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He aquí yo estoy a la puerta y llamo - Robert J. Wieland

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oposición de una gran proporción de nuestros<br />

hermanos en los años 1890 y siguientes, "<strong>la</strong><br />

reve<strong>la</strong>ción de <strong>la</strong> justicia de Cristo" contenida en<br />

esos mensajes habría obrado un mi<strong>la</strong>gro en sus<br />

días, y <strong>la</strong> iglesia se habría vestido con "vestiduras<br />

b<strong>la</strong>ncas" y habría dado el fuerte c<strong>la</strong>mor al mundo.<br />

Cristo habría sido vindicado en su pueblo, al<br />

demostrarse en <strong>la</strong> carne pecaminosa de ellos el fiel<br />

reflejo de lo que él mismo demostró "en semejanza<br />

de carne de pecado" cuando estuvo en <strong>la</strong> tierra.<br />

Habiendo visto a Cristo c<strong>la</strong>ramente reve<strong>la</strong>do,<br />

habrían recibido "<strong>la</strong> fe de Jesús". Cristo y su<br />

justicia no han sido todavía c<strong>la</strong>ramente<br />

comprendidos.<br />

El mensaje de 1888 de <strong>la</strong> justicia de Cristo ha<br />

sido reemp<strong>la</strong>zado por una visión diferente: Cristo<br />

debió tomar <strong>la</strong> naturaleza impecable de Adán, tal<br />

como éste <strong>la</strong> poseía antes de <strong>la</strong> caída, por lo tanto<br />

no es posible que su carácter perfecto se manifieste<br />

en nuestra carne pecaminosa. Esa posición es<br />

virtualmente idéntica a <strong>la</strong> sostenida por los que<br />

guardan el domingo y se adhieren a <strong>la</strong> inmortalidad<br />

natural del alma. Ninguno de los "predicadores<br />

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