La sirena varada: Año 1, Número 1
El primer número de La sirena varada: Revista literaria bimestral.
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Estaba harto. Ya no podía más. ¿Por<br />
qué todos se veían iguales? ¿Por<br />
qué todos vestían lo mismo? ¿Qué<br />
era ese lugar? Era como una ciudad<br />
bajo techo. Grandes maquinarias se extendían<br />
ante mí sin ningún orden, pero<br />
al mismo tiempo no podía imaginar un<br />
lugar más cuadrado y rígido.<br />
<strong>La</strong> gente, al verme, comenzaba a<br />
entrar en pánico, como si yo fuera una<br />
aberración o algo así.<br />
Ese sentimiento tan familiar, tan incómodo<br />
y conocido de que no encajaba,<br />
se hizo presente. Un mar de gente<br />
me levantó y me llevó hasta una enorme<br />
vitrina de más de cincuenta metros<br />
de largo y diez de alto. Sobre esa gran<br />
caja de vidrio había un letrero que decía:<br />
«Caja de reparación de individuos».<br />
Adentro no parecía haber nada, sólo un<br />
enorme abismo del que escapaba un<br />
eco denso y frío.<br />
No podía escapar de la multitud,<br />
como si algo me mantuviera pegado a<br />
ellos, allegado y completamente adherido.<br />
Sentía que no quería separármeles<br />
por alguna razón.<br />
Me arrojaron dentro de aquella vitrina.<br />
Contrario a lo que vi antes de caer<br />
ahí, el lugar tenía paredes blancas y estaba<br />
iluminado. Sentí alivio, pero aún<br />
había algo que no estaba bien.<br />
No estaba solo. Había muchas personas<br />
allí. <strong>La</strong> gran mayoría miraba hacia<br />
afuera con ojos de añoranza por aquel<br />
mundo exterior, y otros permanecían<br />
volteados hacia una de las paredes.<br />
—¿Dónde estamos? —pregunté lleno<br />
de miedo. Nadie respondió. Algunos voltearon<br />
a verme, pero al final terminaron<br />
regresando a su posición inicial. Era un<br />
entorno triste, lleno de almas olvidadas.<br />
Había un chico que llamó mi atención.<br />
Su cabello era rojo vivo, su ropa<br />
era colorida y estaba recostado, en vez<br />
de sentado; todo era diferente en él.<br />
No podía ser confundido, era completamente<br />
único en ese mundo gris.<br />
De repente empezó a sonar una alarma<br />
y un foco rojo intermitente se encendió<br />
sobre nuestras cabezas. Todos comenzaron<br />
a correr. Unos se pegaron a las<br />
paredes y otros se quedaron en el centro.<br />
No comprendía absolutamente nada.<br />
Justo cuando terminó de sonar la<br />
alarma, varias ventanas y puertas<br />
trampa se abrieron sin aviso y muchos<br />
fueron tragados o succionados por<br />
aquellos agujeros. Entonces, a través<br />
del vidrio de la vitrina logré ver funcionando<br />
las máquinas, de las que salían<br />
personas nuevas y exactamente iguales<br />
al resto. Reconocí a algunos de ellos,<br />
lo único que los diferenciaba del resto<br />
eran sus caras. Eran a los que habían<br />
absorbido las puertas y ventanas de la<br />
vitrina. No tenía sentido.<br />
«Individuos defectuosos detectados»,<br />
sonó una voz robótica dentro del gran<br />
cuarto.<br />
<strong>La</strong> paredes de la vitrina se volvieron<br />
rojas y una se abrió de un extremo,<br />
dando paso a otra que comenzó a moverse<br />
y a cerrar el espacio disponible<br />
dentro de la caja.<br />
Los que quedábamos intentamos alejarnos<br />
de la pared que venía tras nosotros,<br />
todos excepto el chico del cabello rojo,<br />
quien permaneció recostado sin siquiera<br />
preocuparse por evitar ser aplastado.<br />
El miedo se apoderó de mí. «Prefiero<br />
volver allá afuera que morir», pensé<br />
aterrorizado.<br />
Justo antes de que ser aplastado por<br />
la pared móvil, una puerta me succionó.<br />
En menos de un segundo me vi saliendo<br />
de una de las maquinarias de la<br />
fábrica. Mi ropa era como la de todos<br />
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