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LA GUERRA DE LAS MUJERES

A la acción, intriga y rapidez descriptiva se suma el amor, con su inevitable acompañamiento de celos y rivalidad femenina, pues las dos protagonistas de esta excelente novela se enamorarán del mismo hombre. Dumas recrea una estampa de la guerra de La Fronda, con dos personajes que quieren ser los equivalentes femeninos de sus célebres mosqueteros: la astuta y encendida amante del duque Epernón, Nanón de Lartigues, y la rubia y valerosa Claire de Cambes.

A la acción, intriga y rapidez descriptiva se suma el amor, con su inevitable acompañamiento de celos y rivalidad femenina, pues las dos protagonistas de esta excelente novela se enamorarán del mismo hombre. Dumas recrea una estampa de la guerra de La Fronda, con dos personajes que quieren ser los equivalentes femeninos de sus célebres mosqueteros: la astuta y encendida amante del duque Epernón, Nanón de Lartigues, y la rubia y valerosa Claire de Cambes.

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tiempo de Buckingham.<br />

Como quiera que fuese, y sea dondequiera que viniese, el barón sacó de la<br />

bolsa diez pistolas, que entregó a Barrabás; éste salió haciendo las más<br />

reiteradas y respetuosas cortesías.<br />

XXI<br />

La sorpresa<br />

Después de haberse marchado Barrabás, llamó Canolles al oficial, y le<br />

rogó le guiase en la revista que quería pasar a sus nuevos estados.<br />

El oficial se puso en el momento a sus órdenes.<br />

Encontró a la puerta una especie de Estado Mayor, compuesto de los<br />

demás personajes principales de la ciudadela; conducido por ellos, y pidiendo<br />

explicación de todos los recursos de la localidad, vio los baluartes, medias<br />

lunas, casamatas, bodegas y graneros. Por último, a las once de la mañana<br />

volvió a su habitación, después de haberlo visitado todo. Marchóse entonces<br />

su escolta, y quedó solo con el primer oficial que encontró a su llegada.<br />

—Ahora —dijo éste acercándosele misteriosamente—, no le queda más<br />

que ver al señor gobernador un sólo aposento y una sola persona.<br />

—¡Oh! —murmuró Canolles.<br />

—El aposento de esa persona es aquél —dijo el oficial extendiendo el dedo<br />

hacia una puerta, que en efecto aún no había abierto el barón.<br />

—¡Ah! ¿Es aquél? —dijo Canolles.<br />

—Sí.<br />

—¿Y allí está la persona?<br />

—Sí.<br />

—Bien, bien; pero dispensad, me siento muy fatigado de haber caminado<br />

noche y día, y no tengo esta mañana la cabeza muy buena. Explicaos con<br />

alguna más claridad, si lo tenéis a bien.<br />

—Bueno, señor gobernador —continuó el oficial con la más fina sonrisa<br />

—. El aposento…<br />

—De la persona… —repuso Canolles.<br />

—Que os espera… es aquél. Comprendéis ahora, ¿no es así?

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