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LA GUERRA DE LAS MUJERES

A la acción, intriga y rapidez descriptiva se suma el amor, con su inevitable acompañamiento de celos y rivalidad femenina, pues las dos protagonistas de esta excelente novela se enamorarán del mismo hombre. Dumas recrea una estampa de la guerra de La Fronda, con dos personajes que quieren ser los equivalentes femeninos de sus célebres mosqueteros: la astuta y encendida amante del duque Epernón, Nanón de Lartigues, y la rubia y valerosa Claire de Cambes.

A la acción, intriga y rapidez descriptiva se suma el amor, con su inevitable acompañamiento de celos y rivalidad femenina, pues las dos protagonistas de esta excelente novela se enamorarán del mismo hombre. Dumas recrea una estampa de la guerra de La Fronda, con dos personajes que quieren ser los equivalentes femeninos de sus célebres mosqueteros: la astuta y encendida amante del duque Epernón, Nanón de Lartigues, y la rubia y valerosa Claire de Cambes.

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mandaba estremecerse, su dignidad de jefe de partido le ordenaba no<br />

debilitarse.<br />

—Pues bien, si todo está pronto, andad, señor duque. El duque pareció<br />

dudar.<br />

—¿Acaso creeríais conveniente que yo asistiese? —dijo la princesa con un<br />

temblor de voz, que a pesar del dominio que tenía sobre sí misma, no pudo del<br />

todo reprimir.<br />

—Como gustéis, señora —contestó el duque, que tal vez hacía en aquel<br />

momento uno de sus estudios fisiológicos.<br />

—Veremos, duque, veremos. Vos sabéis que he hecho gracia a muchos<br />

condenados.<br />

—Sí, señora.<br />

—¿Y qué decís de esta medida?<br />

—Digo que todo lo que Vuestra Alteza hace está bien hecho.<br />

—Sí —contestó la princesa—, eso me agrada más. Será más digno de<br />

nosotros mostrar a los epernonistas que no tememos usar las represalias, tratar<br />

de potencia a potencia con Su Majestad; pero que confiados en nuestra fuerza,<br />

devolvemos el daño sin furor, sin exageración.<br />

—Es muy político eso.<br />

—¿No es así, duque? —dijo la señora de Condé, tratando de indagar en el<br />

acento de Larochefoucault su verdadera intención.<br />

—Pero —continuó el duque—, siempre seréis de opinión que uno de los<br />

dos expíe la muerte de Richón; porque si esta muerte quedase sin vengar, se<br />

creería que Vuestra Alteza estima en poco a los valientes que se consagran a<br />

su servicio.<br />

—¡Oh! ¡Ciertamente, uno de ellos morirá, a fe de princesa! Vivid<br />

tranquilo.<br />

—¿Y puedo saber a cuál de los dos ha hecho gracia Vuestra Alteza?<br />

—Al señor de Canolles.<br />

—¡Ah!<br />

Este ¡Ah!, fue pronunciado de una manera singular.<br />

—¿Tendríais acaso algo de particular contra ese caballero, señor duque? —<br />

le dijo la princesa.<br />

—Yo, señora, ¿acaso tengo yo nada jamás en pro ni en contra de ninguno?

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