Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
nuestro cuerpo esa imagen. El silencio es infinito como el movimiento, no tiene límites. Para mí,<br />
los límites los pone la palabra. Nunca me encuentro solo, porque cada personaje que compongo<br />
vive y me rodea. La soledad no es amarga para aquel que deja librados la imaginación, los<br />
recuerdos, los sueños, y yo tengo mucho de ellos. El silencio es infinito, no tiene límites”.<br />
Aunque había anunciado su retiro, casi en broma, más de una década antes de 2005, Marcel<br />
Marceau, el mimo más famoso del mundo, se presentó ese año en el Teatro Colón de<br />
Buenos Aires, en el marco de su gira mundial de despedida. Tenía 82 años y la salud suficiente<br />
como para hacer su clásica performance de maillot, cara blanca y rasgos subrayados<br />
por maquillaje negro y rojo. Presentó algunos de sus números clásicos como El fabricante de<br />
máscaras o Juventud, madurez, vejez y muerte y se calzó la remera rayada y el sombrero de<br />
copa desvencijado de Bip, el personaje con el que dio la vuelta al mundo en tantas oportunidades<br />
y que fue mutando de deportista a pintor, poeta o cazador de mariposas. “La mejor<br />
conquista del hombre es su propia libertad... es la democracia que me hace regresar (…) Las<br />
dictaduras son una consecuencia de la ignorancia, así como la libertad es una consecuencia<br />
de la inteligencia y el respeto hacia los demás”, había dicho en 1987, durante otra postergada<br />
visita a Buenos Aires (había venido por primera vez en 1951), ciudad que también lo consagró<br />
como ciudadano ilustre en 1991. Pero en aquella visita de 2005, solo dos años antes de morir,<br />
Marceau tuvo tiempo de reflexionar largo y tendido en varios medios de comunicación locales<br />
acerca del oficio –tan popular como estrambótico– al que dedicó la mayor parte de su vida. En<br />
un encuentro con la periodista Cecilia Hopkins habló sobre las bases de su actividad, sin<br />
desvincularla del presente: “La observación es fundamental, pero no es suficiente. No se trata<br />
de copiar el ser humano, pero sí de estilizar su comportamiento. En el arte del mimo el gesto<br />
debe ser eficaz. No tenemos que andarnos con intelectualismos, tiene que ser simple, directo<br />
pero con estilo. Debe poseer su ritmo y alejarse de la forma naturalista. El público debe identificarse<br />
con el actor mimo, admirando su virtuosismo. Esto exige rigor y disciplina, aparte de<br />
los dones artísticos necesarios (…) Pienso que el mundo actual está imponiendo unas reglas<br />
frenéticas de actividad productiva, siempre tenemos que estar haciendo algo, rápido, para<br />
poder hacer algo más y más... esto impide que encontremos tiempo para pensar, reflexionar,<br />
meditar o contemplar, cualidades que son lo propio del hombre. Poco a poco nos deshumanizamos<br />
perdiendo lo esencial. Yo propongo en mi espectáculo un tiempo fuera del tiempo, una<br />
reflexión como un espejo que refleje el interior del ser (...) Al menos en el interior de cada<br />
espectador yo espero que mis gritos silenciosos hayan producido una emoción, una toma de<br />
conciencia, un cambio. He recogido multitud de testimonios de gente que afirman que temas<br />
como Bip soldado, Las manos, Bip recuerda han producido profundos cambios personales.<br />
Bueno, para cambiar el mundo hay que empezar por uno mismo. Creo que para lograr la paz<br />
hay que pelearse a través del arte, pues la cultura es más fuerte que la política. La política<br />
tiene compromisos, el arte no, el arte es puro. La historia se repite y hay que luchar por la paz<br />
a través del teatro, de la música, del arte. Esta forma de lucha es más efectiva”.<br />
Nacido en Estrasburgo, Francia, el 22 de marzo de 1923 como Marcel Mangel, Marceau adoptó<br />
este apellido para encubrir su origen judío frente a la ocupación nazi. “Mi padre nació cerca de<br />
la frontera entre Polonia y Rusia, pero se vino a Francia, a Estrasburgo. Mi abuelo era rabino.<br />
Marceau representando a Bip,<br />
el personaje que lo hizo célebre<br />
y que nació como un homenaje de<br />
la pantomima blanca de Pierrot.<br />
Su nombre se lo debe al personaje<br />
