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He aquí yo estoy a la puerta y llamo - Robert J. Wieland

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sino que entró inmediatamente en una esfera<br />

superior de existencia consciente en el paraíso; (5)<br />

En el mejor de los casos, el "amor que hubo en el<br />

corazón de Cristo", entendido de esa manera, era<br />

una síntesis de agape y eros, idéntica a <strong>la</strong> caritas de<br />

San Agustín, base del romanismo medieval.<br />

De esa forma se priva a <strong>la</strong> cruz de su auténtica<br />

gloria, y queda anu<strong>la</strong>do el amor del Nuevo<br />

Testamento. Desaparece automáticamente el<br />

verdadero contenido de <strong>la</strong> fe, viniendo a resultar<br />

una fe "muerta", aquel<strong>la</strong> contra <strong>la</strong> que Santiago nos<br />

previene. No puede producir verdadera obediencia.<br />

El temor o <strong>la</strong> preocupación por <strong>la</strong> seguridad<br />

personal subyacen como motivación dominante<br />

para el alma humana. La cruz no puede ejercer su<br />

verdadero poder porque queda envuelta en<br />

misteriosa confusión, como <strong>la</strong> cima de una<br />

montaña oculta por <strong>la</strong>s nubes. No es de extrañar <strong>la</strong><br />

preocupación de Cristo en el proceso de fundación<br />

de <strong>la</strong> iglesia primitiva, que terminó en <strong>la</strong> gran<br />

apostasía –"has dejado tu primer amor"–. Hasta que<br />

el protestantismo comprenda y acepte <strong>la</strong> verdad de<br />

<strong>la</strong> naturaleza del hombre a <strong>la</strong> luz de <strong>la</strong> cruz,<br />

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