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Revista Korpus 21 - Volumen 4, número 10

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ALEJANDRO RÍOS MIRANDA, ENCLAVES CULTURALES DE LA INDIGENCIA EN LA CIUDAD DE MÉXICO 2008-2012<br />

Aparece así un espacio callejero andado y<br />

relatado que se inscribe en el texto de una ciudad<br />

mediante zonas de la ciudad proyectadas<br />

y legibles, se le sobrepone y lo transmuta simbólicamente,<br />

para dejar de ser sólo esa Remodelación<br />

del Centro Histórico, aquel mapa como<br />

simulacro visual del objeto que pretende representar,<br />

que tiende a imponer una figura definitiva<br />

con el afán sistémico de edificar un mundo<br />

armónico que pueda hablar a nombre de lo real,<br />

encargándose de instaurar una estructura estable<br />

y definitiva de “mirar obedeciendo”; dando<br />

cuenta de cambios y transmutaciones culturales<br />

y simbólicas profundas, en una resignificación,<br />

apropiación y “colonización” del espacio desde<br />

los “andares de la indigencia”. El conjunto de estos<br />

andares fabrican un “centro histórico-otro”,<br />

un “universo callejero-otro”, como lo viven y lo<br />

significan los “indigentes”; un área restringida,<br />

delimitada y, por ello, aprendida, pues el recorrido<br />

barrial percibe mejor el espacio y la imagen<br />

erigida es más vivida y sentida en territorios diferenciales,<br />

como los territorios de la indigencia,<br />

que confieren otras políticas de identidad.<br />

Estos “andares” se reproducen “cara a cara”<br />

en la interacción personal y en los lugares de sociabilidad,<br />

donde se vuelven recurrentes sobre<br />

todo por la satisfacción de los alimentos o despensas,<br />

seguidos de ropa y zapatos y finalmente<br />

por el servicio médico; que describen “territorios<br />

diferenciales”, posibilitan microgeografías<br />

y “retoricas del espacio”, permiten conocer acciones<br />

sociales concretas vivenciadas en estos<br />

espacios públicos, dejando su huella pues cada<br />

recorrido es en sí un nodo relacional de un sistema<br />

mayor. Vistos como “recorridos barriales”<br />

conforman lugares antropológicos de la indigencia<br />

que se sedimentan en emplazamientos y<br />

enclaves culturales y son incorporados en la memoria<br />

cognitiva, instrumental y colectiva de la<br />

indigencia, que se ajustan a un “horario día-hora”,<br />

“horario día-semana” y un ciclo anual, que<br />

reproducen siete “cartografías de los andares de<br />

la indigencia” relativos a cada día de la semana,<br />

“trayectorias espacio-temporales” que dan<br />

cuenta de un “capital cognitivo y colectivo de<br />

la indigencia” a la vez que programa y regula el<br />

comportamiento mediante “esquemas socio-espaciales”,<br />

así constituyen fondo y figura del ambiente<br />

urbano de la ciudad de México, una red<br />

de sobrevivencia callejera de la indigencia nombrada<br />

como los comedores en una ciudad-otra<br />

caminada y practicada desde los márgenes de la<br />

“vida callejera” (Ríos Miranda, 2017).<br />

Conclusión: enclaves culturales de la<br />

indigencia y redes de sociabilidad<br />

Para Isaac Joseph (2002) el espacio público no<br />

es el espacio de la intersubjetividad: existe una<br />

reciprocidad inmediata y fugaz que pone en juego<br />

experiencias, no consciencias, esta reciprocidad<br />

está siempre segmentada e inscrita en un<br />

espacio-tiempo definido (como se observa en<br />

el sistema-día-semana que sigue “Botas”, que<br />

no es consciente) y supone una reciprocidad<br />

pragmática que posibilita el juego de apariencias<br />

concertadas y no lógicas de identidad y de<br />

reconocimiento (Joseph, 2002: 53), es decir, no<br />

existe una “lógica de identidad” puesta en juego,<br />

sino que ésta se construye en una reciprocidad<br />

pragmática de la experiencia inmediata<br />

y fugaz; por ende estas formas de interacción<br />

personal en la indigencia se logran fuera de la<br />

consciencia, de una lógica de reconocimiento<br />

mutuo, sino primeramente en la satisfacción de<br />

sus necesidades básicas (alimentación, pernoctar,<br />

diversión y servicio médico), en el uso intuitivo<br />

de estos espacios públicos cruzados por<br />

el tiempo y en la reproducción de sus prácticas<br />

enclavadas en el lugar: llegar en el sistema-semana,<br />

según el sistema-horario (en cuanto obedece<br />

a una dinámica de lo no-estable de estas<br />

formas de vida anómicas, un sistema que no es<br />

desordenado en sí sino que pertenece a otro-orden)<br />

y acatar las normas de comportamiento del<br />

lugar-sistema (formarse, guardar orden, no utilizar<br />

la violencia, no meterse a la fila so peligro de<br />

lucha física, “escuchar la palabra”, “cantar alabanzas<br />

y oraciones”, “utilizar instrumentos musicales”,<br />

“participar en la escucha y plática de la<br />

palabra”, “leer la Biblia” y “participar de mínimas<br />

actividades académicas-recreativas como: dibujos,<br />

ejercicios pedagógicos como la nominación<br />

del puente, llenado de frases incompletas,<br />

etcétera”); con la firme intención de conseguir<br />

la retribución material que conlleva: alimentación,<br />

servicio médico, diversión o pernoctar; y<br />

en el uso de sus nominaciones singulares: “Candelaria”,<br />

“El Kiosko”,”La Hermana Lee”, “Parque<br />

México”, “La Raza”, etcétera; donde las personas<br />

de la indigencia se construyen a sí mismas en la<br />

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