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Revista Quid 70

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Turismo<br />

internacional<br />

Estrasburgo,<br />

la sinfonía del silencio<br />

POR Horacio de Dios<br />

No hace falta hablar en francés ni en alemán, tampoco en<br />

alsaciano o en los dialectos regionales. Basta con hacerle caso<br />

a Marcel Marceau, que nació en Estrasburgo, para oír la<br />

Sinfonía del Silencio. Sin una sola palabra, al estilo de uno de<br />

sus hijos más ilustres (1923-2007) accederemos a respetar los<br />

símbolos de los valores más altos de la civilización: la paz y la<br />

aceptación del diferente.<br />

Celtas, romanos, Hunos y otros: todos europeos<br />

En una estrecha franja, mucho más pequeña que el territorio<br />

de nuestras provincias de Misiones o Tucumán, Alsacia ha sido<br />

la esquina más peligrosa de Francia y Alemania. Sobre la parte<br />

baja del Rin, el río mas transitado de Europa, la historia dejó<br />

su huella de 20 siglos. Abreviando, pasamos desde la prehistoria<br />

en la sucesión de Celtas, que le dieron nombre al Rin<br />

llamándolo “fluir”, a la llegada de los romanos, que lo dieron<br />

por límite de su Imperio. Siguieron las invasiones de los Hunos<br />

de Atila y de varios concurrentes bárbaros hasta iniciado el<br />

período más dramático reciente, con la soberanía alternada de<br />

Francia y Alemania, que implicó un final feliz porque la ciudad<br />

aloja el Parlamento de la comunidad donde 751 diputados<br />

intentan hacer realidad la convivencia europea. La idea de los<br />

cuatro grandes estadistas que le dan nombre a calles del Barrio<br />

Europeo de Estrasburgo: Robert Schuman, Jean Monet,<br />

Konrad Adenauer, Alcide De Gasperi.<br />

Desde París al pasado y presente en solo dos horas<br />

Una buena manera de comenzar la recorrida y, sobre todo, lo<br />

que significa la visita es seguir el camino inverso de Marceau<br />

y volver desde París a su tierra natal. Con el TGV, tren de<br />

alta velocidad, llegamos desde el Gare del Este en dos horas<br />

y 21 minutos a la moderna estación central de Estrasburgo<br />

que parece un plato volador –o un Zeppelin– con sus vidrios<br />

abovedados que conservan su interior de 1883. Un diseño<br />

emparentado con la terminal ferroviaria de Alexanderplats,<br />

en Berlin, que no es casual porque ejemplifica la arquitectura<br />

del Segundo Imperio Alemán, en uno de los traspasos de<br />

soberanía, cuando se consideraba Reichsland.<br />

En 1681 Alsacia pertenecía a la Francia de Luis XIV, el Rey<br />

Sol. Con el resultado de la Guerra Franco– Prusiana (18<strong>70</strong>-71)<br />

