
La ingeniería es aquello que se puede medir, yo sé que si este edificio no tiene unos<br />
cimientos de cierto tamaño y tanta cantidad de acero y demás… se cae, eso se puede medir<br />
matemáticamente. En cambio, yo no puedo demostrar que un andén (acera) de 10 metros, bien<br />
arborizado, va a hacer a la gente más feliz que uno de 3 metros, eso es difícil de probar. Eso, lo que<br />
se prueba con el alma, es lo que hace la arquitectura y no podemos subestimarlo pues finalmente, lo<br />
que no es medible racionalmente es lo que le da sentido a nuestra existencia. (Peñalosa, 2002: 19).<br />
Existen diferentes formas de comparar la amplitud de una acera. Una tangible, material y<br />
externa es señalar la capacidad para permitir la circulación de un menor o mayor número de<br />
personas. Una acera de 10 metros de ancho permite circular libremente a un número mayor de<br />
personas que una acera de 3 metros. Sin embargo, no es este el patrón de comparación que utiliza<br />
Peñalosa. Poniendo en contraste ciencia y valoración apela a una “prueba del alma”, para concluir<br />
afirmando que lo que tiene sentido es algo que no se puede cuantificar. El texto que citamos<br />
proviene de una charla realizada en Caracas en 2001. Las formas de argumentación de Peñalosa<br />
quedan justificadas con las palabras introductorias de esta charla, en las que compara las enormes<br />
brechas económicas entre ciudades del mundo. Después de citar cifras alarmantes en cuanto a las<br />
brechas entre ciudades de países como Venezuela y Estados Unidos, afirma<br />
En términos materiales, en términos de riqueza, podemos darnos por fracasados por los<br />
próximos 500 años y me parece que es una perspectiva bastante poco halagüeña, bastante triste. Por<br />
lo tanto, creo que tenemos que inventarnos unas maneras distintas de medir el éxito que tengan que<br />
ver más con la felicidad, por ejemplo. (Peñalosa, 2002: 19).<br />
Peñalosa arroja una hipótesis en la segunda década del siglo XX, igual que Le Corbusier<br />
arroja muchas para su tiempo. Ambos vislumbran realidades posibles fuera de los marcos habituales<br />
y conocidos, fueras de las fórmulas del éxito. Seguramente no son ignorantes de las realidades de<br />
orden externo, pero son capaces de mirar y proponer otras respuestas que toquen también esas<br />
categorías de orden interno.<br />
Cabe aquí poner en contraste algunas de las definiciones que hemos citado hasta el<br />
momento. A tono con el espíritu cientificista moderno, Hannes Meyer aboga por una retirada de la<br />
arquitectura tradicional y de los impulsos subjetivos del diseño, para dar paso a una construcción<br />
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