de Grandes esperanzas, de Dickens.<br />
“En el arte del mimo el gesto<br />
debe ser eficaz. No tenemos que<br />
andarnos con intelectualismos,<br />
tiene que ser simple, directo pero<br />
con estilo”.<br />
Mi padre puso una carnicería, se casó y nacimos mi hermano y yo. Nos dieron educación,<br />
porque no querían que sufriéramos las penurias de aquella época. Mis padres creían en las<br />
bondades de la Revolución Francesa y los derechos del hombre, pero estalló la guerra”.<br />
Durante la ocupación, Marceau pasó a la clandestinidad e integró una red de la resistencia en la<br />
que no formó parte de ninguna lucha armada, pero sí de la logística que incluía falsificación de<br />
documentos de identidad, cartas de racionamiento y asistencia para judíos que querían escapar<br />
a Suiza. Su padre, a quien describió como un hombre viril y fuerte, cuya estampa fue una de las<br />
primeras inspiraciones para desarrollar su propia destreza física y quien le heredó el amor por<br />
el aleteo de las palomas (“Es un placer íntimo que se lo debo a mi padre. Él fue quien apoyó<br />
mis primeras inquietudes artísticas. También le apasionaba el teatro. Era un hombre poético y<br />
su hobbie era la cría de palomas; por eso, las noches estaban repletas de aleteos, los mismos que<br />
vienen a mi encuentro cada vez que se esconde el sol”). Su padre fue arrestado por la Gestapo,<br />
deportado y asesinado en Auschwitz, en 1944. En ese año, el futuro mimo y su hermano Alain<br />
se unieron a las fuerzas de la Francia Libre de Charles De Gaulle.<br />
Al terminan la guerra, Marceau trabajó como pintor y orfebre, al tiempo que se inscribió en<br />
la escuela de arte dramático que dirigía Sarah Bernhardt. Pero la danza y la plástica le<br />
interesaban mucho más que la actuación teatral y encontró en Charles Chaplin un modelo<br />
a seguir: “Recuerdo que tenía cinco o seis años cuando mi mamá me llevó al cine a ver las<br />
películas de Charles Chaplin. Fue tan fuerte la emoción que ese vagabundo despertó en mí<br />
que rápidamente comprendí su sensibilidad. Imitarlo era un placer. Cada vez que lo hacía me<br />
transformaba en una especie de mini-Chaplin, que divertía a quienes me veían. Puedo asegurar<br />
que no se trataba de una caricatura. Lo juro. Fue mi primer maestro, el que me empujó a<br />
la actuación. Su espíritu está presente en Bip, el personaje que creé a los 23 años. El tiempo<br />
quiso que Chaplin y yo nos encontráramos. Fue en 1967, en el aeropuerto de Orly. Yo viajaba<br />
a Roma; él volvía a Suiza junto a su mujer y sus dos hijos más pequeños. Al verlo, una gran<br />
timidez se adueñó de todo mi ser. Me acerqué y nos miramos. Me reconoció e hizo que sus<br />
hijos me saludaran. Hablamos, compartimos anécdotas, le confesé mi profunda admiración y<br />
hasta me animé a imitarlo. Él sonrió. Al despedirnos, le besé la mano, decidido a expresarle<br />
mi gratitud. Ambos teníamos lágrimas en los ojos. Sin palabras, en silencio, nos dijimos adiós”.<br />
Existen registros en dieciséis milímetros de cortometrajes en los que Marceau ejecuta interpretaciones<br />
al estilo de los cómicos del cine mudo. Para el ojo cinéfilo, estas filmaciones resultan<br />
tan o más interesantes que lo que hizo después en los teatros que, sin embargo, constituyeron<br />
el espacio en el que alcanzó las cumbres más altas de su extensísima y, por qué no decirlo, algo<br />
monocorde carrera. Definió de “ultrapobres” a sus shows, encareciendo el mensaje que trasunta<br />
de la combinación de gesto y silencio y la capacidad humana de expresar una idea sin palabras.<br />
El bajo costo de sus producciones probablemente haya sido central a la hora de darle independencia<br />
y libertad para trabajar. Se nutrió de distintas ramas del arte, buscando condensarlas y<br />
reflexionando en torno a ellas. “Es bueno conocer la danza para aprender la diferencia con el<br />
mimo. El mimo es un arte de actitud y la danza es un arte de movimiento. El mimo es la formación<br />
de un actor silencioso: tiene que ser capaz de expresar lo que la palabra dice sin hablar.<br />
Nosotros traducimos los sentimientos con el cuerpo, sentimientos que revelan el pensamiento.<br />
100 101