pasó al Kaiser Guillermo I y a su canciller de hierro, Otto<br />

Von Bismarck (1815- 1898), como parte del del segundo<br />

Imperio Alemán.<br />

Transcurrieron 49 años hasta el fin de la primera Guerra<br />

Mundial, que la devolvió a Francia.<br />

Con la Blitzkrieg, “guerra relámpago”, de Hitler en 1940<br />

volvió al dominio a manos alemanas hasta la derrota en 1945<br />

y el comienzo de una Europa Comunitaria, que se propuso<br />

terminar con las guerras en el viejo continente.<br />

Vírgenes sabias y necias<br />

El visitante puede seguir la historia a paso de peatón desde<br />

el fascinante Centro Histórico, que está dentro de la isla rodeada<br />

por las aguas del Rin. Su imponente atracción, que se<br />

aprecia a la distancia, es la Catedral que comenzó a construirse<br />

en 1227 y concluyó en 1439 en una simbiosis de gótico y<br />

barroco. Con 142 metros, era la mayor del mundo hasta que<br />

se terminó la Catedral de Colonia, en 1880 con 157 metros.<br />

Los tesoros de la Catedral y el marco que la acompaña son<br />

notables. Como botón de muestra, puede apreciarse el Reloj<br />

Astronómico de dieciocho metros de altura, de 1571, que fue<br />

precedido y mejorado desde el primero que tenía un gallo<br />

autómata –el más antiguo que se conserva en Occidente–.<br />

Entre las riquezas de sus esculturas están las escenas de las<br />

“vírgenes prudentes” al lado del “esposo ideal”. En oposición<br />

están las “vírgenes necias”, que se ofrecen al “Tentador”, que<br />

sostiene la manzana prohibida.<br />

Notre Dame, con la Revolución Francesa, fue saqueada en<br />

1793 y remodelada como “Templo de la Razón”. No fue el único<br />

atropello porque también fue violentado el Jardín Botánico,<br />

orgullo alsaciano, porque quisieron reemplazar los árboles que<br />

creían monárquicos, como los naranjales, por ciruelos plebeyos.<br />

Como ejemplo contrario, durante la primera soberanía<br />

imperial, hubo signos de mayor tolerancia en las costumbres.<br />

Incluso en el Observatorio Astronómico trabajaron juntos<br />

científicos de ambos países. Uno de ellos, el astrónomo francés<br />

Ernest Benjamin Esclangon (1876-1954) en 1933 inventó<br />

el primer servicio telefónico automático de horario hablado, el<br />

antecedente cotidiano de nuestro “113”.<br />

También son una gratificación para los sentidos las excelencias<br />

de la gastronomía de Alsacia. En nuestro paseo encontramos<br />

abundantes tabernas populares, los “winstubs”, ideales para<br />

catar vinos blancos y tintos. Entre ellos, los bienamados Pinot<br />

Blanc y Noir. Y, por supuesto las brasseries, con la cerveza<br />

donde no se presentan diferencias con los vecinos alemanes,<br />

porque las elaboradas allí comenzaron en 1268 y son las más<br />

vendidas en toda Francia, como la Kronenbourg y sus colegas.<br />

Entre sus especialidades, hoy muy polémicas en el mundo<br />

por críticas al maltrato a patos y gansos obligándolos a<br />

engrosar su hígado, está el Foie Gras. Aseguran que fue un<br />

descubrimiento del cocinero Jean Pierre Clausel en 1780<br />

para el gobernador francés Cotades.<br />

En cambio, nadie discute la Tarte Flambee, pasta fina recubierta<br />

de nata, cebolla y chicharrones, que muchos lugares ofrecen<br />

como único plato. Es ideal, además, para cerrar la comida con<br />

los schnaps, aguardientes a base de pera y otras frutas.<br />

Competir es un buen ejemplo<br />

En Alsacia, que pasó varias veces las de Caín, aprendieron<br />

que la guerra no es un buen negocio, que lo mejor es<br />

compartir lo bueno y comenzar de cero ante lo malo. Los<br />

notables museos que tiene Estrasburgo, en monumentales<br />

edificios de varios siglos de ayer a hoy, son una referencia<br />

para cerrar este panorama al paso del placer.<br />

Elijo solo dos de distintas épocas: El Musée Alsacien, instalado<br />

en tres antiguas residencias, fue inaugurado en 1907 durante el<br />

Imperio Alemán pero antes de la llegada de los nazis. De ese período<br />

de los siglos XVIII y XIX recoge la vida tradicional en sus<br />

trajes, costumbres, muebles, artesanías e imaginería religiosa,<br />

católica, protestante y judía. La selección de juguetes es formidable<br />

y brinda modelos en los que se inspiran los que producen<br />

sus réplicas en las tiendas, un posible souvenir para sumar a los<br />

recuerdos que volverán en las fotos de nuestros celulares.<br />

Otro de los preferidos, en un catálogo mayor de lo que podemos<br />

agendar para nuestra visita, es el Musée d’Art Moderne<br />

et Contemporain en el barrio histórico. Posee un moderno<br />

edificio de cristal inaugurado en 1998 frente al canal del Rin.<br />

Las colecciones son estupendas.<br />

Como un fin de fiesta para estos apuntes: un restaurante y un<br />

magnífico café con una terraza panorámica al río<br />

TESTIMONIO PERSONAL<br />

Horacio de Dios<br />

Del Bistro a la Brasserie<br />

o Winstubs con schnaps.<br />

A la hora de comer y tomar nos vienen los mejores recuerdos y<br />

están asociados a lugares que no necesitan traducción, por ejemplo,<br />

las parrillas. En algunos casos no tienen características tan netas,<br />

porque no solo de carne estamos hechos.<br />

Y aquí viene la parte más divertida, porque hablamos y pensamos en<br />

una trattoria sin detenernos en el plato que disfrutamos más allá de<br />

“la pasta”. Lo mismo nos pasa con los Pubs, luego de aceptar que la<br />

cerveza puede no estar fría.<br />

En París, donde hay tantos lugares de comida rápida como en Buenos<br />

Aires o más, no pensamos en un restaurante salvo para una fecha especial<br />

porque pertenecen a la aristocracia gastronómica. Esto ocurre<br />

no solo en Francia. A la hora de pedir una recomendación preguntamos<br />

por el bistró del barrio con el vino de la casa o a la brasserie con<br />

cerveza artesanal, porque eso es lo que significa y está muy de moda.<br />

Al llegar a Estrasburgo descubrimos los Winstubs, que son emporios<br />

gastronómicos sin límites, porque podemos tomar vinos, cervezas,<br />

aguardientes –schnaps– y comer platos alsacianos inolvidables. Porque,<br />

aún en Francia, estamos en la frontera con Alemania y Suiza y a<br />

nadie se le va a ocurrir pedirnos el pasaporte con el menú.<br />

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