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Tema de tapa<br />
cinco<br />
En una entrevista realizada por el<br />
escritor y periodista Jacob Weisberg,<br />
Barack Obama, entonces presidente<br />
de los Estados Unidos, recordó una<br />
vez en que frente a los cuadros de los<br />
expresidentes se preguntó quiénes eran<br />
esos hombres y cuántos habían realmente<br />
liderado al país. Con esa imagen<br />
en la mente, confesó luego que su<br />
actitud frente a la presidencia se basaba<br />
en que no quería ser solo el presidente,<br />
sino que quería también cambiar el<br />
país, hacer una contribución única, en<br />
que quería, en resumen, ser un gran<br />
presidente y ser recordado por eso.<br />
El miedo a ser olvidados es algo<br />
bastante usual que no solo afecta a<br />
los políticos. De hecho, es tan usual<br />
que hasta se ha acuñado una palabra<br />
bastante impronunciable en español,<br />
athazagoraphobia, para referir a dicha<br />
fobia. Sin embargo, lo interesante del<br />
miedo al olvido en el ámbito público,<br />
No querés ser solo el presidente (…).<br />
Querés ser un gran presidente<br />
BARACK OBAMA<br />
Con la sentencia<br />
de no olvidar<br />
POR Emilia Simison*<br />
y especialmente en el político, es que<br />
sus protagonistas probablemente no<br />
sean olvidados, pero sí puede que se<br />
olvide lo que ellos consideraron sus<br />
mayores logros. En última instancia,<br />
los políticos y políticas pueden intentar<br />
forjar su legado y tomar innumerables<br />
medidas para que se los recuerde como<br />
ellos desean, pero no pueden escapar<br />
del hecho de que no son ellos quienes<br />
deciden cómo serán recordados.<br />
Margaret Thatcher es un ejemplo<br />
interesante de este fenómeno. Sin<br />
duda, fue una figura fundamental del<br />
siglo XX, ocupando el puesto de primera<br />
ministra del Reino Unido entre 1979<br />
y 1990 y dejando como legado, entre<br />
otras cosas, su propio -ismo. Cuando<br />
falleció, muchos la recordaron como la<br />
primera mujer en ocupar el cargo de<br />
primera ministra en su país, otros como<br />
una campeona de la “libertad”, otros<br />
por sus políticas promercado… todos<br />
legados con los que podríamos pensar<br />
que estaría bastante conforme. Sin embargo,<br />
como recuerda un artículo en la<br />
publicación electrónica Culturedarm,<br />
su muerte también provocó un número<br />
de reproducciones récord de la canción<br />
“The Witch is Dead”, la bruja está<br />
muerta, de la película el Mago de Oz...<br />
Otro caso ilustrativo es la manera en<br />
que, en la política estadounidense, se<br />
recuerda a Abraham Lincoln. Según<br />
un estudio de los profesores Shawn<br />
Parry-Giles y David Kaufer, cómo<br />
Lincoln es recordado por presidentes<br />
y candidatos dice bastante sobre<br />
su enfoque a la hora de gobernar.<br />
De esta manera, Herbert Hoover<br />
convirtió a Lincoln en un conservador<br />
y Franklin Roosevelt lo convirtió<br />
en un progresista. Lo interesante es<br />
que ninguno estaba técnicamente<br />
mintiendo. Como señalan Parry-Giles<br />
y Kaufer, hay memorias del Lincoln<br />
histórico que pueden dar base a la idea<br />
de un self-made man e inspirar una lógica<br />
empresarial como la propuesta por<br />
Hoover, mientras que su compromiso<br />
con la gente “común” puede fundamentar<br />
políticas de bienestar social al<br />
estilo del “New Deal”.<br />
Y mirando para casa, qué no se le ha<br />
atribuido a Juan Domingo Perón o a<br />
Raúl Alfonsín. Políticos argentinos<br />
de todo el espectro izquierda-derecha<br />
han retomado sus legados, sea como<br />
crítica o como halago, para fundamentar<br />
una política o para hacer captar<br />
ciertos votos. Y está bien que según<br />
Perón, peronistas somos todos, pero,<br />
¿le gustarían algunos de los usos de su<br />
memoria? (Y ni hablar de algunos monumentos<br />
de dudoso parecido…)<br />
El poder político en escena<br />
Los políticos conocen más que bien<br />
este problema y, en muchos casos,<br />
toman acciones para controlar, en la<br />
medida que se pueda, el modo en el<br />
que serán recordados. Remontándonos<br />
en la historia, vemos cómo los gobernantes<br />
recurrieron, incluso desde la<br />
antigüedad, a la escenificación del poder<br />
político como forma de presentarse<br />
ante aquellos a los que gobernaban,<br />
ante sus pares y ante sus rivales. Las<br />
grandes pinturas que se enviaban a todas<br />
las puntas de la unidad política son<br />
un gran ejemplo. ¡Y ojito con pintarlos<br />
de manera poco favorecedora!<br />
Otra forma de construir un legado, sin<br />
duda, fueron las grandes construcciones<br />
y monumentos. Desde las pirámides de<br />
Egipto o México o las construcciones<br />
romanas hasta el presente, las grandes<br />
construcciones se utilizan con este fin.<br />
Y cuanto más espectaculares, mejor.<br />
