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LA GUERRA DE LAS MUJERES

A la acción, intriga y rapidez descriptiva se suma el amor, con su inevitable acompañamiento de celos y rivalidad femenina, pues las dos protagonistas de esta excelente novela se enamorarán del mismo hombre. Dumas recrea una estampa de la guerra de La Fronda, con dos personajes que quieren ser los equivalentes femeninos de sus célebres mosqueteros: la astuta y encendida amante del duque Epernón, Nanón de Lartigues, y la rubia y valerosa Claire de Cambes.

A la acción, intriga y rapidez descriptiva se suma el amor, con su inevitable acompañamiento de celos y rivalidad femenina, pues las dos protagonistas de esta excelente novela se enamorarán del mismo hombre. Dumas recrea una estampa de la guerra de La Fronda, con dos personajes que quieren ser los equivalentes femeninos de sus célebres mosqueteros: la astuta y encendida amante del duque Epernón, Nanón de Lartigues, y la rubia y valerosa Claire de Cambes.

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que en carroza sería detenido al primer obstáculo.<br />

—En fin, ¿vuestra opinión es que partamos?<br />

—Pasado mañana a la noche, señora, si Vuestra Alteza no tiene algún<br />

motivo que lo retrase.<br />

—¡Oh! No, todo lo contrario; huyamos de esta prisión lo más antes<br />

posible, Lenet.<br />

—Y una vez fuera de Chantilly, ¿qué pensáis hacer? —preguntó la viuda.<br />

—Atravesaremos por entre las fuerzas del señor de Saint-Aignán, a quien<br />

con facilidad podremos ponerle una venda en los ojos. Nos reuniremos con el<br />

señor de Larochefoucault y su escolta, y desde allí marcharemos a Burdeos,<br />

donde se nos está esperando.<br />

Puestos en la segunda ciudad del reino, en la capital del Mediodía,<br />

podremos negociar o guerrear, según más convenga a Vuestras Altezas, y en<br />

todo caso, señora, tendré el honor de recordaros, que aunque dueños de<br />

Burdeos, no tendremos asegurado largo tiempo su posesión, si a nuestros<br />

alrededores no tenemos algunas plazas que obliguen a distraer a las tropas<br />

reales. Dos de estas plazas son de mucha importancia, Vayres, que domina el<br />

Dordoña y protege o impide la entrada de víveres a la ciudad, y la isla de San<br />

Jorge, considerada por los mismos burdeleses como la llave de su población.<br />

—Pero ya tendremos tiempo de pensar en esto; ahora tratemos sólo de salir<br />

de aquí.<br />

—Nada será más fácil —dijo la princesa—. A pesar de cuanto queráis<br />

decir, Lenet, somos aquí los dueños exclusivos.<br />

—No contéis con nada, señora, hasta que estemos en Burdeos; no hay cosa<br />

fácil con el espíritu diabólico del señor de Mazarino, no sabe las noticias, las<br />

adivina.<br />

—¡Oh! Yo le desafío a descubrir ésta —dijo la princesa—; pero ayudemos<br />

a mi madre a pasar a su aposento y desde hoy se propagará el rumor de nuestra<br />

partida de caza dispuesta para pasado mañana. Vos cuidaréis de las<br />

invitaciones, Lenet.<br />

—Descansad en mí, señora.<br />

La viuda pasó a su habitación, y se metió en la cama.<br />

Llamó a Bourdelot, médico de la casa de Condé y preceptor del señor<br />

duque de Enghien, se extendió enseguida la noticia de Chantilly de esta<br />

inesperada indisposición, y media hora después quedaban desiertos los<br />

bosquecillos, galerías y terraplenes, agolpándose los huéspedes de las dos<br />

princesas a la antesala de la señora viuda.

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