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He aquí yo estoy a la puerta y llamo - Robert J. Wieland

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puede Babilonia ver <strong>la</strong> cruz, comprender el agape,<br />

ni experimentar <strong>la</strong> genuina fe neotestamentaria?<br />

¿Por qué no puede proc<strong>la</strong>mar el auténtico<br />

evangelio?<br />

Necesariamente ligada a <strong>la</strong> idea de <strong>la</strong><br />

inmortalidad natural del alma, está <strong>la</strong> noción de que<br />

Cristo no hizo un sacrificio infinito cuando murió<br />

en <strong>la</strong> cruz. Según ellos, el buen <strong>la</strong>drón dijo: ‘hoy<br />

recibiremos una gran recompensa’. "De cierto te<br />

digo, que hoy estarás conmigo en el paraíso" (Luc.<br />

23:43). Es decir, ¡se supone que ambos fueron en<br />

ese día al paraíso! Según eso, durante toda su<br />

penosa experiencia, el Señor se mantuvo por <strong>la</strong><br />

esperanza de <strong>la</strong> recompensa, y fue conso<strong>la</strong>do por <strong>la</strong><br />

seguridad de que en realidad no moriría<br />

verdaderamente. Su sacrificio consistió entonces en<br />

mera agonía física y vergüenza humana de<br />

naturaleza temporal. ¡Moisés estuvo dispuesto a un<br />

sacrificio aun ma<strong>yo</strong>r que ese, en favor del pueblo<br />

de Israel, cuando pidió que su nombre se borrase<br />

del libro de <strong>la</strong> vida si el pueblo no podía ser<br />

perdonado! (Éx. 32:32). En esa visión popu<strong>la</strong>r,<br />

toda <strong>la</strong> naturaleza altruista, que se vacía de sí<br />

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