Pensemos, por ejemplo, en la Columna<br />
de Trajano que mide unos modestos<br />
treinta metros y que cuentas las victorias<br />
del emperador en un bajorrelieve en<br />
espiral; o en el templo de Adriano, construido<br />
por su sucesor y del que todavía<br />
se conservan once columnas de quince<br />
metros de altura cada una. Sí, exacto,<br />
ambas construcciones muy previas a las<br />
tecnologías que podrían haber facilitado<br />
el transporte de semejantes estructuras.<br />
Otro ejemplo más cercano en el tiempo<br />
son las grandes construcciones soviéticas.<br />
Estas no solo incluyen masivas<br />
construcciones de vivienda social sino<br />
también imponentes construcciones<br />
como los rascacielos de Stalin, popularmente<br />
conocidos como las siete hermanas,<br />
construidos en Moscú entre los<br />
años 40 y 50 para conmemorar el VIII<br />
centenario de la ciudad. También en<br />
China nos encontramos con un proyecto<br />
similar, los Diez Grandes Edificios. En<br />
este caso con el impresionante detalle de<br />
que fueron construidos en menos de un<br />
año. Y hablando de imponentes obras de<br />
infraestructura, más cerquita geográficamente,<br />
tenemos las grandes obras de la<br />
última dictadura brasileña como la ruta<br />
trasamazónica o el puente Río de Janeiro-Niterói<br />
(sí, ese puente larguísimo que<br />
cruza el horizonte en Río).<br />
Además de las grandes construcciones<br />
utilitarias, los monumentos también<br />
cumplen su rol. Volviendo a la Unión<br />
de Repúblicas Socialistas Soviéticas, tenemos<br />
el imponente Monumento a los<br />
Conquistadores del Espacio en Moscú,<br />
construido en 1964 para celebrar las<br />
conquistas relativas a la exploración espacial.<br />
Pero no hace falta parar ahí, con<br />
solo pensar unos segundos nos vienen<br />
a la cabeza infinidad de monumentos<br />
con que los políticos buscaron fijar sus<br />
legados, como la Estatua de la Libertad<br />
en Estados Unidos, el Arco del Triunfo<br />
en París, o el Monumento a la Victoria<br />
que Mussolini mandó a construir en<br />
Bolzano. Entonces, muy bonito todo,<br />
te hiciste o te hicieron un monumento,<br />
¿y ahora?<br />
Como la realidad y ficción de los Estados<br />
Unidos muestra claramente, la historia<br />
no termina ahí. En la ficción, por<br />
ejemplo, tenemos al “Fantasma de la<br />
Libertad” haciendo explotar réplicas de<br />
la Estatua de la Libertad en Leviathan.<br />
Pero una vez más la realidad supera a<br />
la ficción con los conflictos desatados<br />
recientemente en torno a la remoción<br />
de monumentos que recuerdan a los<br />
protagonistas de la confederación.<br />
Como señala la historiadora Cheryl<br />
Jiménez Frei en su interesante ensayo<br />
en el reciente número temático de The<br />
Public Historian, estos conflictos no tienen<br />
una fácil solución. No solo porque<br />
existen interpretaciones en conflicto<br />
del significado de los monumentos sino<br />
también porque hay visiones opuestas<br />
respecto de si removerlos limpia la historia<br />
o elimina la oportunidad de aprender<br />
del pasado. Así, los monumentos se<br />
erigieron muchas veces con el objetivo<br />
de fijar interpretaciones del pasado y<br />
proteger los pasajes de la historia que<br />
se consideraban dignos de recordar.<br />
¿Pero es ese el significado que siguen<br />
teniendo? Además, tal como Jiménez<br />
Frei destaca, este tipo de debates se<br />
ha dado en varias partes del mundo y<br />
sigue sin tener una respuesta definitiva.<br />
En nuestro país, por ejemplo, tenemos<br />
el caso de los monumentos a Julio<br />
Argentino Roca erigidos en los 40<br />
y que varios grupos buscan remover y<br />
que, en especial en el caso del ubicado<br />
en Bariloche, llevó tanto a reclamos<br />
formales como a intentos de vandalismo.<br />
Y difícil olvidarnos de las recientes<br />
controversias en torno a los monumentos<br />
de Colón y Juana Azurduy,<br />
ambos removidos de los terrenos de la<br />
Casa Rosada… En el fondo, el debate<br />
radica en que, como cita Jiménez Frei<br />
al final de su ensayo, “debemos siempre<br />
recordar el pasado, pero no necesariamente<br />
necesitamos venerarlo”.<br />
Esto nos lleva de nuevo a la idea de<br />
los legados. Los políticos y políticas<br />
pueden desear ser recordados o no. Sin<br />
embargo, en última instancia, cargamos<br />
con una sentencia de no poder olvidar,<br />
de no poder olvidarlos, que hace que<br />
su legado exista aunque no lo deseen.<br />
Aún peor, las interpretaciones de esos<br />
legados tampoco están bajo su control.<br />
Lo único que les queda por hacer es<br />
tratar de ser no solo el presidente sino<br />
también esperar que la historia los<br />
juzgue benignamente<br />
*Magister en Ciencia Política (UBA-UTDT), PhD Student (MIT).<br />
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