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El desarrollo de Comunidades Profesionales de Aprendizaje<br />

<strong>Gabriela</strong> <strong>Krichesky</strong><br />

aprendizaje del comportamiento y la naturaleza humana desde una visión intercultural y<br />

multidisciplinaria.<br />

No es casual que Fullan denominase a esta etapa como la era de la “adopción” de la<br />

reforma (Fullan, 2002c) en cuanto que el objetivo era importar innovaciones e ideas<br />

generadas por fuera del aula, como si ello fuera garantía suficiente para la mejora<br />

educativa. Algunos autores catalogaron a este modelo de mejora como de Investigación-<br />

Desarrollo-Difusión-Adopción (IDDA) (House, 1979), ya que constaba principalmente de<br />

cuatro instancias:<br />

1. Etapa de Investigación: en esta fase se acumulaban conocimientos pertinentes<br />

al programa por diseñar.<br />

2. Etapa de Desarrollo: se procuraba idear, construir y desarrollar soluciones a los<br />

problemas identificados.<br />

3. Etapa de Difusión: una vez definidas las innovaciones éstas se daban a conocer.<br />

4. Etapa de Adopción: en esta fase se buscaba garantizar que las escuelas<br />

incorporen las innovaciones.<br />

Otro importante hito de la época lo marcó la promulgación de la Ley de Derechos Civiles<br />

de 1964 en los Estados Unidos. En este contexto se empezaban a denunciar las<br />

injusticias generadas por la desigualdad social y económica que instituciones sociales<br />

como la escuela pública no lograban resolver. Así comenzó a vislumbrarse, por ejemplo,<br />

una importante brecha entre las oportunidades educativas que niños de diferente raza y<br />

estatus socioeconómico recibían durante su escolaridad. A raíz de estas denuncias fue<br />

resonando cada vez con mayor fuerza la necesidad de una reforma educativa que<br />

pretendiera minimizar los efectos nocivos de la escuela frente a la perpetuación de las<br />

desigualdades sociales de base (Báez de la Fe, 1994).<br />

A esta época se la suele identificar con la corriente del “optimismo pedagógico” en tanto<br />

se pensaba que con unos pocos conocimientos, recursos y política se podría conseguir<br />

que la escuela incidiera de manera significativa en una redistribución social más<br />

equitativa y, por ende, en la constitución de mejores sociedades (Farell, 1999).<br />

Más allá de sus débiles resultados, es de reconocer que estas primeras experiencias de<br />

reforma han dejado tras de sí un interesante cúmulo de lecciones. Por una parte se<br />

observó que los programas curriculares impuestos a las escuelas desde afuera no<br />

generaban resultados de aprendizaje más satisfactorios, lo cual arrojó una primera idea<br />

sobre cómo opera la imposición del cambio y su escasa incidencia en la mejora real de<br />

los centros. En esta línea, Fullan (2002a) entiende que esta reforma fracasó, en<br />

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