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He aquí yo estoy a la puerta y llamo - Robert J. Wieland

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pecados inconfesos que aparecieran ante ellos<br />

cuando los torturen el temor y <strong>la</strong> angustia, serían<br />

abrumados; <strong>la</strong> desesperación anu<strong>la</strong>ría su fe, y no<br />

podrían tener confianza en Dios par pedirle su<br />

liberación. Pero aunque tengan un profundo sentido<br />

de su indignidad, no tendrán pecados ocultos que<br />

reve<strong>la</strong>r. Sus pecados habrán sido borrados por <strong>la</strong><br />

sangre expiatoria de Cristo, y no los podrán<br />

recordar" (Id, p. 199 y 200).<br />

Nuestros propios capítulos desconocidos.<br />

"La amargura del pesar y <strong>la</strong> humil<strong>la</strong>ción es<br />

mejor que <strong>la</strong> comp<strong>la</strong>cencia del pecado. Por <strong>la</strong><br />

aflicción, Dios nos reve<strong>la</strong> los puntos infectados de<br />

nuestro carácter, para que por su gracia podamos<br />

vencer nuestros defectos. Nos son reve<strong>la</strong>dos<br />

capítulos desconocidos con respecto a nosotros<br />

mismos, y nos llega <strong>la</strong> prueba que nos hará aceptar<br />

o rechazar <strong>la</strong> reprensión y el consejo de Dios" (El<br />

Deseado de todas <strong>la</strong>s gentes, p. 268).<br />

"En el día del juicio final, cada alma perdida<br />

comprenderá <strong>la</strong> naturaleza de su propio<br />

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