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He aquí yo estoy a la puerta y llamo - Robert J. Wieland

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"temb<strong>la</strong>ba al pensar que su pecado haría derramar<br />

<strong>la</strong> sangre del Cordero inmacu<strong>la</strong>do de Dios. Esta<br />

escena le dio un sentido más profundo y vívido de<br />

<strong>la</strong> enormidad de su transgresión, que nada sino <strong>la</strong><br />

muerte del querido Hijo de Dios podía expiar"<br />

(Patriarcas y profetas, p. 54, 55). Pero <strong>la</strong> conciencia<br />

plena de su pecado y culpa les estaba ve<strong>la</strong>da a <strong>la</strong><br />

pareja culpable:<br />

Después que Adán y Eva hubieron compartido<br />

el fruto prohibido, fueron invadidos de un<br />

sentimiento de vergüenza y terror. En un primer<br />

momento, su única preocupación fue cómo excusar<br />

su pecado ante Dios, y escapar a <strong>la</strong> espantosa<br />

sentencia de muerte... El espíritu de<br />

autojustificación tuvo su origen en el padre de toda<br />

mentira, y se ha manifestado en todos los hijos de<br />

Adán. (Testimonies, vol. 5, p. 637, 638).<br />

Es por fortuna que desde <strong>la</strong> caída, <strong>la</strong><br />

culpabilidad del hombre haya permanecido<br />

parcialmente inconsciente, ya que si se hubiese<br />

dado plena cuenta de el<strong>la</strong>, le habría acarreado <strong>la</strong><br />

destrucción. De ahí <strong>la</strong> misericordiosa dec<strong>la</strong>ración<br />

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