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He aquí yo estoy a la puerta y llamo - Robert J. Wieland

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Si leemos Testimonios para los ministros, en<br />

<strong>la</strong>s páginas 91 a 96, reconoceremos que <strong>la</strong><br />

exaltación de Cristo en el mensaje de 1888 podría<br />

haber cumplido <strong>la</strong> profecía de Zacarías, si el<br />

mensaje hubiese sido aceptado por "<strong>la</strong> casa de<br />

David". Es cierto que en nuestros días esa verdad<br />

no es todavía c<strong>la</strong>ramente comprendida por nuestro<br />

cuerpo ministerial ni por nuestro pueblo. La<br />

profecía de Zacarías pertenece todavía al futuro, y<br />

también <strong>la</strong> "purificación" final, en re<strong>la</strong>ción con el<br />

"derramamiento" del Espíritu. Cuando éste venga,<br />

no se encargará so<strong>la</strong>mente del "pecado", sino<br />

también de <strong>la</strong> "inmundicia".<br />

Antes de considerar <strong>la</strong> naturaleza inconsciente<br />

del problema de raíz que aflige a Laodicea, antes<br />

de considerar cómo <strong>la</strong> enemistad contra Dios ha<br />

sido y sigue siendo <strong>la</strong> barrera que impide el<br />

derramamiento del Espíritu Santo, vayamos una<br />

vez más a nuestras Biblias para considerar<br />

atentamente <strong>la</strong> realidad del problema del pecado no<br />

reconocido.<br />

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